VIDA Y MILAGROS DE MONSEÑOR ESCRIVÁ, FUNDADOR
DEL OPUS DEI
EL SECRETO Y LOS ESCAPARATES
Sería difícil encontrar otra organización
que como el Opus Dei fuese capaz de combinar la más
absoluta "discreción", el más estricto
secreto, con un sentido tan desarrollado de la publicidad.
Uno se encuentra con personas reservadas, íntimas,
secretas, que no gustan de pregonar sus sentimientos, sus
deseos, ni siquiera sus éxitos. O se encuentra por
el contrario con personas que difunden a los cuatro vientos
sus grandezas y alardean de sus conquistas y triunfos. Los
caracteres, en este como en otros aspectos de la personalidad,
no se dan casi nunca, naturalmente, en estado químicamente
puro. Entre el callado y el lenguaraz hay una inmensa variedad
de matices psicológicos que hacen de la observación
de los semejantes un ejercicio apasionante. Lo que no se encuentra
tan a menudo es a personas que a la vez y en el mismo grado
participen de ambos caracteres opuestos. Este es el caso de
la asociación llamada Opus Dei cuya forma de proceder
en este aspecto, como en tantos otros, no es más que
un reflejo de la personalidad del padre. No olvidemos que
se trata de una "gran familia", la familia Escrivá-Albás,
ampliada hasta alcanzar proporciones de "clan" al
que el jefe impone sus criterios.
Ya hemos visto en el curso de estas páginas la asombrosa
coexistencia en el padre Escrivá de rasgos tan encontrados
como los que le hacen ser a la vez humilde y soberbio, vanidoso
y modesto. No quiero asignar a cada una de las ramas de la
familia el origen de los capitales defectos y virtudes que
pugnan en el alma del calidoscópico monseñor
Escrivá de Balaguer. Sería primario hacerlo
así, pero sí se puede decir que en comparación
con el modesto, con el humilde, con el resignado empleado
de "La Ciudad de Londres", que acepta sin protestar
la prueba de la ruina económica que el cielo le ha
enviado, el linaje de los Albás me parece mucho más
mundano, mucho más comunicativo y también mucho
más luchador, mucho más ambicioso que el linaje
Escrivá de las pompas y glorias del mundo.
Ya hemos visto a doña Dolores avivar en el alma del
hijo los sueños que habrán de devolver con creces
a la familia el rango perdido tras la quiebra de la razón
social "Escrivá, Mur y Juncosa". Y el biógrafo
de monseñor, en el estudio de los orígenes del
carácter de su biografiado, debe anotar tanto la encomiable
sencillez y resignación del honrado dependiente textil
como la atractiva mundología de que hace gala la familia
Albás, y concretamente su más destacado miembro,
el canónigo arcediano de la Seo zaragozana.
Si fuese correcta la descripción de los caracteres
dominantes de una y otra "rama del árbol genealógico"
del fundador del Opus Dei, por emplear la frase de su biógrafo
oficial, don Florentino Pérez Embid, entonces podríamos
decir que su contradictoria personalidad se explica en gran
medida por el contraste, por el juego, por la pugna Escrivá
"versus" Albás y Albás "versus"
Escrivá que se libra en ese campo de batalla que es
la conciencia de monseñor. Así, para volver
al tema que estábamos analizando, el padre dedica un
capítulo entero de Camino a la "Discreción".
Dice en la máxima 649:
¡Siempre el espectáculo! Me pides fotografías,
gráficos, estadísticas.
No te envío este material, porque -me parece muy
respetable la opinión contraria- creería luego
que hacía una labor con vistas a encaramarme en la
tierra..., y donde quiero encaramarme es en el cielo.
Y, en otras máximas, recomienda al lector "pasar
inadvertido", "pasar oculto", "sé
discreto", "¡qué fecundo es el silencio!",
"¡calla!", y reprocha al discípulo
su "espíritu de exhibición". Una famosa
máxima, la 294, refleja mediante una metáfora
la vida oculta en que el padre desea mantener a la asociación
por él creada:
No se veían las plantas cubiertas por la nieve.
Y comentó gozoso el labriego dueño del campo:
"ahora crecen para adentro".
