LIGERO DE EQUIPAJE
Tony de Mello, un profeta para nuestro tiempo
Carlos G. Vallés S.J.
EL DIRECTOR ESPIRITUAL
Sigo echando marcha atrás. Comencé por describir
la experiencia de Lonaula "(Sádhana II":
Tony el guru), luego he esbozado el período que le
precedió "(Sádhana I": Tony el terapeuta),
y ahora voy a completar el cuadro con la primera y básica
etapa del ministerio y la personalidad de Tony: Tony como
director espiritual. Yo estuve también muy cerca de
él en aquellos años, y me pilló de lleno
el impacto de la renovación espiritual que él
organizó. Ha pasado tiempo desde entonces, y mis recuerdos
son más escuetos, pero el revuelo que armó en
mi vida sigue siendo parte de mi ser tanto como las últimas
"bombas" de Lonaula, y puedo hablar de aquellos
sucesos también con plena convicción, ya que
no con detalle. Ahí va un destello.
La ofensiva espiritual de Tony (y "ofensiva" es
el único término que hace justicia a la campaña
sistemática que lanzó Tony desde su cuartel
general de Vinayálaya en Bombay) fue un ataque a tres
frentes contra la cómoda rutina a que casi todos nos
habíamos acostumbrado en una vida religiosa ciertamente
activa y afanosa, pero de poco fondo espiritual. (Tony decía
entonces que bastaba con decir de un jesuita que era "muy
trabajador" para que se le perdonaran todos sus defectos.
¡Y ahora parece que nos hemos quedado hasta sin lo del
trabajo!) Los tres flancos por los que atacó eran:
pobreza absoluta, oración intensa y experiencia directa
de Dios.
Lo que comenzó por llamar más la atención
fue su cruzada por la pobreza. Dejó el amplio cuarto
que ocupaba como Rector de Vinayálaya y se fue a vivir
en un cuchitril bajo la escalera, sobrellevando alegremente
las molestias evidentes que eso le proporcionaba. Aquello
fue el toque de clarín que anunció la revolución.
Los "juniores" que él dirigía (jóvenes
jesuitas en formación entre el "noviciado"
y la "filosofía") se contagiaron rápidamente
de su entusiasmo, y se estableció una santa rivalidad
entre ellos a ver quién dejaba más cosas, quién
podía pasar con menos, quién podía vivir
más pobremente. Sus conquistas ascéticas se
pregonaron de casa en casa, y pronto comenzó la admiración...
y la crítica.
Profesamos pobreza para imitar a Jesús, para aprender
desprendimento, para renunciar al poder del mundo y así
hacer sitio al poder de Dios en nuestras almas y en nuestro
trabajo por los demás ("cuando soy débil
es cuando soy fuerte"), para identificamos con los pobres,
para luchar contra el consumismo, para estar siempre disponibles
y dispuestos a servir a todos. Ignacio legisló que
sus seguidores habían de "comer, vestir y dormir
como cosa propia de pobres", con lo que quería
decir sencillamente que debían pasar hambre, llevar
vestidos raídos y no dormir en cama. A ese ideal había
que volver. Para explicar el principio sobrenatural que actúa
en nuestra pobreza, es decir, que al vaciarnos de nosotros
mismos nos llenamos de Dios, Tony citaba a su mentor, el padre
Calveras, en lo que, según él, había
sido la única vez en su vida que el padre Calveras
se había permitido intentar un poco de humor, y con
dudoso éxito. Calveras les había dicho: "Aristóteles
estableció el célebre principio de que 'natura
abhorret vacuum', es decir, que a la naturaleza no le gusta
dejar huecos, y cuando ve algún vacío se lanza
enseguida a rellenarlo.
Pues bien, no cabe duda de que Dios habrá leído
a Aristóteles (ése era el chiste), y por eso,
cuando ve algún alma que se ha despojado de todas sus
posesiones, apegos y gustos, se apresura a llenar ese alma
con su presencia y su poder." Ese era el principio teológico,
y Tony lo puso en práctica con todo su celo y entusiasmo.
La campaña a favor de la pobreza desnuda estaba en
marcha.
