EL SANTO FUNDADOR DEL OPUS
DEI
Autor: Jesús Infante
CAPÍTULO 6. CUATRO FUNDACIONES
SI DESDE FINALES DE 1935 la primera fundación duraría
tan sólo unos meses por el estallido de la guerra civil
en el mes de julio de 1936, fue a partir del final de la guerra,
en 1939, con el afianzamiento personal de Escrivá y
de la gestación del proyecto, cuando comenzó
a funcionar de hecho la rama masculina del Opus Dei y cuando
puede decirse que empezaron a perfilarse también las
tres restantes fundaciones, proceso que duró aproximadamente
hasta el año 1950. Con perspectiva histórica
puede señalarse que la fundación del Opus Dei
duró quince años, desde 1935 a 1950, incluyendo
una guerra civil de tres años de por medio. Además
de Escrivá, en la primera fundación de varones
después de la guerra civil intervino una serie de católicos
ultras que se hicieron miembros militantes del Opus Dei y
se ocuparon tanto de las cuestiones jurídicas como
de las cuestiones educativas, dejando a Escrivá sobre
todo la parcela de la espiritualidad. Tan sólo basta
con señalar que hasta 1956 el máximo órgano
de gobierno del Opus Dei, el Consejo General, se encontraba
en Madrid, porque un solo individuo, el fundador, instalado
desde noviembre de 1946 en Roma, era impotente para dirigir
a distancia y de modo absoluto toda la organización.
Queda claro, sin embargo, el hecho de que Escrivá
con la intención de dar a su Obra un carácter
de novedad montó, en tiempos del fascismo y con la
preciosa ayuda de algunos de sus seguidores, una organización
clerical con una estructura rigidísima pero con visos
de modernidad y anclada a la vez en un olvidado pasado, como
fueron los cruzados de la Edad Media o los primeros cristianos
del siglo I de nuestra era. Aún más, el Opus
Dei fue diseñado según las concepciones nada
originales de Escrivá, como una estructura jerárquica
de carácter secular y militar, a la manera de un vicariato
apostólico, presentándose Escrivá con
la altura de espíritu y con la dignidad eclesiástica
suficientes como para regir por cuenta propia las cristiandades
en un territorio como era el universitario en España,
donde aún estaba poco introducida la jerarquía
eclesiástica, es decir, el poder de la Iglesia.
Si en los primeros tiempos de la posguerra, con la primera
fundación, Escrivá se encargó de todo,
especialmente de la espiritualidad, y Albareda de la educación,
el grupo formado entre otros por Álvaro Portillo, Hernández
Garnica y Jiménez Vargas, se ocupó de la organización.
Estos últimos miembros fundadores hicieron su aprendizaje
durante la guerra en el ejército de Franco y descubrieron
la pretendida eficacia de la organización militar,
en donde las tradiciones y los métodos organizativos,
aunque medievales y superados, seguían aún en
vigor. En otras palabras, Escrivá y los primeros "socios"
fundamentaron la organización en una jerarquía
feudal y militar.
La Obra de Escrivá pretendía resolver por vía
expeditiva algunos de los problemas del nacionalcatolicismo
español, pero planteaba nuevos interrogantes, porque
todo el tinglado montado con la primera fundación condujo
a una organización piramidal extremadamente jerarquizada,
donde las desigualdades eran y siguen siendo tan patentes
que no pueden coexistir dos miembros en un plano de igualdad
dentro del Opus Dei:
"Donde quiera que haya dos miembros del Instituto, a
fin de no verse privados del mérito de la obediencia,
ha de guardarse siempre una cierta subordinación, por
la cual el uno quede sometido al otro según orden de
precedencia", señala la norma 31 parágrafo
3° de las constituciones secretas del Opus Dei que entraron
en vigor en 1950. Lo curioso y extraordinario del caso es
que la falta de igualdad que existe o se supone que existe
entre dos miembros vivientes del Opus Dei se prolonga hasta
después de la muerte de ellos. Las normas 289 y 290
de las constituciones son bien explícitas, porque para
cada uno de los miembros numerarios o agregados difuntos,
aparte de la misa de exequias, se aplicarán treinta
misas gregorianas, así como una misa en el primer aniversario
del fallecimiento; mientras, en cambio, para cada uno de los
miembros supernumerarios difuntos sólo se debe celebrar
tres misas corrientes y ninguna en el primer aniversario del
fallecimiento. En los complicados entresijos burocráticos
del Opus Dei nunca ha estado claro a quién se debe
obediencia porque sobre cada miembro hay una autoridad local,
una autoridad regional, otra nacional y la romana. De modo
que a veces surgen contradicciones entre lo que le ordena
quien convive con el miembro de la Obra y lo que le ordenan
o aconsejan autoridades superiores. Esto complica la posición
del sacerdote, quien también da consejos, a veces imposibles
de cumplir a no ser que el miembro desoiga a las otras autoridades
de la Obra. [Moncada, Alberto, El
Opus Dei, una interpretación, Índice,
Madrid, 1974, pp. 104-106]. En otras palabras, que, como
una "mafia", no sólo está el "capo",
el "sottocapo" y los "soldati", sino también
los "consiglieri" que intervienen cada día
en la conducta de los miembros del Opus Dei.
Las interrelaciones de los miembros del Opus Dei están
basadas en papeles claramente definidos de sumisión
y dominio, todo lo opuesto a una relación en pie de
igualdad. Consecuentemente, en la imagen familiar que el "hijo"
o miembro del Opus Dei tiene de "los padres" o superiores
jerárquicos, éstos aparecen como aquel que prohíbe
o, al menos, como un ser distante. Así las relaciones
"familiares" dentro del Opus Dei se caracterizan
por el sometimiento temeroso a las exigencias de "los
padres" y por una completa represión de aquellos
impulsos que los mismos no encontrarían aceptables.
En resumen, que la vida de los miembros se iba a desenvolver
dentro del Opus Dei entre las coordenadas de un integrismo
religioso y de un autoritarismo de origen fascista llevado
a extremos aniquiladores de la personalidad humana.
En el escrito dirigido al obispo de Madrid-Alcalá,
solicitando en 1941 su aprobación como pía unión
diocesana para el Opus Dei, Escrivá señalaba
de entrada en el escrito que "el Opus Dei es una Asociación
Católica de varones y mujeres", cuando aún
no se había creado formalmente una sección femenina
dentro del Opus Dei. El hecho era que las seguidoras de Escrivá
aún no disponían el 14 de febrero de 1941 de
una estructura permanente similar a la de los hombres. En
la fundación que iba a tomar forma en 1941 Escrivá
iba a inspirarse directamente en la Falange española.
Así, a través de la sección femenina,
las mujeres en el Opus Dei se iban a encargar del control
de todos los servicios sociales y, al igual que en la Sección
Femenina de Falange, Escrivá condenó a la mujer
a ser una criada esposada dentro de la Obra.