Monseñor Escrivá imprimió al Opus Dei
ese carácter secreto que es su nota dominante cuando
se le contempla desde fuera. En el registro de los institutos
seculares, pues ésta es la calificación jurídica
que el Opus Dei tiene dentro de la Iglesia [Posteriormente,
en 1982, logró como he dicho, el status de Prelatura
Personal mediante la Constitución Apostólica
"Ut sit"] aparecen solamente unos pocos nombres
de personas que constituyen el consejo general. Pero en ninguna
parte puede encontrarse una lista de las personas pertenecientes
a la Obra. Sus nombres se mantienen en secreto. En los últimos
años se ha observado, sin embargo, cierto relajamiento
en la celosa ocultación que ha venido siendo característica
del Opus, al que la chistosa imaginación popular solía
denominar hace unos años "Topus". Si antes,
los socios de la Obra negaban obstinadamente su pertenencia
al Instituto cuando eran preguntados sobre este punto, ahora
se limitan a sonreír, sin confirmarlo ni desmentirlo.
El padre Escrivá, en una entrevista incluida en el
libro "Conversaciones...", a que ya me he referido,
decía que a los socios:
Les repugnaría llevar un cartel en la espalda
que dijera:
que conste que estoy dedicado al servicio de Dios. Esto
no sería laical, ni secular. Pero quienes tratan
y conocen a los miembros del Opus Dei, saben que forman
parte de la Obra, aunque no lo pregonen, porque tampoco
lo ocultan.
La ocultación, a pesar de lo que decía el padre,
es en el Opus Dei una necesidad que emana de lo anómalo
de su situación jurídica dentro de la Iglesia.
No conviene que aparezca claramente la condición de
socio del Opus Dei de una determinada persona, sencillamente
porque, siendo la Obra un instituto secular jurídicamente
hablando, los actos de esa persona obligarían al instituto.
El Opus Dei, para eludir las consecuencias de esta situación,
ha dado la batalla en dos frentes. En primer lugar, esta institución
que lo desmiente todo se ha dedicado también en los
últimos años a desmentir, a negar que sea un
verdadero instituto secular, a pesar de que la constitución
apostólica "Provida Mater Ecclesia" fue promulgada
por Pío XII el 2 de febrero de 1947 especialmente para
regular la situación jurídica del Opus Dci y,
con él, de los institutos seculares. La Obra dice ahora
que es "una asociación de fieles" y monseñor
afirma que "ninguna autoridad en el mundo me obligará
a ser religioso", insistiendo en el carácter laical
de su asociación. Por otro lado, los juristas de la
Obra --y la creencia general es que ha sido el sacerdote-abogado,
mejor dicho, el abogado-sacerdote don Amadeo de Fuenmayor,
el verdadero genio jurídico de la Obra-- han creado
todo un aparato contractual privado para asegurar sus relaciones
con los socios. Un aparato que -es la impresión general-
parece funcionar considerablemente mejor en caso de beneficios
que en caso de pérdidas.
El tema que, aunque no tan perfectamente como merece, ha
sido analizado en otros estudios sobre el Opus Dei, excede
claramente al ámbito de una semblanza del fundador.
Lo que ahora quería decir es que, si bien la ocultación
es en el Opus Dei una acuciante necesidad, y hay que decir
que la Obra no tiene en este punto muy buenas perspectivas
debido a que en el Vaticano parece sentirse cada vez más
la urgencia de clarificar las cosas en este sentido, mi impresión
personal es que monseñor, y el Opus Dei con él,
dan muestras de una cierta delectación, de un cierto
gusto por el secreto, de una diríamos manía
por la ocultación. Monseñor es hombre que hace
siempre las cosas con rodeos, con enrevesadas circunvoluciones,
a menudo impuestas por la "táctica" a que
es tan aficionado. Se cuentan a este propósito algunas
sabrosas anécdotas. En los años en que el Opus
Dei, en su afán de ejercer un control cada vez mayor
sobre la universidad española, procuraba apoyar la
candidatura de sus socios o de personas situadas "en
su órbita", en las oposiciones a cátedras
universitarias -lo que hizo surgir el juego de palabra de
llamarlas "opusiciones"- una persona cuyo nombre
no hace al caso visitó en Roma a monseñor Escrivá
a fin de solicitar de él una recomendación para
las oposiciones en las que iba a participar. Monseñor,
que es muy cuidadoso, sin duda con el ánimo de evitar
que nunca pudiera decirse de él que hacía favoritismo
tomando parte en el españolísimo juego de las
recomendaciones, le contestó que no podía hacer
absolutamente nada en su favor, aunque lo sentía en
el alma por ser el solicitante persona que siempre había
dado muestras de amistad para la Obra y para él mismo.
