TRAS EL UMBRAL, UNA VIDA EN EL OPUS DEI. Carmen Tapia
CAPITULO XII: LOS
SILENCIOS
Sinceridad. "Sinceridad salvaje." Es lo que insistentemente
se recomienda a todos los miembros del Opus Dei, llamados
ahora "fieles" de la Prelatura. Hay que hablar y
decir la verdad en la charla fraterna, antes llamada "confidencia",
y en la confesión y en la charla semanal con el sacerdote.
"Para que el demonio mudo no se apodere de nuestra alma,
es preciso vivir la sinceridad." "Cuando ocurra
algo que no quisierais que se supiera, decidlo inmediatamente
-corriendo- al Buen Pastor", decía monseñor
Escrivá.
El adoctrinamiento del Opus Dei a sus miembros está
basado esencialmente en vivir la sinceridad. Por activa y
por pasiva se habla de sinceridad en el Opus Dei. E igualmente
se le repite hasta la saciedad a todos sus miembros que la
sinceridad es la gran panacea para todos los males. Cuando
me acerqué al Opus Dei, creí en la sinceridad
de esa propuesta sana y saludable.
Pero, por desgracia, el Opus Dei calla y miente. Y esto causa
una de las mayores desilusiones que uno se lleva al caérsele
de los ojos la venda del fanatismo. En el Opus Dei se "silencia"
la verdad constantemente. Mientras por un lado se insta a
un miembro de la Obra a que se desnude espiritualmente frente
a su directora o frente a su confesor, por el otro, esa misma
directora es capaz, "con santa picardía",
de silenciar el verdadero motivo o intención que la
mueven a darle una indicación, la que sea.
Muchas veces pensé que, con el afán de vivir
la discreción tan recomendada en el Opus Dei, y sin
mala intención por parte de las superioras, se creaba
un clima de misterio: desde no decir quién llegaba
de un país a la casa central, hasta callar que alguien
se iba a otro país. Tarde o temprano, uno acababa enterándose
por encuentros fortuitos en la escalera o en el oratorio.
Esta clase de discreción es muy similar a la seguida
en los regímenes totalitarios: la ausencia de información
del dirigido afirma el poder en los dirigentes. El superior
se siente poderoso al "conocer" lo que los demás
desconocen. Y esto era el pan de cada día en el Opus
Dei.
Mucho era lo que no se decía de monseñor Escrivá:
ése era el "silencio" principal. Se callaban
las cosas del Fundador desde lo más nimio a lo más
serio: desde no mencionar, entre las mismas numerarias y sirvientas
que limpiaban sus habitaciones, que muchos días monseñor
Escrivá no se duchaba sino que se bañaba, hasta
ocultar que un día monseñor Escrivá estuvo
a punto de morirse. Le oí decir al Padre: "Me
salvó la vida Álvaro, este hijo mío,
con su gran serenidad." Nos enteramos solamente las que
estábamos en la Asesoría Central, la tarde del
día en que ocurrió, y porque el Padre vino con
don Álvaro a contárnoslo. Pero el resto de la
casa, que eran más de un centenar de personas, nunca
supo nada hasta muchos meses después; a excepción
de Rosalía López, claro está, que, por
ser la doncella, presenció la escena. No se decía
abiertamente que monseñor Escrivá era diabético.
Cuando él cayó en coma, don Álvaro lo
advirtió de inmediato. Pudo forzarlo a abrir la boca
y prácticamente le vació en ella el azucarero
que había sobre la mesa, rociando el azúcar
con agua para que la tragase, mientras urgía a Rosalía
que pidiera en la cocina más azúcar y llamara
al numerario médico del Padre, que vivía en
la misma Villa Vecchia.
Supe que quienes estaban en la cocina -ignorantes de lo que
pasaba-, cuando Rosalía pidió bruscamente "azúcar
para el Padre", iban a darle Otro azucarero; pero ella
le arrancó de las manos la lata grande a la que estaba
encargada de la cocina y la subió corriendo al comedor.
Esto pasó el 27 de abril de 1954.
