VIDA Y MILAGROS DE MONSEÑOR ESCRIVÁ,
FUNDADOR DEL OPUS DEI
"ES MUY SANTO Y TIENE QUE
IR A MADRID"
Con referencia a los años que pasó José
María Escrivá como seminarista en Zaragoza,
hay un hecho que la Obra se ha encargado de airear como sabe
hacerlo y que aparece en todas las notas biográficas
de monseñor. Se dice que Escrivá fue "superior
del seminario" y uno de los biógrafos oficiales,
Carlos Escartín, afirma que le nombró para este
cargo el arzobispo de Zaragoza, cardenal Soldevila. Este es
un buen ejemplo del uso de las técnicas "escaparatistas"
de que hace gala el Opus Dei y de los recursos que en la casa
se emplean para hinchar el curriculum del padre. La palabra
superior no expresa en absoluto la misión que José
María Escrivá, siendo todavía seminarista,
tuvo a su cargo durante algún tiempo en los años
de su carrera eclesiástica ni era ésa la palabra
empleada para designar este cargo. En el seminario, como sucede
en otros centros de enseñanza, existía y en
algunos sitios aún existe, la costumbre de confiar
a uno de los alumnos el control de la disciplina de sus propios
compañeros. Un sacerdote de Zaragoza que estudió
con Escrivá me dijo que este cargo se denominaba entonces
"celador", y que Escrivá lo ejercía
en la residencia de san Carlos, donde ellos vivían
y durante los desplazamientos que cada día tenían
que hacer a pie desde la residencia al seminario y viceversa,
pero no en el seminario propiamente dicho. El carácter
de Escrivá, distante de sus compañeros, insolidario
y deseoso de notoriedad, hace explicable la designación
de nuestro personaje para el antipático cargo.
Algunas fechas completan nuestros conocimientos acerca de
los años que pasó José María Escrivá
en Zaragoza. El 14 de junio de 1924, según anotación
que figura en su partida de bautismo, recibe el subdiaconado
conferido por el Ilmo. señor don Miguel de los Santos
Díaz y Gómara, y se ordena sacerdote el 28 de
marzo de 1925. Dicen sus biógrafos que Escrivá
recibió la tonsura clerical de manos del cardenal Soldevila,
el famoso arzobispo de Zaragoza, que fue asesinado el día
4 de junio de 1923 cuando llegaba en su automóvil a
la finca de recreo de "El Terminillo", donde había
fundado unas escuelas. Don Juan Soldevila y Romero, aragonés
de nacimiento, había ocupado la sede arzobispal zaragozana
desde 1902 y gozaba de gran popularidad en Aragón,
sobre todo por sus campañas en favor de los regadíos
del Ebro. Políticamente se significó por su
actitud de extrema derecha con motivo de sus intervenciones
sobre las grandes cuestiones nacionales desde su escaño
del Senado. Su muerte está relacionada con las luchas
sociales de la época. El periódico "El
Heraldo de Aragón" describía en sus crónicas
de aquellos días la imponente manifestación
de duelo que tuvo lugar en Zaragoza con motivo del entierro
del cardenal en el templo del Pilar, cuyas obras había
impulsado Soldevila grandemente logrando que fuera declarado
monumento nacional. José María Escrivá
debió sin duda tomar parte en los actos organizados
en Zaragoza con motivo de la muerte del cardenal. La ideología
de Soldevila, la personalidad de este príncipe de la
Iglesia y los acontecimientos de junio de 1923 no pudieron
dejar de ejercer su influencia sobre el joven seminarista.
Los biógrafos de la Obra suelen decir que Escrivá
"comenzó su labor sacerdotal en parroquias rurales".
En la ficha que de José María Escrivá
se guarda en la secretaría de la cámara de la
diócesis solamente figura el nombre de un pueblo: Perdiguera,
donde el futuro fundador ocupó el cargo de regente
auxiliar por enfermedad del párroco desde el 30 de
marzo hasta el 18 de mayo de 1925, es decir, durante no mucho
más de mes y medio. Se ha dicho también que
Escrivá estuvo en otro pueblo que algunos creen que
fue Romanos y otros Sobradiel. En la ficha que yo vi en la
secretaría de cámara no aparece ningún
otro pueblo aparte de Perdiguera. La "labor sacerdotal
en parroquias rurales" fue por tanto brevísima,
por no decir inexistente [Posteriormente, en 1927, el padre
Escrivá se hizo cargo de otra parroquia rural de la
diócesis zaragozana, la del pueblo de Fombuena. Estuvo
allí exactamente durante dos semanas en la primavera
de ese año. En Perdiguera había estado solamente
un mes y medio, entre el 31 de marzo y el 18 de mayo de 1925.
Sin embargo, el fundador daba mucha importancia al hecho de
haber sido "cura de pueblo": "He estado dos
veces en parroquias rurales, decía. ¡Qué
alegría cuando me acuerdo! ¡Me hicieron un bien
colosal, colosal, colosal! ¡Con qué ilusión
recuerdo aquello!" Sus biógrafos se han encargado
de "hinchar" la experiencia rural de Monseñor].
"Fíjese usted, con lo que vale, quieren mandarle
a un pueblo", se cuenta que andaba diciendo una señora
de la familia del recién ordenado sacerdote. Y también
"nuestro primo es muy santo y tiene que ir a Madrid".
Don Florentino Pérez Embid dice que el padre Escrivá
se trasladó a la capital de España en 1926.
Es probable que el viaje se efectuara en los primeros meses
de este año y que el futuro fundador, que había
quedado libre en mayo de 1925 de sus compromisos rurales,
como se desprende de su ficha en la secretaría de cámara,
empleara el resto del año en las gestiones necesarias
para conseguir excardinarse de la diócesis de Zaragoza.
