TUS ZONAS ERRÓNEAS
W. Dyer
CAPÍTULO VII. ROMPIENDO LA
BARRERA DE LOS CONVENCIONLISMOS
No hay reglas ni leyes ni tradiciones que se puedan
aplicar universalmente... incluyendo ésta.
El mundo está lleno de "debes hacer esto,"
que la gente aplica a su comportamiento sin previa evaluación;
y la suma total de todos estos "debes," componen
una gran zona errónea. Es muy posible que te dejes
guiar por una serie de normas y principios con los que ni
siquiera estás de acuerdo, y que sin embargo, seas
incapaz de romper con ello y decidir por ti mismo lo que te
va bien o no te va bien a ti personalmente.
No hay nada absoluto. No hay normas ni leyes que siempre
tengan sentido, o que sean beneficiosas para todos en todas
las ocasiones. La flexibilidad es una virtud mayor y sin embargo,
puede que te sea difícil, e incluso imposible, quebrantar
una ley inútil o violar una tradición absurda.
El condicionamiento a la sociedad o medio cultural puede ser
muy útil a veces, pero si esto es llevado a un punto
extremo, puede convertirse en una neurosis, particularmente
si el resultado de esta adaptación a los "debes
hacer esto o aquello" es la infelicidad, la depresión
o la ansiedad.
De todo esto no se puede deducir ni tampoco se trata de
sugerir de manera alguna que tu actitud debe ser la del desprecio
a la ley o de romper las reglas simplemente porque te parece
lo apropiado en un momento dado.
Las leyes son necesarias y el orden es parte importante de
la sociedad civilizada. Pero la obediencia ciega a los convencionalismos
es algo completamente distinto, algo que puede ser mucho más
destructivo para el individuo que el hecho de violar las leyes.
A menudo estas leyes son absurdas y las tradiciones dejan
de tener sentido. Cuando éste es el caso y tú
dejas de funcionar eficientemente porque sientes que debes
obedecer estas leyes sin sentido, quiere decir que ha llegado
el momento de reconsiderar tanto las normas como tu comportamiento.
Como dijo una vez Abraham Lincoln: "Nunca tuve una
política que pudiese aplicar siempre. Simplemente trataba
de hacer lo que me parecía sensato en el momento preciso".
No fue nunca esclavo de una política determinada que
tuviera que ser aplicada en cada caso, aunque ésta
hubiese sido concebida con esa intención.
Un "debe," es malsano sólo cuando se cruza
por el camino de los comportamientos sanos y eficientes. Así,
cuando descubras que estás haciendo cosas desagradables
y que no son productivas debido a algún "debe",
quiere decir que has renunciado a tu libertad de elección
y estás permitiendo que te controle alguna fuerza exterior.
Un examen más profundo y detallado de este control
interno en comparación con el control externo de ti
mismo será muy útil antes de seguir observando
estos "debes" erróneos que pueden estropearte
tu vida.
LOCUS DE CONTROL INTERNOS, FRENTE A LOCUS DE CONTROL EXTERNOS
Se ha calculado que un buen setenta y cinco por ciento de
la gente en nuestra cultura tienen una orientación
de personalidad más externa que interna. Esto quiere
decir que es muy probable que tú encajes en esta categoría
con mayor frecuencia que en la otra. ¿Qué quiere
decir ser "externo" en tu locus de control? En esencia
ser "externo," quiere decir que tú responsabilizas
de tu estado emocional en tus momentos presentes a alguien
o algo externo, o sea algo que está fuera de ti mismo.
Si te preguntaran: "¿Por qué te sientes
mal?" y tú contestaras con respuestas como: "Mis
padres me tratan mal", "Ella me ofendió",
"Mis amigos no me quieren", "No tengo suerte"
o "Las cosas no van bien", ello significaría
que estás dentro de esta categoría externa.
Y por lo mismo, si te preguntaran por qué eres tan
feliz y tú contestaras: "Mis amigos me tratan
bien", "Mi suerte ha cambiado", "Nadie
me está fastidiando" o "Ella se arriesgó
por mí", querría decir que aún estás
dentro de un marco de referencia externo, atribuyéndole
la responsabilidad de lo que tú sientes a alguien o
algo que está fuera de ti.
La persona que tiene un "locus" de control interno
es la que coloca firmemente sobre sus propios hombros toda
la responsabilidad por lo que él mismo siente, y este
tipo de persona es muy rara dentro de nuestra cultura. Al
contestar ese tipo de preguntas contesta con respuestas interiormente
dirigidas como ser: "Lo que me digo a mí mismo
es un error", "Le doy demasiada importancia a lo
que dicen los demás", "Me preocupa lo que
pueda decir la demás gente", "No soy lo suficientemente
fuerte para evitar ser desgraciado" y "No tengo
habilidad suficiente para impedirme a mí mismo el no
ser desdichado". Del mismo modo, cuando la persona con
coherencia interior está en buena situación,
contesta con referencias que empiezan con un "Yo"
o "A mí", como por ejemplo: "Yo trabajé
duro para ser feliz", "Yo he logrado que las cosas
me funcionen", "Me estoy diciendo a mí mismo
cosas positivas", "Yo soy responsable de mí
mismo y es aquí donde quiero estar".
Así pues hay una cuarta parte de la gente que asume
la responsabilidad de sus propios sentimientos y el resto
le echa la culpa de los mismos a causas externas. ¿Dónde
encajas tú? Virtualmente todas las normas y las tradiciones
son impuestas por fuerzas externas; es decir, que provienen
de algo o alguien que se encuentra fuera de ti mismo. Si estás
recargado de "debes" y eres incapaz de romper con
los convencionalismos prescritos por los demás, entonces
quiere decir que estás en el grupo de los "externos".
La actitud de una paciente que vino a verme hace poco es
un excelente ejemplo de este tipo de pensamiento externamente
dirigido. La llamaremos Bárbara. Su mayor problema
era la obesidad, pero también tenía una cantidad
de pequeñas carencias y conflictos. Cuando empezamos
a hablar de su problema de exceso de peso, ella me dijo que
siempre había sido demasiado gorda porque tenía
un problema de metabolismo y porque su mamá la había
obligado a comer cuando pequeña. El cuadro de sobrealimentación
continuaba en la actualidad, me dijo ella, porque su marido
no se ocupaba de ella y sus niños eran muy desconsiderados.
Ella lo había probado todo, dijo ("Vigilantes
del Peso", píldoras, una serie de médicos
especialistas en dietética, incluso la astrología).
El tratamiento conmigo de psicoterapia sería su última
tentativa. Si yo no lograba hacerla perder peso, me dijo,
nadie lo lograría.
Tal como Bárbara contaba su historia y analizaba
su propio dilema, no me sorprendió que no pudiera perder
aquellos kilos indeseables. Todo y todos conspiraban contra
ella: su madre, su marido, sus niños, incluso su propio
cuerpo y las estrellas. El "Vigilante del Peso"
y los médicos especialistas podían ayudar a
personas menos problemáticas, pero en el caso de Bárbara,
las desventajas eran demasiado grandes.
