Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Ligero de equipaje
Ligero de equipaje
Autor: Carlos G. Vallés
Índice
Lonaula
Bombas
Cambiar o no cambiar
Amar o no amar
La flor de loto y el lago
El cerebro programado
Sufrir para acabar de sufrir
Inocente e intachable
¿Buena suerte? ¿Mala suerte?
El Dios de la negación
El yo y el no-yo
Garabatos
El espíritu de "Sádhana"
El terapeuta
El director espiritual
El escritor
El lector
La puesta en escena
Ligeros de equipaje...
 
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LIGERO DE EQUIPAJE
Tony de Mello, un profeta para nuestro tiempo

Carlos G. Vallés S.J.

GARABATOS

Si alguno de mis lectores o lectoras va sacando la impresión de que me está resultando fácil escribir este libro, estará profundamente equivocado o equivocada. Para empezar, me acompaña, al escribir este libro, la preocupación constante de ser fiel al pensamiento de Tony y a mi manera de entenderlo. Soy consciente de que quienes lean este libro serán, en su mayoría, personas que conocieron a Tony, que le oyeron hablar o han leído sus libros y, en consecuencia, se han formado en su mente su propia imagen de Tony, esperarán verla reflejada en este libro y quedarán desilusionados si no la encuentran o, peor todavía, si la encuentran deformada o esencialmente distinta de la que ellos defienden como verdadera. Este libro tendrá tantos críticos como lectores, y esa consideración me ha frenado muchas veces la mano y me ha hecho volver a escribir más de una página.

Y luego, para complicar más la cosa, Tony fue el charlista más desordenado de todos a los que he tenido el honor de escuchar a lo largo de toda mi vida. Si he conseguido poner algún orden en los capítulos de este libro y alinear cada tema bajo un título, ha sido sólo a base de un esfuerzo consciente y constante por lograr cierta claridad en la exposición y gradación ascendente en el desarrollo de las ideas. Tony no hizo nada por el estilo. El tocaba todos los temas en todas las sesiones, los mezclaba alegremente según salían, saltaba de uno a otro sin previo aviso, cambiaba de dirección casi a cada instante, respondiendo siempre al aquí-y-ahora con despreocupación absoluta de seguir un orden sistemático o de acabar o dejar de acabar lo comenzado. Nombróa uno de los miembros del grupo (mi encantador amigo Tony Matta) para que tomara nota cada vez que dijera: "recordadme que vuelva a tratar este punto más adelante", y para que se ocupara de recordárselo en sesiones sucesivas, para ir atando todos los cabos sueltos. Pero le salió todo al revés, porque precisamente el saber que había alguien encargado de recordarle los temas dejados a medias le hizo despreocuparse en absoluto de llevar cuenta de lo dicho y lo que quedaba por decir, y por mucho que se lo recordasen y se lo volvieran a recordar, no había manera de controlar sus digresiones de digresiones dentro de otras digresiones. Las mismas notas que yo tomé dan testimonio, línea por línea, del espontáneo desorden de su imaginación creadora.

Ante esa situación, lo que yo he hecho ha sido escoger los temas principales de que él trató en esos días, revisar mis notas cada vez para entresacar todas las alusiones que hizo al tema, y ordenarlas luego de alguna manera, título por título. Eso he venido haciendo en todos estos capítulos; y al acabarse los temas principales, me queda todavía una serie de citas y pensamientos aislados, como garabatos entre las líneas de una página impresa, y me propongo ahora recoger algunos de ellos sin ningún orden concreto o relación especial entre los mismos. No lo hago por deseo de agotar el pensamiento de Tony, sino, sencillamente, porque sentiría dejarme algunas cosas que me agradó oírle decir.

