HIJOS EN EL OPUS DEI
Javier Ropero
7. EL DULCÍSIMO
PRECEPTO
Querer a un hijo no es obligarlo a vivir con nuestras
verdades sino ayudarle a que pueda vivir sin nuestras mentiras.
El dulcísimo precepto, así llamaba el fundador
del Opus Dei al cuarto mandamiento del Decálogo. Afirmaba
una y otra vez que honrar al padre y a la madre jamás
fue para los socios del Opus Dei una obligación sino
más bien algo que éstos realizaban gustosamente,
un dulcísimo precepto. ¿A qué se debe
el que este estribillo sea de los más manidos por parte
de los miembros de la Obra? ¿Por qué necesitan
recurrir con tanta frecuencia a este "cliché"
del fundador? ¿No será quizá porque este
mandato es el de más dudoso cumplimiento por parte
de los socios, especialmente por parte de los numerarios?
Personalmente conozco el caso de muchos padres que han sido
abandonados por sus hijos en momentos en que realmente los
necesitaban para ir a atender las necesidades "espirituales"
de su auténtica familia en el Opus Dei. Un ejemplo
manifiesto de esta forma de actuar es el del propio fundador:
El fundador del Opus Dei dejó a su madre enferma
en Madrid, como escribió quince años después,
para ir a Lérida para dar un curso de retiro a sacerdotes
diocesanos.
-No conocía la gravedad porque los médicos
no pensaban que la muerte de mi madre fuera inminente, o
que no pudiera curarse. Ofrece tus molestias por esa labor
que voy a hacer, pedí a mi madre al despedirme. Asintió,
aunque no pudo evitar decir por lo bajo: ¡Este hijo...!
A mitad de los ejercicios... vino con la cara demudada
el obispo administrador apostólico, que hacía
también los ejercicios, y me dijo: "Don Álvaro
le llama por teléfono. Padre, la abuela ha muerto,
oí a Álvaro." (Bernal, Salvador: Mons.
Josemaría Escrivá de Balaguer. "Apuntes
sobre la vida del Fundador del Opus Dei". 1976. Ediciones
Rialp.)
Es llamativo cómo los directores del Opus Dei explican
la anécdota anterior a los ya numerarios sin mencionar
que el fundador desconociese la gravedad de la enfermedad
de su madre. Todo lo contrario: sostienen que Escrivá
de Balaguer eludió deliberadamente acompañar
a su madre en los últimos momentos porque para cualquier
socio de la Obra siempre es más importante su "familia
espiritual" que su "familia de sangre". Fue
esta misma razón la que impulsó al sucesor de
Escrivá, don Álvaro del Portillo, a actuar de
manera similar.
Alberto Moncada nos habla de esta distinción entre
familia espiritual y de sangre en su libro "Historia
oral del Opus Dei":
Con frecuencia muchos ponían de relieve la diferencia
entre la familia espiritual y la natural, sobre todo cuando
algunos padres y madres de numerarios empezaron a resentirse
de la actitud secretista de sus hijos. Con la petulancia
de la poca edad, muchos subrayaban la incomprensión
de esas familias de sangre, a las que algunos, de broma,
llamaban "familias de palo". (Moncada, Alberto:
"Historia
Oral del Opus Dei". 1987, Editorial Plaza &
Janés. Pág. 185.)
Es muy difícil, por no decir imposible, compaginar
esta actitud con la doctrina predicada por Jesucristo. Éste
criticó ásperamente la forma de actuar de los
fariseos, que descuidaban las obligaciones para con sus progenitores
en aras de sus más elevadas "aspiraciones espirituales",
como se relata en el Evangelio de San Marcos:
Y les decía: En verdad que anuláis el precepto
de Dios para aferraros a vuestra propia tradición.
Porque Moisés ha dicho: Honra a tu padre y a tu madre,
y el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte.
Pero vosotros decís: Si un hombre dijere a su padre
o a su madre: Corbán, esto es, ofrenda sea todo lo
que de mí pudiera serte útil, ya no le permitís
hacer nada por su padre o por su madre, anulando la palabra
de Dios por vuestra tradición que se os ha transmitido,
y hacéis muchas otra cosas por el estilo. (Mc. 7,
8-12.)
¿Qué otra cosa, sino un calco de esta misma
realidad farisaica, es la actitud de la "generosa Prelatura
Opus Dei" cuando exige a sus miembros entregar allí
todo su dinero eludiendo el compromiso de atender las necesidades
de los parientes "quizá pobres" de los socios,
como se menciona literalmente en el punto 24.3 del "Código
de Derecho Particular" de la Obra?
Con los parientes, quizá pobres, de los fieles, sobre
los que se ha hablado en el párrafo precedente, la
prelatura, que es semejante en su caridad y generosidad, prevé
que nunca de esto puede derivarse ninguna obligación
jurídica.
Los directores del Opus Dei inducen deliberadamente a los
jóvenes numerarios a transgredir su tan cacareado "dulcísimo
precepto" cuando los invitan a que oculten a sus padres
su condición de socios de la Obra. El padre Vladimir
Felzmann, actualmente en la oficina del cardenal Hume, pero
durante veintidós años miembro del Opus, ha
explicado cómo
se aconseja a los jóvenes miembros a no hablar de
su vocación a las familias hasta que estén
"maduras", ¡y eso lleva años! (Testimonio
recogido por la revista "Tiempo", 11-17 de abril
de 1988, pág. 16.)
Un testimonio parecido es el de la señora S. Morrey,
recogido en la revista Catholic Pictorial de Liverpool:
...Le dijeron a su hija que no informase a sus padres que
se había incorporado a la Obra hasta que lo pudieran
entender. Ellos os harán conocer la adhesión
de vuestra hija cuando cumpla los dieciocho años,
demasiado tarde para emprender una acción legal al
respecto. (Catholic Pictonal, 29 de noviembre de 1981.)
Un miembro del Opus Dei, Andrew Byrne, en el periódico
Daily Mail del 14 de enero de 1984, reconocía que:
En algunas ocasiones, cuando un adolescente dice que quiere
incorporarse, nosotros le advertimos de que no se lo diga
a sus padres. Esto es porque los padres no nos entienden...
John Roche argumenta, la razón para este secretismo:
el fundador afirmaba con frecuencia que cada nueva vocación
era una "llama temblorosa" que había que
proteger para que no se extinguiese. Esta protección
también se extiende al período inmediatamente
anterior a aquel en el que el muchacho "pita".
(Roche, John: The Clergy Review, diciembre de 1985, pág.
356.)
El autor del presente libro fue también conminado
a no revelar a sus padres su condición de numerario
hasta el mismo día en que les manifestó que
se iba a vivir a un centro del Opus Dei.
Ese día, con 17 años, mi director espiritual
me indicó que ya había llegado el momento de
abandonar a mis padres e irme a vivir con ellos.
-Esta tarde le dirás a tus padres que les dejas.
-Pero si ni siquiera saben que soy numerario.
-No importa, así matamos dos pájaros de un
tiro. Cuando se lo digas intenta mantenerme informado.
-¿Y si no me dejan salir de casa?
-No importa, yo estaré debajo de la ventana de la
habitación de tu cuarto esperando que dejes caer
una nota diciendo qué tal te ha ido. En cualquier
caso, yo y un sacerdote de la Obra estaremos mañana
dentro de la boca del metro para que nos informes.
-¿,Y si mis padres me mandan a estudiar a Norteamérica?
-No te preocupes. En la mayoría de las grandes ciudades
tenemos centros y siempre habría alguien que te fuese
a buscar al aeropuerto...
Aquella tarde, desde mi ventana lanzaba, bastante preocupado,
la acordada nota de papel...
Una manera sencilla de que los padres conozcan si su hijo
es socio numerario del Opus Dei es averiguando si éste
se ducha con agua fría todas las mañanas. Si
lo hace, es prácticamente seguro que es numerario.
Si, además, rehúsa ir al cine o a hablar de
noviazgo, tal posibilidad estará plenamente confirmada.
El Opus Dei utiliza diversas estrategias para ir alejando
cada vez más al neófito de su familia.
Primeramente se instará al joven numerario a permanecer
en el club la mayor parte del día, luego se le pedirá
que pernocte en él algunas noches, posteriormente se
le dirá que en Nochebuena y otras festividades típicamente
familiares deberá permanecer con su auténtica
familia que es la Obra; en otras ocasiones, con el fin de
probar su fidelidad a la institución se le requerirá
para "las labores apostólicas" precisamente
cuando tenga que asistir al matrimonio, funeral o bautizo
de alguno de sus allegados. Tratarán de convencerle
de que no veranee con su familia y que pase esos meses con
el Opus Dei, pagando, por supuesto, los gastos de la estancia.
Con el fin de conseguir este dinero presionarán al
joven para que diga a sus padres que se va a hacer un curso
de inglés a Gran Bretaña, o que va a un campamento
de arqueología, a un curso intensivo de economía,
etc. Durante esta temporada de aislamiento, todo el bagaje
de programación opusdeísta se descargará
sobre el adolescente y, en muchos casos, se le tratará
de convencer de que abandone definitivamente la casa de sus
padres.