Bárbara era un ejemplo clásico de pensamiento
externo. Su madre, su marido, sus hijos y una parte incontrolable
de su propio cuerpo eran los responsables de su gordura. Ésta
nada tenía que ver con sus propias elecciones de comida,
de comer demasiado ciertos alimentos y en ciertos momentos.
Además, sus tentativas para aliviar esta situación
eran dirigidas hacia el exterior así como también
lo eran sus percepciones del problema en sí. En vez
de reconocer que era ella la que había elegido comer
demasiado en el pasado y que tendría que aprender a
hacer nuevas elecciones si quería perder peso, Bárbara
recurría a otra gente u otras cosas, las convenciones
aceptadas por la sociedad para los casos de necesidad de pérdida
de peso. Cuando todos sus amigos optaron por ir a los "Vigilantes
del Peso", Bárbara fue también. Cada vez
que uno de sus amigos descubría un nuevo médico
especialista en problemas de obesidad, Bárbara era
la primera en acudir a él para pedirle ayuda.
Al cabo de varias semanas de tratamiento, Bárbara
empezó a reconocer que su infelicidad y sus problemas
eran producto de sus propias elecciones y no de las actitudes
de los demás. Empezó reconociendo que simplemente
comía demasiado, más de lo que realmente quería
algunas veces y que no hacía suficiente ejercicio.
Como primera medida, decidió cambiar sus hábitos
alimenticios exclusivamente con autodisciplina. Aprendió
que podía manipular su propia mente y eligió
hacerlo. Decidió que la próxima vez que tuviera
hambre se gratificaría a sí misma con pensamientos
sobre su propia fuerza interior en vez de comerse una galleta.
En vez de echarles la culpa a su marido e hijos por comer
demasiado, impulsada a ello por lo mal que la trataban, empezó
a ver que se había estado haciendo la mártir
durante años, implorándoles virtualmente para
que la explotaran. Desde que Bárbara empezó
a exigir que la trataran bien, descubrió que su familia
estaba deseando hacerlo, y en vez de buscar consuelo en la
comida, encontró gratificación y plenitud en
relaciones basadas en amor y respeto mutuos.
Bárbara decidió incluso pasar menos tiempo
con su madre quien, a su entender, dominaba su vida arruinándola
con un exceso de comida. Cuando Bárbara reconoció
que su madre no la dominaba y que podía verla cuando
quisiera, no cuando su madre decía que debía
hacerlo, e igualmente que ella no tenía que comerse
ese trozo de pastel de chocolate simplemente porque su madre
decía que debía comérselo, empezó
a disfrutar de los momentos que pasaban juntas en vez de molestarse.
Finalmente Bárbara se dio cuenta de que la terapia
no tenía nada que ver con nada que estuviera fuera
de ella misma. Yo no podía cambiarla. Ella tenía
que cambiarse a sí misma. Esto tomaría su tiempo,
pero gradualmente, con gran esfuerzo, Bárbara cambió
sus "debes" externos por normas internas basadas
en su propio criterio. Ahora no sólo está más
delgada, sino que es también más feliz. Ella
sabe que no es feliz por su marido, ni por sus hijos, ni por
su madre ni por las influencias astrales. Sabe que se lo debe
a sí misma pues ahora es ella quien controla su propia
mente.
Los fatalistas, los deterministas y la gente que cree en
la suerte están en el grupo de los externos. Si tú
crees que tu vida ha sido planificada para ti de antemano,
y que sólo necesitas caminar por los caminos adecuados,
quiere decir que estás bien provisto de todos los "debes"
que sirven para mantenerte dentro de tu mapa de caminos previamente
trazados.
Nunca lograrás tu propia realización si persistes
en dejarte controlar por fuerzas externas o si persistes en
pensar que eres controlado por fuerzas externas. El ser eficiente
y positivo no implica la eliminación de todos los problemas
que se te presentan en la vida. Lo que sí implica e
importa es el mover el locus de control del exterior al interior.
De esa manera te responsabilizas tú mismo personalmente
de todo lo que experimentas emocionalmente. Tú no eres
un robot que manejas tu vida por control remoto, un control
lleno de reglas impuestas por otras personas y por reglamentos
que no tienen sentido para ti. Tú puedes analizar más
detenidamente estas "reglas" y empezar a ejercitar
un control interno sobre tu propio pensamiento, tus propios
sentimientos y tu propio comportamiento.
LA CULPABILIDAD Y EL "CULTO AL HÉROE":
PUNTOS EXTREMOS DEL COMPORTAMIENTO ORIENTADO HACIA EL EXTERIOR
Echar la culpa a los demás es una artimaña
muy práctica cuando no quieres asumir la responsabilidad
de algo que pasa en tu propia vida. Es el refugio de la gente
orientada hacia el exterior.
Todo tipo de culpabilización es una pérdida
de tiempo. Por más fallas que tenga el otro y por más
culpa que tenga de lo que a ti te sucede, tú mismo
no cambiarás. Lo único que hace la culpabilización
es alejar la atención de ti cuando buscas razones externas
para explicar tu infelicidad o frustración. Pero la
culpa en sí misma es una necedad. E incluso si algún
efecto puede tener la culpabilización no será
sobre ti. Puedes lograr que la otra persona se sienta culpable
por algo al echarle la culpa de ello, pero no lograrás
cambiar lo que hay en ti que te está haciendo infeliz.
Puedes lograr no pensar en ello, pero no lograrás cambiarlo.
La tendencia a situar en los demás los propios problemas
puede conducir al extremo opuesto cuando sale a la superficie
como el culto al héroe; o sea una exagerada admiración
por otra persona. En este caso, te puedes encontrar mirando
a los demás para determinar tus propios valores.
Si fulanito de tal lo hace, pues yo también debo hacerlo.
El culto al héroe es una forma de autorrepudio. Hace
que los otros sean más importantes que tú y
condiciona tu propia realización a algo exterior a
ti. Si bien no hay nada autofrustrante en apreciar y admirar
a los demás y sus logros y talentos, esta actitud se
puede convertir en una zona errónea cuando tú
modelas tu comportamiento en el patrón de los demás.
Tus héroes son seres humanos. Todos son seres humanos.
Cada día hacen las mismas cosas que tú. Les
pica donde a ti te pica; por la mañana tienen mal aliento
igual que tú. (El único héroe bueno es
un bocadillo de jamón y queso o posiblemente unas berenjenas
a la parmesana.) Con los demás malgastas tus esfuerzos.
Ninguno de los grandes héroes de tu vida te han enseñado
nada. Y no son mejores que tú en nada. Políticos,
actores, atletas, estrellas de rock, el jefe, el terapeuta,
el profesor, tu cónyuge o cualquier otro, son simplemente
muy capaces en lo que hacen, nada más. Y si tú
los conviertes en héroes y los encumbras a posiciones
que están por encima tuyo, es porque estás dentro
de la "bolsa externa," de los que les atribuyen
a los demás la responsabilidad de las cosas buenas
que les pasan y sienten.
Si en un extremo, echas la culpa a los demás, y por
el otro, practicas el culto al héroe, quiere decir
que te encuentras situado en alguna parte de la línea
que podríamos llamar la línea del enfocar en
los demás.
