LOS HIJOS DEL OPUS: LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES DEL OPUS DEI
Autora: Esther Fernández Mostaza
Editorial: Mediterrania
SEGUNDA PARTE. LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES
Entendemos por socialización el proceso por el cual
el ser humano aprende y aprehende (toma y hace suyos), en
el transcurso de su vida, los elementos culturales de su medio
y los integra en la estructura de su personalidad -bajo la
influencia de experiencias y de agentes sociales significativos-.
Con esta definición podemos afirmar que mediante el
proceso de socialización el individuo se convierte
en miembro de su sociedad. A este proceso dedicaremos el capítulo
IV.
Al igual que todo proceso, el de socialización tiene
estadios. Así, diferenciaremos entre: la socialización
primaria, que es la primera y la más fuerte, y
que tiene lugar durante la infancia mediante connotaciones
afectivas muy poderosas; y la socialización secundaria,
procesos posteriores a la primera socialización los
cuales inducen a un individuo ya socializado a penetrar y
participar en nuevos sectores de su sociedad.
El proceso de socialización primaria deviene en un
contexto de fuertes connotaciones afectivas, donde los protagonistas
son, en terminología del sociólogo Mead, los
otros significativos. De hecho, podemos afirmar que
sin vinculación afectiva a los otros significativos
el proceso de aprendizaje en estos primeros estadios sería
sumamente difícil, por no decir imposible. La interiorización
del mundo, de la realidad, se produce en la medida en que
hay identificación del niño con estos otros
significativos; con esta identificación, el niño
adopta sus roles y sus actitudes, y los hace suyos.
En la socialización secundaria, por el contrario,
la interiorización no tiene que ir necesariamente acompañada
de una identificación afectiva con los otros significativos,
sino que el individuo puede interiorizar realidades diferentes
sin identificarse con ellas. En este nuevo estadio el niño,
como también el adulto, no adoptará los roles
o las actitudes de estos otros no significativos, sino que
los escogerá de forma manipuladora.
Sin embargo, nos podemos preguntar dónde termina la
socialización primaria y dónde empieza la secundaria.
Pues bien, dejaremos de hablar de socialización primaria
cuando el niño actúe no sólo en referencia
con otro inmediato y significativo -la madre, por ejemplo-
sino con otro social más generalizado -su sociedad-.
Este otro generalizado regula la conducta en interés
de todos los que componen un grupo o sociedad, confirmando
el avance del proceso de socialización.
Pero este proceso puede verse truncado cuando, dentro de
la esfera de las socializaciones secundarias, ciertas transformaciones
o cambios sean vividos como rupturas totales con lo que hasta
entonces había sido el mundo referencial. En el capítulo
V trataremos las características de estas rupturas.
Ahora sólo introduciremos el concepto con el que definiremos
este nuevo estadio dentro del proceso socializador: la resocialización.
Porque, por un lado, nuevos valores y modelos de comportamiento
son aprehendidos y, por otro lado, requiere la presencia de
un grupo capaz de reproducir aquella fuerte identidad del
otro significativo propia de los primeros estadios de socialización.
(Ningún cambio, por radical que sea, no es necesariamente
definitivo; nuevas resocializaciones siempre pueden tener
cabida sobre la base de resocializaciones ya vividas.)
Como veremos en capítulos siguientes, el proceso de
resocialización se parece al de socialización
primaria, pues reproduce aquella fuerte identificación
afectiva con los otros significativos o primeros agentes socializadores.
Además, el proceso de resocialización se diferencia
de la primera socialización en que no parte de cero;
por eso, existe la necesidad de tener que desmontar todo un
conglomerado de estructuras de significado enraizado con fuerza
en la personalidad del individuo. En cuanto a la socialización
secundaria, a pesar de ser obvio, no podemos dejar de mencionar
su coincidencia en el tiempo con la resocialización:
ambas son posteriores a la socialización primaria.
Pero, mientras la socialización secundaria no rompe
con el pasado, en la resocialización el pasado es reinterpretado
con la finalidad de adaptarlo a las nuevas formas de realidad
construidas desde el presente.
Otro concepto crucial para comprender las diferencias entre
socialización secundaria y resocialización,
es el de reserva de rol. Durante la socialización
secundaria el individuo escoge manipuladoramente el mundo
o mundos alternativos, a veces contradictorios, interiorizando
la nueva realidad (no para hacerla suya, sino para servirse
de ella con unas finalidades determinadas), limitándose
por tanto a representar un papel o rol deliberadamente,
manteniéndose subjetivamente distanciado. En cambio,
en los procesos de resocialización, el individuo hace
suya la nueva realidad: no interpreta ningún rol, sino
que lo adopta (como hacía el niño en los primeros
estadios de la socialización). Y es que de la misma
manera que en el transcurso de la socialización primaria
una actitud "reservada" es bastante difícil
en relación con las realidades interiorizadas, también
tiene que serlo en la resocialización. En este sentido,
la resocialización supone que ciertos elementos fundamentales
de la realidad objetiva se hayan de interiorizar "sin
reservas".
Pero, ¿qué ocurre cuando ciertos elementos
de esta nueva realidad ya han sido interiorizados sin reservas?
Llegará un momento en que estos nuevos elementos
se deberán transmitir a los hijos. Precisamente, el
eje alrededor del que girará esta investigación
a partir de ahora será la socialización de esta
generación, hijos de unos individuos que en el transcurso
de su vida han experimentado una resocialización, una
ruptura con el sistema originario de pertenencia. Será
con el término de segunda generación
como nos referiremos a estos individuos nacidos dentro de
un mundo adoptado por sus padres.
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