Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Ligero de equipaje
Ligero de equipaje
Autor: Carlos G. Vallés
Índice
Lonaula
Bombas
Cambiar o no cambiar
Amar o no amar
La flor de loto y el lago
El cerebro programado
Sufrir para acabar de sufrir
Inocente e intachable
¿Buena suerte? ¿Mala suerte?
El Dios de la negación
El yo y el no-yo
Garabatos
El espíritu de "Sádhana"
El terapeuta
El director espiritual
El escritor
El lector
La puesta en escena
Ligeros de equipaje...
 
MENÚ DE LA WEB
Inicio
Quiénes somos
Correspondencia
Libros silenciados

Documentos internos del Opus Dei

Tus escritos
Recursos para seguir adelante
La trampa de la vocación
Recortes de prensa
Sobre esta web (FAQs)
Contacta con nosotros si...
Homenaje
Links

LIGERO DE EQUIPAJE
Tony de Mello, un profeta para nuestro tiempo

Carlos G. Vallés S.J.

EL TERAPEUTA

Tony tenía el don de sanar. Sanar a las almas. Su compasión le hacía sentir al instante la presencia del dolor en el corazón del hombre; su infalible ojo clínico le llevaba a diagnosticar certeramente la raíz del mal; y su profesionalidad carismática le permitía aliviar con todos los medios a su alcance el sufrimiento de la persona que tenía ante sí. Sabía escuchar, sabía observar, sabía aguardar el momento oportuno para el gesto decidido que alejaba el dolor. Era un gran cirujano de almas. Yo le vi actuar innumerables veces como terapeuta, y quiero dar aquí al menos un destello de ese aspecto de su vida que no todos conocen y que brillaba a través de toda su personalidad, que a su vez se reflejaba íntegra en ese trabajo excepcional.

Conocía y apreciaba todos los métodos, y en especial el "dirigir-sin-dirigir" de Carl Rogers, aunque le resultaba un procedimiento demasiado lento para su temple activo. Describía su crítica del método de Rogers con la historia del paciente y el psicoterapeuta rogeriano. El paciente: "Tengo una depresión." El terapeuta: "De modo que tiene usted una depresión." -"De hecho estoy pensando en suicidarme." -"Creo oírle decir que está usted pensando en suicidarse." -"Sí, en efecto, estoy pensando en tirarme ahora mismo por esa ventana." -"Si le entiendo bien, dice usted que está pensando en tirarse desde esa ventana." El paciente va a la ventana y se tira. "¡Plaf!" El terapeuta se asoma a la ventana y repite, "¡Plaf! " Acaba la entrevista.

Tony empleaba en la práctica la terapia "Gestalt", aunque no hace falta decir que era su propia marca de "Gestalt". Derecho al asunto. ¿Qué problema tienes? Entendido. Ahora dime cómo te sientes. ¿A gusto? ¿A disgusto? ¿Confuso? Sigue con la confusión. No te apartes de ella. Déjame adivinar. Estás enfadadó contigo mismo, porque has sido demasiado lento en reaccionar mientras los demás eran rápidos, y has quedado en ridículo. ¿Va por ahí? A ver. Repite eso tú mismo. Con más fuerza. ¿Encaja? Veo que sí. Ahora vamos al diálogo. Pon a tu Yo "lento" delante de ti como si estuviera sentado en esa silla, y que tu Yo "enfadado" le hable desde donde tú estás. Así. Dile todo lo que se te ocurra, y en el tono más fuerte que puedas. No te pares en barras. Bien. ¿Satisfecho? Ahora deja que tu Yo "lento" conteste, es decir, habla tú mismo desde el punto de vista y desde la silla donde está sentado el Yo "lento". También él tiene derecho a hablar, y también él eres tú. Ese es el diálogo. ¿Entendido? Escucha con cuidado lo que dices tú mismo. Ahora vuelve a ser tu Yo "enfadado" y vuelve a quejarte. Y vuelve a contestar. ¿Vale ya? ¿Nada más que reprochar o que contestar? Bien. ¿Cómo te sientes ahora? Has caído en la cuenta de que tu Yo "lento" tiene también una buena defensa, y tiene pleno derecho a ser lento cuando le da la gana de ser lento, ¿no es eso? Veo que estás ya más calmado y en paz. Sigue sintiéndote a gusto y ahonda en tu propio sentimiento. ¿Alguien más quiere salir con otro problema?

