LOS HIJOS DEL OPUS: LA SOCIALIZACIÓN
DE LAS SEGUNDAS GENERACIONES DEL OPUS DEI
Autora: Esther Fernández Mostaza
Editorial: Mediterrania
CAPÍTULO VII. Tipos de relaciones
en el ámbito familiar: relaciones orientadas por las
convicciones o por la responsabilidad.
En las conclusiones
del libro El Opus
Dei y sus paradojas [Joan Estruch], se interpreta
a la luz de los conceptos ética de las convicciones
y ética de la responsabilidad, lo que a simple vista
parece una contradicción: "la percepción
bastante común de que el Opus Dei es una organización
al mismo tiempo reaccionaria e innovadora, tradicionalista
y moderna". Se trata de una interpretación basada
en dos conceptos weberianos: "acción zweckrational,
es decir, en términos de orientación racional
a un sistema de fines, donde las expectativas de comportamiento
del otro se toman como "condiciones" o "medios"
para alcanzar los fines racionales del actor; y acción
wertrational, es decir, en términos de orientación
racional a un valor, lo que implica una creencia consciente
en el valor absoluto de un comportamiento ético, estético,
religioso, etc." [Max Weber, L'ètica protestant
i l'esperit del capitalisme (Barcelona: Edicions 62, 1984),
146, nota 30].
Dentro del ámbito familiar en el que centramos este
estudio, nos hemos encontrado con situaciones que también
oscilan entre estos dos polos aparentemente opuestos: tradicionalismo
y modernidad. Asociadas a valores tradicionales encontramos
soluciones a problemas o interpretaciones declaradamente intransigentes,
rígidas, utilizándose un modelo de autoridad
altamente jerarquizado; por el contrario, la eficacia en los
resultados es el principio que mejor puede resumir situaciones
donde los valores dejan paso a los fines, los cuales se pactan
entre los miembros de la familia y donde lo que cuenta son
los resultados.
1. Ética de las convicciones y ética de
la responsabilidad, según Weber.
Siguiendo la distinción que hace Weber, podemos explicar
el tradicionalismo del Opus por el hecho de que sus creencias
y en defensa de sus valores, sus miembros se comportan como
personas intransigentes, de acuerdo con las pautas de una
acción orientada a los valores; por el contrario, su
carácter innovador se deriva de la flexibilidad y del
criterio de racionalidad instrumental que adoptan en el uso
de los medios técnicos característicos de la
modernidad. Por esa razón, es fácil establecer
una correlación entre intransigencia en los valores
(tradicionalismo) por una lado, y flexibilidad en los fines
(modernidad) por el otro.
Para Weber [Max Weber, El político y el científico
(Madrid: Alianza Editorial, 1988), 163 y ss.], cualquier
acción éticamente orientada se puede ajustar
a dos máximas diferentes entre sí e irremediablemente
opuestas: puede orientarse conforme a la ética de la
convicción o conforme a la ética de la responsabilidad.
Esto no implica que la ética de la convicción
sea idéntica a la ausencia de responsabilidad o que
la ética de la responsabilidad sea idéntica
a la ausencia de convicción. Lo que Weber intentar
subrayar con su formulación es que existe una diferencia
abismal entre obrar según la máxima de una ética
de la convicción (aquella que, como ejemplifica Weber,
ordena al cristiano a obrar bien y dejar en manos de Dios
el resultado de la acción) o según una máxima
de la ética de la responsabilidad, que obliga a tener
en cuenta las consecuencias previsibles de la propia acción.
[Para Weber, la ética de la responsabilidad
y la ética de la convicción no son conceptos
absolutamente opuestos, sino elementos complementarios que
deben concurrir para formar el hombre auténtico
con "vocación política"].
Cuando las consecuencias de una acción realizada conforme
a una ética de la convicción son negativas -continúa
explicando Weber-, aquel que la ejecutó no se siente
responsable de las consecuencias sino que responsabiliza al
mundo, a la estupidez de los hombres o a la voluntad de Dios.
