HIJOS EN EL OPUS DEI
Javier Ropero
APÉNDICE 2.
OTROS TEXTOS EN RELACIÓN CON EL PROSELITISMO AGRESIVO
DEL OPUS DEI
Artículo publicado en El País el jueves
9 de junio de 1983 y firmado por José Comas, corresponsal
en Bonn de este diario: "Jóvenes estudiantes
de la RFA denuncian prácticas represoras en residencias
del Opus Dei."
Las crónicas del corresponsal en Madrid del diario
conservador "Frank furt Allgemeine", Walter Haubrich,
y del corresponsal en Roma del mismo periódico, eran
sistemáticamente censuradas y arrancadas del diario
por el director de la residencia del Opus Dei Althaus, en
Bonn, según informa el diario de Colonia "Koelner
StadtAnzeiger", en un amplio informe sobre jóvenes
que abandonaron la asociación. El informe del periódico
compara al Opus con las sectas juveniles y denuncia que la
Iglesia católica no intervenga, para impedir la presión
psicológica que se ejerce sobre los jóvenes
afiliados a la organización.
Hans Peter Breuer, de 28 años, relata que el Opus
le prohibió seguir un curso de canto, tuvo que entregar
su traje de terciopelo, las llaves de su coche y sus ingresos
como ayudante de la universidad al director de la casa donde
residía. El joven habla de "terror psicológico",
y explica que se autocastigaban con cilicios, tenían
que dormir en el suelo y se sometían a diferentes formas
de sacrificios, que para una mentalidad centroeuropea resultan
incomprensibles. Breuer explica que durante la visita del
papa a la República Federal de Alemania uno del grupo
abandonó el Opus y los que quedaron en la casa tuvieron
que disciplinarse. A Breuer le dolieron durante mucho tiempo
las posaderas tras ser tratadas con el látigo.
Un estudiante de derecho de 25 años explica cómo
le llevaron a reuniones del Opus a una casa de Colonia, con
el nombre de Comunidad Cultural Estudiantil. El estudiante
dice que en el Opus se le quitó completamente la capacidad
de decisión y que el director espiritual, por lo general
un estudiante de cursos más avanzados, se convierte
en una especie de superego, que asume plenamente la autoridad
paterna. "Uno llega a actuar completamente sin voluntad
propia, entregado por completo."
Artículo publicado en el magazine belga "Le
Soir" el 15 de diciembre de 1983 titulado: "Una
tránsfuga del Opus Dei testifica"
Una familia de las que hay millares: el padre, cirujano,
la madre y tres hijos. Cristianos por tradición, por
convicción también. Martine, abogada de 25 años,
ha conocido el Opus Dei. Un largo flirteo empezado hace siete
años y hoy terminado: "Soy creyente y practicante
pero no en el Opus, que se parece demasiado a una secta con
toda la intolerancia que eso supone. Son rígidos hasta
el punto de condenar a todos los que son diferentes de ellos,
incluso en el interior de la Iglesia." Y ella, Martine,
sabe de qué habla.
En 1974, Philippe, su hermano de doce años, estudia
en el colegio de Saint-Pierre de Uclés. Su gran placer:
alborotar a su titular, un joven sacerdote anclado en una
metodología caduca, que no oculta su pertenencia a
la Obra y piensa llevar a ella a toda su clase, pero el joven
es un hueso duro de roer y nunca será miembro del Opus.
Cuenta Martine que en 1977 no sabía qué iba
a estudiar. "Un prospecto hallado en el buzón
me llevaría al 106 de la avenida Lepoutre para un ciclo
de preparación de los estudios universitarios. Encontré
allí a Sylvie, una joven de veinticuatro años.
Creía que ella buscaba mi amistad con sus visitas regulares,
correspondencia, charlas y al fin con una invitación
para participar en una meditación sobre el tema de
la libertad. Metida en el juego, sus bazas me parecían
señuelos: la conferenciante evita el diálogo,
"que no sirve para nada, y se lanza a una perorata sobre
principios abstractos", para terminar por la tarde con
un tiempo de "recogimiento dirigido" en el oratorio,
donde se procedió a la lectura del pensamiento del
fundador de la Obra. Ya empezaba a comprender."