Cuando ya se despedían, sin embargo, monseñor
tomó la mano del frustrado visitante y le dijo: "Querido
amigo, le voy a pedir un favor. Rece las tres partes del rosario
y pida a la Virgen que le ayude a conseguir la cátedra."
El opositor salió del palacio de Bruno Buozzi sin muchas
esperanzas y se volvió a Madrid. Al mes, un tribunal
mayoritariamente compuesto por profesores miembros de la Obra
le designaba catedrático.
Más bonita aún, si cabe, es la anécdota
que cuenta haber vivido personalmente don Pedro Laín
Entralgo. Durante la guerra, estando en Burgos, don Pedro
y su esposa se hospedaban en el Hotel Sabadell, un hotel donde
vivían numerosos "refugiados" procedentes
de la España republicana y entre ellos don José
María Escrivá. Tendremos ocasión de decir
más adelante que, en una de las habitaciones del Hotel
Sabadell se escribieron al menos una parte de las máximas
de Camino. Pero lo que ahora nos interesa es que el padre
Escrivá comía diariamente con Albareda y otros
discípulos suyos precisamente en una mesa que estaba
al lado de la que ocupaban don Pedro Laín y su esposa.
Durante semanas, Escrivá y Laín, que no se conocían
personalmente, estuvieron comiendo uno al lado del otro, sin
tener entre sí otra relación que la de saludarse
cortésmente al entrar y salir del comedor. Y he aquí
que un día don Pedro Laín recibió de
un amigo suyo una carta en que le comunicaba que un sacerdote
aragonés, don José María Escrivá,
deseaba ponerse en contacto con él. Hace falta tener
en cuenta el carácter comunicativo de los españoles,
que con toda facilidad conversan con los vecinos de mesa,
para calibrar el alcance de la anécdota. Dice don Pedro
Laín que leyó la carta de su amigo mientras
estaba esperando la comida, pues la había recogido
en el casillero antes de entrar en el comedor. Y no tuvo más
trabajo que levantarse y saludar al que durante semanas había
sido su vecino, cuya forma de ser quedaba tan gráficamente
plasmada en el retorcidísimo expediente que había
seguido para conocerle.
En relación con ésta que hemos llamado manía
del secreto en el Opus Dei hay un interesante tema al que
los opusdeiólogos aluden sólo de pasada, como
no podría ser de otra manera, teniendo en cuenta los
escasos datos que se nos ofrecen para su estudio. Me refiero
a la cuestión de si el padre Escrivá, que comparte
con muchos otros sacerdotes de su tiempo la abominación
por la masonería y las sociedades secretas, pudo acaso
pensar en adoptar algunos de los que él creía
los métodos de esas sociedades con la intención
de combatirlas en su propio terreno. Sugiere algo de esto
una máxima de Camino, la 833, que transcribo a continuación
porque en ella parece hacerse una velada propuesta de utilizar
"para el bien" métodos que al mismo tiempo
se condenan:
¡Caudillos!... Viriliza tu voluntad para que Dios
te haga caudillo. ¿No ves cómo proceden las
malditas sociedades secretas? Nunca han ganado a las masas.
En sus antros forman unos cuantos hombres-demonios que se
agitan y revuelven a las muchedumbres, alocándolas,
para hacerlas ir tras ellos, al precipicio de todos los
desórdenes... y al infierno. Ellos llevan una simiente
maldecida.
Si tú quieres... llevarás la palabra de
Dios, bendita mil y mil veces, que no puede faltar. Si eres
generoso... si correspondes con tu santificación
personal, obtendrás la de los demás: el reinado
de Cristo: que "omnes cum Petro ad Jesum per Mariam".
La máxima es lo suficientemente ambigua como para
poder interpretarse en algún otro sentido, pero no
cabe duda que esa misma ambigüedad sugiere que el padre
Escrivá, en su propósito de formar ¡caudillos!
invita a sus discípulos a ver cómo proceden
las sociedades secretas. Niega que hayan ganado nunca a las
masas, pero acto seguido dice que sus hombres-demonios revuelven
a las muchedumbres, alocándolas y luego deja caer que
"si tú quieres..." A algunos ha parecido
significativo el hecho de que entre los miembros de esta Obra
que entre nosotros ha sido calificada de "masonería
blanca" se usen numerosos símbolos, contraseñas
y signos. Si, por poner un ejemplo que el lector ya conoce,
se encuentra uno en una reunión y una persona que acaba
de llegar dice al ser presentada: "Pax", no hay
que interpretar que esa persona se haya vuelto loca. Significa
que es del Opus Dei y que lanza su santo y seña para
que, si hay en el grupo otra persona perteneciente a la Obra
se identifique diciendo: "In aeternum". Algunos
intérpretes se han preguntado si el número nueve
tiene alguna especial significación en el Opus Dei.