Me dices que te encuentras violento con fulano en el grupo. No me lo digas a mí, díselo a él. Aquí no se murmura. No hablamos "de" los demás sino "a" los demás. Dile a él a la cara: lo que a mí me desagrada en ti es... Dale toda la lista, artículo por artículo. Y observa tus propios sentimientos según hablas. ¿Qué sientes? ¿Miedo? ¿Aprensión? ¿Timidez? ¿Satisfacción? ¿Sientes dificultad en decir lo que estás diciendo? ¿Caes en la cuenta de que, al expresar en voz alta alguna de tus quejas, suenan del todo vacías aun en tus propio oídos? Ahora déjale a esa otra persona que exprese también lo que ha sentido al oírte a ti hablarle así. Nada de discutir, nada de dar explicaciones, nada de defenderos y nada de atacar. Contentaos con expresar claramente el uno al otro lo que sentís.

Si dices: "Estás equivocado", te has metido en una discusión; mientras que si dices: "Me duele oírte hablar así", has abierto una puerta. Decid todo lo que queráis, pero siempre a nivel de "hígado". Es la manera de entenderse.

Si algún miembro del grupo quería resolver alguna situación semejante de tensión personal, pero la persona con quien sentía o había sentido la tensión no estaba en el grupo, o era algún personaje de su vida pasada, incluso muerto ya quizá para entonces, siempre quedaba el remedio de atacar el problema desde la perspectiva de la fantasía. Tony defendía que la fantasía es uno de los instrumentos más eficaces de la terapia, y lo usaba con un efecto impresionante. Una de las Hermanas del grupo arrastraba el dolor de haber sido poco considerada y cariñosa en su infancia con su propia madre, a quien había hecho sufrir mucho; la dejó después para hacerse religiosa, aunque sabía perfectamente que la necesitaban en casa, y pocos años después vino a la India de misionera; y cuando su madre murió en su país de origen, ella no pudo estar a su lado en el lecho de muerte. Todo ello le había dejado una herida interior que no había cicatrizado nunca, y parecía no tener remedio una vez que su madre ya no vivía. Tony se crecía al enfrentarse con el dolor íntimo, y trató a aquella santa y dolorida mujer con mano de enfermera.

Imagínate a tu madre aquí, ahora, enfrente de ti, viva y sana como tú la conociste, que está sentada en esa silla mirándote a ti. Háblale y dile lo mucho que sientes el haberle fallado, el no haber hecho caso de sus sentimientos, el haberte perdido su última bendición desde el lecho de muerte. Hazlo despacio, poco a poco, diciéndolo todo, sintiéndolo todo. Ella te mira y te escucha. Y ahora, cuando ya le has dicho todo lo que querías decirle, cambia con ella de papel, ponte en su lugar, siéntate en su silla, y contesta en nombre de tu madre lo que ella te contestaría después de haber oído todo lo que tú le acabas de decir. (Era emocionante ver cómo la misma mujer que se había culpado a sí misma por haber sido arisca y despreocupada con su madre, al hablar ahora de parte de su madre decía tiernamente: "No te preocupes, hija mía; sé y entiendo todo lo que me dices, y lo sabía y entendía ya entonces. Tú ibas en pos de tus ideales en el servicio del Señor, y yo también había ofrecido mi sacrificio desde entonces por él... y por ti. Mi único deseo es y ha sido siempre que tú seas feliz. No llores más por mi causa, hija mía.")

Las lágrimas sí que corrían ahora por más de un rostro, una vieja herida se cerraba por fin. Momentos profundamente cicatrizantes, experiencias sacramentalmente curativas, no sólo para la persona que había vivido con la larga herida, sino para todos nosotros, que, en unidad de sentimientos, entrábamos de lleno en el proceso de dolor y reconciliación que es la vida misma. Así es como funcionaba Sádhana, a través de la terapia directa que recibía cada uno, a través de la identificación con la que recibían los demás, a través de la conversación y participación de experiencias y reacciones entre nosotros, y también a través de los descansos, interrupciones y vacaciones, tiempo en que las emociones recibidas se adentraban en nuestra conciencia para crear muy dentro de nosotros un nuevo pensar y un nuevo sentir sobre la vida.

