Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

El santo fundador del Opus Dei
Índice del libro
Introducción
1. Turbosantidad del fundador
2. Primeros años de vida oscura
3. De Madrid al cielo
4. La segunda República y la guerra civil española
5. A la sombra de la dictadura
6. Cuatro fundaciones
7. El fundador en Roma
8. Intenso crecimiento
9. Último período en la vida del fundador
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EL SANTO FUNDADOR DEL OPUS DEI
Autor: Jesús Infante

CAPÍTULO 8. INTENSO CRECIMIENTO

NOS HAN HECHO MINISTROS!" Con estas palabras saludó Escrivá la llegada en 1957 de miembros del Opus Dei al primer plano de la política bajo la dictadura. Por fin iban a aprovechar la oportunidad para la que tanto se habían preparado e infiltrado anteriormente durante los años cincuenta. Un antiguo y destacado miembro del Opus Dei, comentando el "¡Nos han hecho ministros!" de Escrivá, señalaba que "el posesivo podía sonar feo, pero en aquellos momentos la gente de la Obra no estaba para pesimismos. Una extraña euforia, no compartida por todos, comenzó a apoderarse del clima interno. Ahora se vería el gran servicio que iban a prestar a la sociedad los nuevos apóstoles". [Moncada, Alberto, El Opus Dei, una interpretación, Índice, Madrid, 1974, p. 35].

Inmediatamente comenzó la formación de los equipos auxiliares y los miembros destacados del Opus Dei, hasta los más alejados de la política, se permitían recomendar a tal o cual miembro para subsecretario o para director general. [Moncada, Alberto, ob. cit., p. 35]. Se trataba, en definitiva, de explotar la posición clave de los miembros recién instalados entonces en los ministerios, convirtiendo los despachos oficiales en oficinas de influencias y colocaciones. La palabra OPUS se empezó a traducir en aquella época secretamente por sus iniciales y como acertijo anagramático para amplias capas de la población española sencillamente significaba Obra Para Uno Situarse. Paralelamente, dentro del Opus Dei se desencadenó una estrategia consistente en crear empresas mercantiles o apoderarse de otras existentes. [Moncada, Alberto, ob. cit., pp. 25 y ss.].

Con un miembro numerario del Opus Dei como ministro de Comercio, basta con señalar que en este ministerio hubo algunos nombramientos que respondían a las necesidades internas de la Obra de Dios más que a los criterios políticos habituales para la designación de cargos públicos. Por ejemplo, el comisario de Abastecimientos y Transportes fue nombrado en el Ministerio de Comercio con la tarea secreta de ayudar o, al menos oír, las pretensiones de los encargados de las empresas auxiliares del Opus Dei. Asimismo, un miembro numerario del Opus Dei que ya era funcionario fue destinado por el nuevo ministro a su servicio directo, participando al mismo tiempo en las reuniones económicas internas del Opus Dei junto con el administrador regional en España. También el nombramiento de un miembro del Opus Dei como secretario particular, junto con otros asesores directos del ministro, obedecía al objetivo de servir en primer lugar a los intereses del Opus Dei y en segundo lugar a los del ministerio y el gobierno.

En aquella coyuntura del despliegue del Opus Dei cuenta un testigo importante que "vinieron unos nuevos numerarios de Roma, italianos, con instrucciones del Padre para que Alberto Ullastres les ayudara en unos negocios que habían planeado. Venían incluso con la pretensión de que Alberto, ministro de Comercio, fuera a tratar del asunto a la casa. de la Obra en vez de recibirlos en el ministerio. Yo me negué a ello y me llevé una buena bronca. Al final Alberto los recibió y creo que no se llegó a nada, pero lo desagradable era la sensación de que había un dominio eminente del Padre, no sólo sobre nuestra vida interior y nuestro apostolado, sino sobre la actividad profesional individual de los socios". [Pérez Tenessa, Antonio, "Testimonio", en Moncada, Alberto, "Historia oral del Opus Dei", Plaza &:Janés, Barcelona, 1989, p. 15].

El fundador no se decidió a dar criterios claros sobre los límites y las reglas del juego en aquella escalada hacia el poder, por lo que hubo tensiones y conflictos desde los primeros momentos dentro del Opus Dei por la falta de coordinación entre los miembros. Como los miembros supernumerarios comenzaron a desempeñar un papel importante en la política y en la estructura económica de las sociedades auxiliares, por allí surgieron los conflictos, especialmente en la llamada "labor de san Gabriel", es decir, en el apostolado entre matrimonios de miembros supernumera rios, dentro del cual representaban un gran papel las mujeres. [Moncada, Alberto, "Los hijos del Padre", Argos Vergara, Barcelona, 1977, p.149]. El documento interno más leído en el Opus Dei a partir de febrero de 1957 fue la Instrucción de san Gabriel. Para los miembros del Opus Dei aquello era una prueba más de la "clarividencia del Padre", que lo había redactado unos años antes. Dentro de la Obra no se ponen de acuerdo sobre la fecha de redacción del documento, que como tantos otros documentos internos del Opus Dei se mantienen en la indefinición por la propia ignorancia y por el gusto del secreto. Unos afirman en 1935 y otros en 1932, pero es seguro que la redacción definitiva de la Instrucción de san Gabriel tuvo lugar en Roma en la década de los años cincuenta. Según una destacada numeraria del Opus Dei, Escrivá empezó a redactar ese texto en mayo de 1935 y lo terminó definitivamente en septiembre de 1950. [Urbano, Pilar, El hombre de Villa Tévere, Plaza &. Janés, Barcelona, 1995, p. 381] En la Instrucción de san Gabriel Escrivá soñaba con una gran movilización de las personas y capitales al servicio de la Obra, para influir en la economía y en la política mundiales. Con una dimensión típica del fascismo clerical, se trataba de toda una cruzada de cristianización de las finanzas y de la política, con objeto de que, poco a poco, los puestos claves fueran ocupados por gente de confianza, impregnados de esa ideología y de ese espíritu de servicio a la humanidad que el Opus Dei pretendía aportar al mundo. [Moncada, Alberto, "Los hijos del Padre", Argos Vergara, Barcelona, 1977, p. 141]. La Instrucción de san Gabriel era el documento más leído en 1957, pues empezaba a cumplirse y todos los miembros del Opus Dei se hacían lenguas, al comentarlo, del carisma de Escrivá, de su sentido profético y su visión del futuro al prever, desde unos comienzos tan modestos en España, aquel despliegue posterior de la Obra en la economía y en la política de la dictadura. [Moncada, Alberto, ob. cit., p. 145]. Otra Instrucción, cuyo texto era también del fundador, se titulaba Instrucción sobre el espíritu sobrenatural de la Obra. En ella, como en la Instrucción de san Gabriel, Escrivá marcaba unas directrices que iban a presidir la proyección apostólica del Opus Dei a través de los tiempos: "En mis conversaciones con vosotros, repetidas veces he puesto de manifiesto que la empresa que estamos llevando a cabo no es una empresa humana, sino una gran empresa sobrenatural, que comenzó cumpliéndose en ella a la letra cuanto se necesita para que se la pueda llamar sin jactancia la Obra de Dios. " [Vázquez de Prada, Andrés. "El Fundador del Opus Dei", Rialp, Madrid, 1985, pp. 145 y 156].

