CAPITULO VII: VENEZUELA
(fin de este capítulo)
Residencias universitarias: origen y metas
Sería poco menos que imposible hablar de las residencias
del Opus Dei sin explicar primero el móvil que impulsó
a monseñor Escrivá a empezar todos los apostolados
"intelectuales".
Monseñor Escrivá quería ser el caudillo
del cambio de la España liberal intelectual, quería
demostrar que un "intelectual" podía ser
también un hombre de Dios. Quería un grupo de
intelectuales con una vida de entrega completa a Cristo. E
incluso más: quería que estos "nuevos"
intelectuales llevasen esta imagen de Cristo a la cúspide
de todas las actividades humanas.
a) Institución Libre de Enseñanza
El ideal de monseñor Escrivá era tan bueno
como ambicioso, pero había un problema en sus orígenes
mismos: él quería ser el líder de este
grupo, y el único líder. Es lo mismo que sucede
en una secta cualquiera, que el líder, el fundador
del grupo, considera que él es la única persona
capaz de comunicar al mundo entero "el mensaje recibido
de las Alturas". Por ello, la idea de empezar la labor
con una residencia era crucial para él: tenía
que convertir a los jóvenes intelectuales en discípulos
de Cristo, formar un grupo bajo su dirección para hacer
un mundo mejor. Dijo e hizo creer a la mayoría de los
primeros miembros del Opus Dei que todas las cosas que él
quería empezar eran por "inspiración divina".
A unos cuantos miembros solamente, les expresó su deseo
más íntimo: el de realizar una cruzada (sin
llamarla así) contra la Institución Libre de
Enseñanza (Vicente Cacho Viu, La Institución
Libre de Enseñanza, Madrid (Ediciones Rialp), 1962)
que, como es bien sabido, en 1876 fundó Francisco Giner
de los Ríos, constante defensor de la idea de libertad
en la cultura y en las humanidades que nunca invocó
la libertad por una razón política o sectaria
(Francisco Giner de los Ríos, La verdadera descentralización
de la Enseñanza). Curiosamente, la "cruzada"
que monseñor Escrivá se propuso para neutralizar
la Institución Libre de Enseñanza no fue otra
cosa que imitar cada uno de los proyectos de esta institución.
Entre ellos las labores de la Junta de Ampliación de
Estudios e Investigaciones Científicas y, concretamente,
una proyección de la junta: la residencia de Pinar.
Esta residencia estuvo regida por una Fundación, cuyo
presidente era don Ramón Menéndez Pidal y uno
de sus miembros don José Ortega y Gasset. Residencia
de sobra conocida en España porque albergaba no solamente
estudiantes de las distintas facultades de la Universidad
de Madrid sino también intelectuales españoles,
poetas, científicos, filósofos, muchos de ellos
de renombre universal, como don Miguel de Unamuno, Federico
García Lorca, Federico de Onis, Negrín, Calandre,
etc. También en la residencia de Pinar se hospedaban
intelectuales de otros paises, como Albert Einstein, Wells,
Henri Bergson, Paul Valéry, Marie Curie, Paul Claudel,
Charles Edouard Jeanneret (Le Corbusier), Darius Milhaud,
Maurice Ravel, etc.
Por su ambiente multicultural la residencia de Pinar era
un lugar de encuentro para discusiones y tertulias de estos
intelectuales y artistas.
No cabe duda de que el padre Escrivá quería
tener residencias de ese estilo, pero es imposible comparar
la "cruzada religiosa" y las metas de monseñor
Escrivá con los objetivos intelectuales de un Menéndez
Pidal o de un Ortega y Gasset. El fallo, y en cierta forma
fracaso de las residencias del Opus Dei, es que nunca albergaron
a gente de tamaña estatura intelectual, muy posiblemente
porque monseñor Escrivá no era un intelectual
de tal calibre, y así lo demuestran sus libros.
b) Junta de Ampliación de Estudios. Consejo Superior
de Investigaciones Científicas
La Junta de Ampliación de Estudios e Investigaciones
Científicas tenía entre otras proyecciones el
Museo Pedagógico y la Casa del Niño en Madrid,
y el Colegio de España en París, en la Ciudad
Universitaria.
Esta junta fue abolida al terminar la guerra civil española
por el gobierno del general Franco; y bajo su ministro de
Educación Nacional, don José Ibáñez
Martín, se fundó el Consejo Superior de Investigaciones
Científicas. El hecho fue un verdadero golpe de suerte
para monseñor Escrivá, quien pudo poner inmediatamente
al Opus Dei bajo el ala de esta recién nacida institución,
dado que José María Albareda, uno de los primeros
numerarios, era amigo íntimo de Ibáñez
Martín y fue nombrado secretario general del Consejo
Superior de Investigaciones Científicas. La operación
fue extraordinariamente discreta: Albareda y Escrivá
pudieron situar a sus primeros intelectuales jóvenes
en puestos claves en el recién nacido Consejo Superior
de Investigaciones Científicas. Y empezar el apostolado
intelectual a través de esta institución reciente.
Aquí llegan los nombres de Rafael de Balbín,
como director de "Arbor", la revista general del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas, de
Raimundo Panikkar, como vicedirector de esta misma revista.
Curiosamente Panikkar recuerda bien la reunión que
tuvieron en el Opus Dei y cómo él pensó
en el nombre de "Arbor" para la revista general
del Consejo, simbolizando las muchas ramas de dicho organismo
y cuyo sello de árbol de la sabiduría se convirtió
en el sello oficial -que aún hoy conserva- como símbolo
del Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Rafael Calvo Serer, Florentino Pérez Embid, Alvira,
etc., todos ellos de los primeros numerarios del Opus Dei,
fueron los "hombres importantes" de la nueva era
intelectual de España. Como arquitectos de los nuevos
edificios fueron asignados Miguel Fisac y Ricardo Vallespín,
ambos numerarios, también de la primera fila del Opus
Dei.
El Consejo Superior de Investigaciones Científicas
fue el instrumento más importante que manejó
monseñor Escrivá a través de sus miembros
y que muy posiblemente aún maneje la Obra, siendo uno
de los hechos más recientes el de que la Iglesia del
Espíritu Santo, que pertenecía al Consejo, pertenece
ahora al Opus Dei como una de sus iglesias públicas.
Becas al extranjero, especialmente para el Colegio de España,
así como recomendaciones a personas que se presentaban
a cátedras dentro de la universidad española,
recibían en muchos casos el auspicio de alguien del
Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
Ahora comprenderá el lector mi sorpresa de primera
hora que explico al inicio de este libro, cuando empecé
a trabajar en dicho Consejo Superior de Investigaciones Científicas
y supe de la proliferación de los miembros del Opus
Dei en él.
Basado en la idea obsesiva de marcar la secularidad del Opus
Dei, las residencias o labores corporativas de la Obra no
llevan jamás como nombre el de santo alguno. El nombre
lo suele dar la calle, o el barrio donde está ubicada
esa residencia. "Zurbarán" fue la primera
residencia de mujeres del Opus Dei y el nombre venía
de estar ubicada en la calle de Zurbarán, 26, en Madrid.
Ahora, aunque su ubicación ha cambiado y está
en Víctor de la Serna, 13, ha continuado con el mismo
nombre.
Las residencias de estudiantes son los lugares donde mayor
proselitismo hacen las mujeres del Opus Dei entre las muchachas
universitarias de 18 a 24 años de edad. Al principio
de comenzar con esta labor, las residencias eran de una capacidad
no mayor de treinta estudiantes y se acomodaban a esta necesidad
edificios ya existentes. Actualmente el Opus Dei construye
las residencias de planta, tanto para hombres como para mujeres.
Se procura que los arquitectos sean del Opus Dei. Hace cuestión
de un año murió una numeraria venezolana en
un accidente que tuvo durante la construcción de una
casa nueva, que han terminado hace poco en Caracas, y donde
se instalará la Asesoría Regional del país.
Los arquitectos están obligados a seguir las indicaciones
que Roma ha enviado en los folletos llamados "Construcciones",
algunos de los cuales se hicieron cuando yo estaba allá
de directora de la imprenta.
¿Cómo es la vida en las residencias para mujeres
estudiantes? ¿ Cómo recluta el Opus Dei a las
universitarias? Las residencias universitarias del Opus Dei
para mujeres tienen un gran paralelismo en todos los países.