Los antecedentes de la sección femenina del Opus Dei
se remontaban en el pasado al 14 de febrero de 1930, día
de San Valentín si nos atenemos al calendario católico,
que representa una fecha de fundación en la historia
llena de fantasías elaborada para consumo interno por
el Opus Dei. Ese día Escrivá afirmaba haber
tenido una revelación divina cuando celebraba la misa
en la capilla privada de una vieja marquesa y fue entonces
cuando fundó, según él, la rama femenina
del Opus Dei; aunque luego en realidad el proyecto no cuajaría
como organización hasta bien entrado el año
1941.
Durante la Segunda República Escrivá logró
en algún caso aislado un cierto acercamiento espiritual
hacia las mujeres, pero como grupo femenino se trataba entonces
tan sólo de reuniones o charlas en casa de alguna simpatizante
del proyecto, y los domingos iban juntas las primeras seguidoras
de Escrivá en catequesis al barrio madrileño
de La Ventilla. Por su edad eran chicas jóvenes, una
de ellas era profesora de colegio, otra enfermera y varias
empleadas. Sin embargo, a lo largo de la tumultuosa Segunda
República española las mujeres captadas por
Escrivá para su proyecto de organización se
fueron apartando poco a poco, porque lo cierto era que ningún
proyecto de rama femenina en el Opus Dei podía cuajar
completamente mientras estuviera presente la madre de Escrivá
en las decisiones de Josemaría. En las máximas
del librito Camino el elogio exagerado que el fundador del
Opus Dei tributa a las mujeres es la típica alabanza
que se hace a los seres considerados prácticamente
como inferiores. Destaca especialmente la máxima 946
con una afirmación impresionante sobre el valor secundario
concedido a la mujer:
"Ellas no hace falta que sean sabias: basta que sean
discretas".
El papel de la mujer estaba bien ordenado en la sociedad
española de la posguerra, según preceptos religiosos
inmutables y supuestamente divinos. En aquella ideología
dominante, el fascismo clerical, la mujer estaba por naturaleza
creada para la sumisión, el silencio, y para el servicio
doméstico y la lealtad hogareña, o para la reclusión
religiosa. Dentro del Opus Dei, la sujeción de las
mujeres iba a alcanzar, en consecuencia, cotas aberrantes,
pues además de la mortificación corporal y la
obediencia extrema debían, entre otras cosas, pedir
permiso incluso para beber agua entre las comidas [Moncada,
Alberto, Historia
oral del Opus Dei, Plaza &: Janés, Barcelona,
1987, p. 20]. No obstante, el Opus Dei ofrecería
a las primeras seguidoras de la posguerra una actividad mayor
que las restantes organizaciones femeninas católicas
y, como estaría calcada además de la de sus
"hermanos" varones, las adhesiones no faltaron a
partir de la fundación de la rama femenina en el Opus
Dei.
Hubo un primer intento de arranque con éxito en el
nacimiento de la sección femenina, cuando Escrivá
dio un curso de retiro espiritual a un grupo de jóvenes
madrileñas en septiembre de 1940, pero fue posteriormente,
con el reconocimiento jurídico de la Obra como pía
unión diocesana y, sobre todo, con el fallecimiento
de la madre de Escrivá que sobrevino en abril de 1941,
cuando quedó desbloqueada la situación. En este
segundo intento, que puede ser calificado de fundacional en
la historia del Opus Dei, las nuevas seguidoras de Escrivá
fueron las hermanas de los primeros seguidores masculinos.
De hecho, la sección femenina del Opus Dei se inspiró
sociológicamente, qué duda cabe, en la omnipresente
Sección Femenina de la Falange, de cuya delegada nacional
decían con sorna en la época que de una camisa
vieja de su hermano se había hecho una combinación
de las que duran toda la vida. Si Pilar Primo de Rivera era
la hermana del fundador de la Falange, las nuevas seguidoras
de Escrivá fueron las hermanas de los primeros miembros
del Opus Dei. Así nos encontramos con Guadalupe Ortiz
Landázuri hermana de Eduardo Ortiz Landázuri,
Rosario Orbegozo hermana de Ignacio Orbegozo, Dolores Fisac
hermana de Miguel Fisac, Enrica y Fina hermanas de Francisco
Botella, Victoria López Amo hermana de Ángel
López Amo, Encarnación Ortega hermana de Gregorio
Ortega, Pilar Navarro Rubio hermana de Emilio y Mariano Navarro
Rubio. Y también María Altozano, Dolores de
la Rica, Margarita Barturen, María Teresa Echevarría,
etc. Ello prueba suficientemente el doble grado de dependencia,
tanto individual como familiar con respecto a sus hermanos
del Opus Dei, que tuvo la rama femenina desde su nacimiento.
Las primeras militantes del Opus Dei fueron estas jóvenes,
pero algunas no pudieron seguir adelante y abandonaron rápidamente,
entre otras razones, por el escollo que todavía representaba
la madre de Escrivá, cuyos criterios eran inapelables
incluso para el fundador de la Obra. Otras, sin embargo, aguantaron
y se mantuvieron dentro de la Obra, alquilándose para
ellas un piso donde comenzarían a vivir en comunidad,
aunque al poco tiempo se trasladaron a la casa de tres plantas
con jardín, situada en la esquina de las calles Diego
de León y Lagasca, en el distinguido barrio madrileño
de Salamanca, donde estaba situada la sede central del Opus
Dei, que era el primer centro de estudios y donde vivía
también Escrivá con su familia. La instalación
de las mujeres se realizó con total separación
de los varones, porque "entre santa y santo, pared de
cal y canto"gustaba repetir Escrivá parafraseando
a santa Teresa de Jesús. Las razones aducidas por Escrivá
para abandonar el piso independiente de las primeras militantes
fue que "no parecía prudente que un sacerdote
joven acudiese asiduamente a un piso, en el que no vivía
nadie, para formar a un grupo de chicas también jóvenes"
[Bernal, Salvador, "Monseñor Josemaria Escrivá
de Balaguer", Rialp, Madrid, 1976, p. 149]. Hasta
1941, en una organización masculina como era la Obra
de Dios, la madre y la hermana de Escrivá ofrecieron
entre aquellos varones un toque de dulzura y de calor de hogar,
características propias de una familia y de todo lo
cual iban a presumir constantemente los primeros miembros
de la Obra desde sus orígenes, muy especialmente los
que se habían adherido antes de la guerra civil, entre
1935 y 1936. Dolores y Carmen Escrivá, la madre y hermana
del fundador, se encargaron de la administración del
incipiente Opus Dei y cuando murió la madre en 1941
toda esta labor recayó sobre su hermana Carmen.
