LOS HIJOS DEL OPUS: LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES DEL OPUS DEI
Autora: Esther Fernández Mostaza
Editorial: Mediterrania
CAPÍTULO 9. La familia y los
otros agentes de socialización
De una manera simple y concisa podemos referirnos a los agentes
de socialización como "los grupos y los contextos
sociales dentro de los que se producen importantes procesos
de socialización". [Giddens, Sociología,
109] De ellos, la familia es el principal agente de socialización
porque es en su seno donde tienen lugar los procesos más
significativos de socialización. Pero hay otros; desde
la sociología, y por lo que respecta al objeto de estudio,
además de la familia destacan: la escuela, los medios
de comunicación y el grupo de amigos.
En este capítulo estudiaremos los tipos de relación
que la familia, principal agente socializador, establece con
cada uno de estos otros agentes de socialización. Para
eso, primero los clasificaremos según dos criterios:
a) según lo que se considera como su objetivo explícito;
y b) según las edades de aquellos que participan del
agente socializador. Tomando el primer criterio, diferenciaremos
entre aquellos agentes de socialización que tienen
por objetivo explícito y reconocido: formar, educar,
inculcar unos principios, dispensar unos conocimientos; la
escuela es un ejemplo clásico. O aquellos otros que,
al contrario, ejercen esta función de manera meramente
instrumental, con vista a otras actividades u otras finalidades
tomadas como objetivos explícitos; entre éstos
destacamos el grupo de amigos y los medios de comunicación.
Por otro lado, y haciendo uso del segundo criterio, los grupos
y las instituciones que cumplen una función socializadora
se pueden diferenciar por el hecho de formar unos grupos de
edad heterogéneos (cuando los miembros que pertenecen
a ella tienen edades diferentes), o por constituir grupos
de edad homogéneos. Dentro de la primera clasificación
situaremos la familia y los medios de comunicación;
en la segunda, la escuela y el grupo de amigos.
Este segundo criterio permite, además de distinguir
según las edades, diferenciar claramente entre los
dos grandes agentes de socialización: familia y escuela.
En la escuela el niño vive junto a otros alumnos de
su edad con los que comparte muchas horas. Simultáneamente
está sometido a la autoridad de los adultos encargados
de la docencia y de la disciplina. Y si bien es cierto que
en la familia encontramos también esta distinción
entre adultos y niños, estos últimos no tienen
la misma edad, y este hecho constituye un elemento importante
de socialización, por la influencia que el rango de
la edad que se ocupa en la familia puede ejercer sobre la
personalidad.
Esta clasificación según si las edades son
o no homogéneas intenta probar que la socialización
no es necesariamente una transmisión de la cultura
por parte de los adultos a los más jóvenes:
esta transmisión también se puede dar de los
más jóvenes a los adultos, o entre personas
de la misma edad. Lo que nos puede inducir a error es el hecho
que, en los grupos e instituciones que tienen como objetivo
explícito la socialización, sean generalmente
los más grandes aquellos que tienen autoridad sobre
los más jóvenes, o detenten la responsabilidad
de su educación o formación. Y si centramos
la investigación en las relaciones del grupo familiar
con la escuela, en vez de hacerlo en las relaciones colegio-alumnos,
es por dos razones: la primera es que, tratándose como
se trata de caracterizar un modelo de familia opusiano, encontramos
que son las relaciones que el colegio establece con los padres
las que mejor nos ayudan a definir este modelo. La razón
principal, sin embargo, es el hecho que el colegio actúa
como agente socializador no sólo de los alumnos sino
también, y muy especialmente, de los padres.
1. La televisión
Dentro del grupo de agentes socializadoras cuyo objetivo
específico no es socializar, configuran una categoría
particular los agentes de socialización dirigidos de
manera generalizada al conjunto global de una colectividad
(una masa). Este fenómeno se registra con fuerza y
persistencia en la sociedad moderna gracias a las técnicas
de comunicación de masas, convertidas en un importante
agente de socialización tanto de adultos como de los
más jóvenes. La misma expresión "comunicación
de masas" es un neologismo creado para designar este
forma nueva y singular de comunicación, simultánea
o no, con un elevado número de personas.
Parte de la función socializadora ejercida por mediación
de las técnicas de comunicación de masas nace
de un declarado propósito de socialización;
por ejemplo, los programas de televisión educativos,
los libros de texto, las películas de carácter
didáctico, los documentales, etc. Sin embargo, por
regla general, tan solo de manera indirecta estas nuevas tecnologías
pueden ser catalogadas como socializadoras. Asimismo, no se
puede cuestionar la influencia de los medios de comunicación
en la formación de actitudes, opiniones, sistema de
valores, etc.
Coincidiendo con la presentación de los medios de
comunicación como importantes agentes socializadores,
la colección "Hacer Familia" dedica -además
de capítulos y subcapítulos en diferentes libros-
todo un volumen a la televisión: Televisión
y familia es el título. Este libro se presenta
dentro de la serie "Medios educativos" con la intención
de ofrecer -según relata la contraportada- "los
elementos de juicio necesarios para entender el fenómeno
de la televisión en relación con la familia.
[...] En forma clara y accesible, utilizando casos y diálogos
se explican los aspectos más controvertidos de la televisión:
sexo y erotismo, violencia, consumismo, manipulación
y valores, y cómo puede la familia reaccionar positivamente
ante ellos."
a) Los programas positivos y los programas negativos
en televisión
El libro Televisión y familia incluye lo que se denomina
"una guía de actitudes y consejos prácticos
para que la familia sepa usar la televisión";
se trata de un listado de programas televisivos catalogados
como positivos o negativos "partiendo de una concepción
cristiana de la vida y los valores familiares":
"Para ayudar a los padres de familia en la valoración
de los programas que ven en sus hogares, se les ofrece enseguida
una lista de programas clasificados por géneros de
televisión y catalogados como positivos o negativos,
partiendo de una concepción cristiana de la vida
y los valores familiares". [Jorge Yarce, Televisión
y familia, colección "Hacer Familia" n.
79 (Madrid: Palabra, 1993), 227]
A continuación se hace una distinción entre
los programas positivos y los negativos, diferenciando dentro
de este segundo grupo entre "los menos malos" y
"los malos".
