Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Los hijos del Opus
Índice del libro
Prólogo
Introducción
PRIMERA PARTE. ¿De qué hablamos cuando hablamos del Opus Dei?
I. Por una superación de la dicotomía secta-iglesia
II. El Opus Dei entendido como institución voraz
III. El carácter receptivo de los miembros del Opus Dei
SEGUNDA PARTE. La socialización de las segundas generaciones
IV. El proceso de socialización
V. Cuando el proceso de socialización se repite: la resolización
TERCERA PARTE. Caracterización del modelo de familia en el que socializan las segundas generaciones del Opus Dei.
VI. Matrimonio, familia y el lema de la sentificación
VII. Tipos de relaciones en el ámbito familiar
VIII. El ejercicio del rol dentro de la estructura familiar
IX. La familia y los otros agentes de socialización
Conclusiones
Bibliografía
FIN DEL LIBRO
 
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LOS HIJOS DEL OPUS: LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES DEL OPUS DEI

Autora: Esther Fernández Mostaza
Editorial: Mediterrania

CAPÍTULO II. El Opus Dei entendido como institución voraz

Nuestra sociedad se caracteriza por la pluralidad de mundos, a veces opuestos, entre los que escogemos la combinación de roles que deben configurar nuestra identidad subjetiva. [La idea de rol social proviene originalmente del teatro y se refiere a los papeles que los actores interpretan en una obra. En cualquier sociedad, los individuos ejercen más de un papel o rol social, según los diferentes contextos de sus actividades. Así, podemos definir el rol social como el comportamiento que se espera de un individuo en una situación determinada.] Esta selección de roles no excluye la posibilidad de poder interpretar papeles que no conforman nuestra realidad, es decir, de interpretar un rol sin identificarnos con él, con reservas mentales: es cuando hacemos ver que somos lo que en realidad no somos; por esa razón podemos establecer diferencias según se trate del ejercicio de un rol con reservas o de su aprehensión (es decir, sin reservas). En este sentido no sólo interpretamos un rol, sino una combinación de roles.

En su libro Teoría y estructura sociales [Robert K. Merton, Teoría y estructura sociales (Méjico: Fondo de Cultura Económica, 1972, 3ª reimpresión), 52 y ss. Y 431 y ss.], Merton muestra cómo el estatus social que ocupa un individuo no implica necesariamente el cumplimiento exclusivo del propio rol, sino toda una serie de roles o papeles interrelacionados entre sí (es lo que el autor denomina "conjuntos de papeles"). En el caso del maestro de escuela, por ejemplo, el estatus que ocupa no lo relaciona exclusivamente con sus alumnos, sino con un conjunto específico de papeles: los correspondientes a la relación que establece con sus colegas, el director, el inspector, los padres de los alumnos... De manera similar, los individuos en general no ocupan un solo estatus: se encuentran simultáneamente en el sistema de estratificación social, en el orden conyugal, en la división del trabajo, en la jerarquía religiosa, etc. Esta ubicación múltiple puede provocar que las expectativas que dimanan de los diferentes co-actores o de los diferentes co-ocupantes del estatus resulten incompatibles o conflictivas, hecho que puede ocasionar su mal funcionamiento.

Sin embargo, hay mecanismos que permiten al ocupante del estatus manifestar su papel o su estatus dando prioridad a determinada conducta en un momento concreto. Uno de estos mecanismos lo encontramos expresado en el hecho de que la conducta del ocupante de un estatus no se encuentra bajo la observación simultánea de todos los co-actores del papel o de todos los ocupantes del estatus. Así, la posibilidad de sustraerse periódicamente de su observación y, como corolario, el hecho de no interactuar con todos ellos al mismo tiempo, reducen la presión de las expectativas coercitivas.

Ahora bien, podemos encontrar grupos o situaciones donde los problemas provocados por la introducción de expectativas contradictorias se reducen a la mínima expresión. Esto puede ser debido a que los co-actores del rol de otro grupo con un mundo de significación diferente hayan sido, por decirlo de alguna manera, eliminados; o bien porque su número se haya reducido sensiblemente. En estos casos se trata de un tipo de agrupaciones que concentrarán a sus miembros (o a la mayoría de ellos) dentro de un estatus genérico sin ninguna referencia externa al grupo. Pero, además, este grupo selecto de ocupantes del estatus basará su identidad en el universo simbólico del grupo que, después de excluir cualquier relación competitiva con otros, se encontrará sin referencias externas donde poder basar su propia identidad. C. Lewis Coser describe estas situaciones como propias de un determinado tipo de grupo:

