Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Hijos
en el Opus Dei

Hijos en el Opus Dei
Autor:
Javier Ropero
ÍNDICE
Agradecimientos, prólogo y prefacio
1. El desafío de un documento
2. Faenas de pesca
3. El camino más directo
4. Ser un pequeño tornillo... en una gran maquinaria
5. Andanzas, desventuras y obligaciones de un pequeño tornillo
6. Ser o no ser
7. El dulcísimo precepto
8. Autoprogramación versus autodesarrollo
9. Tan antiguo como el Evangelio
10. La caridad bien entendida...
11. ¿Es un acto impuro meterse un dedo en la nariz?
12. Ni de broma...
13. "Tejas abajo, tejas arriba"
14. Brillos, luces e iluminados
15. El mágico poder del incienso
16. Jaculatorias y charla semanal
17. El dulce ingrediente de la mortificación
18. Sentí que pedía usted por mí
19. "No digas nunca que soy un santo"
20. Evolución hacia una madurez psicológica en los ex miembros
21. Correcciones y correctivos
Epílogo
Apéndice 1. Glosario de terminología emplea por el Opus Dei
Apéndice 2. Otros textos en relación con el proseltismo agresivo del Opus Dei
Apéndice 3. Organizaciones de asesoramiento e información en diferentes países
Apéndice 4. Documento vaticano: "El desafío de los nuevos movimientos religiosos (sectas o cultos)
Apéndice 5. Colegios controlados por el Opus Dei
Bibliografía
FIN DE LIBRO
Nuestra web
Inicio
Quiénes somos
Correspondencia
Libros silenciados

Documentos internos del Opus Dei

Tus escritos
Recursos para seguir adelante
La trampa de la vocación
Recortes de prensa
Sobre esta web (FAQs)
Contacta con nosotros si...
Homenaje
Links

HIJOS EN EL OPUS DEI
Javier Ropero

APÉNDICE 2. OTROS TEXTOS EN RELACIÓN CON EL PROSELITISMO AGRESIVO DEL OPUS DEI


Artículo publicado en El País el jueves 9 de junio de 1983 y firmado por José Comas, corresponsal en Bonn de este diario: "Jóvenes estudiantes de la RFA denuncian prácticas represoras en residencias del Opus Dei."

Las crónicas del corresponsal en Madrid del diario conservador "Frank furt Allgemeine", Walter Haubrich, y del corresponsal en Roma del mismo periódico, eran sistemáticamente censuradas y arrancadas del diario por el director de la residencia del Opus Dei Althaus, en Bonn, según informa el diario de Colonia "Koelner StadtAnzeiger", en un amplio informe sobre jóvenes que abandonaron la asociación. El informe del periódico compara al Opus con las sectas juveniles y denuncia que la Iglesia católica no intervenga, para impedir la presión psicológica que se ejerce sobre los jóvenes afiliados a la organización.

Hans Peter Breuer, de 28 años, relata que el Opus le prohibió seguir un curso de canto, tuvo que entregar su traje de terciopelo, las llaves de su coche y sus ingresos como ayudante de la universidad al director de la casa donde residía. El joven habla de "terror psicológico", y explica que se autocastigaban con cilicios, tenían que dormir en el suelo y se sometían a diferentes formas de sacrificios, que para una mentalidad centroeuropea resultan incomprensibles. Breuer explica que durante la visita del papa a la República Federal de Alemania uno del grupo abandonó el Opus y los que quedaron en la casa tuvieron que disciplinarse. A Breuer le dolieron durante mucho tiempo las posaderas tras ser tratadas con el látigo.

Un estudiante de derecho de 25 años explica cómo le llevaron a reuniones del Opus a una casa de Colonia, con el nombre de Comunidad Cultural Estudiantil. El estudiante dice que en el Opus se le quitó completamente la capacidad de decisión y que el director espiritual, por lo general un estudiante de cursos más avanzados, se convierte en una especie de superego, que asume plenamente la autoridad paterna. "Uno llega a actuar completamente sin voluntad propia, entregado por completo."

Artículo publicado en el magazine belga "Le Soir" el 15 de diciembre de 1983 titulado: "Una tránsfuga del Opus Dei testifica"

Una familia de las que hay millares: el padre, cirujano, la madre y tres hijos. Cristianos por tradición, por convicción también. Martine, abogada de 25 años, ha conocido el Opus Dei. Un largo flirteo empezado hace siete años y hoy terminado: "Soy creyente y practicante pero no en el Opus, que se parece demasiado a una secta con toda la intolerancia que eso supone. Son rígidos hasta el punto de condenar a todos los que son diferentes de ellos, incluso en el interior de la Iglesia." Y ella, Martine, sabe de qué habla.

