HIJOS EN EL OPUS DEI
Javier Ropero
16. JACULATORIAS Y
CHARLA SEMANAL
Y orando no seáis habladores, como los gentiles,
que piensan ser escuchados por su mucho hablar. (Mateo 6,
7.)
Ambos son mecanismos que permiten al director limpiar la
mente del joven de sus contenidos mentales para implantar
en ella el nuevo ideario opusdeísta. Analicemos cada
uno de los mecanismos por separado.
Una jaculatoria o "mantra" es una palabra o grupo
de palabras que una persona repite mentalmente de manera constante,
cadenciosa y periódica. Su efecto sobre la mente humana
se basa en que, en cada repetición, se interrumpe el
flujo de pensamientos de forma que al cabo de un breve lapso
(unos diez minutos aproximadamente) se experimenta un estado
de silencio y de inmaculada paz mental.
Es decir, en cada pronunciación mental del "mantra"
se secciona el flujo de pensamientos de manera que éstos
poco a poco van desapareciendo. Invito al lector a que compruebe
personalmente este fenómeno:
Para ello, siéntese cómodamente con los ojos
cerrados, relájese y repita con cierta periodicidad
y constantemente una palabra o frase breve como "Omnia
in bonum". Entre repetición y repetición
deje libre su pensamiento. Piense lo que quiera. Simplemente
trate de centrar relajadamente su atención en el "mantra".
Continue así durante diez o quince minutos.
Observará que se irán eliminando gradualmente
sus tensiones físicas (tensiones musculares, dolores
de cabeza, etc); que los pensamientos y preocupaciones se
irán disolviendo y llegará a un estado de indescriptible
silencio mental.
Cuando hayan transcurrido los diez o quince minutos, deje
de pronunciar el "mantra" y permanezca sentado tranquilamente
y con los ojos cerrados otros tres o cuatro minutos. Esto
es para dar tiempo al organismo para que pase de un estado
de máxima relajación al estado de actividad
normal. Tras la práctica de este ejercicio el lector
podrá comprobar que su mente se muestra mucho más
receptiva, ya que habrá eliminado un ruido mental de
fondo que obstaculizaba la asimilación de nuevos conceptos
e ideas.
En este sentido la repetición de "mantras"
puede ser altamente saludable y positiva, como apunta el doctor
Herbert Benson:
Otra de las acciones de la relajación (técnica
antes expuesta utilizando los "mantras") consiste
en la rotura de algunos circuitos cerrados que se forman
en el tendido eléctrico del cerebro. La concentración
del pensamiento en una palabra, sonido, plegaria o ejercicio
rompe la cadena de las preocupaciones cotidianas. (Herbert
Benson y Wuhan Proctor: "La relajación, una
terapia imprescindible para mejorar su salud". Grijalbo,
pág. 150.)
Esta técnica, que puede constituirse como un instrumento
favorecedor del desarrollo personal, es, sin embargo, utilizada
por diversas sectas para vaciar la mente del neófito
e implantar en ella una nueva programación. Así,
la norma doctrinal de la secta Hare Krisna obliga al adepto
a cantar un mínimo de 1.728 veces diarias el "mantra":
"Hare krsna, Hare krsna, Krsna, krsna, Mare, Hare /
Hare Rama, Hare Rama, Rama, Rama, Mare, Hare" (Pepe
Rodríguez, "Las sectas hoy, aquí",
Editorial Tibidabo, pág. 106).
De igual forma todo socio numerario del Opus Dei ha de cumplir
la norma de repetir diariamente varios cientos o miles de
veces las jaculatorias aprendidas (que son oraciones cortas
o "mantras" según la otra terminología)
siguiendo el ejemplo de Escrivá de Balaguer:
Primero una jaculatoria y luego otra y otra... hasta que
parece insuficiente ese fervor, porque las palabras resultan
pobres...: y se deja paso a la intimidad divina en un mirar
a Dios sin descanso y sin cansancio. (Josemaría Escrivá
de Balaguer: "Amigos de Dios. Homilías",
Editorial Rialp, punto 296.)