Por el contrario, aquel que actúa conforme a una ética
de la responsabilidad toma en consideración todos los
defectos del hombre. No tiene ningún derecho a suponer
que el hombre es bueno y perfecto, y no se siente en situación
de poder descargar sobre los otros las consecuencias no previstas
de su acción: afirmará que estas consecuencias
son imputables a su acción.
Según Weber, ninguna ética del mundo puede
eludir el hecho de que para conseguir fines "buenos"
se debe contar, en numerosas ocasiones, con medios moralmente
dudosos o, como mínimo, peligrosos con la posibilidad
(o incluso la probabilidad) de consecuencias adyacentes moralmente
malas. Ninguna ética del mundo puede resolver cuándo
ni en qué medida quedan "santificados" -por
el fin moralmente bueno- los medios y las consecuencias adyacentes
moralmente peligrosas. De hecho, de la misma manera que no
es posible decretar éticamente qué fines pueden
santificar tal y tal otro medio, tampoco es posible situar
dentro de la misma categoría la ética de la
convicción y la ética de la responsabilidad.
Una última aclaración: Al hacer esta distinción
entre ética de la convicción y ética
de la responsabilidad, Weber opera -como siempre hace- con
tipos ideales. Por eso, ética de las convicciones
y ética de la responsabilidad no son conceptos
que se excluyan recíprocamente: ni la primera implica
ausencia de responsabilidad, ni la segunda supone ausencia
de principios o de convicciones. Al contrario, una ética
de las convicciones no acompañada y matizada por una
ética de la responsabilidad desembocaría en
intolerancia y exaltación de ciertos principios; una
ética de la responsabilidad que sacrificara todas las
convicciones conduciría a acciones ausentes de principios
y sin escrúpulos.
A continuación presentamos tres situaciones, extraídas
de diferentes libros de la colección "Hacer Familia",
que pueden ilustrar la manera en que dentro de este modelo
de familia que caracterizamos se reproducen situaciones que
oscilan entre estos dos polos: el tradicionalista-reaccionario
y el moderno-innovador. En el polo reaccionario corresponden
las acciones orientadas por las convicciones; el innovador
será guiado por acciones orientadas a la consecución
de unos fines.
2. Relaciones orientadas por las convicciones
Con la finalidad de ilustrar qué es una acción
claramente orientada por las convicciones, introducimos una
narración de una situación presentada como estudio
de caso, extraída del libro de la colección
"Hacer Familia" titulado Decisiones familiares.
En este libro se presentan -incluyendo el caso en el que centramos
nuestros comentarios- diez casos con un desarrollo similar:
primero la presentación de un problema, después
su análisis, y finalmente la toma de decisiones a la
luz de una de las cuatro virtudes cardinales (prudencia, justicia,
fortaleza y templanza). En cuanto a los temas tratados en
este libro, tal y como indica la contraportada, "se ha
elegido como línea general la conducta irregular de
algunos jóvenes en materia sexual (relaciones prematrimoniales,
anticonceptivos, divorcio, etc.)". El caso que hemos
seleccionado para ilustrar lo que consideramos relaciones
orientadas por las convicciones tiene el sugerente título
de El despido. Empieza con el siguiente diálogo:
"-Me quiero casar por lo civil. Necesito vuestra autorización.
Como me vais a decir que no, os pido que me deis la mayoría
de edad.
Quien decía esto era Piluca, la segunda de los ocho
hijos del matrimonio Galván.
Habló el padre:
-No podemos darte la mayoría de edad. Por dos razones.
La primera, porque no estamos de acuerdo con el matrimonio
civil. Un bautizado -y tú lo eres- o se casa por
la Iglesia, o no se casa. La segunda, porque no podemos
sentar un precedente ante tus hermanos. Cuando seas mayor
de edad, y te faltan sólo seis meses, podrás
decidir tú. Entretanto tendrás que avenirte
a las normas de la casa...
-No se trata de esperar por esperar, tenemos ya experiencia
matrimonial.
Susto y estupor en los padres. Reaccionando, terció
la madre:
-Estaríamos dispuestos a olvidarlo todo. Esto quedaría
entre nosotros, si prometes no tener relaciones sexuales
hasta que seas mayor de edad y te cases.
-No quiero ser insincera conmigo misma. No estoy dispuesta
a cambiar...
