TUS ZONAS ERRÓNEAS
W. Dyer
CAPÍTULO X. PROCLAMA TU INDEPENDENCIA
En cualquier relación humana
en la cual dos personas se conviertan en una, el resultado
siempre será dos medias personas.
El abandonar el nido psicológico es una de las tareas
más difíciles de la vida. La víbora de
la dependencia se entromete de muchísimas maneras;
y deshacerse de ella por completo es muy difícil ya
que la cantidad de personas que se benefician de la mutua
dependencia psicológica es muy grande. El ser psicológicamente
independiente quiere decir estar totalmente libre de todas
las relaciones obligatorias, e implica la ausencia del comportamiento
dirigido hacia los demás. Quiere decir que eres libre
de la obligación de hacer algo que de otra manera no
elegirías hacer, de no existir esa relación.
El asunto del abandono del nido es particularmente difícil
porque nuestra sociedad nos enseña que debemos cumplir
con lo que se espera de nosotros en ciertas relaciones, que
incluyen a los padres, hijos, figuras de autoridad y los seres
queridos.
El abandono del nido significa convertirte en ti mismo,
en tu propia persona, es decir en lo que en realidad eres,
viviendo y escogiendo los comportamientos que tú elijas
y deseas. No significa una ruptura en ningún sentido
de la palabra. Si disfrutas de tu manera de interactuar con
cualquier persona y ésta no interfiere con las metas
que te has puesto en tu vida, pues entonces no vale la pena
cambiarla sino más bien aferrarte a ella. El depender
de alguien psicológicamente, por otro lado, quiere
decir que esta relación no implica una elección,
sino que es una relación por la cual te sientes obligado
a ser algo que no quieres ser y que te ofende el sentirte
forzado a comportarte de esa manera. Éste es el meollo
de esta zona errónea y es similar a la de búsqueda
de aprobación que tratamos en el capítulo III.
Si lo que quieres es ese tipo de relación, entonces
no es malsana. Pero si la necesitas o te sientes obligado
a tenerla y luego te molesta y resiente, entonces quiere decir
que estás en una zona autofrustrante. De ese modo,
la obligación es lo que constituye un problema, más
que la relación en sí. La obligación
engendra culpa y dependencia, mientras que la libre elección
inspira amor e independencia. No hay elección en una
relación psicológicamente dependiente, consecuentemente
este tipo de alianza provocará siempre indignación
y rencores.
La independencia psicológica implica no necesitar
a los demás. No digo no desear tener relaciones con
los demás; lo que digo es no necesitarlos. En el momento
que sientes esa necesidad te vuelves vulnerable, eres un esclavo.
Si te deja la persona que necesitas, o cambia de parecer,
o se muere, caerás inmovilizado, te desmoronarás
e incluso puedes morirte. Pero la sociedad nos enseña
a ser dependientes de una cantidad de gente empezando por
los padres; y podría ser que tú sigas aún
con la boca abierta esperando a que caigan los gusanos de
muchas de tus relaciones más significativas. Mientras
pienses que tienes que hacer algo porque es lo que se espera
de ti en cualquier relación, y el hacerlo te provoca
resentimientos contra esa persona y el no hacerlo te carga
de culpa, puedes estar seguro que tienes que ocuparte de esta
zona errónea.
Para eliminar la dependencia hay que empezar por la familia,
por la forma en que tus padres te trataron cuando eras pequeño
y en la que tratas tú a tus hijos ahora. ¿Cuántas
formulaciones de dependencia llevas hoy día en tu cabeza?
¿Cuántas les impones a tus hijos?
LA TRAMPA DE LA DEPENDENCIA EN LA EDUCACIÓN DE LOS
HIJOS Y EN LA FAMILIA
Walt Disney hizo hace algunos años una película
estupenda y la tituló La trampa del oso (Bear Trap).
Narraba la vida de una madre oso y sus dos bebés durante
los primeros meses de vida de los oseznos. Mamá osa
les enseñó a sus cachorros a cazar, a pescar
y a subirse a los árboles. Les enseñó
a protegerse cuando se encontraban ante un peligro. Entonces,
un buen día, siguiendo sus propios instintos, Mamá
osa decidió que había llegado la hora de irse.
Los obligó a encaramarse a un árbol, y sin siquiera
echar una mirada para atrás, se fue. ¡Para siempre!
Dentro de su mente de osa había pensado que ya había
cumplido con sus responsabilidades maternales. No trató
de manipularlos para que la visitaran alternativamente un
domingo sí y otro no. No los acusó diciéndoles
que eran desagradecidos, ni los amenazó con tener un
colapso nervioso si la desilusionaban en lo que ella esperaba
de ellos. Simplemente los dejó. En el reino animal,
ser padres significa enseñarles a los hijos a valerse
por sí mismos para que puedan ser independientes, y
luego, dejarlos. En nuestro caso, en el caso de los seres
humanos, el instinto sigue siendo el mismo, esto es, el ser
independientes, pero nos domina la necesidad neurótica
de poseer y de vivir nuestra vida a través de nuestros
hijos y el propósito de educar a un niño para
que sea independiente se confunde con la idea de educar a
un niño para aferrarse a él.
¿Qué es lo que pretendes de tus hijos? Te
gustaría que tuvieran muy buena opinión de sí
mismos, y también mucha confianza en sí mismos,
que no fueran neuróticos, se realizaran y fueran felices?