En 1974, Philippe, su hermano de doce años, estudia en el colegio de Saint-Pierre de Uclés. Su gran placer: alborotar a su titular, un joven sacerdote anclado en una metodología caduca, que no oculta su pertenencia a la Obra y piensa llevar a ella a toda su clase, pero el joven es un hueso duro de roer y nunca será miembro del Opus.

Cuenta Martine que en 1977 no sabía qué iba a estudiar. "Un prospecto hallado en el buzón me llevaría al 106 de la avenida Lepoutre para un ciclo de preparación de los estudios universitarios. Encontré allí a Sylvie, una joven de veinticuatro años. Creía que ella buscaba mi amistad con sus visitas regulares, correspondencia, charlas y al fin con una invitación para participar en una meditación sobre el tema de la libertad. Metida en el juego, sus bazas me parecían señuelos: la conferenciante evita el diálogo, "que no sirve para nada, y se lanza a una perorata sobre principios abstractos", para terminar por la tarde con un tiempo de "recogimiento dirigido" en el oratorio, donde se procedió a la lectura del pensamiento del fundador de la Obra. Ya empezaba a comprender."

Martine comienza sus estudios. En cada etapa, en cada instante, Sylvie, su hermana mayor en la Obra, está allí con una presencia constante, ejerciendo una presión moral, orientándola mientras la vigila. "Ella no aprobaba del todo que yo me hospedase en una casa junto con otros jóvenes. Un día que estaba leyendo "Archipiélago GULAG", de Solyenitsin, que hace una crítica acerba del sistema soviético, va y me dice: "Nosotros (el Opus Dei) no tenemos necesidad de probar veneno para saber que es nocivo

Hoy Martine respira, el Opus Dei ha dejado su vida. ¿La ha dejado? No, seguramente....

En 1981, su joven hermano Charles ingresa en el colegio de Saint-Pierre. Más tradicionalista, él oye las sirenas, las escucha y pisa a fondo. A los diecisiete años, el drama. Charles entra en su casa y su madre constata que lleva un cilicio, el cinturón de penitencia de los miembros del Opus.

Un choque para esta mujer atenta, curiosa y abierta al diálogo. "Mi madre los ha intentado comprender, ha leído las obras del fundador y ha ido a visitar a los dirigentes de la Obra. Y ha regresado ultrajada por su hipocresía.y el contraste entre el principio de santidad que propugnan y sus prácticas medievales. También le tocó el turno a mi padre. Todavía hoy es miembro cooperador, atraído, creo yo, por la vinculación del Opus Dei a los valores tradicionales como la elegancia, la autoridad, un cierto elitismo y la certeza de llegar a codearse con los aristócratas."

No, decididamente la Obra no ha salido de la vida de Martine.
J.M.D.

Crónica de El País del sábado 6 de enero de 1990, titulada "Cartas de un alcalde cura"

Lluís Hernández, sacerdote y alcalde de Santa Coloma de Gramenet por Iniciativa per Catalunya, ha remitido una carta al "conseller" de Enseñanza, Josep Laporte. En ella, el alcalde de este municipio de ciento cuarenta mil habitantes y vecino de Barcelona pregunta al responsable del citado departamento:

"¿Se puede subvencionar con dinero público a una institución que, con la excusa de impartir formación profesional, da principalmente formación espiritual de la Obra, engañando a la Administración?"

Hernández solicita, asimismo, información sobre la situación de centros de formación profesional dependientes de la Obra. "Tengo constancia de que en Santa Coloma de Gramenet alguna familia tiene allí a su hija interna pensando que saldrá bien preparada para ser azafata o profesional de turismo, y tal vez salga convertida en criada de los padres ensotanados del Opus Dei", se afirma en el texto.

El alcalde ha remitido también una carta al presidente de la Conferencia Episcopal, cardenal Angel Suquía. En ella acusa a la prelatura de cometer "graves atropellos contra la libertad de las personas en su afán de captar adeptos". Hernández afirma que la formación que se imparte en los centros dependientes de la prelatura "no es profesional, sino orientada especialmente a convertirlos en ciegos seguidores del Opus Dei". F.V./A.R. Barcelona.