-Entonces... -la lentitud de las palabras delataba el peso
de su dolor- ... tendrás que irte de casa. No podemos
cobijar bajo este techo a alguien que está en una
disposición como la tuya..."
[Ana María Navarro, Decisiones familiares, colección
"Hacer Familia", n. 10 (Madrid: Palabra, 1992),
61-62]
De la lectura de este diálogo se desprende que la
actitud "irregular" de la hija en materia sexual
es motivo suficiente para que los padres tomen la decisión
de echarla de casa. Y si recordamos el título del caso
podremos afirmar que la relación padres-hijos se presenta
como una especie de contrato susceptible de ser roto por una
de las partes cuando algunas de las convicciones que rigen
el orden familiar se transgrede.
Después de la exposición, se presenta el comentario
del caso:
"Ésta es una situación que aunque poco
frecuente en nuestros días, presenta una escena bastante
fuerte, por lo que merece ser comentada. El comentario nos
va a dar pie para estudiar lo que hay detrás de la
anécdota.
Lo primero que podemos preguntarnos es esto:
-¿Cómo se explica el despido de Piluca?
-¿Hicieron bien o hicieron mal sus padres?"
[Ibid, 62-63]
Y así, para responder a lo que podrían ser
consideradas como causas explicativas del despido, se dan
dos tipos de elementos a fin de estudiar la decisión
tomada por los padres:
a) De tipo intelectual:
En primer lugar, nos encontramos ante un conflicto de fidelidades.
En los padres, a sus convicciones profundas respecto a los
principios morales y a la norma de la Iglesia. En Piluca,
a su sinceridad.
En el plano de la responsabilidad social, los padres piensan
en los hermanos y Piluca en sí misma. Es un poco
el bien común contra el bien privado.
Si tenemos que valorar estos datos para diagnosticar el
problema, habría que decir que las "obligaciones"
de los padres son más graves que las de Piluca, porque
les transcienden". [Loc.cit.]
Así pues, las "obligaciones" de los padres
tienen más peso que las de la hija, por interpretar
que aquéllas les transcienden, al presentarse como
un modelo de actuación ante los otros hijos. Un modelo,
por otra parte, que no admite matices.
b) De tipo afectivo:
Da la impresión de que Piluca no les da a sus padres
la menor facilidad. Antes bien, se comporta como si quisiera
"ponerles contra la pared". Es decir, como si
el despido, más que decisión de los padres,
hubiera sido provocado por la hija.
Piluca sitúa al mismo nivel a sus razones que las
de sus padres. Con lo cual parece que estamos asistiendo
a un combate, donde se espera que uno gane y otro pierda.
Esta impresión, junto con la sorpresa, puede quizá
explicar la prontitud de la respuestas de los padres. Más
que respuesta suena a reacción. Pero es una reacción
que tiene detrás un deber de fidelidad.
En el fondo, el problema es una mezcla entre los elementos
intelectuales o racionales y los elementos afectivos o sentimentales.
De ahí que este caso deje a más de uno incómodo
ante la respuesta de los padres". [Ibid., 64]
Asimismo, observamos que lo que se entiende como elementos
intelectuales o racionales se encuentra fundamentado en las
convicciones (al fin y al cabo, ideas de las que uno
está convencido).
Otra cuestión es la de si los padres actuaron mal
o bien:
"El efecto inmediato es que Piluca se va a vivir con
su novio. Es decir, que se produce lo contrario de lo que
los padres querían. Y, además, de algún
modo, ese final ha sido provocado por ellos.
¿Son responsables los padres de Piluca de esta última
conducta de su hija? En parte sí; en parte, no. Veámoslo.
La sorpresa es probable que hubiera desencadenado en los
padres unos sentimientos de ira o de enojo. Si han echado
a la hija por eso, son en parte responsables.
Si han ponderado su propia "imposibilidad" de
cambiar, y han sido consecuentes no ella, no lo son.