Martine comienza sus estudios. En cada etapa, en cada instante,
Sylvie, su hermana mayor en la Obra, está allí
con una presencia constante, ejerciendo una presión
moral, orientándola mientras la vigila. "Ella
no aprobaba del todo que yo me hospedase en una casa junto
con otros jóvenes. Un día que estaba leyendo
"Archipiélago GULAG", de Solyenitsin, que
hace una crítica acerba del sistema soviético,
va y me dice: "Nosotros (el Opus Dei) no tenemos necesidad
de probar veneno para saber que es nocivo
Hoy Martine respira, el Opus Dei ha dejado su vida. ¿La
ha dejado? No, seguramente....
En 1981, su joven hermano Charles ingresa en el colegio de
Saint-Pierre. Más tradicionalista, él oye las
sirenas, las escucha y pisa a fondo. A los diecisiete años,
el drama. Charles entra en su casa y su madre constata que
lleva un cilicio, el cinturón de penitencia de los
miembros del Opus.
Un choque para esta mujer atenta, curiosa y abierta al diálogo.
"Mi madre los ha intentado comprender, ha leído
las obras del fundador y ha ido a visitar a los dirigentes
de la Obra. Y ha regresado ultrajada por su hipocresía.y
el contraste entre el principio de santidad que propugnan
y sus prácticas medievales. También le tocó
el turno a mi padre. Todavía hoy es miembro cooperador,
atraído, creo yo, por la vinculación del Opus
Dei a los valores tradicionales como la elegancia, la autoridad,
un cierto elitismo y la certeza de llegar a codearse con los
aristócratas."
No, decididamente la Obra no ha salido de la vida de Martine.
J.M.D.
Crónica de El País del sábado 6
de enero de 1990, titulada "Cartas de un alcalde cura"
Lluís Hernández, sacerdote y alcalde de Santa
Coloma de Gramenet por Iniciativa per Catalunya, ha remitido
una carta al "conseller" de Enseñanza, Josep
Laporte. En ella, el alcalde de este municipio de ciento cuarenta
mil habitantes y vecino de Barcelona pregunta al responsable
del citado departamento:
"¿Se puede subvencionar con dinero público
a una institución que, con la excusa de impartir formación
profesional, da principalmente formación espiritual
de la Obra, engañando a la Administración?"
Hernández solicita, asimismo, información sobre
la situación de centros de formación profesional
dependientes de la Obra. "Tengo constancia de que en
Santa Coloma de Gramenet alguna familia tiene allí
a su hija interna pensando que saldrá bien preparada
para ser azafata o profesional de turismo, y tal vez salga
convertida en criada de los padres ensotanados del Opus Dei",
se afirma en el texto.
El alcalde ha remitido también una carta al presidente
de la Conferencia Episcopal, cardenal Angel Suquía.
En ella acusa a la prelatura de cometer "graves atropellos
contra la libertad de las personas en su afán de captar
adeptos". Hernández afirma que la formación
que se imparte en los centros dependientes de la prelatura
"no es profesional, sino orientada especialmente a convertirlos
en ciegos seguidores del Opus Dei". F.V./A.R. Barcelona.
Cartas remitidas a la revista "Tiempo", publicadas
el 4-8-86.
La primera lleva por título "Opus Dei y familia"
y dice lo siguiente:
"He leído los capítulos relativos al Opus
Dei y quiero felicitar a su autor, señor Aroca, por
el gran trabajo que ha realizado. Yo le ruego al señor
Aroca que escriba con la misma valentía y claridad
como lo ha hecho hasta ahora sobre el tema de la captación
de jóvenes, incluso menores de edad. De cómo
esta secta religiosa, mediante unas técnicas muy bien
estudiadas (lavados de cerebro, confidencias periódicas,
coacciones de conciencia), deforma a los jóvenes de
tal manera que hacen que pierdan, primordialmente, el cariño
a la familia, desconectándolos de sus padres y hermanos.
Los despersonalizan y los convierten en máquinas programadas
únicamente para su conveniencia, exprimiéndolos
como a un limón. Por último, como católico,
no entiendo la postura de la Iglesia jerárquica, quien
sabiendo lo que pasa no interviene para acabar con los abusos
que esta secta religiosa está cometiendo en nombre
de Dios.
Juan de Cózar Martín."