La actitud de reserva prudente era para el exterior de la Obra, para los no iniciados en el Opus Dei. Así cuentan los hagiógrafos de Escrivá que en 1957 cuando un cardenal se sintió obligado a felicitar por el "honroso nombramiento" de uno de los nuevos ministros, Escrivá le replicó: "A mí no me va ni me viene, no me importa, me da igual que sea ministro o barrendero, lo único que me interesa es que se haga santo en su trabajo". [Berglar, Peter, "Opus Dei", Rialp, Madrid, 1988, p. 234]. Mientras tanto, dentro del Opus Dei Escrivá se alborozaba con sus hijos triunfadores y se expresaba en otros términos cuando se encontraba reunido con ellos. La visión de tantos hijos suyos encumbrados satisfacía su ambición y halagaba su vanidad, convirtiéndose además en un componente más de su creciente megalomanía. Posteriormente, en uno de los encuentros multitudinarios en Pamplona durante los años sesenta, cuando los miembros del Opus Dei se acercaban a vitorearle y besarle las manos, siempre tenía un rato para los importantes. "A ti un beso, por ser director general, a ti dos por subsecretario", les dijo a dos miembros del Opus Dei, ambos entonces altos cargos del Ministerio de Comercio. [Moncada, Alberto, "Historia oral del Opus Dei", Plaza &.Janés, Barcelona, 1987, p. 72. También Moncada, Alberto, "El Opus Dei, una interpretación", Índice, Madrid, 1974, p. 132].

Ya desde 1956 comenzó a ser obligatorio dentro del Opus Dei, como saludo al Padre y fundador, besarle la mano a Escrivá con la rodilla izquierda hincada en el suelo como signo de pleitesía, pero este rodillazo en tierra que tenían que dar los miembros del Opus Dei en su presencia fue pronto sobrepasado con una nueva disposición elaborada en la sede central de Roma y que reflejaba la nueva situación política a partir de 1957. Escrivá decidió e hizo que cada vez que él llegara a España, le fuesen a esperar junto a las autoridades de la Obra, los ministros del Gobierno que pertenecían al Opus Dei. Y aquello, que no tenía mayor importancia cuando llegaba a Madrid en avión, donde siempre era recibido en la sala de personalidades, resultaba chocante hasta para los propios miembros de la Obra cuando el fundador venía por carretera, con varios ministros del Gobierno junto con sus escoltas teniendo que trasladarse en coche hasta Irún, en la frontera francesa. Era sin duda, como reconocen los testimonios de antiguos miembros de la Obra, una reminiscencia de usos episcopales de la Edad Media y a los cuales el fundador nunca tuvo el acceso deseado y por eso, al recuperarlo, volvía a ello. [Moncada, Alberto, "Historia oral del Opus Dei", Plaza &. Janés, Barcelona, 1987, p. 72].

Las fronteras españolas representaban un obstáculo para los objetivos del Opus Dei. El envío del dinero a Roma para sufragar los gastos de la sede central tropezaba con las dificultades legales relativas a la exportación de divisas y Escrivá dio instrucciones para superarlas, de la manera que fuese Y En los diez años que discurrieron entre 1947 y 1957 los propios miembros del Opus Dei hicieron de "correos" y semanalmente salían con destino a Roma hombres y mujeres con cinturones repletos de dólares y carteras con divisas de viajeros. Existía, sin embargo, un peligro en la exportación de dinero. A todo sospechoso de intento, los aduaneros le incautaban el dinero, porque el monto total autorizado que se podía sacar del país no podía sobrepasar las tres mil pesetas y el protagonista de cualquier exceso podía terminar entonces en el juzgado de Delitos Monetarios. La Ley de Delitos Monetarios, entonces vigente, databa de 1938 y tipificaba de quince a veinte tipos de delitos diferentes. Había sido dictada para castigar las fugas de capitales que se produjeron durante la guerra civil española. La inexistencia de garantías jurídicas para los procesados quienes, de acuerdo con una ley de guerra, carecían de abogados defensores, la ausencia de procesos públicos con la consiguiente inexistencia de sentencias públicas y, finalmente, la total discrecionalidad del juez eran los puntos más característicos de esta ley de 1938. La ley era muy severa, pero se atemperaba en la práctica, como suele ocurrir también en las dictaduras. Así como la ley marcial permitía el fusilamiento por este tipo de delitos, y más de un infractor a la Ley de Abastecimientos fue pasado por las armas, jamás ocurrió algo parecido con la Ley de Delitos Monetarios debido al sector social de privilegiados que se atrevió a realizarlos.