Por supuesto que sí. Pero qué puedes hacer para
ayudarles a que sean así ? Sólo siendo así
tú mismo. Los niños aprenden sus comportamientos
de los modelos que tienen ante sí. Si tú estás
lleno de culpa y no te sientes realizado, y les dices que
sean lo contrario, les estás vendiendo un producto
fallado. Si el modelo que les presentas es bajo en autoestima,
les estás enseñando a tus hijos a adoptar para
sí mismos la misma actitud. Y lo que tiene aún
más importancia y significación, si haces que
ellos sean más importantes que tú mismo, no
los ayudas, simplemente les estás enseñando
a poner a los demás delante de ellos mismos y quedarse
en el asiento de atrás insatisfechos y sin lograr realizarse.
Qué ironía! No puedes darles confianza en sí
mismos a tus hijos; tienen que adquirirla viéndote
a ti vivir de esa manera. Sólo al tratarte a ti mismo
como la persona más importante y no sacrificándote
a ti mismo por tus hijos, les enseñarás a tener
confianza y también a tener fe en sí mismos.
Si tú eres de los que se sacrifican, les presentas
un modelo de comportamiento sacrificado. Y qué quiere
decir un comportamiento sacrificado? Poner a los demás
por delante de ti mismo, no quererte a ti mismo o no gustarte,
buscar continuamente aprobación y otros comportamientos
erróneos por el estilo. El hacer cosas para los demás
es algo admirable a veces, pero si se hace a expensas de uno
mismo, simplemente enseñarás a los demás
a comportarse de una manera que sólo puede engendrar
resentimientos. Desde muy pequeños los niños
quieren hacer cosas por sí solos. "¡Deja,
mamá, que yo puedo hacerlo solito!" "Mírame,
papá, no necesito ayuda.," "Yo como solo."
Una tras otra llegan las señales. Y aunque hay mucha
dependencia en los primeros años, existe también
desde el primer día un impulso hacia la autonomía.
A los cuatro años, la pequeña Roxana siempre
acude a su padre o madre cuando se hace daño o tiene
necesidad de un apoyo emocional de cualquier clase que sea.
Ella, cuando tiene ocho o diez años, se desahoga con
ellos. Y aunque quiere que la consideren como a una niña
grande ("Ya sé ponerme el abrigo, ¡déjame!"),
quiere también el apoyo de unos padres cariñosos
y responsables. ("Mira, mamá, me raspé
la rodilla y me está sangrando.") Está
desarrollando el concepto de sí misma a través
de la visión que de ella tienen sus padres y la gente
importante de su vida. De pronto Roxana tiene catorce años.
Llega a casa llorando porque ha peleado con su "novio"
y corre a encerrarse en su dormitorio pegando un portazo.
Mamá sube tras ella y con su modo afectuoso de siempre
le pide que le cuente todo. Pero ahora Roxana le contesta
en forma terminante: "No quiero hablar de esto; déjame
en paz". Mamá en vez de comprender que esta pequeña
escena es una prueba de que ella ha sido una buena madre y
que la pequeña Roxana, que siempre le ha contado todos
sus problemas, ahora está enfrentándose con
sus problemas por su cuenta (independencia emocional), se
desconcierta. No está lista para abandonar el terreno,
para dejar que Roxana se las arregle a su manera, independientemente.
Sigue viendo a Roxana como al polluelo recién nacido
que era hace aún tan poco tiempo. Pero si mamá
insiste y obliga a su hija, se expone a recibir una fuerte
dosis de resentimiento de parte de Roxana.
El deseo de la niña de abandonar el nido es muy grande,
pero cuando la posesión y el sacrificio han sido los
lubricantes que hacían marchar la máquina familiar,
el acto natural del hombre de irse por su cuenta se convierte
en una crisis. El abandono del nido en una atmósfera
psicológicamente sana no implica ni crisis ni disturbios
o problemas: es la consecuencia natural de una vida eficiente
y positiva. Pero cuando la culpa y el miedo a desilusionar
a los padres marcan el hecho de abandonar el nido, estos sentimientos
siguen influyendo en la gente durante toda la vida, hasta
tal punto que a veces la relación matrimonial se convierte
en una relación filial, más que en una relación
en la que dos individuos comparten una vida en condiciones
iguales.
¿Cuáles son pues tus metas como padre o en
la elaboración de una buena relación con tus
propios padres? La familia es ciertamente una unidad importante
en el proceso del desarrollo, pero no debe ser una unidad
permanente. No debería ser nunca un vehículo
para la culpabilidad y la neurosis cuando uno de sus miembros
hace un movimiento en dirección de la independencia
emocional. Algunos padres han llegado a decir, puede que los
hayas oído: "Tengo derecho de hacer que mi hijo
sea lo que yo escoja para él". Pero ¿cuál
es la retribución que ofrece una actitud tan dominante?
Odio, resentimiento, furia y culpa frustrante cuando el niño
crece. Si observas las relaciones eficientes y positivas que
existen entre algunos padres e hijos que no están ligadas
por requerimientos y obligaciones, verás que se trata
de padres que tratan a sus hijos como amigos. Si un niño
desparrama la salsa sobre el mantel, no le larga la clásica
"¿Por qué no te fijas en lo que haces?