La segunda se titula "Presiones del Opus Dei",
que transcribo a continuación:
"En relación con el interesante serial sobre
el Opus Dei que TIEMPO viene publicando, quería hacerles
saber que yo misma he sido víctima de muchas de las
cosas raras que se hacen en la Obra. Nada más afiliarme,
cazada por una numeraria, fui llevada a un médico de
la Obra para que dictaminase que no poseía taras físicas.
Posteriormente las mortificaciones me deformaron el cuerpo
y "las confidencias", las charlas, adquirieron su
verdadero carácter de interrogatorios, por lo que manifesté
mi descontento. Cuando advirtieron que quería salirme
del Opus Dei, mi superiora decidió llevarme a un psiquiatra,
de la Obra, por supuesto, que quería recetarme tranquilizantes.
Siempre aseguran que la Obra no se mezcla en asuntos profesionales.
Eso es tan falso como que a mí misma me obligaron a
cambiar de carrera universitaria, ya que, decían, en
la facultad de Económicas había demasiados rojos
y eso no era interesante.
"Otra de las cosas enfermizas del Opus es la radical
separación de sexos. Está prohibido mirar a
los sacerdotes a los ojos y es necesario esconderse cuando
alguno de ellos está en la residencia en que vives.
Con los integrantes de la sección masculina no se puede
hablar, ya que, aseguran las directoras, en cualquier momento
podríamos caer enamoradas. Las mujeres estamos obligadas
a utilizar velos en las misas y llevar siempre combinaciones
gruesas que impidan se marquen las formas. Existen ritos absurdos,
como el celebrar misas en latín de madrugada y el pretender
que nos aprendamos salmos y oraciones en latín. Yo
he salido hace muy pocos meses y aseguro que en el Opus hay
una auténtica obsesión por el apostolado. Han
bajado notablemente los ingresos y los que lo hacen no tienen
muchas luces. Ahora captan, principalmente, a niños
en edad escolar, que carecen de posibilidades de defensa.
Los animo a que continúen informando sobre el Opus
Dei en la línea en que lo han venido haciendo.
María del Pilar Domínguez Martínez."
Noticia publicada en El País el sábado
16 de diciembre de 1989, titulada "El cardenal Jubany
medió entre los jóvenes relacionados con el
Opus y los padres que denunciaron la situación"
"El cardenal arzobispo de Barcelona, Narcís Jubany,
ha sido puente de diálogo entre jóvenes cercanos
a la prelatura del Opus Dei y sus familias, que pretenden
que se alejen de la Obra, según diversos testimonios
ante los que el arzobispo ha preferido no pronunciarse. En
el caso de la alumna Gemma Sáiz, del centro de estudios
El Vallés, próximo a Barcelona, las partes afectadas
han reconocido esta mediación. Lo mismo ha sucedido
en otro caso, el de Susana Crespi, estudiante del centro cultural
Pineda de Barcelona, del que depende El Vallés, y compañera
durante un año de Gemma Sáiz.
"Las familias de ambas jóvenes han dado testimonios
en este sentido, aunque no han abundado en detalles. En ambos
casos, el arzobispo de Barcelona mantuvo entrevistas con las
jóvenes y sus padres. Susana Crespi explicó
que su hija había mantenido contactos con la prelatura
cuando tenía 15 años de edad y que a los 16
se la llevó de una casa en la que servía, propiedad
de un matrimonio de la Obra.
"En una carta que Susana Crespi dirigió a su
amiga Gemma Sáiz, cuando ambas eran menores de edad
se decía: "Mis padres no querían que nos
viésemos con las señoritas (del Opus Dei), pero
ni caso; en tres ocasiones vinieron al pueblo (cercano a Vic)
y mis padres lo descubrieron y hubo gritos..." Al final,
prosigue la carta, "nos vemos en Vic..., pero no puedo
cumplir ninguna norma, ni ir a misa los domingos. Ahora, estoy
cuidando a una niña, hija de un matrimonio; los dos
son de "casa" (del Opus). Mis padres me han dejado
estar aquí para trabajar con la condición de
que no me vea con nadie en Barcelona. Lo bueno es que mis
señores están de acuerdo. Esto hasta después
de reyes, así ellos verán si tengo vocación",
se añade en la carta.