A continuación relato mi propia experiencia en este
sentido.
Durante los últimos meses del curso el director
de mi centro me estuvo convenciendo para que preparase una
estrategia para no tener que ir con mis padres de vacaciones
y poder hacer, así, el denominado curso anual.
-Diles que te vas a Inglaterra a perfeccionar el inglés.
-Pero... ¿Tú crees que se van a tragar esa
historia? ¿Piensas que no van a llamarme por teléfono?
-Bueno, haz lo que quieras pero ya sabes que este verano
te vienes con nosotros.
-De acuerdo, lo intentaré.
Poco después un íntimo amigo me propuso ir
a la casa de sus padres en la costa, a pasar el verano.
Yo le tomé la palabra pero le dije que sólo
iba a estar un día. Luego regresaría a una
residencia de la Obra donde haría el curso anual.
De esa forma mis padres creerían que ese mes estaba
con mi amigo, cuando en realidad me encontraba a pocos kilómetros
de ellos.
Así que un primero de julio partía en tren
dispuesto a llevar a cabo aquella farsa. Llegué a
mi destino y compré el billete de regreso para el
día siguiente. Después mi anfitrión
me recibió calurosamente y pasé la noche en
su chalet. Me levanté temprano y escribí varias
cartas dirigidas a mis padres para que mi amigo las fuese
echando al buzón poco a poco, cuando me hubiese ido.
A su vez, telefoneé a unos familiares lejanos que
residían en aquella ciudad para saludarlos y así
evitar la ocasión de que fuesen ellos los que quisiesen
venir a verme. Esa mañana mi amigo me enseñó
los sitios más importantes de la ciudad, cuyos nombres
apunté cuidadosamente en mi agenda para saber responder
a mis padres cuando éstos me preguntasen. Me fotografié
junto a los monumentos importantes, teniendo la precaución
de cambiarme de camisa cada vez para que pareciese que las
fotos no las había hecho en el mismo día.
Después llevé a cabo otras estrategias, que
omitiré por no aburrir al lector, cuya única
finalidad era despistar a mis padres y allegados.
El trago peor venía por la tarde. Tenía que
convencer a los padres, hermanos y servidumbre de mi anfitrión,
a quienes acababa de conocer, de que si me telefoneaba algún
familiar le dijesen que había salido a dar una vuelta
con mi amigo y que luego yo les llamaría. Después
tendrían que poner una conferencia a la residencia
de la Obra para avisarme de cada llamada que realizasen
mis padres o familiares. Así que hablé al
respecto con los padres de mi amigo. Creo que fue la vehemencia
que imprimí a mi discurso la que les hizo acceder
a tan curiosas y, por otra parte, comprometedoras proposiciones.
Hice lo mismo con sus hermanos, aunque uno de ellos no tuvo
reparos en manifestar su clara animadversión por
el Opus Dei. Sin embargo, el hueso más duro de roer
era la cocinera. Así que, cuando nos presentamos
ante ella, fue mi amigo quien tomó la palabra en
primer lugar.
-Mire. Mi amigo ha tenido un hijo "de penalti"
con una chica de aquí y por eso se va a vivir con
ella estos días. Le rogaría que si telefonean
sus padres les diga que su hijo se encuentra con nosotros.
Luego notifíqueme de la llamada.
La mujer parecía petrificada.
-No le haga caso, está bromeando -añadí
inocentemente-. En realidad me voy a unos ejercicios espirituales.
Con esa "aclaración" terminé de
arreglar la situación. La cocinera me miró
con desdén en tanto que asentía forzadamente
a la proposición de mi amigo. Posteriormente me enteré
por mis propios padres de que, cada vez que telefoneaban,
se ponía esta buena señora y con voz entrecortada
sólo sabía repetir:
-Yo no sé nada, no me pregunten que no sé
nada.
Aquella misma tarde mi amigo me presentó a los chicos
y chicas de su pandilla. No encontré ninguna excusa
aceptable para no ir con ellos al cine aunque los numerarios
lo teníamos expresamente prohibido. Aquella tarde
me lo pasé francamente bien. Posteriormente todos
me acompañaron a la estación. Subí
al tren y, mientras éste se alejaba, me invadió
una profunda inquietud y tristeza. ¿Era el engaño
la manera de actuar de un cristiano? ¿No eran acaso
más transparentes y sinceros todos aquellos amigos
que había conocido y a los cuales Dios no había
llamado para ninguna vocación específica?
¿Eran quizá gratuitos todos los malos tragos
que estaba pasando? Pensando en todo esto me quedé
dormido. A la mañana siguiente mi "director
espiritual" me esperaba en la estación. Cogimos
un coche y nos dirigimos al chalet donde tendría
que realizar el curso anual. Durante dicho curso anual asistí,
con escaso aprovechamiento, a las clases de teología,
latín, catecismo y espíritu de la Obra que
se impartían. Digo con escaso aprovechamiento porque
el estrés de vivir en una continua situación
de engaño me impedía concentrarme en el estudio.
Durante el transcurso de dichas clases todo el mundo permanecía
en silencio absteniéndose de formular ninguna pregunta
hasta que hubiesen finalizado. Después no había
mucho tiempo para preguntar. Me llamó la atención
la interpretación rigurosamente literal que se hacía
de los textos bíblicos, incluso de los que son claramente
alegóricos. como el de Adán y Eva, llegando
los profesores de teología a proscribir teorías
tan absolutamente demostradas como la de la evolución
de las especies.
De vez en cuando me telefoneaba desde la costa la madre
de mi amigo diciendo que mis padres habían llamado
preguntando por mí. Entonces yo, por mi parte, telefoneaba
a mis padres con un pañuelo tapando el auricular
para que pareciese que estaba hablando desde muy lejos.
Estos continuos embustes eran totalmente opuestos a los
principios que mis padres, desde pequeño, me habían
inculcado, así que acudí contrito a la confesión
para pedir perdón a Dios y prometerme a mí
mismo no seguir cultivando esa forma de actuación:
-Mentir a tus padres para preservar tu vocación
al Opus Dei no es ningún pecado -me explicó
el sacerdote de la Obra.
Cada cuatro días, aproximadamente, venía
a verme el director de mi centro, con el expreso propósito
de convencerme de que, tras ese mes de supuesta estancia
en el chalet de mi amigo, tendría que volver a casa,
siendo capaz de enfrentarme a mis padres para decirles que
me iba otro mes, esta vez a la residencia donde actualmente
me encontraba. De esto a abandonar definitivamente a mis
padres sólo había un paso. Así, fue
transcurriendo el tiempo hasta que un día, al telefonearles,
me dijeron:
-Bueno, ya va siendo hora de que vuelvas a casa.
-Sí, mañana pensaba regresar.
-Te iremos a recoger a la estación. ¿Sabes
a qué hora llega tu tren?
-Mira, mamá, mejor no os molestéis en ir a
recoger a la estación. Sé ir perfectamente
a casa desde allí.
-De acuerdo. Entonces hasta mañana. Buen viaje.
-Hasta mañana.
Al día siguiente el director de mi centro me dio
las últimas instrucciones:
-En vez de ir a casa de tus padres mejor será que
quedes con ellos en otro sitio. Así no te podrán
retener cuando les digas que te vas. ¡Ah! Y por otra
parte, las maletas se quedan aquí. Si te preguntan
tus padres dónde están ya sabes lo que les
has de responder.
Así que no tenía otra salida que enfrentarme
a mis padres.
Quedé con mi madre en una cafetería, tras
haberme acompañado el director del centro prácticamente
hasta la misma puerta. Mi madre, tras saludarme cariñosamente,
me preguntó dónde estaban las maletas y de
esa manera tuve que contarle todo lo convenido con mi director.
Tras mi discurso se quedó petrificada y, con un
enfado mayúsculo, quiso que fuésemos a hablar
inmediatamente
con el director del centro. Cuando llegamos, éste
nos abrió la puerta y mi madre le pidió explicaciones.
-Mire usted-contestó el director-. Su hijo llegó
esta mañana aquí con unas maletas diciendo
que quería apuntarse a un retiro espiritual; yo no
tengo nada que ver con ello. Creo que es bastante mayor
para asumir la responsabilidad de sus propias decisiones.
-Y ¿dónde están las maletas?
-Pues, como nos dijo que se las llevásemos adonde
iba a celebrarse el retiro, allí se encuentran.
Por la tarde mi padre se enteró de todo el tejemaneje
y telefoneó al director del centro exigiéndole
la devolución de mis maletas. Este último,
sin ningún escrúpulo, amenazo a mi padre manifestándole
las influencias que poseía en el ámbito judicial.
Al final, tras un considerable esfuerzo se pudieron recuperar
las maletas.
Si el muchacho no tuviese más remedio que ir de vacaciones
con sus padres se le visitará periódicamente
allí donde vaya para que los contenidos ideológicos
que paulatinamente se le han ido inculcando no se desvirtúen
a través del trato con personas ajenas a la Obra.