"Podríamos considerar como programas positivos
aquellos que tienen contenidos sanos, no violentos ni eróticos,
que permiten a la familia disfrutar de un momento agradable
frente a su televisor y, en algunos casos, obtener algún
tipo de enseñanza. Hay varios géneros de programas
que, por su misma naturaleza, son positivos. Tal es el caso
de las series documentales [...] y de las series educativas
o didácticas." [Ibid., 228]
Seguidamente, se presenta "lo menos bueno y lo malo"
de la televisión:
"Entre los programas considerados negativos se encuentran
los que contienen grandes dosis de violencia, sexo, personajes
principales "contradictorios", desvaloración
de la familia o difusión de falsos valores (consumismo,
discriminación, vida fácil, promiscuidad,
corrupción...). También hay que mencionar
los dramas y comedias, cuyos elementos básicos son
el amor, las intrigas, el erotismo, las crisis familiares
y los personajes con graves conflictos de personalidad,
que casi nunca son solucionados o, el menos, no de manera
correcta. Por su parte, en un género tan sano como
el infantil, se dan programas con dosis de violencia camuflada
en "inocentes" dibujos animados. Tienen gran acogida
entre los niños, a quienes más afectan los
mensajes bélicos". [Ibid., 232-233]
Y, finalmente, condenados sin paliativos se encuentran los
seriales televisivos o "culebrones":
"[...] en general contienen elementos negativos por
el lado del erotismo, la violencia, el culto al dinero y
a la vida fácil, y una visión distorsionada
de la familia y los valores familiares. Tienen además
la característica de no dejar nada prácticamente
al televidente y de recurrir a las tramas fáciles
y los personajes estereotipados, que las alejan de cualquier
posibilidad de innovación o creatividad." [Ibid.,
235]
En cada uno de los apartados se incluye una lista de programas
mayoritariamente de producción norteamericana, para
que los lectores puedan hacer su comparación entre
aquellos programas que ya han visto y los que se presentan
actualmente por televisión. En este sentido el autor
sugiere: "elaborar en familia una lista de los principales
programas, extranjeros y del país (incluida la televisión
por suscripción o por antena parabólica, si
tienen alguno de estos servicios). Lo interesante es que hagan
una valoración de cada programa, lo más profunda
posible e intercambien ideas dentro de la propia familia y
con otras familias". [Ibid., 227-228]
Si analizamos la lista de programas que permiten a los lectores
de este libro distinguir entre programas positivos y programas
negativos, observamos que los programas calificados de buenos
son los que coinciden con los valores familiares que la propia
institución asimila como los valores de la familia
cristiana. Por el contrario, los programas calificados de
negativos son aquellos que presentan formas o modelos de familia
diferentes de los que la institución Opus Dei presenta
como intrínsecos al modelo de familia cristiana. Esta
defensa de lo considerado como valores familiares la encontramos
en forma de diálogo en el siguiente fragmento extraído
del mismo volumen Familia y televisión:
"DIEGO: ¿Por qué la televisión
en lugar de difundir los valores familiares, los ataca?
ENRIQUE: Definamos antes el significado del término
"valor". Un valor es un bien moral o espiritual
que el hombre ha elegido consciente y libremente, en orden
al perfeccionamiento de su vida y orientado al fin último
para el cual el hombre ha sido creado.
CAMILA: ¿Y qué hay de los valores familiares?
ENRIQUE: Este es un punto clave. La institución
matrimonial está muy afectada por la televisión.
Se ha hablado más de divorcio y separación
que de unidad de la familia. Se presenta el matrimonio entre
divorciados como algo normal, como algo social y moralmente
aceptable. Y se ven películas dirigidas a acostumbrar
a los niños a la situación de ser hijos de
padres divorciados y vueltos a casar, antes que a defender
la indisolubilidad del matrimonio.
C.: Además, he visto que le hacen propaganda a la
infidelidad matrimonial.
E.: En efecto. El adulterio y el concubinato son tema diario
en la televisión. Los protagonistas casados suelen
tener por lo menos una aventura extramatrimonial en algún
episodio. Según lo muestra la televisión,
el matrimonio parece apocar a los hombres y hacerlos ineptos
para el ritmo de vida del mundo moderno. Rara vez es mostrado
como una realización personal, y muchas veces como
una fuente innumerable de frustraciones y fracasos.
PILAR: Pero no siempre es así. Hay series muy buenas
y sería injusto dejarlas por fuera. Por ejemplo "Ocho
es suficiente", "Familia", "La vida
continúa".
E.: Es muy cierto. Afortunadamente aún hay programas
que hablan bien de la familia. No sólo las que citaste,
sino muchas otras. Aunque algunos de esos programas sólo
se transmiten en el país en el que se producen, son
buenos difusores de los valores familiares; dan importancia
a la unidad, a la fidelidad, la sinceridad y el diálogo,
sin negar las eventuales dificultades, ni dejar de tratar
temas difíciles, pero manejados con criterio.
C.: Quisiera preguntarle algo más sobre los valores
familiares. Concretamente sobre el aborto. Recuerdo especialmente
una emisión de "Comando Especial" donde,
en un diálogo entre dos de los protagonistas se exponían
los puntos a favor y en contra sin optar por ninguno de
los dos.
E.: Hay que tener en cuenta que el aborto está legalizado
en muchos países, y muchos realizadores temen oponerse
a este tipo de injusticias. Otros defienden el aborto escudándose
en argumentos donde el respeto a la dignidad y la vida humana
brillan por su ausencia. El aborto es un crimen. Abortar
o no abortar no es una decisión en manos de la mujer,
por la que se puede optar o no, según su conveniencia.
Esa vida no le pertenece a la madre, y no puede disponer
de ella. La mujer que opta por abortar opta por el homicidio.
D: Veo que el tema de los valores es mucho más grave
de lo que pensaba al principio.
E: En efecto. Muchas veces somos espectadores pasivos de
la televisión y no nos damos cuenta del aluvión
de informaciones que nos llega con cada imagen.
D: (repentinamente pensativo): ¿Sabe, profesor?,
lo que me ha dicho me desanima un poco. Ahora me da la impresión
que será muy difícil para mi hacer algo por
los valores en la televisión.
E: ¡Diego, por favor! Si la televisión no
es mala en sí. Si tiene defectos, éstos son
remediables, justo en la medida que haya profesionales responsables
que saben lo que hacen. La televisión es algo con
lo que tú y tus hermanos tenéis que convivir
y aprender a afrontar. Es necesario aprender y enseñar
a ver televisión; además, tiene muchos aspectos
positivos, incluso en la transmisión de valores."
[Ibid., 154-159]
Y, como resumen, al final del diálogo aparece la frase:
"La televisión es un gran invento; los programas
no siempre." [Ibid., 292]
Pero, ¿cómo se puede aprender y enseñar
a ver la televisión? Para responder a esta pregunta,
el libro presenta unas estrategias y planes de acción.
A continuación transcribimos parte de uno de estos
planes. Sin embargo, antes tenemos que decir que diálogos
como éste se presentan a lo largo del libro para explicar
los temas que se consideran como más controvertidos.
Estos temas son:
-TV, sexualidad y erotismo. [Ibid., 77-97]
-Televisión y violencia. [Ibid., 99-112]
-El consumismo y materialismo. [Ibid., 113-127]
-TV y manipulación. [Ibid., 129-142]
-Televisión y valores humanos. [Ibid., 145-159]
-Televisión y religión. [Ibid., 161-176]
Resulta significativo, sin embargo, que de estos seis temas
el único que presenta un plan de acción detallado
sea el primero: Televisión, sexualidad y erotismo.