Tony dirigió personalmente unos Ejercicios Espirituales
de ocho días para su comunidad en Vinayálaya,
y el enorme éxito que tuvo en frutos espirituales le
hizo concebir la idea de anunciar unos Ejercicios de treinta
días en Khandala para quien quisiera apuntarse. Eso
era algo fuera de lo normal, pues los jesuitas hacen los Ejercicios
de mes oficialmente sólo dos veces, una al comienzo
y otra al fin de su formación, y fuera de esas dos
ocasiones no había entonces costumbre ni tradición
en la India de practicarlos. Tony se aventuró, lanzó
el anuncio, logró reunir un pequeño y abigarrado
grupo (había allí desde algunos de sus "juniores"
hasta personas respetables, como su futuro superior José
Javier Aizpún), y el movimiento de los ejercicios de
mes quedó inaugurado. Esa fue la plataforma desde donde
Tony predicó su programa de pobreza, oración
y experiencia de Dios.
Para dar una idea del valiente llamamiento que Tony hacía
en favor de la pobreza radical, voy a contar un incidente
que tuvo lugar el día en que acabaron los Ejercicios.
Estábamos todos comentando a voz en cuello las vicisitudes
de aquellos treinta días, después del largo
silencio voluntario, cuando uno de los sacerdotes del grupo,
alegre y simpático (que poco después nos dejó,
se volvió a España y se casó), se dirigió
a Tony y empezó a increparle en medio de todos con
gesto cómico de vehemente indignación: "Mira,
Tony. Todo lo demás se te puede perdonar, pero no lo
que dijiste aquel día. ¿Te acuerdas? Venga a
insistir en la pobreza día tras día, en la ascética
pura, sufrir privaciones, desprenderse de todo, abrazar una
vida dura, acabar can todas las comodidades y quedarse sólo
con la pobreza, la mortificación, la penitencia y el
ayuno... Me pasé una semana entera a pan y agua, camo
tú nos dijiste y coma muchos hicieron, hasta el punto
de que el cocinero. se quejó de que se echaba a perder
la comida y pidió que los que pensaban ayunar cada
día hicieran el favor de avisar a la cocina, para calcular
la cantidad que había que preparar. Pase. Todo eso
puede tolerarse. Pero no lo que dijiste después. ¿Te
acuerdas? Después de tanto presionarnos y tanto achucharnos,
un día, al fin, dijiste: 'Bueno, claro, todos necesitamos
un respiro de cuando en cuando, necesitamos un descanso, incluso
unas vacaciones que interrumpan un poquillo. tanta penitencia
y tanta mortificación, aunque sólo sea para
volver a la carga luego con mayor empeño. Sí,
haremos bien todos nosotros en permitirnos de vez en cuando
algunas libertades, pasarlo bien, hacer un poco el loca y,
¿por qué no?, hacer casas que nunca hemos hecho
antes y divertirnos de veras. Así es que, ¡adelante!,
cuando estéis cansados y queráis una pausa en
la vida, no tengáis escrúpulos, proceded can
plena libertad, dejaos llevar y... Mientras hablabas así,
Tony, se me hacía la baca agua, y estaba esperando
con ilusión creciente a ver qué era lo que nos
ibas a proponer que hiciéramos, puestos a hacer el
loca; mi imaginación se desató y empecé
a pensar en, bueno, cualquier disparate, cuando tú
llegaste al momento culminante de tu perorata y dijiste: 'Sí,
señor, no faltaba más, cuando queráis
de veras un descanso. en la vida y sintáis su necesidad,
sed generosos con vosotros mismos, no escatiméis nada
y... ¡tomaos una buena taza de té!
¡¡¡TONY!!! ¿Eso es todo lo que se
te ocurrió, puesto a pensar en un descanso en la vida,
una cana al aire, una loca aventura? ¡Una taza de té!
¡Santo cielo. ¡En buena me he metido! Ya sé
ahora lo que me espera. Aunque una cosa he de concederte:
te has explicado perfectamente y de manera que me será
imposible olvidar tu consejo: ¡me acordaré de
él cada vez que tome una taza de té!"