"Los padres de la joven Susana Crespi entraron en contacto
con la Asociación Pro Juventud. Este colectivo se encarga
de luchar contra los presuntos efectos nocivos provocados
por las sectas. Pro Juventud utiliza técnicas de desprogramación
mental, a petición de las familias, con aquellos que
dejan de ser miembros de la prelatura. Esto ha sido negado
categóricamente por el Opus Dei en reiteradas ocasiones,
puesto que ello supondría reconocer que sus miembros
son programados, cuando la relación que se mantiene
con la prelatura es, afirman, "libre y flexible".
"El caso de la participación de obispos en estos
problemas que surgen entre padres e hijos es, según
diversos testimonios, bastante habitual. Los prelados intentan
la conciliación, ya que la prelatura forma parte de
la Iglesia católica. En este sentido, la familia de
un miembro del Opus -que había entrado en contacto
con la Obra a los 14 años- se dirigió cuando
éste ya era mayor de edad a la autoridad eclesiástica
de su diócesis, el arzobispo Elías Yanes (Zaragoza),
y al presidente de la Conferencia Episcopal española,
cardenal Angel Suquía. La familia estaba preocupada
por que su hijo utilizaba cilicios."
Carta de Suquía
En la respuesta del presidente del episcopado, fechada
el 19 de septiembre de este año, se decía:
"Poco o nada puedo hacer sobre el asunto", y recomendaba
reflexión y el diálogo familiar. La carta
de Elías Yanes, de abril de 1988, era más
explícita. El arzobispo reconocía que las
afirmaciones del padre coincidían con otras ya recibidas
y afirmaba que había tratado el problema con la Obra.
La oficina de información del Opus Dei en Barcelona
difundió ayer una nota en la que anuncia que se reserva
"el ejercicio de acciones legales ante algunas informaciones
que afirmaban que el obispado de Barcelona investigaba los
centros de formación del Opus".
Testimonio de Blanca Ortiz de las Heras extraído del
libro Escrivá de Balaguer. ¿Mito o santo?, pág.
72. Se titula "El proselitismo era feroz"
"Yo he pertenecido al Opus veinte años. Fundamentalmente
siempre en obras corporativas, y me dediqué a las
llamadas Escuelas Hogar. Mi trabajo consistía en
tratar a las chicas de la más alta sociedad. En estas
Escuelas Hogar se impartían clases de cocina, plancha,
economía doméstica, etc., temas muy familiares.
Posteriormente se dieron clases de Literatura e Historia,
pero fundamental mente se trataba de hacer proselitismo
con las chicas de las familias más importantes de
la ciudad donde se establecían. Recuerdo que una
vez me dijo un sacerdote de la Obra: "A ver, saca las
fichas de esas quinientas familias importantes que tenemos."
"Yo conocí al Opus a través de una compañera
de la facultad que me llevó a unos ejercicios espirituales.
La numeraria que dirigía los ejercicios habló
largo tiempo conmigo y me preguntó sobre el enfoque
que quería dar a mi vida; y a raíz de esto
me llamaban con mucha frecuencia por teléfono y me
dijeron que asistiera a unos círculos semanales en
una casa de la Obra. Yo conocí la Obra en invierno
y pedí la admisión en mayo. No me sentí
especialmente presionada, sí seguida muy de cerca.
Yo tenía unos ideales religiosos y aquello me pareció
una espiritualidad nueva y me admiró la aparente
naturalidad, el no vestir hábito, etc. Me atrajeron
una serie de cosas que luego no fueron las que yo creí
en un principio, porque en realidad ni éramos "cristianos
corrientes" ni existía la llamada "secularidad".
El ambiente era opresivo y las normas y costumbres había
que cumplirlas a rajatabla.
"Mi carta de dimisión fue brevísima
porque yo sólo quería manifestar que en esos
veinte años mi espíritu había evolucionado
completamente, que al principio me pareció que la
Obra me iba a llevar a Dios y me estaba dando cuenta de
que no era así. Y por eso me fui.
"Una cosa que me escandalizaba mucho era el proselitismo
feroz que se hace con la gente joven, donde se destrozan
muchas vidas, forzándolas a optar por un camino que
como seres adultos nunca hubieran elegido.
"Se buscaban las personas más influyentes.