A fin de cuentas, Piluca hace lo que ella quiere, no porque
los padres se hubieran molestado con ella. Es decir, que
es ella la máxima responsable de sus actos. De ahí
que la molestia de los padres no sea razón suficiente
para culparles". [Ibid., 65]
Por tanto, si alguien tiene que cambiar de actitud, es Piluca
-la hija-. Pero si los padres no consiguen hacer cambiar su
comportamiento, la responsabilidad de una decisión
como esta no recae en los padres (que se mantienen firmes
en sus convicciones), sino en la hija (que transgrede las
convicciones sobre las que se asienta el orden familiar).
Y así, no es el resultado de la acción lo que
decide si sus actores actúan o no correctamente, sino
el hecho de prevalecer las convicciones.
"Con todo, esta solución, el despido de Piluca,
no es la única posible. Habría probablemente
que apelar a la prudencia, que daría un poco más
de tiempo a unos y a otra para reflexionar. Pero en ningún
caso, la decisión final debería invertir el
recto juicio de los padres. Es decir, si ellos no están
dispuestos a admitir bajo su techo a una persona que malvive
con alguien, no es quién Piluca para hacerlos cambiar
de modo de pensar. Tiene derecho a decidir sobre lo ámbitos
que les pertenecen, en este caso, la casa. Es así
como los padres ejercen su libertad.
Sea como sea, los padres saben que su decisión final
tiene un costo, y están dispuestos a pagarlo. Este
costo va desde la constatación de la vida que va
a hacer Piluca en adelante, lo cual les va a hacer sufrir
bastante, hasta la duda de si pudieran haber hecho otra
cosa mejor. Además de arrostrar las iras de más
de un "bienpensante". [Ibid., 66]
Y el comentario de este caso termina con la siguiente frase,
enmarcada y en mayúsculas: "Un hombre sin convicciones
es un pelele, marioneta en las manos de los manipuladores".
[Ibid., 68]
Este caso ejemplifica lo que, al hablar de la tipología
weberiana, Freund define como el partidario de la ética
de la convicción: "Es el hombre de principios,
de pureza intransigente, animado únicamente por el
sentimiento de obligación hacia aquello que considera
su deber, sin tener en cuenta las consecuencias que puede
ocasionar la realización de su ideal." [Julien
Freund, Sociología de Max Weber (Barcelona: Ediciones
Península, 1986), 31]
Se trata, pues, de una moral incondicional: del todo o nada.
Por el contrario, el partidario de la ética de la responsabilidad
tiene en cuenta aquello que es posible, valorando los medios
más apropiados para alcanzar su fin, consciente de
la misión que debe realizar y de su responsabilidad
hacia los demás, así como las consecuencias
que de su acción se puedan derivar.
3. Relaciones orientadas por la responsabilidad
En cierta manera, la ética de las convicciones ocupa
un papel central en todos los aspectos que tienen relación
con la familia entendida como institución social encargada
de la regulación de la sexualidad, de la procreación
y de la socialización de los hijos. Tanto es así
que, para poder aplicar a la familia los criterios de la ética
de la responsabilidad, primero tenemos que definir el concepto
de familia; si antes la familia era una instancia reguladora,
ahora se convertirá en una empresa "y como
tal posible de mejorar" [Fernando Corominas, Educar
hoy, colección "Hacer Familia", n.1 (Madrid:
Palabra, 1994 9ª ed.), 140].
A lo largo de la colección, encontramos muchas referencias
a la familia que denotan esta equiparación con una
empresa. Así, se utilizan las categorías de
"directora del hogar", "subdirectoras"
y "coordinador" para designar a la madre, las hijas
grandes y al padre, respectivamente, en todo lo relacionado
con el ámbito doméstico: funciones, relaciones,
responsabilidades delegadas, etc. A estas categorías
se añaden expresiones como empresa educativa
o bien la Teoría Z de la empresa aplicadas a la
familia para describir el tipo de relaciones establecidas
entre los cónyuges, por un lado, y los padres e hijos,
por otro. Será justamente la aplicación a la
educación de los hijos de la Teoría Z japonesa
sobre organización interna de empresas, lo que nos
ayudará a presentar lo que definiríamos como
translación al ámbito doméstico de un
modelo empresarial caracterizado por: a) la cohesión
del grupo, b) el alto rendimiento productivo, y c) la orientación
de la voluntad. Puntos que veremos con más detalle
a continuación.
