EL MUNDO SECRETO DEL OPUS DEI. Michael Walsh
Capítulo IX.
LA APOTEOSIS DEL FUNDADOR
En su libro "Cults, New Religions and Religious Creativity"
("Cultos, nuevas religiones y creatividad religiosa"),
Geoffrey Nelson comenta:
«Muchos líderes religiosos atraen a muchos
seguidores y forman una organización a través
de la cual sus experiencias pueden ser trasmitidas a generaciones
futuras, pero la experiencia trasmitida deja de tener poder
transformador alguno para los individuos que la reciben.
La organización crece y llega a dominar las vidas
de poblaciones enteras debido al poder que el «mensaje»
da a los líderes sacerdotes) sobre las vidas de sus
seguidores. El control que tienen estos «sacerdotes»
les permite que la masa del pueblo se cuestione la autenticidad
del «mensaje», y les permite perseguir a los
que observan que los beneficios del contacto con Dios sólo
pueden obtenerse a través de la experiencia personal».
Se puede dudar poco sobre el magnetismo personal de Escrivá
de Balaguer y su «carisma», por utilizar esta
palabra de la que tanto se abusa. Tampoco existe duda alguna
de que la gente le seguía y de que él proporcionó
una forma de guía espiritual que necesitaban en aquel
momento. A algunos de los que han dejado el Opus Dei les gustaría
creer que el sendero que han tomado ahora es una traición
a su intuición esecial, que él nunca quiso que
la organización secreta, algo siniestra, y sumamente
reglamentaria y manipuldora en que se ha convertido.
Una nueva colección de aforismos suyos, sacados de
notas que Escrivá apuntó a través de
los años en cuadernos, fue publicada bajo el título
de Forja, parecería probar lo contrario. El Opus se
ha convertido exactamente en lo que queríaa su fundador.
El aforismo 466 dice:
«Los enemigos de Dios y de su Iglesia, manipulados
por el odio incansable del demonio, son implacables en sus
actividades y organización.
»Con «ejemplar» constancia preparan a
sus cuadros, dirigen escuelas, nombran líderes y
organizan agitadores. De forma clandestina pero muy
efectiva propagan sus ideas y siembran, en hogares
y lugares de trabajo, una semilla destructora de cualquier
ideología religiosa.
«¿Qué hay que nosotros, cristianos,
no estuviéramos dispuestos a hacer para servir a
nuestro Dios, desde luego, siempre con la verdad?»
La respuesta clara es utilizar los mismos métodos
que «los enemigos de Dios y de su Iglesia aunquedesde
luego siempre con la verdad». Se adapta perfectamente
al Opus.
La imagen que de Escrivá se proyectaba iba bien tanto
a suvanidad como a la necesidad de sus seguidores de creer
que el hombre a quien ellos seguían y la organización
a la que se habían unido eran algo fuera de lo corriente.
Esto era muy evidente en las visitas de exhibición
hechas a varios países, especialmente en los últimos
años de su vida. Se reunía a grandes muchedumbres
de fieles en estadios o en centros de conferencia. Era saludado
en todas partes con extasiados aplausos. Hablaba. Las masas
le respondían con entusiasmo y él se encaminaba
al triunfo siguiente. Se recogían sus frases más
banalesy, como se ha visto con el consejo que le dio a Vázquez
(ver pág. 21), se las consideraba como si fueran de
gran sabiduría. Bernal las refiere fielmente y tantas
otras más "obiter dicta" que uno empieza
a preguntarse si el fundador era seguido a todas partes por
un discípulo con una grabadora. Muchos de los encuentros
se grababan en vídeo para la posteridad, y se colocaban
cuidadosamente a los que hacían preguntas en la audiencia
para permitir que el fundador diera, en apariencia, consejo
espiritual espontáneo.
En la extraordinaria campaña para presentar a Escrivá
de Balaguer como a una figura heroica, Vázquez llama
la atención sobre los honores académicos que
obtuvo. Por su conocimiento tanto de leyes como de teología,
afirma, Escrivá de Balaguer se convirtió en
miembro de la Pontificia Academia de Teología y en
Consultor (es decir, consejero) de la Sagrada Congregación
de Seminarios y Universidades. Dos años más
tarde fue nombrado para la Comisión Pontificia para
la Auténtica Interpretación del Derecho Canónico.