Me contaron una vez que el P. Escrivá se enteró
de que iba por una de las casas de la Obra una sobrina de
la reina Fabiola y dijo: "Usad todos los medios para
que esa chica pida la admisión." O sea que el
que una persona tuviera vocación dependía
de su posición social. Una vez más se carecía
de espíritu evangélico. Los medios que se
utilizaban para captar a la gente eran: cursos de retiro,
círculos semanales, convivencias internas, la novena
de la Inmaculada y, sobre todo, la relación personal.
Curiosamente, a mí me hicieron una corrección
diciéndome: "Tú haces apostolado pero
no llegas al proselitismo." Cada una de las numerarias
teníamos asignado un grupo de chicas que teníamos
que tratar; teníamos que rendir cuenta después
en unas reuniones con un sacerdote que dirigía este
trabajo. Cada una íbamos con nuestra lista de personas
diciendo: "Yo a ésta la he llamado y he salido
tres veces con ella." A veces nos regañaban
porque no había sido suficiente. Hubo un sacerdote
que intentó lo de chicas de primera y segunda división.
Las de primera eran las que estaban más cercanas
y ya se les había hablado de la Obra y tenían
vocación. La vocación, decíamos, no
es sentir ningún síntoma, basta sólo
servir para desempeñar esta misión, después
es producto de la gracia de Dios y de tu generosidad. Entonces
les mostrábamos lo felices que éramos y la
capacidad que tenía la Obra de transformar el mundo.
"El ser cristianos corrientes con un trabajo profesional
que les gustara hacer, que luego, normalmente, se convertía
en sacar bolsas de ropa sucia y trabajos del hogar en residencias
masculinas, vamos, vulgares criadas de los adictos a la
Obra.
"La que se decidía escribía una carta
al P. Escrivá pidiendo la admisión, y una
vez escrita la carta se incorporaba a la vida de la Obra
en un curso de formación. La formación que
se recibía era raquítica y pobre. Un sacerdote
daba clases con un "Catecismo" extractado de las
"Constituciones de la Obra", sin ninguna entidad.
Siempre lo estaban corrigiendo porque cambiaban las "Constituciones"
al no tener una idea clara de la entidad jurídica
del Opus Dei, que cambió muchas veces en cosas fundamentales;
por ejemplo, una vez interesaban los votos y otras veces
no. Estos ejemplares con los que estudiábamos eran
misteriosos, lo' guardaba la directora todas las noches
después de verificar que se guardaba el mismo número
de ellos que se había dado por la mañana.
Siempre observé que había un gran miedo a
que cualquier documento de la Obra cayera en manos de personas
ajenas.
"A instancias del P. Escrivá nos obligaban
a ser muy minuciosas en este trabajo fundamentalmente doméstico.
Me acuerdo que una vez avisaron que el Padre venía
de Roma para algo muy importante ¡Qué nervios!
Nos reunieron a todas las directoras de España en
la Pililla y entró el P. Escrivá, y cuál
no sería mi asombro cuando lo que venía a
decirnos era que en las casas de la sección masculina
no se comía bien, que había que poner más
riqueza en las comidas, que había gente mayor en
la Obra que no podía comer como muchachos; por lo
tanto, la carne había que servirla con guarniciones
diferentes. Ahí acabó todo lo que nos tenía
que decir, ni siquiera una oración en común.
Salió por la puerta y cada directora en avión
a su casa a cumplir órdenes.
"Todos los pertenecientes a la Obra sabíamos
que ésta era una finalidad en sí misma. Nunca
oí hablar en términos universales de la Iglesia
ni de servicio a los pobres ni de los problemas de la humanidad.
La Obra, al ser perfecta, no tenía necesidad de mejorar
en nada ni se tenía que reformar jamás. Aquí
estaba todo atado y bien atado.
"El trabajo en las residencias de estudiantes o en
la sección masculina era agotador. Habría
que hacer un homenaje a las numerarias y sirvientas de la
Obra que se han dedicado a estos menesteres, porque eso
es una pura aniquilación, con un desprecio total
por parte de los numerarios, que nunca valoraron ese trabajo.
A mí me solían decir: "La comida mal,
el aperitivo mal, la ropa mal, en fin, todo mal." Supongo
que los tiempos habrán cambiado algo y no tratarán
así a las numerarias, aunque yo pienso que siguen
viviendo como duques.
"Por parte de las superioras había un fanatismo
hacia la figura del fundador que rayaba en la idolatría
y el ridículo. Estando una vez en Roma comentaron
delante de mí en el planchero que se guardaban los
algodones que se usaban para ponerle las inyecciones por
si algún día podían ser reliquia. Ya
se estaba viviendo su beatificación.