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"¿Estás nervioso porque no sabes dónde te has dejado las llaves? Solución barata: Levántate y encuéntralas. Solución verdadera: Ponte en contacto con tus propios sentimientos, enfréntate con tu nerviosismo, admítelo, acéptalo, abrázalo hasta que se calme y vuelvas a sentir paz. Luego sí, levántate y busca y récobra las llaves. A fin de cuentas, también las vas a necesitar. "

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"Aplicaos a vosotros mismos lo que yo digo, y no penséis en otros mientras tanto. No seáis 'trinchadores', como decía el Padre Rodríguez, que sólo piensan en lo bien que le vendría esto a fulano o a mengano, y no se les ocurre pensar en lo bien que les vendría a ellos mismos; toman notas a la desesperada para endilgarles a otros todo lo que yo digo, y ellos se quedan tan frescos. Una vez, un párroco les estaba predicando un sermón de infierno a sus feligreses con rayos y centellas: 'Todos vosotros moriréis, y cada uno de los miembros de esta parroquia habrá de presentarse un día ante el Juez Eterno a dar cuenta de todo lo que ha hecho en su vida con todos sus pecados, y someterse al castigo que el Justo Juez le imponga. ¡Atemorizaos y temblad!' Mientras los fieles temblaban al unísono, alguien se echó a reír a carcajadas desde el centro mismo de la iglesia. El párroco le increpó desde el púlpito: '¿Estás loco, que te ríes y eres el único que no te das cuenta de lo serio de la situación?' A lo cual el buen hombre contestó:'¡Es que yo no soy de 'esta parroquia!' Pues ya lo sabéis. Aquí todos somos de la misma parroquia."

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Una historia con segundas intenciones... muy a lo Tony. "Un señor iba todos los días a comprar el periódico a un puesto cercano a su casa, pero cuyo dueño era tan arisco que, al venderle el periódico, le insultaba y se reía de él a diario. Un amigo de aquel señor lo notó y le dijo: '¿Por qué te empeñas en comprarle todos los días el periódico a ese vendedor que te trata tan mal? A la misma distancia tienes otro puesto cuyo dueño es muy amable y tendrá sumo gusto en proporcionarte todos los días el periódico sin que tengas que someterte a los insultos de ese loco.' A lo que la víctima de los insultos contestó: 'Y ¿por qué ha de ser ese señor, que, según tú, me insulta, quien decida dónde he de comprar yo el periódico?' ¿Entendéis?"

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"A veces la mejor manera de decir la verdad es con una mentira. Una vez, un hombre estaba a punto de morir, y en sus últimos momentos expresó el deseo de ver a su hijo único antes de fallecer. Buscaron al hijo, lo encontraron y lo llevaron al lado del moribundo, que había perdido ya la facultad de ver y hablar, pero aún podía oír y sentir. El hijo entró y llegó a su lado, pero, al verle la cara de cerca, cayó en la cuenta de que el moribundo no era su padre. Alguien se había equivocado, y no había ya tiempo para emprender otra búsqueda. ¿Qué hacer en esas circunstancias? El supuesto hijo reaccionó rápidamente, tomó la mano del moribundo entre las suyas, se inclinó con cariño y le dijo al oído: 'Padre, he llegado. Soy tu hijo. Aquí me tienes a tu lado.' Una sonrisa de felicidad iluminó el rostro del moribundo, y en paz murió con su mano aún cogida en las de su supuesto hijo. ¿Fue eso una verdad o una mentira?" A continuación, Tony contó otra historia, aún más realista, para probar la misma tesis, pero esa historia no se puede contar por escrito.

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No puedo ponerme aquí a contar todas las historias que nuestro incomparable "cuentista" nos contó en Lonaula, pero sí voy a referir ahora mi favorita entre todas ellas. Es de una inocencia literalmente pastoril a primera vista, pero encubre valientes consecuencias para quien sepa interpretada. También Jesús habló en parábolas. "Quien tenga oídos para oír, que oiga."