Posteriormente, también se convirtió en Gran
Canciller de las Universidades de Navarra y de Piura en Perú.
Sin embargo, éstos son todos a modo de honores, más
que señales de respeto por el profundo conocimiento
de Escrivá. Las dos universidades citadas son, por
supuesto, instituciones del mismo Opus. Por contraste, el
enorme volumen celebrando el cincuentenario de la fundación
del Opus, "Monseñor Josémaría Escrivá
de Balaguer y el Opus Dei", publicado por la facultad
de Teología de la Universidad de Navarra no tiene un
solo artículo sobre «Monseñor Escrivá:
teólogo» ni nada parecido, aunque se mencionan
sus «enseñanzas». El artículo de
L. F. Mateo-Seco, «Obras de Monseñor Escrivá
de Balaguer y estudios sobre el Opus Dei» contiene treinta
páginas dedicadas a las obras y el doble a los estudios
sobre el Opus Dei. Las treinta páginas son, no obstante,
muy reveladoras. Sus escritos publicados son pocos, y principalmente
espirituales. Entre los «escritos» Mateo-Seco
incluye entrevistas que concedió y que fueron recogidas
y publicadas por sus devotos. «Escritos eruditos y académicos»
consisten en "La Abadesa de las Huelgas" (primero
publicado en 1944, pero luego reproducido por una editorial
del Opus Dei en Madrid una década después y
muy revisado por los eruditos del Opus Dei) y conferencias,
a menudo con ocasión de recibir doctorados honorarios
o bien otorgándolos, en su capacidad de Gran Canciller.
«Evidentemente subraya Mateo-Seco monseñor
Escrivá de Balaguer empleó sus mejores esfuerzos
en tareas muy distintas a las de escribir monografías
sobre historias, derecho o teología.» Totalmente
evidente.
Para compensar la falta de publicaciones, los hagiógrafos
del Opus Dei se extienden morosamente en el número
de ediciones de las obras de Escrivá en distintos idiomas.
Camino, por ejemplo, según el mismo artículo,
ha aparecido en treinta y seis ediciones en español
y ha sido traducido a no menos de treinta y cinco idiomas,
sumando 189 ediciones en total. Uno se ve obligado a preguntarse
por qué. ¿Por qué ha aparecido en esperanto,
por ejemplo? ¿Quién se ha beneficiado de las
traducciones al albanés o al amhárico? (Idioma
de Etiopía). El "Santo Rosario" no ha ido
tan bien, pero Mateo-Seco se sigue deleitando en decirnos
que ha habido hasta ahora 63 ediciones en catorce idiomas
distintos, y "Via Crucis", en 19 ediciones en ocho
idiomas, etc. No se preocupe por la calidad, como ellos dicen,
palpe la cantidad.
Uno de los esfuerzos más extravagantes para presentar
a Escrivá de Balaguer como a un hombre de gran sabiduría
y discernimiento es la Biblia Navarra, de la cual han aparecido
dos volúmenes hasta ahora en versión inglesa,
naturalmente, en una editorial del Opus, la Four Courts Press
en Blackrock, Co., Dublín. La idea de una traducción
y comentario a la Biblia «accesible a un amplio número
de lectores», dice el prefacio, fue un «proyecto
encomendado [a la Universidad de Navarra] por el celo apostólico
del fundador de la universidad y primer canciller, monseñor
Josemaría Escrivá de Balaguer».
El comentario cita a muchas autoridades, pero ninguna de ellas
un erudito bíblico contemporáneo de una reputación
reconocida por sus iguales en el campo de la exégesis
bíblica. En lugar de eso hay amplias citas del «magisterium»,
la enseñanza oficial de papas y concilios, y de escritores
cristianos antiguos de gran reputación, como Agustín,
Juan Crisóstomo o Tomás de Aquino. Y de Escrivá.
Es citado al lado de estas lumbreras como si fuera su igual.
Sin que sea sorprendente, quizá, si se debe dar crédito
al sucesor de Escrivá como cabeza del Opus. En la introducción
a "Es Cristo que pasa" (45 ediciones en ocho lenguas)
comenta que en su exposición de las Escrituras el fundador
«ha descubierto nuevas luces, aspectos que habían
permanecido escondidos a lo largo de los siglos».
