EL MUNDO SECRETO DEL OPUS DEI. Michael Walsh
Addenda a la edición española:
LA ESTRUCTURA OCULTA DEL OPUS DEI EN ESPAÑA
por Santiago Aroca
A las 5.30 horas de la mañana de cada día,
Tomás Gutiérrez de la Calzada se abotona una
impecablemente limpia sotana. Es Tomás un hombre muy
preocupado por la limpieza, le disgusta encontrar una mota
de polvo en su camino matutino .hacia el salón donde
se hace servir el desayuno, siempre frugal e interrumpido
por las campanadas de las seis, cuando llega la primera misa.
Entra en su despacho a las siete en punto de la mañana
y no saldrá de allí hasta bien entrada la noche,
una rutina que sólo se interrumpe cuando sus secretarios
le organizan algún viaje para visitar una casa de la
Obra, algo que en su fuero interno disgusta a Tomás
Gutiérrez de la Calzada, aunque entienda la imperiosa
necesidad de mantener frecuentes contactos con "los hijos",
sobre todo en los últimos años cuando se prodigan
los ataques de los enemigos de la santa institución.
La vida de Tomás Gutiérrez de la Calzada transcurre
con pocos sobresaltos desde que en una fría mañana
otoñal de 1982 llegara la orden de Roma: había
sido designado "Consiliario" del Opus Dei en España.
Ese día, Tomás Gutiérrez de la Calzada,
sucesor en el cargo de Florencio Sánchez Bella, hermano
de aquel famoso ministro franquista que impuso el cierre del
diario "Madrid", pasó a regir en España
los destinos del Opus Dei.
Es Tomás Gutiérrez un hombre afable, gran conversador
y convencido de que está al frente del grupo de hombres
más selectos y disciplinados de España. Ese
hombre, que el 10 de marzo de 1989 cumplió 60 años,
ha realizado una larga carrera para abrirse camino en la vida.
Nacido en Valladolid, hijo de un modesto agricultor perdió
a su madre, Visitación, a muy temprana edad. Internado
en un colegio religioso, Tomás Gutiérrez de
la Calzada siempre ha desarrollado su vida entre sotanas,
con la excepción del breve período de tiempo
que pasó en Fuentelarreina (Zamora), para cumplir el
servicio militar y de donde salió con la estrella de
alférez.
Licenciado en Derecho, nunca ejerció la abogacía
y sólo utilizó los conocimientos adquiridos
en la Universidad de Valladolid para avanzar por el campo
del Derecho Canónico, lo que le acabó convirtiendo
en director del Colegio Romano del Opus. Allí, en contacto
directo con las altas jerarquías de la Obra, se dio
a conocer como buen organizador, un eficaz burócrata
que desprecia la publicidad y admira el trabajo callado. "¡Siempre
el espectáculo! Me pides fotografías, gráficos,
estadísticas", escribió Josemaría
Escrivá de Balaguer en Camino, en una sentencia que
parece estar grabada en lo más hondo del alma de Tomás
Gutiérrez de la Calzada. Este hombre que desde muy
joven ofició de monaguillo en el colegio de Valladolid,
ha dirigido en la década de los 80 un ejército
invisible, formado por los 12.000 miembros de la Obra en España.
El cuartel general de este ejército, el lugar donde
vive Tomás Gutiérrez de la Calzada, está
emplazado en la madrileña calle de Diego de León,
número 14. Allí, asentado en un solar con forma
de triángulo de 972,58 metros, se levanta un edificio
con diez plantas y 7.967 metros cuadrados construidos, desde
donde se dirige toda la estructura de la Obra. El proyecto
fue realizado en 1964 por los arquitectos Jesús Alberto
Cajigal y Javier Cotelo, con un coste declarado de 20.651.648
pesetas.