Te estás portando como un tonto si buscas fuera de
ti mismo la explicación de cómo te debes sentir
o qué cosas debes hacer. Darte el crédito de
lo que haces y asumir su responsabilidad representa dar el
primer paso para eliminar esta zona errónea. Sé
tú mismo tu propio héroe. Cuando logres salir
del comportamiento culpabilizador o del culto al héroe,
entonces empezarás a trasladarte del lado exterior
del andamio al interior. Y en el lado interior, no existen
"debes" universales, ni para ti ni para los otros.
LA TRAMPA DE LO CORRECTO CONTRA LO INCORRECTO
En este caso, la cuestión de lo correcto contra lo
incorrecto no tiene nada que ver con la religión, ni
con planteamientos filosóficos o morales de un bien
o un mal apriorístico. Ése es un tema que debe
discutirse en otro contexto. Aquí, lo que importa eres
tú, el tema de la discusión eres tú y
cómo tus conceptos del bien y del mal se interponen
en tu propia felicidad. Tus bien y mal son tus "debes"
universales. Quizás has adoptado posturas no sanas
como por ejemplo que lo correcto incluye lo bueno y lo justo,
mientras que lo incorrecto es malo e injusto. Esto es una
tontería.
El bien y el mal en este sentido no existen. La palabra correcto
implica una seguridad, una garantía, de que si haces
algo de cierta manera el resultado será necesariamente
positivo. Pero no hay garantías. Puedes empezar a pensar
en el sentido de que cualquier decisión que tomes puede
traerte algo diferente, o más efectivo o legal, pero
en el momento en que empieza a ser una cuestión de
bien contra mal, caes en la trampa de "Yo siempre tengo
que hacerlo bien o tener razón y cuando no me van bien
las cosas o no me va bien con la gente, me deprimo y soy infeliz".
Quizá parte de tu necesidad de encontrar la respuesta
apropiada tenga que ver con la búsqueda de la seguridad
que tratamos en el capítulo sobre el miedo a lo desconocido.
Ésta puede ser una parte de tu tendencia general a
dicotomizar, o a dividir el mundo ordenadamente en extremos
como blanco/negro, sí/no, bueno/malo y bien/mal. Son
pocas las cosas que caben dentro de estas categorías
y la mayoría de la gente inteligente ambula por zonas
grises, posándose rara vez en la zona blanca o en la
negra. Esta proclividad a tener la razón, a estar bien,
es muy evidente en el matrimonio y en otras relaciones adultas.
Las discusiones se convierten casi inevitablemente en competiciones
que dan como resultado que uno de los involucrados tenga la
razón y sea el correcto y que el otro esté equivocado
y sea incorrecto. Es muy común escuchar frases como:
"Tú siempre crees que tienes la razón,"
o "Nunca reconocerás que estás equivocado".
Pero aquí no se trata de razón o sinrazón,
de bien o mal. Las personas son diferentes y ven las cosas
desde perspectivas diferentes. Si una persona tiene forzosamente
que tener la razón, el único resultado posible
de su relación con los demás es de crisis o
ruptura en la comunicación.
La única manera de salirse de esta trampa es dejar
de pensar de esa manera errónea de bien contra mal.
Como le expliqué a Clifford, que discutía a
diario sobre todos los temas posibles con su mujer: "En
vez de tratar de convencer a tu mujer de lo equivocada que
está, ¿por qué no conversas simplemente
sobre temas que no impliquen "debes" de parte de
ella o que esté de acuerdo contigo desde tu punto de
vista? Si le permites ser diferente a ti, eliminarás
las discusiones incesantes en las que porfiadamente, vale
decir frustradamente, pretendes tener la razón".
Clifford logró deshacerse de esta necesidad neurótica
y al mismo tiempo, el amor y la comunicación volvieron
a su matrimonio. Todos los bien y los mal de cualquier índole
representan otros tantos "debes" de una u otra especie.
Y los debes se entrometen en tu camino, especialmente cuando
entran en conflicto con las necesidades de las demás
personas de tener los suyos también.
LA INDECISIÓN COMO FACTOR DESENCADENANTE
DEL PENSAMIENTO EN TÉRMINOS DE BIEN Y MAL
Una vez le pregunté a un paciente si le costaba tomar
decisiones y él dijo:
"Bueno, sí y no". Quizás a ti te
cueste tomar decisiones incluso para asuntos triviales. Ésta
es una consecuencia directa de la tendencia a dividir las
cosas en categorías de bien y de mal. La indecisión
proviene de querer tener razón, de hacerlo bien; y
el posponer la elección te impide enfrentarte con la
ansiedad que escoges sentir cada vez que te equivocas. Cuando
hayas logrado eliminar el bien y el mal, lo correcto y lo
incorrecto de cada decisión (porque el tener razón
o estar bien implica una garantía) entonces te será
facilísimo tomar decisiones. Si estás tratando
de decidir a qué universidad irás a estudiar,
corres el riesgo de quedarte inmovilizado para siempre, incluso
después de haber tomado la decisión, porque
quizá no era la correcta. Más bien opta por:
"No hay universidades perfectas. Si escojo A, tales serán
las consecuencias más probables, mientras que B, posiblemente,
me brindará estas otras". Ninguna de las dos es
la justa, la perfecta, simplemente una es distinta de la otra
y ninguna de las dos te ofrece garantías totales, como
tampoco si la elección está entre A, B o Z.
Igualmente puedes disminuir tu tendencia neurótica
a la indecisión pensando que los posibles resultados
no serán ni buenos ni malos, ni correctos o incorrectos,
ni siquiera mejores o peores. Simplemente serán diferentes.
Si te compras este vestido que te gusta, es así como
te verás, lo que sólo es diferente de (no mejor
que) el ponerte ese otro vestido. Cuando logres abandonar
esos equivocados y autodestructivos bien y mal, te darás
cuenta de que tomar una decisión es simplemente una
cuestión de pensar cuáles son las consecuencias
que prefieres en un momento presente determinado. Y si empiezas
a optar por arrepentirte en vez de tomar una decisión,
en vez de decidir que el arrepentimiento es una pérdida
de tiempo (porque te mantiene viviendo en el pasado), simplemente
habrás podido tomar una decisión distinta en
tu próximo momento presente, decisión que tendrá
consecuencias que la decisión anterior no logró
aportar. Pero todo esto debe hacerse sin tratar de enmarcar
esas decisiones dentro de las categorías de bien y
de mal.
Nada es más importante que cualquier otra cosa. El
niño que en la playa recoge conchas de mar para su
colección no hace nada ni mejor ni peor que lo que
hace el presidente de General Motors cuando toma una decisión
importante para la marcha de la compañía. Son
cosas diferentes y nada más.
Tal vez creas que las ideas equivocadas son malas y que
no se deben expresar, mientras que se deben apoyar y alentar
las ideas que se consideren buenas o correctas. Tal vez, con
tus amigos, con tu cónyuge o con tus niños,
digas: "Si algo no se expresa correctamente o no se hace
bien, no vale la pena expresarlo o hacerlo",. Pero es
aquí donde acecha el peligro. Esta actitud autoritaria
puede conducir a la formación de un estado totalitario
cuando alcanza proporciones nacionales e internacionales.
¿Quién decide lo que está bien? Ésta
es la pregunta que nunca se puede contestar satisfactoriamente.