En el verano de 1942, como ya eran media docena de mujeres,
se instaló el primer centro del Opus Dei exclusivamente
femenino en un pequeño chalet en la calle Jorge Manrique,
situado justamente al lado de la sede del Consejo Superior
de Investigaciones Científicas, controlado por el Opus
Dei. La formación espiritual, la labor apostólica,
la reglamentación, el ceremonial y la vida de comunidad
"en familia" eran semejantes a las de los miembros
varones, pero con unas normas de vida cotidiana para las mujeres
todavía más rigurosas. "En la Obra hay
un solo puchero" repetía incansablemente Escrivá
cuando el Opus Dei abría nuevas casas siempre en barrios
elegantes de la capital de España.
Con la expansión de la Obra y el crecimiento del número
de centros se hizo necesaria una solución definitiva
de los problemas de intendencia y administración que
se agravaban en los pisos de la Obra. La organización
de la sección femenina había sido calcada de
la sección de varones, comenzando por la captación
de miembros numerarias, de aspecto físico irreprochable
y con estudios superiores o su equivalente en dinero, pero
cuyo rendimiento en las tareas del hogar era ineficaz o casi
nulo. Escrivá decidió recurrir entonces a mujeres
más bregadas en las tareas domésticas, creando
el escalón inferior de numerarias auxiliares que eran
en realidad unas simples sirvientas. Así, por las mismas
necesidades del servicio, la fundación de la sección
femenina se amplió a mujeres sin cultura para la atención
material de la sede central y de las otras casas del Opus
Dei en cuestiones como la cocina, lavado y planchado de la
ropa, etc. Conviene señalar como nota positiva en esta
fundación que el carácter voluntarista, ascético,
casi cuartelario, de la convivencia de los miembros numerarios
de Escrivá comenzó a suavizarse con la correlativa
promoción de la sección femenina. [Moncada,
Alberto, Historia
oral del Opus Dei, Plaza &:Janés, Barcelona,
1987, p. 104].
Para los modales de las sirvientas, desde la vestimenta a
la forma de servir la mesa, Escrivá se inspiró
en las mansiones que visitaba de la aristocracia. Pedro Ybarra,
el hijo de la marquesa de Mac-Mahón, Carolina Mac-Mahón
Jacquet, llamada familiarmente Carito por amigos y conocidos,
había permanecido durante la guerra junto con dos de
los primeros miembros de la Obra, en las oficinas que tenía
el general Orgaz en Burgos y, terminada la guerra civil, Escrivá
se hizo invitar a Bilbao a la casa de los padres de Pedro
Ybarra. Cuando el fundador del Opus Dei visitó la mansión
de la marquesa de Mac-Mahón en Neguri, cerca de Bilbao,
descubrió el refinamiento y los modales del mundo de
los magnates de la oligarquía vasca, y fue la primera
reacción de Escrivá la de copiar aquel estilo
doméstico y los modos de organización para las
primeras casas del Opus Dei. A partir de entonces pudo contemplarse
en ciertas residencias madrileñas el espectáculo
de chicas esmeradamente vestidas de negro, con cofia y delantal
blanco, sirviendo la mesa con un silencio sepulcral a sus
hermanos varones de la Obra.
Escrivá también preveía que los oblatos,
una nueva categoría inferior de miembros fundada para
la ocasión, prestaran ciertos servicios domésticos
a los miembros numerarios. Aunque sin asumir plenamente la
tradicional división frailuna entre profesos y legos
con los que el mundo religioso masculino resolvía desde
hacía siglos los problemas domésticos en monasterios
y conventos, la categoría de miembro oblato fue creada
entonces por Escrivá dentro del Opus Dei como una segunda
división para aquellos que no reunían todos
los requisitos exigidos para aspirar a ser miembro numerario,
como podía ser la presencia física, no disponer
de suficientes medios económicos o la ausencia de un
título universitario. Posteriormente, los oblatos fueron
llamados agregados o agregadas. Así la categoría
de oblato recogía a los miembros que trabajaban como
empleados, que no tenían estudios superiores o tenían
algún defecto físico o enfermedad crónica;
es decir, que los cojos, los bizcos y los diabéticos
insulinodependientes como era el propio fundador, sólo
podían aspirar a ser oblatos o agregados, pero no podían
ser miembros numerarios de la Obra de Dios y de Escrivá.
Los oblatos serían también aquellos hombres
o mujeres, solteros y libres o eximidos de algunas obligaciones
como los viudos o las viudas con escasos recursos económicos
que estaban dispuestos a la militancia dentro de la Obra,
de una Obra de Dios donde no había lugar como miembro
numerario para los débiles y los enfermos. A los oblatos,
desde su fundación, se les separó convenientemente
de los miembros numerarios en el Opus Dei y pese a llevar
una vida de familia y de limpieza doméstica se podían
dedicar también a los apostolados de clases inferiores,
dejando el trabajo apostólico de la clase dirigente
para los miembros numerarios. Dado que a los oblatos, por
diversas circunstancias o incapacidades personales, se les
impedía alcanzar la categoría de miembro numerario,
en ellos también pensó Escrivá para que
pudieran ayudar en las tareas domésticas a la élite
de los numerarios. Para suavizar las relaciones entre ellos,
los miembros numerarios a su vez debían corresponder
a la ayuda prestada por los miembros oblatos si convivían
bajo el techo de la misma residencia, con una serie de obligaciones
más livianas que fueron fijadas por una nota interna
de Escrivá.
Cuando comenzó el funcionamiento de la residencia
de la Moncloa considerada como la primera obra corporativa
del apostolado universitario, es decir, uno de los escasos
bienes entonces de cuya propiedad y gestión respondía
públicamente el Opus Dei, tantos fueron los agobios
y tan corta la experiencia de la atención material
por parte de la sección femenina que Escrivá
tomó las riendas en mano y se encargó de vigilar
personalmente la organización y disciplina en la administración
de los centros del Opus Dei, especialmente en la residencia
universitaria. Refiriéndose a este trabajo de inspección,
uno de los militantes del Opus Dei más lúcidos
de aquella época señaló más tarde
que "en cierto sentido el padre Escrivá tenía
más mentalidad de director local que de presidente
de la Obra". [Pérez Tenessa, Antonio, "Testimonio",
en Moncada, Alberto, ob.
cit. p. 147. 273].
La residencia Moncloa fue montada por el Opus Dei, como ampliación
de la primera residencia de la posguerra instalada en la calle
Jenner, con el objetivo de convertirla en colegio mayor. En
efecto, intentando volver a la tradición de los colegios
mayores del tiempo de los Reyes Católicos y del Siglo
de Oro español, el régimen de Franco había
publicado, en el Boletín Oficial del Estado con fecha
1 de octubre de 1942, un decreto por el que se organizaban
nuevamente los colegios mayores universitarios. La dictadura
esperaba con ello que ayudasen a la nueva época de
esplendor que se avecinaba bajo el caudillaje de Franco. La
residencia Moncloa, transformada más tarde en Colegio
Mayor de la Moncloa, fue una gran base de reclutamiento del
Opus Dei entre la juventud universitaria madrileña
de la posguerra y allí se formaron muchos jóvenes
estudiantes que se convirtieron en miembros numerarios de
la Obra de Dios.
