LOS HIJOS DEL OPUS: LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES DEL OPUS DEI
Autora: Esther Fernández Mostaza
Editorial: Mediterrania
CAPÍTULO II. El Opus Dei entendido
como institución voraz
Nuestra sociedad se caracteriza por la pluralidad de mundos,
a veces opuestos, entre los que escogemos la combinación
de roles que deben configurar nuestra identidad subjetiva.
[La idea de rol social proviene originalmente del teatro y
se refiere a los papeles que los actores interpretan en una
obra. En cualquier sociedad, los individuos ejercen más
de un papel o rol social, según los diferentes contextos
de sus actividades. Así, podemos definir el rol social
como el comportamiento que se espera de un individuo en una
situación determinada.] Esta selección de roles
no excluye la posibilidad de poder interpretar papeles que
no conforman nuestra realidad, es decir, de interpretar un
rol sin identificarnos con él, con reservas mentales:
es cuando hacemos ver que somos lo que en realidad
no somos; por esa razón podemos establecer diferencias
según se trate del ejercicio de un rol con reservas
o de su aprehensión (es decir, sin reservas). En este
sentido no sólo interpretamos un rol, sino una combinación
de roles.
En su libro Teoría y estructura sociales [Robert
K. Merton, Teoría y estructura sociales (Méjico:
Fondo de Cultura Económica, 1972, 3ª reimpresión),
52 y ss. Y 431 y ss.], Merton muestra cómo el estatus
social que ocupa un individuo no implica necesariamente el
cumplimiento exclusivo del propio rol, sino toda una serie
de roles o papeles interrelacionados entre sí (es lo
que el autor denomina "conjuntos de papeles"). En
el caso del maestro de escuela, por ejemplo, el estatus que
ocupa no lo relaciona exclusivamente con sus alumnos, sino
con un conjunto específico de papeles: los correspondientes
a la relación que establece con sus colegas, el director,
el inspector, los padres de los alumnos... De manera similar,
los individuos en general no ocupan un solo estatus: se encuentran
simultáneamente en el sistema de estratificación
social, en el orden conyugal, en la división del trabajo,
en la jerarquía religiosa, etc. Esta ubicación
múltiple puede provocar que las expectativas que dimanan
de los diferentes co-actores o de los diferentes co-ocupantes
del estatus resulten incompatibles o conflictivas, hecho que
puede ocasionar su mal funcionamiento.
Sin embargo, hay mecanismos que permiten al ocupante del
estatus manifestar su papel o su estatus dando prioridad a
determinada conducta en un momento concreto. Uno de estos
mecanismos lo encontramos expresado en el hecho de que la
conducta del ocupante de un estatus no se encuentra bajo la
observación simultánea de todos los co-actores
del papel o de todos los ocupantes del estatus. Así,
la posibilidad de sustraerse periódicamente de su observación
y, como corolario, el hecho de no interactuar con todos ellos
al mismo tiempo, reducen la presión de las expectativas
coercitivas.
Ahora bien, podemos encontrar grupos o situaciones donde
los problemas provocados por la introducción de expectativas
contradictorias se reducen a la mínima expresión.
Esto puede ser debido a que los co-actores del rol de otro
grupo con un mundo de significación diferente hayan
sido, por decirlo de alguna manera, eliminados; o bien porque
su número se haya reducido sensiblemente. En estos
casos se trata de un tipo de agrupaciones que concentrarán
a sus miembros (o a la mayoría de ellos) dentro de
un estatus genérico sin ninguna referencia externa
al grupo. Pero, además, este grupo selecto de ocupantes
del estatus basará su identidad en el universo simbólico
del grupo que, después de excluir cualquier relación
competitiva con otros, se encontrará sin referencias
externas donde poder basar su propia identidad. C. Lewis Coser
describe estas situaciones como propias de un determinado
tipo de grupo:
"La sociedad moderna, igual que la sociedad tradicional,
sigue engendrando grupos y organizaciones que, en contradicción
con las tendencias dominantes, demandan la adhesión
absoluta de sus miembros, y pretenden abrazar toda su personalidad
dentro de su círculo. Estas podrían denominarse
"instituciones voraces", ya que exigen una lealtad
exclusiva e incondicional y tratan de reducir la influencia
que ejercen los papeles y los estatus competidores sobre
aquellos a los que desean asimilar por completo. Sus demandas,
en cuanto a la persona, son "omnívoras"."