"La sociedad moderna, igual que la sociedad tradicional, sigue engendrando grupos y organizaciones que, en contradicción con las tendencias dominantes, demandan la adhesión absoluta de sus miembros, y pretenden abrazar toda su personalidad dentro de su círculo. Estas podrían denominarse "instituciones voraces", ya que exigen una lealtad exclusiva e incondicional y tratan de reducir la influencia que ejercen los papeles y los estatus competidores sobre aquellos a los que desean asimilar por completo. Sus demandas, en cuanto a la persona, son "omnívoras"." [C. Lewis Coser, Instituciones voraces (Méjico: Fondo de Cultura Económica, 1974), 14]

En este segundo capítulo trataremos las instituciones voraces o ávidas, y cómo la definición propuesta por Coser puede aplicarse bien al Opus Dei. Pero antes será necesario distinguir entre las instituciones voraces y las instituciones totales definidas por Erving Goffman, pues aunque las coincidencias son evidentes, denotan fenómenos sociales diferentes.

1. Sobre las características de las instituciones totales, según Erving Goffman

Una institución total puede definirse como un lugar de residencia y trabajo, donde un elevado número de individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en su reclusión una rutina diaria, administrada formalmente. [Erving Goffman, Internados: Ensayo sobre la situación social de los enfermos mentales (Buenos Aires: Amorrortu, 1972), 5]

Con esta sucinta definición, Goffman inicia su libro Internados. A continuación presenta las prisiones como ejemplo notorio de este tipo de instituciones, pero advirtiendo que este mismo carácter intrínseco del centro penitenciario lo comparten otras instituciones cuyos miembros no han infringido ninguna ley (los hospitales psiquiátricos son el ejemplo más claro). El libro de Goffman está dividido en cuatro ensayos donde el término institución total designa aquellas instituciones cuyo carácter envolvente y totalizador está simbolizado "por los obstáculos que se oponen a la interacción social con el exterior y a la salida de los miembros, y que suelen adquirir forma material: puertas cerradas, muros altos, alambradas, acantilados, ríos, bosques." [Ibid., 18] Aunque tratan del mismo tema, son ensayos independientes unos de los otros.

Es en el primero de los ensayos (Sobre las características de las instituciones totales) donde Goffman ordena las instituciones totales en cinco grandes grupos, avisando que la clasificación "no es precisa, exhaustiva, ni por su inmediata aplicación tampoco analítica; aporta, sin embargo, una definición puramente denotativa de la categoría, como punto de partida concreto." [Ibid., 19] Estos cinco grupos son: a) Las instituciones erigidas para cuidar personas incapacitadas pero inofensivas: centros para invidentes, huérfanos, indigentes, ancianos...; b) Grupos integrados por personas que no pueden cuidarse ellas mismas pero que, a diferencia del grupo anterior, representan una amenaza involuntaria contra la comunidad: hospitales psiquiátricos, de enfermos infecciosos, etc; c) Aquellas instituciones que, a diferencia de las anteriores, se proponen el bienestar inmediato del interno, se organizan para proteger a la comunidad de aquellos que constituyen una amenaza real o no; d) En cuarto lugar nos encontraríamos con aquellas instituciones que se han creado deliberadamente para mejorar el cumplimiento de una determinada labor y que sólo se justifican sobre estas bases instrumentales: cuarteles, barcos, escuelas de internos, y campos de trabajo son algunos ejemplos; y, e) Finalmente encontramos establecimientos concebidos como refugios del mundo, lugares que con frecuencia sirven para la formación de religiosos: abadías, monasterios, conventos y otros claustros.

Centrados ya en las características de las instituciones totales, y si pensamos en el orden social de nuestra sociedad, coincidiremos con Goffman al afirmar que "el individuo tiene que dormir, jugar y trabajar en distintos lugares, con diferentes co-partícipes, bajo autoridades diferentes, y sin un plan racional amplio." [Loc.cit.] Así, podemos extraer el elemento central que caracteriza a las instituciones totales: "La ruptura de las barreras que separan normalmente estos tres ámbitos de la vida." [Loc.cit.] Y sobre la base de este elemento encontramos las otras características: Primero, en una institución total todos los aspectos de la vida suceden en el mismo lugar y bajo la misma autoridad. Segundo, cualquier actividad diaria se realiza conjuntamente con otros miembros y el trato es igual para todos; en consecuencia, uno no puede diferenciarse de los demás. Tercero, las actividades diarias están programas siguiendo un sistema de horarios y normas, con unos funcionarios responsables de su cumplimiento, de manera que una actividad conduce a otra y ésta a la siguiente, sin poder decidir el hacer o no hacer una cosa. Cuarto, las diferentes actividades obligatorias se integran en un único plan racional, concebido para la consecución de los objetivos particulares de la institución.