Cartas remitidas a la revista "Tiempo", publicadas el 4-8-86.

La primera lleva por título "Opus Dei y familia" y dice lo siguiente:

"He leído los capítulos relativos al Opus Dei y quiero felicitar a su autor, señor Aroca, por el gran trabajo que ha realizado. Yo le ruego al señor Aroca que escriba con la misma valentía y claridad como lo ha hecho hasta ahora sobre el tema de la captación de jóvenes, incluso menores de edad. De cómo esta secta religiosa, mediante unas técnicas muy bien estudiadas (lavados de cerebro, confidencias periódicas, coacciones de conciencia), deforma a los jóvenes de tal manera que hacen que pierdan, primordialmente, el cariño a la familia, desconectándolos de sus padres y hermanos. Los despersonalizan y los convierten en máquinas programadas únicamente para su conveniencia, exprimiéndolos como a un limón. Por último, como católico, no entiendo la postura de la Iglesia jerárquica, quien sabiendo lo que pasa no interviene para acabar con los abusos que esta secta religiosa está cometiendo en nombre de Dios.

Juan de Cózar Martín."

La segunda se titula "Presiones del Opus Dei", que transcribo a continuación:

"En relación con el interesante serial sobre el Opus Dei que TIEMPO viene publicando, quería hacerles saber que yo misma he sido víctima de muchas de las cosas raras que se hacen en la Obra. Nada más afiliarme, cazada por una numeraria, fui llevada a un médico de la Obra para que dictaminase que no poseía taras físicas. Posteriormente las mortificaciones me deformaron el cuerpo y "las confidencias", las charlas, adquirieron su verdadero carácter de interrogatorios, por lo que manifesté mi descontento. Cuando advirtieron que quería salirme del Opus Dei, mi superiora decidió llevarme a un psiquiatra, de la Obra, por supuesto, que quería recetarme tranquilizantes. Siempre aseguran que la Obra no se mezcla en asuntos profesionales. Eso es tan falso como que a mí misma me obligaron a cambiar de carrera universitaria, ya que, decían, en la facultad de Económicas había demasiados rojos y eso no era interesante.

"Otra de las cosas enfermizas del Opus es la radical separación de sexos. Está prohibido mirar a los sacerdotes a los ojos y es necesario esconderse cuando alguno de ellos está en la residencia en que vives. Con los integrantes de la sección masculina no se puede hablar, ya que, aseguran las directoras, en cualquier momento podríamos caer enamoradas. Las mujeres estamos obligadas a utilizar velos en las misas y llevar siempre combinaciones gruesas que impidan se marquen las formas. Existen ritos absurdos, como el celebrar misas en latín de madrugada y el pretender que nos aprendamos salmos y oraciones en latín. Yo he salido hace muy pocos meses y aseguro que en el Opus hay una auténtica obsesión por el apostolado. Han bajado notablemente los ingresos y los que lo hacen no tienen muchas luces. Ahora captan, principalmente, a niños en edad escolar, que carecen de posibilidades de defensa. Los animo a que continúen informando sobre el Opus Dei en la línea en que lo han venido haciendo.

María del Pilar Domínguez Martínez."

Noticia publicada en El País el sábado 16 de diciembre de 1989, titulada "El cardenal Jubany medió entre los jóvenes relacionados con el Opus y los padres que denunciaron la situación"

"El cardenal arzobispo de Barcelona, Narcís Jubany, ha sido puente de diálogo entre jóvenes cercanos a la prelatura del Opus Dei y sus familias, que pretenden que se alejen de la Obra, según diversos testimonios ante los que el arzobispo ha preferido no pronunciarse. En el caso de la alumna Gemma Sáiz, del centro de estudios El Vallés, próximo a Barcelona, las partes afectadas han reconocido esta mediación. Lo mismo ha sucedido en otro caso, el de Susana Crespi, estudiante del centro cultural Pineda de Barcelona, del que depende El Vallés, y compañera durante un año de Gemma Sáiz.

"Las familias de ambas jóvenes han dado testimonios en este sentido, aunque no han abundado en detalles. En ambos casos, el arzobispo de Barcelona mantuvo entrevistas con las jóvenes y sus padres. Susana Crespi explicó que su hija había mantenido contactos con la prelatura cuando tenía 15 años de edad y que a los 16 se la llevó de una casa en la que servía, propiedad de un matrimonio de la Obra.