Y es el siguiente:
* Consiga una guía actualizada de la programación
de televisión (hágalo también si tiene
televisión por cable o suscripción, o servicio
de antena parabólica) y vea qué contiene la
programación de todos los canales que usted recibe
en casa.
* Haga una lista de los programas que ven sus hijos solos
y los que ven con sus padres o en compañía
de algún mayor.
* Observe cada uno de estos programas al menos una vez
(aunque lo ideal es que lo vea varias veces) y si nota una
cantidad marcada de escenas con sexo y erotismo o insinuaciones
fuertes al respecto, opte por impedir que sus hijos la vean.
¿Cómo? Recuerde el horario del programa y
haga lo posible para que a esa hora no prendan [Nota del
traductor: Sí, "prendan". En el original,
el diálogo está en castellano] el televisor
o vean un programa distinto en otro canal, o vean una película
en vídeo.
* Trate de que sus hijos no vean solos los dramatizados,
telenovelas o "culebrones", series de acción,
o programas de vídeos musicales. Intente que siempre
que observen un programa de éstos haya un adulto
responsable acompañándolos.
* No permita por ningún motivo que sus hijos vean
los canales de TV por cable o de antena parabólica
después de las 10 de la noche sin verificar antes
la película que van a pasar. Recuerde que en esos
canales, al principio de cada película, se coloca
la clasificación del público que puede verla.
[...] Recuerde que, aunque haya usted verificado que la
película que van a emitir en cierta hora de la noche
no tiene mayor problema, es importante que algún
adulto permanezca cerca del televisor y verifique constantemente
que la película no incluya altas dosis de sexo y
erotismo, o que su hijo no esté cambiando de canal
mientras está solo.
* Si descubre que su hijo está viendo películas
eróticas o pornográficas en televisión
o en vídeo, impida que vea televisión a ciertas
horas, y evite la posibilidad de alquilar vídeos.
Pero lo más positivo es que: Sus hijos sepan que
este tipo de películas les perjudica como personas
y ellos libremente y porque les da la gana no quieren verlos.
Cuando esto sucede se puede decir que esos hijos saben comportarse
como personas libres y responsables: Están bien educados.
* No deje televisores ni vídeos en el cuarto de
sus hijos.
* Aunque sus hijos sean mayores y tengan televisor en su
cuarto, no les facilite vídeo, acceso a la parabólica,
etc.
* Cuando usted sepa de películas muy buenas que van
a presentar en la televisión o en los teatros, no
dude en invitar a sus hijos adolescentes". [Ibid.,
95-97]
Este plan de acción tan prescriptivo y pautado contrasta
con las orientaciones para diseñar, según el
caso, diferentes planes de acción que se presentan
en los capítulos dedicados a la violencia, primero,
y al consumismo y materialismo en la televisión, después.
Empezaremos por el capítulo dedicado a la violencia
en la televisión, donde se presentan los elementos
de lo que se define como educación preventiva:
"No olvide la Teoría del Teatro: Las ideas
que llegan primero a la mente de los niños y jóvenes
son las que más se graban, se sientan, y son más
difíciles de cambiar. Hay que procurar, pues, que:
-la violencia no llegue primero que la paz;
-la venganza primero que la justicia;
-el odio antes que el amor.
Y esto se logra principalmente de tres maneras:
* Controlando los programas que ven los hijos.
* Dándoles buen ejemplo e inculcando virtudes.
* Estando cerca de ellos, demostrando interés y comprensión.
De este modo se llega antes." [Ibid., 110-111]
Un plan de acciones como éste, si lo comparamos con
el diseñado para el tema "Televisión, sexualidad
y erotismo" se queda en poco más que en comentario
obvio. En la misma línea presentamos el plan de acción
dedicado a la violencia en televisión, donde también
se incluyen otros planes para cuando "la violencia televisiva
ya se manifiesta en el comportamiento de los niños"
y la acción preventiva ya no puede actuar:
"Los planes de acción deben ser de presente
o para remediar errores pasados como:
* Corregir sin aspereza, pero de modo que se sepa que se
ha hecho mal.
* Para detener un problema como la violencia -desde malas
palabras hasta acciones concretas- el buen ejemplo es esencial.
* Cortar con la mala influencia dejando de ver los programas
nocivos, o mediar la influencia del programa explicando
o haciendo claridad sobre los puntos que necesiten. Todo
depende del programa en cuestión. En algunos casos
hay que apagar el televisor decididamente.
* Reforzar los hábitos que conducen al comportamiento
pacífico, como la piedad, por ejemplo.
* Estimular la lectura de literatura infantil y juvenil
sana.
* Canalizar la energía juvenil hacia el deporte."
[Ibid., 111-112]
En una orientación similar se presentan planes "para
combatir el consumismo y la visión materialista de
la vida":
"* Necesidad urgente de educar a sus hijos en virtudes
como: templanza, desprendimiento, austeridad, generosidad,
sencillez, sobriedad.
* Inculcar a los hijos que los bienes que se poseen implican
una responsabilidad, un compromiso y un disfrute justo y
moderado.
* No ser complacientes ante todos los caprichos de los hijos,
ni darles demasiado dinero de bolsillo para gastos propios.
* Enseñarles a manejar el dinero responsablemente.
* Hacerles ver, sobre todo con el ejemplo, que los valores
espirituales son lo más importante." [Ibid.,
126-127]
Y al final se resalta la necesidad de no premiar ni castigar
a los hijos con dinero.
b) El caso Daniel
A continuación presentaremos el estudio de caso que
con el nombre de su protagonista, Daniel, quiere ilustrar
lo perniciosa y nociva que la televisión puede llegar
a ser. Este caso se encuentra en volumen Educar hoy
que dedica uno de sus capítulos a la relación
familia-televisión. [Educar hoy, 113-126]. En
este capítulo se vuelve a hablar de la parte "positiva"
de la televisión, primero, para seguidamente ilustrar
la parte negativa -por la que se exige su control- con el
estudio del caso que presentamos. En la vertiente positiva,
la televisión se presenta como un "magnífico
medio para transmitir conocimientos y valores; basta con que
sean positivos y morales, para que este sistema de comunicación
se convierta en un excelente medio educativo" [Ibid.,
121]. Asimismo, "mientras esta situación no
llegue a establecerse, habrá que poner los medios necesarios
para adelantarla, llevar un control rígido de los programas
y hacer uso de las películas vídeo-hogar que,
con una previa orientación, pueden cubrir un buen número
de horas. Cuando se quiera utilizar la televisión como
medio formativo directo, será aconsejable acudir a
vídeos especialmente editados para este fin".
[Ibid., 121-122] Este consejo de ejercer control sobre
los programas y emplear vídeos educativos, introduce
el relato que pretende ilustrar la amenaza que los medios
de comunicación calificados de "negativos"
representan para la familia, así como de las consecuencias
del mal uso de la televisión.