Aunque se espera de los miembros del Opus, al menos de los
numerarios, que sean instruidos, no es por su saber por lo
que se les conoce principalmente. Es, por supuesto, por la
cuestión de la «afiliación sociopolítica»
del Opus Dei por la que más debate ha habido. La propia
clase de las creencias políticas de Escrivá
no es fácil de definir. Evidentemente, se opuso a los
republicanos españoles en los años treinta,
y abrazó lo que se dio en llamar el nacional-catolicismo
español. Cuando huyó de Madrid se dirigió,
como se ha visto, vía Francia, a los cuarteles de las
fuerzas nacionales de Franco. Su organización se identificaba
con la «reconquista» espiritual que siguió
a la derrota de los republicanos en 1939. Personalmente, sin
embargo, no parece haber sido un seguidor de Franco. Le atraía
mucho más la tradición monárquica carlista
española que Franco, aunque no la abolió, la
postergó durante la mayor parte del período
en que gobernó España.
El carlismo, que Franco consiguió integrar en la Falange,
el único partido permitido mientras fue jefe de Estado,
encontraba su mayor apoyo en la región en la que creció
Escrivá de Balaguer. Sus dos pilares eran una Iglesia
autoritaria en una monarquía autoritaria. Se oponía
a la monarquía constitucional y a la democracia parlamentaria.
Nada de lo escrito por los admiradores de Escrivá ni
por sus críticos se detiene extensamente sobre sus
inclinaciones políticas, dejando aparte su evidente
aborrecimiento a la izquierda, algo difícilmente sorprendente
a la luz de su experiencia en la España de los años
treinta. Pero la tradición carlista se corresponde
bastante bien con las claves que nos ha dejado en Camino y
en todas partes. La tradición monárquica encaja
también con la búsqueda de un título,
porque los títulos de nobleza tienen poca importancia
en una constitución republicana. Y también coincide
con el gusto por la «grandeza» que Escrivá
de Balaguer ostentó durante su vida, a pesar de sus
protestas de humildad.
Quizá fuese una reacción contra la repentina
pobreza en la que se vio sumergida su familia, pero todo lo
que rodeaba a Escrivá de Balaguer, tenía que
ser de alta calidad. Esto era cierto, no sólo para
Escrivá personalmente, sino para todos los miembros
numerarios. Su pobreza no tenía que ser igual a la
de los miembros de las congregaciones religiosas. Escrivá
se tomaba un interés muy personal en la elección
del mobiliario y de los accesorios. Para él, sólo
lo mejor era suficiente. Su capilla privada en la sede del
Opus de Roma en Viale Bruno Buozzi estaba ricamente decorada,
incluso con opulencia. La mostraba con orgullo a los visitantes
importantes.
Estaba constante y quisquillosamente preocupado con detalles
de decoración. Giuseppe Corigliano, un portavoz del
Opus en Roma, le contó a John Thavis del «National
Catholic News Service» que recordaba una vez que un
pequeño cañón decorativo estaba «mal
colocado» en un centro del Opus Dei. «Muchos miembros
habían pasado por delante y, o no se dieron cuenta,
o no lo arreglaron dijo Corigliano. El fundador
llamó a los miembros y les dijo que ignorar un detalle
como aquél significaba que no vivían el amor
de Dios. Algunos lloraron, de tan conmovidos.»
María del Carmen Tapia comentó que todo aquello
con lo que Escrivá de Balanguer comía, o de
lo que comía, tenía que ser de gran calidad.
Los platos eran de la mejor porcelana, los cubiertos de plata.
Según un arzobispo al que llevaron allí a comer
en 1965 durante la última sesión del Concilio
Vaticano, la vajilla era chapada en oro. El arzobispo (aunque
entonces era sólo obispo y recién consagrado)
es un hombre de una considerable conciencia social. Le fue
imposible conciliar los platos de oro con la vida cristiana
que él esperaba en un hombre de tal distinción
en la Iglesia. También le fue imposible comer aquellos
alimentos exquisitamente preparados y perfectamente servidos.
A menudo, lo que llama la atención no es tanto el buen
gusto de Escrivá como su vulgaridad. Durante una visita
a la ciudad brasileña de Sao Paulo (llama la atención
que ni en Bernal ni en Vázquez, cuando hay alguna descripción
de los viajes de Escrivá al Tercer Mundo, que no se
mencione la situación deprimida de tantos millones
de católicos que intentan sobrevivir en condiciones
muy duras), en mayo de 1974, Escrivá de Balaguer se
dirigió a la habitual multitud, reunida en aquella
ocasión en el Palacio de Convenciones, Anhemi Park.