[C. Lewis Coser, Instituciones voraces (Méjico:
Fondo de Cultura Económica, 1974), 14]
En este segundo capítulo trataremos las instituciones
voraces o ávidas, y cómo la definición
propuesta por Coser puede aplicarse bien al Opus Dei. Pero
antes será necesario distinguir entre las instituciones
voraces y las instituciones totales definidas por Erving Goffman,
pues aunque las coincidencias son evidentes, denotan fenómenos
sociales diferentes.
1. Sobre las características de las instituciones
totales, según Erving Goffman
Una institución total puede definirse como un lugar
de residencia y trabajo, donde un elevado número de
individuos en igual situación, aislados de la sociedad
por un período apreciable de tiempo, comparten en su
reclusión una rutina diaria, administrada formalmente.
[Erving Goffman, Internados: Ensayo sobre la situación
social de los enfermos mentales (Buenos Aires: Amorrortu,
1972), 5]
Con esta sucinta definición, Goffman inicia su libro
Internados. A continuación presenta las prisiones
como ejemplo notorio de este tipo de instituciones, pero advirtiendo
que este mismo carácter intrínseco del centro
penitenciario lo comparten otras instituciones cuyos miembros
no han infringido ninguna ley (los hospitales psiquiátricos
son el ejemplo más claro). El libro de Goffman está
dividido en cuatro ensayos donde el término institución
total designa aquellas instituciones cuyo carácter
envolvente y totalizador está simbolizado "por
los obstáculos que se oponen a la interacción
social con el exterior y a la salida de los miembros, y que
suelen adquirir forma material: puertas cerradas, muros altos,
alambradas, acantilados, ríos, bosques." [Ibid.,
18] Aunque tratan del mismo tema, son ensayos independientes
unos de los otros.
Es en el primero de los ensayos (Sobre las características
de las instituciones totales) donde Goffman ordena las
instituciones totales en cinco grandes grupos, avisando que
la clasificación "no es precisa, exhaustiva, ni
por su inmediata aplicación tampoco analítica;
aporta, sin embargo, una definición puramente denotativa
de la categoría, como punto de partida concreto."
[Ibid., 19] Estos cinco grupos son: a) Las instituciones
erigidas para cuidar personas incapacitadas pero inofensivas:
centros para invidentes, huérfanos, indigentes, ancianos...;
b) Grupos integrados por personas que no pueden cuidarse ellas
mismas pero que, a diferencia del grupo anterior, representan
una amenaza involuntaria contra la comunidad: hospitales psiquiátricos,
de enfermos infecciosos, etc; c) Aquellas instituciones que,
a diferencia de las anteriores, se proponen el bienestar inmediato
del interno, se organizan para proteger a la comunidad de
aquellos que constituyen una amenaza real o no; d) En cuarto
lugar nos encontraríamos con aquellas instituciones
que se han creado deliberadamente para mejorar el cumplimiento
de una determinada labor y que sólo se justifican sobre
estas bases instrumentales: cuarteles, barcos, escuelas de
internos, y campos de trabajo son algunos ejemplos; y, e)
Finalmente encontramos establecimientos concebidos como refugios
del mundo, lugares que con frecuencia sirven para la formación
de religiosos: abadías, monasterios, conventos y otros
claustros.
Centrados ya en las características de las instituciones
totales, y si pensamos en el orden social de nuestra sociedad,
coincidiremos con Goffman al afirmar que "el individuo
tiene que dormir, jugar y trabajar en distintos lugares, con
diferentes co-partícipes, bajo autoridades diferentes,
y sin un plan racional amplio." [Loc.cit.] Así,
podemos extraer el elemento central que caracteriza a las
instituciones totales: "La ruptura de las barreras que
separan normalmente estos tres ámbitos de la vida."
[Loc.cit.] Y sobre la base de este elemento encontramos
las otras características: Primero, en una institución
total todos los aspectos de la vida suceden en el mismo lugar
y bajo la misma autoridad. Segundo, cualquier actividad diaria
se realiza conjuntamente con otros miembros y el trato es
igual para todos; en consecuencia, uno no puede diferenciarse
de los demás. Tercero, las actividades diarias están
programas siguiendo un sistema de horarios y normas, con unos
funcionarios responsables de su cumplimiento, de manera que
una actividad conduce a otra y ésta a la siguiente,
sin poder decidir el hacer o no hacer una cosa. Cuarto, las
diferentes actividades obligatorias se integran en un único
plan racional, concebido para la consecución de los
objetivos particulares de la institución.