Camino tiene, precisamente, 999 máximas, y en la sobrecubierta
de la primera edición, publicada en Valencia en 1939,
aparece este signo del 9 dibujado con trazos rectilíneos,
es decir, con un cuadrado del que sale un trazo vertical rematado
por otro horizontal que sirve de base. Un sacerdote amigo
de Escrivá me explicó que el padre le había
dicho en una ocasión, hace muchos años, que
este signo es un anagrama de la palabra OPUS DEI, cuyas letras
escritas con trazos rectilíneos pueden efectivamente
obtenerse descomponiendo el signo [El biógrafo Andrés
Vázquez de Prada desmiente esta interpretación
y dice que este número 999 de las máximas de
Camino era simplemente expresión de la devoción
del autor a la Santísima Trinidad. También cuenta
que este número y otros signos que había en
el altar del oratorio de la casa de la calle Jenner de Madrid
así como el oratorio en forma elíptica de la
casa Diego de León fueron interpretados por los enemigos
del Opus como signos cabalísticos].
De estos aspectos ocultistas de la Obra no tendremos información
fehaciente hasta que alguna de las personas que pertenecieron
al Opus en los primeros tiempos se decidan a contar sus experiencias.
Un hecho es cierto, sin embargo: que el tema de la masonería
constituyó una intensa preocupación para los
católicos españoles en los años en que
Escrivá, recién ordenado sacerdote, se trasladó
a Madrid e inició su acción pastoral. Andando
el tiempo, durante la guerra y en los años siguientes,
el nacional-catolicismo emprendió una verdadera caza
de brujas contra los sospechosos de pertenecer a "sectas
y sociedades secretas" mediante lo que se conoció
con el pintoresco nombre de "Tribunal para la represión
de la Masonería y el Comunismo" [En los años
cuarenta se presentó una denuncia ante este Tribunal
acusando a la Obra de ser una "secta judaica en relación
con los masones". Vázquez de Prada dice que el
general Saliquet, presidente del Tribunal dio por sobreseído
el asunto cuando se enteró de que los miembros de la
Obra eran personas de vida casta. "No hay que preocuparse;
si viven la castidad, no son masones. No conozco masones que
sean castos", dijo el general]. El padre Escrivá,
hombre de su época, debió estar obsesionado
también con los odiados masones. En su gruesa apreciación
de cura provinciano debió calificar de "sociedades
secretas", como lo habían hecho otros católicos
contemporáneos suyos, a entidades tan eximias como
la Institución Libre de Enseñanza, cuyos fines
y procedimientos, o lo que él consideraba como tales,
procuró adoptar en su programa apostólico, como
hemos de ver al referirnos a las influencias intelectuales
que pueden apreciarse en su formación durante la década
de su estancia en Madrid antes de la guerra.
Pero, a fin de volver ahora al análisis del claroscuro
que siempre ofrece la personalidad de este hombre contradictorio
es preciso que anotemos nuestra perplejidad ante el hecho
de que el discreto padre Escrivá y el oculto Instituto
que él funda no sientan empacho en compaginar esta
"pasión por el secreto" con un asombroso
sentido de la publicidad y la propaganda. La Obra se ha preocupado
de crear una serie de "escaparates" como puedan
serlo los centros de formación profesional obrera,
Tajamar en Madrid, Xaloc en Hospitalet o el Centro Elis en
el Tiburtino romano. O bien los centros culturales, como el
famoso Strathmore College de Nairobi, el Nairana Cultural
Center en Sydney, el Hontanar en Bogotá o la universidad
impropiamente llamada de Navarra porque no es Navarra sino
el Opus Dei quien la administra y dirige. O bien, algunos
centros misionales como el establecido en el Perú con
instituciones asistenciales y escuelas de formación
obrera y campesina. Es importante señalar aquí
que no todos los centros creados y regidos por el Opus Dei
constituyen "escaparates" de la Obra en el sentido
a que aquí nos referimos. Hace mucho tiempo por ejemplo
que se ha dejado de pregonar que tal o cual residencia de
estudiantes pertenece a la Obra. La creciente impopularidad
del Opus Dei entre los estudiantes, no sólo de España,
sino de todo el mundo, como lo sugiere el ejemplo del fracaso
sufrido por la Obra entre los estudiantes de Friburgo, en
Suiza, que cuenta Yvon Le Vaillant en su libro, ha recomendado
emprender una "desopustización" de estas
"realizaciones" universitarias del Instituto. No
se advierte a los estudiantes que la residencia sea del Opus
Dei aunque luego se les somete al bombardeo ideológico
y religioso propio de la Obra y al estricto control y vigilancia
característicos de esta "gran familia" paternalista.