Escrivá estaba preocupado por ello y siendo conocedor de tales limitaciones en materia monetaria fue a visitar a Franco en 1949; y en el transcurso de la audiencia le habló de los edificios que se iban a construir en Roma y que albergaban al Colegio Romano de la Santa Cruz, el nuevo seminario del Opus Dei que estaría instalado junto a la sede central del Opus Dei, y que para ello necesitarían canalizar desde España fondos para el magno proyecto. El general Franco con su bien conocida "diplomacia gallega" no prestó mayor atención a la insinuación. Después de aquel mensaje dirigido al dictador, por aquello de que "quien avisa no es traidor", Escrivá pidió a los "superiores mayores" miembros del Opus Dei en España que pudieran enviar con la periodicidad necesaria, para poder cumplir los compromisos financieros a terceros, ayuda económica en gran escala y el Opus Dei en España sufrió una verdadera sangría financiera para poder ayudar a Roma. [Tapia, María del Carmen, Tras el umbral, Ediciones B, Barcelona, 1994, pp. 173-174]. Más adelante, al comienzo de los años cincuenta, Escrivá pidió de nuevo audiencia y volvió al palacio de El Pardo para pedirle directamente dinero a Franco, para poder continuar la construcción de la casa central del Opus Dei en Roma después de haber agotado las posibilidades de obtener más dinero de los fondos reservados del gobierno que administraba Carrero Blanco, el fiel marino de Franco, como subsecretario en la Presidencia del Gobierno.

A partir de entonces, los miembros del Opus Dei iban a embarcarse en una gestión aventurera que les empujaría a realizar operaciones ilegales, donde se vulneraban normas jurídicas y se incurría de forma continua en prácticas irregulares y hasta en delitos graves, entre otros, el cohecho y la estafa. Es decir, que los miembros del Opus Dei iban a participar conscientemente en todo tipo de delitos, rebasando unos límites que nunca debieron ser transgredidos por una organización que se autodenominaba católica. Esto ocurría además en un país que había sido enteramente agotado y empobrecido por una guerra civil que había durado tres años. Como Escrivá ambicionaba un desarrollo rápido de la Obra, llegó hasta ignorar las graves responsabilidades del Opus Dei en algunas de las operaciones emprendidas por "sus hijos". El responsable último de la existencia de pillos o pícaros dentro del Opus Dei era "el Padre". Escrivá abogó y fue un decisivo partidario de la pillería o picaresca para sus "hijos", que llegaron a confundir el estímulo ascético con el éxito recaudatorio, aunque sin olvidar, claro está, las preces. La picaresca se erigió en protagonista principal de ciertas actividades de la Obra durante la fase de expansión acelerada en tiempos de la dictadura de Franco.

Todo ello era de escasa importancia para los dirigentes y estrategas financieros del Opus Dei, porque lo importante era crecer rápidamente, con intenso "crecimiento" y todos los miembros del Opus Dei tenían muy interiorizada la cuestión de la supervivencia que se sintetizaba en crecer o morir. Un ejemplo claro lo ofreció un principado de origen medieval vecino de España: el principado de Andorra había sido ignorado mucho tiempo como paraíso fiscal. Era un minúsculo país, libre de impuestos, situado en los montes Pirineos, entre Francia y España, con el inconveniente sin embargo de tener dificultades en las comunicaciones y existiendo siempre peligro en las transacciones. Después de haber utilizado anteriormente diversos métodos para sacar fondos de España a través de la frontera portuguesa o incluso utilizando las delegaciones en el extranjero del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, en especial la delegación de Roma, la exportación de dinero iba a salir más abundantemente a partir de 1957, desde que los miembros del Opus Dei se habían instalado en España, en los ministerios económicos del gobierno. El Consejo de los Valles de Andorra se oponía a la creación de una banca y sólo la insistencia del copríncipe español, el obispo de Urgel, asediado por presiones de personas allegadas al Opus Dei, permitió a los promotores del Credit Andorra obtener finalmente lo que pedían, siendo utilizado por el Opus Dei como plataforma financiera para su expansión hacia Europa y para sufragar los gastos de la fiebre constructora de Escrivá en la sede central de Roma. Las carteras con divisas y los cinturones de viajeros repletos de dólares con destino a Roma fueron una costumbre de los primeros años, a partir de 1947, Y durante la década de los cincuenta. En cambio, desde que los miembros del Opus Dei estaban en el poder, llegando a estar al frente de ministerios, el dinero salía de España en maletas.