La ley no decide si algo está mal, sólo si es
legal. Hace más de un siglo John Stuart Mill en On
Liberty (Sobre la libertad), declaró:
Nunca podemos estar seguros de que la opinión que
tratamos de acallar sea una opinión falsa; y si estuviéramos
seguros, también sería incorrecto acallarla.
Tu eficacia no se mide por tu capacidad de elección.
La manera en que te manejas emocionalmente después
de haber hecho cualquier elección es el mejor barómetro
de tu entereza en el momento presente ya que una elección
apropiada implica esos "debes" que estás
tratando de eliminar. El pensar de una manera nueva será
útil en dos sentidos: uno, eliminarás esos "debes"
inútiles y te convertirás en una persona más
volcada hacia el interior; y dos, encontrarás que es
menos dificultoso tomar decisiones sin esas categorías
erróneas de bien y de mal.
LA INSENSATEZ DE LOS "DEBES"
Y "DEBERÍAS"
Albert Ellis acuñó una palabra muy precisa
para designar la tendencia de incorporar los "debes"
a tu vida. Es la "deberización" ("musterbation").11
Deberías siempre que actúas como sientes que
debes hacerlo aunque prefieras otra forma de comportamiento.
Los debes y deberías siempre producen una sensación
de tensión que aumenta a medida que la persona trata
de actualizar sus "debes" dentro de su comportamiento...
Más aún, debido a la externalización
del proceso, los "debes", siempre contribuyen aperturbaciones
en las relaciones humanas de una u otra manera.
¿Acaso los "debes" determinan gran parte
de tu vida? Sientes que debes ser amable con tus colegas,
apoyar a tu cónyuge, ayudar a tus niños y trabajar
mucho siempre? Y si alguna vez fallas en alguno de estos "debes"
te enfadas contigo mismo y por ello asumes las molestias y
la tensión o tirantez a la que alude Karen Horney?
Pero quizás éstos no son tus "debes".
Si, de hecho, pertenecen a otros y tú simplemente los
has tomado prestados, entonces te estás "deberizando".
Existe la misma cantidad de "debes", que de "no
debes". Éstos incluyen los: no debes ser grosero,
tonto, necio, infantil, lascivo, sombrío, agresivo,
malhumorado, y muchos más. Pero no tienes que "deberizarte".
Nunca jamás. No pasa nada si no guardas la compostura
o no entiendes. Te es permitido no tener dignidad si así
lo escoges. Nadie te está Llevando la cuenta ni nadie
te va a castigar por no ser algo que otra persona dijo que
deberías ser. Por lo demás, nunca puedes ser
nada que no quieras ser, todo el tiempo. Simplemente no es
posible. O sea que cualquier "debe" te producirá
tensiones puesto que no podrás realizar tus expectativas
erróneas. Lo que produce tensión no es tu comportamiento
indiscreto, indigno, intolerante o lo que sea, sino la imposición
de los "debes,".
LA ETIQUETA COMO UN "DEBES"
La etiqueta es un buen ejemplo de esculturización
inútil y malsana. Piensa en todas esas pequeñas
normas absurdas que te han impulsado a aceptar simplemente
porque unos especialistas en buenos modales así lo
decidieron. Coma el pollo de esta manera; espere siempre a
que la anfitriona empiece a comer antes de empezar; al hacer
las presentaciones presente el hombre a la mujer y no al revés;
en las bodas, siéntese en tal sitio determinado en
la iglesia; dé tal propina; vístase así;
exprésese de tal manera. No se consulte a sí
mismo; búsquelo en el libro. Si bien los buenos modales
son muy convenientes (significan consideración por
la demás gente), como el noventa por ciento de todas
las normas de etiqueta, en realidad son reglas sin sentido
que fueron pensadas arbitrariamente en un momento dado. No
existe una manera apropiada para ti; sólo lo que tú
decides es lo apropiado para ti, siempre que no les compliques
las cosas a los demás o se las dificultes. Puedes ser
tú quien escoja cómo vas a presentar a la gente,
qué propina vas a dar, qué es lo que te vas
a poner, cómo vas a hablar, dónde te vas a sentar,
cómo vas a comer, basándote estrictamente en
lo que tú quieras. Cada vez que caigas en la trampa
del "¿Cómo me debo vestir para esta ocasión?"
o "¿Cómo tendré que hacerlo?"
estarás cediendo una parte de ti mismo. Yo no trato
aquí de impulsarte a ser un rebelde social ya que ésa
sería una de las formas de búsqueda de aprobación
por medio de un comportamiento inconformista. Estoy tratando
más bien de pedirte que el desarrollo cotidiano de
tu vida sea dirigido y orientado por ti mismo y no por los
demás. Ser leal a ti mismo quiere decir que no tienes
necesidad de un sistema exterior de apoyo.
LA OBEDIENCIA CIEGA A LAS NORMAS Y LAS
REGLAS
Algunos de los comportamientos humanos más despreciables
de que se tenga conocimiento tuvieron como pretexto la obediencia
a órdenes superiores. Los nazis ejecutaron a seis millones
de judíos y asesinaron y maltrataron a varios otros
millones de ellos porque así lo mandaba la "Ley".
Más tarde, después de la guerra, la responsabilidad
por estos actos de barbarismo fue siendo trasladada rápidamente
hacia la cúspide de la jerarquía del poder nazi
hasta llegar al punto en que en toda Alemania, la única
gente a la que se le podía achacar estos horribles
crímenes eran Hitler y sus principales secuaces. Los
demás, todos los demás, simplemente habían
obedecido las órdenes y la ley del Tercer Reich.
En Suffolk, Nueva York, un portavoz del distrito explicó
hace no mucho tiempo por qué la gente a la que equivocadamente
se le había cobrado de más en el rubro de Impuestos
a la Propiedad no podría recuperar su dinero. "La
ley dice que las facturas de Impuestos pasados no pueden ser
revaluadas después de que se han pagado. Esa es la
ley. Yo no puedo evitarlo. Yo estoy aquí, en este cargo,
para hacer cumplir la ley, no para interpretarla." Realmente,
en otro tiempo y en otro lugar, este señor hubiera
sido un excelente verdugo. Pero ya conoces el refrán.
Lo oyes todos los días. No pienses, obedece los reglamentos
incluso si son absurdos.
La mayoría de las normas que se imponen en las piscinas
públicas, canchas de tenis y otros sitios públicos
por el estilo, no tienen sentido.
Hace poco, una tarde en que hacía mucho calor, le
pregunté a un grupo de niños que estaban sentados
alrededor de una piscina obviamente deseando bañarse,
por qué se quedaban en el borde si en la piscina no
había nadie.
Me contestaron que estaba reservada para los adultos entre
las 6:00 y las 8:00. Tal era el reglamento y a pesar del hecho
de que en ese momento no había ningún adulto
que quisiera bañarse, el reglamento que les prohibía
usarla seguía en vigor. Simplemente se trataba de la
obediencia ciega a los reglamentos, que en esos momentos no
tienen una razón lógica sin flexibilidad, sin
la posibilidad o habilidad para cambiarlos cuando las circunstancias
lo justificaran. Cuando yo los animé a que trataran
de modificar el reglamento, recibí una llamada de la
dirección diciendo que yo estaba fomentando una insurrección.