Este paulatino proceso de conversión, este "Síndrome
de Estocolmo" es, en el Opus Dei, anterior al alejamiento
definitivo de sus progenitores, de forma que el joven pensará
que es él el que se va por su propia voluntad. Serán
los propios padres y afectados los que, sin eufemismos, califiquen
de secuestro lo que el Opus Dei ha realizado con sus hijos:
"El Opus Dei ha secuestrado a nuestra hija Conchi."
Los guardias civiles del pueblo de San Vicente (Alicante)
no podían dar crédito a sus oídos cuando
un matrimonio de conocidos comerciantes locales acudió
a primeros de enero con tan insólita acusación.
La denuncia, sin embargo, no prosperó, porque Conchi
tiene 18 años recién cumplidos, es mayor de
edad según la ley y sus progenitores ya no tienen
patria potestad sobre ella...
-Nos dicen que es mayor de edad para hacer lo que quiera
-se lamenta su madre-, pero yo digo que a mi chica la hicieron
de la Obra antes de los 18 años, siendo menor. Si
nosotros lo hubiéramos sabido a tiempo... (Testimonio
recogido por la revista Tiempo, 11-17 de abril de 1988,
pág. 11.)
Este guarismo, el 18, es y será para tantos padres
de numerarios el número nefando que les recordará
la pérdida de uno de sus hijos, como ocurre en el caso
siguiente:
El pasado mes de mayo, la directora del Club Montealegre,
de Oviedo, uno de los más de cien que el Opus mantiene
en toda España, recibió un requerimiento notarial
a través del cual los padres de una chica de 17 años
que frecuentaba el club le exigían que se abstuviera
de mantener toda relación con su hija, negaban validez
a cualquier voto que la hija menor hubiera podido hacer
y advertían que no atenderían económicamente
las necesidades de la joven en el caso de que se fuera con
el Opus Dei.
-No sirvió de nada -explica el abogado que llevó
el caso-. La chica ha cumplido ya 18 años y se ha
ido de casa de sus padres, vive en Valladolid, en un centro
del Opus, y estudia la carrera que le han indicado sus superiores
de la Obra. (Testimonio recogido por la revista Tiempo,
11-17 de abril de 1988, pág. 13.)
Continuemos con una reflexión acerca de la edad a
que un joven puede ser admitido como numerario. En las Constituciones
de 1950 se habla de una edad mínima de quince años:
Serían admitidos inválidamente como numerarios
en el instituto:
a) los que, desertando de la fe católica, se adhieren
a una secta acatólica
b) los que todavía no hayan cumplido quince años
de edad. (Constituciones de 1950, punto 36.)
Sin embargo, cuando el Opus Dei fue erigido en Prelatura
Personal por la Santa Sede tuvo en contrapartida que aumentar
esta edad a los 17 años:
Para que alguien sea admitido a la Prelatura se requiere:
1.0 que haya cumplido al menos diecisiete años de edad.
(Codex Iuris Particularis Operis Dei.)
Pero, como popularmente se suele decir, quien hace la ley
hace la trampa y actualmente muchachos de quince años
de edad tienen el convencimiento de ser auténticos
numerarios del Opus Dei y viven como tales aunque sean llamados
numerarios aspirantes.
Veamos cómo aleccionaba el fundador a uno de estos
adolescentes:
-Oye, ¿cuántos años tienes?
-Quince, padre.
-A tu edad, tampoco yo era del Opus Dei, ni sabía
lo que era el Opus Dei... ¡ni existía el Opus
Dei! (...) Yo tenía las mismas inquietudes tuyas.
A tu edad, más o menos, cuando las pasiones empiezan
a removerse y le tiran a uno de la ropa, por aquí,
por allá y por el otro lado, y la vista se va, ¡barrunté
el Amor! No me pongo colorado para decírtelo: éstos
no se enteran. Estamos tú y yo solos. Yo tenía
tu edad cuando barrunté el Amor; y di un cambiazo,
con la gracia del Señor. No es que antes fuera malo.
¿Quién sabe si no estás barruntando
tú el Amor? (El Siervo de Dios Josemaría Escrivá
de Balaguer, Fundador del Opus Dei. Hoja informativa N.0
8.)
Veamos, por otra parte, cuáles son los "piadosos
argumentos" que, según los directores del Opus
Dei, justificarían estas "vocaciones" tan
prematuras:
¿Por qué dudar de que, así como hay
jóvenes que son "capaces" de llevar una
vida de pecado, de prostitución, de extorsión
o de violencia, haya otros que también sean "capaces"
de todo lo contrario, es decir, de amar a Dios, de entregarse,
de vivir la pureza? No me cabe en la cabeza por qué
los jóvenes en la adolescencia, lo quieran los padres
o no, han de tener derecho... a dejar de asistir a las clases
de religión y no hayan de tener la posibilidad de
decidirse por servir a Cristo y a su Iglesia. Esta época,
la adolescencia, no es un dato arbitrario: la Iglesia sabe,
por larga experiencia, que, por lo general, un cristiano
adolescente es capaz de reconocer el modo y la esencia de
una vocación divina y seguirla. En muchas vidas de
santos jóvenes o de santos que recibieron la llamada
divina cuando eran aún muy jóvenes encontramos
como común denominador la lucha de los padres contra
esa vocación, una lucha a veces brutal e incluso
insidiosa. Parece, sobre todo (y tenemos numerosos ejemplos
desde santo Tomás de Aquino hasta nuestros días),
que la decisión de los jóvenes de aceptar
el celibato "por el Reino de los Cielos" (Mt.
19, 12) provoca en algunos padres un serio rechazo y, en
ocasiones, incluso aversión e ira. Los jóvenes
que toman esa decisión experimentan enseguida, y
además en el ambiente que les es más querido,
que el seguimiento de Cristo no es un paso cómodo,
sino que incluye siempre el compartir Su suerte. Qué
oportunas son, por eso, unas palabras de monseñor
Escrivá, quien, en cierta ocasión decía:
"Os he de decir en primer término que los años
no dan ni la sabiduría ni la santidad. En cambio,
el Espíritu Santo pone en boca de los jóvenes
estas palabras: super senes intellexi, quia mandata tua
quae sivi (Ps CXVII, 100); tengo más sabiduría
que los viejos, más santidad que los viejos, porque
he procurado seguir los mandamientos del Señor..."
(Berglar, Peter: "Opus Dei. Vida y Obra del Fundador
Josemaría Escrivá de Balaguer": 1987,
Ediciones Rialp, págs. 207-208.)
El anterior texto desvía la atención del lector
de las auténticas razones por las cuales muchos padres
se oponen a la incorporación de sus hijos al Opus Dei.
Una de estas razones es la desestabilización del equilibrio
familiar que se produce cuando, por las razones que sean,
un hijo se toma "las de Villadiego". Sí a
uno de los hijos se le permite llegar tarde a casa, pernoctar
fuera, abandonar el hogar por ir al club del Opus Dei, etc.,
entonces ¿por qué no van a tener el mismo derecho
los demás hermanos? He podido observar cómo
en muchas familias donde hay hijos pertenecientes al Opus
Dei aparecen gradualmente, y por rechazo, actitudes de visceral
desprecio por el cristianismo en los demás hermanos.
Son familias donde se aprecian marcadas diferencias ideológicas
que, lejos de ser fruto de un sano pluralismo, son el producto
de la reacción ante el integrismo de uno de los miembros
y la causa de continuos conflictos entre ellos. Otra razón
por la que los padres se oponen a que sus hijos permanezcan
en el Opus Dei es que las continuas obligaciones que estos
muchachos han de cumplir y el auténtico estado de estrés
en el que viven les impiden rendir en sus estudios. A este
respecto he podido recoger algunos testimonios:
Algunos médicos se asombran del estrés que
padecen tantos chicos y chicas del Opus, pese a que su dedicación
principal es el estudio, y de que todos insisten en la alegría
de la entrega. "El estrés es una consecuencia,
entre otras causas, del fingimiento constante ante el exterior
-acota un universitario recién salido-. Yo, por ejemplo,
en los primeros tiempos, fui aconsejado por mi jefe a decir
a mis padres que por las tardes me iba a estudiar a una
biblioteca, cuando en realidad iba al club del Opus. Y para
hacer esta mentira compatible con mi propio sentido de la
honestidad, cada tarde me dirigía a la biblioteca
y estaba allí cinco minutos antes de marcharme al
club. Esas pequeñas torturas cotidianas te van estresando
y sólo al salirme, y después de consultar
a un psiquiatra, recuperé mi tranquilidad mental.
Hace poco leí el reciente libro de Steven Hassan
"Las técnicas de control mental de las sectas",
y me recordó muchas de las cosas que pasaban en la
Obra." (12. Congreso Mundial de Sociología.
Ponencia presentada por Alberto Moncada el 13 de julio de
1990 en la Universidad Complutense de Madrid, dentro del
comité de investigación de Sociología
de la Religión bajo el título "Sectas
Católicas: El Opus Dei".)