Hay un año en la vida económica que fue decisivo para las finanzas del Opus Dei: 1956. Por una serie de circunstancias, ese año se precipitaron todas las expectativas económicas que se estaban fraguando. En los años inmediatamente anteriores a 1956, casi podía decirse que los miembros del Opus Dei encargados de las finanzas estaban alcanzando algunos de sus objetivos estratégicos. Para caracterizarlo con dos o tres datos significativos basta con señalar la construcción de una serie de negocios propios, entre los que destacaba la Sociedad Española de Estudios Financieros (ESFINA) y la conquista del primer banco, el Banco Popular Español. Sin embargo, las comprometidas finanzas de la Obra se encontraron en peligro de desaparecer al haber exigido los bancos ese mismo año el pago de una serie de créditos por valor de más de setenta millones de pesetas de la época. La ejecución con embargos de los préstamos por parte de grandes bancos españoles hubiera supuesto primero la ruina económica de la Obra y la de sus avalistas después. Todo ese castillo de naipes de los negocios propios podía derrumbarse si no contaban con sólidos apoyos tanto políticos como económicos y fue entonces, a finales de 1956, cuando surgió en el Opus Dei la imperiosa necesidad de que miembros suyos se dedicaran por entero a la política para facilitar el desarrollo de los negocios, allegar fondos con urgencia para el funcionamiento de la Obra y para salvar sobre todo su comprometida situación financiera. El mensaje de Escrivá desde Roma era muy simple y se reducía a dos consignas básicas: conseguir mucho dinero para financiar las casas y los apostolados, especialmente la construcción del Colegio Romano de la Santa Cruz dentro de la sede central de la Obra en la capital del mundo católico, y penetrar a través de afiliados o de personas de confianza en la mayor cantidad posible de centros y entidades de poder. [Ynfante, Jesús, "Opus Dei", Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1996, pp. 227-228.].

A finales de 1956, el Opus Dei fue capaz de ofrecer no sólo hombres, sino además un programa para salir del marasmo económico y político en que se encontraba el país y frente al cual la Falange no podía formular nada. [Tamames, Ramón, "La República. La era de Franco", Alfaguara, Madrid, 1973]. Así las cosas, tras una incubación de poco más de un año, el 25 de febrero de 1957, Franco formó un nuevo gobierno, cambiando dos tercios de los ministros del gabinete, es decir, que de dieciocho ministros cambiaban nada menos que doce, y en el nuevo equipo ministerial entraban miembros del Opus Dei. La gran novedad de aquel gobierno fue iniciar un drástico plan de estabilización económica que sería gestionado directamente por miembros del Opus Dei. La importancia de ser ministro con Franco residía en que el poder ejecutivo era ejercido en España por Franco y su consejo de ministros, absorbiendo de hecho el poder ejecutivo a los otros dos poderes, el legislativo y el judicial, y convirtiéndose en el único poder decisorio de la dictadura. Por todo ello se concede importancia a los cambios de ministros habidos en los gobiernos de Franco, porque lo que vino acaeciendo en el poder ejecutivo en los sucesivos gobiernos franquistas fue lo que a fin de cuentas llegó a determinar el resto del acontecer político bajo la dictadura. [Tamames, Ramón, ob. cit., pp. 494 y 473].

En la mutación siguiente del poder ejecutivo en 1962 se advertía en la lista de nuevos ministros que no había modo de percibir factores cualitativamente nuevos de ninguna clase. La nueva lista de ministros consolidaba las tendencias manifestadas anteriormente en 1957 con sólo una excepción: la creación de una vicepresidencia del gobierno, con lo que se preveía algo el futuro, en caso de muerte repentina de Franco. Sin embargo, el hecho más importante del reajuste ministerial de 1962 con gran diferencia fue el aumento de la penetración del Opus Dei en el gobierno. Si predominaba en 1957, el Opus Dei reafirmaba y ampliaba su influjo o fuerza dominante con el nuevo listado, ya que todos sus ministros permanecían y se incorporaban otros de la misma cuerda ideológica. Hay que señalar que copaban por completo las carteras clave en lo que se refería a las directrices económicas del gobierno. El encumbramiento político del Opus Dei coincidía con una acentuación de la dictadura y mayores ganancias para el selecto "espíritu de la Obra" frente al hundimiento de las fantasías de "clase única" propias de la Falange. El Opus Dei se presentaba con una fuerza política realista, poco especulativa, con simpatía por la tecnocracia y en un plano práctico con ciertos planes de desarrollo económico que los bancos y las grandes industrias españolas hicieron suyos rápidamente. El nuevo gabinete de ministros se encargaba de mostrar el encumbramiento del Opus Dei frente a la lenta desaparición y débil oposición de Falange; y también que dentro del franquismo el fascismo clerical del Opus Dei vencía al fascismo auténtico de la Falange.

El siguiente cambio ministerial que sobrevino el 7 de julio de 1965 representaba un simple relevo. La toma de posesión como ministro de Hacienda fue un acto político pintoresco en el cual el ministro saliente Navarro Rubio dijo, refiriéndose a sus subalternos: "Creo que os he sacrificado, y me voy con el dolor de no haberos premiado lo suficiente. "Ambos ministros, tanto el saliente como el entrante, eran miembros supernumerarios del Opus Dei. El ministro entrante le dijo a su colega: "Tu obra deja huella. Te vas, pero tu obra sigue. Estará escrita con caracteres indelebles en la historia de la Hacienda española." Espinosa terminó su discurso, no con el habitual eslogan falangista de "Arriba España", sino con el más apropiado para la Obra de "levantar a Dios muy alto en España". La normalidad que representaba el cambio de ministros de 1965 la reflejaba el nombramiento como ministro sin cartera del miembro numerario del Opus Dei Laureano López Rodó, quien había permanecido desde 1957 en una discreta y resguardada posición política. Siendo comisario del Plan de Desarrollo Económico y Social, el ascenso a ministro sin cartera de López Rodó se explicaba porque su "nueva jerarquía le permitirá salvar más fácilmente trabas de carácter puramente administrativo en la coordinación de su tarea ante diferentes departamentos ministeriales" . [Crónica de Pyresa, Madrid, 7 julio 1965].