Si el lector ha practicado la técnica de repetición
de "mantras" explicada con anterioridad estará
en condiciones de comprender que es muy fácil confundir
el estado de quietud mental que se consigue mediante ella
con un beatífico estado de unión con la divinidad.
Este estado de profunda calma, rayano al misticismo, era logrado
por el poeta inglés lord Tennyson mediante la simple
repetición de su propio nombre como mantra:
Una especie de trance en estado de vigilia -a falta de
una palabra mejor- que tenía frecuentemente desde
la adolescencia cuando me hallaba solo. Me venía
al repetir mi propio nombre en silencio hasta que de pronto,
como si surgiera de la intensidad de la conciencia de la
individualidad, la individualidad misma parecía disolverse
y desaparecer en el ser ilimitado; y no es un estado confuso
sino el más claro, el más seguro de los seguros,
totalmente más allá de las palabras..., en
donde la muerte era casi una imposibilidad risible y la
pérdida de la personalidad (por así decirlo)
no parecía una extinción, sino la única
vida verdadera. Me avergüenzo de mi débil descripción.
¿No he dicho que es totalmente imposible describirlo
con palabras? (Citado por William James en "The Varieties
of Religious Experience, New American Library, Nueva York
1958, pág. 295n.)
Por imposible que fuera describirlo con palabras, Tennyson
no se arredra al tratar de explicar nuevamente ese estado,
pero en esta ocasión en un poema:
En más de una ocasión, cuando me hallaba
sentado a solas,
Revolviendo en mi interior
La palabra que es símbolo de mí mismo,
Se perdía en el límite mortal de mi Ser,
Y más allá de lo innombrable, como una nube
Que se funde en el Cielo. Tocaba mis miembros
Y eran extraños, no míos.
Y sin embargo ni una sombra de duda,
Sino profunda claridad había, y con la pérdida
del Ser
La ganancia de tanta vida como la que armonizaba con nosotros
Era el brillo del Sol, indemostrable en palabras,
No siendo éstas sino sombras de un mundo de sombra.
A la luz de los anteriores ejemplos y consideraciones volvamos
a leer la última cita del fundador de la Obra: tras
repetir una gran cantidad de jaculatorias ..."se deja
paso a la intimidad divina en un mirar a Dios sin descanso
y sin cansancio". En este caso el fundador de la Obra
confunde un estado neurofisiológico con el de una unión
mística. Esta falta de comprensión acerca de
las fronteras entre lo neurofisiológico y lo religioso
se observa también en otras culturas y religiones.
Así, en el budismo mahrajana "se enseñaba
a recitar el sagrado nombre en un estado de absoluta concentración
mil, diez mil veces al día, lo que podía hacerse
con la mente y los labios o sólo con la mente y que,
fuese mucha o poca la atención que había que
prestar a los asuntos de cada día, facilitaría
la consecución de una condición de santidad
mucho más allá del pensamiento conceptual. Liberada
de las paralizantes distinciones entre el pensador y el pensar,
entre el pensar y el objeto del pensamiento, la consciencia
se amplificaría enormemente y llegaría a alcanzar
la vastedad y sublimidad de la Fuente Última, del Amitabha
reconocido como Mente Pura, como el Tao, el nirvana. (John
Blofeld: "Mantras. Sagradas palabras de poder",
Editorial Edaf, pág. 43.)
Cuando el joven adepto ha saboreado tras un "via crucis"
o una romería (consta de ciento cincuenta avemarías,
con sus correspondientes letanías) este estado beatífico
de paz interior, es difícil convencerle del origen
puramente fisiológico de este sentimiento, sentimiento
que le hace pensar que el Opus Dei goza del beneplácito
del propio Dios.