Nueve meses son un largo período, oportunidad llena para crecer en silencio en la vivencia privilegiada de aquel campamento de entrenamiento para la vida.

Tony concedía una gran importancia a la fantasía para llegar al subconsciente, tocado y sanado con una eficacia que no poseen otros recursos psicológicos. Ya desde entonces comenzó a inventarse una serie de ejercicios de fantasía que nos proponía con regularidad en el grupo, y que siempre iban seguidos por nuestras reacciones concretas, expresión de sentimientos, intercambio de experiencias y aclaración de problemas que hubieran surgido durante el experimento. Esos ejercicios, claro que sin la continuación personalizada de la aplicación en vivo, se encuentran ahora en la parte titulada "Fantasía" del primer libro de Tony, "Sádhana un camino de oración". Transcribo aquí una muestra.

-"Se ha encargado a un escultor que haga una escultura tuya. La estatua está lista, y tú pasas por el taller del escultor para echarle un vistazo antes de que aparezca en público. El escultor te da la llave del lugar donde se encuentra la estatua. Puedes, de esta manera, contemplarla sin que nadie te moleste y examinada durante todo el tiempo que te apetezca. -Abres la puerta... El taller está oscuro... Allí, en medio, se levanta tu escultura, cubierta con una sábana... Te acercas hasta ella y retiras la sábana... -Te retiras unos pasos y la contemplas. ¿Cuál es tu primera impresión?.. ¿Te sientes satisfecho o descontento?.. Observa todos los detalles de tu estatua... Su tamaño... los materiales de que ha sido hecha... Da vueltas alrededor de ella... mírala desde diferentes ángulos... Obsérvala desde lejos, acércate y mira los detalles... Toca la estatua... observa si es suave o tosca..., fría o caliente al tacto... ¿Cuál es la parte de la estatua que más te gusta?.. ¿Cuál te desagrada?.. -Di algo a la estatua... ¿Qué te responde? ... ¿Qué le dices tú a continuación?..

Continúa hablando mientras la estatua o tú tengáis algo que decir... -Ahora conviértete en estatua... ¿Te apetece ser tu estatua?.. ¿Qué tipo de existencia llevas como estatua?.. -Imagina ahora que, mientras eres tu estatua, entra Jesús en el taller... ¿Qué ve en ti?.. ¿Qué sientes mientras él te mira?.. ¿Qué te dice?.. ¿Qué le respondes tú?.. Continúa el diálogo mientras Jesús o tú tengáis algo que decir... Después de un rato Jesús se marcha... Ahora, vuelve a tu ser y mira de nuevo a la estatua... ¿Se ha producido algún cambio en la estatua?.. ¿Ha cambiado algo en ti o en tus sentimientos? ... -Ahora despídete de la estatua..., un minuto, y después abre los ojos."

Por mucha importancia que Tony diera a la fantasía, daba mayor importancia todavía a los sueños como instrumento de acción terapéutica. No practicaba el psicoanálisis de Freud, sino el método "Gestalt" de volver a vivir el sueño y apropiarse su significado. El sueño es un mensaje que yo me envío a mí mismo, es decir, que el yo durmiente envía al yo despierto, y el mensaje es el de conocerse, descubrirse, recobrarse e integrarse en personalidad completa. A lo largo de mi vida he ido perdiendo partes de mi personalidad, debido a los condicionamientos que se me han impuesto o que yo mismo me he impuesto, restricciones, prohibiciones, presión, miedo. Jirones de mi ser han quedado perdidos por el camino de la vida, aspectos verdaderos y válidos de mi personalidad han sido rechazados por mí mismo, y yo mismo los he olvidado, pero ellos están ahí archivados todavía en mi subconsciente, y reviven en el reino de los sueños para recordarme su existencia y volver a pedir admisión en mi vida. En el sueño todos esos elementos de mi ser que yo he rechazado aparecen disfrazados de objetos y personas que no son otras que yo mismo, aunque yo a primera vista no lo reconozca. Cada imagen de mis sueños es una porción de mi ser perdida y enajenada, que he de volver a reconocer y admitir de lleno para volver a ser yo mismo en toda mi plenitud. La censura de la mente suprime durante el día emociones, reacciones, pensamientos, movimientos que así quedan condenados a no ver la luz del día; pero en la noche se vengan, y todo lo que ha sido suprimido durante el día aparece libremente en la libertad sin censura del reino de las sombras en la noche. Ese es el sueño. El yo que yo no dejo nacer. Al escuchar a mi sueño me escucho a mí mismo, y por eso he de aprender ahora a escuchar a mis propios sueños.