¿Por qué no emplear en "cómo
educar mejor", los resultados de los miles de millones
de dólares que se gastan las empresas en "cómo
vender más"? [Ibid., 133]. Esta pregunta
sintetiza la finalidad que se persigue cuando la intención
es la de aplicar en el ámbito doméstico teorías
que funcionan de manera eficaz en el mundo empresarial, como
por ejemplo la Teoría Z. Empezaremos por definirla
para después presentar su aplicación en la educación
de los hijos.
a) Definición de la Teoría Z
Para explicar en qué consiste esta teoría,
acudimos a la definición que de la Teoría Z
da su creador, William G. Ouchi:
"Como país, los Estados Unidos han desarrollado
una noción del valor que tiene la tecnología
y su enfoque científico, pero se han olvidado del
valor que posee el ser humano. El gobierno destina cientos
de millones de dólares a la investigación
de nuevas técnicas en los campos de la ingeniería
eléctrica, de la física o de la astronomía;
y apoya el desarrollo de complejas ideas económicas.
Sin embargo, casi no se asignan fondos que ayuden a comprender
cómo se debe tratar y organizar a los individuos
en el trabajo, y esto es justamente lo que hay que aprender
estudiando a los japoneses (Teoría Z, Ouchi W.G.
1985).
Igual que, en su día, el mundo occidental admitió
que la acupuntura era una gran aportación al campo
de la medicina, hoy podemos afirmar que, en el área
del comportamiento humano, los orientales nos pueden servir
de ejemplo en más de una ocasión.
¿Por qué las empresas japonesas tienen, de
media, productividades más elevadas que las norteamericanas?
¿Por qué, en el área comercial, las
sociedades japonesas aventajan a las occidentales? La respuesta
no hay que buscarla ni en la tecnología ni en los
sistemas financieros. La razón está en que:
"el comportamiento humano de las personas es diferente".
¿Por qué?
Porque, en la relación Tecnología-Persona,
los japoneses, por razones atávicas y sin necesidad
de esforzarse, han sabido dar al ser humano la importancia
debida. En esta línea, han conseguido llevar las
vivencias de las personas en el seno de la familia a las
empresas, y este "saber hacer" japonés
en el área del comportamiento, al ser imitado por
las empresas norteamericanas, ha dado nombre a lo que conocemos
por Teoría Z". [Ibid., 134-135].
Y se resume el objetivo final de la Teoría Z en la
siguiente frase: Que las personas se encuentren felices
trabajando [Ibid., 135]. La Teoría Z busca
así trasladar las vivencias para aumentar la productividad
y mejorar las relaciones que tiene lugar dentro de los diferentes
estamentos.
"No debemos olvidar que las empresas japonesas, en
la organización de las relaciones humanas, recibieron
una fuerte influencia de las características de la
vida familiar de su país; ahora, las empresas del
mundo occidental se esfuerzan por incorporarlas a sus sistemas
de organización, adaptándolas a nuestra mentalidad;
lo que nos queda por hacer a nosotros, padres de familia,
es estudiar esas características y la adaptación
a nuestros sistemas educativos de todo lo que nos sea útil,
y dada la cantidad de datos disponibles se presenta como
una tarea asequible". [Ibid., 141]
b) Aplicación de la Teoría Z a la organización
familiar
Dentro de esta orientación de hacer coincidir familia
y empresa, podemos situar un fragmento extraído de
otro libro: Hacer familia hoy. En este volumen se presenta
como pedagogía innovadora la Teoría Z aplicada
a la organización familiar "porque la empresa
Z parece inspirarse en la familia. Y quizá resulte
más fácil aplicarla a las familias que a otras
empresas" [Oliveros F. Otero & Fernando Corominas,
Hacer familia hoy, colección "Hacer Familia"
(Madrid: Palabra, 1992 4ª ed.), 25]. Se añade
a esta primera y principal razón lo que se considera
como una de las particularidades de la organización
japonesa: el hecho de que el trabajador tiene un puesto de
trabajo vitalicio, "¿No ocurre lo mismo en las
familias? Aquella que uno mismo funda, o en la que uno nace,
es su familia, ya de por vida" [Ibid., 26]. Otra
característica de la empresa japonesa es la integración
en grupos, así los trabajadores se implican más
y, de esta manera, se les inculca un sentimiento de solidaridad:
"Un sentimiento de solidaridad que uno echa en falta
en muchos hijos de familias aparentemente buenas. Quizá
por una sutil influencia del individualismo ambiental".