El Opus Dei es implacable a la hora de provocar la crisis
vocacional cuando cree que alguien está preparado
para ello; ni la inminencia de los exámenes finales
ni las súplicas de los padres los harán cejar
en el empeño. Conozco personalmente tres casos en
Inglaterra en que se arruinaron carreras por esta razón.
(Roche, John: The Clergy Review, diciembre de 1985, pág.
356.)
Durante estos dos años de teórica formación
profesional de mi hija -continúa el padre de Conchi-
nunca he conseguido ver unas notas, jamás, por mucho
que las he reclamado. (Testimonio recogido por la revista
Tiempo, 11-17 de abril de 1988, pág. 13)
Es significativo lo que le sucedió al señor
Mosquera, un podólogo de Barcelona que acudió
a la Jefatura Superior de Policía de Vía Layetana
para denunciar el caso de su hija María Pilar. La joven
se había ido a Viena, a estudiar música, mientras
trabajaba como chica au pair en casa de una familia del Opus,
y había sido sometida a un verdadero acoso por parte
de gente de la Obra, que, según ella, la perseguían
e incluso allanaron su domicilio y le boicotearon los exámenes
como forma de presión.
-Me atendió un sargento de la Policía Nacional
muy amable -explica Mosquera-, y cuál no sería
mi sorpresa cuando, tras explicarle mi historia, me dijo:
"¡Qué me va usted a contar!, yo tengo
una hija de diecinueve años que por poco me la vuelven
loca los del Opus. No la dejaban ni a sol ni a sombra, le
han hecho incluso perder el curso." (Testimonio recogido
por la revista Tiempo, 11-17 de abril de 1988, pág.
13.)
Sin embargo, si el joven neófito va a un colegio del
Opus Dei se le procurará la necesaria "ayuda"
para que vaya pasando de curso. En estos colegios, cuya relación
sería prolijo enumerar, se asigna a cada alumno un
preceptor o tutor. Este, normalmente, trata de ganarse la
confianza del alumno y en muchas ocasiones le recomendará
que acuda a algún club de la Obra donde existe una
sala de estudio en la que podrá estudiar mejor. A pesar
de todo, la labor de proselitismo la realizan principalmente
los compañeros de clase numerarios, bajo la atenta
y discreta supervisión de los preceptores en continuo
contacto con los clubs. Esta discreción es mucho más
relativa en los colegios donde se imparte formación
profesional, que suelen ser las auténticas sementeras
de las numerarias sirvientes. Es el caso de Gemma que provocó
en su día un gran revuelo en los medios de difusión
españoles, como se recoge en la siguiente crónica
de uno de los diarios de este país:
Para los padres se trata de un lavado de cerebro realizado
a una niña cuando aún era menor de edad. La
madre, María, ha explicado a este diario que todo
empezó cuando el matrimonio decidió que su
hija, que entonces tenía quince años, iniciara
estudios de hostelería en el centro Albella. "Allí
la seleccionaron y empezaron a captarla para la Obra",
señala.
Poco después de iniciar los estudios, y tras un
viaje a una residencia del Opus Dei en Londres, la joven,
relata la madre, empezó a comportarse de forma extraña.
"Mi sorpresa fue grande cuando le vi un corte en la
pierna, junto a la ingle. Ella me dijo que se lo había
realizado de forma accidental, y se lo curé, pero
después descubrí que aquello era la señal
de un cilicio."
A pesar de las suspicacias, los padres no quisieron oponerse
al interés de la joven y dejaron que participara
cada vez más en las actividades paralelas que el
centro dependiente del Opus Dei desarrollaba para las alumnas
escogidas. Durante una de aquellas actividades, cuando la
joven tenía dieciséis años, realizó
un viaje a Roma para visitar la tumba de monseñor
Escrivá de Balaguer y ser recibida en audiencia por
el Papa.
Después de aquel viaje, la joven comunicó
a sus padres que quería irse a vivir con la Obra
porque "habían aceptado su ingreso en el Opus
Dei como numeraria auxiliar. Dicho en nuestro idioma: criada
de los directivos de la Obra", explica la madre. La
joven confesó a sus padres que a los dieciséis
años había hecho su primer compromiso con
el instituto religioso y "tenía mucho miedo
de no cumplirlo". A pesar de sus temores y de los consejos
maternos, Gemma entró como interna en el centro El
Vallés para continuar sus estudios de hostelería.
Durante meses, afirma la madre, la joven había sido
"bombardeada con cartas donde todos le explicaban que
rezaban por su vocación" y en las que se le
decía que había sido escogida por la Obra
para desarrollar una importante tarea. Aquellas influencias
hicieron que Gemma se comportara "como un robot diciendo
todo lo que querían que dijera". Para María,
el Opus Dei ha sometido a su hija a un proceso de "proselitismo
sectario que induce al servilismo y hacen que las niñas
acaben trabajando como perros adiestrados para los miembros
de la Obra".
En un intento desesperado por recuperar a su hija, el padre
llegó a encerrarse durante un día en el centro
de El Vallés. De aquella acción sólo
consiguió promesas que la dirección del centro
nunca llegó a cumplir...
Las estrechas relaciones que el padre de Gemma mantiene
con destacados miembros de la Iglesia católica provocaron
que el caso llegara a oídos del arzobispo Narcís
Jubany. El cardenal dirigió una carta personal a
Gemma en la que le pedía que reflexionara de forma
libre sobre su vocación espiritual. La carta, según
los padres, fue censurada por la dirección del centro,
que sólo mostró a la joven una parte del escrito.
("El Periódico", enero de 1990.)
No es el primer caso en que un ministro de la Iglesia católica
se preocupa por las estrategias de reclutamiento de nuevos
socios por parte del Opus Dei. Recogemos a continuación
otro caso mencionado en un rotativo español:
El caso de la participación de obispos en estos
problemas que surgen entre padres e hijos es, según
diversos testimonios, bastante habitual. Los prelados intentan
la conciliación, ya que la prelatura forma parte
de la Iglesia católica. En este sentido, la familia
de un miembro del Opus -que había entrado en contacto
con la Obra a los catorce años- se dirigió
cuando éste ya era mayor de edad a la autoridad eclesiástica
de su diócesis, el arzobispo Elías Yanes (Zaragoza),
y al presidente de la Conferencia Episcopal española,
cardenal Angel Suquía. La familia estaba preocupada
porque su hijo utilizaba cilicios.
Carta de Suquía:
En la respuesta del presidente del episcopado, fechada
el 19 de septiembre de este año, se decía:
"Poco o nada puedo hacer sobre el asunto", y recomendaba
reflexión y el diálogo familiar. La carta
de Elías Yanes, de abril de 1988, era más
explícita. El arzobispo reconocía que las
afirmaciones del padre coincidían con otras ya recibidas
y afirmaba que había tratado el problema con la Obra.
La oficina de información del Opus Dei en Barcelona
difundió ayer una nota en la que anuncia que se reserva
"el ejercicio de acciones legales ante algunas informaciones
que afirmaban que el Obispado de Barcelona investigaba los
centros de formación del Opus". ("El País",
sábado 16 de diciembre de 1989, pág. 38.)
Idéntica preocupación manifestó
el cardenal Hume cuando publicó, el 2 de diciembre
de 1981, una serie de "Pautas para el Opus Dei dentro
de la diócesis de Westminster":
He hecho saber a los responsables del Opus Dei en este
país lo que considero que son las debidas recomendaciones
para la futura actividad de sus miembros dentro de la diócesis
de Westminster. Ahora quiero hacer públicas estas
cuatro recomendaciones. Cada una de ellas emerge de un principio
fundamental: que los procedimientos y actividades de un
movimiento internacional, presentes en una diócesis
particular, pueden muy bien tener que ser modificados con
prudencia a la luz de las diferencias culturales y costumbres
locales legitimas y normas de la sociedad en la que dicha
corporación internacional pretende trabajar.
Estas consideraciones no deben ser tomadas como una crítica
a la integridad de los miembros del Opus Dei, ni de su celo
al promover su apostolado. Las estoy haciendo públicas
para salir al paso de inquietudes comprensibles y para fomentar
la crítica ortodoxa dentro de la diócesis.
Las cuatro recomendaciones son las que siguen:
1. Ninguna persona de menos de dieciocho años debería
ser autorizada a tomar ningún voto ni obligación
a largo plazo con el Opus Dei.
2. Es esencial que los jóvenes que quieran unirse
al Opus Dei traten primero el asunto con sus padres o tutores
legales. Si excepcionalmente hay buenas razones para no
dirigirse a sus familias, estas razones deberían,
en cada caso, ser discutidas con el obispo local o con su
delegado.
3. Aunque se admite que los que se unen al Opus Dei aceptan
los deberes y responsabilidades propios de los miembros,
se debe poner cuidado en respetar la libertad del individuo:
primero, la libertad del individuo para unirse o dejar la
organización sin que sea ejercida una presión
indebida; segunda, la libertad del individuo en cualquier
etapa para escoger a su director espiritual, tanto si el
director es miembro del Opus Dei como si no.