A mí también me había llamado la atención
lo de la taza de té (aunque a otros, sorprendentemente,
les había parecido la cosa más natural del mundo),
y me reí de buena gana. Y Tony fue el que más
se rió. Pero no por eso cedió ni un punto de
su tesis. Aquel era el Tony de la taza de té, tan genuino
y sincero coma el de las "fiestas" en Sádhana
años más tarde.
El segundo tema era la oración. "Cuando prescribo
cinco horas de oración al día", decía
Tony, "eso es sólo un mínimo y, -desde
luego-, sin contar la Eucaristía, el breviario, el
rosario, la lectura espiritual y las exámenes de conciencia.
Y no lo digo para durante los Ejercicios, sino paa cada día
del año y para toda la vida. Si hemos de ser hambres
de oración, hemos de consagrar tiempo a la oración."
Así lo hicimos con plena generosidad. Y no era esto
tan difícil coma parece, parque Tony se encargaba de
probar de antemano que la "consolación" (término
con que Ignacio quería decir "pasarlo bien en
la oración") debería ser nuestro estado
normal al orar. Esta doctrina, firme y tradicional, ha sido
olvidada en gran parte, y se nos habla de "orar a palo
seco", "dejar para los niños la leche de
las consolaciones y tomar el alimento sólido de adulas
que son las desolaciones" (que es una tergiversación
intolerable de un pasaje de san Pablo) o incluso, con Pascal,
que "hay que buscar al Dios de las consolaciones, y no
las consolaciones de Dios." Falsa doctrina. Tony se valía
aquí de los estudios que había hecho en España
y citaba con conocimiento y autoridad desde los grandes clásicos
castellanos hasta los modernos exegetas de los Ejercicios
ignacianos, a los que tanto debía.
No conservo citas exactas, pero sí las ideas. Calveras:
Para perseverar en la vida espiritual es necesaria la oración,
y para perseverar en la oración son necesarias las
consolaciones; .a eso viene toda la cuarta semana de los Ejercicios,
a "establecer al alma en estado de consolación"
con el "oficio de consolar" que trae el Señor
resucitado. Casanovas: Los autores espirituales que hablan
de las consolaciones como algo accidental, como si fueran
dulces y golosinas para niños, no saben lo que dicen;
esas consolaciones no son dulces y golosinas; son y han de
ser nuestro pan de cada día. Ribadeneira, hablando
de Ignacio (ésta es cita exacta): "De tal modo
rebosaba su alma de divina consolación, encontraba
siempre tan a punto y como esperándole la gracia de
la divina visitación, que solía decir que si
diez veces o más al día quisiese hallar sobrenaturalmente
a Dios, con el favor de él fácilmente lo conseguiría,
pero que solía abstenerse de esas consolaciones tan
continuas y se contentaba con aplicar los labios a esa fuente
inexhausta una vez al día; porque de ese modo el cuerpo
no se debilitaba demasiado, y el espíritu se rehacía,
si no tanto como hubiese deseado, al menos en la proporción
que convenía a un hombre ocupado y enfermo como él."
Palabras para hacer pensar a cualquiera, y tradición
que hemos perdido en la rutina de nuestras oraciones y la
aridez (ide la que algunos llegaban incluso a gloriarse!)
de nuestra vida espiritual. Hay que recobrar la dulzura del
espíritu, hay que "probar y ver cuán dulce
es el Señor". El gran secreto de Tony era que
no sólo nos enseñaba a orar, sino a disfrutar
en la oración. Todos los que pasamos por sus manos
en aquellos años de innegable carisma podemos dar testimonio
alegre y agradecido del gozo que Tony trajo a nuestra vida
de oración.