Hemos querido dejar para el final de esta breve aproximación
a las instituciones totales uno de sus elementos fundamentales:
su incompatibilidad con la familia. "La vida familiar
suele contraponerse a la vida solitaria, pero en realidad
el contraste más pertinente es con la vida de cuadrilla,
porque los que comen y duermen en el trabajo, con un grupo
de compañeros, difícilmente pueden llegar una
existencia doméstica significativa." [Ibid.,
24-25] Inversamente, el hecho de que las familias del
personal que trabaja con los internos se mantengan fuera de
la institución, les permite romper la tendencia absorbente
de la institución total. Goffman quiere insistir en
que la fuerza que una institución pueda tener sobre
un individuo dependen de la supresión del círculo
familia, ya sea real o potencial: "La formación
de familias proporciona una garantía estructural de
resistencia permanente contra las instituciones totales."
[Ibid., 25]
2. Sobre las características de las instituciones
voraces, según C. Lewis Coser
Coser empieza su trabajo destacando las que, para él,
son las principales cuestiones a las que se enfrentan los
grupos organizados: a) poner las energías humanas al
servicio de sus fines, y b) hacer que sus miembros les guarden
fidelidad por encima de las demandas de lealtad de otros grupos
o instituciones. En resumen: lealtad absoluta y adhesión
total.
En relación con el primer punto, es evidente que el
individuo tiene unos recursos de energía y tiempo limitados.
Por eso, "los diferentes grupos que exigen las energías
y el tiempo de los individuos compiten en él para obtener
todo lo posible, dentro de ciertos límites normativos,
de la reserva disponible de recursos." [Coser, Instituciones
voraces, 11] Pero resulta difícil de entender una
afiliación exclusiva cuando el individuo, en nuestra
sociedad, está sometido a una extensa red de afiliaciones
de grupo. "Está determinado sociológicamente,
pues los grupos se "interseccionan" en su persona
mediante una red en virtud de su afiliación a ellos."
[Georg Simmel, Conflict and the web of group-affiliations
(Nueva York: The Free Press, 1955), p.150. Citado por: Coser,
Instituciones voraces, 12] Así, podemos afirmar
que el individuo vive en la intersección de muchos
círculos sociales. (Pero esta afirmación
se debería matizar, pues con frecuencia encontramos
una serie de regulaciones y preferencias normativas que hacen
que estas pugnas entre los diferentes grupos que piden fidelidad
y adhesión se canalice; pensemos, por ejemplo, en la
jornada laboral que establece un número determinado
de horas de trabajo, o en las demandas del Estado que se detienen
ante lo "privado").
Por lo que a las demandas de lealtad se refiere, las sociedades
modernas han diseñado ajustes estructurales gracias
a los cuales el individuo, en vez de participar íntegramente
en un subsistema particular, toma parte parcialmente en una
multiplicidad de círculos sociales que no lo reclaman
de manera exclusiva. De esta manera, el individuo puede interpretar
un conjunto de papeles en una multiplicidad de escenarios,
repartiendo sus energías de manera que pueda participar
de la mayor variedad de juegos sociales.
"Cuando un niño abandona el círculo
protector de su familia, gradualmente aprende a participar
en el mundo de la escuela y en su grupo de amigos. Aunque
a veces esta participación puede entrar en conflicto
con sus obligaciones familiares, generalmente no ocurre
así, pues normalmente ninguno de los grupos a los
que pertenece le pide lealtad exclusiva. A medida que el
curso de su vida como persona adulta empieza a definirse
en la adolescencia [...], el individuo que madura ingresa
en la diversidad de círculos sociales correspondientes
a sus diversas posiciones en el mundo. Siendo al mismo tiempo
padre, trabajador, miembro de su sindicato y feligrés
de su iglesia, aprende a sortear, por decirlo así,
las diversas obligaciones que sus diferentes papeles le
imponen. A pesar de ello, las demandas conflictivas de lealtad
se encarrilan de tal forma que pueden ser conciliadas, y
eso es factible porque la tendencia actual de las instituciones
sociales es exigir únicamente un compromiso relativo
de la persona." [Coser, Instituciones voraces, 13]
Pero la sociedad moderna, tal como pasaba en la sociedad
tradicional, continúa generando grupos que, contradiciendo
las tendencias imperantes, requieren adhesión absoluta
de sus miembros y pretenden hacer coincidir todos los ámbitos
o círculos de acción en uno solo. Este tipo
de instituciones son las que Coser denomina voraces o ávidas
[greedy]. [Aunque consideramos que la traducción
más apropiada para el término inglés
greedy es el adjetivo ávida, hemos preferido mantener
la forma voraz porque en las traducciones al castellano que
se han hecho de la obra de Coser, éste último
es el término elegido.]