La sección femenina se había hecho cargo de
la administración de la residencia universitaria de
la Moncloa en todo lo concerniente al mantenimiento y conservación,
desde la decoración hasta la restauración, limpieza
y alimentación. Las mujeres fueron instaladas en una
zona totalmente independiente, separada del resto, pero también
tuvieron que contratar a algunas empleadas, profesionales
del servicio doméstico, para que ayudasen a las mujeres
militantes del Opus Dei en las tareas domésticas menos
nobles. [Gondrand, Francois, "Al paso de Dios",
Rialp, Madrid, 1985, pp. 168-169].
A comienzos del año 1943 el Opus Dei revela que tres
jóvenes ingenieros miembros de la Obra habían
iniciado desde hacía meses los estudios eclesiásticos,
preparándose para el sacerdocio, siguiendo un plan
aprobado por el obispo de Madrid-Alcalá con profesores
amigos y simpatizantes. Escrivá ignoraba todavía
cuándo y con qué título eclesiástico
podría tener lugar la ordenación sacerdotal
[Casciaro, Pedro, "Soñad y os quedaréis
cortos", Rialp, Madrid, 1994, pp. 192-193] pero había
conseguido poner en marcha la operación para obtener
un nuevo reconocimiento jurídico, gracias a los miembros
especialistas en derecho canónico con que contaba el
Opus Dei.
Cuando el montaje jurídico ya estaba en marcha, una
vez más el fundador recurrió a lo sobrenatural
y la mañana del 14 de febrero de 1943, día de
san Valentín y también de los enamorados, mientras
celebraba la misa en el primer centro de mujeres de la calle
Jorge Manrique afirmó haber tenido una iluminación
divina, dibujando al acabar la misa el sello de la Obra en
una hoja de su agenda. Después se fue a desayunar y
encargó a uno de los miembros arquitectos que dibujara
bien el sello que había trazado poco antes en su agenda
con un compás y tinta china. [Casciaro, Pedro, ob.
cit., p. 193]. El sello surgido de la supuesta inspiración
divina consistía simplemente en una cruz enmarcada
en un círculo, pero donde el travesaño horizontal
de la cruz se situaba bastante arriba de modo que la parte
alta era más bien corta y muy parecida a la que ya
se estaba utilizando en los oratorios y altares de la Obra,
por lo que se convirtió en uno de los símbolos
más importantes del Opus Dei.
Al día siguiente de la iluminación divina Escrivá
fue en coche al chalet de la sierra de Guadarrama, cerca de
Madrid, donde tenía concentrados desde hacía
sólo unos meses a los tres primeros candidatos al sacerdocio.
Para Escrivá la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz
era la solución que había estado buscando durante
mucho tiempo sin encontrarla y que respondía plenamente,
tras la iluminación, a sus sueños y ambiciones.
La inspiración divina, sin embargo, dados los preparativos
que se pusieron en marcha para la ordenación, resultó
algo tardía. Escrivá contó luego, refiriéndose
con medias palabras al extraordinario suceso del sello divino,
que la situación de incertidumbre se resolvió
"después de buscar y no encontrar la solución
jurídica". Un cronista del Opus Dei relata con
ironía que "por una estrecha rendija fue a filtrarse
la luz con la cual Dios, metiéndose de nuevo en su
vida, iluminó a Escrivá el 14 de febrero de
1943" [Estruch, Joan, "Santos
y pillos", Herder, Barcelona, 1993, p. 197]
y, por su parte, un destacado miembro que formaba parte del
equipo asesor de canonistas de Escrivá llega a reconocer
que la fecha del 13 de febrero de 1943 y no el 14 es "una
de las efemérides fundacionales" en el Opus Dei.
[Varios Autores, "El itinerario jurídico del
Opus Dei", EUNSA, Pamplona, 1989, p. 136, nota 69].
Con la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, a cuyo título
se ordenarían los nuevos sacerdotes del Opus Dei y
que formaría parte integrante e inseparable de la Obra
en una rara mezcolanza jurídica que chocaba a algunos
canonistas, se hacía posible la ordenación sacerdotal
de los primeros miembros del Opus Dei que podrían asistir
espiritualmente al resto de los seguidores de Escrivá
y atender las actividades apostólicas promovidas por
ellos. [Casciaro, Pedro, ob. cit., p. 193].
Contando con el apoyo incondicional del obispo de Madrid-Alcalá
y de otros eclesiásticos madrileños amigos suyos
Escrivá preparó el terreno del reconocimiento
jurídico para la Sociedad Sacerdotal en la Congregación
de Religiosos, el organismo de tutela en el Vaticano, tras
haber enviado a Álvaro Portillo desde Madrid y por
medio también de otros dos miembros del Opus Dei que
residían desde 1942 en Roma. Después de haber
realizado el sondeo de la curia vaticana para que no hubiera
objeciones, Escrivá se dirigió oficialmente
el 13 de junio de 1943 al obispo Eijo Garay para que el Opus
Dei fuera erigido como Asociación de Fieles que viven
en común sin votos públicos, conforme al canon
673 y siguientes del Código de Derecho Canónico.
Escrivá en la solicitud pedía en sustancia lo
siguiente: "Rogamos que Vuestra Eminencia se digne a
erigir a la misma Pía Unión, como Asociación
de Fieles de derecho diocesano, observadas cuidadosamente
las normas establecidas por el Código de Derecho Canónico,
dando como nombre a esta Asociación el de Sociedad
Sacerdotal de la Santa Cruz, sujeta a unas reglas de las cuales
remitimos a Vuestra Eminencia las líneas generales".
Firmaba la solicitud Escrivá "en mi nombre y el
de todos y cada uno de mis compañeros, besando vuestro
anillo pastoral y pidiendo vuestra paternal bendición
auspiciadora de todos los bienes".
La Congregación de Religiosos había enviado
desde Roma una respuesta aprobatoria, primero en forma de
telegrama para responder con urgencia y más tarde a
través de un documento con fecha 11 de octubre de 1943
en donde se concedía el "nihil obstat" del
Vaticano. No se sabe si el retraso fue porque Italia estaba
en guerra o porque Escrivá se atrevió a presentar
para su aprobación como Sociedad de vida en común
tan sólo un extracto de las constituciones secretas
del Opus Dei que llamó "lineamenta generali"
y que no mostraba la verdadera dimensión oculta de
la Obra.