"Un pastor apacentaba su rebaño en el campo cuando un forastero se acercó y comenzó a hacerle preguntas sobre las ovejas. 'Dime', le preguntó, '¿cuánto andan tus ovejas en un día aproximadamente?' El pastor contestó: '¿Se refiere Usted a las blancas o a las negras?' -'Digamos, a las blancas.' -'Unos cuatro kilómetros.' -'¿Y las negras?' -'Unos cuatro kilómetros.' El forastero volvió a preguntar: 'Y ¿como cuánto comen?' -'¿Se refiere usted a las blancas o a las negras?' -'Las blancas.' -'Como tres kilos de hierba.' -'¿Y las negras?' -'Como tres kilos.' El forastero comenzaba a escamarse, pero siguió preguntando: Y ¿cuánta lana dan tus ovejas?' Al pastor no se le olvidó precisar una vez más: '¿Las blancas o las negras?' -'Veamos las blancas primero.' -'Cinco medidas de lana al año, señor.' -'¿Y las negras?' -'Cinco medidas.' Con eso se acabó la paciencia del forastero, que exclamó con justificada indignación y sorpresa: '¿Es que me estás tomando el pelo, o qué? Yo te hago preguntas bien claras y directas sobre tus ovejas, y tú cada vez me haces decir que a ver si es de las blancas o de las negras; y cuando te lo pregunto por separado, me das siempre exactamente la misma respuesta para las unas que para las otras. Dime de una vez: ¿hay alguna diferencia entre las blancas y las negras o no?' -'Claro que sí, señor', contestó el pastor con la serena sonrisa de la sabiduría campesina en los labios, , ¡las ovejas blancas son mías!' -'¿Y las negras?, preguntó el forastero para satisfacer una última curiosidad. El pastor, sin perder la sonrisa, contestó: 'Las negras también son mías, señor'."

Esa historia me hizo un buen servicio a mí el mismo día en que dejé Lonaula, y por eso la recuerdo con especial cariño. En mi viaje de vuelta a Ahmedabad, paré un día en Bombay, que me pillaba de paso, y di allí una conferencia como me habían pedido y anunciado de antemano. De hecho, yo había pensado preparar esa conferencia en Lonaula, donde esperaba tener tiempo de sobra aquellos quince días. No sucedió así, pues me entregué en cuerpo y alma a nuestro cursillo y no quise distraerme con otros asuntos, con lo cual mi charla de Bombay se quedó sin preparar. Ya en Bombay, me enfrenté a mis oyentes con sólo una somerísima preparación de última hora; pero venía yo tan lleno de la alegría engendrada en Lonaula que mi bullicio interior me salía por todos lados, contagió desde el primer momento a mis oyentes, y las dos horas de charla fueron un festejo de buen entendimiento y buen humor que a mí mismo me dejó asombrado. Lo pasamos en grande.

Al final de la charla tenían derecho a hacerme preguntas y, como había mucha gente, se les había rogado al principio que me hiciesen las preguntas por escrito en papeletas que se les distribuyó allí mismo. Me llegó al estrado la primera papeleta. La leí, y un temblor de alegría me sacudió todo el cuerpo y se me asomó a los labios en éxtasis perplejo. La pregunta era: "Padre, al hablar usted se le notan una felicidad y alegría irreprimibles. ¿Puede decirnos cuál es su secreto?" Me guardé cuidadosamente aquella papeleta con la intención de enseñársela a Tony la primera vez que nos viéramos. Su muerte no me lo permitió.

Y veamos ahora cómo me valí de la historia de las ovejas. Entre los oyentes, que eran en su mayoría jainistas (seguidores de Mahávir, contemporáneo de Buda y semejante a él en muchos aspectos), había tres monjes jainistas que se unieron a la hora de las preguntas para imponer a su manera su propia filosofía y concepción del universo, que conozco bien. Es uno de los sistemas filosóficos más minuciosos, detallados, ordenados y clasificados que existen.