Tampoco se suelen airear, al menos en estos últimos
años, centros tales como los de enseñanza de
"hogar y cultura" como los que la sección
femenina del Opus Dei tiene establecidos en varios países.
El paradigma de estos centros es el llamado Los Tilos, fundado
en Madrid hace ya años, de donde es fama que salen
las mejores "empleadas del hogar" que puedan encontrarse
en España, eufemismo este de particular invención
de la Obra. Los Tilos y otras escuelas han constituido no
sólo un excelente negocio que podríamos denominar
de "agencia de colocación perfeccionada",
sino también un sistema para meter numerarias del Opus
Dei en las casas de la clase dirigente española. Hace
unos años, todo el servicio de la nunciatura apostólica
de Madrid estaba compuesto por personas procedentes de Los
Tilos y otras escuelas, hasta el punto de que el entonces
nuncio, monseñor Riberi, cuyo enfrentamiento con el
Opus hizo época, afirmaba que se sentía rigurosamente
vigilado y que no podía hacer ni decir nada sin que
el Opus se enterara. El hecho de que todo el personal de servicio
fuese del Opus Dei hizo surgir el chiste de llamar a la casa
del nuncio, la "Nunciatura Opustólica"...
[Actualmente, las mujeres miembros del Opus Dei que se
dedican al servicio doméstico en el centro de la Obra
se llaman "numerarias auxiliares". Según
testimonio de personas que tuvieron con el fundador un trato
continuo, el Padre solía llamarlas "sirvientas".
En vida del fundador, y no me consta que esta situación
haya variado en nuestros días, las "sirvientas"
eran objeto de una serie de discriminaciones. Toda su ropa
estaba marcada con la palabra "servicio" y comían
con cubiertos de aluminio, y no de plata o alpaca como los
demás numerarios. A las que eran analfabetas no se
las enseñaba a leer y escribir. Y no por simple descuido
o inadvertencia sino porque así se cumplía el
principio fundamental del Opus Dei según el cual cada
persona debe permanecer en el sitio que Dios le ha asignado
y santificar su trabajo. Manteniéndolas en el analfabetismo,
estas mujeres seguirían siendo "sirvientas".
Las "numerarias auxiliares" tenían que salir
a la calle vestidas de uniforme y Monseñor se enfurecía
si alguna directora disponía lo contrario. Cuando recibían
visitas de sus familiares, éstos no tenían el
derecho de sentarse en sillas sino que se colocaban bancos
en la sala de visitas para marcar la distancia con los familiares
de las otras numerarias. Una persona que fue directora de
la casa de la sección femenina en la calle Zurbarán
de Madrid me explicó que, cuando Monseñor visitó
esta casa, dispuso que las sirvientas plancharan la ropa al
aire libre, en el patio, incluso durante el invierno. La directora
se opuso a ello y entonces Escrivá se enfureció
y le dijo: "Si tienes piedad con el servicio te quito
de directora". Y añadió: "Las sirvientas
son sirvientas porque son torpes. Sí no, serían
catedráticas".]