Les dijo a las mujeres allí reunidas:
«Cuando viene el marido del trabajo, de su labor,
de su tarea profesional, que no te encuentre a ti rabiando.
Arréglate, ponte guapa y, cuando pasen los años,
arregla un poquito más la fachada, como se hace con
las (viejas) casas. ¡Él te lo agradece tanto!»
Ni tampoco está siempre presente su famoso buen gusto
en su libro más conocido, Camino. La máxima
367, por ejemplo, dice:
«El manjar más delicado y selecto, si
lo come un cerdo (que así se llama, sin perdón)
se convierte, a lo más, ¡en carne de cerdo!
Seamos ángeles para dignificar las ideas, al asimilarlas.
Cuando menos, seamos hombres: para convertir los alimentos,
siquiera, en músculos nobles y bellos, o quizás
en cerebro potente..., capaz de entender y adorar a Dios.
Pero..., ¡ no seamos bestias, como tantos y tantos!»
Éste, diría yo, difícilmente es el lenguaje
o la sensibilidad de un maestro de la vida espiritual. Así
es, sin embargo, cómo los miembros del Opus desean
retratarle.
El proceso de hacer de Escrivá de Balaguer un santo
había comenzado mucho antes de su muerte: era algo
ante lo que él hacía la vista gorda. Los defectos
que tenía no eran nada fuera de lo corriente, pero
eran difícilmente compatibles con el grado de santidad
necesarios para la canonización. Por ejemplo, era claramente
presumido. Era vanidoso en su apariencia, siempre vistiendo
con mucho esmero. Era vanidoso de sus antecedentes familiares.
Su madre era una sencilla mujer de clase media de Barbastro.
Los retratos que él mandó hacer la presentaban
espléndidamente vestida y, según quienes la
conocieron, estaban totalmente en desacuerdo con su carácter.
Èl mismo, llevó durante un tiempo un solideo,
según Bernal, para compensar su joven apariencia y
para darse un aspecto más adecuado, a sus propios ojos,
a su dignidad como fundador de una organización muy
importante dentro de la Iglesia.
Había algo más que un toque de vanidad en la
forma en que se mantenía distante. Aunque en sus primeros
tiempos en Madrid eligió a los jesuitas como directores
espirituales, más tarde se volvría contra ellos.
Cuando Pedro Arrupe fue elegido General de la Compañía
de Jesús escribió a los directores de todas
las órdenes y congregaciones religiosas de Roma diciéndoles
que le gustaría hacerles una visita fraterna. La respuesta
cortés de todos menos uno fue la misma: eran ellos
quienes deberían visitarle. El único jefe de
una organización religiosa que no respondió
fue Escrivá, como cabeza del Opus Dei. Se afirma que
Arrupe le telefoneó cinco veces. Se le dijo que Escrivá
de Bañaguer no estaba en casa. Según una versión
de la historia, cuando finalmente se encontraron los dos para
almorzar, la conversación fue casi inexistente, aunque
no por falta de que el padre Arrupe lo intentase.
En Bogotá un jesuita español explicó
una historia similar. Aunque él se había unido
a la Compañía, el resto de sus hermanos estaban
más estrechamente relacionados con el Opus Dei que
con los jesuitas. Una hermana y el cuñado visitaron
Roma. Debido a su gran vinculación con el Opus en Colombia
solicitaron, y se les concedió rápidamente,
una entrevista con Escrivá de Balaguer. Les recibió
con considerable cordialidad. El hermano jesuita concertó
un encuentro de su hermana y su marido con el padre Errupe
para el día siguiente. Mientras esperaban hablar con
Arrupe, el jesuita residente en Bogotá se puso a conversar
con el secretario de Arrupe, un sacerdote jesuita. Se comentó
que el día anterior los tres habían tenido un
encuentro con Escrivá. El secretario expresó
su sorpresa. El padre Arrupe, les dijo, había esperado
tres años para que se le concediera tal entrevista.
La inaccesibilidad del fundador era parte del juego, parte
del mito que cuidadosa y conscientemente se empezaba a construir
a su alrededor. Era un hombre importante y ocupado.