Tras los compactos muros de hormigón, el cuartel general
tiene dos puntos neurálgicos, el más importante
está en el segundo sótano, a quince o veinte
metros bajo el nivel de la calle. Se trata de la cripta donde
están guardados los restos mortales de los padres de
Josemaría Escrivá de Balaguer, de José
y Dolores, una mujer incorporada a la historia de la Obra
como la inventora de los "crispillos", unos dulces
a base de azúcar y espinacas que los miembros de la
institución toman en ocasiones especiales.
En las cercanías de la cripta, se encuentra la capilla
en la que cada mañana del año, a las seis en
punto, Tomás Gutiérrez de la Calzada dice misa
para los varones que con él comparten el privilegio
de vivir en el cuartel general de la Obra.
El segundo punto importante del edificio está en la
cuarta planta, donde Tomás Gutiérrez de la Calzada
tiene su oficina de "Consiliario" y está
la sala de reuniones, en la que tres veces por semana, a las
ocho de la mañana, celebra sus encuentros el gobierno
en la sombra de la Obra, la Comisión Regional para
España.
Suele llegar el Consiliario a la sala de reuniones tras leer
la correspondencia importante, sobre todo la que de Roma le
trae en mano el enlace -"misus" en el lenguaje oficial-
Ramón Herrando. Gusta el Consiliario de concentrarse
en la lectura de las misivas, especialmente cuando la valija
contiene la revista "Romana", una publicación
de unas 200 páginas, impresas en un papel amarillento
y redactada en latín. Es "Romana" una especie
de "Quién es quién" en la Obra, con
detallada explicación de las altas y bajas y un minucioso
detalle de quiénes han ascendido a responsabilidades
importantes o en qué naciones se van a desarrollar
campañas especiales para contrarrestar la siempre presente
difamación del enemigo.
Tiene la sala de reuniones un escaso mobiliario y entre las
sillas, siempre perfectamente alineadas en torno a una gran
mesa, destaca la ciclópea presencia de una caja fuerte
empotrada en la pared, donde se guardan las actas de las reuniones
de Comisión Regional y una copia de todas las comunicaciones
intercentros.
El máximo organismo de dirección del Opus en
España ha sufrido muy pocos cambios durante la década
de los 80. En torno a la mesa circular, con un rosario y un
vaso de agua al alcance de la mano, se sientan los destacados
miembros de la Comisión Regional, de izquierda a derecha
de Tomás Gutiérrez la Calzada por orden de importancia.
A la derecha de Tomás Gutiérrez de la Calzada
ocupa asiento el segundo hombre en importancia: José
Luis Añón, formalmente el "sacerdote secretario".
En realidad, se trata de una especie de vicepresidente de
la Obra, un término que quizá no se usa para
resaltar el carácter fuertemente caudillista de la
organización, pues en el Opus sólo hay un responsable,
Alvaro del Portillo, en Roma, que delega autoridad en los
"consiliarios " regionales.
La principal función de José Luis Añón
es servir de enlace con la jerarquía de la Iglesia
Católica, para informar de las actividades de la Obra.
No es ésta una tarea fácil, pues, con frecuencia,
los obispos quieren saber más de lo que el Opus considera
conveniente contar y se originan roces.
Paralelamente, José Luis Añón es el
único miembro de la dirección de la Obra autorizado
a tener un contacto permanente con el otro sexo, en su calidad
de responsable de la sección femenina de la institución.
En España está compuesta por unas 1.500 damas,
con funciones auxiliares respecto a los varones, pues, en
la práctica, se dedican a limpiar y cocinar en las
residencias. Como quiera que en el Opus la convivencia entre
los sexos está estrictamente diferenciada, hasta el
punto de que el cuartel general de Diego de León cuenta
con una entrada para varones y otra para mujeres, José
Luis Añón tiene a veces ingrata tarea de velar
por la separación y fortalecer la militancia religiosa
de las señoras.
En atención a su importancia, el siguiente cargo es
el Director Espiritual, también desempeñado
por un sacerdote, Juan Vera Campos. Su tarea es la de velar
por la pureza de la doctrina y en esta función es asistido
por el valioso Departamento de Estudios Bibliográficos,
a cuyo frente está el ex magistrado y profesor de la
Universidad de Navarra Carmelo de Diego.