"El periodista Emilio Romero comentó un día
que el P. Escrivá le parecía un cura de pueblo.
Pues bien, presenciando un programa de TV en que salió
Romero y a mí me gustó y así lo comenté,
la directora se puso a llorar diciéndome cómo
era posible que me gustara un señor que había
hablado mal del Padre.
"Yo creo que la pobreza que se vivía en la
Obra era mentirosa y engañosa. Un aristócrata
español me decía con mucha gracia: "Me
gusta mucho el Opus Dei, porque se bebe el whisky con espíritu
de agua." Y creo que estaba muy bien explicado porque
esa pobreza de espíritu adaptada a la categoría
humana de la Obra ni era pobreza ni era nada. No dudo de
que habrán personas que querrán vivir la virtud
de la pobreza, pero hay otras que visten de modisto y llevan
unos trajes carísimos porque así representan
mejor al Opus, que no han dado golpe en su vida, que abusan
del trabajo de los demás y, desde luego, no han sentido
nunca la carencia de muchas cosas que tienen los verdaderos
pobres.
"Cuando el P. Escrivá venía a España
el derroche era increíble, porque cuando se trataba
de él no se miraba el dinero para nada, "porque
Padre sólo hay uno", se decía. Conozco
a una persona que estuvo a punto de marcharse de la Obra
porque en uno de esos viajes la habían tenido durante
tres días buscando una merluza de pincho para su
comida. Una vez el P. Escrivá dijo: "Si fuerais
listas y pillas me daríais vino de marca en una jarra
de agua, para que yo no lo note." Para mandarle a Roma
he comprado las cosas más caras de Madrid, frutas
fuera de época, almendras dulces que sólo
había en un sitio determinado (por cierto, un día
fui a comprar unos caramelos y me dijo: "Yo a usted
la conozco, me compraba grandes cantidades de aquello tan
carísimo"). Todo esto se enviaba a Roma para
que el P. Escrivá lo diera en las tertulias.
"Otra vez hicieron su primera comunión los
sobrinos del P. Escrivá en Molino Viejo. Aquello
se convirtió en una floristería, tales eran
los centros de flores que allí había, y que
además no se traían de Segovia, que estaba
al lado, sino de Burguiñón, que era la tienda
más cara de Madrid. Y en la despensa se hicieron
toda clase de pequeños dulces para que los sobrinos
pudieran tomar todo aquello que les apeteciera.
"A mí me salvó el poder hablar con otras
personas (lo que estaba terminantemente prohibido) y el
contrastar pareceres. Yo veía que esa pobreza no
era cristiana y me angustiaba mucho; yo soy de clase media
y, desde luego, nunca había vivido a ese nivel.
"Yo no he convivido con el P. Escrivá, le vi
bastantes veces y he oído las cosas que decía,
pero he visto el reflejo de su forma de ser en la Obra.
Me llamó siempre la atención su falta de humildad,
me pareció siempre una persona dura, fría,
distante y con una exigencia dictatorial. Un cristiano muy
jansenista, como antes de Trento, sin ninguna ternura. Y
como mujer me repelía.
"Tengo la certeza de que no era un santo, si por santidad
se entiende una identificación con el Evangelio de
Jesús. No lo es, no lo es, aunque se le beatifique.
Ni lo que ha dicho, ni lo que ha hecho, ni lo que ha hecho
vivir son motivos de ejemplo a otros cristianos y siento
muchísimo que la Iglesia lo beatifique porque está
perdiendo mucha credibilidad. Siempre pensé que si
a este hombre lo beatificaran yo me iría de la Iglesia,
pero no me voy a ir por nada porque creo que la Iglesia
es de los pobres y de los que sufren y de los que conservan
la fe en Cristo. Pero la Iglesia va a perder mucha credibilidad
y puede ser un escándalo -ya lo es-, y esto recordando
las palabras del Evangelio que dicen: "Si escandalizáis
a uno de estos pequeños..."
"Las personas que se van del Opus normalmente no hablan
porque se le tiene mucho miedo. Porque aparte de que te
dejan en la calle te pueden calumniar y quitar la honra
y la fama. Porque así lo han hecho varias veces."
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