He de volver a vividos despierto, a identificarme con esas sombras, a ponerme en su puesto, a hablar por su boca en primera persona, a reconocer mi propia imagen en esos lienzos rotos de mi retrato, y así llegar a reconciliar al Angel y a la Bestia que llevo dentro de mí. Tony empezó por decirnos: "Al psiquiatra le dan lo que el psiquiatra quiere. Y yo ahora quiero sueños, así es que a vosotros os toca traerme sueños en abundancia cada día. Hacedlo así." Así lo hicimos. Al dormir, todos soñamos casi todo el rato, pero olvidamos los sueños que ocurren lejos del despertar. El método de cazar sueños -y muchos del grupo (iaunque no yo!) hicieron uso de él con generosidad digna de toda alabanza- consiste en poner el despertador para que suene varias veces durante la noche, tener preparados papel y lápiz debajo de la almohada, y así anotar el sueño recién salido del taller nocturno. Así llegaban los sueños al grupo, donde se les aplicaba un procedimiento fijo. Cuenta el sueño. "Soñaba que iba yo solo por una calle, y había una casa vieja con la puerta abierta, y una mano salió por detrás y me empujó para que entrara, y dentro había una escalera que, cuanto más subía yo, más bajaba, y miré arriba y la casa no tenía techo, y encima había una cara grande que me miraba y se echó a reír al verme, y yo me desperté." Vuelve a contar el sueño en tiempo presente y como si fuera realidad. "Voy andando solo por una calle y veo una casa vieja..." Ahora tú eres la calle; habla en su nombre. "Yo soy la calle. Soy una calle larga y desierta. No me gusta que la gente transite por aquí. Cuando alguien pasa, resuenan las pisadas y me molesta. No quiero que me pisen."

Ahora eres la casa. "Soy una casa vieja, pero noble. La gente que entiende sabe que mi fachada tiene estilo. Y tengo cimientos muy fuertes. Me sé las historias de todos los que han vivido en mí, y entiendo mucho de la vida de los hombres." Ahora eres la puerta abierta, la mano que te empuja, la escalera, la cara grande que se ríe, y... antes de eso y muy importante, tú eres también el techo que le falta a la casa; habla en su nombre. Ese hablar espontáneo y como al azar de boca de los personajes y objetos del sueño, va descubriendo los rincones ocultos y devolviendo a la memoria: vivencias olvidadas. Luego vienen las preguntas para que el sujeto mismo vaya sacando conclusiones que sólo él puede sacar. No se trata de "interpretar" el sueño, sino de "integrarlo" en la vida real y en el momento presente para enriquecer a la persona entera. ¿Qué te dice todo esto? ¿Qué has aprendido sobre ti mismo? ¿Se te ha hecho luz sobre algún aspecto olvidado de tu vida? ¿De qué tenías miedo? Pregunta importante (si el despertar había sido natural, no por despertador): ¿Qué significado tiene para ti el hecho de que te hayas despertado en ese momento y en esa escena precisa? Pregunta fundamental: ¿Qué es lo que estabas evitando? Esta última pregunta es la que abría la puerta a descubrimientos importantes de personalidad truncada, y llevaba a la integración y al desarrollo. Todos tuvimos ocasión de verificar en nosotros mismos y en nuestros compañeros la verdad del dicho de Freud: "Los sueños son el camino real para llegar al subconsciente."

Tony disfrutaba manejando sueños, pero el procedimiento era siempre el mismo, el interés fue decayendo poco a poco, y Tony, que era enemigo vital del aburrimiento, aportó nuevos recursos al programa, siempre rico en sorpresas, de las sesiones diarias.