Función múltiple la de este organismo, porque
por una parte reescribe constantemente la historia de la Obra
y por otra guía el espíritu intelectual de los
miembros. En su primera faceta ha de revisar los textos de
la Obra para evitar que aparezcan referencias a un gran número
de ex directivos, que abandonaron la institución y
no escatiman sus críticas. Miguel Fisac, Antonio Pérez
Tenesa, Alberto Moncada o Raimundo Pániker, sólo
por citar a un reducido grupo de los que entregaron sus entusiasmos
y salieron esquilmados.
También de este departamento sale una semana tras
otra una nota, que encabezada con la frase "de lectura
obligatoria en todos los centros" indica las películas,
libros, revistas y espectáculos teatrales a los que
pueden o no tener acceso los miembros. Como es sabido, los
afiliados a la Obra tienen un margen de entretenimiento intelectual
un tanto estrecho, no sólo porque los censores aplican
criterios morales estrictos, .sino porque éstos suelen
proceder siguiendo una famosa máxima de Josemaría
Escrivá de Balaguer, quien dejó bien clara la
necesidad de "cuidar la vista, la revista y la entrevista".
Lo que es interpretado como necesaria prohibición de
todo aquello que haga dudar de la fe.
En este sentido, los listados emitidos por la censura parten
del principio de que no todos los socios tienen la misma fortaleza
espiritual, por eso advierte que la lectura de algunos textos
puede ser autorizada a los directivos de la Obra, en ese caso
junto al título aparecen dos círculos; tres
significa que en ningún caso puede leerse.
En torno a la mesa en la sala de reuniones se sientan otras
tres personas con curiosos títulos, los vocales de
San Miguel, San Gabriel y San Rafael. Puestos éstos
ocupados por Miguel Angel Montijano, Alejandro Cantero y Rafael
Solís, respectivamente.
El primero de ellos es un cordobés de cincuenta años,
licenciado en Ciencias Físicas, que se ocupa del cuidado
espiritual de la crema de la organización: los "numerarios".
El segundo, Cantero, un gallego nacido en Lugo y licenciado
en medicina, se encarga de la dirección de los "supernumerarios".
Mientras que el último, el también cordobés
Rafael Solís, se ocupa de organizar la captación,
de atraer a sangre nueva para que la organización no
muera.
Y no sólo es necesario atraer más miembros,
también la fe necesita de ingentes recursos. En esa
mesa circular la persona sentada a más distancia de
Tomás Gutiérrez de la Calzada es quizá
la que más poder material tiene de todas las allí
reunidas, se trata de Francisco Montuenga Aguayo, el administrador
general del patrimonio de la Obra.
Nacido en Barcelona en 1924, hijo de unos humildes emigrantes,
Francisco Montuenga se incorporó a la Obra en los años
sesenta. Economista de profesión, se incorporó
al proyecto de la Universidad de Navarra -el centro modélico
de la Obra- como asesor financiero, pronto se convirtió
en administrador general de la universidad y de allí
saltó a gerente de todos los bienes de la Obra en España.
Suelen alegar los más fieles seguidores de la Obra
que la Institución es pobre, carente de bienes. Lo
primero es incorrecto mientras que lo segundo es absolutamente
cierto.
Eso no quiere decir que Montuenga carezca de trabajo, todo
lo contrario. Su principal tarea es, precisamente, disimular
los bienes de la Obra.
El Opus Dei, con su propio nombre, no posee nada, ni un teléfono
en todo el planeta. Aparentemente, ni la sede central de Diego
de León, ni el centro de peregrinación de Torreciudad
(Huesca), pertenecen al Opus Dei, sino a un confuso entramado
de sociedades anónimas.