Uno de los mejores ejemplos de este tipo de acatamiento
ciego a los reglamentos (por más tontos que éstos
sean), puede encontrarse en la vida castrense. Un colega mío
relata un ejemplo excelente de este tipo de mentalidad. Cuando
estuvo de servicio con las Fuerzas Armadas en Guam, en el
Pacífico Sur, le llamó mucho la atención
la facilidad y voluntad con que muchos de los soldados y oficiales
cumplen muchos reglamentos absurdos. En el recinto donde se
Llevaban a cabo las funciones de cine al aire libre había
una zona bajo techo con bancos rojos reservada a los oficiales.
Durante las sesiones de medianoche, a las que nunca iban los
oficiales, había siempre un soldado de guardia para
vigilar que nadie se sentara en esos bancos rojos. Todas las
noches se podían ver grupos de soldados sentados a
la intemperie, a veces mojándose bajo la lluvia, mientras
que uno de sus compañeros vigilaba los bancos rojos
vacíos para garantizar el cumplimiento de esta regla.
Cuando mi colega preguntó por qué se mantenía
esa absurda política, recibió la respuesta de
siempre: "Yo no he hecho las reglas; yo sólo me
ocupo de que se cumplan".
Herman Hesse dijo en Demian:
Los que son demasiado perezosos o comodones como para
pensar por sí mismos y ser sus propios jueces, obedecen
las leyes. Otros sienten sus propias leyes dentro de ellos
mismos; éstas les prohíben cosas que cualquier
hombre honesto haría cualquier día del año
y les permiten otras cosas que suelen considerarse despreciables.
Cada persona debe pararse sobre sus propios pies.
Tu destino será vivir una vida de servidumbre emocional
si tienes que acatar las leyes y las reglas todo el tiempo.
Pero nuestra cultura nos enseña que es malo desobedecer,
que no debes hacer nada que vaya en contra de los reglamentos.
Lo importante es determinar por ti mismo cuáles son
las normas que funcionan, y cuáles pueden romperse
sin perjudicar a los demás ni a ti mismo. El rebelarse
por rebelarse no produce beneficios pero son muchas las recompensas
que se derivan de ser tu propia persona, tú mismo y
de vivir tu vida de acuerdo a tus propias normas.
SOBRE LA CONVENIENCIA DE NEGARTE A SEGUIR LAS TRADICIONES
Y ACEPTAR LA ENCULTURIZACIÓN CUANDO ÉSTAS TIENEN
UN EFECTO NEGATIVO SOBRE TU PERSONA
El progreso, tanto el tuyo propio como del mundo, depende
de la gente irracional y no de la gente que se adapta a la
sociedad y acepta todo lo que se pone en su camino. El progreso
depende de seres que son innovadores, que rechazan los convencionalismos
y modelan sus propios mundos. A fin de pasar de la aceptación
a la acción, tendrás que aprender a resistirte
a la enculturización y a las influencias que te presionan
para que te sometas.
Para poder funcionar plenamente, la resistencia a la enculturización
es una condición casi indispensable. Puede que algunos
te consideren un insubordinado y ése es el precio que
tendrás que pagar por el hecho de pensar por ti mismo.
Es muy posible que piensen que eres diferente, que te consideren
un egoísta o un rebelde, que mucha gente considerada
"normal" te critique, o incluso, que a veces te
aíslen y excluyan. Mucha gente no aceptará de
buen grado tu resistencia a las normas que ellos han adoptado
para sí mismos. Tendrás que oír el viejo
argumento: "¿Qué pasaría si toda
la gente decidiera obedecer únicamente lo que se les
antoje? ¿Qué sociedad tendríamos entonces?".
La contestación a esto, muy simple por cierto, es que
la mayor parte de la gente no lo hará. La propensión
de la gente a confiar en apoyos externos y en "debes"
impuestos prohíbe este tipo de actitud generalizada.
Lo que aquí discutimos no tiene nada que ver con
la anarquía. Nadie quiere destruir la sociedad, pero
muchos de nosotros quisiéramos darle al individuo más
libertad dentro de ella, liberarla de "debes" sin
sentido y de tontos "deberías".
Incluso las leyes y reglas más sensatas no son aplicables
en todo tipo de circunstancias. Lo que estamos tratando de
lograr es la posibilidad de elección, esto es, la posibilidad
de liberarse de la mentalidad servil que impulsa a acomodarse
constantemente a los "debes". Uno no tiene que ser
siempre como espera que uno sea el ambiente cultural que nos
rodea. Si tú eres así y te sientes incapaz de
ser de otra manera, quiere decir que eres de veras un "seguidor",
uno de los del rebaño que permite que los demás
determinen su camino. Vivir tu propia vida implica flexibilidad
y repetidas evaluaciones personales acerca del funcionamiento
apropiado de las normas en algún momento presente específico.
Es cierto que a menudo es más fácil seguir,
más fácil hacer ciegamente lo que te mandan,
pero cuando te das cuenta de que la ley está para servirte
a ti, y no para hacer de ti un sirviente, entonces podrás
empezar a eliminar el comportamiento "deberizador".
Si quieres aprender a oponer resistencia a la enculturización,
tendrás que aprender a ignorar muchas cosas. Otros
seguirán eligiendo obedecer aunque esto les perjudique;
y tú tendrás que aprender a respetar su elección
sin irritarte. Uno de mis colegas estaba en la Marina, de
servicio en un acorazado portaaviones estacionado en San Francisco
en la época en que el presidente Eisenhower estaba
en una gira política por el norte de California. Se
ordenó a la tripulación que formara de manera
tal que desde el helicóptero donde viajaba el presidente
se pudiera leer la frase HI (hola) IKE como mensaje de saludo.
Mi amigo decidió que la idea era delirante, y decidió
no hacerlo, porque el hecho iba en contra de todo lo que él
creía y de su actitud ante la vida. Pero en vez de
organizar una revuelta, simplemente se fue aquella tarde,
y dejó que todos los demás participaran en este
humillante ritual. Pasó por alto su oportunidad de
ponerle un punto a la i en HI. No hizo sentirse mal ni trató
de humillar a los que habían escogido otra actitud,
no se embarcó en peleas inútiles. Simplemente
se encogió de hombros y dejó que los demás
siguieran su camino.
La resistencia a la enculturización significa tomar
tus propias decisiones y llevarlas a cabo lo más eficiente
y serenamente posible. Nada de bombos y platillos o demostraciones
hostiles que no surtirán ningún efecto. Los
reglamentos tontos, las tradiciones y políticas necias
no desaparecerán jamás, pero tú no tienes
forzosamente que ser parte de ellas. Simplemente encógete
de hombros mientras los otros siguen a las ovejas del rebaño.
Si ellos quieren comportarse de esa manera, está muy
bien para ellos, pero no para ti. Armar un lío es casi
siempre la mejor manera de atraer la ira y crearte obstáculos.
Todos los días te encontrarás con muchas oportunidades
en que será más fácil evitar sencillamente
las reglas en vez de organizar un movimiento de protesta.
Tú puedes decidir el tipo de persona que tú
quieres ser, o la que los demás quieren que seas. Esto
depende de ti.