En ellas viven muchachas de diversas facultades de las diferentes
universidades que pueda haber en aquella ciudad.
Las directoras de las residencias son siempre numerarias
que tienen prestigio intelectual o profesional frente a las
estudiantes. Unas veces poseen ya su título universitario
y otras están en la última etapa para lograrlo.
La directora de la residencia con otras dos numerarias forman
el llamado "consejo local", que se encarga de dirigir
todas las actividades y vida de la residencia como tal, de
acuerdo con el sistema del Opus Dei indicado para esta labor.
Hay también otro grupo de numerarias que se ocupan
de la administración de la residencia, con la responsabilidad
de tener en perfecto orden todo lo material en esta casa:
desde la limpieza hasta la preparación de las comidas
y la contabilidad. Esta administración es independiente
de la residencia en sí misma, excepto, naturalmente,
en cuanto a cumplir las órdenes que le indica la dirección
de la residencia. Dichas numerarias tienen su vivienda totalmente
separada de la casa administrada, aunque ordinariamente está
en el mismo edificio. En la administración suele también
vivir un determinado número de sirvientas que pueden
ser o no del Opus Dei.
No está permitida la entrada de nadie de la residencia
en la administración, así como tampoco las numerarias
que viven en esta administración participan en la vida
de la residencia o conviven con las residentes. El régimen
es igual al que se lleva en las casas de varones. La comunicación
se tiene igualmente por el telefonillo interno, a través
del cual no existe otro tema que los relacionados con la marcha
de la casa.
Las residentes tienen que cumplir el horario estipulado para
horas de comida y para guardar silencio por la noche. De esta
forma se mantiene un clima de orden, silencio y estudio que
repercute en beneficio de las residentes.
La hora de las comidas es importante en una residencia de
éstas. Durante la comida, la conducta es, generalmente,
correcta. Anteriormente era fácil guardar un clima
familiar e íntimo durante las comidas. Actualmente,
con un número de residentes bastante mayor, especialmente
en las residencias construidas de planta, es difícil
conservar un clima familiar cálido. Y, por añadidura,
el autoservicio que se ha establecido ya en bastantes residencias
del Opus Dei, no ayuda en verdad. Cuando no hay autoservicio,
las residencias necesitan un comedor bastante mayor, ordinariamente
con mesas para cuatro o para ocho comensales. Las sirvientas,
de uniforme, sirven las mesas; y no se permite conversación
alguna entre las residentes y las doncellas.
El consejo local trata de cuidar o vigilar a las residentes
durante las comidas y no las suele dejar nunca en el comedor
sin la vigilancia de alguna numeraria, bien sea por las asociadas
que pertenecen al consejo local o por aquellas otras numerarias
"no identificadas" frente a las mismas residentes,
o sea numerarias que vienen a vivir a la residencia, generalmente
por razones familiares, y que se mezclan y pasan inadvertidas
entre las residentes, sirviendo de "informantes"
al consejo local.
Los dormitorios suelen ser individuales o para tres personas,
pero nunca de dos, a fin de evitar la más remota posibilidad
de lesbianismo, "amistades particulares" se dice
en el Opus Dei.
Hay círculos de estudio semanales dirigidos por uno
de los miembros del consejo local, a los cuales se sugiere
a las residentes que asistan. A estos mismos círculos
se invita igualmente a una muchacha de san Rafael que sea
estudiante, amiga de alguna residente y que no viva en la
residencia.
Está recomendado en las residencias rezar el rosario
en familia, o sea en el oratorio.
Hay misa diaria en el oratorio de la residencia, celebrada
por un sacerdote del Opus Dei. Este sacerdote suele llegar
habitualmente quince minutos antes de la misa por si alguna
persona de las que viven en la casa -residente o no- quisiera
confesarse. En cada país el vicario regional, antes
llamado consiliario, es el que hace la selección de
los sacerdotes de la Obra que deben atender las labores de
la sección de mujeres. Los sacerdotes del Opus Dei
seleccionados habitualmente para una residencia de mujeres
pueden ser de dos clases: o el tipo de hombre más bien
joven, no necesariamente guapo, pero con cierto encanto que
le hace resultar una persona atractiva, una persona capaz
de decir en un momento determinado a una muchacha con crisis
vocacional que él también en su día dejó
a una muchacha por seguir su vocación al Opus Dei,
o bien el tipo de sacerdote "paternal", quizás
una persona en sus cuarenta o cincuenta años, con experiencia
no solamente por la edad sino también porque vivió
en otros países, o quizás exitoso en su profesión,
que tuvo que abandonar al hacerse sacerdote del Opus Dei.
Una especie de persona pacífica, capaz de entender
y hacer sentir a las residentes que es confiable.
En el trato con los sacerdotes del Opus Dei, ninguna mujer,
de la edad que sea, puede tratar materias espirituales o no
fuera del confesonario. Si, por una razón peculiarísima,
el sacerdote tuviera que hablar con una mujer en una salita,
pongo por ejemplo, la puerta tendría que estar abierta
de par en par. Este es otro ejemplo gráfico y constante
de la obsesión sexual que existe en el Opus Dei.
En las residencias se organizan también conferencias
o ciclos de conferencias que suelen ser dadas por un profesor
de la universidad o por personas de reconocida importancia
en el campo de su profesión, o en el mundo de la economía
o las finanzas. Estos conferenciantes no tienen que ser -ellos
o ellas- miembros del Opus Dei, pero muy posiblemente son
amigos o conocidos de algún supernumerario o supernumeraria
o de una cooperadora. También puede darse el caso de
que el conferenciante no conozca el Opus Dei y precisamente
el invitarle sea ocasión de un acercamiento a la Obra.
Para esta clase de trabajos las supernumerarias y cooperadoras
son muy eficaces. Y sucede a veces que se asigna a un grupo
de supernumerarias del que se preocupen de la labor de una
residencia del Opus Dei organizando tal o cual acto durante
el curso, de acuerdo por supuesto con el consejo local.
Además de la ayuda que proporcionan las supernumerarias
a las residencias, existe también en algunas de ellas
lo que podría llamarse "grupo académico",
encabezado por una agregada. De esta manera el grupo colabora
activamente en la labor de residencias y alivia el trabajo
del consejo local.
En una residencia del Opus Dei, la habitación más
importante de la casa después del oratorio es el cuarto
de estudio. No voy a describir los cuartos de estudio de la
primera época del Opus Dei, cuando unas mesas y varias
sillas los amueblaban. Los actuales cuartos de estudio son
muy cómodos y silenciosos, están apropiadamente
iluminados y crean un ambiente serio. En las residencias del
Opus Dei de construcción recentísima, el cuarto
de estudio es más que una habitación: es un
ambiente muy amplio que, en cierta forma, recuerda a la biblioteca
de una universidad, con cubículos. En estas residencias
se ha contemplado igualmente el que haya lugares apropiados
para las estudiantes de arquitectura, donde estas muchachas
puedan trabajar adecuadamente en sus proyectos. Tres de las
residencias más modernas del Opus Dei están
ubicadas: una en Buenos Aires, en Argentina; dos en Venezuela:
una de hombres en Caracas, "Monteávila",
y otra de mujeres en Maracaibo, "Albariza".
Reclutamiento externo
El sistema que habitualmente usa el Opus Dei para reclutar
a muchachas que no viven en la residencia suele ser: una numeraria
residente invita a una de sus compañeras de su Facultad
o de otra facultad, si viene al caso, a estudiar "a su
residencia". Muy seguramente la recién llegada
se quedará impresionada por lo confortable y agradable
del ambiente de la residencia, por la seriedad del estudio.
Se suele invitar a la recién llegada a que tome algo
a la hora de la merienda: té, café, un sándwich,
etc. Esta invitación no es gratis: a la recién
llegada se le hará ver, con toda la elegancia del caso,
el lugar donde puede dejar el dinero para cubrir aquello que
ha tomado.
El siguiente paso es invitar a esta recién llegada
a que asista el próximo sábado a una conferencia
dada en la capilla por un sacerdote. Y aquí esta nueva
muchacha será informada con detalle de los atributos
del sacerdote, al que oirá hablar, así como
de la capacidad que él tiene para entender a la gente
joven universitaria.
Al sábado siguiente se recuerda a la muchacha que
la invitación para asistir a la conferencia o meditación
sigue en pie; después de la cual se le preguntará
oportunamente su opinión sobre lo que oyó.
