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Lunes, 14 de Abril de 2025


Cuando alguien decide salirse, se le borra.- Mario Fittipaldi

Queridos amigos de OpusLibros,

Les envío a continuación una reflexión que he escrito a propósito de la figura de Raffaele Cortesini, ex numerario del Opus Dei, cuyo nombre ha reaparecido recientemente en ciertos círculos italianos ligados a la Obra, tras décadas de absoluto silencio.

Lo que más me indigna —y a la vez me duele— es la enorme hipocresía con la que hoy se pretende “rehabilitar” públicamente a alguien que, durante más de 25 años, fue completamente invisibilizado, excluido y olvidado. Se le elogia ahora como “gran profesional”, se recuerda su papel en los comienzos del Campus Biomédico, se rescata su nombre en redes sociales con frases de tono casi hagiográfico. Pero durante todos los años en los que vivió y trabajó en Estados Unidos —tras dejar la Obra, supuestamente por haber encontrado una mujer— fue considerado una especie de traidor, del que no se debía hablar. Su nombre, sencillamente, desapareció.

Y ahora que ha muerto, cuando ya no puede hablar, ni matizar, ni defenderse, vuelve a ser útil. Se le redescubre. Se le convierte, de pronto, en “referente” para los jóvenes. Es difícil encontrar algo más cínico. Lo que se está haciendo es sencillamente sórdido: usar su memoria cuando ya no molesta, cuando ya no representa un problema para la narrativa interna de una institución que, por décadas, negó incluso su existencia.

Es este tipo de comportamientos lo que demuestra, una vez más, que en muchos sectores del Opus Dei lo que importa no es la verdad, ni la justicia, ni siquiera el respeto humano. Importa la imagen, la conveniencia, el relato oficial. Mientras alguien sirve al sistema, se le exalta; cuando decide salirse, se le borra; y si algún día puede volver a servir, se le recicla.

He escrito esta carta como un testimonio personal, pero también como una denuncia de esta lógica tan dolorosamente conocida para muchos de nosotros. Gracias, una vez más, por seguir siendo un espacio libre donde la verdad todavía tiene cabida.

Con aprecio,

Mario Fittipaldi





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