Eres tan torpe". En cambio observarás que lo tratan
como lo harían con un amigo en el caso que éste
derramara algo. "¿Puedo ayudarte?" Nada de
ofenderlo porque te pertenece, más bien respetarlo
por su propia dignidad de niño. Descubrirás
también que los padres eficientes estimulan más
los instintos de independencia que de dependencia y no hacen
escenas por la expresión de deseos tan normales como
los de ser autónomos.
DIFERENCIAS ENTRE FAMILIAS DIRIGIDAS A LA INDEPENDENCIA
Y LAS DIRIGIDAS A LA DEPENDENCIA
En las familias dirigidas a la independencia, los impulsos
dirigidos hacia la autonomía y el ser uno mismo son
considerados normales y no un desafío a la autoridad
de uno de sus miembros. No se hace hincapié en la necesidad
de los demás ni en el aferrarse a ellos. Igualmente,
tampoco se exige la eterna lealtad del niño a su familia
simplemente por pertenecer a ella. De esta actitud resultan
las familias que les gusta reunirse en vez de sentir la obligación
de hacerlo. Existe también un respeto por la intimidad
de los demás más que una exigencia de compartirlo
todo. En familias como ésta, la esposa tiene una vida
propia aparte de la de esposa y madre. Es así un modelo
positivo para sus hijos en vez de vivir su vida para ellos
y a través de ellos. Los padres sienten que su propia
vida es de una importancia capital porque sin ella no puede
haber armonía familiar. Así los padres se ausentan
ocasionalmente sin sentirse obligados a estar siempre para
sus hijos. La madre no es una esclava porque no quiere que
sus propios hijos (especialmente las niñas) se conviertan
en esclavos. No siente que ella tiene que estar allí
todo el tiempo para atender a todas las necesidades de sus
niños. Ella piensa que puede apreciar a sus hijos y
viceversa tanto o más cuando ella se está realizando
y contribuyendo a la vida de su familia, de su comunidad y
de su cultura en un pie de igualdad con el hombre en este
mundo.
En este tipo de familia no existen manipulaciones sutiles
por medio de la culpa o amenazas para mantener a los hijos
dependientes y bajo la responsabilidad de los padres. Cuando
los hijos crecen, los padres no quieren que los visiten por
obligación. Además, los padres están
demasiado ocupados en sus propias cosas para pasarse la vida
esperando que sus hijos o nietos aparezcan para darles una
razón de vivir. Los padres como éstos no creen
que deben ahorrarles a sus hijos los sinsabores y dificultades
que pasaron ellos, porque reconocen que el hecho mismo de
trabajar para sobreponerse a las dificultades fue lo que les
dio confianza en sí mismos y la estima correspondiente.
Ellos no desean privar a sus hijos de experiencias tan importantes.
Estos padres se dan cuenta de que el deseo de sus hijos
de luchar por sí mismos con la ayuda y no bajo el dominio
de padres, es algo sano que no hay que negarles. El Demian
de Hesse habla de la variedad de caminos hacia la independencia:
Tarde o temprano todos, cada uno de nosotros, tiene que
dar el paso que lo separará de su padre, de sus mentores:
tenemos que pasar todos por experiencias crueles, solitarias...
Yo no había abandonado a mis padres y a su mundo, el
mundo "luminoso" con una lucha violenta, sino que
gradualmente, casi imperceptiblemente, me había alejado
de ellos. Me apenaba que tuviera que ser así, y por
eso muchas de las horas pasadas en casa de mis padres cuando
iba a visitarles fueron desagradables.
Tú puedes hacer que todas tus visitas a la casa de
tus padres sean experiencias afectuosas si te aferras con
fuerza a tu propia lucha por independizarte de ellos. Y si
tú presentas ante tus hijos un modelo de autoorgullo
y de autovaloración positiva, ellos a su vez abandonarán
el nido sin causar tensiones ni problemas a nadie.
En La esposa de su hijo (Her Son's TJife) Dorothy Canfield
Fisher lo resume estupendamente:
La madre no es una persona que sirve de apoyo, sino una
persona que hace innecesario el apoyo.
Que así sea. De ti depende el hacer que el abandono
del nido sea un hecho natural y normal, o un suceso cargado
de traumas que marcarán al hijo y a la relación
con él para siempre. Pero tú también
fuiste niño un día, y si entonces aprendiste
bien la rutina de la dependencia, quizás al casarte
fuiste de los que sustituyeron una relación dependiente
por otra.
LA DEPENDENCIA PSICOLÓGICA Y LA
CRISIS MATRIMONIAL
Puede que hayas solucionado el problema de tu dependencia
con tus padres y quizá tienes bien controlada la relación
con tus hijos. Tal vez reconozcas la necesidad de independencia
de tus hijos y la estimules. Pero también puede ser
que aún tengas un problema de dependencia en tu vida.
Si eres una de esas personas que dejó una relación
dependiente con sus propios padres para entrar en otra cuando
se casó, entonces es evidente que tienes una zona errónea
que necesita cura.
Louis Anspacher escribió sobre el matrimonio en América:
El matrimonio es aquella relación entre un hombre
y una mujer en la que la independencia es equivalente, la
dependencia mutua y la obligación es recíproca.
Ahí están las dos palabras feas, dependencia
y obligación, que son las responsables del estado actual
del matrimonio y de la tasa de divorcios en nuestro país.
El hecho muy simple es que a la mayor parte de la gente no
le gusta el matrimonio, y a pesar de que lo aguantan, sus
víctimas psicológicas siguen proliferando.