Al sacerdote de la casa se le habrá informado de antemano,
por supuesto, de que asistirá a su meditación
esa estudiante a fin de que pueda enfocar lo que diga cara
a esa "posible vocación". Y éste será
el punto de partida para empezar la campaña de "pesca"
hacia la estudiante recién llegada. Además la
estudiante-residente-numeraria que la trajo a la residencia
se mostrará durante la semana en la vida corriente
de la universidad de lo más solícita. Esta numeraria
nunca le dirá su pertenencia al Opus Dei hasta el momento
en que, debido a la crisis vocacional de esta futura numeraria,
pudiera ser una baza más a jugar para que se decida
a dar el paso y entrar al Opus Dei.
Reclutamiento interno
En las residencias del Opus Dei, el modelo habitual para
reclutar a una residente suele ser el siguiente: el consejo
local asigna a cada numeraria conocida como tal en la residencia,
así como a las numerarias no identificadas en la misma,
un determinado número de residentes para que las "trate".
Es decir para que se haga amiga de ellas y las conozca a fondo.
Las numerarias del Opus Dei que viven en la residencia, a
través de su oración y mortificación
diaria de todo tipo, tratan de ganarse la confianza de las
muchachas que les han sido asignadas. Una vez que lo logran,
empieza la labor de "reclutamiento" a base de insinuarles
la vocación al Opus Dei como un "problema de generosidad",
conforme explicaba al principio en mi caso personal.
En las residencias del Opus Dei hay un rato de tertulia diaria,
generalmente después de la cena o del almuerzo; esto
depende de las costumbres del país. En estas tertulias
es cuando las numerarias que viven en la residencia usan todo
su encanto para acercarse de modo especial a las residentes
que tienen asignadas.
Informantes
Sí: en las residencias de estudiantes femeninas del
Opus Dei hay "informantes", sin ser llamadas así
ni de ningún modo, pero de hecho es lo que son.
Estas personas son aquellas estudiantes, numerarias del Opus
Dei, que sin ser identificadas como tales viven en la residencia.
Por este motivo cualquier residente se siente libre y habla
frente a ellas de lo que sea; de cualquier tema que pueda
referirse o no a la residencia. Las "informantes"
suelen ser vocaciones recientes cuyos padres no saben su pertenencia
al Opus Dei, porque así se lo recomendaron las superioras
a estas muchachas para que sus familias les costearan los
gastos de una residencia en la ciudad donde decidieran de
acuerdo con las superioras del Opus Dei cursar sus estudios
universitarios.
El papel de las "informantes" es piedra angular
para el consejo local de la residencia: a través de
ellas es como el consejo puede estar al día de lo que
pasa allí y de quienes podrían ser candidatas
a nuevas numerarias.
Hoy día, pensando en estos hechos, considero que,
si de una parte convertir a una persona en "informante"
es ya un hecho deplorable, porque no hay fin que justifique
esos medios; de otra, aceptar esa función manifiesta
un triste aspecto de la condición humana.
Lo que me asombra aún más es que, cuando yo
estaba en Venezuela, estas cosas sucedían y yo no puedo
decir que no lo sabía y que no lo aprobaba. El hecho
tristísimo en sí es que yo consideraba todo
eso como natural, justificado por el afán de proselitismo.
Tampoco puedo decir que la Asesoría Central desconociera
los hechos, puesto que muchas de las asesoras vivieron en
residencias como numerarias o fueron directoras en países
donde hechos similares ocurrían. Lo que yo me pregunto
una vez más es si no son éstas las cosas que,
sin conocerlas, intuyen las personas de fuera, y que originan
rechazo o duda sobre las formas de actuar del Opus Dei. Mi
pregunta va incluso más allá: ¿son conocidos
estos detalles por las altas esferas de la jerarquía
correspondiente en la Iglesia de Roma?
A pesar de que el Opus Dei declara enfáticamente a
las familias de las residentes y a cualquier persona que hay
sinceridad y apertura en sus residencias, la verdad del caso
es que nada es espontáneo en la vida ordinaria de una
residencia del Opus Dei para mujeres universitarias, así
como tampoco en la relación entre el consejo local
y cada residente, porque cada paso ha sido perfectamente calculado
y planeado con la meta exclusiva de reclutar a las mejores
residentes para numerarias del Opus Dei. Y por supuesto, a
aquellas residentes que, según la opinión de
las superioras del Opus Dei, no reúnan las condiciones
para ser numerarias, se les plantea el problema vocacional
para que acepten ser agregadas o supernumerarias. Y, en el
peor de los casos, cooperadoras.
Sexualidad
No conviene olvidar que el punto de monseñor Escrivá
sobre el matrimonio ("El matrimonio es para la clase
de tropa y no para el estado mayor de Cristo. Así,
mientras comer es una exigencia para cada individuo, engendrar
es exigencia sólo para la especie, pudiendo desentenderse
las personas singulares. -¿Ansia de hijos?... Hijos,
muchos hijos, y un rastro imborrable de luz dejaremos si sacrificamos
el egoísmo de la carne." José María
Escrivá, Camino, n° 28) está muy presente
en la mente de las numerarias cuando hacen proselitismo.
Estas labores que realiza el Opus Dei con la juventud a través
de los centros de enseñanza, residencias universitarias
y escuelas especializadas, que de modo general acabo de explicar,
es el patrón que de una forma u otra realizan las mujeres
del Opus Dei en las naciones donde tienen labor establecida,
contando igualmente con las diferencias lógicas de
cada país.
Mi labor en Venezuela siguió los ritmos establecidos
por los superiores del Opus Dei. La sección de mujeres
tomó gran auge debido no solamente a que las numerarias
eran de familias conocidas, sino también a que la mayoría
eran profesionales y buenas profesionales. Vinieron muchas
vocaciones.
El entonces consiliario, don Roberto Salvat Romero, quería
a toda costa que hiciéramos labor con niñas,
en la forma que describí anteriormente. Yo no veía
muy clara esta labor con jovencitas sin conocimiento normal
de la vida, pero él insistía en que era mejor
que una muchacha "viniera al Opus Dei sin la menor experiencia",
refiriéndose a la sexual, que en aquella época,
y justo es aclararlo, no era la de hoy día. Yo era
muy opuesta a la idea de vocaciones tan jóvenes, porque
no haber tenido ocasión de tratar en su vida a un muchacho
provocaba en ellas una serie de fantasías que las llevaban
a imaginarse cosas que no son. Se daban dos casos: el de la
muchacha escrupulosa y el de la que tendía al fanatismo
desde temprana edad, convirtiéndose así en cuchillito
afilado al juzgar a sus otras "hermanas" o a hechos
cualesquiera de la vida en general. Recuerdo casos de algunas
numerarias que a media noche me despertaban con un escrúpulo
sexual sobre si habían ido con la imaginación
más allá de lo debido al ver a alguno de los
sacerdotes celebrar la misa o si al conocer al hijo o hija
de una supernumeraria añoraron el no ser ellas también
madres. De hecho estaba indicado en el Opus Dei que las supernumerarias
no deberían traer nunca sus hijos a casa de las numerarias.
Mi teoría estuvo siempre, basada en la experiencia,
que aquellas que habían tenido una vida social normal
en el trato con los muchachos, al entrar al Opus Dei sabían
lo que dejaban. Más de una vez me he encontrado también
en la obligación moral de aclararle ideas a una muchacha
cuando iba a hacer los votos de pobreza, castidad y obediencia.
En cuanto a la pobreza y la obediencia, estaba claro. Pero
respecto a la castidad, había numerarias que no tenían
ideas tan claras de lo que dejaban, producto de que la mayoría
no había tenido un trato normal social con un muchacho.
Han sido bastantes las numerarias que, al hablarme de castidad,
me indicaban que añoraban no haber besado nunca a un
hombre, pongo por ejemplo.
También se daba el caso de numerarias que al oír
en meditaciones, y con palabras de monseñor Escrivá,
que "teníamos que amar a Jesucristo con corazón
de carne", cuando besaban la cruz de palo que existe
en todos los oratorios del Opus Dei, tendían a dar
besos no muy castos. Y esto, a mi juicio, era más peligroso
que el que hubieran tenido el trato corriente con un muchacho.
Centros de estudios internos
Llegó un momento en que la formación que recibíamos
en el Opus Dei era muy deficiente: todo estaba basado en el
"Catecismo" de la Obra durante los períodos
de formación, la confesión y la charla semanal
con el sacerdote -ambas cosas no duraban más de cinco
minutos- y la confidencia, por supuesto, amén de la
propia vida interior de cada una basada en la oración,
mortificación, etc.