El esquema lo inventó el propio Escrivá de
Balaguer, cuando poco después de crear el Opus Dei
en 1928 puso en pie la "Academia D y A", siglas
que aparentemente significaban "Derecho y Arquitectura",
las carreras favoritas del "fundador" pero que en
el lenguaje secreto de la Obra significaban "Dios y Audacia".
A finales de los 80, el entramado financiero de la Obra alcanzaba
a unas 1.500 empresas y sociedades, la mayor parte de ellas
ignorantes de que sus beneficios sirven para fortalecer el
Opus Dei.
El diseño perfilado por Francisco Montuenga a lo largo
de los años podría ser representado como un
conjunto de pirámides, cuyos vértices no se
tocan e irradian poder hacia la base. Así, buena parte
del patrimonio inmobiliario de la Obra en Madrid, valorado
por expertos en 1989 en unos 30 mil millones de pesetas, es
manejado por la "Compañía Mercantil Inmobiliaria
Moncloa, S. A.", propietaria, por ejemplo, del cuartel
general de Diego de León y cuyos accionistas son personas
desconocidas y sin cargos en la dirección de la Institución.
Además sería erróneo ligar los dirigentes
de la Obra a la propiedad del edificio en Diego de León,
porque pueden alegar con razón, que el inmueble está
arrendado por otra sociedad "Colegio Mayor de la Moncloa,
S. A.", y que, al fin y al cabo ellos son fieles empleados
de esta institución académica, en cargados sólo
de orientar a jóvenes estudiantes.
En la práctica, las cosas son diferentes: la inmobiliaria
y el colegio universitario son lo mismo, Opus Dei. Se trata
de una ficción jurídica que les permite efectuar
discursos sobre el ascetismo de la Institución. Al
fin y al cabo pueden argumentar que su pobreza es tal que
sólo son inquilinos temporales de un grupo de edificios.
Fue necesario esperar a la década de los 80 para conocer
los mecanismos financieros de la Obra, puestos de manifiesto
por la constante salida de miembros importantes que han abandonado
la Institución. Entre ellos, estaba, con la categoría
de "supernumerario", el banquero José María
Ruiz-Mateos, quien asegura que el Opus Dei mueve al año,
sólo en España, unos 30 mil millones de pesetas.
Una parte considerable de este dinero procede de las aportaciones
efectuadas por los socios y el resto son los beneficios de
operaciones mercantiles o financieras. Además, la Obra
realiza colectas especiales para campañas concretas,
recibe de forma indirecta subvenciones del Estado y obliga
a sus socios "numerarios" a que firmen un testamento
dejando sus bienes a la Institución.
"Entregué a la obra unos 3.000 millones de pesetas",
asegura José María Ruiz-Mateos, que avala su
afirmación con las fotocopias de las transferencias.
A través de esos documentos se puede descubrir el procedimiento
utilizado por la Obra, que consiste en girar el dinero fuera
de España, generalmente a Suiza, donde lo recibe una
sociedad fantasma denominada "River-Invest". El
dinero queda depositado en la Unión de Bancos Suizos,
hasta que el administrador general decide utilizarlo con el
mejor fin.
Si los fondos están destinados a inversiones en España,
"River-Invest" repatría el dinero en la forma
de créditos concedidos a alguna de las sociedades pantalla,
como pueden ser "Fomento de Centros de Enseñanza,
S. A.", "Estudio General de Navarra, S. A."
(propietaria del campus universitario en Pamplona), o "Inmobiliaria
Urbana de la Moncloa, S. A.". De allí los fondos
pueden ser trasvasados a otras sociedades, dedicadas a satisfacer
necesidades de la Obra o bien puras inversiones para obtener
beneficios.
En el críptico lenguaje del Opus Dei, las primeras
son las llamadas "Obras Corporativas" y Montuenga
las tiene subdivididas en tres áreas de actividades:
inmobiliarias, editoriales, centros educativos.
Se caracterizan porque la totalidad de las acciones está
en manos de socios "numerarios", escogidos entre
el grupo de más fieles seguidores de la Institución.