Una relación que se basa en el amor, como ya dijimos
antes, es una relación en la que cada uno de sus miembros
le permite al otro ser lo que él quiere, sin expectativas
especiales y sin exigencias. Es una asociación simple
entre dos personas que se quieren tanto que ninguno de los
dos querría que el otro fuese algo que no haya escogido
por sí mismo. Es una unión que se basa en la
independencia, más que en la dependencia. Pero este
tipo de relación es tan rara en nuestra cultura que
es casi mitológica.
Imagínate una unión con el ser que amas en
la que cada uno de vosotros dos puede ser lo que quiera. Ahora
piensa en lo que son realmente la mayoría de las relaciones
que tú conoces. ¿Cómo se introduce solapadamente
esa temible dependencia y lo fastidia todo?
UN MATRIMONIO TÍPICO
La trenza que se hila en la mayoría de los matrimonios
es la del dominio y la sumisión. Y aunque los roles
pueden variar con regularidad, diferentes para distintas situaciones
conyugales, esa trenza estará siempre presente. Uno
de los socios domina al otro como condición de la alianza.
Un caso típico de un matrimonio típico y sus
crisis psicológicas se desarrollará más
o menos como los de la pareja de la historia que relatamos
a continuación.
Cuando se casaron el marido tenía veintitrés
años y su esposa veinte. Él tiene una educación
algo superior a la de ella, y se ha asegurado una posición
en el campo del prestigio económico, mientras que la
mujer trabaja como secretaria, dependienta, o quizás
en una profesión de las consideradas "femeninas"
tales como enfermera o maestra. El trabajo de la mujer es
un relleno hasta que ella pueda convertirse en esposa y madre.
Al cabo de cuatro años de matrimonio, ya hay dos o
tres niños y la mujer sirve como esposa y madre en
el hogar. Su rol consiste en cuidar y ocuparse de la casa,
de los niños y de su marido. Desde el punto de vista
del trabajo, su posición es la de una empleada doméstica,
y psicológicamente está en una posición
de sometimiento. Se le da mucha mayor importancia y significación
al trabajo del hombre, en gran parte porque él es quien
trae el dinero para mantener a la familia. Sus éxitos
se convierten en éxitos de ella; y las relaciones sociales
de él en las amistades de ambos. Se le otorga una posición
más importante dentro del hogar y a menudo la misión
de la mujer es hacerle la vida lo más cómoda
posible. La mujer se pasa la mayor parte del día interactuando
con niños o habla con las mujeres del vecindario que
se encuentran atrapadas en la misma trampa psicológica.
Cuando su marido pasa por una crisis en su trabajo, ésta
se convierte en su propia crisis,
y por lo general, como cualquier observador objetivo puede
ver, existe en este tipo de relación un miembro que
domina y otro que está sometido. La mujer ha aceptado
y quizás incluso buscado este tipo de relación
porque no ha conocido otra cosa. Su matrimonio ha imitado
el modelo de matrimonio de sus padres y de otros que vio durante
su desarrollo. Y muy a menudo, la dependencia para con su
marido simplemente ha reemplazado la dependencia que tenía
con sus padres. Paralelamente el hombre ha buscado una mujer
suave, tierna y que pueda reforzar el hecho de qué
él es el gana pan y el que lleva las de ganar en todas
las interacciones. Así ambos lograron lo que estaban
buscando; lo que habían visto toda su vida en el sentido
de cómo debe funcionar una pareja.
Al cabo de varios años de matrimonio, quizás
entre los cuatro y siete años, empieza a surgir una
crisis. El socio sometido, la mujer, empieza a sentirse atrapada,
sin importancia e insatisfecha porque no contribuye de una
manera significativa a la vida familiar. El hombre impulsa
a su mujer a que sea más ella misma, que sea más
afirmativa (asertiva), a que se haga cargo de su propia vida
y deje de sentir compasión por sí misma. Estos
son los primeros mensajes que contradicen lo que él
quería cuando se casó. "Si quieres trabajar,
¿por qué no te buscas un empleo?" o "¿Por
qué no sigues estudiando?". Él la impulsa
a que busque nuevas salidas, estímulos, que deje de
ser infantil. En resumen, que sea algo muy distinto a lo que
era cuando se casaron, cuando él quería una
mujer sumisa y doméstica. Hasta ahora la mujer ha sentido
siempre que ella era la culpable de cualquier problema o tristeza
de su marido. "¿En qué me equivoqué?"
Si él se siente infeliz o frustrado, ella cree que
es porque ella no vale, o que ya no debe ser tan atractiva
como antes. La mujer, el socio sometido de esta unión,
recurre a su propio estilo mental de sometimiento y evalúa
todos los problemas masculinos como si éstos estuvieran
colocados en su propio ser.
En esta etapa matrimonial, el hombre está generalmente
muy ocupado con los ascensos en su trabajo, sus contactos
sociales y sus objetivos profesionales. Está en un
camino ascendente y no puede tolerar una mujer quejumbrosa.