Junto con la oración de contemplación a que
acabo de referirme, Tony insistía igualmente en la
oración vocal. Citaba a santa Teresa y, más
radicalmente, al mismo evangelio: cuando los discípulos
le pidieron a Jesús que les enseñase a orar,
su respuesta fue el Padre Nuestro. La misma sencillez, humildad
y facilidad de la oración hecha palabra es garantía
de perseverancia en su uso y de profundidad en la fe. "El
que no sabe orar con los labios no sabe orar con el corazón",
repetía. "Por mucho que avances en la oración",
decía, "lleva siempre contigo una provisión
permanente de oraciones vocales que siempre has de necesitar
en el largo camino." Una variante concreta de la oración
vocal, favorita también de Tony, era la "lectio
divina" de tradición benedictina en sus tres tiempos
de lectio, meditatio y oratio. Leer primero el texto, con
preferencia un pasaje apropiado de la sagrada Escritura; después
"meditar" sobre él, pero meditar "con
la boca", según el texto de la Escritura: "la
boca del justo meditará la sabiduría";
es decir, pronunciar despacio las palabras sagradas, repetidas,
rumiadas, acariciadas, decirlas en voz alta, gastarlas, sentirlas;
y finalmente, una reacción personal breve, que es la
oratio, para volver enseguida a la lectura. Método
de contacto con la palabra de Dios, de expresión corporal
en los labios y en la voz, de eficacia humildemente segura
y eminentemente práctica.
Después venía la oración de petición.
Es la oración más valiente del cristiano. Ahí
es donde la fe se expone, se compromete, se vive. Es relativamente
fácil recitar salmos y contemplar misterios; pero,
cuando se trata de sacar la oración a la calle, de
hacerla pública y concreta, de pedir en voz alta ante
otros, con la insistencia y claridad con que Jesús
instruyó a sus discípulos que pidieran favores
al Padre en su nombre, en la seguridad de que serían
concedidos, cosas que queremos y necesitamos no sólo
para el espíritu, sino también para el cuerpo
y el trabajo y los conflictos y la vida... hace falta mucha
más fe y serenidad y madurez cristiana. La oración
de petición no es oración de principiante, sino
de veterano. Forma y moldea y pone a prueba. Es la oración
que nos expone a un riesgo difícil, por más
que feliz: si mi petición no es oída, quedo
mal ante mis compañeros de oración; y si es
oída... adquiero la tremenda responsabilidad de saber
que Dios me escucha y toma en serio lo que le digo. Tony contaba
la historia (conocida en Europa, pero menos en la India) del
enfermo que, después de haberse apuntado para una peregrinación
a Lourdes, se borró diciendo: "Si no me curo,
no pasa nada; pero si, por casualidad, me curo... ¡voy
a tener ya que vivir como un santo toda la vida!" Prefería
no correr riesgos sobrenaturales y quedarse con su cómoda
enfermedad. Es más fácil ser enfermo que ser
objeto de un milagro. De ahí la jaculatoria: "iVirgencita,
que me quede como estoy!"
Después de pedir hay que dar gracias; y aquí
vino el gran descubrimiento, que dominó varios años
de la vida de Tony, de la oración de alabanza. Pocos
meses después del mes de Ejercicios en Khandala, Tony
me escribió una carta en que me decía: "Carlos,
tengo que comunicarte mi último descubrimiento, y no
puedo esperar a que nos volvamos a ver. ¡La oración
de alabanza! Pruébala enseguida, y verás cómo
cambia tu vida. Echale mano a unos libros recientes que han
salido sobre esta materia (mencionaba algunos títulos)
y cuéntame tus experiencias. Me encantaría que
nos viéramos pronto par poder hablar de esto. Es cosa
buena de veras." Sí que lo es. En "Sádhana,
un camino de oración" Tony escribió: "Si
tuviese que señalar la forma de oración que
ha hecho la presencia de Cristo más real en mi vida
y me ha conferido el sentido más profundo de ser llevado
y rodeado por la providencia amorosa de Dios, escogería,
sin dudarlo por un momento, esta última forma de oración
que propongo en el libro, la oración de alabanza. La
elegiría también por la intensa
paz y gozo que me ha dado siempre en tiempos de aflicción".