"Hoy la familia Martínez ha tenido un mal día;
Juan, el padre, acaba de regresar de la comisaría
con su hijo Daniel y en casa todo son caras largas y preocupadas.
Ese día, Daniel no apareció a comer y no sabían
dónde se encontraba. A las cinco de la tarde, llamaron
de la comisaría para informar que permanecía
retenido por estar implicado en un asunto de drogas y entre
declaraciones e interrogatorios, no le dejaron libre hasta
las nueve de la noche.
Daniel es el tercero de cuatro hermanos. Tiene veintitrés
años y aún no ha conseguido aprobar el primer
año de Biología. Su hermano Jorge terminó
en junio la carrera de Arquitectura, y Olga, la mayor, de
veintiséis años, está haciendo un máster
en Economía. Esther sigue siendo la niña de
la casa, a pesar de sus quince años.
Monse, la madre, además de trabajar como abogado,
tiene sobre sus hombros la responsabilidad de la casa. Entre
ambas obligaciones disfruta de jornada de trabajo continua,
incluidas fiestas.
Un viernes por la noche, hace quince años, Daniel
(8) y Jorge (9) decidieron ver una película de la
televisión. En el colegio se comentaba que era muy
fuerte, y ese día, aprovechando que estaban solos
en casa, tenían la gran ocasión de ver algo
que normalmente sólo veían sus padres.
Hubo una escena erótica que sólo vio Daniel,
porque en ese momento Jorge estaba en la cocina bebiendo
agua. En la cama le costó dormir ya que la escena
se le repetía una y otra vez, y al día siguiente
le seguía costando. Por fin, decidió ponerlo
en práctica, y de un modo instintivo y poco a poco
se convirtió en vicio del que no pudo desprenderse.
Las notas fueron bajando y la madre alguna vez pensó:
-Daniel parece aburrido; está como triste.
A los diez años, encontró a unos amigos con
aficiones parecidas y eso ya era más divertido...
Un día probó un pitillo.., a los quince años,
el pinchazo... después... La historia fue similar
a otras muchas.
Sus padres ya lo decían:
-A Daniel no le van los estudios.
Tanto repetirlo, él mismo acabó por convencerse
de que lo suyo era otra cosa.
Al regresar de la comisaría, Daniel hizo el propósito
de enmendarse. Dejaría los amigos y se pondría
a trabajar, ya que la vida que llevaba no merecía
la pena... Tuvo una conversación muy larga y le contó
TODO a su padre.
-¡Si no hubiera sido por aquel programa!
Se acordaba perfectamente del suceso... le había
dado tantas vueltas.
Esa noche, a Juan, su padre, no se le iba de la cabeza
una pregunta:
-¿Y si el que va a beber agua a la cocina es Daniel
en vez de Jorge?
Monse y Juan habían notado el cambio en Daniel;
pero, ¿por qué no le dieron importancia?"
[Educar hoy, 122-128]
Resulta fácil reconstruir el pasado tomando como base
el presente; otorgando a un hecho el efecto desencadenante
de una situación que es vivida como problema. Es evidente
que culpando a la televisión de un hecho, las consecuencias
observables aumentan la fuerza de la condena. Por otro lado,
en el comentario que sigue al caso, éste se presenta
como la prueba de que los hechos importantes suelen ser consecuencias
de un pequeño suceso. Lo que no queda tan claro es
qué ha hecho de Daniel un drogadicto y de Jorge un
buen estudiante: si "la escena erótica que sólo
vio Daniel, porque Jorge estaba en la cocina bebiendo agua",
o bien otros hechos o situaciones.
"Si Daniel no hubiera visto la televisión ese
día, su vida podía haber discurrido por otros
caminos, y si Jorge no hubiera estado en la cocina, desconocemos
su fortaleza para dejarse llevar por la tentación.
Las posibilidades son múltiples." [Ibid.,
128]. Entonces, si las posibilidades son múltiples,
¿por qué culpabilizar de esa manera a un programa
de televisión?
2. El grupo de amigos
Cuando hablamos de socialización de los hijos, la
tendencia es situarla en relación con los adultos (padres,
profesores), olvidando que es también el grupo de amigos
[peer group] donde tienen lugar importantes procesos de socialización.
En el grupo de amigos la socialización opera entre
individuos del mismo grupo de edad, con ello el concepto de
autoridad se desvincula del de la edad:
"Los buenos amigos son educadores de los hijos. Es
una educación espontánea e informal, pero
no por ello menos eficaz que la educación programada
y formal. Los padres sabios educan a sus hijos con la colaboración
de los amigos de esos hijos. Los padres que esperan que
sus hijos mejoren con la sola influencia de los propios
padres están en un error. El padre inteligente educa
a través de otros miembros de la familia extensa
(abuelos, tíos, etc.) y a través de los profesores
y amigos de los hijos. Naturalmente ello requiere que los
padres tengan una comunicación habitual con los demás
educadores; una comunicación que intente llegar a
la relación de amistad." [Gerardo Castillo
Ceballos, Preparar a los hijos para la vida, colección
"Hacer Familia" n. 16 (Madrid Palabra, 1993),
171]
"Se dirá con razón que es más
fácil pedir colaboración a familiares y profesores
que a los amigos de los hijos. Con estos últimos
hay que lograr una colaboración sin pedirla expresamente."
[Ibid., 171-172]
a) Los buenos amigos y los amigos malos
Dentro del tema más general del tipo de relación
establecida entre la familia y los otros agentes socializadores,
dedicamos un apartado al grupo de amigos para mostrar que,
como vimos al referirnos a la televisión, se hace primero
una distinción entre amigos buenos y amigos malos para
después introducir, a modo de plan de acción,
estrategias para que los padres seleccionen los amigos de
sus hijos, según si el modelo de familia en que son
criados coincide o no con el modelo propio. Así, encontramos
que en el libro, de la colección, Preparar a los
hijos para la vida se explica que para educar a los hijos
es necesario enseñarles a desarrollar diferentes papeles,
diferenciándose entre aquellos que se orientan a la
vida adulta: buenos esposos, padres, profesionales, ciudadanos;
y aquellos otros que se orientan a la vida pre-adulta: buenos
hijos, hermanos, estudiantes, amigos. En las siguientes páginas
nuestros comentarios se centran en estos últimos: en
los amigos de los hijos.
"No es frecuente que, entre los objetivos de educación
de los hijos, los padres incluyan alguno relacionado con
la educación de la amistad. Muchos padres no son
conscientes de las posibilidades y de los riesgos que tiene
la vida de amistad para la mejora de sus hijos como personas,
especialmente en la época adolescente y juvenil.
Los pocos padres que suelen interesarse por este tema lo
hacen tarde: cuando sus hijos adolescentes tienen algún
problema serio a causa de la influencia de un mal amigo.
Los padres deben saber a tiempo que la influencia de los
amigos durante la adolescencia (12 a 16 años) y edad
juvenil (17-25 años) suele ser decisiva, para bien
o para mal, para la vida actual y para la vida futura.