Virtualmente todas las ideas que han producido cambios en
nuestra sociedad fueron en uno u otro momento rechazadas desdeñosamente
y muchas de ellas fueron también ilegales. Todo progreso
implica una oposición violenta, pues es un insulto
a los viejos reglamentos que ya no tienen vigencia. La gente
ridiculizó a los Edison, Henry Ford, Einstein y Wright,
hasta que éstos triunfaron. Tú tendrás
también que enfrentarte con desprecios y desdenes cuando
empieces a oponerte a las reglas y políticas sin sentido.
ALGUNOS TÍPICOS COMPORTAMIENTOS
DEL "DEBERÍA"
Si pasáramos lista a los comportamientos del "debería",
en nuestra cultura, podríamos llenar libros enteros.
He aquí un muestrario de los ejemplos más comunes:
- Creer que hay un lugar para cada cosa y que cada cosa
debe estar en su lugar. El síndrome de la organización
significa que te sientes incómodo cuando las cosas
no están en el lugar que les han asignado.
- Preguntar: "¿Cómo debo vestirme para
esta ocasión?" de forma regular, como si hubiera
una sola manera apropiada de vestirse y ésta fuera
determinada por otra gente. Los pantalones blancos y los colores
pasteles se llevan sólo en el verano; la lana es siempre
un material invernal. Hay muchos otros debes similares "controlados
por las estaciones", que se infiltran en tu vida. (En
Hazeai, James Michener describe a los nativos de Nueva Inglaterra
que se iban a vivir a Hawai que tiene un clima tropical y
cuando llegaba el mes de octubre, aunque aún hiciera
40º C de calor, sacaban su ropa de invierno y andaban
incómodamente vestidos durante seis meses... ¿Por
qué? Porque así debía ser.) Ser esclavo
de los dictados de los críticos de la moda y usar sólo
lo que "Se usa", porque, después de todo,
tienes que estar a tono.
- Aceptar las afirmaciones de que ciertas bebidas van con
ciertas comidas; que con el pescado y las aves hay que beber
vino blanco; que el vino tinto es apropiado sólo para
la carne. Estar encerrado en las reglas de alguna persona
que ha decidido qué hay que comer y con qué.
- Trasladar la culpa de tus actos a otras personas. "En
realidad la culpa es de ella; por ella llegamos tarde."
"No me culpes a mí, él es quien lo hizo."
- Tener que asistir a una boda a la que te han invitado
y enviar un regalo aunque no te gusten los novios. Simplemente
no desechar las invitaciones aunque quisieras hacerlo. Puede
fastidiarte el hecho de comprar el regalo pero lo haces de
todos modos porque así es como deben ser las cosas.
Del mismo modo, asistir a un entierro al que preferirías
no ir, pero lo haces porque eso se espera de ti. Tienes que
concurrir a estas funciones formales para demostrar que compartes
un sufrimiento, o sientes respeto o cualquiera de las emociones
apropiadas.
- Asistir a servicios religiosos que te disgustan y en los
que no crees porque es lo que se espera de ti y tú
quieres hacer lo que se considera apropiado.
- Darles títulos a los que te sirven, lo que por
implicación los encumbra a una posición más
elevada que la tuya. ¿Cómo llamas a tu dentista?
Si le llamas doctor, ¿se trata sólo de un título
vocacional? ¿Acaso dices carpintero Jones, o fontanero
Smith? Si es por respeto a su posición, ¿qué
es lo que te hace pensar que su posición es más
elevada que la tuya? Si se le paga para que te sirva, ¿por
qué te diriges a él por un título y él
a ti por tu nombre ?
- Irte a la cama cuando es hora de dormir y no cuando estás
cansado.
- Tener relaciones sexuales de sólo una o dos maneras,
porque ésas son las únicas formas aceptables,
o participar en actividades sexuales sólo cuando las
circunstancias son apropiadas, como por ejemplo que los niños
estén dormidos, que no estés cansado, que la
habitación esté oscura, que estés en
tu propia cama y así por el estilo.
- Seleccionar roles en el diario vivir porque la cultura
lo impone o demanda. Las mujeres friegan los platos, los hombres
sacan la basura. El trabajo de la casa es para la esposa;
el trabajo afuera es para el marido. Los niños hacen
esto; las niñas lo otro.
- Obedecer una serie de tontas reglas y tradiciones domésticas
que no funcionan para tu familia, como pedir permiso para
levantarse de la mesa, el que todos coman al mismo tiempo
o a la misma hora cuando en realidad es más incómodo
hacerlo de esa manera; irse a dormir con un horario injustificado.
- Seguir las normas impuestas por todos los carteles de
señales aunque no tengan sentido. ¡No hablar!
¡No pasar! ¡No a cualquier cosa! Sin jamás
desafiar los dictados de una señal, o siquiera atreverse
a pensar que esa señal no tiene por qué estar
allí en primer lugar. La gente hace las señales
y la gente también se equivoca.
- Por ley.
- Comer todos los domingos en casa de mamá, aunque
preferirías no hacerlo. Después de todo, es
una tradición y si a todos no les gusta, incluyendo
a mamá, hay que preservar la tradición.
- Al leer un libro, empezar siempre por la primera página
y leerlo entero hasta el final, a pesar de que gran parte
de él no te interese o no te sirva. Terminar un libro
que no te gusta simplemente porque has llegado a la mitad,
y, si has leído la mitad, tienes que leerlo todo.
- Que las mujeres no inviten nunca a los hombres a salir.
Después de todo, ése es el papel del hombre.
O no empezar nunca una conversación telefónica,
o abrirle la puerta a un hombre, o pagar la cuenta, o seguir
muchas tradiciones absurdas por el estilo que no sirven para
nada en realidad.
- Mandar tarjetas de felicitación por Navidades y
Fiestas cuando te molesta hacerlo. Hacerlo porque siempre
lo has hecho y porque es lo que se espera de ti.
Tratar de sacar buenas notas en los estudios o forzar a
tus hijos a que las saquen. Aprender y estudiar no para tu
propia satisfacción sino por los símbolos que
eventualmente aparecerán en el diploma.
- Preguntarse siempre "¿Será ella/él
la persona apropiada para mí?" y andar siempre
atormentado en busca de la persona adecuada.
- Ir a todas partes con tu pareja porque así se supone
que tiene qué ser aunque ambos prefieran estar en sitios
diferentes en un momento dado.
- Consultar siempre con uno de esos libros que explican
cómo hacer las cosas, porque cada cosa, cada trabajo
debe hacerse de cierta manera. No poder diferenciar entre
los manuales que proporcionan información útil
y los que simplemente te dicen cómo tendrían
que ser las cosas.
- Si será éste el vestido apropiado, el sombrero,
el automóvil, el aliño de ensalada, canapé,
libro, universidad, trabajo, etc. Buscar siempre ansiosamente
el elemento apropiado cayendo atrapado en esa bolsa de indecisión
y duda.
- Darle mayor importancia a las recompensas, títulos,
honores y a todos los emblemas honoríficos que a tu
propia evaluación de lo que has logrado y haces.
- Decir: "¡Yo no podría ser nunca tan
grande como...!"
- Aplaudir en un teatro cuando no te gustó la función.
- Dar propina cuando has sido mal atendido.