Cuando se enteró Escrivá del contenido del
telegrama lo hizo saber rápidamente a sus seguidores,
comentando agresivamente en su defensa: "Ahora os digo
que, mientras algunos por ahí -yo los perdono y les
quiero- habían asegurado que los obispos habían
quitado las licencias ministeriales a este pecador, ha llegado
de Roma un telegrama dirigido al obispo, anunciando que el
Santo Padre ha dado el "nihil obstat" a la Obra
y que nos bendice de todo corazón". [Varios
Autores, "El Itinerario jurídico del Opus Dei",
EUNSA, Pamplona, 1989, p. 130]. Y posteriormente, en otra
ocasión, se refirió a "cómo nos
había guiado el Señor, en 1943, haciendo que
diéramos unos pasos que han sido providenciales, para
arropar a la Obra, criatura nueva, con unas aprobaciones eclesiásticas
"in scriptis" necesarias para la ordenación
de nuestros sacerdotes, y para evitar que la maledicencia,
con que algunos se ensañaban contra el Opus Dei, hiciera
daño a nuestro camino. [Escrivá de Balaguer,
Josemaría, Carta del 25 enero 1961, en Varios Autores,
"El itinerario jurídico del Opus Dei", EUNSA,
Pamplona, 1989, p. 136].
Finalmente el obispo de Madrid-Alcalá firmó
el decreto de erección en la diócesis de la
Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como nueva sociedad de
derecho diocesano el 8 de diciembre de 1943. De entrada, con
la frase "hace quince años..." con la cual
comenzaba el decreto, Eijo Garay hacía remontar otra
vez el nacimiento del Opus Dei a 1928, como si fuera un hecho
histórico adquirido que no admitía duda ni discusión
posible. El obispo Eijo Garay señalaba también
que el Opus Dei "respondía perfectamente a las
urgentísimas necesidades de nuestros tiempos y de nuestra
Patria. Pues todos dicen que la subversión de España
ha de atribuirse en gran parte a la deserción por parte
de los intelectuales de la doctrina y preceptos de Cristo,
dado que pervirtieron durante muchos lustros con doctrinas
disolventes a la juventud universitaria". También
reconocía que en el Opus Dei "el objetivo, la
constitución y el método de acción no
podía caber por más tiempo en los límites
de una simple Asociación, sino que exigía una
más amplia y simple razón de verdadera Sociedad
Eclesiástica legítimamente erigida y constituida
(...)" y que "a la hasta ahora alabada Pía
Asociación, aprobada ya por Nosotros como tal, erigimos
como verdadera Sociedad de derecho diocesano y la constituimos
bajo el nombre de Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz (...)
Esta Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz está plenamente
subordinada a Nosotros y a Nuestros Sucesores...".
No está de más detenerse en el obispo de Madrid-Alcalá,
un conspicuo personaje que firmó el decreto aprobatorio
con las anteriores palabras y que desempeñó
un papel decisivo, como él mismo reconoce, durante
la posguerra en el lanzamiento y la promoción legal
del Opus Dei. Obispo desde los tiempos de la República,
nunca alcanzó a ser arzobispo como ambicionaba ni ascendió
al cardenalato por una negativa constante por parte del Vaticano.
Más franquista que Franco, fue director del Instituto
de España, procurador y consejero del Reino, además
de presidente de la Comisión de Educación de
las Cortes franquistas y asesor de educación religiosa
y moral del Frente de Juventudes, la organización juvenil
de la Falange. Con su muerte, acaecida en 1963, perdió
la dictadura uno de sus prelados más señeros,
el fascismo clerical un destacado ideólogo y el Opus
Dei un gran apoyo como "padrino" para su causa.
Con el decreto del obispo de Madrid-Alcalá se reconocía
la tercera de las fundaciones del Opus Dei que significaba
un hecho importantísimo en la evolución histórica
de la Obra. Lo más importante ya estaba conseguido.
Por fin Escrivá había logrado, gracias a un
estatuto jurídico de lo más ambiguo, el esquema
y el perfil de la Obra de Dios con tres secciones, sacerdotes,
hombres y mujeres. Interesa pues destacado, ya que al adquirir
el Opus Dei entre 1943 y 1944 la dimensión sacerdotal,
completando el esquema de las tres funciones, la nueva milicia
de la Iglesia tenía por fuerza que sobrevivir del resto
de las organizaciones católicas españolas de
la posguerra. [Dumézil, Georges, "Idéologie
tripartite des Indo-Européens", Latomus, Bruselas,
1958].
El decreto, sin embargo, podía resultar papel mojado,
porque los tres miembros del Opus Dei aspirantes al sacerdocio
llevaban sólo unos meses de estudio y la carrera eclesiástica
duraba años. Pero aquello tampoco representó
ningún obstáculo para el Opus Dei ya que al
cabo de seis meses, el 25 de junio de 1944, tuvo lugar la
ordenación de los tres primeros sacerdotes del Opus
Dei que iban a ayudar a Escrivá en su tarea. La clave
de semejante celeridad se encontraba en el obispo de Madrid-Alcalá
y en la habilidad de Escrivá para escoger a los profesores
entre amigos del obispo y destacados eclesiásticos
de la curia diocesana, que no tuvieron inconveniente alguno
en la realización de exámenes muy complacientes
y de cursos abreviados superacelerados. Tuvieron las clases
en la casa central del Opus Dei de la calle Diego de León
y también allí se examinaron ante un tribunal
formado por tres de los mismos profesores que les habían
dado clases y eran eclesiásticos amigos de Escrivá,
entre los que destacaba fray José López Ortiz,
vinculado a la Obra a través del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas y llamado familiarmente
"el tío José" por los miembros del
Opus Dei. Como no podían estudiar como debían
en el ambiente agitado de la casa de Diego de León,
donde vivían hacinados junto con la familia Escrivá,
antes de los exámenes se concentraron en las cercanías
de Madrid, en un chalet de la sierra de Guadarrama, en El
Escorial o alquilando unos cuartos en El Encantiño,
una pensión cerca de Torrelodones. Durante el mes de
mayo de 1944 consiguieron dar un acelerón tremendo.
El día 20 tuvo lugar la ceremonia de la tonsura en
la capilla del obispado de Madrid. Los días 21 y 23
recibieron las órdenes menores, y el subdiaconado -que
era la primera de las órdenes mayores- el día
28 de mayo. A la semana siguiente, el día 3 de junio,
los tres miembros del Opus Dei fueron ordenados diáconos
y el 25 de junio, delante del obispo Eijo Garay en la capilla
del obispado tuvo lugar la ordenación sacerdotal y
primeras misas de los tres nuevos sacerdotes del Opus Dei,
siendo recibidos ese mismo día en audiencia por el
nuncio del Vaticano en España. En el plazo de un mes,
lo que se dice en un santiamén, los tres primeros sacerdotes
de la Obra habían logrado abreviar también hasta
los largos plazos del ceremonial que eran preceptivos en la
carrera eclesiástica.
La Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz se había puesto
en marcha y, como entonces señaló un eclesiástico
amigo en una publicación religiosa de la época,
si "el Opus Dei se compone de ingenieros y profesores
y arquitectos y químicos y abogados (...) de entre
ellos necesariamente han de salir los sacerdotes que los atiendan
con eficacia en su formación profesional". El
articulista no insistía excesivamente sobre el carácter
sacerdotal de la Obra, pero miraba con simpatía lo
que era el Opus Dei en ese tiempo y los proyectos que alimentaba
Escrivá para un próximo futuro. El Opus Dei
era entonces "un grupo de jóvenes de vida intelectual
bajo la dirección de un sacerdote, también intelectual
(...") [Sagarminaga, Ángel, Revista "Illuminare",
Madrid, enero-marzo 1945].