Como dijimos, el vaciado de contenidos mentales conseguido
tras la repetición de una palabra u oración
puede ser muy útil para implantar un nuevo ideario
en el cerebro del futuro neófito. Con esta limpieza
mental preliminar conseguimos que las posibles reticencias
del muchacho ante las invitaciones del director hayan quedado
eliminadas. Todo esto se materializa en la Obra a través
de la realización de una romería con el candidato
a socio del Opus Dei. Tras el rezo de las ciento cincuenta
avemarías con sus letanías, es habitual que
se invite al muchacho a un curso de retiro espiritual o se
le hable de una entrega más comprometida a la institución.
Ante estas invitaciones, la mente del joven no presentará
la menor reticencia.
Cuando el adolescente ya se ha convertido en numerario y,
a instancias de sus programadores, haya de abandonar el hogar
de sus padres, se encontrará con que la repetición
de jaculatorias le será extremadamente útil.
Mientras sus padres tratan de evitar que su hijo se vaya
mediante infinidad de argumentos, éste se dedicará
a repetir interiormente las jaculatorias aprendidas. Un ejemplo
de algunas de ellas es:
"Omnia in bonun"; "No desprecies, Señor,
un corazón contrito y humillado";"Si consistant
adversun me castra, non timebit cor meum; si exsurgat adversum
me proelium, in hoc ego esperabo"; "Corazón
en la cruz corazón en la cruz"; "Jesús,
hijo de David, ten compasión de mí",
etc.
De esta forma el neófito se refugia en su mundo interior
sin ser capaz de reflexionar sobre lo que sus padres le argumentan,
ya que el pensar en las jaculatorias se lo impide:
Quienes hayan intentado mantener una discusión -no
un monólogo a dúo- coherente con algún
sectario, sabrán perfectamente a lo que me estoy
refiriendo. Los clichés impiden toda comunicación
efectiva con el exterior. El hecho de estar continuamente
meditando o recitando mantras o letanías es otra
forma eficaz de aislamiento. (Pepe Rodríguez: "Las
sectas hoy y aquí", Editorial Tibidabo, pág.
30.)
En definitiva, en este epígrafe hemos podido constatar
de nuevo cómo un instrumento inocuo y en ocasiones
altamente positivo, como es la repetición de mantras,
puede ser usado por una institución de gran avidez
proselitista para captar y adoctrinar a sus adeptos.
Como mencionamos al principio de este apartado, existe otra
técnica que facilita el vaciado de la mente del neófito.
Es la llamada charla semanal.
La charla semanal es una norma de obligatorio cumplimiento
para cualquier socio de la Obra y una costumbre recomendada
a los candidatos a pertenecer a la institución. Consiste
en que semanalmente el joven ha de dar cuenta a su programador
de todo lo que ha hecho, sentido y pensado. Ha de ser, como
recomendaba el fundador, "salvajemente sincera".
Esta norma tiene la finalidad de servir como una válvula
de escape a las tensiones, dudas e incertidumbres del muchacho.
Es de sobra conocido por los psicólogos y psiquiatras
que los problemas del individuo, una vez han sido relatados
a alguien, pierden importancia e incluso desaparecen. Si,
por ejemplo, un socio del Opus Dei alberga la más mínima
crítica contra la institución es obligación
suya, porque está ligado a su superior por un compromiso
de obediencia, el darle cuenta de esos pensamientos. Generalmente
el superior se limita a escuchar, pues sabe que el explayarse
del joven representa una catarsis liberadora para él
mismo. Cuando el muchacho ha concluido su perorata, termina
razonando que "no valía la pena haberse comido
el coco por tan poca cosa". De esta manera tan sencilla
quedan disueltas muchas tentativas de los socios para salirse
de la institución. Así, abriendo semanalmente
la válvula de escape de una caldera que puede estar
a punto de estallar, se consigue que el neófito vuelva
al "buen camino".