Hemos querido dejar para el final de esta breve aproximación a las instituciones totales uno de sus elementos fundamentales: su incompatibilidad con la familia. "La vida familiar suele contraponerse a la vida solitaria, pero en realidad el contraste más pertinente es con la vida de cuadrilla, porque los que comen y duermen en el trabajo, con un grupo de compañeros, difícilmente pueden llegar una existencia doméstica significativa." [Ibid., 24-25] Inversamente, el hecho de que las familias del personal que trabaja con los internos se mantengan fuera de la institución, les permite romper la tendencia absorbente de la institución total. Goffman quiere insistir en que la fuerza que una institución pueda tener sobre un individuo dependen de la supresión del círculo familia, ya sea real o potencial: "La formación de familias proporciona una garantía estructural de resistencia permanente contra las instituciones totales." [Ibid., 25]


2. Sobre las características de las instituciones voraces, según C. Lewis Coser

Coser empieza su trabajo destacando las que, para él, son las principales cuestiones a las que se enfrentan los grupos organizados: a) poner las energías humanas al servicio de sus fines, y b) hacer que sus miembros les guarden fidelidad por encima de las demandas de lealtad de otros grupos o instituciones. En resumen: lealtad absoluta y adhesión total.

En relación con el primer punto, es evidente que el individuo tiene unos recursos de energía y tiempo limitados. Por eso, "los diferentes grupos que exigen las energías y el tiempo de los individuos compiten en él para obtener todo lo posible, dentro de ciertos límites normativos, de la reserva disponible de recursos." [Coser, Instituciones voraces, 11] Pero resulta difícil de entender una afiliación exclusiva cuando el individuo, en nuestra sociedad, está sometido a una extensa red de afiliaciones de grupo. "Está determinado sociológicamente, pues los grupos se "interseccionan" en su persona mediante una red en virtud de su afiliación a ellos." [Georg Simmel, Conflict and the web of group-affiliations (Nueva York: The Free Press, 1955), p.150. Citado por: Coser, Instituciones voraces, 12] Así, podemos afirmar que el individuo vive en la intersección de muchos círculos sociales. (Pero esta afirmación se debería matizar, pues con frecuencia encontramos una serie de regulaciones y preferencias normativas que hacen que estas pugnas entre los diferentes grupos que piden fidelidad y adhesión se canalice; pensemos, por ejemplo, en la jornada laboral que establece un número determinado de horas de trabajo, o en las demandas del Estado que se detienen ante lo "privado").

Por lo que a las demandas de lealtad se refiere, las sociedades modernas han diseñado ajustes estructurales gracias a los cuales el individuo, en vez de participar íntegramente en un subsistema particular, toma parte parcialmente en una multiplicidad de círculos sociales que no lo reclaman de manera exclusiva. De esta manera, el individuo puede interpretar un conjunto de papeles en una multiplicidad de escenarios, repartiendo sus energías de manera que pueda participar de la mayor variedad de juegos sociales.

"Cuando un niño abandona el círculo protector de su familia, gradualmente aprende a participar en el mundo de la escuela y en su grupo de amigos. Aunque a veces esta participación puede entrar en conflicto con sus obligaciones familiares, generalmente no ocurre así, pues normalmente ninguno de los grupos a los que pertenece le pide lealtad exclusiva. A medida que el curso de su vida como persona adulta empieza a definirse en la adolescencia [...], el individuo que madura ingresa en la diversidad de círculos sociales correspondientes a sus diversas posiciones en el mundo. Siendo al mismo tiempo padre, trabajador, miembro de su sindicato y feligrés de su iglesia, aprende a sortear, por decirlo así, las diversas obligaciones que sus diferentes papeles le imponen. A pesar de ello, las demandas conflictivas de lealtad se encarrilan de tal forma que pueden ser conciliadas, y eso es factible porque la tendencia actual de las instituciones sociales es exigir únicamente un compromiso relativo de la persona." [Coser, Instituciones voraces, 13]

Pero la sociedad moderna, tal como pasaba en la sociedad tradicional, continúa generando grupos que, contradiciendo las tendencias imperantes, requieren adhesión absoluta de sus miembros y pretenden hacer coincidir todos los ámbitos o círculos de acción en uno solo. Este tipo de instituciones son las que Coser denomina voraces o ávidas [greedy]. [Aunque consideramos que la traducción más apropiada para el término inglés greedy es el adjetivo ávida, hemos preferido mantener la forma voraz porque en las traducciones al castellano que se han hecho de la obra de Coser, éste último es el término elegido.]