Así, por ejemplo, los terrenos sobre los que se asienta
Torreciudad pertenecen a un conjunto de inmobiliarias ("Compañía
Inmobiliaria La Puntal, S. A.", "Artesona, S. A.",
"Inmobiliaria El Poblado del Grado, S. A." y "Compañía
Inmobiliaria El Tozal del Grado"), todas ellas coordinadas
durante bastante tiempo por Luis Montuenga Aguayo, hermano
del administrador general de la Obra.
La enseñanza siempre fue un terreno natural de trabajo
para el Opus Dei. Durante las décadas de los 50 y 60,
se nutría principalmente de estudiantes universitarios,
pero la contestación que siguió en los 70 aconsejó
variar la estrategia. La Obra se concentró en colegios
para niños, en los que las labores de captación
son más fáciles. En 1989, controlaba un total
de 29 centros, emplazados en los mayores núcleos urbanos
del país. El más famoso de todos ellos, el colegio
Retamar en Madrid, reproduce a la perfección el esquema
de trabajo empresarial del Opus: el edificio pertenece a una
inmobiliaria -"Retamar, S. A."- pero supuestamente
está alquilado a una sociedad -"Fomento de la
Enseñanza, S. A."- que imparte la docencia.
Por último, en el terreno de las "Obras Corporativas"
están las editoriales que como "Scriptor, S. A."
controlan las ediciones de Camino, publican semanarios como
Telva, Palabra o Mundo Cristiano y editan millones de folletos
relatando los milagros de Escrivá de Balaguer, elemento
muy importante a la hora de obtener la santificación
del fundador.
Junto a estas "Obras Corporativas" están
las llamadas "Obras Auxiliares", sociedades donde
el Opus coloca sus fondos para obtener beneficios, la difusión
de sus principios o la captación de nuevos militantes.
Son las "Obras Auxiliares" las que más quebraderos
de cabeza producen a Francisco Montuenga, quien años
atrás tomó la decisión de centralizar
las inversiones especulativas en la sociedad "Urdefondo,
S. A.", una desconocida compañía mercantil
presidida por Abelardo Alonso de Porres, ex director general
del "Banco Latino" cuando la entidad estaba dentro
del grupo "Rumasa", y consejero de "Rialp",
la editorial más conocida del Opus.
Evitar las inversiones erróneas, como ocurrió
recientemente en Italia, donde la Obra estaba financiando
la compañía química productora del popular
anticonceptivo "Lutolo", es una de las consignas
fielmente seguidas por "Urdefondo". La otra es rodearse
de los inversores más seguros, lo que incluye acercarse
lo menos posible a instituciones bancarias ligadas a la Obra,
como el "Banco Popular". No en vano esta institución,
cuyo consejo de administración está en manos
de socios "numerarios", es generosa con la izquierda:
cubre en lo posible las deudas del Partido Comunista, incluso
administra los descubiertos de "Mundo Obrero", y
es muy receptiva a las peticiones de crédito del PSOE.
A pesar de la indudable crisis sufrida en los 80, la Obra
ha sido capaz de preservar una extraordinaria red de contactos
en las instituciones financieras, que van desde su presencia
en dos importantes medios de comunicación relacionados
con las finanzas, como el diario "Expansión"
y el semanario "Actualidad Económica"; hasta
mantener consejeros afines en los Bancos " Bilbao-Vizcaya",
"Hispano-Americano", " Confederación
Española de las Cajas de Ahorros" y unas 200 sociedades
más. Hombres clave de la Obra, como José Maria
Aristraín Noam, Emilio Ibarra y Churruca, Alberto Ullastres,
Luis María Rodríguez de la Fuente, Aristóbulo
de Juan [Ver nota de Aristóbulo
de Juan a pie de página] y José Joaquín
Sancho Dronda, entre otros ilustres apellidos, fueron capaces
de defender los intereses terrenales de la Institución
durante la década de los 80.