Otra contribución importante de Tony a la vida de
la iglesia india fue la introducción entre nosotros
de la llamada "oración de Jesús",
es decir, la repetición rítmica de las palabras
"Señor Jesucristo, ten piedad de mí",
o de otra fórmula equivalente, o aun sólo el
nombre de Dios, a tiempo con la respiración, el paso
al andar, el pulso o el latir del corazón o cualquier
otro ritmo del cuerpo o del mundo que nos rodea. Aquí
se juntan tres tradiciones religiosas: la hindú, la
de los cristianos orientales y, a través de los árabes;
la ignaciana. Ignacio habla de oración "por anhélitos",
que es el rasgo esencial de esta oración, en los "Tres
modos de orar" que, según Polanco, ocupaban de
uno a dos días enteros al final de los Ejercicios de
mes. Los hindúes vienen repitiendo el nombre de Rama
desde tiempo inmemorial, estén donde estén y
hagan lo que hagan, como música sagrada de fondo de
toda su vida, pasando el divino nombre de los labios a la
mente y al corazón, recitándolo sin cesar con
el rosario de ciento ocho cuentas, escribiéndolo con
tinta roja millares de veces en pequeños cuadernos
cuadriculados (que yo a veces he recibido como regalo íntimo
de comunión espiritual), viviéndolo a través
de la eterna geografía del Himalaya, el Ganges y el
cabo sagrado donde se unen tres mares en la punta de Comorín
y los antiguos monjes cristianos de Egipto practicaron también
la adoración repetida del nombre del Redentor, y las
iglesias griega y rusa han continuado la tradición
hasta nuestros días. En Rusia surgió el siglo
pasado ese clásico tratado anónimo, "El
camino del peregrino", que hace pocos años alcanzó
popularidad en el resto de Europa e hizo revivir la práctica
de esta oración. Este fue el libro que cayó
en manos de Tony, lector asiduo de novedades espirituales;
allí aprendió él este modo de orar, y
de allí nos lo enseñó a nosotros. Hoy,
esta oración es parte de la vida espiritual de la iglesia
católica india, y quede aquí consignado para
la posteridad que quien la introdujo entre nosotros fue Tony.
Tambíén fue Tony quien introdujo entre nosotros
la que ahora llamamos "oración participada",
"oración espontánea" o, simplemente,
"oración de grupo". El grupo de amigos en
el Señor que se reúnen en una capilla o un cuarto
en silencio devoto, leen las Escrituras, cantan canciones
religiosas, hablan en voz alta con el Señor según
los mueve su Espíritu, y escuchan reverentemente lo
que los demás dicen al Señor, y el Señor
a todos. Tony comenzó por introducir, durante los Ejercicios
que daba, una hora de adoración en silencio ante el
Santísimo Sacramento expuesto por la noche, como último
acto del día. Cuando todos le dijeron que ése
resultaba el mejor acto de todo el día, se animó
a proponer que en medio del silencio pudieran hablar en voz
alta con el Señor los que lo desearan. Así nació
la oración de grupo, que luego se fue extendiendo a
toda clase de grupos y ocasiones, y forma ya parte de nuestra
vida espiritual comunitaria. Todos nos hemos beneficiado enormemente
de ella.
Esto da una idea de cómo Tony conocía y dominaba
los mejores caminos de oración, antiguos y modernos,
orientales y occidentales, y dominaba también el arte
de comunicárselos a otros. Cuando, años más
tarde, las vicisitudes de la vida y los votos de los jesuitas
de Bombay lo enviaron a Roma como delegado suyo entre muchos
otros delegados del mundo entero, Tony hizo buen uso de sus
talentos y se ofreció a iniciar a sus compañeros
delegados, durante las varias semanas que duró la reunión,
en nuevos métodos de oración. Organizó
sesiones en inglés y en español que fueron un
gran éxito y .le proporcionaron la admiración
y la amistad de personas espirituales, abriéndosele
así las puertas del apostolado internacional que pronto
había de emprender. Tiene importancia el nombre que
dio a sus primeros cursillos en la materia: "Talleres
de oración." Aunque la maquinaria de los "talleres"
cambió poco a poco y su actividad tomó otras
direcciones, la oración fue siempre, de una manera
o de otra, el punto de partida de todo lo que hizo.
Con todo, más que la oración y la pobreza,
el filo cortante y la punta de lanza de la espiritualidad
de Tony estaba en el tercero de los frentes que he enumerado
al principio del capítulo: la fe práctica de
que la experiencia de Dios es posible en esta vida, y el esfuerzo
valiente para conseguirla cuanto antes con la gracia de Dios.