Un hijo puede tener un mal amigo porque no sabe distinguir
la verdadera de la falsa amistad o de sus sucedáneos
("amigos" para tomar copas, por ejemplo). También
puede deberse a que es poco exigente en este tema: como
no se esfuerza por ser un buen amigo tampoco espera mucho
de sus amigos." [Ibid., 157-159]
En esta cita se distingue entre amigos buenos y amigos malos;
pero, ¿quiénes son los unos y quiénes
los otros?
"[...] si se dan facilidades a los hijos para que
traigan a sus amigos a casa, ello será una ocasión
para que esos amigos conozcan los criterios educativos que
se siguen en esa familia (los podrán deducir de las
costumbres que existen, de las conversaciones en las que
participan, del tipo de revistas que se compran, de las
normas con respecto al uso de la televisión, etc.).
Y si, además, existe una relación cordial
entre los padres y los amigos de los hijos, los amigos probablemente
tenderán (más o menos conscientemente) a actuar
en la misma dirección)." [Ibid., 172]
Por tanto, los buenos amigos son aquellos que como
agentes socializadores coinciden con el modelo de que la familia,
agente socializador por excelencia, transmite. La función
socializadora de los amigos, al ser coincidente, se valora
como positiva, reforzante. Por el contrario, los amigos malos,
los falsos amigos, son mostrados como aquellos que
representan modelos alternativos de organización, costumbres
y hábitos familiares.
Al igual que hicimos al presentar la televisión, en
el tema de los amigos de los hijos se presentan planes de
acción para que los padres puedan ejercer cierto control
sobre algunas formas socializadores manifiestamente hostiles.
En el libro con el que iniciábamos este apartado dedicado
al grupo de amigos (Preparar a los hijos para la vida)
se presentan actividades dirigidas a los padres "para
educar la amistad", las cuales se estructuran en forma
de estrategias o planes de acción. Presentamos a continuación
ejemplos de diferentes planes de acción:
-Un plan de acción para que un hijo sin amigos llegue
a tenerlos a corto plazo. Ello exigirá a los padres
crear o aprovechar algunas situaciones concretas que permitan
convivir con otros chicos de modo personal y agradable.
Por ejemplo, fiestas de cumpleaños; ir a esquiar
durante el fin de semana, etc.
-Un plan de acción para que los hijos puedan, durante
los fines de semana convivir tanto con sus amigos como con
su familia. Ello requerirá: elegir bien el lugar
en el que la familia estará; que los momentos de
convivencia familiar no coincidan con los momentos en los
que se suele salir con los amigos, etc.
-Un plan de acción para que un hijo que tiene un
mal amigo corte esa relación por decisión
propia. Ello exigirá a los padres pensar en posibles
argumentos a utilizar; ponerle en contacto con otros chicos
con buenas cualidades, con el fin de que no se centre en
el "mal amigo"; hablar del problema al profesor-tutor
para que coopere, etcétera. [Ibid., 180-181]
En resumen: Los agentes socializadores que, como el grupo
de amigos o la televisión, no mantienen aquella unidad
de formas y criterios tan propia de las primeras etapas de
socialización donde la familia actúa como agente
primordial, provocan la necesidad de inventar o generar filtros
o estrategias de control a fin de preservar la coherencia
del grupo en lo que se refiere a modelos subjetivos de realidad.
b) Los clubs juveniles
Queremos incluir los clubs juveniles en este apartado dedicado
a la relación de los padres con los amigos. La razón
de esta inclusión es que se presentan como centros
educativos extraescolares "al servicio de la familia",
colaborando con ella "en la educación del tiempo
libre". Un tiempo libre que implica necesariamente la
relación con un grupo de amigos, de chicos o chicas
del mismo grupo de edad. [Al igual que los colegios, los
clubs son masculinos o femeninos; esta distinción se
refleja en el tipo de actividades que en ellos se ofrece].
"Los clubs juveniles regentados por instituciones
solventes que se preocupan de la formación de la
juventud pueden ser un buen complemento para el tiempo libre
de los hijos y es frecuente que cuiden al máximo
los tiempos que deben dedicar a estudiar, e incluso fomentan
el que los chicos se ayuden entre sí en el estudio."
[José Manuel Cervera & José Antonio
Alcázar, Las relaciones padres-colegio, colección
"Hacer Familia" n. 73 (Madrid: Palabra 1995),
188-191]
Así es cómo los clubs se presentan en calidad
de centros donde el estudio y actividades extraescolares (teatro,
música, idiomas, etc.) se combinan. Sirven también
como espacios donde iniciar amistad con chicos o chicas de
ambientes familiares similares. Además, en estos centros,
como ocurre en los colegios, se preparan actividades y cursos
que también están orientados a los padres. Estas
"actividades familiares" incluyen conferencias-coloquios
sobre la educación de los hijos, cursos y programas
de orientación familiar, excursiones, jornadas familiares
de esquí, concursos, etc. Se repite por tanto la fórmula
que volveremos a ver cuando tratemos de los colegios: son
centros que se presentan como "colaboradores" de
los padres en la educación de los hijos, pero que acaban
por convertirse también en centros formadores de los
padres.
Luis, el hijo adolescente de nuestros amigos María
y Ricardo, está planteándoles un nuevo problema:
-¡Mamá! No puedo estudiar en casa: En mi habitación
me molesta José (el hermano de 9 años) y Juan
no me deja estudiar con él, dice que le distraigo.
-Bueno hijo, lo hablaré con papá, en casa
no hay muchas soluciones.
Por la noche, cuando está María sola con
Ricardo, aborda el tema:
-Sabes, Ricardo, que Luis está en un momento difícil
y que le cuesta "ponerse" a estudiar. Ahora me
dice que no encuentra dónde "concentrarse"
en casa.
-Vaya, mujer, una nueva excusa que ha buscado.
-No pienso igual, tiene bastante razón, pues tiene
pegas con sus hermanos, que quizá se aumenten por
su adolescencia, pero el caso es que le hemos de dar solución
o rendirá menos en el estudio.
-La casa no se puede estirar y en el comedor alegará
que se distrae con el pequeño.
-Hay una posibilidad si le animáramos para que acudiera
al club Planalto. ¿Te acuerdas que estuvimos visitándolo
cuando le inscribimos en el campamento de verano?
-Sí, y me gustó mucho la sala de estudio.
Los chicos parecían trabajar seriamente. [...]
En el club conocían ya a Luis del campamento veraniego
y les aconsejaron que les acompañara en la visita
para que además de la sala de estudio pudiera conocer
otras actividades que organizaban a lo largo de la semana.