El recurso que nunca fallaba, y era capaz de animar al grupo en cualquier día y cualquier circunstancia, eran los "ejercicios prácticos" que Tony sacaba de algún libro o se inventaba él mismo y nos hacía hacer con humor alegre que escondía una seriedad y profundidad con frecuencia insospechadas. "¡De pie todo el mundo, señoras y caballeros! Ahora, que cada uno de vosotros coloque, sin decir una palabra, su mano derecha sobre el hombro derecho de la persona del grupo que más le gusta. ¿Entendido? ¡Adelante! "¿Puede el lector comenzar a imaginarse el revuelo de sentimientos que esa orden armaba en el grupo? Nadie decía una palabra, pero se podían sentir latidos de sobresalto. Empezamos a movemos con cautela en el estrecho cuarto. ¿A quién escojo? ¿Sé yo mismo a quién quiero escoger? ¿Me atrevo a hacerlo? ¿Quién es? ¿Hombre o mujer? ¿Me tiro a algo seguro y fácil que no me comprometa? Lo fácil y seguro no resulta aquí. Aquí, lo que vale es comprometerse. Arriésgate. Mójate. Ya tengo la mano derecha sobre el hombro sobre el que quería estar. ¿Hay alguna otra mano sobre el mismo hombro? ¿Ninguna? Menos mal, ya noto una. Gracias a Dios. Ahora me atrevo a echar un vistazo a este racimo de hombres y mujeres de pie, callados, intensos, crucigrama humano de sinceridad y valor. Se acabó la prueba. No, apenas ha comenzado. "Ahora sentaos todos. Serenaos un poco y pasad revista en silencio a vuestros sentimientos. ¿Qué es lo que habéis sentido mientras seguía el juego? ¿Aprensión? ¿Timidez? ¿Enfado contra mí por meteros en este lío? ¿Inseguridad? ¿Envidia? ¿Resentimiento contra alguno? ¿O habéis pasado un buen rato disfrutando la broma? Venga, ¿quién quiere hablar primero?" Para entonces había ya media docena de manos levantadas, y los diálogos subsiguientes podían ocupar el resto del día.

¿Algo más recio? Sí. El mismo ejercicio, pero ahora, en vez de escoger a la persona que nos gustaba más, escoger... ¡a la que nos gustaba menos! Puede imaginarse el lector el torbellino de sentimientos que esto levantaba. Daban pie no a una, sino a varias sesiones después del jueguecito. Y todavía puedo contar uno peor. Aquel día las órdenes de Tony fueron: "Poneos todos de pie y, sin decir una palabra, formad una fila que empiece aquí, junto a la ventana, y acabe allí en la puerta. Que cada uno escoja el lugar que él o ella quiere ocupar en la fila, según el siguiente criterio:

¿Cuál es mi puesto, como persona, en el conjunto de este grupo? Es decir, si tú crees honradamente que vas en cabeza, ve y colócate delante; y si crees que tu puesto está más abajo, ponte hacia el final. Dejad que cada uno se mueva y se sitúe donde le parezca, y no digáis una palabra. No perdáis de vista vuestros sentimientos ni por un instante." No fue tarea fácil. Nos costó bastante llegar a una fila estable, después de cambiar y volver a cambiar de posición arriba y abajo, cada uno según su punto de vista, hasta que se llegó a una unanimidad aceptable. Pero Tony aún no había acabado. Siguió: "Ahora mirad bien toda la fila y, si veis a alguien, hombre o mujer, que ocupa en la fila una posición más alta de lo que, en vuestra opinión, le corresponde, hacedle bajar hasta el puesto que os parezca justo; o, al revés, haced subir en la fila a quien, en vuestra opinión, esté demasiado abajo. Repito: Poned al frente de la fila al hombre o mujer que, en vuestra opinión, deba ocupar el número uno como persona, y de allí para abajo según vuestro criterio. No ofrezcáis resistencia, y dejadle a cada uno que opere como mejor le parezca, hasta llegar a un orden fijo." ¡Aquello pasaba de broma! Se sentía aumentar la tensión en el aire del cuarto, mientras la fila cambiaba y volvía a cambiar, según las manos que la trabajan. ¿A quién bajo? ¿A quién, subo? ¿Qué pensará de mí después? ¿Cómo se lo explico? Y ¿quién se atreve a bajarme a mí? ¿Ese sinvergüenza? ¡Y yo que creía que...! Habrá que arreglar esto. A ver cuándo diablos acaba. Por fin. La fila humana quedó lista. Tony volvía a hablar (no había dicho nada durante el juego, pero no había apartado sus ojos de lince del grupo para ir anotando en su mente todo lo que nos iba pasando a nosotros por dentro):