Por ello, después de pensarlo entre las que componíamos
el gobierno regional, decidimos llevar a la sesión
de Asesoría de aquella semana la idea de que deberíamos
empezar los estudios internos contemplados en las Constituciones,
y también ir considerando la posibilidad de erigir
un centro de estudios para las nuevas vocaciones.
La verdad es que a don Roberto Salvat no le entusiasmó
mucho ninguna de las dos ideas, pero dijo que tampoco ponía
objeción (no hay que olvidar que el consiliario en
el gobierno de mujeres tiene voto, pero también veto)
a que empezáramos con los estudios internos de Filosofía.
Se calculó el tiempo de duración del curso
conforme a las horas que para cada materia tenía marcado
el programa de dichos estudios internos y se escogieron las
asignaturas de Introducción a la Filosofía y
Cosmología. El hecho de que hubieran regresado del
Colegio Romano de la Santa Cruz los tres primeros sacerdotes
venezolanos del Opus Dei, don Francisco de Guruceaga, que
fue obispo años después, pero que abandonó
el Opus Dei sin por ello abandonar su sacerdocio, don Alberto
José Genty, que aunque era venezolano había
nacido en Trinidad, y don Adolfo Bueno, también venezolano,
pero de familia netamente colombiana, favoreció el
que uno de ellos, don Alberto José Genty, fuera nombrado
por el consiliario profesor nuestro de Cosmología.
El consiliario decidió ser él mismo quien nos
diese la clase de Introducción a la Filosofía.
Y ése fue el arrancón de estos estudios internos
en Venezuela. Después fue profesor nuestro, en casi
todas las asignaturas de Filosofía, don Alberto José
Genty. Excepto de las asignaturas de Ética y Crítica,
que nos fueron dadas, la primera, por el consiliario, y la
segunda, por el consiliario y don Antonio Torella, que era
el visitador ordinario (llamado Missus), de la sección
de varones.
Estas clases requerían horas de estudio que vivíamos
con rigor. Y, naturalmente, una bibliografía que leer
y estudiar, muy restringida, porque así lo indicaban
de Roma. Incluso cuando en la Iglesia se suprimió el
famoso "Índice" de libros prohibidos, en
el Opus Dei sólo podíamos leer aquellos autorizados
por la censura interna de la Obra. Un autor, por ejemplo,
cuya lectura no se recomendaba, por ser "demasiado místico"
para nuestro espíritu, era san Juan de la Cruz.
Al tener pocos libros de estudio procurábamos tomar
muchos apuntes en las clases. De acuerdo con las actividades
de cada una se fueron formando diferentes grupos que de manera
aunada íbamos siguiendo estos estudios internos. En
el mío estaba Eva Josefina Uzcátegui, Elsa Anselmi,
Ana María Giben, Sofía Pilo, Alida Franceschi,
Begoña Elejalde, María Margarita del Corral,
Mercedes Mújica y alguna otra que no recuerdo en este
momento, pero esencialmente éramos las que vivíamos
en "Casavieja". Los exámenes se verificaban
siempre por escrito y con la seriedad del caso por el profesor
de la materia, y de ellos se extendían las correspondientes
actas, como explicaba hablando de los documentos que se enviaban
a Roma.
Los estudios internos del Opus Dei están organizados
para los varones en un bienio de Filosofía y un cuatrienio
de Teología, divididos en semestres. La sección
de mujeres tenía un bienio de Filosofía y un
bienio de Teología, aunque no sé si hoy día
piden también el cuatrienio de Teología. Las
materias de Filosofía eran: Introducción a la
Filosofía, Cosmología, Lógica, Ética,
Psicología, Historia de la Filosofía (dos cursos),
Crítica, Teoría del Conocimiento, Teodicea y
Metafísica.
Como apuntaba previamente, la bibliografía era restringida.
Las religiones del mundo no se contemplaban en absoluto. No
se nos explicaba nada de ninguna de ellas, en una época
donde el ecumenismo era ya un tema de actualidad. No se mencionaba
el judaísmo, ni tampoco el islam, mucho menos el hinduismo.
Se hablaba por encima de Teilhard de Chardin, dándonos
a entender que había errado, sin entrar en detalles.
Por supuesto, cuando se habló del Christian Science
o, mejor dicho cuando no se habló, nos dijeron que
no podíamos perder tiempo en esas cosas porque eran
"movimientos sin importancia". Curiosamente al llegar
a Estados Unidos, años más tarde, vivía
en Cambridge y el primer día que visité Boston,
una típica mañana bostoniana con un sol precioso,
la persona que me acompañaba, que por cierto era católica,
me dijo: "Tenemos que empezar por el principio",
y me llevó a visitar el Christian Science Church. Al
ver el edificio y sus instalaciones, pensé en lo que
años atrás me dijeron, que "era un grupo
sin importancia...". La filosofía era tomista,
o sea que Gilson estaba a la orden del día, y el Manser.
Este último me lo solía llevar en el avión
en mis visitas a Maracaibo. Y don Joaquín Madoz, que
a veces venía en el mismo avión, solía
decirme que nunca había visto un libro con más
horas de vuelo que ése.
A partir de finales del 1961, o quizá mediados del
1962, los superiores en Roma empezaron a enfatizar el estudio
del latín. En la sección de mujeres empezó
años más tarde, posiblemente después
de 1966. Hoy día es materia obligatoria, que se "refresca"
en las épocas de formación.
La llegada de estos sacerdotes venezolanos fue muy positiva
para la labor. La gente se encontraba con ellos mejor representada
espiritualmente.
Las superioras tratábamos siempre con los sacerdotes
a través de los asistentes eclesiásticos, y
de ordinario en las reuniones semanales de asesoría.
No se hablaba de la labor de gobierno en el confesonario ni
con ningún sacerdote.
Hubo también cambio de sacerdotes. El irse a España
don Rodrigo, el sacerdote español que estaba cuando
yo llegué, originó un vaivén en la labor
de san Rafael. Pero gracias a la llegada de don Joaquín
Madoz, que vino de Ecuador, donde había abierto la
fundación y estaba de consiliario, se consolidó
la labor de san Rafael y la labor de san Gabriel (la que se
hace con señoras). Don Joaquín Madoz era una
persona muy humana, y su espiritualidad no le impedía
ser afable con las personas, especialmente con las mujeres,
a quienes trataba con el mayor respeto. Fue un auténtico
puntal en la labor con señoras. Las supernumerarias
y varias señoras amigas venían a confesarse
a "Casavieja" con él.
Por otra parte, de la labor de san Rafael, o sea con las
muchachas, empezó a ocuparse don Alberto José
Genty, quien la llevó con eficacia: pidieron la admisión
al Opus Dei bastantes muchachas de las que él dirigía
espiritualmente. Este sacerdote se ocupó también
de las sirvientas que vivían en "Etame",
ya en la nueva casa. Las comprendía muy bien, las quería
a estas muchachitas humildes, y ellas lo notaban y le correspondían.
Ocurrió un cambio más al ser destinado a España,
creo, don Joaquín Madoz. Las señoras estaban
desorientadas. No querían cambiar de confesor otra
vez, porque "a todos los buenos se los llevan",
me decían. A las supernumerarias, como en terreno espiritual
deben obedecer, se les indicó que se confesaran con
don Francisco de Guruceaga o con don José María
Peña; pero a algunas de las cooperadoras no se las
pudo convencer tan fácilmente. Entre ellas estaba la
señora Ana Teresa Rodríguez de Sosa, a quien
logré convencer de que se confesara con el consiliario,
don Roberto Salvat, de quien no estaba previsto que saliera
del país.
La señora De Sosa era una gran amiga mía a
quien yo siempre quise mucho. Bastante mayor que yo. Una mujer
muy bella, de gran clase, rica, y con resabio propio del pasado,
habitual en países latinoamericanos: el racismo. No
le gustaba la gente de color, aunque era capaz de reconocer
sus virtudes en muchos casos. Era la señora a quien
yo más trataba. De hecho mi salida semanal se la dedicaba
a ella, y a veces también la llamada excursión
mensual que debíamos hacer las numerarias. Su chauffeur
solía venir a recogerme, para ir a su casa o para dar
algún paseo por la costa, a Caraballeda, un club precioso,
que solía estar muy solitario a esas horas de la tarde
y que a mí me encantaba por la vista del Caribe desde
la terraza.