[Loc.cit.] Sin embargo, es un modelo en el que a veces
los directivos no se aseguran de que el trato recibido por
los empleados sea todo lo humano y justo que debiera; igualmente,
no siempre los padres son conscientes, como jefes de la empresa
familiar, de un trato a los hijos no del todo humano y
justo [...]. Por consiguiente, a veces tendrán que
recibir quejas. Pero, igual que vimos respecto de los empleados
de una organización Z, convendrá educar a los
hijos para que sepan hacer compatibles, en su conducta, la
queja y la lealtad." [Ibid., 29]
Para ilustrar su aplicación, transcribimos lo que
uno de los libros presenta como ejemplo de técnicas
empresariales y su aplicación en el área de
la educación:
"Entre las muchas cosas que hacen bien los japoneses,
hay una indiscutible: "vender". Sobre las teorías
de vender bien, hay cientos de investigaciones, miles de
libros y millones de dólares gastados. El "marketing"
ha obsesionado a miles de empresas en los últimos
años, pero, de una forma simple, ¿cuál
es el objetivo final del marketing?" [Educar hoy,
143-144]
El objetivo es orientar la voluntad hacia una decisión
determinada previamente. Y como ejemplo, encontramos dentro
del ámbito comercial:
-Querer comprar un coche.
-Desear hacer un viaje.
-Decidir votar a un partido.
-Querer fumar cigarrillos
-Desear beber un "whisky".
-Querer usar una colonia.
Son decisiones de la voluntad hacia un objetivo concreto.
[Ibid., 144]
Aplicando esta teoría a la familia, estas decisiones
-se dice en el texto- pueden llevar a los hijos a:
-Querer estudiar más.
-Desear no tomar drogas.
-Decidir no llegar tarde a casa.
-Querer no ver "tal" película.
-Desear cambiar de amigos.
-Querer adquirir una virtud. [Idid., 145]
Observamos que en estos ejemplos "orientar la voluntad"
significa hacer que alguien no quiera hacer lo que, a priori,
puede querer hacer: llegar más tarde a casa, estudiar
menos, ver determinada película, etc. Parece, pues,
que más que orientar la voluntad lo que se pretende
es oprimirla con prohibiciones.
"Es cuestión de orientarlas para ayudar a buscar
el bien, para ayudar a las personas a ser más
responsables y libres". [Ibid., 133-148]
En la definición de la Teoría Z que hemos presentado,
encontramos explicitada su relación con el modelo familiar
de relaciones. Resulta por lo menos curioso que, lo que se
entiende como traslación de un modelo de relaciones
familiares al mundo de la empresa, revierta sobre la familia.
Podemos concretar lo que con esta reversión se consigue
en los siguientes puntos: a) cohesionar el grupo, y b) motivar
la voluntad hacia unos objetivos ya marcados. No hay duda
de que si los objetivos están definidos, el siguiente
paso será asignar a cada miembro su papel dentro de
la organización, desarrollando las habilidades necesarias
para cumplir las funciones que el rol o papel le han asignado.
Y si se marcan unos objetivos y se asignan unos roles, es
para cumplir unos propósitos que, obviamente, tienen
que ser evaluados.
c) Procedimientos de la Teoría Z
Describiremos a continuación dos de los procedimientos
presentados como aplicaciones de esta teoría de la
familia: la rotación de lugares y los círculos
de control de calidad.