4. Las iniciativas y actividades del Opus Dei dentro de
la diócesis de Westminster deberán llevar
una clara indicación de su patrocinio y dirección.
Recoge el libro de Michael Walsh "El
mundo secreto del Opus Dei" que un joven que ingresó
en el Opus Dei a los diecisiete años afirmó
después que, cuando planteó la cuestión
de la declaración del cardenal, se le dijo que eran
simplemente pautas, no reglas, y que, por tanto, la Obra no
estaba obligada a seguirlas. (Michael Walsh: El mundo secreto
del Opus Dei. 1. edición, 1990. Plaza & Janés,
págs. 177-179.)
El lector puede fácilmente intuir que si en el Opus
Dei no se respetan las relaciones paterno-filiales, mucho
menos se respetarán las relaciones de amistad o noviazgo.
Si una persona tiene la suficiente dosis de "cabeza,
corazón o buena pinta" y además sus padres
tienen dinero, se le encaminará directamente hacia
la categoría de socio numerario, no a la de supernumerario,
como cabría esperar por tener una relación de
noviazgo con otra persona. A continuación recojo un
relato que ilustra esta manera de proceder:
Un ejemplo de sus aviesas tácticas es la historia
de Antonieta (omito nombres y algunas circunstancias a petición
de la familia interesada). Muchacha de reconocida inteligencia
y brillantez, conoció, y se hizo novia, de un joven
de la ciudad de Monterrey, romance vivido en unas vacaciones.
Antonieta regresó al Distrito Federal y aquél
prometió escribirle con urgencia y continuidad. Al
principio cumplió, pero luego, inexplicablemente,
sus cartas eran más espaciadas y menos emotivas.
La última coincidió con una enfermedad penosa
y larga de Antonieta. Abatida por la enfermedad, sonó
el timbre del teléfono: una voz que se identificaba
siempre con el nombre de Alejandro pedía hablar con
Antonieta para darle informaciones del novio. Así
una y otra vez. A ella nunca le pasaron las llamadas, porque
la familia ignoraba quién era el tal Alejandro...
Alejandro resultó ser un sacerdote secular, del Opus
Dei, que un buen día se apareció en la casa
de Antonieta y se identificó como tal. Llegó
para hablar con Antonieta. Le explicó, con palabras
tranquilas y pausadas, que su novio era un muchacho con
vocación religiosa; que ella debería comprender
y, si en verdad lo quería, tendría que demostrárselo
y olvidarlo y resignarse con "espíritu cristiano"..
El sacerdote, además; invitó a Antonieta a
un "centro recreativo para muchachas católicas",
cuando estuviese restablecida, para que se distrajera un
poco. Como se trataba de un sacerdote, los padres accedieron
a que Antonieta fuera a una casa del Opus en la colonia
Clavería. La muchacha, que contaba entonces con dieciséis
años, empezó a asistir, primero los sábados,
posteriormente sábados y jueves, luego los lunes,
jueves y sábados. Después toda la semana.
Hasta que un día avisó a sus padres que se
iba a vivir a una de las casas del Opus Dei. Trataron de
disuadirla inútilmente: su mente había sido
programada para no aceptar razones. Ingresó en la
Obra. Profesó los votos de pobreza, castidad y obediencia;
alcanzó el grado numerario.
La familia comentó que, debido a su probada inteligencia,
fue comisionada por la Obra para formar, en un país
centroamericano muy cercano a México, una filial
femenina. Y desde hace veinte años Antonieta es directiva
de esa filial que se encuentra en constante expansión.
Asimismo, Antonieta es un recuerdo incomprensible y entristecedor
para su familia. Los medios del Opus Dei son malignos, maléficos
y mefistofélicos. (Jean Saunier: El Opus Dei. Con
un apéndice sobre el Opus Dei y la enseñanza
en México por Walter Beller Taboada. Primera edición.
México, D.F., 1976, Ediciones Roca. Págs.
250-251.)
Son numerosísimos los casos de proselitismo salvaje
documentados periodísticamente y muchos más
los no documentados hasta ahora. Por esta razón, y
para no aburrir al lector, he relegado algunos casos aparecidos
en la prensa al apéndice 2 de este libro.
Personalmente recomiendo a los padres que crean que sus hijos
han sido víctimas de un lavado de cerebro por parte
del Opus Dei, que no intenten disuadirlos por la fuerza. Con
ello sólo conseguirán bloquear el diálogo
y acentuar más sus convicciones. Téngase en
cuenta que el rechazo de los progenitores se concibe en el
Opus Dei como un síntoma de predilección divina,
como el sello característico de las "vocaciones"
auténticas, según vimos en una cita anterior.
Por otra parte, jamás hemos de menospreciar o criticar
al joven como persona. Tenemos que comprender que lo defectuoso
en el joven es la programación que se le ha incorporado,
no el individuo; en terminología informática,
el software, no el hardware. La forma más adecuada
de ir resolviendo el problema es:
a) Conocerlas características de la programación
opusdeísta, que es en definitiva lo que, entre otras
cosas, pretendemos con este libro. Reunir la documentación
más relevante sobre el Opus Dei y sus técnicas
de programación, libros, folletos, recortes de periódico,
etc., y dejarlos, incluso junto a publicaciones pro-Opus,
en un lugar de la casa accesible para el joven, pero no tan
a primera vista que note que el asunto está preparado
para que él lo vea.
b) Los progenitores han de examinar su propia programación
para ver si no están apoyando, con su comportamiento
diario, algunas de las facetas de la programación de
la Obra que se analizarán posteriormente, como la falta
de amor y confianza hacia uno mismo, el autoritarismo, el
menosprecio de las potencias sexuales de la persona, las actitudes
discriminatorias hacia la mujer, el absolutizar el bien y
el mal, el vivir sólo cara al exterior dejándose
manipular continuamente por la opinión ajena, el legalismo
a ultranza, el "culto al superior", etc. También
han de analizar si, al margen del ambiente de estrés
que se crea en las familias cuando un hijo pretende irse a
vivir al Opus Dei, existen otros motivos de tensión
añadidos en el seno del núcleo familiar que
agudicen los deseos de independencia del joven.
c) La manera mejor de atajar definitivamente el problema
es acudir a una de las asociaciones de asesoramiento e información
que se mencionan en el apéndice 3, aunque es recomendable
intentar antes el siguiente remedio "casero":
Hay que buscar una persona "madura y equilibrada"
dentro o fuera de la familia, pero en todo caso ajena al núcleo
habitual de convivencia familiar, con quien el joven tenga
una especial confianza. Esta persona ha de estudiarse bastante
a fondo la información proporcionada en este libro,
sobre todo la que damos en los siguientes capítulos,
cotejándola con otros (ver bibliografía). Es
interesante incluso tener a mano el principal libro del fundador,
Camino, para ver "en su salsa" las citas que realizo
acerca de él. Con este bagaje de conocimientos, ha
de intentar acercarse a las posiciones del muchacho iniciando
con él unas conversaciones de amigo a amigo, acompañándole
si cabe al centro del Opus Dei en alguna ocasión. El
muchacho entonces intentará captar a nuestra persona
de confianza. Si esta persona ha asimilado el contenido de
este libro, difícilmente va a "picar en el anzuelo"
que le tienda el joven o los otros socios de la Obra.
Aprovechando, por ejemplo, alguna circunstancia favorable
que se presente, como una de estas visitas, se intentará
establecer ese diálogo inocente y confiado con el joven,
dando a entender que se está interesado por el tema.
Nuestra persona de confianza se pondrá, en principio,
del lado del joven y le manifestará no comprender del
todo la actitud de sus padres. Luego le dirá que le
encanta hablar con él y que desea fijar un día
a la semana para mantener con él estas charlas. Durante
la charla se han de plantear cuestiones que vayan mostrando
al muchacho la incoherencia de los planteamientos de la Obra,
y las técnicas que utiliza para conquistar adeptos.
Esta reprogramación no es cosa de un solo día
ni puede exigírsele al muchacho que abandone la Obra
de inmediato. Si el Opus Dei no escatima recursos ni tiempo
para programar a un joven, dedicando muchas horas semanales
al trato directo y personalizado con cada uno, menos lo deben
escatimar sus padres si quieren no perder a uno de sus hijos.
Cuando se empiece a notar en estas conversaciones que el joven
empieza a pensar por sí mismo, por la espontaneidad
y naturalidad de sus contestaciones, entonces habrá
que desvincularle durante una temporada del ambiente en que
habitualmente se mueve. La mejor manera de conseguirlo es
organizando un viaje. Durante este viaje nuestra persona de
confianza profundizará más en las raíces
de la supuesta vocación del muchacho. Antes del viaje
los padres habrán preparado unas cartas dirigidas a
todos los principales responsables del Opus, de la Iglesia,
etc., diciendo que si la Obra no deja en paz a su hijo/a adoptarán
las medidas legales necesarias y difundirán su situación
en los medios de comunicación. Estas cartas habrán
de llegar a su destino durante el viaje. A la vuelta el Opus
habrá dejado temporalmente en paz a vuestro/a hijo/a.