En su libro Las instituciones voraces, Coser estudia
el fenómeno de estos grupos en tres ámbitos
relacionados entre sí: el político, el privado
y el institucional. En el primer caso se centra en las condiciones
que propician el reclutamiento de personas como instrumentos
de poder político. Estas renuncian a sus raíces,
ya sean familiares, sexuales o locales, en beneficio del gobernante,
que monopoliza sus energías e intereses en beneficio
propio. Coser poner como ejemplo al eunuco político,
figura que permitía a los gobernantes excluir radicalmente
al eunuco de toda relación sexual o de parentesco con
el fin de conseguir su adhesión incondicional. En este
apartado de las instituciones políticas también
se puede dar el caso de personas a quienes se les permita
tener relaciones sexuales y familiares, pero que socialmente
se encuentran desraizadas dentro de la comunidad donde han
de servir a sus gobernantes. Ejemplos: los judíos que
servían en las cortes germánicas en los siglos
XVII y XVIII; o los cristianos renegados que servían
en la corte y en el ejército del Imperio Otomano.
Tal como pasa en las instituciones políticas, también
en las instituciones privadas podemos encontrar ejemplos en
los que se exige una adhesión absoluta, voraz, de todos
o de algunos de los miembros; la familia tradicional que tiene
servicio, y la madre-esposa de familia de clase media son
dos ejemplos típicos. Sin embargo, "este tipo
de voracidad institucional entra en conflicto con el resto
de pautas institucionales de la sociedad contemporánea,
e introduce desequilibrios e incongruencias, que surgen de
la incompatibilidad entre la definición moderna y la
definición tradicional de los papeles sociales."
[Coser, Instituciones voraces, 20] Coser se está
refiriendo a la imposibilidad de separar entre la esfera pública
y la esfera privada dentro de esta categoría de institución
voraz.
Y por último, Coser incluye en esta categoría
de instituciones voraces, grupos religiosos como la Compañía
de Jesús, políticos como el partido bolchevique,
sin olvidar al ejército: "no han desaparecido
las demandas voraces y arbitrarias de los amos militares de
alta graduación a cuya merced se encuentran los soldados
sin rango de oficiales, aunque los reglamentos tiendan a reprobarlas."
[Ibid., 21-22]
Una vez expuestas, también brevemente, las características
de las instituciones voraces, es preciso diferenciarlas de
las instituciones totales de Goffman. Es el mismo Coser quien
las distingue: "Mientras que Goffman destaca las condiciones
físicas que aíslan al "recluso" del
mundo exterior, yo mostraré que las instituciones voraces,
aunque en algunos casos recurren al aislamiento físico,
suelen valerse principalmente de mecanismo de otra índole
para separar a sus miembros de extraños, y se limitan
a erigir barreras simbólicas entre ellos." [Ibid.,
15] A parte de las barreras físicas, en el caso
de las instituciones totales, y simbólicas en las instituciones
voraces, otra característica diferenciadora es el uso
de la coacción física. Las instituciones no
recurren a la fuerza para reclutar miembros: la afiliación
es voluntaria y los miembros se someten también voluntariamente
a las exigencias de la lealtad y dedicación que pide
el grupo. Esta adhesión ha de ser absoluta e incondicional,
lo cual exigirá una especie de aislamiento autoimpuesto
con la comunidad, donde la relación con personas que
ocupan estatus diferentes y desarrollan roles diferentes se
rompe completamente. El "nosotros" de este tipo
de grupos implica una distinción radical con los "otros";
en este sentido, se puede afirmar que las instituciones voraces
son siempre exclusivas. Las instituciones totales, en cambio,
se rigen por la fórmula de estar dentro o encerrado,
y el estar fuera o libre; "en este sentido las instituciones
totales no persiguen verdaderamente un tipo particular de
tensión entre el mundo habitual y el institucional,
y utilizan esta tensión como fuerza estratégica
para manejar a los hombres." [Ibid., 26]
En resumen, podemos concretar las características
de las instituciones voraces en los siguientes puntos: a)
se establecen barreras simbólicas que aíslan
al grupo de las personas no pertenecientes a él; b)
se exige adhesión absoluta al grupo; c) lealtad incondicional;
d) organización excluyente que distingue entre los
que pertenecen al grupo y los que no.
(En este capítulo sólo hemos querido apuntar
los elementos que en apartados sucesivos -especialmente en
la tercera parte de esta investigación- nos ayudarán
a configurar una imagen más clara del Opus Dei entendido
como institución voraz.)
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