Debido a las múltiples oportunidades que le brinda
su trabajo de alternar con gente diferente (algo que le está
vedado a su sumisa compañera), él está
cambiando. Se ha puesto aún más asertivo y agresivo,
exigente e intolerante respecto a las debilidades de los demás,
incluyendo las de su propia familia. Éste es también
el momento en que el marido suele buscar desahogos sexuales
fuera del matrimonio. Tiene múltiples oportunidades
de conocer gente y busca la compañía de mujeres
más estimulantes y atractivas. A veces la mujer, el
socio sometido, empieza también a experimentar por
su lado. Puede que acepte un trabajo voluntario o se inscriba
en algún curso, recurra a sesiones de terapia, tenga
un amorío por su lado. Y su marido apoya la mayoría
de estas cosas.
Quizá la mujer, el socio sometido, empiece a adquirir
nuevas percepciones, nuevos puntos de vista respecto a su
comportamiento. Ve su subordinación como una postura
elegida por ella durante toda su vida no sólo durante
su matrimonio. Su comportamiento de búsqueda de aprobación
ha sido ahora puesto en duda y ella empieza a encaminarse
hacia una mayor responsabilidad personal eliminando la dependencia
en su propio mundo, e incluyendo la de sus padres, la de su
marido e incluso la de sus hijos. Ella empieza a adquirir
confianza en sí misma. Tal vez busque un empleo y haga
nuevas amistades. Empieza a enfrentarse con su marido hasta
ahora tan dominante y deja de aguantar todos los abusos de
que ha sido objeto desde que se casó. Exige igualdad;
ya no le es suficiente esperar que se la concedan. La experimenta
por su cuenta sencillamente. Insiste en compartir las tareas
domésticas, incluso el cuidado de los niños.
Esta nueva independencia, este traslado del pensamiento
externo hacia el interno de parte de la mujer, no es aceptado
con facilidad por el hombre. Se siente amenazado. Siente que
una esposa levantisca es precisamente lo que no le hace falta,
a pesar de que él mismo la alentó a salir por
su cuenta y a pensar por sí misma. No pensó
que crearía un monstruo, y mucho menos un monstruo
que llegaría a desafiar su propia supremacía
tan bien establecida. Puede que reaccione con una fuerte dosis
de dominación, actitud que lograba siempre en el pasado
poner en su sitio a su sumisa compañera. Alega que
es un absurdo que ella trabaje ya que la mayor parte de su
sueldo se va en pagar a otra gente para que cuide a los niños.
Le señala que su creencia de que no existe igualdad
entre ellos es ilógica. En realidad, ella es la mimada,
la que se lleva la mejor parte. "Tú no tienes
que trabajar, a ti te lo dan todo hecho, tú no tienes
más que hacer que ocuparte de una casa y de ser una
madre para tus hijos." O intenta la culpabilidad: "Los
niños sufrirán." "Yo no puedo aguantar
una vejación de este tipo." Quizá llegue
a amenazarla con el divorcio e incluso el suicidio. A menudo
esto le da buen resultado. La esposa se dice a sí misma:
"Uf, casi echo todo a perder". Y vuelve a su rol
sumiso. Las fuertes dosis de dominación le sirvieron
para recordarle cuál era su lugar. Pero si ella rehúsa
volver atrás, puede que la estabilidad del matrimonio
peligre. En todo caso el hecho es que la crisis existe. Si
la mujer persiste en cambiar su sumisión por una actitud
de confianza en sí misma, el marido, que necesita dominar
a alguien, puede dejarla por una esposa más joven que
lo mirará llena de admiración. De este modo,
él obtendrá otra dependiente que además
es un bonito adorno. Por otro lado podría ser que el
matrimonio sobreviva a la crisis y se lleve a cabo un cambio
interesante. El hilo de la dominación y la sumisión
se entremete aún por la trama de la vida conyugal.
Ahora el marido asume a menudo el rol sumiso ante él
miedo de perder algo que quiere y que le importa mucho o por
lo menos algo con lo que cuenta seguro. Se queda más
en casa, está más con los niños (por
sentimiento de culpa por haberlos abandonado tanto antes),
puede que diga cosas como por ejemplo: "Tú ya
no me necesitas", o "Tú estás cambiando,
tú no eres la chica con quien yo me casé, y
no sé si me gusta esta nueva chica que ahora eres tú,".
Ahora es más sumiso. Puede que empiece a beber mucho
o a compadecerse a sí mismo por la necesidad de manipular
a su esposa o de recuperar su superioridad. La esposa tiene
ahora su carrera o está en camino de ello: tiene su
propio círculo de amigos y está desarrollando
intereses propios fuera del ámbito del hogar. Quizás
incluso tenga un amante como un gesto afirmativo de represalia,
pero al menos se siente bien porque recibe halagos y alabanzas
por sus logros. Sin embargo el hilo sigue allí y la
crisis sigue amenazante. Mientras uno de los cónyuges
tenga que ser más importante que el otro o el miedo
al divorcio sea lo que los mantiene unidos, la dependencia
seguirá siendo la piedra angular de la alianza. El
socio dominante, sea el hombre o la mujer, no se siente satisfecho
teniendo un esclavo por cónyuge. Puede que el matrimonio
siga existiendo en un sentido legal, pero el amor y la comunicación
entre los esposos han sido destruidos. Aquí el divorcio
es muy común, y si no, dos personas empiezan a ir cada
una por su lado dentro del matrimonio: no tienen relaciones
sexuales, duermen en habitaciones separadas, la norma de la
comunicación es la de degradarse mutuamente en vez
de comprenderse.