Controlar un conjunto industrial con tantas ramificaciones
resulta difícil y con frecuencia salta el escándalo.
Años atrás Gregorio Ortega Pardo, "numerario"
de toda confianza, recibió de manos de Rafael Valls
el encargo de abrir un Banco y extender las enseñanzas
de Escrivá de Balaguer en Lisboa. Durante unos años
se dedicó a ambas tareas con esmero, hasta que un buen
día se subió a un avión y desapareció
en Venezuela con unos 50 millones de pesetas que no eran suyos.
Recientemente, otros directivos del Opus han sido señalados
como generosos en el gasto de fondos que no les pertenecían,
aunque muchos de ellos, como ocurre en el caso del financiero
José Víctor de Francisco Gracia, han negado
todo de forma rotunda y explicado que son objeto de una campaña
de calumnias.
Estos incidentes y el más grave de Ruiz-Mateos han
aconsejado reforzar los sistemas de control interno. Desde
1970, todos los socios del Opus en cuyo poder obran acciones
compradas con fondos que no son suyos están obligados
a firmar una carta de compraventa sin fecha, que entregan
al propio Francisco Montuenga. De esta forma nadie se puede
arrogar la propiedad de lo que no le pertenece. Claro que
este sistema también tiene sus problemas, no sirve
para fiscalizar el correcto uso de las ganancias ni evita
inversiones arriesgadas. Para lograr esto último, el
Opus Dei español busca cada vez más el consejo
de expertos financieros, gestores independientes a quienes
plantea la simple cuestión de "cómo podemos
invertir para ganar mas".
Cubre mucho la Obra su poder financiero no sólo para
esconderse de posibles represalias. "Los jesuitas han
perdido muchas cosas porque era fácil localizarlas,
no cometamos ese error", señaló Escrivá
de Balaguer. En realidad no se trata sólo de cubrirse
del poder civil, al que al fin y al cabo resulta fácil
cortejar como demuestra el "Banco Popular". El principal
enemigo de los recursos de la Obra es la estructura de la
Iglesia Católica y sus gigantescas necesidades financieras.
Ya lo señaló Escrivá al decir: "Las
fuerzas que se oponen a nuestro camino están dentro
de la iglesia."
Es muy difícil que en su fuero interno los dirigentes
del Opus Dei olviden la dramática decisión de
la Conferencia Episcopal, que preguntada por el Vaticano sobre
la conveniencia de transformar a la Obra en una prelatura
contestó negativamente, quizás un poco asustados
con las prácticas de fracción organizada dentro
de la Iglesia Católica que adopta el Opus Dei.
Con Juan Pablo II las cosas cambiaron en el Vaticano y los
clérigos españoles modificaron su actitud. Dos
españoles opus-deístas se mueven libremente
por los pasillos del poder vaticano, Joaquín Navarro
Valls, responsable del departamento de Información,
y Eduardo Martínez Somalo, sustituto del Secretario
de Estado. En la Conferencia Episcopal española aprendieron
la lección, es necesario Ilevarse bien con la Obra,
algo que monseñor Suquía ha impuesto en la Iglesia
española desde 1985.
Y tranquilizada la comunidad religiosa, el Opus se volcó
sobre los uniformados. Como no podía ser menos en una
Institución que alcanzó su máximo esplendor
en la España del general Franco, el Opus Dei se apasiona
con los uniformes. Incluso hay un grupo de "numerarios"
dedicados a cortejar a los militares en activo. En la década
de los 80, la Obra tuvo una fecunda relación con el
almirante Liberal Lucini, jefe del Estado Mayor de la Defensa.
Algo que no resulta extraño dado que la Marina es el
sector de las Fuerzas Armadas más susceptible de sucumbir
ante los encantos de la Institución.
Carrero Blanco abrió las puertas de la Marina a la
Obra y un ministro de Marina, Manuel Baturone Colombo, consolidó
el trabajo de penetración, no en vano dos de sus hijos,
Adolfo y Luis, abandonaron la carrera militar para consagrarse
a las taeas de la Obra.