No se espera de un maestro de la vida espiritual que prepare
su propia canonización. En Barbastro el Opus ha adquirido
la casa en la que Escrivá nació, junto con una
propiedad colindante, como una especie de santuario. Se hicieron
cargo del santuario de la Virgen María de Torreciudad,
donde Escrivá de Balaguer fue «curado»
en 1904. Se reunió el dinero por medio de una serie
de llamadas fomentadas por Escrivá para que el santuario
fuese agrandado. Ahora tiene una explanada capaz de dar cabida
a 40.000 peregrinos, una torre con trece campanas, todas con
nombres de advocaciones de la Virgen María (una de
las más grandes se llama Dolores, una de las más
pequeñas Carmen). Hay una cripta con cuarenta confesionarios
y otros varios adornos totalmente fuera de lugar en el sencillo
santuario que había sido antiguamente, cuando Escrivá
fue llevado allí por su madre. La dirección
espiritual del lugar estaba, y está, en manos del Opus.
Está siendo promocionado por ellos como uno de los
santuarios de una «ruta mariana» que incluye el
gran santuario de Lourdes y el antiguo santuario nacional
de España, el Pilar. Se promocionan viajes al mismo
desde una oficina en Lourdes.
En Torreciudad, el típico modo del Opus, los sacerdotes
ofrecen confesiones. De esta «pesca» de clientela
informó un distinguido sacerdote católico inglés,
que vestía informalmente en aquella ocasión
y que no era reconocible como sacerdote. Mientras visitaba
Torreciudad desde Lourdes se le acercó un sacerdote
del Opus en la cripta del santuario y le preguntó si
quería confesarse.
Pero no son sólo el lugar de nacimiento de Escrivá
ni el santuario en el que fue «sanado» los que
reciben esta clase de tratamiento. Objetos que le pertenecieron
han sido recogidos y se exhiben. Incluso la pila bautismal
en la que fue bautizado Escrivá de Balaguer ha sido
sacada de la catedral de Barbastro y reconstruida en Roma.
Habla sido destruida en el transcurso de la guerra civil española;
lo que Escrivá recibió del ayuntamiento de Barbastro
fueron los fragmentos de la pila, que él trasladó
a Roma e hizo reconstruir allí.
Los restos mortales de sus padres fueron trasladados por orden
suya desde un cementerio de Madrid a la cripta que hay bajo
la residencia del Opus en Diego de León, en Madrid.
Dio órdenes de que también a él se le
enterrase en una cripta, la del oratorio dedicado a la Virgen
María en la residencia principal de Roma. Él
escogió la inseripción para su lápida:
PECCATOR
ORATE PRO EO
GENUIT FILIOS El FILIAS
(Un pecador. Rogad por él. Tuvo hijos e hijas.) En
esto, sin embargo, no consiguió hacer lo que quería.
La losa de mármol que cubre sus restos mortales dice
simplemente «El Padre.» Siempre hay flores frescas
sobre su tumba. Sus devotos se congregan allí. Se les
encuentra rezando de día y de noche: es el único
lugar donde a los hombres y a las mujeres del Opus Dei les
está permitido reunirse.
«Tenedme allí por un tiempo, y luego enviadme
a una iglesia pública, porque no quiero molestaros»,
le oyó decir María del Carmen Tapia. Trasladar
una tumba a una iglesia pública es una clara evidencia
de un "cultus" o devoción.
A pesar de todo esto, Escrivá afirmaba repetidamente
ser un hombre humilde. Le encantaba llamarse a sí mismo
«burrito sarnoso» (firmaba como «b.s.»
burrito sarnoso en las cartas a su confesor en sus
primeros años en Madrid). Tanto, en realidad, que coleccionaba
modelos de burros; la sede del Opus en Roma estaba llena de
ellos. Cuando un admirador le pedía un retrato, Escrivá
le daba una figura de un burro, toscamente moldeado en metal.
«Ahí tienes decía un retrato
mío. Eso soy yo, un borriquillo. Ojalá sea siempre
borriquillo de Dios, instrumento suyo de carga y de paz.»
Sin embargo, estropeó esta exhibición de humildad
dejando que se supiera que, mientras oraba, dijo una vez:
«Aquí tienes a tu burrito sarnoso» y que
había recibido la respuesta desde lo alto: «Un
borrico fue mi trono en Jerusalén.»