La tercera fundación había tenido lugar en
1943 y se puso en marcha en 1944 con la presencia plural de
sacerdotes dentro de la Obra. Escrivá ya no se encontraba
solo y contaba con otros tres colegas sacerdotes más
jóvenes para atender las necesidades espirituales internas
de la Obra, pero con la particularidad que eran a su vez hijos
suyos, pues él era "el Padre". Con esta fundación
sacerdotal se clericalizaba toda la Obra, consagrando jurídicamente
una organización piramidal donde él como fundador,
junto con la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, tomaba
las riendas absolutas del poder en el Opus Dei. La nueva milicia
de la Iglesia iba a adquirir a partir de entonces una orientación
más secreta y tecnocrática, donde emergía
la figura eclesiástica de Escrivá como pináculo
de un edificio controlado por jóvenes y ambiciosos
ingenieros dedicados por entero y sin escrúpulos de
ningún tipo al funcionamiento como fuese de la organización
mesiánica en la que militaban. Gracias al Opus Dei,
el ingeniero se elevaba a la dignidad de levadura de la sociedad
y el bagaje profesional de una carrera de ingeniería
iba a dirigirse principalmente a la manipulación de
seres humanos, y los trabajos de construir máquinas
y de hacerlas funcionar se iba a volcar en modelar militantes
y en asegurar el perfecto funcionamiento de la organización,
desde el aprovechamiento integral de los recursos de los primeros
miembros hasta la compleja técnica de las sociedades
anónimas de pantalla. De los tres primeros en ordenarse
como sacerdotes, el que era arquitecto se dedicó principalmente
al cuidado de la sección femenina, y los otros dos,
que eran ingenieros, uno a las cuestiones financieras junto
a Escrivá y el otro, Álvaro Portillo, se convirtió
en la pálida copia del fundador, su lugarteniente y
"alter ego" discreto, pero sin la brillantez y la
facundia que desplegaba Escrivá. Como secretario general
del Opus Dei, Portillo fue a partir de 1944 el "factotum"
de Escrivá y su confesor con la característica
particularísima de que rezaba hasta las penitencias
que él mismo le imponía en la confesión.
Si en la primera promoción de 1944 fueron tres los
miembros del Opus Dei ordenados sacerdotes, en la segunda
promoción de 1946 fueron seis. La tercera remesa de
sacerdotes se ordenó dos años más tarde
en 1948 y en la cuarta promoción de 1951 se elevó
a doce el número de nuevos sacerdotes ordenados por
el Opus Dei. y fue entre la primera y segunda promoción
de curas surgidos de dentro del Opus Dei en 1945 cuando aparecieron
los primeros escritos públicos sobre la nueva fundación
en revistas católicas de escasa circulación,
y estos primeros comentarios aparecidos en la prensa confesional
eran favorables al Opus Dei. ["Catolicismo",
revista mensual de misiones, enero 1945; Illuminare, primer
trimestre 1945; "Ecclesia", 23 junio 1945; Signo,
9 junio 1945].
Poco después de la ordenación apresurada de
los tres primeros sacerdotes, Escrivá dirigió
una carta a los miembros del Opus Dei en los siguientes términos:
"Ahora sí que podemos decir que el Señor
nos ha dado su maná y su agua para calmar nuestra hambre
y nuestra sed. Porque ha sido providencia muy particular de
nuestro Padre Dios que hayáis recibido la formación
espiritual necesaria, para vuestras almas sacerdotales, con
un celo y una oración que hace que se os puedan aplicar
aquellas palabras del Eclesiástico (50.9): porque sois
como fuego resplandeciente y como incienso que arde en el
fuego. Muchas sinceras congratulaciones he recibido del personal
de todos los ambientes por la primera ordenación de
vuestros hermanos, que han llegado al sacerdocio después
de vivir por su vocación al Opus Dei las virtudes sacerdotales,
como todos vosotros, y de estudiar sin prisa, profundamente
y con profesorado escogido, la ciencia eclesiástica".
Junto con el alborozo personal de Escrivá, el testimonio
que aportaba la carta era una prueba evidente del carácter
indudable de organización clerical que comenzó
entonces a presentar el Opus Dei y que así ha seguido
ofreciéndose hasta nuestros días.
Con tantas prisas, el proyecto de Escrivá significaba
un retroceso religioso hasta en su concepción de Dios.
En sus orígenes, la figura de Dios no estaba relacionada
con la bondad, sino con el poder. Posteriormente, que Dios
se hiciera "bueno" fue un gran progreso. [Eliade,
Mircea y Couliano, Joan P., "Diccionario de las religiones",
Paidós, Barcelona, 1992, p. 123]. El fundador del
Opus Dei, sin embargo, se mantuvo firme, al igual que la ideología
del fascismo clerical, en la visión de un Dios de poder,
muy temible y que infunde asombro y miedo, y en esa perspectiva
el Opus Dei se mantendría a ultranza hasta nuestros
días.
El Opus Dei, después de haber conseguido con rapidez
en el Vaticano el decreto de alabanza como Instituto Secular
en 1947 [Ynfante, Jesús, "Opus Dei", Grijalbo
Mondadori, Barcelona, 1996, pp. 144 y ss.] llegó
a ampliar entonces su estructura con las categorías
de miembros supernumerarios y cooperadores. Si los numerarios
formaban el "Estado Mayor de Cristo"y eran los miembros
incorporados con carácter fijo y con plenas responsabilidades
al conjunto que componía el Opus Dei, los supernumerarios
formaban la "clase de tropa" y eran miembros considerados
como una situación análoga a la de excedencia,
es decir, que excedían o estaban fuera del número
señalado o establecido como principal. Y si el término
"numerario" tenía origen universitario, la
raíz y causa del término "supernumerario"
estaba en el ejército español. La categoría
de supernumerario, que ya existía anteriormente y estaba
dirigida hacia la gente casada, quedó más perfilada
a partir de entonces y fueron obligados al pago de la limosna,
a cumplir las normas de los retiros y las prácticas
espirituales, además de tener que observar los tres
votos de obediencia, castidad y pobreza, de forma compatible
con su estado. La fórmula de adhesión como supernumerarios
en ambas ramas de la Obra, dirigida tanto a mujeres como a
hombres, se extendió también a los sacerdotes
diocesanos dentro de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz,
por lo que hasta los curas de pueblo podían ser miembros
del Opus Dei y permanecer en su puesto, sin abandonar la obediencia
al obispo y la incardinación obligatoria en una diócesis.
Finalmente, la gran movilización de personas y capitales
al servicio de la Obra con la que soñaba Escrivá,
para influir en la economía y la política mundiales,
se completaría con la creación de una cuarta
categoría de miembros, los socios cooperadores, que
podían ser incluso de otras religiones o no creyentes,
pero que estaban obligados a ayudar a la Obra con su propio
trabajo y con limosnas o donaciones.