Conocí mucho de Venezuela y sus familias conversando
con Ana Teresa. Mis temas giraban alrededor de la casa de
Roma, del Padre, de las nuevas vocaciones, de los proyectos
apostólicos en Venezuela y, al mismo tiempo, procuraba
que ella opinase. Solía ir a Roma, y conocía
tanto la casa como al Padre. Se daba cuenta de que era importante
conocerle, pero no estaba fanatizada por la figura de monseñor
Escrivá. Yo solía criticarla fuerte, pero cariñosamente,
cuando me decía algo peyorativo de una persona atribuyéndolo
a que era "de color" o "tintica". Llegué
a hacerle comprender que el racismo no es cristiano; aguantaba
muy bien mis críticas. Éramos, como digo, buenas
amigas y recíprocamente nos valorábamos. Una
de las cosas que yo más le admiré fue su hablar
frontal y sincero. Y ella sabía que yo actuaba con
ella de la misma forma.
Me molestaba sobremanera que cuando había que pedirle
dinero a la gente -porque fue mucha la gente a la que en Venezuela
le pedimos dinero- el consiliario me dijese que se lo pidiera
yo a la señora De Sosa, llamándola "vieja
rica". Por dentro me enfurecía, porque si bien
es cierto que la señora De Sosa, porque le apetecía,
me solía dar para lo que hiciera falta en nuestras
casas no menos de 30.000 bolívares cada año,
no es menos cierto que mi amistad era sincera, y nunca me
aproveché ni para mí ni para la sección
de mujeres de las circunstancias de su riqueza. En cambio
don Roberto Salvat, don Antonio Torella y un seglar iban a
jugar a tenis semanalmente a su casa y a bañarse en
la piscina. Y luego presumían de ello. Recuerdo muy
bien que el consiliario no cejó hasta que conoció
a Julio Sosa Rodríguez e hizo lo posible y lo imposible,
basándose en la amistad con su madre, para hacerse
también amigo de él. Efectivamente: al morirse
la señora De Sosa recibió la sección
de varones del Opus Dei una de sus propiedades, El Trapiche,
en Caracas y, a través de su hijo Julio lograron también,
no sé en qué forma, una serie de terrenos para
la sección de varones.
Procuré inculcar en la sección de mujeres el
espíritu de "unidad" con todas mis fuerzas
y no evitaba ocasión de demostrarlo. Por ejemplo, cuando
Hoppy Phelps, que era muy jovencita entonces, se iba a casar
con un grande de España, Fernando Nestares, que había
sido numerario, la trajo a nuestra casa porque Hoppy era entonces
protestante y pensaban casarse por la Iglesia Católica.
Ana María Gibert fue quien la preparó para su
conversión y bautismo, e hizo la Primera Comunión
en el oratorio de nuestra casa. La familia Phelps, que como
se sabe es gente muy conocida en Venezuela, tanto en la esfera
social como en el mundo financiero y científico, nos
regaló un espléndido juego de cubiertos de plata,
juego que enviamos completo a Roma, al gobierno central.
Después del matrimonio, Hoppy solía venir de
vez en cuando a nuestra casa y la considerábamos amiga
nuestra. Una de tantas veces en que había que pedir
dinero para la Obra, me dijeron que le pidiera a Hoppy 10.000
bolívares. Yo me resistía un poco, entre otras
cosas porque me daba cuenta de que al ser recién casados
no tenían aún capital propio. No obstante, me
indicaron que si ella me decía que no tenía
dinero, insinuara que se lo pidiera a su padre. Y así
lo hice, y por ello Hoppy dejó de venir por la casa
con la misma frecuencia. Su marido fue a ver al consiliario
y le dijo que no se volviera "nunca" a pedirle dinero
a su mujer.
Cuando yo salí del Opus Dei siempre conservé
mi amistad con Hoppy y con Fernando. A ambos los quería
de verdad porque eran buenos amigos. Fernando, por desgracia,
murió hace pocos años y Hoppy, por ley de vida,
se volvió a casar. Y seguimos nuestra amistad. Hace
pocos meses almorzaba con ella en Madrid y por cierto salió
al tapete este suceso del dinero ocurrido en Caracas años
atrás. Me contó que cuando iba a casarse su
hija en Caracas, ella habló con Roberto Salvat para
ver si podía casarla, ya que, habiendo muerto Fernando,
le parecía bonito que un amigo de él la pudiera
casar. La respuesta fue evasiva y no la casó. Hace
pocos meses Hoppy sufrió un atentado en Caracas. Un
disparo en la cabeza que no la mató pero la redujo
a un estado de vida vegetativa.
También he mandado yo a numerarias, en momentos de
crisis financiera, a pedir dinero. Y más de una vez
se lo pidieron a antiguos novios o a muchachos que conocieron,
y que para aquel entonces ocupaban ya cargos de cierto relieve.
Y esto les suponía, lógicamente, gran esfuerzo.
El motivo de recaudar fondos era doble: por una parte nuestra
contribución a Roma, para el Colegio Romano de la Santa
Cruz y de Santa María que no bajaba de 600 dólares
mensuales; y además agregábamos para "las
obras de Roma" otras cantidades mensuales. El grupo de
numerarias que tenían un trabajo profesional bien remunerado
era aún pequeño. Hoy día el plan financiero
de las casas del Opus Dei está bien establecido y se
basa en que cada numeraria debe poder mantenerse por sí
misma. Esto no quiere decir que ella se administre el dinero
que recibe por su trabajo profesional, sino que, al hacer
el presupuesto anual, la casa donde ella vive cuenta con un
ingreso no solamente para mantenerse la numeraria sino para
contribuir a la casa, si es que hubiera saldo positivo. La
numeraria, por su parte, ha de hacer una cuenta mensual de
sus gastos detallados y no dispone de dinero libremente, en
virtud de su voto de pobreza.
Las supernumerarias, cooperadoras y señoras amigas
de ellas colaboraban durante todo el año en el "Bazar".
Era éste el nombre dado al conjunto de cosas, hechas
por esas señoras, que se vendían antes de Navidad
en los locales que nos prestaba para ello el marido de Beatriz
Roche, José Antonio Imery. El resultado de las ventas
de este "Bazar" no fue nunca menor de 10.000 dólares.
El "Bazar", a efectos públicos, se hacía
para beneficio de la Escuela de Sirvientas que teníamos
en "Etame", pero la realidad es que ese dinero se
mandaba íntegro a Roma. Y lo mismo sucedió con
rifas de coches que organizamos, etc.
Existen en algunos países, incluido Venezuela, las
Escuelas para Empleadas del Hogar. En "Los Campitos",
el colegio en Caracas del que hablé anteriormente,
y como una actividad separada de las alumnas regulares del
mismo, hay una escuela llamada "Los Samanes". Dicha
escuela tiene un "pensum" de estudios de libre escolaridad,
aprobado por el Ministerio de Educación del país,
para facilitar que personas adultas puedan hacer el bachillerato
libre, clases a las que acuden algunas, unas pocas, de las
empleadas del hogar que viven en las administraciones del
Opus Dei. Este "pensum" de estudios corresponde
a lo que pudiera llamarse una educación media básica.
La escuela "Los Samanes" tiene varios núcleos.
Uno de ellos localizado en Caracas, y otro en Maracaibo. El
de Caracas está ubicado en la administración
llamada "Resolana", que no es ni más ni menos
que la administración de la residencia de estudiantes
llamada "Monteávila", que el Opus Dei tiene
para varones y que está ubicada en la avenida principal
de la urbanización "El Cafetal".
En "Resolana", que como digo funciona como un núcleo
de "Los Samanes", tienen las empleadas algunas clases
más o menos teóricas, pero la realidad es que,
con las prácticas, lo que hacen es atender centros
de estudios o residencias de estudiantes, como en este caso,
de los varones del Opus Dei, con lo cual a ellos les sale
el servicio gratis. Además la escuela recibe subvenciones
del gobierno y de particulares. Lo que hay que subrayar aquí
es que el fin intrínseco de estas escuelas para empleadas
del hogar no es formarlas para empleadas del hogar, sino para
que sean auxiliares (sirvientas) del Opus Dei. Es decir, en
estas escuelas el fin último es hacer proselitismo
con estas muchachas para engrosar el número de auxiliares
en el Opus Dei.