En el Ejército también han contado con una
considerable presencia; dos jefes de Estado Mayor, Alvaro
Lacalle Leloup y José María Sáenz de
Tejada, eran "supernumerarios" de la Institución.
En el amplio círculo de simpatizantes, destacaron Emilio
Alonso Manglano, "Juanito" en el argot de los espías
que dirige desde su puesto de coordinador general el Centro
Superior de Investigación de la Defensa (CESID).
Entre quienes controlan la información reservada,
policías y espías, el Opus tuvo una fuerte presencia
a principios de los 80 que después ha perdido. Incluso
contó con un colaborador en la persona de uno de los
directores generales de la Policía en la presente década,
Rafael del Río Sendino, lo que les permitió
colocar a su gente. En pocos meses coparon la Dirección
de la lucha antiterrorista, con el comisario Jesús
Martínez Torres, y la muy importante brigada de Interior,
una especie de Policía política a cuyo frente
se situó Alberto Elías.
La presencia del Opus Dei en la Policía se reveló
vital durante la investigación del "asunto "Rumasa",
cuando un policía, el inspector Medina, dio con documentos
comprometedores, concretamente la donación por parte
de José María Ruiz Mateos de 2.000 millones
de pesetas al Instituto de Educación e Investigación,
una de las sociedades pantalla de la Obra; sus superiores
le ordenaron parar la investigación.
Sin duda donde más terreno ha perdido la Obra es en
el de la política. Cuando Franco murió, perdieron
el gobierno y luego han soltado casi todas las briznas que
habían logrado conservar. Tras las elecciones de octubre
de 1989, la voz del Opus Dei permanecía representada
en la Cámara Baja mediante tres voces, las de los diputados
Isabel Tocino (Cantabria), Andrés Ollero (Granada),
y Juan Luis de la Vallina (Asturias). Atrás quedaron
los tiempos de esplendor, su infiltración en UCD, su
presencia en el Partido Democristiano de Oscar Alzaga, su
asedio al Partido Liberal, donde contaron con el apoyo del
vicepresidente Andrés de la Oliva Santos. Incluso durante
un breve período fueron capaces de atraer a personas
que hoy se han desplazado al campo socialista, como Manuel
de la Rocha, Ludolfo Paramio y Alfonso Lazo, este último
diputado por Sevilla y secretario personal del vicepresidente
Alfonso Guerra.
Concentrada en preservar su poderío financiero, la
Obra rehusó los enfrentamientos con el poder socialista
en la década de los 80. Esperar a que cambien las circunstancias
para presionar de nuevo, parece ser la consigna que Tomás
Gutiérrez de la Calzada ha impuesto entre sus seguidores.
Mientras llega ese momento, Tomás Gutiérrez,
el "consiliario", se despierta todas las mañanas
convencido de que tiene tras sí al mejor ejército
de España. Sin duda, cuando se instala en su despacho,
para echar un vistazo a los libros de cuentas, también
advierte que es el más rico y eso le tranquiliza mucho.
Al fin y al cabo, todos recordamos al Buen Samaritano no sólo
porque tenía buena voluntad, sino también porque
contaba con mucho dinero. Los pobres no pueden hacer obras
de caridad.
FIN DEL LIBRO
Nota de Aristóbulo
de Juan, posterior a la publicación de este libro:
"En este artículo se señala que soy
miembro o simpatizante de esa institución. No es la
primera vez que esto ocurre, pero nunca me he molestado en
desmentirlo, por haber aparecido en boca de personas con poco
crédito o a las que cabe suponer intenciones interesadas.
Deseo manifestar lo siguiente: 1. No soy del Opus Dei ni lo
he sido nunca. En ninguna de las acepciones de la expresión.
2. Tampoco lo son o han sido ninguno de los miembros de mi
familia. 3. Tampoco he efectuado aportación alguna
a dicha institución."
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