Todo tiene su nombre, su definición, sus divisiones y subdivisiones, con tal perfección conceptual y gramatical que engendra en ellos un verdadero orgullo escolástico no del todo injustificado. Demostraron aquellos tres monjes sus conocimientos ante mí y ante todos los oyentes, y arremetieron con sus listas de los cinco "elementos", las cuatro "funciones", las siete "sustancias" con sus catorce "semisustancias" y toda la interminable letanía de sus categorías escolásticas. Yo estaba en plan de buen humor y, con cara seria para ocultar mis intenciones, le pregunté al monje que llevaba la voz cantante: "Eminencia, ¿qué tal resultaría si, en vez de poner siete sustancias, pusiéramos... ocho y media"? El no vio la broma, pero todos los demás la captaron al vuelo. Cuando los buenos monjes cayeron en la cuenta de que yo me estaba tomando su sagrado sistema con cierta ligereza, se pusieron a defenderlo apasionadamente sin ceder ni un ápice de sus siete sustancias y catorce semisustancias, con todo el resto de su disciplinada terminología.

Entonces, para apaciguarlos y abrir con el humor la puerta a la amplitud de miras, les conté la historia de las ovejas blancas y las ovejas negras. Todas las distinciones que inventa nuestra mente vienen a ser, a fin de cuentas, como las distinciones del pastor. A todos les hizo gracia el cuento. A los monjes no.

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"Nunca os olvidéis del consejo que U Ba Kin dio a su discípulo, el maestro Goenka (bajo cuya dirección habíamos hecho todos nosotros unos Ejercicios Espirituales budistas en Igatpuri): 'El mejor amigo del hombre es... su nariz.' La respiración consciente, el fijarse al inhalar y exhalar el aire, el ponerse a tono con los ritmos del cuerpo. Gran secreto de paz interior."

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"San Ignacio dice: Al comer, pensad en Jesús. El Zen dice: Al comer, pensad en el comer. ¿Son estos dos enfoques tan distintos? ¿No es Jesús nuestro alimento? ¿No es toda comida símbolo de la Eucaristía? ¿No está Dios presente en todo lo que comemos? ¿No es cada acto nuestro un acto de fe? Haz lo que haces, y come cuando comes. Jesús está contigo." .

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"¿Sabéis la historia de la boda de los italianos? La pareja andaba en busca de un lugar para la fiesta después de la ceremonia religiosa, y, al no conseguir ningún salón y temer un festejo a aire libre, porque podía llover, le pidieron al párroco que les dejara tener la fiesta en la iglesia misma después de la celebración de la Santa Misa y el sacramento del matrimonio. El párroco accedió al final, después de muchos ruegos, pues tenía sus dudas y miedos, y puso como condición indispensable que ni se bebiera ni se bailara en la iglesia.

Los novios se comprometieron a ello alegremente... y alegremente se olvidaron de ello. ¿Cómo puede concebirse una boda en Italia sin música y sin baile? El párroco oyó el barullo y fue a pararlo inmediatamente, pero antes llamó a su vicario para que le ayudase a echar de la iglesia a los del festejo. El vicario le hizo reflexionar: 'Piense usted en Caná de Galilea. ¿No era eso una boda con buen vino y, sin duda, buen baile, en presencia de Jesús y María?' -'Sí', contestó el reacio párroco, 'pero ahí no tenían el Santísimo Sacramento.' Hay que tener ojos para ver a Jesús."

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"Sed siempre fieles a la Iglesia; es nuestra Madre. y digo fieles no sólo a la Iglesia del presente, sino también a la Iglesia del futuro,"

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"Sé muy bien que hay gente que me odia. Un sacerdote no me ha perdonado el que le dijera que él trataba al Espíritu Santo como si fuera un juguete. Otros dicen que tengo complejo de 'prima donna'. Sí es verdad que me gusta estar en el centro del grupo en el que me encuentro y llevar yo la voz cantante. Por otro lado, yo mismo estoy sorprendido y casi no puedo creerlo, aunque es un hecho, que lo que otros dicen de mí, sean insultos o alabanzas, me tiene sencillamente sin cuidado. No me afecta en absoluto de una manera ni de otra, y también sé que antes no era así."