Las muchachas que están en estas escuelas son muy
jovencitas, entre los 12 y los 15 años, y aún
más jóvenes algunas veces. Son hijas en su mayoría
de matrimonios andinos muy pobres y con muchos hijos que,
felices de que sus hijas vayan a estudiar, las dejan ir con
las numerarias del Opus Dei que visitan aquel pueblo; generalmente
recomendadas por el párroco del lugar. Y no cabe duda
de que al Opus Dei le sirven la mercancía en bandeja
de plata: son niñas pequeñas, hijas en su mayoría
de matrimonios legítimos y católicos practicantes,
acostumbradas a obedecer.
Estas niñas son bien tratadas, van a vivir mil veces
mejor que en sus casas y, efectivamente, también van
a recibir clases. Son -sin duda- una masa propicia para ser
moldeada. Pueden regresar a casa de sus familias cuando quieran.
No están obligadas a quedarse en las casas del Opus
Dei. Pero, por ser menores de edad, si quieren volver con
sus padres, alguna numeraria o agregada debe acompañarlas
de regreso.
Otro grupo de auxiliares vive en Caracas en una casa llamada
"Mayal", que es la administración anexa al
centro de estudios de la sección de varones, sede también
de la Comisión Regional (gobierno regional de varones),
llamada "Araya".
Al hablar de la escuela de sirvientas se me viene a la memoria
un hecho ocurrido en Caracas el año pasado y conocido
por muchas personas: Francisca, una de las sirvientas del
Opus Dei, llamadas desde 1965, como dije, "numerarias
auxiliares", venía sintiéndose mal de salud.
Las numerarias la llevaron a un médico, supernumerario
del Opus Dei, mexicano, que había revalidado su título
en Venezuela y que está casado con una señora
colombiana. Dicho doctor le daba tranquilizantes a Francisca,
y le decía que todo era psicosomático. La pobre
muchacha insistía en que seguía sintiéndose
muy mal y que la llevasen a otro médico, pero continuaban
llevándola al mismo, que la mantenía dopada.
Tanto así que su madre, una vez que fue a visitarla,
la encontró dormida artificialmente.
Un buen día Francisca dijo que quería irse
del Opus Dei. La retuvieron a toda costa, le insistieron,
le rogaron que se quedase, prácticamente le impedían
irse. Hasta que un día, enferma como se sentía
y todo, agarró lo que en la jerga venezolana se dice
"una calentera" (un enfado mayúsculo) y se
fue a la casa donde servía su madre por más
de treinta años. La señora de aquella casa y
la madre de Francisca la llevaron a un médico conocido,
quien se quedó espantado con el cuadro: Francisca tenía
un fibroma muy grande, el apéndice muy mal y piedras
en la vesícula. Total que este médico les dijo
a Francisca y a su madre que había que operar de inmediato.
Lógicamente el médico le preguntó por
su seguro médico y Francisca respondió que no
tenía ninguno. El médico no podía creerlo
y le preguntó en consecuencia dónde había
estado trabajando tantos años. Francisca le dijo al
médico que en las casas del Opus Dei. Este médico
no podía dar crédito a cuanto oía, especialmente
al saber que esta muchacha no tenía seguro social de
clase alguna. Esto sucede no solamente con las auxiliares,
sino con todas aquellas numerarias que sólo trabajan
dentro de las casas del Opus Dei, por ejemplo, las administraciones.
Al salir del Opus Dei las superioras le dieron a Francisca
3.000 bolívares equivalente a unos 60 dólares.
El coste de la operación que tenían que hacerle
no bajaba de los 3.000 dólares. Por fin y tras una
serie de gestiones en diferentes centros médicos, se
logró que le cobrasen muchísimo menos. Gestiones
llevadas a cabo por la familia donde trabajaba la madre de
Francisca y por una antigua numeraria del Opus Dei que también
había dejado la Obra hacía poco. Pudo lograrse
que la operasen y que la ayudaran durante la época
de su restablecimiento.
Curiosamente, cuando estos hechos salieron a la luz pública,
y aún hasta esta fecha, una numeraria del Opus Dei,
Marisol Hidalgo, española y de Sevilla, anduvo y anda
detrás de Francisca para que de una manera u otra se
asocie de nuevo a la labor del Opus Dei. Afortunadamente Francisca
tiene la cabeza muy en su sitio y les ha dicho a cuanta numeraria
del Opus Dei se le ha acercado o se le cruza en el camino,
pero especialmente a la sevillana que menciono, las verdades
bien claras: desde que no tienen en el Opus Dei espíritu
de caridad, hasta que con tantos aires de santidad no se preocupan
nada de las personas humildes.
El caso de Francisca no es el único por desgracia.
El Opus Dei ha puesto en la calle a numerarias sirvientas
después de más de quince años de estar
en la Obra, sin seguro social o médico de clase alguna,
sin dinero y sin posibilidades de trabajo tampoco.
A lo más que han llegado, en algún caso concreto,
ha sido a orientarlas hacia las casas de algunas supernumerarias,
quienes tampoco las trataron nada bien y ellas tuvieron que
irse.
Hay que tener en cuenta que estoy hablando de una institución
que dice ser fiel a la Iglesia, que se dijo pionera de la
secularidad del mundo, y cuyas críticas a los religiosos
eran duras porque descuidaban a las personas como seres humanos.
Por ello, esto que relato es una entre las muchas cosas que
se descubren al cruzar el umbral del Opus Dei, unas veces
de fuera a dentro y otras, como en este caso, de dentro a
fuera.
Procuré por todos los medios acoplarme al espíritu
de la Obra de acuerdo a las insinuaciones que nos hacía
el consiliario y no regateábamos esfuerzo en tapizar
muebles, limpiar casas e incluso dar para la propia casa del
consiliario vajillas completas de gran calidad que nos habían
regalado para nuestras casas.
La actitud del consiliario en las reuniones de Asesoría,
como apuntaba al principio, era de menosprecio más
o menos velado, dejándonos ver que las mujeres éramos
poco listas o frívolas. Esto se manifestaba también
en la forma que hablaba de la gente que pertenecía
a la Obra. Era muy clasista. Para él, una numeraria
como Teotiste Ortiz, por ejemplo, que no pertenecía
a los altos estratos sociales, pero que era muy buena, "no
debería estar en la Obra". Recuerdo que, cuando
Teotiste se enteró de que me iba a Roma, habló
conmigo y me decía llorando que tenía miedo
que Eva Josefina Uzcátegui y don Roberto Salvat la
mandaran a casa de su familia. Yo le refutaba su idea y ella
sólo me dio una respuesta mientras lloraba:
-María del Carmen, ellos no me quieren.
No sé qué ocurrió con esta numeraria.
Sólo supe que la mandaron a su casa y que falleció
hace unos años.
En esto de los prejuicios clasistas y racistas, Eva Josefina
Uzcátegui le hacía gran eco al consiliario.
¡Cuántas veces he oído yo a Eva Josefina
Uzcátegui, en las reuniones de Asesoría, mencionar
la palabra "tintico" para calificar peyorativamente
a alguien! O la expresión acompañada del gesto:
"Usted sabe, don Roberto; aquí en Caracas no son
"gente"", refiriéndose a alguien de
poco relieve social.
Puedo decir con verdad que al terminar las sesiones de Asesoría
yo me sentía revuelta por dentro y procuraba irme a
mi cuarto en silencio, pero recuerdo también a Elsa
Anselmi decirme días después que tuvo que hacer
esfuerzos para no darle una cachetada a Eva Josefina en la
reunión de Asesoría. Y lo mismo las otras.
También había otras asesoras, un poco despistadas,
como Sofía Pilo, que si se le decía algo al
respecto respondía con verdad "que ella no se
había dado cuenta".
No por virtud, sino porque nunca lo sentí, nunca tuve
ningún prejuicio contra la gente de color. Antes al
contrario me gusta el color de su tez y la gracia de sus movimientos.
Abrimos la residencia de estudiantes en Maracaibo, "Albariza",
después de varios años de viajes periódicos
a esa ciudad que solía hacer yo con María Margarita
del Corral y en ella quedó María Margarita como
directora. También estaba en ese consejo local una
numeraria que vino de España, Amanda Lobo. Un elemento
muy importante de aquella casa era Cecilia Mendoza, que ejercía
su profesión de laboratorista. Se ocupó Cecilia
de la labor con señoras. La gente en Maracaibo la adoraba
porque era muy cariñosa y muy humana. La residencia
en Maracaibo fue muy exitosa. La primera numeraria que pidió
la admisión fue Marilú Colmenares, quien murió
en Caracas después de haber pasado bastantes años
en el Opus Dei. No puedo dejar de decir aquí que el
alma de la labor del Opus Dei en Maracaibo fue Mana Betancourt.