Las visiones son frecuentes entre los santos. Sin embargo,
aparte de la historia de la fundación del Opus contada
anteriormente, estas palabras son el único ejemplo
mencionado por los hagiógrafos, a pesar de toda su
devoción, de una intervención sobrenatural directa
en la vida de Escrivá. Por otra parte, rumores de que
tenía visiones, especialmente de la Virgen María,
eran y son corrientes dentro del Opus.
Era, finalmente, alguien que tenía un sentido particular
de su propia dignidad. «En mi vida se cita en
Crónica que dijo, ya he conocido a varios papas,
muchos cardenales y a multitud de obispos. Pero por otra parte,
fundadores del Opus Dei, ¡sólo hay uno!»
Tal, pues, es el hombre cuya santidad de vida y ortodoxia
de doctrinas están ahora siendo formalmente juzgadas
en el Vaticano. La Congregación romana para las Causas
de los Santos que controla estas cosas dio permiso para iniciar
el proceso que llevaría a la beatificación y
a la subsiguiente canonización de monseñor Escrivá
de Balaguer el 30 de junio de 1981. Los portavoces del Opus
Dei informan que está yendo de prisa: la primera etapa
concluyó formalmente en noviembre de 1986. El Opus
cree que tiene testimonios suficientes para los dos milagros
que se requieren para completar un proceso de canonización.
Una monja carmelita española y una chica peruana afirman
haber sido curadas de cáncer por la intercesión
celestial de Escrivá. «¡Está en
el saco!», dice el Opus (Nicholas Perry, «Unliberation
Theology», New Statesman, 1 de marzo de 1985).
La canonización de monseñor Escrivá
de Balaguer es muy importante para la organización
que él fundó. Aunque la concesión de
la prelatura personal fue una clara señal del favor
papal, el reconocimiento de Su Santidad sería el sello
de aprobación final de la Iglesia tanto de la enseñanza
del Opus como de la de su fundador como guía segura
para las almas. Aunque el Opus anualmente señala el
día de la muerte de Escrivá con misas públicas
bien divulgadas, la veneración por él ha llegado
escasamente más allá de las filas de los fieles
del Opus. «Si el Papa declara santo a Escrivá
de Balaguer dijo el arzobispo mencionado anteriormente
(pág. 207) lo aceptaré como una decisión
de la Iglesia, pero nunca lo podré entender.»
Dado el poder y la riqueza del Opus Dei, la canonización
de su fundador parece inevitable. John Roche y otros ex miembros
han estado encabezando una campaña para arruinar el
proceso, pero han tenido poca suerte: Escrivá tiene
amigos en la corte. Estas negociaciones, no obstante, llevan
tiempo; no importa que el Opus a través de su influencia
pueda conseguir hacer avanzar rápidamente el proceso.
Quizás el arzobispo no tenga que hacerse a la idea
de San Josemaría Escrivá de Balaguer durante
su vida.
En la Iglesia católica en general, sin embargo, pienso
que se ha alcanzado ya el cenit de las fortunas del Opus,
y puede que hasta haya pasado. Aunque en número es
el más numeroso de los grupos conservadores dentro
de la Iglesia, ya no es el más influyente. Esa posición
la ha adquirido la fundación italiana «Communione
e Liberazione», cuya Constitución es mucho más
declaradamente activista.
Y pudiera ser que las simpatías de un Papa supuestamente
conservador se estén volviendo contra la organización
a la que dio éste, todavía único, estatuto
de prelatura personal. En su carta sobre «Las preocupaciones
sociales de la Iglesia» publicada en febrero de 1988,
el Papa Juan Pablo II se mostró mucho más favorablemente
dispuesto que hasta ahora hacia los defensores de la teología
de la liberación, la doctrina a la que el Opus se ha
opuesto tan constantemente en nombre de la ortodoxia.
Es, lo creo firmemente, un principio básico del cristianismo
que la fe en Jesucristo debe ser una fuerza liberadora en
la vida de las gentes, que debería liberarlas para
que lleguen a ser más ellos mismos, para encargarse
de sus propios destinos. El Opus con sus reglas y normas,
su censura, su control de la minucia de la vida día
a día de sus miembros, sus estructuras relacionadas
con las clases, su asociación con las elites de la
riqueza y del poder, como he intentado describir en este libro,
no podría alegar ser una fuerza para la liberación.
Y como no supera esta prueba, como secta, no es simplemente,
menos que católica.
Es menos que cristiana.
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