"Sentaos y estad un rato en silencio. Lúego evaluaremos el estropicio. Sé muy bien que algunos de vosotros os habréis resentido con mayor o menor fuerza, y yo mismo no os hubiera propuesto este juego si no tuviera nueve meses por delante para curar las heridas que puede haber causado. Ahora contadme vuestros sentimientos y ¡manos a la obra! ¿Quién dispara?"

No todos los "ejercicios prácticos" eran de tanta envergadura como ésos, pero todos contribuían, de una manera o de otra, en serio o en broma, con lágrimas o con carcajadas, a sacar a flote nuestros sentimientos, a desarmar nuestras defensas, a dejar al descubierto la materia prima de nuestra personalidad, enterrada bajo tantas capas de disciplina, autocontrol, máscaras oficiales y conducta prefabricada. Hasta entonces habíamos aprendido a ser el tipo de personas que "debíamos" ser; ahora, sin romper con el pasado, más bien apoyándonos en él para trascenderlo, estábamos aprendiendo a ser el tipo de personas que "queríamos" ser. No es extraño que la aventura tuviera toda la alegría y el estremecimiento de un nuevo nacer... con dolores de parto también.

Lo que hay que subrayar aquí es que estos ejercicios, sueños o fantasías tenían poco valor en sí mismos. La importancia la adquirían al convertirse en instrumentos de trabajo en manos de Tony. El ejercicio en sí podía ser, y con frecuencia era, trivial; pero el uso que Tony hacía de él lo convertía en algo memorable. La pregunta certera, la confrontación desnuda, la terca insistencia, la luz súbita, la tranquilidad, la cumbre. Todo eso nacía espontáneamente, provocado por el ejercicio, el sueño o la fantasía, y ese trabajo intenso en la intimidad del grupo, con todo el interés de la persona que buscaba alivio a sus males y la cooperación cariñosa de todos, es lo que hacía resaltar las dotes incomparables de talento, carisma, intuición y profesionalidad que era lo mas Tony en Tony. Tales vivencias no 'pueden olvidarse nunca.

El poder casi misterioso que Tony poseía para adivinar lo que su interlocutor sentía por dentro, para expresar sus pensamientos ocultos, para intuir la situación interna de cualquier persona antes de que ella dijera una palabra, se manifestaba una y otra vez en su trato diario de persona a persona en medio del grupo, y esos incidentes crearon y dieron curso a la "leyenda de Tony" acerca de su capacidad milagrosa de leer el pensamiento de los demás. El mismo contribuyó a fomentar la leyenda. Un día nos dijo en el grupo: "Hace poco he descubierto un nuevo poder en mí mismo. Cuando me rodea un grupo de gente, no tengo más que mirarles a la cara para saber exactamente qué siente cada uno en aquel momento. Antes no podía hacer eso, pero ahora sí.

El otro día hice el experimento con un grupo de jóvenes, y acerté con todos. "No cabe duda de, que Tony tenía una mirada penetrante que calaba hasta dentro y parecía adivinar los pensamientos, sentimientos y motivos de la persona con sorprendente exactitud, y doy fe de ello no sólo con mi palabra, sino con mi conducta, pues yo seguí yendo al encuentro de Tony, año tras año, por el bien que me hacíaa al decirme con interés de amigo y precisión de experto cómo me veía en aquel momento. Me daba gran luz el verme reflejado en su cándida reacción, y me ánimaba su confianza en mí. Sin embargo, yo personalmente no creo que Tony tuviera poderes preternaturales en esta materia, y tengo motivos para pensar que esos aciertos, inexplicables a primera vista, eran a veces sólo la respuesta inconscientemente obediente de personas que, impresionadas por su prepotente personalidad y su réputación de saber leer el pensamiento, y no queriendo dejar a Tony en mal lugar ante el grupo, decían que Tony había acertado al adivinar lo que pensaban, aunque de hecho estaban pensando en algo completamente distinto. Y lo sé porque... ¡me pasó a mí mismo!