"En una carta que Susana Crespi dirigió a su amiga Gemma Sáiz, cuando ambas eran menores de edad se decía: "Mis padres no querían que nos viésemos con las señoritas (del Opus Dei), pero ni caso; en tres ocasiones vinieron al pueblo (cercano a Vic) y mis padres lo descubrieron y hubo gritos..." Al final, prosigue la carta, "nos vemos en Vic..., pero no puedo cumplir ninguna norma, ni ir a misa los domingos. Ahora, estoy cuidando a una niña, hija de un matrimonio; los dos son de "casa" (del Opus). Mis padres me han dejado estar aquí para trabajar con la condición de que no me vea con nadie en Barcelona. Lo bueno es que mis señores están de acuerdo. Esto hasta después de reyes, así ellos verán si tengo vocación", se añade en la carta.

"Los padres de la joven Susana Crespi entraron en contacto con la Asociación Pro Juventud. Este colectivo se encarga de luchar contra los presuntos efectos nocivos provocados por las sectas. Pro Juventud utiliza técnicas de desprogramación mental, a petición de las familias, con aquellos que dejan de ser miembros de la prelatura. Esto ha sido negado categóricamente por el Opus Dei en reiteradas ocasiones, puesto que ello supondría reconocer que sus miembros son programados, cuando la relación que se mantiene con la prelatura es, afirman, "libre y flexible".

"El caso de la participación de obispos en estos problemas que surgen entre padres e hijos es, según diversos testimonios, bastante habitual. Los prelados intentan la conciliación, ya que la prelatura forma parte de la Iglesia católica. En este sentido, la familia de un miembro del Opus -que había entrado en contacto con la Obra a los 14 años- se dirigió cuando éste ya era mayor de edad a la autoridad eclesiástica de su diócesis, el arzobispo Elías Yanes (Zaragoza), y al presidente de la Conferencia Episcopal española, cardenal Angel Suquía. La familia estaba preocupada por que su hijo utilizaba cilicios."

Carta de Suquía

En la respuesta del presidente del episcopado, fechada el 19 de septiembre de este año, se decía: "Poco o nada puedo hacer sobre el asunto", y recomendaba reflexión y el diálogo familiar. La carta de Elías Yanes, de abril de 1988, era más explícita. El arzobispo reconocía que las afirmaciones del padre coincidían con otras ya recibidas y afirmaba que había tratado el problema con la Obra. La oficina de información del Opus Dei en Barcelona difundió ayer una nota en la que anuncia que se reserva "el ejercicio de acciones legales ante algunas informaciones que afirmaban que el obispado de Barcelona investigaba los centros de formación del Opus".

Testimonio de Blanca Ortiz de las Heras extraído del libro Escrivá de Balaguer. ¿Mito o santo?, pág. 72. Se titula "El proselitismo era feroz"

"Yo he pertenecido al Opus veinte años. Fundamentalmente siempre en obras corporativas, y me dediqué a las llamadas Escuelas Hogar. Mi trabajo consistía en tratar a las chicas de la más alta sociedad. En estas Escuelas Hogar se impartían clases de cocina, plancha, economía doméstica, etc., temas muy familiares. Posteriormente se dieron clases de Literatura e Historia, pero fundamental mente se trataba de hacer proselitismo con las chicas de las familias más importantes de la ciudad donde se establecían. Recuerdo que una vez me dijo un sacerdote de la Obra: "A ver, saca las fichas de esas quinientas familias importantes que tenemos."

"Yo conocí al Opus a través de una compañera de la facultad que me llevó a unos ejercicios espirituales. La numeraria que dirigía los ejercicios habló largo tiempo conmigo y me preguntó sobre el enfoque que quería dar a mi vida; y a raíz de esto me llamaban con mucha frecuencia por teléfono y me dijeron que asistiera a unos círculos semanales en una casa de la Obra. Yo conocí la Obra en invierno y pedí la admisión en mayo. No me sentí especialmente presionada, sí seguida muy de cerca. Yo tenía unos ideales religiosos y aquello me pareció una espiritualidad nueva y me admiró la aparente naturalidad, el no vestir hábito, etc. Me atrajeron una serie de cosas que luego no fueron las que yo creí en un principio, porque en realidad ni éramos "cristianos corrientes" ni existía la llamada "secularidad". El ambiente era opresivo y las normas y costumbres había que cumplirlas a rajatabla.

"Mi carta de dimisión fue brevísima porque yo sólo quería manifestar que en esos veinte años mi espíritu había evolucionado completamente, que al principio me pareció que la Obra me iba a llevar a Dios y me estaba dando cuenta de que no era así. Y por eso me fui.