Al final de este capítulo vuelvo a explicar, más
detalladamente, lo anterior con un ejemplo práctico.
d) Aunque con los hijos se haya de actuar con mucho
tacto y suavidad, ello no quiere decir que los padres no deban,
desde el principio, "guardarse las espaldas" a nivel
legal para evitar que los muchachos(as) se escapen de casa
antes de que tengan la mayoría de edad. Estas estrategias
jurídico-legales no tienen por qué ser conocidas
ni por los hijos ni por la Obra hasta que llegue el momento
oportuno. Mediante el asesoramiento de un abogado se puede
impedir que los hijos pernocten en un centro o lugar de retiro
de la Obra hasta que tengan la mayoría de edad. Otra
de las cosas que ha de hacerse es poner una denuncia en la
comisaría más próxima, y enviar una carta
vía notarial al Defensor del Pueblo y otras autoridades
civiles si los padres advierten que el Opus Dei inflige el
artículo 205 o el 486 del código penal (obviamente,
estos artículos estarán renumerados o parcialmente
modificados con la reciente reforma del Código Penal
español) o los artículos 12 y 20.2 de la Declaración
Universal de Derechos Humanos de laONU.
Algunos de estos artículos rezan de la siguiente manera:
Artículo 205 del Código Penal
Incurrirán en pena de prisión menor:
1.0 Los que por medio de violencia, intimidación, fuerza
o cualquier otro apremio ilegítimo impidieran a un
miembro o miembros de una confesión religiosa practicar
los actos de culto que profese o asistir a los mismos.
2.0 Los que por iguales medios forzaren a otro a practicar
o concurrir a actos de culto, o a realizar actos reveladores
de profesar o no profesar una creencia religiosa, o a mudar
la que profesare.
Artículo 486 del Código Penal
Se castigará con arresto mayor y multa al que "indujer"e
a un menor de edad a que abandonare la casa de sus padres,
tutores o encargado de su persona.
Artículo 12 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos de la ONU
Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su
vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia,
ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona
tiene derecho a la protección de la ley contra tales
injerencias o ataques.
Artículo 20.2 de la Declaración Universal
de Derechos Humanos de la ONU
Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.
¡Cómo contrasta esta declaración con
el "compelle intrare", es decir "obligadlos
a entrar" (Crónica IV, 1971) y la "santa
coacción" (Camino, puntos 387, 394, 398 y 399)
con las que el fundador animaba a hacer proselitismo.
En relación con el artículo 205 del Código
Penal, podríamos genéricamente entender como
apremio ilegítimo cualquier estrategia de lavado de
cerebro de las que se mencionan en este libro y son consideradas
como tales por especialistas en la materia. De manera más
restringida, se podrían considerar como apremio ilegítimo
posibles actuaciones de los responsables de los clubes para
retener a los jóvenes o sus pertenencias en contra
de la voluntad de sus padres, como en el caso de la retención
del equipaje citado anteriormente. No es la primera vez que
se repite esta misma escena.
Éste fue también el caso de una muchacha, de
nombre Sarah, que decidió abandonar el Opus Dei y quiso
recoger sus pertenencias. Nos lo narra su madre, la señora
Williams:
La dejamos sentada en nuestro coche con unos amigos. Tuve
que entrar y decirle al director de la residencia que mi
hija se marchaba. Cuando les pedí su maleta y sus
ropas se negaron a dármelas. Por casualidad encontramos
la maleta de Sarah y empacamos su ropa. Cuando nos íbamos
una de las profesoras salió y cuando vio a Sarah
en el coche le advirtió: "Sé por qué
te vas y tú también lo sabes pero no se lo
diremos a tu madre", como si nuestra hija hubiese cometido
algún crimen. Era como correo negro. Yo sé
que mi hija no tenía nada de qué avergonzarse.
(Fergal Bowers. The Work: "An Investigation into the
History of Opus Dei and how it operates in Ireland Today".
1989, Poolberg Press Ltd., pág. 83.)
En cuanto al artículo 486, hemos de señalar
que su importancia estriba en que se penaliza la mera inducción
al abandono del hogar, no el abandono en sí, con lo
cual este artículo puede haber sido transgredido por
la institución miles de veces, al menos tantas como
numerarios lo han sido antes de la mayoría de edad.
Es evidente que aquí se da un claro conflicto entre
la legislación civil y la eclesiástica, que
permite que haya numerarios menores de dieciocho años
cuando según los estatutos de la Obra el ser numerario
conlleva la determinación de vivir en los centros del
Opus. ¿O es que a los numerarios menores de edad no
se les informa de todo lo que implica el serlo con lo cual
lo que se transgrede es el artículo 205 por omisión
de información? Y es que la legislación eclesiástica
en este ámbito, mientras permanezca como hasta ahora,
choca frontalmente con la civil. Con cualquier numerario menor
de edad aparece el conflicto de que cuando no se ha transgredido
el artículo 205 se transgrede el 486 y viceversa. La
única vía de solución para la Iglesia
y para la Obra sería el aumentar la edad de ingreso
en el Opus Dei al menos a los dieciocho años y aun
así sobre el "apostolado" de este grupo seguiría
pendiendo la espada de Damocles del artículo 205 del
Código Penal.
e) Por otra parte, recomiendo a los padres que hablen
con algún sacerdote de confianza y le expliquen su
caso. Seguramente se asombrarán al constatar cómo
el mismo sacerdote les hablará de otros muchos casos
con incluso mayor gravedad que el de su hijo.
A continuación expongo un ejemplo ficticio bastante
ilustrativo, que engloba casos verídicos tratados por
mi y que pretende ilustrar el tipo de actuación que
los padres han de llevar a cabo.
Pedro era hijo único y buen estudiante en uno de los
colegios que el Opus Dei tiene en Barcelona. Él y su
madre, Teresa, fervorosa católica que había
enviudado recientemente, se trasladaron a esta población
desde su pueblo natal para cumplir uno de los deseos de su
difunto esposo: educar en condiciones a Pedro. Para el muchacho,
que había vivido siempre en un medio rural, el ir a
Barcelona significaba la apertura hacia la civilización.
Ávido de nuevas experiencias y conocimientos, era capaz
de destacar en sus estudios a la par que fomentar la amistad
y camaradería con sus compañeros.
Un día esta señora se presentó en mi
casa acompañada de una persona a quien yo había
asesorado. Me contó que desde hacía un año
el comportamiento de su hijo había cambiado de una
manera radical.
"Se ha vuelto más reservado y manifiesta un irracional
deseo de independencia. Dice que cuando tenga dieciocho años
se va a largar de casa. En ocasiones tiene el rostro rígido
y la mirada perdida. Las espontáneas manifestaciones
de cariño que antes me prodigaba se han vuelto más
artificiales. Y muchas veces cuando le miro retira su mirada
como si quisiese ocultar algo. No habla más que para
alabar al preceptor que en el colegio le habían asignado.
Que si Luis Miguel por aquí que si Luis Miguel por
allá. Que es un muchacho excepcional, que ha hecho
una de las carreras más difíciles en la universidad
de Navarra. Hasta que me harté.., y sin decir ni pío
a nadie le cambié de colegio por uno que está
en las afueras. Su extraño comportamiento continúa.
Ahora cambiaron sus hábitos de estudio, etc. Se levanta
a las cinco y media de la mañana para estudiar porque,
según él, está superagobiado en el nuevo
colegio. Dice que tiene que ir a estudiar a una biblioteca
porque en casa no tiene todos los libros que necesita y así
puede consultar las dudas con los compañeros. Curiosamente,
su rendimiento académico ha disminuido. Cuando he ido
a hablar con la tutora del nuevo colegio ésta me ha
dicho que le parece que mi hijo está bastante estresado,
que no tiene un círculo sólido de amigos y que
da la impresión de que va como picoteando amistades
aquí y allá sin que ninguna cuaje. Dice que
parece como si tuviese una doble personalidad, campechana
por una parte e introvertida por otra. Comenta que dejó
de asistir a las clases de religión y en vez de eso
se tira una hora sentado en las gradas del polideportivo escribiendo
en una especie de agenda.
Ahora le ha dado por ir a jugar al fútbol los sábados
cuando antes lo odiaba. Llega normalmente con la ropa de deporte
manchada de barro. Me dice que se ducha tras los partidos.
Sin embargo la toalla la trae totalmente seca. Si, como creo,
no va a jugar al fútbol, ¿adónde va?
Yo creo que a un club del Opus. El verano pasado, cuando fuimos
a la playa, mi hijo recibía correspondencia de un amigo
suyo del que no me había hablado antes. Intrigada por
esas cartas, me permití leerlas y cuál fue mi
sorpresa cuando todas tenían un contenido semejante
y, por cierto, bastante extraño.
Estimado Pedro:
¿Qué tal te va por la costa? Supongo que bien.
Aunque seguro que no tanto como nosotros, que nos lo estamos
pasando "panchin" en el curso anual de artes marciales.