- Comportamientos del tipo de los fanáticos del deporte,
enloqueciéndote por el triunfo o fracaso de tu equipo
favorito, y vivir como de prestado a través de los
logros o falta de logros de los atletas.
UNA OJEADA A ALGUNAS DE LAS RETRIBUCIONES
MAS COMUNES DE LA "DEBERIZACION"
Algunas de las razones que tienes para aferrarte a tus "deberías"
van detalladas más abajo. Estas retribuciones o compensaciones,
como todas las que brindan las zonas erróneas, fundamentalmente
son autodestructivas pero también es cierto que constituyen
en sí mismas un cierto tipo de sistema de apoyo.
- Puedes disfrutar el hecho de ser "un buen chico"
o "una buena chica," cuando aceptas todos los "deberías".
Puedes darte palmaditas en la espalda a ti misma por ser obediente.
Este dividendo es regresivo ya que por su intermedio, regresas
a un período anterior de desarrollo cuando se te recompensaba
con unas buenas dosis de aprobación cada vez que te
portabas bien, lo que significaba depender de que otra persona
establezca tus normas de conducta.
- Tu sumisión y obediencia al "deberías"
exterior te permite atribuirle toda la responsabilidad de
tu inacción al "deberías" en vez de
asumirla tú mismo. Mientras el "debería"
sea la razón fundamental de lo que eres (o no eres),
podrás evitar los riesgos que implica el confiar en
ti mismo para cambiar. Así pues, tus "deberías"
evitan tu crecimiento. Por ejemplo, Marjorie tiene un "debería"
en su cabeza, el que las relaciones sexuales prematrimoniales
son tabú. Ella tiene treinta y cuatro años y
hasta la fecha nunca ha tenido ninguna experiencia sexual
debido a este tabú impuesto desde el exterior. Pero
Marjorie no tiene paz interior. A ella le gustaría
tener una relación sexual y se siente muy insatisfecha
consigo misma al respecto. Mas aún, es muy posible
que Marjorie no llegue a casarse nunca, y su "debería"
(en este caso "no deberías") le impedirá
participar en actividades sexuales durante toda su vida. Cuando
se la enfrenta con esta posibilidad, se estremece y sin embargo
su "no deberías," sigue allí. Las
actitudes de Marjorie están marcadas por su "debería".
Ni siquiera puede pasar la noche en la misma casa que su acompañante
por miedo a la crítica de la gente. Así constantemente
tiene que incomodarse, volviendo a la casa de su mamá
por la noche por culpa de sus "deberías".
Aferrándose a este tabú evita el riesgo de probarse
a sí misma en una relación de tipo sexual que
la asusta. Pero su respuesta es siempre: "No debo hacerlo,".
Está claro que sus "deberías" actúan
en contra de su felicidad.
Tus "deberías," te permiten maniobrar a
los demás. Al decirle a un tercero que las cosas se
deben hacer de una forma determinada, puedes lograr que lo
haga como tú quieres.
- Es más fácil sacar a relucir un "debería"
cuando te falta confianza en ti mismo. Al palidecer tu propia
imagen, el "debería," te sirve de baluarte.
- Te es posible seguir estando satisfecho con tu propio
comportamiento y mantener vivos tus sentimientos hostiles
cuando los demás no encajan en los "deberías"
que tienes para ti mismo y para el resto del mundo. De ese
modo, mejoras la opinión de ti mismo en tu propia mente
a expensas de los demás porque éstos no obedecen
las normas establecidas.
- Puedes ganarte la aprobación de los demás
adaptándote a lo establecido. Te sientes bien porque
te integras, que es lo que siempre te han dicho que debes
hacer. La vieja necesidad de búsqueda de aprobación
aparece aquí también.
- Mientras tus pensamientos estén enfocados en los
demás y mientras vivas a través de tus éxitos
y fracasos, no tendrás que trabajar contigo mismo.
El tener héroes puede reforzar la pobre opinión
que tienes de ti mismo y permitirte evitar el esfuerzo de
elaborar tu personalidad. Mientras los responsables de tus
buenos momentos sean los héroes, y también de
los malos, no hay razón para que seas tú quien
asuma las responsabilidades. Tu propia valía es, en
este caso, la valía de un tercero; o sea, que es momentánea
y transitoria. Depende completamente de esos grandes hombres
y mujeres y de cómo actúan para ti.
ALGUNAS ESTRATEGIAS PARA ELIMINAR ALGUNOS
DE TUS "DEBERÍAS"
Básicamente tu trabajo de limpieza en esta zona implica
correr riesgos. ¡Hacer cosas! Decidirte a ser diferente
de lo que te han enseñado a ser es lo que te conviene
cuando esas reglas ya no funcionan. He aquí algunas
tácticas que te serán útiles para salirte
de tus hábitos "deberizadores".
- Empieza echando una ojeada indagatoria y profunda a tu
comportamiento. Estudia los dividendos neuróticos de
los que hablamos anteriormente. Entonces pregúntate
a ti mismo por qué te estás cargando con tantos
"deberías". Pregúntate a ti mismo
si realmente crees en ellos, o si simplemente te has acostumbrado
a comportarte de esa manera.
- Haz una lista de todas las normas que cumples y respetas
y que no te parecen pertinentes. Esos estúpidos comportamientos
convencionales de los que tanto te quejas y de los que no
te puedes liberar. Luego, haz tus propias "normas de
conducta" escogiendo las que tengan más sentido
para ti. Anótalas aunque en este momento no te sientas
capaz de vivirlas.
- Empieza a crear tus propias tradiciones. Por ejemplo,
si siempre has decorado tu árbol de Navidad la víspera
de Navidad y prefieres hacerlo tres días antes, empieza
una nueva tradición, una tradición que tenga
sentido para ti.
- Organiza una reunión de consulta con tus parientes
y amigos para discutir las múltiples normas de conducta
que todos seguís y que no os gustan o encontráis
desagradables. Quizás entonces, podréis formular
unas nuevas normas que a todos os parezcan más razonables.
Te darás cuenta de que las viejas normas siguen vigentes
porque nadie ha pensado seriamente en desafiarlas o en poner
en duda su eficacia y actualidad.
- Haz un diario externo/interno. Anota tus referencias "externas"
en las que confieres a otros la responsabilidad de lo que
tú estás sintiendo. Comprueba si puedes trasladarte
al lado "interno" con algunos actos de valor. Apunta
cuidadosamente tus logros en el esfuerzo de trasladarte al
lado "interior".
Comprueba cuántas normas les impones a los demás.
Pregúntales si realmente necesitan esas directivas
o si se comportarían de la misma manera sin ellas.
Puede que incluso te des cuenta de que ellos pueden proponer
pautas más eficientes y flexibles que las tuyas.
- Corre el riesgo de enfrentarte u oponerte a alguna regla
o política que quisieras eliminar. Por ejemplo, si
eres mujer y siempre has pensado que una mujer no debe llamar
a un hombre para invitarlo a salir y te encuentras sin nada
que hacer un fin de semana, llama a algún amigo y ve
que pasa. O, Lleva de vuelta a la tienda alguna prenda de
vestir que no resultó bien aunque la norma del establecimiento
sea no se admiten devoluciones o no se reembolsará
el dinero y enfréntate con esta política lo
más eficientemente que puedas, alegando que te quejarás
a los jefes si fuera necesario. No te dejes guiar por las
normas de otros que terminan convirtiéndote en víctima
como resultado final.