Mientras tanto, la lucha interna por el poder proseguía en España y el Opus Dei la hacía, como ya era habitual; moviendo los hilos del poder desde dentro. Había sido entonces cuando estalló el escándalo financiero de Matesa, que abrió una crisis gubernamental sin precedentes y fue utilizado por los falangistas contra el Opus Dei. Como consecuencia, se produjo el 29 de octubre de 1969 el más amplio cambio de gobierno realizado hasta entonces por Franco. [Tamames, Ramón, ob. cit., pp. 528-529]. El cambió ministerial de 1969, realizado poco después de la designación de Juan Carlos de Borbón como heredero de Franco, resultó ser la confirmación del monopolio político del Opus Dei en España. La noticia aparecía en algunos titulares de los periódicos españoles de la manera siguiente: "Mayoría Opus Dei en el Gobierno" y "En el nuevo gabinete, de un total de 19 ministros, 11 pertenecen o son simpatizantes de la organización Opus Dei".

Con respecto a la actividad política de sus colegas del Opus Dei, tres ministros que tuvieron la oportunidad de conocerles bien durante años, sentándose como ellos cada semana en la mesa del consejo de ministros, llegaron a comentar de forma más o menos pública la presencia de miembros del Opus Dei en los consejos de ministros de la dictadura. José Solís, quien fue ministro secretario general del Movimiento desde 1957 a 1969, llegó a decirle al propio Franco que "suponía el dominio de la economía por el Opus Dei". [López Rodó, Laureano, "Memorias", Plaza &.Janés, Barcelona, 1990, p. 311]. Por su parte, Fraga, ministro de Información y Turismo desde 1962 a 1969, opinaba que "la diversidad de opiniones y de conducta que se observaba en miembros del Opus Dei obedecía a un plan coordinado y que, en cada momento, jugaban diversas personas en los lugares oportunos del tablero político y económico". [López Rodó, Laureano, ob. cit., p. 378] Y Castiella, que fue ministro de Asuntos Exteriores desde 1957 a 1969, se atrevió a reconocer públicamente que "el Opus Dei quería apoderarse de todo". [López Rodó, Laureano, ob. cit., p. 311].

Para entender el poder político logrado por el Opus Dei en España conviene señalar que ha jugado en el siglo XX el mismo papel que la masonería en el siglo XIX; este paralelismo histórico entre el Opus Dei y la masonería merece ser destacado. En efecto, durante el siglo XIX, como señala Gerald Brenan, "las logias se extendieron hasta penetrar toda la vida de la clase media. Se convirtieron en una de esas instituciones típicamente españolas como la Inquisición, el Ejército y los escalafones oficiales, que, como tienen empleos que ofrecer, alcanzan en un abrir y cerrar de ojos enormes proporciones, pues cuando controlan al gobierno tienen en sus manos todos los puestos militares y burocráticos del país". [Brenan, Gerard, "El laberinto español", Ruedo Ibérico, París, 1962, p.158]. El Opus Dei nunca alcanzaría en España niveles sociales tan excesivos como la masonería en el siglo XIX. El Opus Dei se presentaba como la más secreta de las organizaciones franquistas y sus miembros estaban hasta tal punto seducidos por los métodos, la ideología y la propaganda secretas que para evitar que surgiesen malentendidos, después del cambio ministerial de 1969, el cardenal Vicente Enrique y Tarancón, primado de España y arzobispo de Toledo, declaró a la prensa que "no sería la Iglesia la que podría aparecer comprometida en el nuevo gobierno, sino un determinado grupo de ella". La oficina de información del Opus Dei en España declaró, por su parte, que el Opus Dei tenía un carácter "exclusivamente espiritual y apostólico" y que permanecía por completo al margen de toda actividad política, aunque algunos de sus miembros ocupasen puestos claves en el gobierno. La realidad, por supuesto, era diferente de lo que escondían las declaraciones y comunicados oficiales del Opus Dei; pero a nadie debía sorprender que los centros de decisiones del régimen de Franco estuviesen copados- por miembros de la Obra de Dios, pues era, en definitiva, una consecuencia de "llevar a Cristo a la cumbre de las actividades humanas".

La importancia política del Opus Dei en España creció en función directa de las crisis y el déficit de las instituciones y equipos franquistas, adquiriendo al mismo tiempo una autonomía propia y una influencia decisiva. Por otra parte, el objetivo básico de sus militantes políticos sería una racionalización muy "sui generis" del Estado, con el fin de ponerlo al servicio de la economía, en contra de la estrategia de los falangistas que, a lo largo de toda la historia del régimen de Franco, pretendieron subordinar la economía a la política. [Estruch,Joan, ob. cit., p. 374]. En todo este proceso, la Obra de Dios dejó de ser instrumento para tener fines propios y hasta parecía natural entonces que los tecnócratas dirigidos por miembros del Opus Dei operasen cada vez más como una especie de partido "sui generis" y que surgiera el tipo político de tecnócrata, con frecuencia más político que tecnócrata. La función de coordinación y engrase de penúltima instancia -la última estaba siempre en el palacio de El Pardo- que ejercieron durante años los miembros del Opus Dei dentro del Estado, les convirtió además en objeto de presión y cauce político deformado de todas las clases y grupos de intereses existentes en España. Todo ello hizo evidentemente que se afianzaran más en unas actitudes que ya eran profundamente totalitarias. Parecía claro que el moderado liberalismo económico de los equipos de miembros del Opus Dei nunca iba a desembocar en una auténtica libertad económica. Asimismo resultaba claro que no perseguían el dominio de importantes resortes de la Administración y del efectivo poder político, con el objetivo de instituciones genuinamente democráticas, sino que sólo buscaban el perfeccionamiento de la dictadura, aprovechándose y sacando tajada de paso para la Obra de Dios y sus apremiantes necesidades "apostólicas".