Nunca se habla en el Opus Dei de los "amigos" de
la infancia del Fundador. ¿Los tenía? Sólo
se conoce que era amigo de Isidoro Zorzano, según cuenta
Daniel Sargent (Daniel Sargent, God's Engineer. Chicago
(Scepter), 1954 ., donde detalla el Opus Dei como Instituto
Secular. También "silenció" el Opus
Dei en sus casas este libro de Daniel Sargent), pero durante
el Bachillerato. Y es el único amigo del que se habla.
Se "silencia" en el Opus Dei la razón por
la que no se continuó y se terminó el proceso
de la posible beatificación de Isidoro Zorzano, iniciado
en Madrid el 11 de octubre de 1948, cuya proclama se fijó
en la puerta de la catedral de Madrid y decía: "Causa
de Beatificación y Canonización del Siervo de
Dios Isidoro Zorzano Ledesma, del Instituto Secular Opus Dei."
Todos los miembros del Opus Dei hemos rezado a Isidoro. Y
fue el modelo de una santificación de la vida ordinaria.
Un hombre que no hizo ruido. ¿Se "lo silenció"
porque se hizo santo a través del Opus Dei cuando éste
era un Instituto Secular; y, ahora que se transformó
en Prelatura, Isidoro no tiene posibilidad ya de ser beatificado?
Lo cierto es que el Opus Dei ha "silenciado" este
proceso. Como igualmente ha "silenciado" el de Monsita
Grasses. Y ha puesto por delante el proceso de beatificación
de monseñor Escrivá.
En el Opus Dei hay muchas cosas que se callan y muchas personas
a quienes "se silencia", se las hace desaparecer
balo el silencio. No se habla jamás de las personas
que se fueron del Opus Dei ni de los que se suicidaron o intentaron
suicidarse, ni de los que se volvieron locos. Se calla el
hecho de que una numeraria haya dejado el Opus Dei para casarse,
como hizo por ejemplo, María Esther Ciancas, una de
las numerarias que abrieron la fundación en México,
hecho del que he venido a enterarme cuando yo también
había dejado el Opus Dei.
Y con mayor razón no se habla de los sacerdotes que
dejaron la Obra: el Opus Dei "los silencia" a todos.
A pesar de que muchos de ellos han seguido en su sacerdocio;
y otros pidieron la secularización, obtuvieron la dispensa
del Santo Padre y se casaron regularmente por la Iglesia.
De algunos supe cuando aún estaba en el Opus Dei, y
recuerdo que, al enterarme por casualidad de un caso, llamé
al consiliario al confesionario y le pregunté si era
verdad lo que me habían contado. Me confirmó
la noticia que me dieron por la calle, pero naturalmente me
recomendó que "no dijera nada", aunque socialmente
en Caracas era un tema del que se hablaba "sotto voce".
De otros casos, me enteré al salir del Opus Dei.
El Opus Dei "silencia" la verdad, como dije y,
para evitar comentarios dentro de la Obra, de muchas personas
que dejaron la Institución, los superiores han dicho
-acaso con la mejor voluntad y sin darse cuenta de la responsabilidad
que podría implicar semejante afirmación- que
estaban "enfermas" en unos casos, o "dementes"
en otros, en lugar de decir claro y raspado que se fueron
del Opus Dei.
Lo que yo considero más grave son los silencios que
interfieren con la libertad personal. El Opus Dei, con celo
encomiable, no quiere perder vocaciones que han pasado, por
lo menos, una decena de años en la Institución.
Olvidan la frase que le repiten a uno al entrar: "La
puerta del Opus Dei está entornada para entrar, pero
de par en par para salir." Quizá, sin darse cuenta
de la peligrosidad de su táctica, "silencia"
a las personas, las asusta o extorsiona y les crea un complejo
de culpa que las lleva a "silenciar" su pertenencia
al Opus Dei. Se han dado casos de personas que, al salir del
Opus Dei, sufrieron una desgracia y la consideraron "castigo
de Dios por haberse salido". Recuerdo muy bien el caso
de la hija de una amiga mía que por mucho tiempo se
torturó con esta idea.