Padres e hijo visitaron el club, conocieron sus instalaciones
y, lo que es más importante, a los universitarios
que dirigían las actividades de guitarra, aeromodelismo,
etc. Les entregaron también el plan de excursiones
del trimestre." [Ibid., 188-191]
3. Las relaciones de los padres con el colegio
En el citado libro Ética del quehacer educativo,
dentro del capítulo titulado "Educación,
familia y colegio", el autor comenta la dificultad de
hacer ver a los padres que ellos son los primeros educadores
de sus hijos, y que su tarea de educadores no se limita a
llevarlos a un buen colegio:
"En efecto, esa tarea resulta a veces un tanto ardua,
cuando se da todo un ambiente de pérdida del sentido
ético y de su fundamento, de Dios. En principio,
los profesores tendrían que encontrarse con aquella
tarea -la conciencia educadora de los padres- resuelta:
tendrían que encontrarse con padres que saben bien
lo que quiere decir ser padres, que saben lo que quiere
decir educar y que ésta es primordialmente misión
suya.
Cuando los padres no saben bien eso, el buen profesor tiene
una doble tarea: educar a los padres -como padres- y a los
hijos. Como decía Mons. Escrivá de Balaguer,
hace bastantes años, a los directores de un colegio
de Bilbao, señalándoles el orden de su atención:
"primero los padres, luego los profesores y por último
los alumnos". Sin buenos padres y sin buenos profesores,
es casi imposible que haya buenos alumnos, que el colegio
realmente eduque. Por otra parte, hemos de pensar que -quizá
especialmente hoy por las circunstancias ambientales- todos
hemos de procurar educarnos unos a otros)." [Cardona,
Ética del quehacer educativo, 47-48]
En esta cita confluyen dos de los elementos que nos ayudarán
a analizar la relación que se establece entre la familia
y el colegio. Estos elementos son, por un lado, los criterios
de los padres en la elección del colegio y, por otro,
la formación que reciben los padres en tanto que agentes
socializadores de sus hijos.
Empezaremos con un fragmento extraído del capítulo
titulado "La elección del colegio para nuestros
hijos", de libro Las relaciones padres-colegio,
con el fin de ilustrar lo que se presentan como criterios
a tener en cuenta por los padres en el momento de escoger
el colegio de sus hijos:
"Para que un colegio pueda ser objeto de una elección
razonada por parte de los padres, debe tener un proyecto
educativo claro y coherente asumido por todo su profesorado.
La claridad del ideario facilitará la libre elección
por parte de los padres y profesores, y les responsabilizará
posteriormente a ambos a participar en su cumplimiento,
en beneficio de la educación de los hijos o alumnos.
Una empresa se convierte en centro educativo cuando realmente
le preocupa la formación integral del alumno y no
meramente su instrucción. El profesor adquiere entonces
el compromiso de educar, que es mucho más que enseñar,
sabiendo que: El profesor no sustituye a los padres en su
primera responsabilidad educadora de los hijos.
En la situación actual de pérdida de valores
en la sociedad, el colegio y la familia necesitan ir muy
unidos para tener buenas posibilidades de éxito en
la educación en valores. Un aspecto decisivo para
los padres, que deseéis mantener el protagonismo
educativo, es que elijáis un centro educativo que
así os considere: primeros responsables de la educación
de vuestros hijos, no sólo teóricamente, sino
también en la práctica porque tenga previstos
los cauces para lograr vuestra eficaz colaboración
en la educación de vuestros hijos."
Se presenta así la actuación de colegio como
"delegada" y "colaboradora" de la acción
educativa de los padres. Insistiendo: "En los centros
así concebidos, lo normal es que os animen a los padres
a mantener una estrecha y permanente relación con el
colegio, sobre todo a través del preceptor de vuestros
hijos y os ofrezcan la orientación que necesitéis
para facilitar una buena coordinación entre vuestra
acción educativa familiar y la del colegio." [Ibid.,
74]
Más adelante comentaremos las funciones del preceptor.
Sin embargo, antes nos parece necesario resaltar la importancia,
según este fragmento, de conocer el ideario o los principios
educativos que rigen la vida del centro educativo para poder
participar en él. Además, destaca la necesidad
de que el colegio disponga de canales mediante los cuales
los padres puedan ejercer el derecho y la responsabilidad
de primeros educadores de sus hijos. En este sentido, la figura
del preceptor se presenta como primordial porque actúa
coordinando las acciones de los padres con las del colegio.
Y si bien es cierto que las relaciones entre los padres y
el colegio se presentan de tal forma que el protagonismo recae
sobre los progenitores, el colegio mismo canaliza programas
de formación dirigido a los padres donde éstos
tienen una actuación, en vez de colaboradora, receptiva:
"Desde el colegio se nos debe animar a los padres
para que dediquemos lo mejor de nuestro tiempo a los hijos.
Los padres necesitamos que se nos ofrezca ilusión,
la seguridad de que somos capaces de educar muy bien a nuestros
hijos y una amplia gama de sugerencias prácticas
de modos de hacer educativos en nuestra familia. Los padres
que asumimos nuestra responsabilidad de primeros educadores,
necesitamos seguir educándonos, pues sólo
en la medida en que lo hagamos, seremos capaces de educar
bien a nuestros hijos." [Ibid., 231-232]
De esta manera se cambia el discurso de padres-protagonistas
de la educación de los hijos por el de padres-educandos
[N.T.: padres receptores de educación] para
la educación de los hijos: "Los padres tenemos
que autoeducarnos y formarnos para ser padres protagonistas".
[Ibid., 232]. Este cambio de orientación del
discurso permite formular afirmaciones como la siguiente:
"Los padres hemos de estar dispuestos a poner en práctica
en la vida familiar unos criterios educativos básicos
coincidentes con el colegio, porque de otra forma la incoherencia
entre estos dos ámbitos naturales de la educación
perjudicaría a nuestro hijo. Por esta razón,
un buen centro educativo debe facilitar, con altura profesional
y humana, los medios oportunos para que los padres profundicemos
en el sentido vocacional del matrimonio y de la educación
de los hijos, ayudándonos a ser coherentes con los
principios educativos que nos llevaron a escoger ese colegio."
[Ibid., 232-233]
Destacando que "un buen colegio se preocupa de la educación
de los padres." [Ibid., 233]
Precisamente, en cuanto al tema de la educación de
los padres, este volumen presenta tres metodologías
de formación para los padres. Éstas son: a)
Ciclos de charlas educativas; b) Programas de Educación
Familiar (PEF); y c) Cursos de Orientación Familiar
(COF).
Los Ciclos de charlas educativas se presentan como
conferencias seguidas de coloquio, organizadas bien por la
dirección o bien por la Asociación de Padres.
Lo más significativo es que no se presenta como una
actividad puntual o esporádica:
"Cuando los padres acudimos con regularidad a estos
ciclos de charlas adquirimos una buena formación,
no sólo en un conjunto de temas educativos básicos,
sino también en aquellos temas de actualidad, aborto,
eutanasia, control de la natalidad, podrían ser algunos,
sobre los que tenemos que dialogar con los hijos para darles
criterio y contrarrestar así la influencia contraeducativa
de esta sociedad permisiva.