El ciclo fundacional parecía terminado. La primera
fundación, la sección de varones, tuvo lugar
entre 1935 y 1936; la segunda fundación, la sección
de mujeres, entre 1941 y 1942; la tercera fundación,
la sección de sacerdotes, entre 1943 y 1944; la cuarta
fundación, la sección de supernumerarios, formada
en su mayoría por hombres y mujeres casados, además
de la sección de cooperadores que podían ser
no creyentes o de otras religiones, tuvo lugar entre 1947
y 1948. A partir de entonces, la Obra de Dios iba a presentar
su fisonomía definitiva. Hubo, sin embargo, algunos
retoques posteriores de fachada, como la sustitución
de los nombres de oblata y oblatos por los de agregadas y
agregados o el de numerarias sirvientes por numerarias auxiliares,
pero la estructura general iba a permanecer desde entonces
sin cambios fundacionales hasta el siglo XXI.
Podían pertenecer al Opus Dei como miembros supernumerarios
todos aquellos hombres y mujeres, casados y también
solteros, que querían cooperar a los fines de la Obra
y estaban movidos, en principio, por una vocación apostólica
y un deseo de perfección. Así, los supernumerarios
se consagrarían parcialmente al servicio de la Obra
y como medios propios de santificación y apostolado
aportarían sus propios deberes y ocupaciones familiares,
profesionales y sociales. Ciertos miembros supernumerarios,
en algunos casos, se obligaban especialmente "con espíritu
de obediencia filial" a Escrivá, sobre todo cuando
recaían en sus espaldas graves responsabilidades económicas
señaladas por la dirección del Opus Dei.
Los supernumerarios debían permanecer en su propia
ciudad y familia, formando grupos de diez a cuyo frente se
colocaba un miembro numerario y uno de sus trabajos apostólicos
solía consistir en promover y celebrar reuniones periódicas
con personas pertenecientes a la propia profesión o
ámbito social, para difundir entre ellos lo que se
denominaba dentro del Opus Dei la "ortodoxia de la doctrina
de la Iglesia católica" y el "espíritu
de la Obra". A los supernumerarios se les recomendaba
asimismo introducirse en asociaciones civiles, profesionales
y de cualquier tipo relacionadas con su actividad social.
Por su parte, los sacerdotes y supernumerarios miembros de
la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz serían organizados
y ordenados en grupos de diez como entre oblatos y supernumerarios
del Opus Dei, pero su situación jurídica resultaba
tan confusa, por causa de la doble obediencia, que en 1948
Escrivá en sus maquinaciones llegó hasta tantear
a algunos cardenales de su misma cuerda ideológica
en el Vaticano, consultándoles sobre la posibilidad
de abandonar incluso la presidencia del Opus Dei y su puesto
de fundador para dedicarse a una nueva fundación dirigida
exclusivamente a los sacerdotes diocesanos.
Si los sacerdotes diocesanos representaron jurídicamente
un escollo insalvable, las familias numerosas españolas,
sobre todo las que ya militaban en Acción Católica,
comenzaron a ingresar en manada dentro del Opus Dei a partir
de 1948, cuando se presentaba la Obra como el más moderno
y el primero de los Institutos Seculares y que había
sido aprobado muy recientemente como tal por el Vaticano [Ynfante,
Jesús, ob. cit., pp. 148-149]. Antimaltusianos
sistemáticos, los miembros del Opus Dei se dedicaron
principalmente a la captación de las familias de la
burguesía española que tenían por lo
general una productividad filial aterradora y de las que se
sospechaba que practicaban el método Ogino pero al
revés, como si trataran de repoblar la dictadura de
Franco con gérmenes católicos asegurados a todo
riesgo contra las contaminaciones políticamente liberales
y religiosamente heterodoxas.
Para formalizar las primeras adhesiones de miembros supernumerarios,
el Opus Dei celebró en septiembre de 1948 una concentración
con más de una quincena de simpatizantes en el centro
de retiros espirituales de Molino Viejo, cerca de Segovia.
Allí estuvieron hombres que Escrivá había
conocido años atrás, antes o durante la guerra
civil española. También estuvieron presentes
algunos personajes que serían posteriormente importantes
en la política y en las finanzas bajo la dictadura
de Franco. En la cuarta fundación entre 1947 y 1948
se manifestaron de nuevo las ambiciones de Escrivá,
pues los miembros supernumerarios ayudados por los miembros
numerarios iban a constituir la base económica que
estaba necesitando para que triunfara el Opus Dei.
Los años fundacionales del Opus Dei se reparten aproximadamente
en cuatro lustros, cada uno de ellos con un significado y
una vivencia determinada. Si desde 1927 a 1931 fueron cinco
años de preparación y de vida oscura; desde
1931 a 1940, vieron el calvario de la guerra y la posguerra.
Fue entonces, a partir de 1940, tras el afianzamiento personal
de su fundador y de la gestación del proyecto, cuando
comenzó a funcionar verdaderamente la rama masculina
del Opus Dei y cuando puede decirse que se perfilaron las
restantes fundaciones, proceso que duraría hasta 1950,
aunque de hecho no se detendría ni un cuarto de siglo
más tarde con la muerte de Escrivá.
La aprobación como primer Instituto Secular constituyó
un fuerte estímulo adicional para el Opus Dei, provocando
un boom en las captaciones de miembros, como puede observarse
analizando las admisiones. Si en 1941 había sólo
cincuenta miembros, dos años más tarde, en 1943
el número se había duplicado, llegando a cien.
El reclutamiento de miembros seguía siendo fundamentalmente
universitario, alcanzando en 1946 la cifra de 270 miembros,
de los cuales 240 eran varones, diez sacerdotes entre ellos,
más 30 mujeres en la sección femenina.
El boom se inició entre 1947 y 1950 cuando el crecimiento
de miembros del Opus Dei fue superior a 2.000 personas, de
las cuales la mayor parte pasaron a ser asociados supernumerarios
y supernumerarias, es decir, gente en su mayoría casada
y con hijos. En los primeros meses de 1950, la cifra oficial
de admitidos en el Opus Dei se elevó a 2.954 miembros,
de los cuales 2.404 pertenecían a la sección
de varones y 550 a la sección femenina. Cerca de 2.000
dentro de la sección de varones eran militantes españoles
y 260 miembros había en Portugal. Por otra parte, México
e Italia, los dos países donde el Opus había
tenido más éxito tenían aproximadamente
un centenar de miembros cada uno. Lo más importante
de la cifra considerable de 2.000 militantes españoles
era la adhesión masiva en la categoría de asociado
supernumerario. El Opus Dei aprovechó, sobre todo a
partir de marzo de 1948, un documento del Vaticano, "motu
proprio Primo Feliciter", donde se recomendaba "con
paternal afecto" a los directores y consiliarios de la
Acción Católica y de las otras asociaciones
de fieles que prestasen su ayuda a los Institutos Seculares,
especialmente al Opus Dei, por ser organismos "verdaderamente
providenciales y que utilicen gustosamente sus servicios...".
