LIGERO DE EQUIPAJE
Tony de Mello, un profeta para nuestro tiempo
Carlos G. Vallés S.J.
EL LECTOR
Después de dar una muestra de lo que Tony escribía,
voy a darIa ahora de lo que leía. Tres eran sus autores
favoritos, como ya he dicho, y de ellos voy a escoger algunos
pasajes; pasajes, todos ellos, que tuve ocasión de
comentar con Tony en mayor o menor profundidad y que sé,
por consiguiente, que le decían mucho a él.
Si lo que uno lee da idea de lo que uno es, esta breve antología
puede ayudamos a entender mejor a Tony.
Los escritos de Krishnamurti tienen la gran solvencia intelectual
de estar respaldados por su vida. Los líderes de la
sociedad teosófica lo eligieron, siendo aún
niño, como el futuro mesías que había
de inaugurar la nueva era de nuestro planeta, lo entronizaron
al frente de la "orden de la estrella" y pusieron
en sus manos el liderato espiritual del renacimiento oriental
de principios de siglo. El, cuando el sueño estaba
a punto de realizarse, renunci6 públicamente a todos
los honores, declaró que era un hombre como los demás
y se retiró a una humilde oscuridad, de la que más
tarde lo sacaron sus propias dotes de penetraci6n espiritual
en la esenciá del vivir. De él son estos párrafos.
"Atenci6n no es lo mismo que concentración. Concentrarse
es excluir; mientras que prestar atención, que es caer
en la cuenta de todo, no excluye nada. Creo que la mayor parte
de nosotros no caemos en la cuenta, no en lo de lo que decimos,
sino de todo lo que haya nuestro alrededor, de los colores,
la gente, el perfil de los árboles, las nubes, el correr
de las aguas. Quizá no estamos en contacto con las
cosas precisamente porque estamos obsesionados con nosotros
mismos, con nuestros pequeños problemas, nuestras ideas,
nuestros placeres, empresas y ambiciones. Y, sin embargo,
siempre estamos hablando de estar en contacto. Una vez, en
la India, iba yo de viaje en coche. Yo iba sentado al lado
del conductor. Detrás iban tres señores que
estaban discutiendo con gran interés el tema de estar
en contacto con todo lo que nos rodea y me hacían a
mí preguntas sobre lo mismo. Desgraciadamente, el conductor
se distrajo en aquel momento y atropelló a una cabra.
Mientras tanto, aquellos tres señores seguían
discutiendo sobre la importancia del caer en la cuenta de
todo... sin caer en la cuenta de que habían atropellado
a una cabra. Cuando se les llamó la atención
sobre esta falta de atención, se sorprendieron sobremanera.
"Y eso nos pasa a casi todos. No caemos en la cuenta
de lo que pasa por fuera o por dentro de nosotros. Si quieres
entender la belleza de un pájaro, una mosca, una hoja
o una persona con toda su complejidad, tienes que prestar
una atención total, que es estar en contacto. Y para
poder prestar una atención total tienes que interesarte
de veras; es decir, que para entender tienes que amar: sólo
entonces puedes adentrarte con todo el corazón y con
toda la mente.
"Ese estado de caer en la cuenta es como vivir con una
serpiente en un cuarto; espías cada uno de sus movimientos;
afinas mucho, muchísimo, el oído para notar
el mínimo ruido que haga. Ese estado de atención
es energía total; en ese contacto perfecto la totalidad
de tu ser se revela en un instante.
"No estás nunca solo, porque estás siempre
lleno de todos los recuerdos, los condicionamientos, los parloteos
de ayer; tu mente nunca acaba de limpiarse de toda la basura
que ha acumulado. Para estar solo tienes que morir al pasado.
Cuando estás solo, totalmente solo, sin pertenecer
a ninguna familia, nación, cultura o continente, te
sientes como un extraño a todo. Quien logra estar completamente
solo en este sentido, consigue la inocencia, y esa inocencia
es la que libera a la mente del sufrimiento.
"Llevamos a cuestas el peso de lo que millares de personas
han dicho, junto con el recuerdo de todas nuestras desgracias.
Dejar todo eso es estar solo, y la mente que está sola
es no sólo inocente, sino joven: no en el tiempo o
en edad, pero sí joven, inocente, rebosando de vida
a cualquier edadd, y sólo una mente así puede
ver la verdad y lo que no puede medirse en palabras.
"En esta soledad comienzas a entender la necesidad de
vivir contigo mismo tal como eres, no tal como piensas que
deberías pero como has sido en el pasado. Trata de
verte a ti mismo sin ningún temblor, sin falsa modestia,
sin miedo, sin justificarte ni condenarte...; aprende a vivir
contigo mismo tal como eres en realidad."