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"La religión es el dedo que señala a la luna. ¡No te pongas a chupar el dedo!"

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Tony contó una vez más la célebre historia de los Upánishads, aunque cambió el tigre en león, cosa que a mí no me gustó, y así se lo dije. Es verdad que aún quedan unos pocos leones en la India en la selva del Gir, precisamente en el estado en que yo vivo, que es el Gujarat; pero el símbolo de la vida animal salvaje en la India es el tigre, que ocupaba en un tiempo toda su geografía, y él es protagonista de la historia original que tiende a esclarecer la doctrina básica del verdadero Yo. Un cachorro de tigre se perdió en la selva, se encontró con un rebaño de cabras, se unió a ellas y vivió y creció como una cabra más, comiendo hierba, balando como ellas y creyendo él mismo que era una cabra. Un día, un tigre adulto se encontró con el rebaño y vio e! extraño espectáculo de un tigre como él portándose en todo como una cabra. Se acercó a él, lo llevó a un lado y trató de convencerle de que no era una cabra, sino un tigre. Pero sus argumentos no le valieron de nada. Entonces se fueron los dos tigres a un charco, donde vieron sus caras reflejadas en la superficie del agua, y eran iguales. Y por fin la prueba decisiva. El tigre de verdad mató a una cabra y le hizo probar su sangre al tigre-cabra. Con eso se despertó en sus entrañas su instinto y su naturaleza de tigre y, dando un gran rugido, se unió por fin a los suyos. Tony me explicó que había cambiado al tigre por el león, porque había usado esa historia en América, y allí el león y su rugido y su título de rey de la selva encajaban mejor que e! tigre. Sea como fuere, el cambio era puramente circunstancial, y e! sentido profundo y el reto moral de esa antigua historia continúan intactos. Tony, con frecuencia, acababa sus charlas públicas o incluso sus cursillos con esta historia.

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Presencié esta breve escena entre Tony y uno del grupo.

-"¡Qué bonito es ese pequeño tocacassettes que tienes, Tony!"
-"¿Te serviría a ti de algo?" -"Sí. Precisamente andaba buscando uno como ése."
-"Pues quédatelo. Yo siempre puedo conseguirme otro cuando lo necesite. Es la ventaja de viajar con frecuencia al extranjero." Y allí mismo e! tocacassettes cambió de dueño.

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Una de las Hermanas de! grupo, mujer de belleza singular, vino un día a una de las sesiones con el pelo suelto cayéndole ampliamente sobre los hombros y la espalda a la bella y típica manera de las mujeres de Kérala en e! sur de la India. Yo lo noté y, al acabar la sesión, crucé el salón, me dirigí adonde ella estaba, sentada todavía en su silla, me incliné hasta mirarla cara a cara y le dije directamente a los ojos: "Gracias por haber venido con el pelo suelto. ¡Estás bellísima!" Ella no supo más que sonreír en agradecida sorpresa, y yo me enderecé, seguí adelante y salí. Tony, que había observado e! breve encuentro desde la otra esquina del salón, me preguntó al salir: "Carlos, ¿qué le has dicho que le ha sacado esa sonrisa tan espontánea?" Se lo dije, y él comentó: "Te apuesto lo que quieras a que mañana viene otra vez con e! pelo suelto. Y ¡esperemos que no sepa el sentido que la frase tiene en inglés! "En inglés, "soltarse el pelo" quiere decir... bueno, ¡soltarse!.

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"Creer no es coleccionar certezas, sino ser capaz de dudar."

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"El patriotismo es una enfermedad tan perniciosa como e! racismo."

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El himno de Sádhana que se cantaba en las despedidas con la música de "Ein Schneider hat'ne Maus": "Sentimos que os marchéis - Sentimos que os marchéis - Pero ¿qué diablos estáis haciendo aquí? Sentimos que os marchéis."