Hay también otro final posible si ambos socios deciden
revalorizarse a sí mismos y a su relación. Si
ambos trabajan para librarse de sus zonas erróneas
y para amarse de verdad, esto es dejando que el otro socio
o cónyuge escoja su propia manera de realizarse, entonces
el matrimonio puede florecer y seguir creciendo y desarrollándose
positivamente. Con dos personas que tienen fe en sí
mismas, que se quieren el uno al otro lo suficiente como para
alentar una independencia en vez de dependencia, pero a la
vez compartiendo la felicidad con el ser amado, entonces el
matrimonio puede llegar a ser una posibilidad muy estimulante
y agradable. Pero, cuando dos personas tratan de fundirse
hasta convertirse en una sola, o una de ellas trata de dominar
a la otra de cualquier forma que sea, esa llamita que existe
dentro de todos nosotros lucha por una de las necesidades
más grandes e importantes del ser humano: la independencia.
La longevidad no es un indicativo del éxito de un
matrimonio. Mucha gente sigue casada por miedo a lo desconocido,
por inercia o simplemente porque eso es lo que hay que hacer.
Un buen matrimonio, un matrimonio en el que ambos compañeros
sienten verdadero amor, se produce cuando cada uno está
dispuesto a dejar que el otro escoja por sí mismo en
vez de tratar de dominar. No existe ese forcejeo constante
que implica el pensar y hablar por la otra persona y exigir
que haga lo que se supone que tiene que hacer o debería
hacer. La dependencia es la serpiente en el paraíso
de un matrimonio feliz. Crea patrones de dominio y sumisión
y finalmente destruye las buenas relaciones. Se puede eliminar
esta zona errónea, pero no será nunca una batalla
fácil ya que están en juego el poder y el control,
y son pocos los que los abandonan sin luchar por ellos. Y
lo que es más importante aún, es que no se debe
confundir nunca la dependencia con el amor. Parece irónico,
pero no lo es; el hecho de que el poner distancias entre los
cónyuges consolide los matrimonios.
LA GENTE TE TRATA TAL COMO TÚ LE
ENSEÑAS QUE TE TRATEN
La dependencia no es algo que simplemente sucede por el
contacto con gente dominante. Como todos los comportamientos
de las zonas erróneas, es una elección. Tú
le enseñas a la gente a que te domine y a tratarte
de la manera que siempre te ha tratado. Hay muchas formas
de mantener el proceso de dominación y se repiten sólo
si dan resultado. Dan resultado si te mantienen en línea
y en una posición dependiente dentro de la relación.
He aquí algunas de las estrategias más comunes
que sirven para conservar los hilos del control y de la dominación
dentro de la vida conyugal.
- Chillar, gritar o levantar la voz en cualquier sentido.
Esto te mantendrá en tu lugar si eres una persona suave
y quieres que las cosas sean blandas y fáciles.
- Comportamientos amenazantes como: "Me iré,
pediré el divorcio".
- Provocar sentimientos de culpa. "No tienes derecho
a..." "No comprendo cómo puedes haber hecho
algo así." Si eres proclive a la culpa, con este
tipo de frases será fácil mantenerte sometido.
- Hacer uso de la ira y de comportamientos explosivos como
arrojar objetos, usar palabras fuertes, golpear cosas.
- El truco de la enfermedad física. Tener dolores
de cabeza, un ataque al corazón, dolor de espalda o
lo que sea, cada vez que uno de los cónyuges no actúa
de la manera que quiere el otro. Será fácil
manipularte así si le has enseñado a tu compañero
o cónyuge que te portarás bien cuando él
se enferma.
- El tratamiento silencioso. El no hablar y encerrarse deliberadamente
son dos de las estrategias más eficientes que puede
usar uno de los socios para maniobrar la conducta del otro.
- La rutina de las lágrimas. Lloras para conseguir
que la otra persona se sienta culpable.
- La escena del abandono. El levantarse y partir es una
buena manera de manipular al compañero para que asuma
o abandone cierto tipo de comportamiento.
El recurso de "Tú no me quieres, o "Tú
no me comprendes" para conseguir que se haga tu voluntad
y mantener la dependencia dentro de la relación.
La treta del suicidio. "Si tú no haces lo que
yo quiero, me mato," o "Si me dejas, yo terminaré
con todo".
Todas las estrategias mencionadas más arriba son
los métodos que sirven para mantener a la otra persona
dentro del rol deseado en el matrimonio. Si uno de los cónyuges
rehúsa dejarse manipular por ellas, el otro dejará
de usarlas. Sólo cuando uno de los cónyuges
reacciona de acuerdo a este tipo de tretas el otro se acostumbra
a usarlas. Si respondes con las actitudes sumisas esperadas,
le enseñas al otro lo que tolerarás.
Si te maltratan es porque has estado emitiendo señales
de: por favor maltrátame. Tú puedes aprender
a enseñarle a los otros a tratarte de la manera que
te gusta que te traten, como hubieras querido que te hubieran
tratado hasta ahora. Pero puedes lograr el cambio ya sea en
el trabajo, en la familia, en un restaurante, en el autobús,
en cualquier lugar en que te traten con desconsideración.
En vez de decir: "¿ Por qué no me tratas
mejor?", empieza a decir: "¿ Qué es
lo que estoy haciendo para que los demás me traten
de esta manera?". Pon el enfoque en ti mismo y empieza
a cambiar esas reacciones.