Me sé también una buena historia de Tony en este mismo sentido. El traductor de sus libros al castellano, Jesús García-Abril, me contó la sorprendente experiencia que había tenido con Tony. Había traducido ya varias de sus obras, y se habían escrito el uno al otro con tal motivo, pero nunca se habían visto. Aprovechó la oportunidad de uno de los viajes que Tony hizo a España, y fue a verlo a Villagarcía, donde iba a dar un curso. "Había cantidad de gente allí", continuó diciéndome, "venida de todas partes de España, y era el primer día antes de la apertura del curso. Tony no me había visto a mí en la vida, ni siquiera una foto mía; yo sí que lo reconocí a él, y me acerqué para presentarme. Imagínate mi asombro cuando, al llegar yo cerca de donde estaba él, me miró y me dijo, antes de que yo pronunciara una sola palabra: 'Tú eres García-Abril.' Me quedé de una pieza. Nó me explico cómo pudo adivinarlo. Cuantas más vueltas le doy, más extraño me parece. ¿Puedes expiicármelo tú?" .

Aquel día, la verdad es que no pude; pero pocos meses después vi a Tony en Lonaula y le conté el incidente. "Estás adquiriendo toda una reputación de tau
maturgo", le dije tomándole el pelo. El se rió con ganas y me dijo: "Me acuerdo perfectamente del incidente, y te voy a dar ahora mi versión de lo ocurrido. Sí, había mucha gente aquel día en Villagarcía, pero yo sabía que de Santander iban a venir dos, y uno de ellos era Garda-Abril. Yo estaba solo en aquel momento, y sabía que aquellos dos. que se acercaban eran los de Santander. Uno de los dos tenía que ser García-Abril. Se trataba, pues, de acertar a cara o cruz. Yo también sabía, por mi correspondencia con él, que García-Abril era más bien carácter artístico, y de los dos él tenía decididamente más tipo de artista. Con eso me lancé a la conjetura... y salió bien. Ahí tienes todos mis poderes milagrosos." Volvió a reírse y añadió con un deje travieso: "Quizá eso fue también lo que le pasó a Jesús con Natanael, y así es como se escribió la historia", y subrayó con un guiño malicioso su aventurada exégesis.

Por otro lado, y para ser justo, también tengo un recuerdo personal en esta materia, y esta vez fui yo el sorprendido, aunque el asunto fuera de menos importancia. Un día, en Sádhana, estábamos contando chistes. Esta vez, para variar, eran chistes teológicos. Contar chistes no es mi especialidad, pero me acordé de uno que había leído en algún sitio y lo conté. El grabado muestra a Moisés, tablas y cincel en mano, esculpiendo el decálogo que le dicta Yahvé, y cuando Yahvé ha terminado con los diez mandamientos, Moisés le mira ansioso y le dice: "Señor, ¡aún queda sitio para uno más!" Gustó el sutil humor bíblico. Cuando llegó la segunda vuelta, me aventuré a contar un chiste que se me había ocurrido a mí sin leerIo u oírlo en ninguna parte, y que yo nunca le había contado a nadie. Todos los del grupo sabían que el término técnico para describir la relación trinitaria del Espíritu Santo con respecto al Padre y al Hijo es que "procede" de ambos, con lo cual todos captaron el chiste en seguida y se rieron como era su deber. El cuento era que una vez el Padre y el Hijo no estaban de acuerdo en algo, empezaron a discutir y, para zanjar la cuestión, decidieron llamar al Espíritu Santo para que les ayudara con su "don de consejo" (que en inglés suena a "psiquiatra"). El Espíritu Santo escuchó sus argumentos y luego declaró: "Si vosotros dos reñís de esa manera... ¿cómo voy a proceder yo?" Antes de que el siguiente pudiera contar otro chiste, Tony me miró y me dijo: "Carlos, ese chiste te lo has inventado tú, ¿no es eso?" No tuve más remedio que bajar la cabeza y decir: "Sí". Pero me dejó confundido. Es verdad que el chiste era bien malo; pero... ¿cómo diablos averiguó que era original? Sea como fuere, Tony no necesitaba leyendas. Tenía grandeza suficiente sin ellas.

Arriba

Anterior - Siguiente

Volver a Recursos para seguir adelante

Ir a la página principal

Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?