* * * * * * * * * *
No es extraño que a Tony le gustara Alan Watts. Teólogo,
bohemio, cristiano, budista, síntesis de oriente y
occidente, charlista empedernido y narrador inagotable, lleno
de humor y de vida, de profundidad y de sorpresa. Fue Tony
quien me descubrió a mí los libros de Alan Watts,
y los comentamos más de una vez. Después creí
yo que iba a tener ocasión de devolverle el favor,
pues un amigo mío hindú que conoce mis gustos
y vive en América me había prometido enviarme
por entonces unas cintas con las últimas charlas de
Alan Watts antes de su muerte, que no se han publicado en
forma de libro; y le dije a Tony que se las pasaría
si le interesaban. Me dijo que sí, y las recibí
debidamente, pero el regalo no llegó a tiempo para
él. Cito aquí de de un libro anterior, cuyo
mismo título es ya sugestivo: "La sabiduría
de la inseguridad".
"He aquí una persona que sabe que dentro de dos
semanas tiene que operarse. En ese intervalo no siente dolor
físico alguno, tiene comida abundante, está
rodeado de amigos y cariño, sigue haciendo un trabajo
que de ordinario le interesa mucho. Pero el miedo le ha quitado
la capacidad de disfrutar de esas cosas. No tiene ojos para
las realidades cercanas a su alrededor. Su mente está
preocupada con algo que aún no ha llegado. No es como
si estuviera pensando en el asunto en plan práctico,
tratando de decidir si se opera o no, o haciendo planes para
su familia y sus negocios en caso de muerte. Esas decisiones
ya se han tomado. Está sencillamente pensando en la
operación de manera totalmente inútil que echa
a perder la alegría del momento presente y no contribuye
nada en absoluto a resolver ningún problema. Pero no
puede remediado.
"Es un problema típicamente humano. El objeto
que inspira miedo no hace falta que sea una operación
a corto plazo. Puede ser el problema del alquiler del mes
que viene, o la amenaza de guerra y calamidades sociales,
la duda de poder ahorrar lo suficiente para la vejez o, finalmente,
la muerte. Lo que le agua la fiesta a la persona puede que
no sea tampoco el miedo al futuro. Puede ser algo pasado,
el recuerdo de alguna pena, alguna falta o indiscreción,
que envenena el presente con el resentimiento o la culpabilidad.
El poder de la memoria y de la expectación es tal que,
para la mayor parte de los seres humanos, el pasado y el futuro
no son tan reales, sino más reales que el presente.
No podemos vivir felizmente el presente hasta no haber limpiado
el pasado e iluminado en promesa el futuro.
"No cabe duda de que el poder de recordar y prever,
de poner en orden el caos disparatado de momentos aislados,
es un logro maravilloso del sentir humano. En cierto modo,
es el mayor logro del cerebro humano, que le da al hombre
una fuerza extraordinaria para sobrevivir y adaptarse a la
vida. Pero la manera como de ordinario utilizamos este poder
hace que más bien destruya todas las ventajas que trae.
De poco sirve poder recordar y prever, si eso nos hace incapaces
de vivir plenamente en el presente.
"¿De qué sirve poder preparar de antemano
los menús de la semana que viene, si luego no puedo
disfrutar de la comida cuando llega? Si estoy tan ocupado
en pensar qué voy a comer la semana que viene que no
puedo disfrutar del todo con lo que estoy comiendo ahora,
tendré el mismo problema cuando las comidas de la semana
que viene se conviertan en ahora.
"Si mi felicidad en este momento consiste, en gran
parte, en pasar revista a memorias y esperanzas felices, sólo
puedo estar muy débilmente en contacto con el presente.
Y continuaré estando débilmente en contacto
con el presente cuando las maravillas que esperaba lleguen
a suceder. Porque para entonces me habré acostumbrado
a mirar adelante y atrás, y me habré incapacitado
a mí mismo para ocuparme del aquí y ahora. Si
al estar en contacto con el pasado y el futuro pierdo contacto
con el presente, ha llegado el momento de preguntarme si es
que vivo o no de veras en el mundo real.
"A fin de cuentas, el futuro no tiene ni sentido ni
importancia, a no ser que, más pronto o más
tarde, haya de pasar a ser presente. Planear para un futuro
que no va a convertirse en presente es tan absurdo como planear
para un futuro que, cuando me llega, me encuentra 'ausente',
mirando fijamente por encima de su hombro, en vez de mirarlo
a la cara.
"Esta modalidad de vivir en la fantasía de la
esperanza, en vez de la realidad del presente, es la especialidad
desastrosa de esos hombres de negocios que viven exclusivamente
para hacer dinero. Muchas personas adineradas entienden mucho
más sobre cómo hacer y ahorrar dinero que cómo
usarlo y disfrutarlo. No llegan a vivir, porque siempre se
están preparando a vivir. En vez de ganarse la vida,
se están ganando ganancias, y así, cuando llega
el tiempo de aflojar y pasarlo bien, son incapaces de hacerlo.
Muchos hombres 'de éxito se aburren y lo pasan pésimamente
cuando se jubilan, y otros continúan con su trabajo
sólo para impedir que alguien más joven que
ellos ocupe su puesto.