ALGUNOS DE LOS COMPORTAMIENTOS DE DEPENDENCIA MAS COMUNES
Y ALGUNOS COMPORTAMIENTOS QUE ALIENTAN LA DEPENDENCIA
- Sentirse incapaz de abandonar el nido o abandonarlo con
sentimientos de culpabilidad por los dos lados.
- Sentirse obligado a visitar a alguien, a telefonear, invitar,
a hacer de chófer y cosas por el estilo.
- Pedirle permiso al cónyuge para cualquier cosa,
incluso para gastar dinero, para hablar o para usar el coche.
- Indiscreciones que son como invasiones a la intimidad
de los demás, como por ejemplo revisar los cajones
de los niños o sus cartas o cuadernos secretos.
- Frases como: "Yo no podría decirle lo que
siento a él no le gustaría".
- Quedarse inmovilizado o tener una depresión después
de la muerte de un ser amado.
- Sentirte atado a algún trabajo especial y no atreverte
a trabajar por tu cuenta.
- Tener ideas preconcebidas respecto de lo que debe ser
el comportamiento de un padre, esposo o hijo.
- Sentirse incómodo por la conducta de un cónyuge,
o un padre o un hijo, como si lo que ellos son fuese parte
de lo que tú eres.
- Pasarte la vida entrenándote, es decir preparándote
para algún trabajo o un puesto. Sin dejar jamás
la fase de entrenamiento por una de confianza en ti mismo.
- Molestarse, sentirse dolido, por lo que los otros digan,
piensen o hagan.
- Poderte sentir feliz o realizado sólo si tu compañero
se siente de la misma manera.
- Dejar que los demás te den órdenes.
- Dejar que otros tomen decisiones por ti o pedir siempre
consejo antes de tomar una decisión.
- "Estás en deuda conmigo, mira lo que hice
yo por ti." Las obligaciones que van con la dependencia.
- No hacer algo delante de los padres o de la persona dominante
porque no estarían de acuerdo o porque no les gustaría.
No fumar, o beber, o decir malas palabras, o comer un helado
de chocolate, o lo que sea, por cumplir con tu rol de sometimiento
y sumisión.
- Abandonarte completamente, sin importarte tu vida, cuando
algún ser amado muere o se enferma gravemente.
- Tener cuidado con el lenguaje que se usa ante una persona
dominante, para no molestarla.
- Mentir constantemente respecto a tu propio comportamiento,
y tener que tergiversar la verdad para no perturbarlos a "ellos".
LA COMPENSACIÓN PSICOLÓGICA DE LA DEPENDENCIA
Los motivos para aferrarse a este comportamiento frustrante
y entorpecedor no son demasiado complicados. Quizá
sepas cuáles son las retribuciones de la dependencia,
pero sabes lo destructivas que son? La dependencia puede parecer
algo muy inocuo e inocente, pero en realidad es el principal
enemigo de la felicidad, de la plenitud y de la posibilidad
de realizarse. He aquí algunos de los dividendos más
comunes que te impulsan a mantenerte dentro de este estado
de dependencia:
- La dependencia puede mantenerte bajo la custodia protectora
de otra gente y ofrecerte los beneficios que reciben los niños
pequeños porque no son responsables de su propio comportamiento.
- Al seguir siendo dependiente, puedes culpar a los demás
de tus propias deficiencias.
- Al depender de los demás, no tienes necesidad de
emprender la difícil tarea ni el riesgo de cambiar.
Puedes sentirte seguro fiándote de quienes son responsables
de ti.
- Puedes sentirte bien porque satisfaces a los demás.
Aprendiste que la manera de ser bueno es satisfaciendo a mamá
y ahora hay numerosas mamás simbólicas que te
manipulan.
- Puedes evitar la culpa que escoges cuando te comportas
de manera afirmativa. Resulta más fácil portarte
bien que aprender a eliminar la culpa.
- No habrá necesidad de que tomes decisiones ni hagas
elecciones por ti mismo. Sigues el modelo que te presenta
tu padre o madre, tu cónyuge o el individuo de ; quien
dependes. Mientras pienses lo que ellos piensan y sientas
lo que ellos sientan, no habrá necesidad de determinar
lo que tú sientes o piensas.
- Resumiendo, luego de agotar elucubraciones, simplemente
es mucho más fácil ser uno de los que siguen
que ser un líder. Puedes hacer lo que te digan y evitarte
problemas aunque no te guste ser de los que siguen.
Siempre será más sencillo que correr todos
los riesgos que implica el ser tu propia persona. La dependencia
es desagradable porque te convierte en algo menos que una
persona completa que funciona independientemente. Pero es
más fácil; de eso puedes estar seguro.
UN PROGRAMA PARA LIBERARTE DE LA DEPENDENCIA
- Escribe tu propia Declaración de Independencia
en la que anuncies claramente ante ti mismo y para ti mismo
que quieres funcionar en todas las relaciones humanas eliminando
por completo las manipulaciones externas. "Yo, esta persona,
para lograr una unión más perfecta, etc.,"
- Habla con todas las personas de quienes te sientes dependiente
psicológicamente. Declara tus propósitos de
funcionar independientemente. Explica lo que sientes cuando
haces cosas por obligación. Ésta es una estupenda
estrategia para comenzar este proceso, pues la otra persona
puede que ni siquiera se dé cuenta ni que sienta que
eres dependiente.
- Ponte metas de cinco minutos de duración para tratar
con la gente dominante de tu vida. Prueba una frase corta:
"No, yo no quiero hacerlo" y observa cómo
reacciona la otra persona.