Sin embargo, hay una idea que aparece obsesivamente en aquellas
personas sujetas a la esclavitud de contar semanalmente todos
sus aconteceres a su jefe o superior. Y es la de que ya no
están obrando el bien por altruismo o amor cristiano,
sino por el degradante motivo de que han de dar puntual cuenta
a su director de todo lo que hayan hecho durante la semana.
Este rendir cuentas al superior llega en los socios numerarios
a extremos de auténtico servilismo: diariamente cada
numerario ha de anotar en una pequeña hoja cuadriculada,
parecida a la de una quiniela, las puntuaciones que piensa
que ha merecido en el cumplimiento de las más de quince
normas de piedad reglamentarias (oración, santa misa,
santa comunión, visita al Santísimo, santo rosario,
lectura del Evangelio, lectura espiritual, ángelus
o regina coeli, preces, examen general, confesión semanal,
mortificación personal, charla con el superior, círculo
breve, movimiento económico, correcciones fraternas,
etc.).
También ha de apuntar en otra cuartilla los gastos
económicos que haya realizado ese día, por nimios
que sean. Cuando el adepto tiene ya algo de rodaje se le insta
a que entregue ambos papeles al director del centro.
No termina aquí el proceso de alienación del
joven. Toda la correspondencia a él dirigida será
previamente abierta y leída por sus superiores.
A mí, desde el principio -recuerda Fisac-, el control
de la correspondencia me molestaba mucho; más que
un acto de humildad me parecía una humillación,
y sobre todo cuando me enteré de que estaba expresamente
prohibido por el Código de Derecho Canónico.
En varias ocasiones, y de una forma expresa, abrí
y cerré cartas mías o dirigidas a mi delante
del Padre, sin entregárselas, y recibí la
amonestación correspondiente. (Alberto Moncada: Historia
oral del Opus Dei, 1987, Plaza & Janés, pág.
147.)
Todos los datos recogidos por los directores a través
de los anteriores medios servirán para elaborar un
informe sobre las interioridades del neófito que se
enviará a la delegación regional del Opus. En
este sentido la revista española Marie Claire recogía
el patético testimonio
de A. L. M. M., ex numeraria del Opus Dei:
Además de semejante manipulación de los secretos
más íntimos de una persona, la directora envía,
todas las semanas, un informe de su dirigida a la delegación.
Basándose en lo que le han contado, la directora
escribe a máquina, para que lo lea una que seguramente
no te conoce de nada, qué tal va tu vida interior,
las cosas que haces mal, las confidencias que le has hecho...
Eso lo descubrí al pasar a la habitación de
la directora a coger algo. Ella no estaba y, como el papel
a medio escribir sobresalía de la máquina,
no fui capaz de vencer la tentación de leer lo que
allí ponía. (Marie Claire, número 2,
pág. 62.)
Este sentimiento de ser manipulado como un títere
en manos de un titiritero se atenúa cuando el joven
se convierte en director y tiene la posibilidad de ser él
quien dirija a otros muchachos. Aun así éste
habrá de rendir cuentas a otra persona inmediatamente
superior y así sucesivamente, de manera que se establece
un canal de confidencia desde la base de la pirámide
jerárquica de la institución hasta la cúspide,
representada por el presidente general de la Obra. Cada eslabón
de la pirámide ha de rendir cuenta de su vida al eslabón
superior y así hasta el final.
Quiero hacer notar que la mayoría de los miembros
de la institución no se percatan claramente del hecho
de que están manipulando a sus subordinados. Como ellos
mismos permiten que un superior les diga lo que tienen que
hacer, entonces ven de lo más natural el violentar
la intrínseca libertad de los a ellos encomendados.
Parafraseando un versículo del Evangelio, "mediréis
con la misma medida con que os dejéis medir".
Si una persona permite que violen su propia intimidad, en
esa misma medida tenderá a violar la intimidad ajena.
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