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Le comente a Tony que me sorprendía ver de qué manera tan distinta e inesperada reaccionaba él ante casos que a primera vista parecían ser enteramente semejantes. Me contestó: "Mi éxito depende de eso."

Durante el segundo cursillo de renovación que hice con Tony, me hizo la siguiente confidencia: "Leo bastante para estar al tanto de lo nuevo que sale y repasar lo antiguo, y también, desde luego, para coleccionar historias y cuentos con vistas a mis charlas y a mis libros. Pero para mi provecho personal sólo leo (su expresión exacta fue 'sólo aguanto') a tres autores: Krishnamurti, Alan Watts y Bertrand Russell." Por lo que se refiere a Krishnamurti, eso representaba un cambio de opinión en Tony. Durante mi "Sádhana I", yo le había preguntado una vez qué opinaba de Krishnamurti, y su respuesta había sido: "No ha llegado a interesarme." Cuando ahora le recordé aquel juicio, me dijo: "Sería que tropecé con alguno de sus libros menos interesantes, o que no presté atención. Ahora me encanta, y lo encuentro de lo más sano, profundo y sincero." Yo me había encontrado dos veces en la vida con KrishnamUftí, y las dos fueron largas entrevistas privadas, y Tony me hizo contarle esas entrevistas en detalle y la impresión que Krishnamurti me había causado en su trato personal. A Tony no le impresionaba mucho su biografía, pero sí sus escritos, o más bien su charlas.

Hasta tal punto que, en Lonaula, algunos días venía a la sesión con un libro de Krishnamurti y comenzaba a leerlo en voz alta y a comentarlo frase por frase, convirtiendo así el texto en la base de toda una charla. Eso no era algo que Tony hiciera con ningún otro autor, y demuestra el grado de aprecio a que había llegado con respecto al pensamiento de Krishnamurti. También nos dijo que, si alguien quería hacer ahora Ejercicios Espirituales de ocho días bajo su dirección, le daba el primer día al ejercitante un libro de Krishnamurti (casi siempre "Think of these Things", que, al estar compuesto de charlas a estudiantes, es más asequible) y le decía que leyese un capítulo al día y viniera a comentarIo con él. Reconocía que a veces requiere bastante esfuerzo y concentración el entenderlo, pero insistía en que merecía la pena. Pasé algunos ratos deliciosos con Tony canjeando citas favoritas de Krishnamurti. Un botón de muestra: "Todo esfuerzo distrae del puro ser," Por ahí iba el juego.

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"Cada vez que te quejas de alguien estás diciendo que tú eres mejor que él."

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"Os solía yo decir, como os acordaréis bien, que siempre que alguien a vuestro alrededor hiciera algo bien hecho le dierais 'palmaditas en la espalda' psicológicas, es decir, que le alabaseis para hacerle sentirse a gusto y así reforzar su buena conducta. Ahora os digo que no hagáis tal cosa, a no ser por las expresiones oficiales de buena educación en tales casos. 'Palmaditas en la espalda' son sólo una manifestación sutil para hacer que esa persona dependa de vuestras alabanzas y ceda ante vuestros deseos."

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"Cuando hace mucho calor en Lonaula, como está pasando estos días, yo me siento culpable y pido perdón por ello a los participantes del curso como si se tratase de 'mi' clima. Fijaos a qué extremos llegamos cuando nos identificamos equivocadamente con cosas que no tienen nada que ver con nosotros y sobre las que no tenemos control alguno. Eso es exactamente lo que nos pasa con el Yo."

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"Sabido es que en la investigación médica se administran a veces medicamentos aparentes, como agua destilada o píldoras inocuas que el sujeto de la investigación cree ser verdaderas medicinas. Pues bien, médicos serios en los Estados Unidos me han dicho que tales supuestas medicinas causan el mismo efecto que las verdaderas... ¡hasta en sus efectos secundarios que el paciente ignora! Es un ejemplo impresionante, y para mí espeluznante, del poder que la mente tiene sobre el cuerpo."