Eso daba un blanco a la oración de petición,
hacía cobrar sentido y urgencia a las largas horas
de contemplación, ungía a la oración
de grupo con el intenso sacramento del deseo, aceleraba los
ritmos de la repetición del nombre sagrado, y hacía
que toda la pobreza, privaciones y mortificaciones resultaran
fáciles y deseables ante la perspectiva real de esa
meta sublime y alcanzable. Tony, al dar Ejercicios, comenzaba
por presentar una demostración casi académica
a partir de la Escritura, los Santos Padres, la tradición
cristiana y las enseñanzas de los santos, para dejar
bien claro que el ver a Dios cara a cara no es privilegio
minoritario de unos pocos místicos, sino derecho elemental
de todo cristiano; y una vez asentados sus argumentos, se
lanzaba a un llamamiento apasionado para hacemos ver que,
si esta suprema gracia estaba al alcance de la mano, ¿cómo
podíamos permitimos el perder la oportunidad y contentamos
con las migajas, cuando se nos ha invitado al banquete? Desde
aquel instante, la experiencia de Dios se convertía
en el centro de todos nuestros esfuerzos y la meta de todos
nuestros deseos.
Tony nos insultaba: "Sois cristianos 'de oídas',
¿no es eso? Creéis porque os han dicho que creáis,
eso es todo. ¿Cómo sabéis que sois cristianos?
¿Por el certificado de bautismo? ¡Valiente prueba!
El cristiano sabe que es cristiano porque ha visto y oído
y sentido y vivido a Cristo. El apóstol es un 'testigo
de la resurrección'; ¿lo sois vosotros? y si
no lo sois, no tenéis derecho a hablar. ¿No
os da vergüenza hablar de Dios en la ¡ndia, donde
sólo puede hablar de Dios con autoridad quien lo haya
visto? ¿Y sois vosotros hijos de Ignacio, que esperaba
que el alma tratase inmediata con su Creador y Señor,
sin intermediario de ninguna clase? O sacáis de estos
Ejercicios la experiencia directa, el encuentro personal con
Cristo resucitado, o no sacáis nada." En plan
más sobrio, yo recuerdo haber pensado entonces en la
apta definición que Fritz Perls da del "enseñar";
según él, "enseñar es mostrar que
algo es posible"; y yo apliqué esa definición
a mi caso.
Tony me había mostrado que la experiencia directa
de Dios en esta vida es posible. Ese fue el mayor favor que
podía haberme hecho.
Este ataque descaradamente místico en frentes sobrenaturales
no dejó de crear problemas y originar tensiones. A
veces resultaba hasta cómico, y yo me habré
reído más de una vez en silencio durante la
oración nocturna de grupo, cuando alguien explotaba
de repente en acción de gracias al Señor, que
le había oído y se le había manifestado
cara a cara en su poder y su bondad... mientras otros, a los
que aún no les había tocado la lotería,
expresaban su resignación y redoblaban sus plegarias.
Algo había en todo eso de comparación, emulación,
casi competencia, que llegaba a crear ansiedad y frustración
y, sin duda, hizo daño a más de uno. Conozco
bien el tema, y sé sus peligros. Pero la oleada de
fervor de oración, entusiasmo religioso y experiencias
acrisoladamente místicas a que dio origen fue en verdad
y profundidad un nuevo Pentecostés que cambió
para siempre la vida de muchas almas fervientes y derramó
inmensas alegrías y devoción bendita por los
paisajes eternos de un continente que sabe de cumbres místicas
y de amaneceres espirituales.
Por lo que a mí me toca, he contado ya en otro de
mis libros la historia de lo que la oleada mística
me hizo a mí, y no la repito aquí. Me contento
con decir que soy testigo, en mi propia vida y en la de otros
a quienes conozco de cerca, de la verdad y profundidad que
asistían a Tony en su atrevida invitación a
que"buscáramos el rostro de Dios", frase
y reto bíblicos que se hicieron alegre e imborrable
realidad en nuestras vidas.
Tony poseía un conocimiento excepcional de los Ejercicios
Espirituales de san Ignacio, tanto teórico como práctico;
muchos le habían insistido que pusiera por escrito
sus conocimientos y experiencias, y él mismo había
pensado y hablado más de una vez de ello. No tenía
más que ordenar su fichero, grabar sus charlas y corregir
la transcripción; pero nunca llegó a hacerlo.
Para cuando empezó a publicar, su interés había
cambiado de horizonte.
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