Se hizo supernumeraria, y siempre fue una persona tan buena
como dedicada. Yo me hice muy amiga de ella y de su esposo
Charles; les ayudé, recuerdo, a decorar su casa, que
la estaban remodelando. Tanto ella como su marido fueron a
Roma, cuando yo estaba, para ver al Padre. Ya sabía
ella que le quedaban pocos meses de vida. Tuvo un cáncer
fulminante.
En Maracaibo estuvieron de sacerdotes del Opus Dei, primero
don Francisco de Guruceaga y luego don Adolfo Bueno.
Desde Caracas empezamos también con los viajes periódicos
a Valencia y a Barquisimeto, donde solían ir los sacerdotes
del Opus Dei con regularidad, ya que tenían allí
una casa, la primera que abrieron en esa ciudad.
El número creciente de vocaciones nos hacía
ver a las asesoras que el centro de estudios de numerarias
era ya más que necesario. Esto nos costó grandes
argumentos con el consiliario. Nunca supe por qué,
pero él no quería que lo empezáramos
y tampoco lográbamos que aceptara nuestros razonamientos.
Por fin y tras meses de discusiones lo dejó pasar,
y enviamos a Roma la propuesta, que fue aprobada, noticia
que recibimos con enorme regocijo en la Asesoría Regional,
pero no el consiliario. Y nunca supimos por qué.
Encontramos una casa para el centro de estudios en "Los
Chorros", una urbanización muy antigua y muy bella
de Caracas. Tuvimos mucha suerte porque precisamente al no
ser nueva la casa tenía un gran encanto y un gran jardín.
Recuerdo que logramos un alquiler bajísimo. Esta casa
se llamó "Urupagua" (nombre de una fruta
del estado Falcón, muy dulce por dentro aunque más
bien espinosa por fuera).
Begoña Elejalde y yo le dedicamos lo mejor de nuestro
tiempo al centro de estudios. Considerábamos que era
crucial empezar esta labor para la formación de las
numerarias del país, especialmente cara a su marcha
al Colegio Romano de Santa María. Se nombró
a Mercedes Mújica como directora de "Urupagua".
En el centro de estudios se seguían ordenadamente
los estudios internos de Filosofía Escolástica
que mencioné antes.
Coincidió también por esa época el nombramiento
de delegada de Eva Josefina Uzcátegui y la marcha a
Valencia de don Alberto José Genty, quien conocía
muy bien a estas primeras alumnas del centro de estudios,
ya que había sido director espiritual de muchas de
ellas.
Julia Martínez solía venir a Valencia conmigo,
un par de días cada dos semanas. Al principio solíamos
ir a casa de una señora amiga de la familia Guruceaga,
pero para mayor libertad de movimientos preferimos ir mas
tarde a un hotel de esa ciudad. En nuestros viajes solíamos
hablar con las señoras en el jardín de la iglesia
mientras unas u otras se confesaban. Julia y yo pasábamos
por el confesonario antes de que estas señoras llegasen,
para obtener información acerca de las que había
tratado don Alberto y aunar nuestros esfuerzos en pro de una
labor proselitista. En realidad, es el sacerdote del Opus
Dei quien guía los pasos de las numerarias cuando se
empieza la labor del Opus Dei en cualquier ciudad.
Pidió la admisión como numeraria del Opus Dei
en Valencia una muchacha muy jovencita de Barquisimeto, María
Elena Rodríguez. O sea que en nuestros viajes atendíamos
a las señoras y a esta numeraria.
Las señoras de Valencia nos empezaron a regalar ropa
de cama y mesa; y las veces que eso sucedía avisábamos
al sacerdote por teléfono para que recogiera las bolsas
que, al pasar, habíamos dejado Julia y yo en el jardín
de la casa de los varones.
Hubo cambios entre los asistentes eclesiásticos. A
don José María Peña, que era muy bueno,
muy pacífico y que había estado de secretario
regional, es decir, encargado de las mujeres del Opus Dei
por tantos años, lo dejaron de director espiritual
regional.
El nuevo sacerdote era un español que se llamaba don
José María Félix. La nueva casa del gobierno
regional de varones la ubicaron en la urbanización
La Castellana. La casa se llamaba "la Trocha" y
las únicas sirvientas numerarias que teníamos
las pusimos en esta casa del consiliario.
Y Venezuela empezó a "exportar" numerarias
a países del continente. La verdad es que ofrecíamos
lo mejor que teníamos de acuerdo con el país
adonde iban a ir. Primero fue Marta Sepúlveda, una
numeraria mexicana que estuvo varios años en Caracas.
Su destino fue Uruguay. La siguiente numeraria fue a reforzar
la labor en Estados Unidos cuando empezaron la casa en Boston.
Enviamos a Berta Elena Sanglade, que sabía bastante
inglés. Trabajó muchos años en Estados
Unidos y después dejó para siempre el Opus Dei.
Y a María Amparo, una muchacha española que
conoció la Obra en Venezuela, la enviamos a Brasil.
Dieron una orden los asistentes eclesiásticos de que
su tratamiento cambiaría; en vez de usar el español
"don" anteponiéndolo al nombre, ahora tendríamos
que llamarlos "padre" seguido del apellido correspondiente.
Me alegró este cambio porque el "don" era
totalmente extraño en Venezuela.
El nuevo sacerdote llegado, el padre Félix, nos escudriñaba
al hablar. Venía con las tablas de la ley en la mano,
sobre todo en lo relativo a las confesiones. Todo cuanto le
decíamos lo ponía en cuarentena. En una ocasión
ocurrió lo siguiente: estábamos haciendo los
ejercicios espirituales en "Casavieja", las numerarias
del gobierno regional, las directoras de las casas y alguna
que otra numeraria de las mayores. Los ejercicios los dirigía
el padre Genty. De acuerdo con los rescriptos de Roma sabíamos
que las personas que hacen ejercicios deben confesarse con
el sacerdote del Opus Dei que las dirige, pero que siempre
tienen libertad para confesarse con cualquiera de los asistentes
eclesiásticos o con el confesor ordinario de aquella
casa. Siguiendo lo que es costumbre en el Opus Dei, habíamos
dejado varias fichas encima de un mueble del corredor para
que se fueran anotando las que quisieran confesarse, bien
con el sacerdote que dirigía los ejercicios, el padre
Genty en este caso, o con cualquiera de los otros dos asistentes
eclesiásticos. Cada una fue poniendo su nombre y, cuando
fui a escribir el mío, vi que, menos dos que iban a
confesarse con el padre Félix, las demás nos
habíamos anotado en la lista del padre Genty.
Al día siguiente, cuando el padre Félix dio
una meditación, le entregamos las dos listas de confesiones.
Naturalmente se enteró de que la mayoría nos
habíamos apuntado para confesarnos con el padre Genty,
incluidas todas las superioras del gobierno regional menos
una.
Al otro día vino a la casa y dijo que quería
hablar conmigo. Pasé a la salita con Eva Josefina Uzcátegui,
y de buenas a primeras me dijo:
-Tú eres idiota. ¿Cómo es posible que
des el mal ejemplo de quererte confesar tú y las demás
con don Alberto Genty cuando él no es el confesor ordinario
de esta casa?
Yo lo remití al rescripto de Roma sobre esto, y me
contestó:
-Confesaros con don Alberto Genty es como confesaros con
el párroco de la esquina.
Le indiqué que, al ser un sacerdote del Opus Dei y
darnos los ejercicios, no podía ser considerado mal
pastor. Y el padre Félix respondió:
-Todo aquél que no es confesor ordinario o extraordinario
de una casa es mal pastor, según la doctrina del Padre.
Naturalmente todas tuvimos que confesarnos con el padre Félix.
No obstante yo entré en el confesonario en otro momento
y le expliqué al padre Genty lo ocurrido.