"Una cosa que me escandalizaba mucho era el proselitismo feroz que se hace con la gente joven, donde se destrozan muchas vidas, forzándolas a optar por un camino que como seres adultos nunca hubieran elegido.

"Se buscaban las personas más influyentes. Me contaron una vez que el P. Escrivá se enteró de que iba por una de las casas de la Obra una sobrina de la reina Fabiola y dijo: "Usad todos los medios para que esa chica pida la admisión." O sea que el que una persona tuviera vocación dependía de su posición social. Una vez más se carecía de espíritu evangélico. Los medios que se utilizaban para captar a la gente eran: cursos de retiro, círculos semanales, convivencias internas, la novena de la Inmaculada y, sobre todo, la relación personal. Curiosamente, a mí me hicieron una corrección diciéndome: "Tú haces apostolado pero no llegas al proselitismo." Cada una de las numerarias teníamos asignado un grupo de chicas que teníamos que tratar; teníamos que rendir cuenta después en unas reuniones con un sacerdote que dirigía este trabajo. Cada una íbamos con nuestra lista de personas diciendo: "Yo a ésta la he llamado y he salido tres veces con ella." A veces nos regañaban porque no había sido suficiente. Hubo un sacerdote que intentó lo de chicas de primera y segunda división. Las de primera eran las que estaban más cercanas y ya se les había hablado de la Obra y tenían vocación. La vocación, decíamos, no es sentir ningún síntoma, basta sólo servir para desempeñar esta misión, después es producto de la gracia de Dios y de tu generosidad. Entonces les mostrábamos lo felices que éramos y la capacidad que tenía la Obra de transformar el mundo.

"El ser cristianos corrientes con un trabajo profesional que les gustara hacer, que luego, normalmente, se convertía en sacar bolsas de ropa sucia y trabajos del hogar en residencias masculinas, vamos, vulgares criadas de los adictos a la Obra.

"La que se decidía escribía una carta al P. Escrivá pidiendo la admisión, y una vez escrita la carta se incorporaba a la vida de la Obra en un curso de formación. La formación que se recibía era raquítica y pobre. Un sacerdote daba clases con un "Catecismo" extractado de las "Constituciones de la Obra", sin ninguna entidad. Siempre lo estaban corrigiendo porque cambiaban las "Constituciones" al no tener una idea clara de la entidad jurídica del Opus Dei, que cambió muchas veces en cosas fundamentales; por ejemplo, una vez interesaban los votos y otras veces no. Estos ejemplares con los que estudiábamos eran misteriosos, lo' guardaba la directora todas las noches después de verificar que se guardaba el mismo número de ellos que se había dado por la mañana. Siempre observé que había un gran miedo a que cualquier documento de la Obra cayera en manos de personas ajenas.

"A instancias del P. Escrivá nos obligaban a ser muy minuciosas en este trabajo fundamentalmente doméstico. Me acuerdo que una vez avisaron que el Padre venía de Roma para algo muy importante ¡Qué nervios! Nos reunieron a todas las directoras de España en la Pililla y entró el P. Escrivá, y cuál no sería mi asombro cuando lo que venía a decirnos era que en las casas de la sección masculina no se comía bien, que había que poner más riqueza en las comidas, que había gente mayor en la Obra que no podía comer como muchachos; por lo tanto, la carne había que servirla con guarniciones diferentes. Ahí acabó todo lo que nos tenía que decir, ni siquiera una oración en común. Salió por la puerta y cada directora en avión a su casa a cumplir órdenes.

"Todos los pertenecientes a la Obra sabíamos que ésta era una finalidad en sí misma. Nunca oí hablar en términos universales de la Iglesia ni de servicio a los pobres ni de los problemas de la humanidad. La Obra, al ser perfecta, no tenía necesidad de mejorar en nada ni se tenía que reformar jamás. Aquí estaba todo atado y bien atado.

"El trabajo en las residencias de estudiantes o en la sección masculina era agotador. Habría que hacer un homenaje a las numerarias y sirvientas de la Obra que se han dedicado a estos menesteres, porque eso es una pura aniquilación, con un desprecio total por parte de los numerarios, que nunca valoraron ese trabajo. A mí me solían decir: "La comida mal, el aperitivo mal, la ropa mal, en fin, todo mal." Supongo que los tiempos habrán cambiado algo y no tratarán así a las numerarias, aunque yo pienso que siguen viviendo como duques.