La rotación de lugares es presentada, junto con el
trabajo en equipo, como punto clave en las empresas tipo Z
porque:
"Evita que los empleados se encasillen en un campo
de acción limitado y permite una mejor relación
laboral en los distintos departamentos y divisiones de la
empresa (...). Los empleados japoneses están al tanto
de su empresa, y mantienen un profundo interés por
sus compañeros de trabajo y los problemas a los que
se enfrentan todos los días (...). Quizá uno
de los beneficios más atractivos de la rotación
de personal sea la oportunidad que brinda de relacionarse
con todos los empleados". [Hacer familia hoy, 161-162]
¿Tiene aplicación en el ámbito familiar?,
se preguntan los autores. La respuesta que dan es:
"Si hubiera un poco más de imaginación,
sí. Si los encargos no fueran un tanto infantiles,
si tuvieran -aunque informales- la categoría de puestos,
esta rotación de encargos serviría también
para conocer más a fondo el funcionamiento de la
propia familia, entre otras cosas". [Ibid., 162]
Como veremos más adelante, al hablar del sistema de
roles dentro de la estructura familiar, la rotación
de puestos no altera la asignación de funciones según
el sexo. Al hablar de rotación de puestos se hace referencia
a la delegación de funciones, madre-hija por ejemplo,
sin alterar el tipo de funciones.
Otro procedimiento de aplicación de la Teoría
Z son los círculos C-C (de Control de Calidad). Así,
si en las empresas tipo Z se da mucha importancia a la calidad,
"ya que se trata de una responsabilidad compartida que
no se limita a los altos ejecutivos", también
esto tiene traslación a la familia:
"Y ¿qué se hace para solucionar problemas
en control de calidad? Las empresas japonesas han implantado
un sistema único de participación colectiva
para solucionar los problemas que surgen en control de calidad:
los círculos de control de calidad. Dice Ouchi: "uno
de los aspectos más fascinantes del arte de la administración
japonesa -y uno de los que más se acercan a la esencia
de la teoría Z- es el círculo de control de
calidad o círculo C-C- (...). Lo que hacen es compartir
con la administración la responsabilidad de definir
y resolver problemas de coordinación y productividad.
En otras palabras, los círculos se dan cuenta de
todo lo erróneo que ocurre dentro de una organización
y dan la señal de alarma". [Ibid., 163]
Por tanto, son círculos que no sirven para compartir
decisiones, sino para detectar problemas lo antes posible
y solucionarlos inmediatamente; es decir:
"Son un método útil para obtener alta
calidad, una productividad más elevada y un mejor
estado de ánimo en los empleados -todo esto a costo
relativamente bajo-." [Ibid., 164]
Veamos ahora el funcionamiento de los círculos C-C:
"En Japón, un círculo C-C está
constituido básicamente por grupos de uno a diez
empleados que se encuentran asignados a él en forma
permanente (...). Los empleados de cada círculo forman
un grupo natural de trabajo, en el cual las actividades
de todos se relacionan en alguna forma (...). La tarea de
cada uno de ellos, encabezada por un supervisor, consiste
en estudiar cualquier problema de producción o servicio
que se encuentra dentro del ámbito de su trabajo.
En la mayoría de los casos, un círculo emprende
un proyecto de estudio que puede solucionarse en tres meses
aproximadamente y que no tomará arriba de un semestre
(...).
Normalmente, cada círculo se reúne durante
una hora o dos semanalmente; algunas veces la compañía
absorbe los gastos, otras más van por cuenta de los
empleados. El objetivo es discutir el proyecto.
He aquí un sistema de control de calidad que moviliza
en Japón a cerca de ocho millones de obreros. Los
japoneses ponen mucho énfasis en que el éxito
de sus círculos C-C- no dependa exclusivamente de
la técnica, sino del aspecto humano fundamental de
sus objetivos productivos. Tal como lo ha manifestado el
Sindicato, los propósitos fundamentales del círculo
C-C son:
-Contribuir a mejorar y desarrollar la empresa;
-Respetar el lado humano del individuo y edificar un lugar
en que reine la felicidad y donde sintamos que vale la pena
trabajar;
-Poner de lleno todo el talento humano para extraer, finalmente,
posibilidades infinitas". [Ibid., 164-165]
La aplicación en el ámbito doméstico
de los círculos de control de calidad queda explicitada
en el siguiente fragmento:
"Los círculos C-C en las familias deben estar
formados por grupos de hijos y un supervisor (uno de los
padres; uno de los hijos mayores; algún otro miembro
familiar próximo). Ya se ve que tienen especial aplicación
en familias numerosas.