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"El día en que digas, ¿Estoy loco yo... o están locos todos los demás?, ese día ha comenzado tu salvación."

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"¡Bienvenido al género humano!" era la exclamación espontánea de Tony cuando alguien del grupo mencionaba con miedo y timidez alguna debilidad personal que todos sabíamos era debilidad universal.

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Tony tenía un gran sentido del humor y gran capacidad para explotar el ridículo, como saben muy bien todos aquellos que hayan pasado un rato en un grupo con él. En particular, él usaba esas dotes de humor cuando asomaba el tema del sexo, y así descargaba el ambiente al tratar materias delicadas. Le oí decir: "El lado cómico del sexo me ha divertido siempre. Chistes como el del músico tímido que se casó, o el de la pareja de jóvenes en un campamento nudista, que todos vosotros me habéis oído contar, sacan siempre a relucir al niño travieso que llevo dentro, y así disfruto con esos chistes y veo que los demás también disfrutan. La risa y el desahogo que engendran en el grupo sirven para aliviar la tensión que inevitablemente se va acumulando cuando unos cuantos hombres y mujeres pasan varios meses juntos. Yo me encargo de proporcionar ese desahogo. Y un buen chiste verde no deja de ser un buen chiste."

Me sobran ganas de contar aquí esos chistes, que recuerdo perfectamente, pero me abstengo de hacerla para que no se frunzan ceños sin necesidad. Por otro lado, no puede haber retrato completo de Tony sin el rasgo travieso de su atrevido humor, y así me propongo contar, en el mismo tono sano y alegre en que sucedió, un incidente que tuvo lugar en Lonaula al final de una de las sesiones y que nos hizo reír a todos de buena gana. Tony tenía una pícara mente que le permitía cambiar el sentido de la palabra más inocente en algo sonrojante con sólo un ligero cambio de voz, y aquel día una cándida Hermana resultó víctima del humor escabroso de Tony cuando menos se lo esperaba. Tony había estado enredando con el papel y el lápiz los últimos minutos, y la buena Hermana le pidió con sencilla curiosidad femenina: "Tony, enséñame tus garabatos." Desde aquel momento estaba sentenciada. Tony vio al instante las posibilidades cómicas de la situación y se metió en ella de cabeza. "¿Garabatos? ¿Mis garabatos? ¿Sabes lo que estás diciendo? ¿Sabes lo que quiere decir 'garabatos'?" La Hermana claro que lo sabía, y había usado la palabra en su directo y único sentido; pero para entonces ya se había dado cuenta del sentido que Tony le había dado a la palabra, y había comenzado a sonrojarse. Todos escuchábamos sabiendo que nos íbamos a divertir un poquillo. Tony miró alrededor, se aseguró de que todo el mundo le escuchaba y se dirigió al grupo con fingida indignación, como si estuviera gravemente escandalizado: "¿Habéis oído? Quiere que le enseñe mis garabatos. Y aquí, en público, delante de todo el mundo. ¿Habéis visto alguna vez conducta tan desvergonzada?" Todo el grupo se reía ya, mientras la pobre Hermana no sabía dónde esconderse. Tony prosiguió: "Te propongo un trato. Si tú me enseñas tus garabatos, yo te enseño los míos." Con eso el salón se vino abajo en una ola de carcajadas, y Tony mismo se rió gozosa y aparatosamente, como lo hacía en los momentos en que se estaba divirtiendo de veras. Luego clausuró el incidente diciendo: "Desde ahora la palabra 'garabatos' pasa a formar parte del vocabulario de Sádhana. Ya sabéis todos lo que significa." Nadie volvió a pronunciar la palabra.

Confío en que alguien publique algún día una colección de todos los cuentos y chistes que Tony contó en su vida... sin dejarse los chistes verdes.

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