La Obra ha elegido para su masiva propaganda aquellas "realizaciones"
que le han parecido más acordes con el signo de los
tiempos. En España se ha hecho, por ejemplo, una publicidad
machacona del centro obrero de Tajamar. En las revistas de
la Obra se han publicado numerosos reportajes sobre este centro
que iba a suponer poco menos que la redención social
del barrio de Vallecas, donde está situado. Constantemente,
la secretaría del Opus Dei en Madrid ha invitado a
periodistas españoles y extranjeros a visitarlo. En
los folletos sobre este centro aparecen fotografías
de obreros y aprendices manejando tornos o pulidoras, vestidos
con un mono muy nuevo y con una cara de "sana alegría"
y de espíritu de trabajo tales que uno piensa que...
otro gallo les cantara a las relaciones entre el capital y
el trabajo si se confiara al Opus Dei la formación
de la clase obrera. Por poner otro ejemplo, elegido esta vez
fuera de España, en las fotografías que la Obra
difunde en su propaganda sobre el "Centro Interracial"
de Strathmore College de Nairobi, aparecen siempre estudiantes
blancos mezclados con estudiantes de color jugando cristianamente
al criquet. En las fotos de la Universidad de Navarra se destaca
también la gozosa coexistencia en las aulas de todas
las razas del mundo. En una de las más divulgadas el
fotógrafo "sorprendió" en primer plano
de la clase a dos negros, un japonés y una muchacha
con aspecto de indonesia, dando así representación
gráfica al universalismo de la Obra.
La Universidad del Opus en Pamplona ha sido objeto de una
intensa propaganda por parte de la Obra. Se han organizado
magnas concentraciones como la de los "Amigos de la Universidad
de Navarra", a que ya me he referido, con asistencia
del padre rodeado de gran aparato carismático. Esta
asamblea y otras concentraciones realizadas en Pamplona han
dado lugar a la edición de numerosos folletos y también
voluminosos libros distribuidos después profusamente.
Un buen ejemplo del tipo de propaganda que realiza el Opus
Dei es un libro de 350 páginas editado después
de los actos de proclamación como universidad del preexistente
Estudio General de Navarra en octubre de 1960. El volumen
recoge los discursos pronunciados por los dignatarios oficiales
y por monseñor Escrivá de Balaguer, así
como la biografía de este último escrita por
don Florentino Pérez Embíd y publicada después
en la colección "Forjadores del mundo contemporáneo",
de Editorial Planeta. Pero la mayor parte del libro está
constituida por las crónicas de los periodistas del
Opus sobre los actos de Pamplona y por la repetición,
página tras página, de prácticamente
el mismo telegrama de agencia publicado en los distintos periódicos
españoles [Quizá la manifestación
más clara de la "pasión propagandística"
del Opus Dei ha sido el deseo que siempre ha mostrado por
controlar medios informativos. El fundador había expresado
más de una vez su aspiración a tener periódicos
en todos los países donde la Obra ejercía su
apostolado. En la España de la Dictadura franquista
el Opus fundó y controló diversos medios de
información, tales como "El Alcázar",
que después pasó a la Hemandad del Alcázar
de Toledo, "Nuevo Diario", varios periódicos
de provincias y revistas como "La Actualidad Española",
"La Actualidad Económica", la revista agrícola
"Tria", la revista femenina "Telva" y
"Mundo Cristiano", la de ideología más
integrista. También la agencia de prensa "Europa
Press" estaba y está aún, ligada al Opus
Dei. Un caso muy especial fue el del diario "Madrid",
controlado por Rafael Calvo Serer y dirigido por Antonio Fontán,
uno y otro miembros de la Obra. La actitud liberal del Madrid
y sus críticas al régimen franquista, que culminaron
en un famoso artículo de Calvo Serer, condujeron al
cierre del periódico por parte del gobierno en 1971.].
Objeto de especial predilección para la publicidad
opusdeísta son algunos rasgos de la personalidad y
de la vida del padre Escrivá. Mientras, como ya hemos
visto, se ocultan importantes datos de su biografía
y se escamotean informaciones de gran significación
para el enjuiciamiento de la Obra por él fundada, se
agrandan los detalles de prestigio. Por ejemplo, en las minúsculas
biografías del fundador que se incluyen en las ediciones
de Camino, lo mismo españolas que en otras lenguas,
se mencionan exhaustivamente los títulos universitarios
y eclesiásticos de monseñor: doctor en teología,
doctor honoris causa, consultor de la Sagrada Congregación
de Seminarios y Universidades, etc. Mientras tanto, no se
hace referencia alguna al hecho de que Camino fuese escrito
en Burgos durante la guerra civil. La nota biográfica
salta desde 1928, año de la fundación del Opus
Dei, a 1947, fecha de la aprobación del Instituto por
la Santa Sede, pasando así por alto un elemento importantísimo
para la comprensión de esta Obra que se organizó
al calor del nacional-catolicismo imperante en la época
de la guerra y se desarrolló gracias al propicio clima
que encontró en la España surgida de la contienda
civil.
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