"Por parte de las superioras había un fanatismo hacia la figura del fundador que rayaba en la idolatría y el ridículo. Estando una vez en Roma comentaron delante de mí en el planchero que se guardaban los algodones que se usaban para ponerle las inyecciones por si algún día podían ser reliquia. Ya se estaba viviendo su beatificación.

"El periodista Emilio Romero comentó un día que el P. Escrivá le parecía un cura de pueblo. Pues bien, presenciando un programa de TV en que salió Romero y a mí me gustó y así lo comenté, la directora se puso a llorar diciéndome cómo era posible que me gustara un señor que había hablado mal del Padre.

"Yo creo que la pobreza que se vivía en la Obra era mentirosa y engañosa. Un aristócrata español me decía con mucha gracia: "Me gusta mucho el Opus Dei, porque se bebe el whisky con espíritu de agua." Y creo que estaba muy bien explicado porque esa pobreza de espíritu adaptada a la categoría humana de la Obra ni era pobreza ni era nada. No dudo de que habrán personas que querrán vivir la virtud de la pobreza, pero hay otras que visten de modisto y llevan unos trajes carísimos porque así representan mejor al Opus, que no han dado golpe en su vida, que abusan del trabajo de los demás y, desde luego, no han sentido nunca la carencia de muchas cosas que tienen los verdaderos pobres.

"Cuando el P. Escrivá venía a España el derroche era increíble, porque cuando se trataba de él no se miraba el dinero para nada, "porque Padre sólo hay uno", se decía. Conozco a una persona que estuvo a punto de marcharse de la Obra porque en uno de esos viajes la habían tenido durante tres días buscando una merluza de pincho para su comida. Una vez el P. Escrivá dijo: "Si fuerais listas y pillas me daríais vino de marca en una jarra de agua, para que yo no lo note." Para mandarle a Roma he comprado las cosas más caras de Madrid, frutas fuera de época, almendras dulces que sólo había en un sitio determinado (por cierto, un día fui a comprar unos caramelos y me dijo: "Yo a usted la conozco, me compraba grandes cantidades de aquello tan carísimo"). Todo esto se enviaba a Roma para que el P. Escrivá lo diera en las tertulias.

"Otra vez hicieron su primera comunión los sobrinos del P. Escrivá en Molino Viejo. Aquello se convirtió en una floristería, tales eran los centros de flores que allí había, y que además no se traían de Segovia, que estaba al lado, sino de Burguiñón, que era la tienda más cara de Madrid. Y en la despensa se hicieron toda clase de pequeños dulces para que los sobrinos pudieran tomar todo aquello que les apeteciera.

"A mí me salvó el poder hablar con otras personas (lo que estaba terminantemente prohibido) y el contrastar pareceres. Yo veía que esa pobreza no era cristiana y me angustiaba mucho; yo soy de clase media y, desde luego, nunca había vivido a ese nivel.

"Yo no he convivido con el P. Escrivá, le vi bastantes veces y he oído las cosas que decía, pero he visto el reflejo de su forma de ser en la Obra. Me llamó siempre la atención su falta de humildad, me pareció siempre una persona dura, fría, distante y con una exigencia dictatorial. Un cristiano muy jansenista, como antes de Trento, sin ninguna ternura. Y como mujer me repelía.

"Tengo la certeza de que no era un santo, si por santidad se entiende una identificación con el Evangelio de Jesús. No lo es, no lo es, aunque se le beatifique. Ni lo que ha dicho, ni lo que ha hecho, ni lo que ha hecho vivir son motivos de ejemplo a otros cristianos y siento muchísimo que la Iglesia lo beatifique porque está perdiendo mucha credibilidad. Siempre pensé que si a este hombre lo beatificaran yo me iría de la Iglesia, pero no me voy a ir por nada porque creo que la Iglesia es de los pobres y de los que sufren y de los que conservan la fe en Cristo. Pero la Iglesia va a perder mucha credibilidad y puede ser un escándalo -ya lo es-, y esto recordando las palabras del Evangelio que dicen: "Si escandalizáis a uno de estos pequeños..."

"Las personas que se van del Opus normalmente no hablan porque se le tiene mucho miedo. Porque aparte de que te dejan en la calle te pueden calumniar y quitar la honra y la fama. Porque así lo han hecho varias veces."

Arriba

Anterior - Siguiente

Volver a Libros silenciados

Ir a la página principal

Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?