- Organiza una sesión de planificación con
tu socio dominante en un momento en que no te sientas amenazado.
Durante esta sesión, explícale que a veces te
sientes manipulado y sometido y que te gustaría tener
una señal convenida entre los dos para hacérselo
notar cuando suceda y tú no quieras hablar de ello.
Por ejemplo un tironcito de oreja o ponerte el dedo en la
boca para anunciarle que te estás sintiendo sometido
en ese preciso instante.
- Cuando te sientas empujado a hacer cosas, manipulado psicológicamente,
díselo a la otra persona y actúa de la manera
en que te gustaría comportarte.
- Recuérdate a ti mismo que los padres, cónyuges,
amigos, jefes y otros, a menudo desaprobarán tu comportamiento
y que eso nada tiene que ver con lo que eres o quien eres.
Es sabido que en cualquier tipo de relación habrá
siempre desacuerdos. Si los esperas, no te desesperarás
cuando sucedan. De esta manera podrás romper con muchas
de las relaciones de dependencia que te esclavizan emocionalmente.
- Incluso aunque trates deliberadamente de evitar a la gente
dominante (padre o madre, cónyuge, jefe, hijos), seguirás
estando controlado por ellos durante su ausencia si te sientes
inmovilizado emocionalmente por su culpa.
- Si te sientes obligado a visitar ciertas personas, pregúntate
si quisieras que otras te visiten simplemente porque se sientan
obligadas a ello. Si no es así, otorga un trato correspondiente
a quienes estás tratando de esta manera y háblalo
con ellos. Esto es, revierte la lógica del comportamiento
y verifica la falta de dignidad que existe en una relación
obligada de este tipo.
- Toma la decisión de salirte de tu rol de dependencia
haciendo un trabajo voluntario, leyendo, tomando a alguien
para que se ocupe de los niños (aunque cueste demasiado
dinero y pienses que no te lo puedes permitir), aceptando
un empleo que no pague demasiado bien. ¿Por qué?
Simplemente porque la remuneración que significa el
aumento del aprecio y valoración de ti misma bien vale
la pena, cueste lo que cueste en dinero o en tiempo.
- Insiste en tu independencia económica sin ataduras
y sin tener que darle cuenta a nadie. Si tienes que pedir
el dinero que quieres o necesitas, eres un esclavo. Si eso
no es posible, arréglatelas para ganar tu propio dinero
de la manera más creativa que puedas.
- ¡Déjalos estar! ¡Déjate estar
tú! ¡Deja de dar órdenes! ¡Deja
de recibir órdenes!
- Reconoce tu deseo de intimidad, de no tener que compartir
todo lo que sientes y experimentas con alguien. Tú
eres único y privado. Si sientes que tienes que compartir
todo, no tienes elección y eres en consecuencia una
persona dependiente.
- Deja que la habitación del niño sea realmente
la suya. Dale un espacio que él pueda controlar y siempre
que no sea perjudicial, deja que él decida cómo
la va a organizar. Una cama hecha no es más sólida
psicológicamente que una sin hacer, aunque te hayan
enseñado lo contrario.
- En las fiestas haz grupo aparte de tu marido o mujer.
No sientas que tienes que estar con esa persona todo el tiempo.
Separáos y luego unid vuestras fuerzas cuando todo
haya acabado. Así duplicaréis vuestras experiencias.
- Si tú tienes ganas de ir al cine y tu compañero
quiere jugar al tenis, hacedlo de esa manera. Permitíos
más separaciones y así las reuniones serán
más alegres y estimulantes.
- Haz cortos viajes solo o con amigos sin tener que sentirte
atado a tu cónyuge o compañero. Os sentiréis
más unidos cuando volvais y apreciaréis el hecho
de poder funcionar independientemente.
- Recuerda que no tienes la responsabilidad de hacer feliz
a los demás. Los demás se hacen felices a sí
mismos. Es posible que realmente disfrutes de la compañía
de otra persona, pero si sientes que tu misión es hacerla
feliz, entonces dependerás de ella y te sentirás
deprimido cuando esa persona esté deprimida. O peor
aún, pensarás que eres tú quien le ha
fallado. Tú eres el responsable de tus propias emociones,
y la demás gente, de las suyas. Nadie puede controlar
tus sentimientos, salvo tú mismo.
- Recuerda que el hábito no es razón suficiente
para hacer algo, cualquier cosa que sea. El que siempre hayas
estado sometido a los demás no es motivo ni justificación
suficiente para seguir estándolo.
- La clave de una vida eficiente reside en la independencia.
Igualmente, la clave de un buen matrimonio reside en el mínimo
de fusión y el máximo de autonomía y
autodependencia. Y aunque sientas verdadero temor a romper
tus relaciones dependientes, seguro que si les preguntas lo
que piensan a las mismas personas con las que mantienes estas
relaciones de dependencia emocional, descubrirás, con
gran sorpresa, que ellos admiran más a quienes piensan
y actúan por sí mismos. Otra ironía.
Quienes más te respetarán por ser independiente
serán los mismos que con más fuerza trataron
de mantenerte subordinado.
El nido es un lugar maravilloso para que se desarrolle el
niño, pero abandonar el nido es aún más
maravilloso y puede sentirlo así tanto el que se va
como el que se queda observando el despegue.
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