En su libro Las instituciones voraces, Coser estudia el fenómeno de estos grupos en tres ámbitos relacionados entre sí: el político, el privado y el institucional. En el primer caso se centra en las condiciones que propician el reclutamiento de personas como instrumentos de poder político. Estas renuncian a sus raíces, ya sean familiares, sexuales o locales, en beneficio del gobernante, que monopoliza sus energías e intereses en beneficio propio. Coser poner como ejemplo al eunuco político, figura que permitía a los gobernantes excluir radicalmente al eunuco de toda relación sexual o de parentesco con el fin de conseguir su adhesión incondicional. En este apartado de las instituciones políticas también se puede dar el caso de personas a quienes se les permita tener relaciones sexuales y familiares, pero que socialmente se encuentran desraizadas dentro de la comunidad donde han de servir a sus gobernantes. Ejemplos: los judíos que servían en las cortes germánicas en los siglos XVII y XVIII; o los cristianos renegados que servían en la corte y en el ejército del Imperio Otomano.

Tal como pasa en las instituciones políticas, también en las instituciones privadas podemos encontrar ejemplos en los que se exige una adhesión absoluta, voraz, de todos o de algunos de los miembros; la familia tradicional que tiene servicio, y la madre-esposa de familia de clase media son dos ejemplos típicos. Sin embargo, "este tipo de voracidad institucional entra en conflicto con el resto de pautas institucionales de la sociedad contemporánea, e introduce desequilibrios e incongruencias, que surgen de la incompatibilidad entre la definición moderna y la definición tradicional de los papeles sociales." [Coser, Instituciones voraces, 20] Coser se está refiriendo a la imposibilidad de separar entre la esfera pública y la esfera privada dentro de esta categoría de institución voraz.

Y por último, Coser incluye en esta categoría de instituciones voraces, grupos religiosos como la Compañía de Jesús, políticos como el partido bolchevique, sin olvidar al ejército: "no han desaparecido las demandas voraces y arbitrarias de los amos militares de alta graduación a cuya merced se encuentran los soldados sin rango de oficiales, aunque los reglamentos tiendan a reprobarlas." [Ibid., 21-22]

Una vez expuestas, también brevemente, las características de las instituciones voraces, es preciso diferenciarlas de las instituciones totales de Goffman. Es el mismo Coser quien las distingue: "Mientras que Goffman destaca las condiciones físicas que aíslan al "recluso" del mundo exterior, yo mostraré que las instituciones voraces, aunque en algunos casos recurren al aislamiento físico, suelen valerse principalmente de mecanismo de otra índole para separar a sus miembros de extraños, y se limitan a erigir barreras simbólicas entre ellos." [Ibid., 15] A parte de las barreras físicas, en el caso de las instituciones totales, y simbólicas en las instituciones voraces, otra característica diferenciadora es el uso de la coacción física. Las instituciones no recurren a la fuerza para reclutar miembros: la afiliación es voluntaria y los miembros se someten también voluntariamente a las exigencias de la lealtad y dedicación que pide el grupo. Esta adhesión ha de ser absoluta e incondicional, lo cual exigirá una especie de aislamiento autoimpuesto con la comunidad, donde la relación con personas que ocupan estatus diferentes y desarrollan roles diferentes se rompe completamente. El "nosotros" de este tipo de grupos implica una distinción radical con los "otros"; en este sentido, se puede afirmar que las instituciones voraces son siempre exclusivas. Las instituciones totales, en cambio, se rigen por la fórmula de estar dentro o encerrado, y el estar fuera o libre; "en este sentido las instituciones totales no persiguen verdaderamente un tipo particular de tensión entre el mundo habitual y el institucional, y utilizan esta tensión como fuerza estratégica para manejar a los hombres." [Ibid., 26]

En resumen, podemos concretar las características de las instituciones voraces en los siguientes puntos: a) se establecen barreras simbólicas que aíslan al grupo de las personas no pertenecientes a él; b) se exige adhesión absoluta al grupo; c) lealtad incondicional; d) organización excluyente que distingue entre los que pertenecen al grupo y los que no.

(En este capítulo sólo hemos querido apuntar los elementos que en apartados sucesivos -especialmente en la tercera parte de esta investigación- nos ayudarán a configurar una imagen más clara del Opus Dei entendido como institución voraz.)

 

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