En familias cortas puede estar formado el grupo por la
totalidad de la familia, pudiendo ser el supervisor uno
de los padres o alguno de los hijos cuando se crea conveniente.
Habrá que estudiar familia a familia para lograr
una buena adecuación del sistema. O dicho de otro
modo,
-en cada familia, sus primeros responsables verán
si es viable o no el control de calidad mediante los círculos
C-C;
-no deben rechazarlo de antemano, pensando que "no
hemos salido mal" o frases por el estilo que, en el
fondo, ocultan pereza, cobardía, rutina, etc.;
-deben plantearlo muy bien, en caso de considerarlo viable,
sabiendo que el círculo C-C no puede entenderse en
forma aislada, sino sólo como una de las partes de
un sistema organizado más grande y más complejo,
y dicho sistema es el que la Teoría Z nos ofrece.
-en cualquier caso es un sistema para conseguir la mejora
personal, y mejorar siempre es positivo y posible."
[Ibid., 167-168]
A continuación transcribimos, a modo de sugerencias
prácticas, las acotaciones presentadas como objetivos
reales y elegidos por las familias con el fin de ser desarrollados
dentro de los círculos de control de calidad:
"1.- Cómo motivar a un hermano para que acepte
las decisiones tomadas en los C-C de la familia.
2.- Medidas a tomar entre todos los miembros de la familia
para bajar el recibo del teléfono.
3.- Decidir los domingos los programas de TV que se podrán
ver durante la semana.
4.- Cómo transformar los encargos en colaboraciones
voluntarias.
5.- Cómo ayudar al amigo de un hermano para que crea
en Dios.
6.- Mejorar la piedad en familia.
7.- Conseguir voluntarios para limpiar los zapatos de todos.
8.- Ayudar a Juan a estudiar para aprobar las matemáticas.
9.- Crear un sistema de turnos para limpiar la vajilla de
la cocina entre todos.
10.- Cómo ayudar al primo de Pedro que tiene malos
amigos.
11.- Cómo organizarse en la casa en las ausencias
de mamá.
12.- Cómo motivar a Sofía, 17 años,
para que los viernes regrese pronto a casa." [Ibid.,
169]
Los círculos C-C se presentan también como
procedimientos útiles a fin de ayudar a la familia
a mejorar alguna virtud:
"En este caso, es recomendable formar el círculo
sólo por dos personas: papá o mamá
y uno de los hijos.
Padre e hijo se propondrán mejorar los dos en una
virtud, elegida previamente: el orden, la generosidad, la
laboriosidad (estudiar más), la sinceridad...
Un buen objetivo es hablar una vez a la semana padre e
hijo, y en la charla comentar las ventajas de esa virtud
y marcarse metas concretas para los dos:
-Papá ordenará los cajones de su despacho.
-Lolita ordenará su armario de ropa.
Y a la semana siguiente se comprobará su cumplimiento
y se fijarán nuevas metas...
Después de 6 u 8 semanas se cambiará de virtud.
El mejor ejemplo que pueden dar unos padres es el esfuerzo
y la luchar por ser mejores". [Ibid., 169-170]
En definitiva, con los círculos de control de calidad
se consigue canalizar las energías del grupo familiar
a fin de poder ejercer control sobre cualquier conducta discrepante
que en su seno se pueda presentar. Se trata, en definitiva,
de otra manera de ejercer control autoritario con la apariencia
de consenso.
A lo largo de este capítulo hemos querido ilustrar
la manera en que este modelo opusiano de familia representa,
en su sistema de relaciones, lo que ya definimos -al introducir
el capítulo- como acciones orientadas o por las convicciones
o por la responsabilidad, y la manera paradójica en
que éstas se conjugaban. Las primeras son expresión
de una organización tradicional, reaccionaria, y las
segundas, moderna e innovadora. Con el caso de El despido
hemos mostrado la forma de actuar cuando no se tienen en cuenta
las consecuencias previsibles de una acción, sino el
hecho de que éstas se adecuen a las convicciones. Por
el contrario, con lo que se presenta como aplicación
de la Teoría Z a la familia hemos constatado otra manera
de obrar: una vez definidos los objetivos, ejecutar aquellas
acciones que faciliten su consecución.
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