El Opus Dei hizo una utilización abusiva de este texto
pontificio, aumentando sin ningún tipo de reparos el
número de miembros, cuando en la Sociedad Sacerdotal
de la Santa Cruz, a quien correspondía realmente el
estatuto jurídico de Instituto Secular, se hallaban
en 1950 tan sólo 23 sacerdotes y el doble, otros 46
miembros de la Obra, estaban preparándose en teoría,
según los deseos de Escrivá, para ser ordenados
sacerdotes y de entre ellos once se encontraban realmente
en la fase final preparatoria de su ordenación en Roma
junto al fundador.
Tras el obligado período de observación canónica
de tres años tuvo lugar, en 1950, la aprobación
definitiva de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz como
Instituto Secular. El decreto de aprobación, que comenzaba
con las palabras "Primum Inter.", es decir, "el
primero entre", fue oficialmente confirmado por el Vaticano
el 28 de junio de 1950.
Entre tanto, Escrivá no había perdido el tiempo
y había solicitado en marzo de 1948, obteniéndolo
del Vaticano, que pudiera incluirse la frase "con nombre
abreviado, Opus Dei" en el artículo primero de
las constituciones secretas que él había tenido
que entregar obligatoriamente en el Vaticano, con lo que resultaba
"... Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz y Opus DeI".
El hecho de incluir la denominación Opus Dei revela
las intenciones de Escrivá de hacer extensivo el estatuto
jurídico de Instituto Secular, que obtuvo fácilmente
en 1947 como Sociedad Sacerdotal, a toda la estructura de
la Obra de Dios, aunque sólo fuera nominalmente.
La aprobación de las constituciones tenía mucha
importancia, porque era la primera vez, según Escrivá,
que sucedía en la Iglesia y en vida del propio fundador
de una institución, y también porque habían
sido aprobadas por la Iglesia de Roma definitivamente como
"santas, perpetuas e inviolables". Las constituciones
eran el código secreto que regulaba la vida interna
del Opus Dei. Editado con tapas rojas y el formato de un cuaderno
de escuela fue impreso por primera vez en 1950. Compuesto
de 479 normas y escrito en latín, la norma 194 prohibía
expresamente traducido a otras lenguas: "Estas Constituciones,
las instrucciones publicadas y las que puedan en lo futuro
publicarse, así como los demás documentos, no
han de divulgarse; más aún, sin licencia del
Padre [Escrivá] , aquellos de dichos documentos que
estuvieren escritos en lengua latina ni siquiera han de traducirse
a las lenguas vulgares."
Sin embargo, las constituciones secretas del Opus Dei fueron
publicadas en 1970 como apéndice en un libro titulado
"La prodigiosa aventura del Opus Dei: génesis
y desarrollo de la Santa Mafia", escrito por el mismo
autor de esta biografía y que fue editado en París
pero en castellano. El traductor fue Agustín García
Calvo, catedrático de Filología latina entonces
exiliado, quien señalaba en nota introductoria que
"la fatiga de verter de vil latín en castellano
estas constituciones se ha visto agravada por la interminable
puerilidad que, como el curioso lector verá, la informa
de cabo a rabo. Nos consolamos en parte pensando que ello
pueda al menos servir justamente para evidenciar ese hecho,
ya ejemplificado en casos como el del nazismo, el Ku Klux
Klan y otras organizaciones autoritarias y tremebundas: que
la infantilidad de las estructuras mentales, propia de los
reglamentos que gustan de darse los niños o jovenzuelos
que se organizan en gangs o bandas de guardias o -también,
ay- de ladrones, no sólo es perfectamente compatible
con un gran éxito social, acumulación de gran
poder y práctica de la opresión más temible
y aun sanguinaria, sino que incluso hay entre ambas cosas
una relación más profunda y digna de investigación;
medite el piadoso lector en las consecuencias que de tal observación
derivan respecto a la naturaleza humana, sin desalentarse
demasiado sin embargo, recordando que tal vez hay también
de otras cosas en la viña del Señor".
La nota del traductor también indicaba: "En cuanto
a la traducción, aparte de muy escasos lugares que
por la imperfección de nuestra copia hemos debido suplir
sin mayores problemas, es de advertir únicamente que,
estando el original escrito en un latín que, ya dentro
de la barbarie burocrática del latín eclesiástico,
parece especialmente hórrido y torpe, salpicado incluso
de algunas faltas gramaticales, ha sido imposible por razones
obvias reproducir en la versión esas barbaries de la
gramática y el estilo; y confiamos en que ese beneficio
que, muy a nuestro pesar, hemos tenido que hacerle al producto
sea la sola infidelidad notable de esta traducción,
que gozosamente y para la liberación de Dios se publica
en contra de la norma núm. 193 de las presentes constituciones".
El texto integral de las constituciones secretas del Opus
Dei no sólo sería desconocido por los mismos
miembros de la Obra, sino incluso por los obispos de las diócesis
donde actuaba el Opus Dei; además el texto "autógrafo"
de las constituciones del Opus Dei depositado en el archivo
de la Congregación de Religiosos en Roma desapareció
un poco más tarde inexplicablemente. De modo paciente
y maquiavélico el Opus Dei obtuvo además el
privilegio exclusivo de no entregar el texto íntegro
de las constituciones a los obispos de las diócesis
donde residían, pudiendo ofrecerles sólo un
pequeño resumen que contenían 26 de las 479
normas del documento secreto, pero en dicho resumen se ocultaba
lo más interesante, es decir, las reglas claves de
la vida interna de la Obra, que permanecieron secretas, como
si no existieran, por lo menos hasta 1970.
El halo de misterio en el que envolvía el Opus Dei
sus actividades puede explicar esta preocupación fundamental
para preservar el secreto de tan misteriosas constituciones;
aunque la mejor explicación residía en los propios
fines originales de la Obra, una organización católica
dispuesta a captar prioritariamente tanto intelectuales como
personajes, ocupando puestos directivos de la sociedad y cuyos
objetivos inconfesables consistían en introducirse
en las instituciones civiles para transformarlas desde dentro,
trabajando preferentemente con los medios y ayudas del Estado;
lo cual les obligaba a observar la mayor discreción
para no despertar sospechas y a mantener también secretas
sus constituciones. Existe, sin embargo, otra razón
más poderosa para que el Opus Dei sea intrínsecamente
una organización tan amante del secreto y ésta
reside en su propia naturaleza de organización impenetrable.
El manto de secreto que envuelve la mayoría de las
actividades del Opus Dei comienza con el "espíritu
de la Obra" cuyo desvelamiento es lento y progresivo,
por etapas, siendo la jerarquía desde dentro la que
señala y preserva celosamente ese secreto.
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