Lo que Escrivá debió lograr entonces fue un
permiso especial del arzobispo para trasladarse a Madrid.
Según pude saber en Zaragoza, la excardinación
propiamente dicha no se le concedió hasta después
de la guerra civil [El padre Escrivá pidió
dispensa en abril de 1927, para cursar el doctorado en Madrid.
El arzobispo de Zaragoza don Rigoberto Doménech le
concedió el permiso eclesiástico por dos años].
Una vez instalado en la capital, el joven sacerdote lleva
consigo a su familia, la madre doña Dolores, la hermana
Carmen y el hermano Santiago, que entonces era un niño
de seis años, los cuales habían seguido viviendo
en Logroño hasta que José María terminó
la carrera, en una situación económica que no
debió ser muy buena, sobre todo desde que, en 1924,
murió el padre, don José Escrivá y Corzán.
Es importante este viaje porque, como ya hemos dicho, la familia
es el núcleo inicial de la Obra. Escrivá es
en efecto el primer fundador de la historia de la Iglesia
que parte del embrión familiar para la creación
de su Instituto. En Madrid, don José María alquila
un piso para residir con su familia y comienza su labor apostólica
que, según sus biógrafos, realiza primero en
los suburbios y en hospitales. Debe añadirse a esto
el dato a que me he referido ya anteriormente, de que en los
primeros tiempos de su estancia en la capital, José
María Escrivá encuentra trabajo como preceptor
de los hijos de un aristócrata.
Durante estos años el joven sacerdote aragonés
obtiene, si hemos de creer a los biógrafos oficiales,
la protección de don Leopoldo Eijo Garay, preconizado
obispo de Vitoria en 1917 y que posteriormente había
de ocupar la sede de Madrid-Alcalá. Esta información
debe aceptarse con alguna reserva, pues monseñor y
la Obra están muy interesados en demostrar que Escrivá
contó en todo momento con "la venia y la bendición
del queridísimo señor obispo", como el
mismo fundador ha dicho en una entrevista. Sea como fuera,
lo cierto es que la figura del doctor Eijo Garay fue de gran
importancia en el catolicismo español de aquellos años.
Preocupación dominante suya fue el tema del papel de
la Iglesia en la enseñanza. Eijo Garay fue el inspirador
del proyecto de ley de reforma de la enseñanza universitaria
presentado por el ministro Castillejo, en uno de cuyos artículos
se equiparaba a algunos centros de enseñanza superior
de jesuitas y agustinos con las universidades del Estado en
lo relativo a la obtención de títulos. Indudablemente,
las ideas del doctor Eijo Garay debieron ejercer influencia
sobre el futuro Gran Canciller de la Universidad de Navarra.
Al poco tiempo de llegar a Madrid, el padre Escrivá
empieza a dedicar su actividad pastoral a los estudiantes.
No sabemos a ciencia cierta la época en que comenzaron
los contactos de Escrivá con jóvenes universitarios.
A fin de sostener a su familia, y no contando con más
ingresos que los que obtenía de su trabajo como capellán
de un convento de monjas Descalzas de Madrid, debió
dedicar alguna actividad a la enseñanza privada [Debo
ampliar y precisar aquí la información que obtuve
para la redacción original de este libro. Don José
María fue capellán de la iglesia del "Patronato
de Enfermos" que regentaban las "Damas Apostólicas
del Sagrado Corazón de Jesús", una institución
fundada por Doña Luz Rodríguez Casanova. Daba
además clases de Derecho Canónico en la Academia
Cicuéndez, instalada en la calle de San Bernardo].
A fin de ayudar a su hijo a sufragar los gastos de la casa,
doña Dolores, como hacen tantas mujeres madrileñas,
debió recurrir al expediente de tomar huéspedes,
que debieron ser preferentemente estudiantes. Para cuando,
ya en los primeros años de la década de los
treinta, el padre funda su primera residencia universitaria
en la calle Ferraz, doña Dolores debía tener
ya una amplia experiencia corno "patrona". Cuando
se habla de la fundación del Opus Dei, por tanto, no
se debe olvidar el papel de cofundadora que corresponde a
doña Dolores. Esta mujer de familia venida a menos
conserva, "contra viento y marea", el orgullo y
la "dignidad" de la pequeña burguesía
provinciana española. Apremiada por la necesidad de
sacar adelante a su familia, esta mujer de temple pone pensión,
una pensión a la que los impulsos de su corazón
de madre y el deseo de hacer olvidar los reveses que ha sufrido
su suerte, van a dar un carácter familiar. Los huéspedes
son "como de casa" y doña Dolores se instala
en su papel de abuela. Esto va a ser de una decisiva importancia
en la creación de la Obra porque permite al padre Escrivá
constituir una organización muy poco burocrática
que va a tener toda la eficacia y toda la fuerza de la familia
tradicional española. El clima "de casa"
que, como afirman los socios del Opus Dei, se respira aún
hoy en las residencias de la Obra, es claramente una herencia
de "la abuela". Cuando, según consta por
diversos testimonios, a la muerte de doña Dolores,
el padre Escrivá inicia gestiones, que luego abandona,
encaminadas a abrir el proceso de beatificación de
su madre, está reconociendo el papel trascendental
que aquella mujer jugó en la creación del Instituto
desde la españolísima e invencible fortaleza
de la mesa camilla. [En su afán de ennoblecer a
su familia, Monseñor Escrivá mandó pintar
un cuadro, que se conserva en la Casa Generalicia del Opus
Dei en Roma, en que su padre aparece vestido con mayor elegancia
que la que nunca pudo permitirse y su madre, con capa de armiño.]
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