Supongo que no te olvidarás de dedicar todos los días
un rato a la mujer de tu vida. Seguro que con sus consejos
podrás pescar buenos salmonetes. También te
recomendamos que, para encender cada día mejor la barbacoa,
prendas el fuego durante media hora por la mañana y
media por la tarde. Para hacer buenos guisados ya sabes que
hay que poner fuego, cardos y buena pesca para que los salmonetes
piten. ¡Ah!... y como farolillo rojo que eres ya sabes
que las buenas recetas no se dicen a nadie. Un abrazo de todo
corazón.
Luis Miguel
Siempre he tenido la mosca detrás de la oreja sobre
el significado de esas cartas... El nombre de quien las firmaba
era el mismo que el del preceptor del antiguo colegio. Mi
hijo no tenía novia y tampoco le daba ni por pescar
ni por hacer barbacoas. Fue anteayer cuando me di cuenta que
la anterior era una carta en clave, pues encontré en
el cuarto de mi hijo un papel que ponía:
Pescar= hacer apostolado
Salmonetes= amigos
Barbacoa= vocación
La mujer de tu vida = la Virgen
Fuego = oración
Cardos = mortificación.
(Estas expresiones eran en clave. Sin embargo, otras pertenecen
a la jerga propia del Opus Dei, cuyo glosario aparece en el
apéndice.)
No era la primera vez que había oído de labios
de una madre cómo su hijo los estaba engañando
en aras de su "maravillosa vocación", ni
tampoco el que se recurriese a este tipo de curiosas estrategias.
Tras tranquilizar un poco a esta mujer le dije que su problema
tenía solución pero no inmediata.
Le dije que hacia falta mucho esfuerzo y comprensión,
pues a fin de cuentas su hijo era un individuo programado.
Nuestra conversación continuó de la siguiente
manera:
-¿Cuantos años tiene su hijo? ¿Qué
curso hace?
-Tiene diecisiete y hace 3° de B.U.P.
-Bueno, pues entonces debemos empezar hoy mismo a trabajar,
pues cuando cumpla dieciocho seguramente se irá de
casa. Usted le ha prohibido a su hijo repetidamente el ir
al club del Opus. ¿No es así?
-En efecto.
-Bueno, pues siga por ahora en su papel de "dura",
aunque no olvide que a partir de hoy esta actitud ha de ser
sólo un papel, sin actitudes poco premeditadas o viscerales.
¿Hay algún pariente o amigo de su confianza,
que sea responsable y maduro, con quien su hijo tenga una
cierta afinidad o empatía?
-Sí, un primo suyo llamado Jaime al que hace mucho
que no vemos porque ha estado una temporada en el extranjero...
pero que acaba de llegar de allí.
-Estupendo. Me gustaría que se pusiese en comunicación
con él y le cuente lo de Pedro. También querría
que, en el plazo de una semana se pasasen usted y su sobrino
Jaime a verme. Le voy a entregar este libro que he escrito
para que usted y Jaime se lo lean. También le entrego
unos cuantos recortes de prensa en relación con el
Opus para que lo deje en algún sitio donde su hijo
los pueda ver. Asimismo le recomiendo que compre el libro
"Las técnicas de control mental de las sectas",
de Steven Hassan, donde podrá darse cuenta del parecido
que tienen los modos de captación del Opus con los
de sectas como la Moon.
-¿Es que usted cree que mi hijo es como esos que van
cantando por la calle con la cabeza rapada? Mi hijo es católico
como yo, y el Opus Dei, aunque me lo está haciendo
pasar muy mal, pertenece a la Iglesia católica.
-Mire, lo que define a una secta no es la ideología
ni el que esté reconocida o no por la Iglesia. Es precisamente
el modo de captación, la explotación del joven
y el engaño al que le someten a él y sus padres.
-Bueno, pues entonces me lo pensaré. Adiós.
Cogió los papeles, cerró la puerta y se fue
sin decir mas. Pensé que no la volvería a ver.
En ese momento me acordé de la responsabilidad que
tienen todos los padres con este problema de realizar un autoexamen
para saber si su comportamiento no habrá facilitado
la captación de su hijo o hija. Sin embargo, a la semana
vino con su sobrino Jaime y nada más llegar se excusó
de la salida de tono del otro día.
-Bueno, ahora que estamos los tres vamos a hacer el siguiente
plan, por favor, tomen nota:
"En primer lugar, Teresa, tienes que posibilitar que
tu hijo y tu sobrino Jaime se vean con cierta periodicidad.
Mientras tanto, tú, Jaime, léete el libro que
el otro día le di a tu tía. Cuando hayas quedado
varias veces con Pedro, inicia con él alguna conversación
sobre algún tema profundo como la vida después
de la muerte, la ausencia de ideales en la juventud de hoy,
el compromiso en las relaciones de pareja, etc. Manifiesta
una actitud comprensiva y abierta. Si surge el tema Opus no
seas intransigente ni trates de disuadirle. Más bien
hazte cómplice de Pedro, manifestándole que
te gusta conocer a personas que toman opciones poco ortodoxas
en su vida. Pregúntale cuál es la actitud de
su madre hacia el Opus y dile que, aunque ella opine así,
tú estás dispuesto a escuchar las razones de
los demás como quieres que los demás escuchen
las tuyas. No conviene, en esta primera conversación,
profundizar mucho más en el asunto y es preferible
cambiar aquí de tema.
"Como ves, Teresa, Jaime va a hacer el papel de bueno
y tú continuar con el de "dura" al principio,
teniendo en cuenta, como te dije, que esto ha de ser sólo
un papel, sin visceralidades. Incluso Jaime tiene que aparentar
que está un poco en contra de ti. Esta polarización
de posturas es conveniente al principio, pues ya sabes que
los adolescentes tienden a ir, en ocasiones, en contra de
lo que dicen sus padres, arrimándose enseguida a quienes
favorecen esta actitud. Poco a poco, y a lo largo de dos meses
irás suavizando tu postura.
"Mientras tanto, tú, Jaime, dejarás que
Pedro intente captarte. Si te has leído antes la información
que te he dejado (el lector la encontrará en los sucesivos
capítulos del libro) estarás suficientemente
vacunado para no temer que te coman el coco los del Opus,
si no, es preferible no emprender esta aventura. Cuando Pedro
intente captarte, y si no al cabo de cinco encuentros, le
dirás que tienes algunas dudas sobre esos temas profundos
de que antes habíais tratado y quieres mantener con
él una serie de conversaciones para que él mismo
te asesore. Es importante que estas conversaciones sean periódicas
(aproximadamente ocho días entre una y otra), que se
realicen a lo largo de dos meses como mínimo y versen
sobre los temas que se exponen en los sucesivos capítulos
de este libro, intercalando entre ellas temas menos serios.
¡Ojo! No se trata de sentar cátedra ni de convencer
a Pedro de nada. Se trata de ir preparando el terreno para
posteriores actuaciones. En estas conversaciones es preferible
escuchar antes que hablar y plantear cuestiones para que Pedro
las vaya pensando a lo largo del día antes que hacer
afirmaciones categóricas. Dile que lleve a su oración
diaria los temas que se han planteado en vuestra conversación.
Así tendrá una ocasión para reflexionar
sobre los mismos. Al cabo de una período largo de mantener
estas conversaciones, aprovechando cualquier temporada de
vacaciones, sería muy bueno que los tres os fueseis
con un viaje organizado, en autobús, por Europa. El
quitaros de en medio una temporada evitará que Pedro
vaya a contar a su director espiritual cada cosa que tratéis
con él. De entre todas las opciones de quitarse de
en medio, la opción del viaje organizado en autobús
me parece la mejor, pues en toda Europa hay centros de la
Obra y el viajar en autobús impide permanecer mucho
tiempo en cualquier ciudad. Tú, Teresa, ponte en un
asiento bastante alejado del de tu hijo y del de Jaime, que
irán juntos, para que así no haya ninguna posibilidad
de que puedas escuchar sus conversaciones. Jaime, tú
has de aprovechar éstas para preguntarle cosas sobre
las aficiones y amistades que tenía antes de entrar
en el Opus, extiéndete en hablar con él sobre
su vida pasada y las cosas a las que ha renunciado al ingresar
en la Obra, sin mencionarla al principio explícitamente.
Pregúntale si salía con alguna chica o tenía
planes de hacerlo, quiénes eran sus amigos, si sigue
manteniendo esas amistades o por el contrario las ha perdido.
Si las ha perdido, pregúntale por qué. Intenta
hacer, en definitiva, que él vuelva a encontrarse con
aquel Pedro que era antes, un Pedro sin problemas, sin estrés,
con amigos, etc. Hay que conseguir que se deleite con estas
imágenes de su vida pasada, instándole a que
las rememore vívidamente. Pregúntale acerca
de los proyectos que, cara al futuro, tenía antes de
ingresar en la institución. Extenderos también
en esto. Formúlale la siguiente pregunta: Si hubieras
sabido en aquella época todo lo que ahora sabes sobre
la Obra, ¿habrías ingresado en ella? Lo que
pretendemos con muchas de estas preguntas es anclar una parte
de su yo en zonas experienciales alejadas de la Obra, a la
par que le ayudamos a contemplar su vida con una cierta perspectiva.