Respecto a la jerarquía eclesiástica, las superioras
del Opus Dei no teníamos trato con nadie, excepto con
el cardenal y con el nuncio apostólico. Eran visitas
protocolares por sus santos, por Navidad o por Pascua, de
acuerdo al rescripto del Padre. Como dato anecdótico
recuerdo que siendo yo la directora de la región tenía
un vestido, que por supuesto cambiaba cada año, que
lo llamábamos "el vestido de los obispos".
Era algo distinto en el ropero, discreto, pero de más
empaque. En dichas visitas no se hablaba de temas serios,
la indicación de monseñor Escrivá era
que solamente deberíamos contarles "anécdotas
simpáticas de nuestras sirvientas". Concretamente
siendo nuncio apostólico de Su Santidad en Venezuela
monseñor L. Dadaglio, con quien siempre guardé
una relación personal muy sincera, me preguntó,
en una de las visitas oficiales que yo le hice acompañada
de otra numeraria, cuántas vocaciones habíamos
tenido aquel año. De la manera más espontánea,
le dije el número. La ficha, con el contenido de la
visita, como estaba ordenado, la enviamos a Roma. Al poco
tiempo don Roberto Salvat me hizo llegar, de parte de monseñor
Escrivá la indicación de que había sido
"muy indiscreta con el nuncio, porque a la jerarquía
de la Iglesia no había que darle explicaciones de ninguna
clase respecto a la Obra". Cuando yo pregunté
la razón de ello, la respuesta fue: "Porque lo
ha dicho el Padre y basta."
Recibimos otros rescriptos de Roma, concretamente del Padre,
en que de forma clara nos decía: "Las nuestras
no tendrán que responder a ninguna nota o carta que
puedan llegar de los obispos ni de las Comisiones episcopales.
Se las entregarán al consiliario para que él
me las haga llegar."
Años después de salir del Opus Dei fui a visitar
varias veces en Madrid a monseñor L. Dadaglio, que
estaba de nuncio apostólico de Su Santidad en España.
Siempre me recibió con gran cordialidad y recuerdo
que en mi primera visita me dijo algo así como "hace
cinco años no me hubiera creído nada y ahora
me lo creo todo", refiriéndose al Opus Dei, claro.
Lo tuve informado de lo que había sucedido en Roma,
así como de la visita que, con el ánimo de intimidarme,
me hizo don Tomás Gutiérrez en Madrid.
En Venezuela, y hacia finales de 1964 y comienzos de 1965,
nos llegaron del gobierno central de Roma muchísimas
notas, avisos, indicaciones, cartas, etc. Yo no veía
clara la aplicación en nuestro país e incluso
no veía la forma de su cumplimentación inmediata
como nos pedían. Llegaron también otros documentos
impresos, como "cartas del Padre", que me parecieron
francamente duros hacia las personas que habían trabajado
en nuevas fundaciones. Insistía mayormente en que tenían
que dejar aquel país sin darle a su traslado la menor
importancia. Dejé ver mis impresiones a las otras asesoras.
Pero lo que a mí me preocupaba en aquella época
era el distanciamiento de los asistentes eclesiásticos,
especialmente al regreso de Roma de Eva Josefina Uzcátegui.
Tanto así que lo comenté un día en el
confesonario con don José María Peña,
el director espiritual de la región. Él me tranquilizó
mucho y me dijo que ya sabía yo que la corrección
fraterna nos obligaba a todos y que si yo hubiera hecho algo
incorrecto, me lo dirían. Yo aún tenía
fe en la Obra, y por ello le escribí una larga carta,
cerrada, a monseñor Escrivá, en la que le abría
mi corazón de par en par, y con toda sinceridad le
decía cuánto había sufrido para lograr
el centro de estudios y que la actitud del consiliario siempre
era de censura hacia nosotras, específicamente hacia
mi.
También le contaba la actitud un tanto suficiente
y misteriosa con la que había regresado Eva Josefina
Uzcátegui de Roma, dando a entender que, de ahora en
adelante, las asesoras no teníamos que tener trato
con nadie sino que, tomando ejemplo de la Asesoría
Central, debíamos dedicarnos exclusivamente a trabajar
dentro de las oficinas del gobierno regional. Y el que don
Roberto Salvat me había dicho que "era una estupidez
que hiciera yo apostolado con señoras yendo a Valencia".
Realmente siempre pensé que monseñor Escrivá
enviaría unas líneas, como otras varias veces
había hecho; pero nada llegó.
Yo comencé a pensar que tenía una imaginación
calenturienta y, como las dudas o situaciones inestables no
las soporté jamás en mi vida, quise afrontar
la situación. De acuerdo con mi directora, llamé
un día por teléfono al consiliario, don Roberto
Salvat, y le pedí por favor que viniera al confesonario
de "Casavieja" porque necesitaba hablar con él.
Vino y le rogué que me aclarase si había hecho
yo algo mal, y que me hiciera la corrección pertinente.
Don Roberto me dijo que no pasaba nada, que si hubiera algo
me lo diría, que esas ideas eran imaginaciones mías,
etc., etc., etc., y todo en esta línea. Conociendo
su estilo, debo decir que estuvo muy amable.
Sin embargo, dos días después, uno de los sacerdotes
que venían a "Casavieja" para confesar a
señoras me pidió que pasara al confesonario
y me dijo algo que me asombró: Eva Josefina Uzcátegui
se había acercado a su confesonario para decirle que
le pasaba por debajo de la puerta una carta para que se la
entregase al consiliario. Este sacerdote me dijo que prefería
decírmelo porque aquello le había parecido muy
raro y temía que algo se cerniera sobre mí.
En todos mis años en el Opus Dei era la primera vez
que oía una cosa tal. Pensé que algo se estaba
tramando sobre mí, pero no acertaba a comprender qué.
Volví a hablar con don José María Peña
como director espiritual de la región que era y me
volvió a asegurar que no pasaba nada.
Yo me llevaba muy bien con mi directora, Ana María
Giben, quien por cierto era y es una de las personas mas buenas
e inteligentes que encontré en mi vida; ella también
trató de disipar mis temores "infundados".
Si echo un vistazo a mis años en Venezuela, mis impresiones
y reacciones son múltiples y complejas. Necesitaría
otro libro para relatarlas. En cuanto a nación, tuve
la suerte inmensa de presenciar el cambio del país
de dictadura en democracia. Personalmente, tengo que reconocer
que yo, por mi identificación completa con el espíritu
del Opus Dei y por el entrañable amor y fe en monseñor
Escrivá que entonces tenía, di a la labor del
Opus Dei un empuje, auge y tono muy positivo, no sólo
en la sección de mujeres sino en todo el país.
Obtuve numerosas vocaciones de numerarias -muchas de ellas
aún siguen-. Di gran aliento a las supernumerarias
y cooperadoras. Inicié la labor con agregadas y auxiliares,
y logré las primeras vocaciones entre ellas.
Fueron mías las iniciativas de empezar con dispensarios
en barrios, nuevas casas y labores, incluso fuera de Caracas.
El centro de estudios, la secuencia de alumnas enviadas al
Colegio Romano de Santa María, el haber alcanzado estabilidad
financiera, el haber enviado numerarias como refuerzo a otras
naciones del continente. Y el haber hecho un auténtico
apostolado de amistad con muchas personas del país.
Me encontré al llegar a Venezuela con que la mujer
venezolana es muy única, convergen en ella muchas facetas:
la de ser impetuosa -no se arredra por nada-, capaz, inteligente,
fina. Por otro lado, es extraordinariamente femenina, suave,
dulce, muy maternal en sus reacciones. Y todo ello con elegancia
y con lealtad -cuando uno tiene un amigo venezolano, lo tiene
para toda la vida, puedo asegurarlo por propia experiencia-.
Los venezolanos son personas de una pieza.
A veces me aterra la responsabilidad que tengo frente a Dios
de haber promovido tantas vocaciones al Opus Dei, especialmente
en ese país, al darme cuenta ahora de que la Obra es
capaz de mentir y de hacerlo públicamente, en especial
cuando se refiere a personas que pertenecieron a ella; de
que los superiores son capaces de teatralizar de semejante
manera la vida de monseñor Escrivá solamente
para "tener ellos también su santo". Y me
aterra, digo, esta responsabilidad frente a Dios, porque hay
personas que, al caerse el antifaz del Opus Dei, no tienen
capacidad de afrontar lo que ven y, en su susto, desesperación
e impotencia, se quitan la vida o tratan de quitársela,
como sucedió en Inglaterra, España y Estados
Unidos, que yo sepa.
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