Estos fríos silencios del Opus Dei echados sobre quienes
se salieron han provocado diferentes reacciones. Hay quienes
al salir de la Obra se apartaron de la Iglesia como forma
de rechazo al Opus Dei. Otros siguen dentro de la Iglesia
y, al haber conocido al Opus Dei de cerca, lo consideran una
secta dentro, por desgracia, de la Iglesia Romana de Cristo.
Y es curioso que casi todos los miembros que pertenecieron
al Opus Dei, aun los que no se conocieron personalmente mientras
pertenecieron a la Obra, coincidan públicamente en
denunciar que el Opus Dei "silencia" la verdad.
Todo lo dicho no implica que no haya dentro del Opus Dei
gente buena. No sólo buena: hay personas excelentes
dentro del Opus Dei. Personas que todavía están
cegadas por su propia buena voluntad y su credibilidad. Hay
también otras buenas personas que, aun sabiendo cómo
es el Opus Dei por dentro, no se atreven a expresar lo que
piensan por miedo a ser "silenciadas" por la Institución.
Y aquí podría presentar en abanico una serie
de circunstancias que "retienen" a esas personas
dentro del Opus Dei; por ejemplo, la edad en el caso de muchas
mujeres mayores de cincuenta años, incluso profesionales
que no han ejercido su profesión por largo tiempo,
que íntimamente no están de acuerdo con aspectos
importantes del sistema empleado por el Opus Dei. Sistema
que algunas de ellas padecieron en su propia persona con penas
y regaños, pero no sabrían adónde ir
si a estas alturas salieran del Opus Dei. Empezar una vida
fuera no es sencillo, sobre todo cuando se arrastra la carga
de los años pasados en el Opus Dei. Y dejan correr
así su vida en "silencio", por una causa
de la que, ante Dios, no están convencidas.
Otro caso es el de los sacerdotes numerarios a quienes el
Opus Dei "silencia" cuando han querido ejercer la
caridad como lo manda la Iglesia, pero no como lo ordena el
Opus Dei. Generalmente son los sacerdotes que, con mayor personalidad
y empuje y aun a costa de ser "silenciados", defendieron
una causa justa. El Opus Dei se encargó de amonestarlos
y de hacerles entender erróneamente que la falta de
perseverancia en la Institución sería también
falta de perseverancia en la Iglesia. Y los asustan diciéndoles
que, si se fueran del Opus Dei, podrían caer en concubinato.
Hace falta valor para que un sacerdote numerario mayor de
cincuenta años de edad salga del Opus Dei por no estar
convencido del sistema de la Obra. El cambio sería
muy duro: pasar de la vida protegida y confortable de las
casas del Opus Dei, al desamparo y a la pobreza de una parroquia
de barrio. Y por ello, hay algunos que aceptan "las reglas
del juego" del Opus Dei, se "silencia" y pasan
una vida disconforme con su propia conciencia cara a Dios.
No hay que olvidar que ha habido más de un caso de
alcoholismo entre los varones del Opus Dei.
Hace años, cuando yo había dejado de pertenecer
a la Obra, me tropecé con el caso curioso de un sacerdote
de los típicos "silenciados" por el Opus
Dei. Reconocía sin ambages que el del Opus Dei era
un sistema nocivo, pero que no podía salirse de la
Obra porque "había dado su palabra y tenía
que cumplirla". Yo le sugerí que hablase con el
obispo de aquel lugar y que se pusiera a sus órdenes,
siempre como sacerdote, pero fuera del Opus Dei. Sus respuestas
me dejaron impresionada. Incluyo aquí algunas de ellas:
"Yo antes no había sido sacerdote, porque nunca
se me ocurrió ser sacerdote antes de entrar a la Obra.
Fue estando en la Obra que me ordené sacerdote "de
la Obra"." "Yo no tengo nada que ver como sacerdote
del Opus Dei con una labor de la Iglesia que no me haya sido
encomendada por los superiores del Opus Dei. Y si a los niños
de Vallecas les cuelgan los mocos, que se los limpie su párroco.