- Piensa en las decisiones como en actos que provocarán
diferentes resultados en vez de actos que están bien
o están mal. Al tomar decisiones, elimina la noción
de bien y mal y di que cualquiera está bien, sólo
que cada una traerá distintas consecuencias. Confía
en ti mismo al tomar una decisión en vez de buscar
un apoyo externo que te ofrezca alguna garantía. Complácete
a ti mismo en vez de acatar normas externas.
- Trata de vivir tus momentos presentes y haz tus normas
y tus "debería" para esa ocasión solamente.
En vez de asumirlos como universales, reconócelos como
pertinentes y aplicables sólo a este momento. Rehúsa
compartir con nadie tu comportamiento antinormativo. Es sólo
para ti, y no quieres caer en una posición de búsqueda
de aprobación, en la que la razón para resistirse
a la enculturización es la de llamar la atención
y, por ende, la adulación de los demás.
- Rechaza los roles que tú (y otros) están
asumiendo en tu vida. Sé lo que quieres ser, sea lo
que sea, en vez de lo que crees que se espera de ti porque
eres hombre, mujer, un ser maduro, o lo que sea.
- Niégate en un momento dado de la conversación
a hablar de los demás. Practica durante períodos
cada vez más extensos a no proyectar sentimientos de
culpa sobre los demás, o hablar de otra persona, hecho,
o idea de modo quejumbroso o culpabilizador.
- Deja de esperar que cambien los demás. Pregúntate
a ti mismo por qué han de cambiar simplemente porque
a ti te gustaría que así fuera. Reconoce que
todas las personas tienen derecho a ser lo que escogen ser,
incluso si te irritan siendo así.
- Haz una lista de culpas, detallando todo lo que te disgusta
en ti mismo.
Puede parecerse a la siguiente:
Qué, quién tiene la culpa
Soy demasiado gordo/a... Sara Lee, mi metabolismo, los restaurantes,
mamá, la genética.
Tengo mala vista. Mis padres, abuelos, Dios, la genética,
los estudios.
Soy fatal para las matemáticas.... Mis profesores
primarios, hermana, genes matemáticos deficientes,
mamá.
No tengo novio/novia... La fortuna, todos en la escuela son
unos monstruos, no me dejan maquillarme.
Qué es lo que me disgusta de mi y de mi vida
Soy demasiado alto/a... Los genes, Dios, mamá. Soy
desgraciado/a. La situación económica, el divorcio,
mis hijos me odian, mi mala salud. Mi pecho es demasiado pequeño
.
Mamá, la genética, los genes, nutrición
deficiente de pequeña, Dios, el Diablo. El color de
mi pelo. Helena Rubinstein, los genes, mis amigas, el sol.
La situación mundial me preocupa
Mis vecinos son odiosos.
Mis fracasos en el tenis.
No me siento bien.
Los presidentes Ford, Nixon, Johnson, etc.; el comunismo,
la humanidad.
El vecindario, "Esa calaña de gente", las
normativas del barrio.
El viento, el sol, la red está demasiado alta/baja,
me distraen, me dan calambres, me duele el brazo/pierna, etcétera.
Mi metabolismo, la regla, mi médico, la comida, el
calor, el frío, el viento, la lluvia, el polen. Lo
que sea.
Suma el total de tu cuenta de culpas y constata si eres
diferente ahora que has repartido cuidadosamente las faltas
y la culpa entre la gente y las cosas que son responsables
de tus sentimientos. ¿No es eso ya algo? Sigues siendo
exactamente el mismo. Le eches o no la culpa a alguien o a
algo, sigues siendo el mismo a menos que hagas algo constructivo
para corregir lo que no te gusta. Esto te puede servir como
un ejercicio para darte cuenta de lo inútil que resulta
culpar a los demás por lo que a ti te pasa.
- Declara en voz alta que acabas de culpar a alguien por
algo y que estás trabajando contigo mismo para eliminar
este tipo de comportamiento. Al formularlo como una meta a
alcanzar estarás atento a los síntomas que demuestren
tu tendencia a continuar en esta dirección.
- Decide que toda la infelicidad que escojas será
el resultado de tu propio esfuerzo y de tu propio comportamiento
y nunca el resultado de las acciones de otra persona. Recuérdate
a ti mismo constantemente que cualquier infelicidad proveniente
del exterior refuerza tu propia esclavitud, ya que implica
que tú no ejerces control sobre ti mismo ni sobre ellos,
sino que más bien son ellos los que tienen control
sobre ti.
- Cuando alguien te está culpabilizando pregúntale
amablemente: "¿Te gustaría saber si yo
quiero oír lo que ahora me estás diciendo?".
Esto es, enseña a los otros a no usarte como un receptáculo
de culpa, y empieza a clasificar las actitudes culpabilizadoras
y echadoras de culpa en la demás gente de modo que
puedas aprender a reconocerlas en ti mismo. Puedes hacerlo
de una manera que no ofenda como por ejemplo: "Acabas
de echarle la culpa a George de lo que sientes. ¿En
serio crees que la tiene?". O:
"Siempre dices que si subieran las cotizaciones de la
Bolsa, tú serías mucho más feliz. Le
das realmente mucha importancia si dejas que controle de ese
modo tu vida". El reconocer en los demás los comportamientos
culpabilizadores, las culpas y los "deberías",
te ayudará a eliminar ese comportamiento en ti mismo.
- Consulta las listas de "deberías" que
discutimos anteriormente en este capítulo. Trata de
cambiar estos viejos hábitos por actitudes y comportamientos
nuevos y distintos; quizás una cena a medianoche; cambiando
tu posición sexual o poniéndote el vestido que
te gusta. Empieza a tener confianza en ti mismo dándoles
menos importancia a esos "deberías" externos.
- Trata de recordar que lo que hace la otra gente no es
lo que te molesta, sino tu reacción. En vez de decir:
"No deben hacer eso", di: "Me pregunto por
qué me molesto con lo que están haciendo".
ALGUNOS PENSAMIENTOS FINALES SOBRE EL COMPORTAMIENTO "DEBERIZADOR"
En 1838, Ralph Waldo Emerson escribió en Éticas
literarias:
Los hombres muelen y muelen en el molino de un axioma
y lo único que sale es lo que allí se puso.
Pero en el momento mismo que abandonan la tradición
por un pensamiento espontáneo, entonces la poesía,
el ingenio, la esperanza, la virtud, la anécdota
ilustrativa, todo se precipita en su ayuda.
¡Qué pensamiento más hermoso! Sigue
con la tradición y siempre serás el mismo, pero
tírala por la borda y el mundo será tuyo y podrás
usarlo tan creativamente como lo desees, como escojas.
Conviértete en el juez de tu propia conducta y aprende
a confiar en ti mismo para tomar las decisiones del momento
presente. Deja de buscar en las tradiciones y las normativas
de toda la vida la respuesta adecuada.
Canta tu propia canción de felicidad de la manera
que escojas cantarla, sin preocuparte ni importarte cómo
se supone que debe ser.
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