Dile que tú estuviste en una asociación cristiana
llamada... invéntate un nombre..., que era de la siguiente
manera... y le empiezas a contar las cosas que hay en el libro
que te he dejado pero aplicándolas no al Opus sino
a la asociación en la cual se supone que estuviste.
Este enfoque indirecto, haciendo que las actuaciones del Opus
las vea el muchacho como si perteneciesen a otra asociación,
facilita el diálogo considerablemente sin que el joven
se vea violentado. Una vez que el joven mencione la Obra podrás
hablar con él sobre el tema. Pregúntale acerca
de su "vocación al Opus Dei", cuáles
eran sus expectativas al entrar y si estas expectativas se
han cumplido, si se siente más o menos libre que antes
y por qué. Habla también con él acerca
de las relaciones que mantiene con su familia y si siempre
han sido como en la actualidad. Dile que supones que el Opus
Dei, como cualquier institución en que hay seres humanos,
tendrá algún defecto. Invítale a enunciar
tres defectos que según su criterio tiene la Obra.
Pregúntale qué tipo de circunstancia o hecho
podrían hacerle abandonar el Opus Dei y si cree que
el miedo a reconocer que en un momento dado tomó una
decisión errónea le haría desistir de
su decisión. Pregúntale si es libre para abandonar
el grupo o, si en el caso de que lo intentase, sufriría
algún tipo de presión para disuadirle, y si
una vez tomada esta decisión podría seguir manteniendo
relaciones con ellos. En cualquier pregunta instale suavemente
a que explique el porqué de sus respuestas, manteniendo
un tono de curiosidad e interés. Nunca lo hagas de
forma inquisitiva. Al día siguiente de esta conversación
es interesante que te excuses ante él por haberte entrometido,
quizá demasiado, en su vida. Su contestación
te ayudará a saber hasta dónde ha calado en
él el contenido de la misma. Al día siguiente
harás otra evaluación de la trayectoria de Pedro
diciéndole que le resultará duro estar tantos
días alejado del Opus Dei. Los capítulos posteriores
de este libro te ayudarán a saber qué decir
en cada momento. De vuelta a España puedes dedicarle
el conocido libro de Anthony de Mello S. J. titulado "La
oración de la rana", de la editorial Sal Terrae,
con el que puede realizar su, no por mucho tiempo, normativa
"lectura espiritual".
-Bueno, y a todo esto yo ¿qué he de hacer?
-dijo Teresa.
-Si queréis obtener un resultado más seguro,
has de enviar, por conducto notarial, una serie de cartas
a todos los responsables del Opus Dei en tu ciudad, así
como al Defensor del Pueblo y a todos los representantes eclesiásticos
posibles, incluido al Papa, denunciando la situación
de tu hijo y prometiendo dar cuenta a los medios de difusión
de la misma. Esto has de hacerlo unos días antes de
vuestro viaje. Cuando volváis te prometo que serán
los propios directores de tu hijo los que le inviten a volver
contigo. Tu hijo, normalmente, no se enterará que tú
has enviado esas cartas pues el Opus Dei, para conservar su
ya deteriorado prestigio, no querrá confesar el haberlas
recibido.
-Creo que con todo lo que nos has dicho -señala Jaime-
la situación mejorará, pero... ¿y si
no funciona o yo no diese la talla? ¿Qué otra
baza podríamos jugar?
-En primer lugar he de decirte que lo anterior funciona prácticamente
siempre. Si por casualidad no diese el resultado esperado,
acudid a cualquiera de las asociaciones con mucho rodaje en
estos temas que figuran en el apéndice. Si en un país
determinado no existiese ninguna organización de este
tipo, aprovechad el viaje para visitar alguna. No obstante,
pienso que la mejor estrategia es no quemar los mejores cartuchos
hasta el final, siguiendo todos los pasos que os he indicado.
Además, si en último término tenéis
que recurrir a una de estas asociaciones, el muchacho irá
mejor preparado si habéis hecho todo lo anterior. A
esta regla hay varias excepciones: la primera es que vuestro
hijo estuviese a punto de acabar el último año
de colegio, a punto de cumplir dieciocho años o ya
viviese en un centro del Opus Dei.
El ejemplo anterior ha de ser leído con calma e interiorizado
por los padres. Lo que importa no son los hechos descritos
ni la secuencia exacta en que se realizan, sino el estilo
de actuación que lo sustenta. Obsérvese que
se requiere la colaboración de otra persona afín
al muchacho, que hay que establecer unas bases comunes de
diálogo compartidas tanto por esa persona como por
el joven, que conviene reconducir el diálogo sin brusquedades
a momentos felices pasados ajenos al Opus Dei, que es recomendable
utilizar la estrategia del "camuflaje" para hablarle
del Opus sin que el muchacho se violente, comentándole
que uno estuvo en otra asociación parecida, que es
necesario orientar el diálogo desde una perspectiva
cristiana confrontando la doctrina predicada por Jesucristo
con la predicada por esta asociación, que se debe intentar
buscar un lugar y una ocasión adecuados para entablar
estas charlas lejos de la influencia del Opus (porque si no
el muchacho contará todo lo hablado a su director del
Opus Dei) y que el mandar una carta notarial a diversas autoridades
eclesiásticas y de la Obra hará que el Opus
Dei deje de importunar al muchacho durante una temporada (al
menos hasta los diecisiete años), etc.
El relato anterior narra un modo de actuación eficaz
cuando el hijo aún no se ha ido a vivir al Opus Dei.
¿Pero qué han de hacer los padres si el muchacho
ya está viviendo allí?
En primer lugar, y aunque parezca duro, no darle dinero en
metálico sin que exista la certeza de su correcto empleo.
Si no, ese dinero pasará directamente a ser "administrado"
por el Opus Dei. En cualquier caso, y mediante un abogado,
se abrirá una cuenta bancaria para que el joven pueda
utilizarla en casos de extrema necesidad como en el de tener
que costear una gravosa operación quirúrgica
o pagar un billete de avión para regresar a la casa
de sus padres. Este dinero no se le dará al joven sino
que se pagará el gasto directamente mediante una transferencia
bancaria. A pesar de esta posición de firmeza ha de
intentar mantenerse una actitud cordial y de respeto para
con el muchacho, intentando que haya una continuidad en las
relaciones, bien mediante carta, bien por visitas o bien vía
telefónica, cuidando que el joven no se sienta agobiado
ni perseguido.
El estilo que ha de impregnar estos contactos periódicos
se ejemplifica en la siguiente carta de una madre a su hija:
Eres mi hija. Estoy convencida de que cualquier hijo mío
tiene sus propios recursos para salir adelante en la vida.
Tengo plena confianza en ti. Sé que, a pesar de nuestras
diferencias, continuaremos relacionándonos y queriéndonos
siempre. No estoy de acuerdo sobre tu actual compromiso pero
sé que significa algo para ti. Como eres una persona
inteligente estarás sacando provecho de él,
pues de lo contrario lo habrías dejado. Si decides
que este compromiso no satisface tus expectativas no te importe
romperlo. Si esa ocasión se presentase estaría
deseosa de ayudarte a explorar otras opciones. Si no, nos
seguiremos queriendo como hasta ahora. (Melton J. Gordon y
Robert Moore: "The Cult Experience: Responding to the
New Religious Pluralism", Nueva York, 1982. Pilgrim Press,
págs. 114-115.)
Si los padres creen conveniente que el joven se entreviste
con algún especialista en sectas y no saben cómo
hacerlo, temiendo la ruptura de esta continuidad en las relaciones,
una de las maneras de lograrlo es la siguiente. En primer
lugar se convocará al muchacho mediante la excusa de
un acontecimiento familiar importante o la necesidad de tener
su firma en un documento o escritura. Si está lejos
se le mandará un billete de ida y vuelta para garantizarle
que no se le va a retener en contra de su voluntad. Posteriormente
se presentará al especialista como un amigo íntimo
y éste, tras evaluar la viabilidad de iniciar una determinada
actuación, la iniciará, la pospondrá
o hará lo que crea conveniente según su experiencia
en esta materia, intentando, como es de suponer, no violentar
al muchacho y mantener un clima de diálogo. Si el muchacho
accede en permanecer algún día más en
casa de sus padres evaluando su compromiso, quizá por
primera vez lejos de la influencia de la Obra, muy bien, si
no se irá tras una corta pero fecunda estancia con
sus progenitores.
Suponiendo que el Opus Dei estuviese maliciosamente bloqueando
cualquier contacto con el muchacho, se procederá a
convocarlo mediante un escrito de habeas corpus intentando
hacer comprender al joven que ésa era la única
posibilidad de, ya no invitarle a salir de la institución,
sino meramente relacionarse con él.
En cualquier caso, si la situación se complica es
mejor ponerse en contacto con algunas de las organizaciones
que figuran en el apéndice, con mucha experiencia acumulada
durante años de asesoramiento.
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