Yo no tengo nada que ver con ello ni me importa. Y si una
señora tiene tal o cual problema, pues allá
a quien le toque. Yo no tengo nada que ver con ello, ni me
toca hacerlo como sacerdote del Opus Dei. Ni me voy a preocupar
por ello. " "Yo, como sacerdote del Opus Dei, he
sido ordenado para servir a mis hermanos de la Obra y nada
más y a nadie más. A no ser que los superiores
[del Opus Dei] me indiquen otra cosa."
Esta doctrina de los sacerdotes del Opus Dei al servicio
de la Prelatura antes que al servicio de la Iglesia no es
nueva para mí. Lo había oído en diferentes
ocasiones a monseñor Escrivá expresarse sobre
este tema diciendo que "los numerarios del Opus Dei se
ordenaban para servir a sus hermanos". Pero esto se silencia
ante la Iglesia, y se dice lo contrario.
El Opus Dei, posiblemente con la mejor de sus intenciones,
se arroga el derecho de "silenciar", privando de
libertad a aquellos miembros que vacilan en su vocación,
aislándolos y evitando su contacto con gente de fuera,
obligándolos a una sumisión esclavizante por
el tiempo que ellos, los superiores, juzguen "medicinal".
En resumen, les quitan la libertad, los aíslan, los
dejan incomunicados.
¿Cuál es la razón de que hombres y mujeres
que salieron del Opus Dei tengan miedo de decir la verdad
de lo que vieron, oyeron y, en muchos casos, sufrieron? Hay
gente casada que teme que sus hijos puedan sufrir alguna afrenta
del Opus Dei y guardan "silencio" sobre aquellos
años de su vida, incluso ruegan que su nombre no salga
a la luz porque "miembros de su familia que son del Opus
Dei se apartarían de ellos para siempre".
El Opus Dei "silencia" a los espíritus críticos.
No olvidemos lo que monseñor Escrivá repetía:
"No quiero grandes cabezas en la Obra porque se convierten
en "cabezas grandes". Las medianías, si son
fieles, son muy eficaces." Un ingeniero, un banquero,
un científico, pocas veces tendrá problemas
con los superiores de la Obra, pero un humanista, un filósofo,
un teólogo se frustra en el Opus Dei. En el momento
en que alguien -que a veces puede ser un sacerdote- descuella
en el mundo de la Filosofía o de la Teología,
es prácticamente seguro que el Opus Dei acaba "silenciándolo".
Desaparece. Lo arrincona el Opus Dei. Acaba por irse de la
Institución o pasa a ser paciente de psiquiatra. El
Opus Dei no deja pensar ni especular. Existe una "censura
interna" que revisa los artículos, libros, conferencias
o cualquier publicación que un miembro intenta publicar.
Y jovencitos "con buen espíritu", ignorantes
en la materia, se atreven a hacerle correcciones. La prueba
es que no existe una teología del Opus Dei. Los juristas
pueden adquirir estatura dentro del Opus Dei. Pero los filósofos
y teólogos no tienen cabida en la Obra. Esto es bien
conocido públicamente. No estoy descubriendo nada nuevo,
sino confirmando un hecho.
Y yo no me excluyo tampoco de haber sido verdugo usando el
arma del "silencio" en el Opus Dei, acatando y participando
en el juego de la "discreción". Me costó
aceptar esa regla del juego, pero la acepté. Supe cómo
escatimar la verdad o, mejor dicho, cómo "silenciarla".
Y esto durante largo tiempo, como prueba de haber adquirido
el "buen espíritu" del Opus Dei.
Años más tarde, vivir en Venezuela me ofreció
una liberación, un recordarme mi auténtica manera
de ser, un despertarme la conciencia para mirar primero a
Dios y luego a todo lo demás: un "desfanatizarme".
Y, como dije en la "Introducción" de este
libro, no puedo aceptar a estas alturas ser "silenciada"
por el Opus Dei, aun a riesgo de que intenten destruirme,
porque creo en la defensa de la libertad espiritual y en la
de los derechos humanos.
"Ese cielo tan rosado
es que el día está rompiendo.
Esta fiesta se ha acabado:
Cantaclaro se está yendo."
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