Paralelamente, a medida que se veía el fin de la dictadura de Franco, dentro del Opus Dei se tomaron también internamente medidas políticas estratégicas, dado que la mayoría de miembros de la organización vivía y trabajaba en España. Desde Roma -ha contado un antiguo miembro del Opus Dei- llegaban notas confidenciales de cómo actuar al respecto. Una en particular recomendaba el introducirse en alguna de aquellas asociaciones cuasipolíticas del franquismo tardío para tratar de influir desde dentro. Aquella nota era supersecreta, es decir, que iba acompañada de la indicación de destruida después de ser leída. [Moncada, Alberto, "Historia oral del Opus Dei", Plaza &.Janés, Barcelona, 1987, p. 74]. Según un antiguo alto responsable de la Obra, la gran preocupación por el secreto empujó al Opus Dei a aplicar a los temas políticos la misma estrategia que a los asuntos internos, es decir, que sólo unos pocos, en la cúpula, los conocían y los negociaban con los directamente responsables, manteniendo al resto de los socios al margen de esa información. Esto se producía sobre todo mediante el control de la documentación y la mayor o menor accesibilidad a las notas y avisos de Roma. [Moncada, Alberto, ob. cit., p. 74].

Los miembros del Opus Dei suelen hacer ver, con mala conciencia y de modo sistemático, que el Opus Dei es una "realidad espiritual" y que sus miembros solamente se comprometen con su "libre" y personal responsabilidad, haciendo abstracción de sus votos de obediencia, castidad y pobreza, además de su férrea militancia, con el fin de no comprometer para nada a la Obra. Aquí reside la clave de la defensa del Opus Dei. Se trata, por parte de sus miembros, de no comprometer a la Obra "que es de Dios" y para ello todo sirve, desde las falsas declaraciones a favor de la libertad hasta las oscuras obligaciones en el mantenimiento del secreto burocrático. Así, un destacado miembro del Opus Dei en declaraciones a la prensa señaló que "en esa asociación que es el Opus Dei sucede, como sucede en todo tipo de asociaciones piadosas o deportivas, por ejemplo, pienso en la Acción Católica o en el Real Madrid: hay un socio que es banquero o presidente de la diputación y otro que es maestro de escuela, y otro es secretario de ayuntamiento de Navalcarrasco, y otro oficinista, y otro obrero de la construcción, etc.¿Y dónde está la razón para que nada de eso llame la atención?". [Pérez Embid, Florentino, "Monseñor ]osemaría Escrivá de Balaguer y Albás, Fundador del Opus Dei", Primer Instituto Secular, Separata del tomo IV de la Enciclopedia "Forjadores del Mundo Contemporáneo", Planeta, Barcelona, 1963]. Pronto hubo la contestación a la pregunta que se hacía el destacado miembro del Opus Dei; aunque como eran los tiempos de la dictadura de Franco sólo pudo publicarse en el extranjero, en la revista "Ibérica" que se publicaba en Nueva York. En ella se recogía la anécdota con lo que se pensaba también en España a propósito de la argumentación defensiva de los miembros del Opus Dei: "A un madrileño que se lamentaba ante un amigo de una derrota del club de fútbol Real Madrid, éste respondió: "No seas tonto, pregunta al miembro del Opus Dei fulanito de tal que te explicará que los goles se los han metido al portero del Real Madrid y no al Real Madrid. Por consiguiente, el Real Madrid no fue derrotado". ["Revista Ibérica", Nueva York, septiembre 1965].

Aparte del camuflaje completo que el Opus Dei ha hecho de su estructura, existen otros puntos oscuros en la vida de la Obra de Dios sobre la tierra. Quizá el más importante de ellos sean los efectivos humanos con que cuenta. El número de miembros del Opus Dei continúa siendo algo ignorado, no sólo por la jerarquía de la Iglesia y estudiosos de la Obra, sino también por la mayoría de sus miembros. Tan sólo algunos dirigentes saben de modo seguro esas cifras misteriosas. El número de efectivos es uno de los secretos de organización mejor guardados dentro del Opus Dei.

A partir de 1982, después de conseguir el estatuto de prelatura personal, el número de miembros del Opus Dei debía ser comunicado a las autoridades eclesiásticas. Para cumplir con el requisito, la guía oficial de la Iglesia, el Anuario Pontificio, sólo reconoce en el año 1986, en el apartado de prelatura personal, como miembros, a 1.217 sacerdotes, 56 nuevos sacerdotes y 352 seminaristas mayores; y tres años más tarde en el Anuario Pontificio de 1989, aparecía sin mayores explicaciones la cifra de 74.401 laicos, que si se añaden a los sacerdotes y seminaristas citados anteriormente suman alrededor de 76.000 miembros. Y lo extraordinario del caso es que con esta cifra fantasiosa de más de setenta mil miembros se siguieron manteniendo hasta bien entrado el siglo XXI.

El hecho de que las dos ramas no hayan logrado todavía una plena inserción jurídica dentro de las estructuras de la Iglesia explica que el Opus Dei no tenga que precisar el número y nombre de los miembros que militan en su rama laica masculina o en la sección femenina. Sin embargo, en algunos casos desde que son prelatura se sabe que ha habido notificaciones sólo del número y nunca de los nombres a obispos en algunas diócesis europeas y a las conferencias episcopales de los países en que trabajan. Lo cierto es que los Anuarios Pontificios dan una cifra de más de setenta mil laicos, a todas luces exagerada, que el Opus Dei ha venido utilizando desde hace más de cuarenta años para encubrir sus efectivos reales. Basta con señalar que la revista norteamericana "Life" de 18 de marzo de 1957, citando fuentes del Opus Dei, ya afirmaba entonces que los efectivos ascendían a 7.000 numerarios, 12.000.oblatos o agregados, 2.500 supernumerarios y 50.000 cooperadores, repartidos por todo el mundo, alcanzando la cifra fabulosa de 71.500 miembros. Desde que inició su escalada hacia el poder, el Opus Dei ha venido falseando de modo sistemático la cifra global de sus militantes laicos, para evitar que fuesen conocidas y analizadas sus verdaderas dimensiones.