Esta labor formativa de los colegios se puede complementar
con la recomendación de libros y publicaciones sobre
los temas clave del matrimonio, la familia y la educación
de los hijos, que pueden ser objeto de comentario en otras
reuniones de padres o en sucesivas entrevistas con el preceptor."
[Ibid., 233-234]
Los Programas de Educación Familiar se presentan
como la metodologías más adecuada "para
hacer reflexionar y actuar a los padres en la educación
cotidiana de sus hijos, en el ámbito familiar, a través
de Planes de Acción". Presentamos a continuación
uno de los citados planes:
1. Los padres estudian, con el apoyo de unas guías
de trabajo [estas de estas guías de trabajo se encuentran
al final de cada libro y son más bien guías
de lectura...], un libro escrito con esta finalidad. La
Colección "Hacer Familia" está especialmente
escrita con este objetivo.
2. Para aplicarlos en la propia familia los padres diseñan
Planes de Acción orientados a que los hijos adquieran
o mejoren en algún hábito de comportamiento.
3. En la vida familiar motivan a los hijos para realizar
estos Planes de Acción, controlan sus resultados
y anotan las experiencias vividas.
4. En una posterior reunión de matrimonios, en el
colegio o en un hogar, se comunican y comentan las experiencias
que se consideren oportunas.
5. Al basarse en un sistema de enseñanza eminentemente
positivo y no poder plantearse problemas particulares delante
de los demás padres, es necesaria la figura del "Asesor
Familiar", que puede ser asumida por:
a) El preceptor de la familia, con conocimientos de la metodología
PEF.
b) Un experto en la educación positiva de la Voluntad
y en la metodología PEF.
Los padres que siguen estos programas descubren, día
a día, nuevos horizontes educativos y aprenden a
vivir su misión de padres con mayor efectividad."
[Las relaciones padres-colegio, 234-236]
Encontramos en estos programas la figura del preceptor, que
se presenta aquí como preceptor de la familia
en su función de asesor familiar: otra prueba del papel
de educandos que los padres terminan interpretando.
Y, finalmente, los Cursos de Orientación Familiar:
"Aunque la organización de estos cursos es
muy flexible, suelen plantearse como cursos profesionales,
en los que a lo largo de varias sesiones, normalmente de
unas dos horas de duración, y con una metodología
participativa, se estudian diversos temas educativos familiares
como:
- ¿Qué es educar? Actitudes educativas de
los padres.
- La comunicación conyugal. Complementariedad en
el matrimonio.
- El conocimiento de los hijos: estudio de las etapas psicológicas
del desarrollo. Los diversos tipos de carácter.
- La educación de la libertad: La autoridad y la
obediencia.
- El amor humano y la afectividad. La educación de
la sexualidad para lograr vivir un amor plenamente humano.
- La educación de los valores: las virtudes humanas
y sobrenaturales. La educación de la fe de los hijos.
- Los medios en la educación: El dinero, las lecturas,
la televisión.
- La participación familiar. El empleo del tiempo
libre.
Esta relación de temas tiene sólo el valor
de un ejemplo ya que nunca podría ser exhaustiva,
teniendo en cuenta que estos cursos suelen también
realizarse especializados según edades de los hijos
de los padres asistentes." [Ibid., 236-237]
Como podemos observar en los diferentes temas que se presentan
en los Cursos de Orientación Familiar, se combinan
temas puramente educativos con otros de relaciones conyugales,
haciendo que los cursos de orientación sean
más bien cursos de formación. Además,
tanto en este programa como en los otros dos presentados "se
facilita a los asistentes una documentación especializada
sobre los temas tratados y una amplia bibliografía
cuya lectura posterior les permitirá profundizar y
afianzar las ideas básicas tratadas".
Antes de terminar, deberíamos añadir que en
algunos centros se combinan los PEF y los COF, cuya realización
conjunta crea las Escuelas de Familias. [Ibid., 238]
4) La figura del preceptor
La figura del preceptor merece un estudio a parte. De hecho,
uno de los capítulos del libro Las relaciones padres-colegio
está dedicado exclusivamente a las relaciones de los
padres con el preceptor, quien es presentado como el punto
de unión entre el colegio y la familia: "el que
coordina nuestra acción educativa como padres con la
del colegio." [Ibid., 91] Suele ser "un profesor
que, por encargo de la dirección del colegio, asume
la responsabilidad de ayudar a unos padres en la educación
de su hijo." [Ibid., 122] Esta ayuda, teóricamente,
se concentra en actuar de nexo entre el colegio y los padres
en beneficio de los hijos:
"Entre los padres y los profesores deberá de
establecerse siempre un diálogo fluido, pero para
que este diálogo sea más orientador para la
educación de nuestros hijos, es conveniente que sea
un solo profesor, que recibe de la dirección del
colegio el encargo de ser preceptor de uno, o mejor de todos
los hijos, que una familia tiene en el colegio, el que se
realice periódicamente con los padres.
El preceptor que coordina nuestra acción educativa
como padres con la del colegio, tratará de ponerse
de acuerdo con nosotros para alcanzar un objetivo en la
educación de nuestro hijo a través de las
tareas concretas que a la familia y al colegio le competen.
Cuando un hijo nos plantee una duda, eso que decimos a
veces, "no sabemos por donde tirar", deberemos
acudir a charlar con el preceptor. En ocasiones será
el preceptor el que tome la iniciativa y nos llame, cuando
considere que puede aconsejarnos en algún aspecto
importante para la educación de nuestro hijo que
ha detectado en su frecuente trato con él, o estime
que nos estamos dejando "algo en el tintero" en
el trato con nuestro hijo.
Lo que nunca deberá hacer el preceptor es sustituirnos,
porque empobrecerá nuestro papel de padres y nos
suplantaría en las decisiones que debemos tomar."
[Ibid., 91-92]
En esta cita encontramos expresada de forma similar la ambivalencia
entre, por una lado, la autoridad que se otorga a los padres
en su papel de primeros educadores de los hijos y, por el
otro lado, su cesión en beneficio de la institución
escolar a través de la figura del preceptor.
La función del preceptor sería "ayudar
a los padres a diseñar el proyecto educativo personal
que convenga a su hijo, procurando que haya unidad de criterios
y de acción educativa entre la familia y el colegio."
[Ibid., 122] Pero la cuestión está en
saber qué criterio prevalece en caso de conflicto:
si el del colegio o el de la familia.
"[...] el preceptor no resuelve a nuestro hijo sus
problemas sino que le hace reflexionar para que él
mismo encuentre soluciones y tome las decisiones oportunas.
Así nuestro hijo irá tomando conciencia de
la responsabilidad de las propias acciones, se educará
en la libertad e irá formando su capacidad de criterio.