"Este, pues, es el problema humano: por cada aumento
de sensibilidad hay que pagar un precio. No podemos hacernos
más sensibles al placer sin hacernos más sensibles
al dolor. Recordando el pasado podemos prever el futuro. Pero
la capacidad de prever el placer queda anulada por la 'capacidad'
de temer el dolor y estremecerse ante lo desconocido. Además,
al desarrollar un fino sentido del pasado y futuro, debilitamos
el sentido del presente. En otras palabras, parece que hemos
llegado a un punto en que las ventajas de ser consciente quedan
contrapesadas por las desventajas, ya que la extremada sensibilidad
nos hace inadaptables.
"En esas circunstancias, nos encontramos en conflicto
con nuestros propios cuerpos y el mundo a su alrededor, y
llegamos a la consolación de poder pensar que en este
mundo somos sólo 'extranjeros y peregrinos'. Porque,
si nuestros deseos no están de acuerdo con nada de
lo que el mundo finito puede ofrecernos, parece seguirse de
ahí que nuestra naturaleza no es de este mundo, que
nuestro corazón está hecho no para lo finito,
sino para lo infinito. La insatisfacción de nuestras
almas podría ser el signo y sello de su divinidad."
* * * * * * * * * *
A Bertrand Russell llegué yo a través de las
matemáticas. Estudié los tres gruesos volúmenes
de "Principia mathematica" en los que, a fuerza
de símbolos, se esfuerza en demostrar que la matemática
se reduce formalmente a la lógica; disfruté
con su célebre definición de las matemáticas
como "la ciencia en la que no sabemos lo que nos traemos
entre manos, y no nos preocupa si lo que decimos es verdad
o no"; y conté a muchos, incluso a Tony, la paradoja
russelliana del "conjunto de todos los conjuntos",
que provocó un verdadero revuelo en círculos
matemáticos y que, en su forma popular, él mismo
explicaba así: en un pueblo, el barbero afeita a todos
los hombres que no se afeitan a sí mismos. Nadie lleva
barba. ¿Quién afeita al barbero? Si se afeita
él mismo, no se puede afeitar él mismo, porque
él es el barbero, y el barbero no afeita a los que
se afeitan a sí mismos; y si no se afeita a sí
mismo, tiene que afeitarse a sí mismo, porque el barbero
afeita a los que no se afeitan a sí mismos. Si no es
un trabalenguas, es un trabacerebros con serias consecuencias
para la teoría del fundamento filosófico de
las matemáticas.
Tony gustaba de citarnos, ya en Sádhana I, el "decálogo
liberal" de Bertrand Russell, con sus diez principios
de honradez intelectual y salud mental que encajaban perfectamente
en el pensamiento de Tony. Aquí prefiero citar otra
página, que es una de las que a mí más
me han llegado al alma entre todo lo que he leído en
mi vida. Es el prólogo de su autobiografía.
"Tres pasiones, sencillas pero tremendamente fuertes,
han regido mi vida: el deseo de amar y ser amado, la búsqueda
del saber y una compasión, superior a mis fuerzas,
por el sufrimiento de la humanidad. Estas pasiones, como vientos
potentes, me han zarandeado de aquí para allá,
en navegación tortuosa, por el océano profundo
de la angustia, hasta el borde mismo de la desesperación.
"Busqué primero el amor, porque trae consigo
el éxtasis -éxtasis tan grande que muchas veces
hubiera sacrificado yo el resto de mi vida por unas pocas
horas de su gozo-. Lo busqué, también, porque
el amor alivia la soledad -esa terrible soledad en la que
el tembloroso ser que tiene conciencia de sí mismo
se asoma al borde del universo y ve un frío abismo
sin fondo y sin vida-. Y lo busqué, finalmente, porque
en la unión que es amor he visto, como en mística
miniatura, la visión anunciadora de ese cielo que los
santos y los poetas han imaginado. Eso es lo que busqué
y, aunque parezca quizá demasiado gozo para el hombre,
eso es lo que -al fin- he encontrado.
"Con el mismo apasionamiento busqué el saber.
He deseado entender el corazón del hombre. He querido
saber por qué brillan las estrellas. Y he intentado
apoderarme del poder pitagórico gracias al cual el
número triunfa sobre el flujo. Algo de esto, aunque
no mucho, he conseguido.
"El amor y el saber, en cuanto me fueron posibles, me
levantaron hacia arriba, hacia los cielos. Pero la compasión
me devolvió siempre a la tierra. Ecos de gritos de
dolor reverberan en mi corazón. Niños hambrientos,
víctimas torturadas por opresores, ancianos inválidos
que son sólo una carga odiada para sus hijos, y todo
ese mundo de soledad, pobreza y sufrimiento convierte en burla
lo que la vida humana debería ser. Aspiro con toda
mi alma a aliviar el mal, pero no puedo, y sufro.
"Esta ha sido mi vida. La juzgo digna de vivirse y,
si se me diera la oportunidad, volvería a vivirla con
gusto."
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