La historia del Opus Dei se puede resumir en dos etapas de un cuarto de siglo cada una y un período intermedio de diez años. En la primera etapa, entre 1940 y 1965, caracterizada por un desarrollo rápido cuando ya estaba en funcionamiento, el Opus Dei encarnó sin ambages el franquismo acumulando influencia, política y riqueza, intentando convertirse además en fuerza religiosa monopolizadora. En esta etapa de desarrollo rápido protagonizada fundamentalmente en España, que abarca desde 1940 a1965, existen datos documentados para afirmar que si en 1941 eran aproximadamente tres docenas de miembros admitidos, en 1942 había otros tantos a punto de ser admitidos, es decir que el Opus Dei contaba entonces con fuertes expectativas de vocaciones futuras que elevaron en 1943 el número de adeptos a un centenar aproximadamente, incluyendo mujeres y oblatos. Tres años más tarde, en 1946, eran 268, de los cuales 239 eran hombres y 29, mujeres. Entre 1947 y 1950 dieron un gran salto con la admisión de supernumerarios, cooperadores y sirvientas, alcanzando la cifra de 2.954 miembros, de los cuales 2.404 eran hombres y 440 mujeres. [Varios Autores, "El itinerario jurídico del Opus Dei", EUNSA, Pamplona, 1989, p. 195] En estas cifras se incluían 519 supernumerarios y 163 supernumerarias. [Varios Autores, El itinerario jurídico..., ob. cit., p. 202]. Respecto al ámbito internacional, en 1950 se encontraban fuera de España y más concretamente en Roma tan sólo 23 miembros junto al fundador. [Varios Autores, "El itinerario jurídico...", ob. cit., p. 196].

Posteriormente, la fuerte expansión mantenida por el Opus Dei durante los años cincuenta y sesenta permitió un desarrollo rápido, con lo que los efectivos totales del Opus Dei alcanzaron en 1964 la cifra de 25.000 adherentes, incluidos hasta los cooperadores. Así, por ejemplo, los miembros de Cuota de la Asociación de Amigos de la Universidad de Navarra, la más fuerte organización de apoyo y en la que son mayoría los propios miembros de la Obra, alcanzaron en 1964 la cifra de 9.000, no sobrepasando años más tarde los 12.000 miembros, aunque en el Opus Dei llegaron a afirmar exagerada mente que tenía 20.000 miembros. El mayor inconveniente que presenta la Obra de Dios para aumentar masivamente sus efectivos procede de su propio intríngulis burocrático, pues los procesos de iniciación para los miembros militantes son lentos y complejos, por lo que resulta ridículo pretender que pueda convertirse fácilmente en organización de masas, aun en el caso hipotético de preferir la simple adhesión con una limosna de los cooperadores a la férrea militancia de los miembros numerarios y agregados de la organización.

Durante cada etapa, como ha dado a conocer Hegel, tiene lugar mientras tanto un proceso que se presenta a la vez como el proceso que le da forma y como la dialéctica que le hace pasar a otro. Mientras el crecimiento del Opus Dei se había realizado por su lado más vistoso y espectacular, estaban apareciendo los graves síntomas de una profunda crisis; surgiendo sobre todo conflictos con la máxima jerarquía de la Iglesia católica, con los papas Juan XXIII y Pablo VI en tiempos del Concilio Vaticano II. [Ynfante, Jesús, "Opus Dei", Grijalbo Mondadori, Barcelona, 1996, p. 465. Véase también cap. 7. "El fundador en Roma", pp. 191 y ss].

Existe, por tanto, en la historia del Opus Dei un período intermedio de diez años, entre 1965 y 1975, que representa la culminación, aunque la Obra ya iniciaba un proceso de decadencia en donde tanto el crecimiento real como la expansión potencial estaban tocando techo. En 1970 el Opus Dei estaba en el cenit de su gloria y la fecha representaba el punto culminante de su proceso de desarrollo; es decir, que se encontraba en su apogeo interno. Un acontecimiento muy señalado entonces fue el Congreso General Especial del Opus Dei, cuya celebración duró entre 1969 y 1979, nada menos que diez años, en donde la "participación activa" ascendió a un total de 25.855 miembros, desglosados en 13.487 correspondientes a la sección de varones y 11.868 a la sección de mujeres.

Pudo saberse entonces con seguridad, según informaciones provenientes del propio Opus Dei, que eran doce mil mujeres aproximadamente las que formaban parte de la organización, cifra en la que aparecían incluidas las miembros cooperadoras, supernumerarias, agregadas u oblatas y numerarias, tanto españolas como de otros países. Conviene señalar, sin embargo, que la mayoría de mujeres, en la proporción de cuatro a una, no se encontraba entre las numerarias y agregadas, sino entre las supernumerarias y cooperadoras; es decir, entre las que su vinculación es menor y se pueden considerar simpatizantes y no militantes del Opus Dei. La causa fundamental de la disminución real en la militancia femenina se explica por el .desprecio al género femenino, que ha sido considerado siempre subalterno al masculino, desde la fundación de la sección femenina en 1942, dentro del Opus Dei. A la mujer se la maltrataba en el Opus Dei por el solo hecho de ser mujer, sobre todo por la forma de ejercer el absoluto control sobre ella.

En la segunda etapa histórica que se inició a partir de 1975, los desajustes y además los signos de cansancio y decadencia dentro de las filas del Opus Dei empezaron a ser evidentes, coincidiendo con las muertes del fundador, Escrivá, y del general Franco. La fuerte expansión mantenida hasta entonces se llegó a detener en la década de los setenta, ocurriendo casi al mismo tiempo en España el final de la dictadura con el comienzo de la transición democrática. Curiosamente, a partir de esta segunda etapa de lento estancamiento, la cifra de los efectivos totales del Opus Dei se mantuvo raramente estable a partir de entonces durante un cuarto de siglo, hasta finales del siglo veinte.