La preceptuación requiere un clima de intimidad
y alegría para que el alumno vea en el preceptor
una persona que ayuda y orienta, que estimula y entusiasma
siempre, animando a alcanzar objetivos altos por los que
vale la pena esforzarse, objetivos que se refieren no sólo
al estudio sino también a la conducta, al modo de
vivir en todos sus aspectos." [Ibid., 122-123]
Este clima de intimidad -como se dice en la cita- puede llegar
a niveles que dificulten el espíritu de libertad que
proclama el texto, en especial cuando no queda nada claro
dónde se encuentran los límites de actuación
del preceptor. Así, "el preceptor ha de cuidar
los detalles de tono humano: el modo de vestir y de expresarse,
los pormenores de la educación, las buenas maneras."
[Ibid., 135]
Para finalizar este último punto sobre la figura del
preceptor, trataremos de lo que se presentan como sus colaboradores:
los profesores, el equipo técnico y el sacerdote. Empezaremos
con el comentario que aparece en el volumen sobre la colaboración
de los profesores con el preceptor:
"Los profesores observan el comportamiento de un alumno
en la vida diaria de su clase pudiendo así anotar
su interés por el estudio, el modo de trabajar, el
orden, el cuidado de los materiales escolares, las relaciones
habituales entre compañeros y otros muchos aspectos
que comentarán con su preceptor facilitándole
así el mejor conocimiento del alumno. También,
se tiene la posibilidad, en cuanto se detecta un problema,
de adoptar con oportunidad las soluciones exigidas en cada
situación.
El equipo educador se reúne periódicamente
para evaluar los resultados docentes de los alumnos. En
estas sesiones el preceptor recibe de cada profesor las
informaciones oportunas sobre la marcha del estudio de su
asignatura por el alumno y las indicaciones concretas para
la mejora de los resultados. A su vez el preceptor informa
a los profesores sobre el alumno para coordinar la acción
educativa de todo el equipo educador." [Ibid., 137-138]
Pero teniendo en cuenta que la valoración de un profesor
siempre está impregnada de un relativo subjetivismo,
se considera necesario la ayuda de un equipo técnico:
el departamento de orientación escolar.
"Su labor fundamental es la realización de
pruebas psicopedagógicas a los alumnos para obtener
unos datos objetivos sobre su personalidad y aptitudes para
las distintas áreas del aprendizaje. El informe psicopedagógico
del alumno, permite neutralizar el inevitable subjetivismo
que hay siempre en las apreciaciones que de un alumno realizan
quienes están conviviendo diariamente con él.
Si las observaciones del equipo educador y del preceptor
de un alumno coinciden con los datos recogidos en el informe
psicopedagógico se tendrá una garantía
de que el conocimiento del muchacho es adecuado." [Ibid.,
138-141]
Finalmente, tratándose de colegios con idearios cristianos,
no se puede olvidar la figura del sacerdote:
"Cuando el alumno ha decidido libremente dirigirse
espiritualmente con el capellán del colegio, el preceptor
conviene que se relacione con este sacerdote, con el fin
de que la acción de uno y otro se apoyen mutuamente.
Siempre deberá quedar a salvo la intimidad del alumno."
[Ibid., 142]
De esta manera, el colegio se presenta como centro donde
los padres pueden participar activamente en la formación
de los hijos, aunque en realidad se convierte en un centro
de formación, a la vez que para los hijos, también
para los padres, adecuándose a unos modelos que no
son sólo educativos sino también familiares,
y que nacen de la misma institución. El elemento vehiculante
entre el colegio y la familia es el preceptor, auténtico
aglutinador de las experiencias familiares con los postulados
que representa el colegio.
Una vez analizados los agentes de socialización según
los criterios de a) función específica y b)
edades, descubrimos que cuando los agentes de socialización
se sitúan dentro de grupos identificables como por
ejemplo el colegio, la relación con el modelo de familia
que presentamos es coincidente; contrariamente, cuando se
trata de agentes de carácter más difuso, dirigidos
a una masa o colectividad, comprobamos que estos agentes están
presentados como opuestos, hostiles a este modelo (de donde
surge la necesidad de filtros, estrategias para controlarlos,
planes de acción...)
En este sentido, podemos clasificar los agentes de socialización
que hemos presentado en dos grandes grupos: por una lado,
aquellos que cooperan en la construcción de un modelo
de familia definido por la institución como "el"
modelo válido, tendiendo el grupo hacia él y
configurando la percepción colectiva de los miembros
supernumerarios del Opus; y, por otro lado, aquellos agentes
que no coinciden con este modelo de familia porque presentan
modelos diferentes, a veces contradictorios, y que por tanto
exigen cierto control mediante mecanismos que nacen del propio
grupo.
En cuanto al primer grupo, el coincidente, la estrategia
de la familia es participativa; se trata de agentes que participan
del modelo de familia, afianzándolos: la familia encuentra
apoyo en ellos. Por lo que respecta al segundo grupo, se hace
necesaria la utilización de filtros de control con
el fin de redirigir el discurso hacia el modelo de familia
concreto; el control resulta necesario y se acaba por intercambiar
la libertad de escoger por la seguridad que se siente al encontrar
-en la mayoría de los ámbitos o esferas que
configuran la vida de cualquier individuo en nuestra sociedad-
las coincidencias que refuerzan la aplicación, en todos
estos ámbitos, de este modelo concreto de familia.
Esta seguridad que da el hecho de habitar un mundo sin contradicciones
aparentes, está acompañado por unas pautas prescriptivas
(pensemos en los planes de acción) que dictan
formas de actuar ante las "agresiones" a la unidad
del modelo familiar. De hecho, en este segundo grupo de agentes
socializadores contrarios al modelo que se entiende como ideal,
se esconde la idea de grupo cerrado ante la sociedad global.
Al mismo tiempo, se presenta bajo la dicotomía del
"nosotros" ante "los otros"; donde estos
"otros" son los de fuera de la organización,
de donde provienen las formas diferentes de hacer y de sentir:
el peligro... No nos debe extrañar esta postura porque,
de hecho, estamos hablando de la primera generación
de miembros del Opus, definida como una generación
que ha experimentado procesos de resocialización y,
por tanto, sus "verdades" son todavía muy
débiles. La única forma de luchar contra los
criterios opuestos es, en este primer estadio, alejarse, construir
un grupo cerrado de seguridades, de fórmulas sabidas
y dadas por supuestas. Si, además, añadimos
la idea del carácter que hemos definido como receptivo
de los miembros supernumerarios del Opus, entenderemos la
forma en que quedan transformadas las necesidades de vivir
en un mundo sin contradicciones. Todo ello nos reafirma en
nuestra definición del Opus como "institución
voraz", institución que aglutina todas las esferas
en que se mueve y de las que participa cualquier persona en
nuestra sociedad, en una sola: la de miembro supernumerario.
Esta categoría exige la asimilación de "un"
modelo de familia como si fuera "el" modelo.
Arriba
Anterior -
Siguiente
Volver
a Libros silenciados
Ir a la página
principal
|