Esta etapa de estancamiento sucedía paradójicamente cuando el Opus Dei se encontraba en el exterior gozando de influencia en el Vaticano, tras la elección en 1978 del papa Juan Pablo II, aunque sus bases estaban apoyadas sobre un sustrato social y político apolillado por la historia. Las circunstancias que hicieron posible su desordenado acopio de poder e influencia resultaron ser tan frágiles que el ominoso Opus Dei estaba abocado a una desaparición lenta e irremediable. Lógicamente, los miembros del Opus Dei, como no están dispuestos a que desaparezca, intentan adaptarse por todos los medios al futuro, dentro y fuera de la Iglesia. Esto aparece más claro en la casta sacerdotal formada por 1.300 clérigos que dirige el Opus Dei instalada en el vértice y mucho menos evidente entre los miembros laicos, numerarias y numerarios, agregadas y agregados, así como en la amplia base de la pirámide por cooperadores y simpatizantes.

Desde entonces la fuerte cohesión de la estructura interna viene desintegrándose lentamente y buena muestra de ello son los abandonos que producen un claro estancamiento de los efectivos. El principal problema del Opus Dei no es la disminución real del número de admisiones, porque abundan los ingresos, sino su estabilidad en las vocaciones ya conseguidas, porque de igual manera que abundan las captaciones también abundan los abandonos, convirtiéndose la Obra de Dios y de Escrivá en una organización de paso donde los militantes ingresan muy jóvenes en gran número, pero la abandonan también en elevado número y con una edad más madura. El hecho de que muchos de los abandonos sean realizados por miembros numerarios formados, con carreras universitarias acabadas, representa para la organización una fuerte hemorragia de efectivos cualificados y un coste económico elevadísimo, lo cual provoca irremediablemente una fractura interna y es, sin duda alguna, una causa grave de decadencia.

Otro índice de decadencia es el elevado número de miembros "durmientes", fórmula masónica aplicada en el Opus Dei a quienes sin abandonar completamente dejan de ejercer apostolados corporativos y se dedican preferentemente a sus ocupaciones personales. La especie es frecuente entre los miembros numerarios de edad avanzada que están dispuestos a abandonar la Obra, pero prefieren permanecer como "durmientes" y en otros casos como miembros supernumerarios antes de realizar la ruptura completa.

Toda una serie de factores reunidos ha provocado un proceso de decadencia y desgaste interno de la estructura, que ha obligado a frenar la expansión del Opus Dei, de la misma manera que con el paso de tiempo y la dedicación preferente a la enseñanza no hubo efectivos humanos ni dinero para mantener otros apostolados como el llamado "apostolado de la prensa" en España durante los años sesenta. En noviembre de 1981, según fuentes del Vaticano, el Opus Dei mantenía oficialmente una presencia o estaba implantado sólo en 39 países, como pudo comprobarse a través de la Congregación para los Obispos, que envió a 39 países una nota informativa cumpliendo indicaciones del papa. [Varios Autores, "El itinerario jurídico..." ob. cit. p. 442]. En cambio, fuentes del Opus Dei afirmaron entonces que su presencia se extendía a más de ochenta países del mundo entero. El número de miembros militantes y sobre todo de simpatizantes "en el extranjero", sin contar los de España, no superaba la cantidad de 10.000 miembros, siendo muchos de ellos de nacionalidad española, y estando repartidos la mitad en Europa, un tercio en América y los restantes en los otros continentes. [Ynfante, Jesús, ob. cit., especialmente cap. 11, "Implantación en Europa", pp. 345-372; "Al otro lado del Atlántico", pp. 372-383; "Y otros continentes" pp. 383-385].

Para la celebración del centenario y la canonización del fundador se han vuelto a inflar de nuevo las cifras. Así, según fuentes internas de la Obra que no son dignas de crédito, el Opus Dei se halla extendido en el año 2002 por los cinco continentes con 85.000 miembros de más de 80 nacionalidades. Las cuentas, sin embargo, no cuadran cuando señalan que tan sólo una minoría de 33.000 son españoles, que 4.000 son italianos, etcétera. En resumen, para estar más acordes con los tiempos de la globalización y poder mostrar, de forma espectacular, que seguían creciendo, a principios del siglo XXI elevaron la cifra total de miembros militantes del Opus Dei a más de 2.000 sacerdotes y a 80.000 miembros. Era otra la realidad, sin embargo, porque en la cifra global de 80.000 miembros se incluyeron familias enteras, es decir, que fueron contabilizados menores de edad y hasta los bebés de los miembros supernumerarios y cooperadores del Opus Dei.

De todo ello cabe deducir que tanto el crecimiento real como la expansión potencial de la Obra de Dios vienen tocando techo desde la muerte de Escrivá. El Opus Dei vive todavía de las rentas de una expansión paralela a la del fascismo clerical que no volverá a darse nunca más y pese a ser una organización católica obligada a la transparencia, continúa siendo férrea y secreta, además de anclada en un negro pasado. Si se analiza desde una perspectiva histórica, el proceso de la génesis, desarrollo y decadencia del Opus Dei representan sólo una corta aventura de poco más de medio siglo.

Para el Opus Dei las "crisis mundiales son crisis de santos", pero la receta que proponen resulta de difícil aplicación y aparece cada vez más como una aventura irrepetible desde que Escrivá intentó situar a un puñado de hombres "suyos" en cada actividad humana, aprovechando una expansión acelerada durante la dictadura de Franco en España. Para completar el panorama, el Opus Dei se ha inventado una falsa historia, empezando por la de su fundador.

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Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?