OPUS DEI O CHAPUZA DEL DIABLO
Carlos Albás
CAPÍTULO II. EL FUNDADOR DEL
OPUS DEI
1. LOS ANTEPASADOS DE JOSÉ MARÍA ESCRIVÁ
DE BALAGUER, MARQUÉS DE PERALTA
No he tenido tiempo de investigar exhaustivamente los antepasados
de mi tío José María Escrivá de
Balaguer, por línea paterna, y tampoco lo he considerado
importante puesto que no afecta sustancialmente a mi relato.
Los datos que aporto los he obtenido de las distintas biografías
editadas por miembros del Opus Dei, por lo que considero han
de ser suficientes.
La familia Escriba-Corzán procedía de Balaguer,
un pueblecito cercano a Lérida (Cataluña). No
me es posible precisar las generaciones que precedieron al
bisabuelo del Fundador. "El bisabuelo nació allí,
fue médico y contrajo matrimonio con Victoriana Zaydin,
hija de un terrateniente del cercano lugar de Perrua."
En esta localidad nació José Escriba Zaydin,
que acabó por casarse en 1854 con Constancia Corzán,
natural de Fonz, un pueblecito oscense cercano a Barbastro.
Ellos fueron los abuelos paternos de José María
Escrivá de Balaguer, quien llegó a conocer sólo
a su abuela Constancia. El matrimonio tuvo seis hijos, dos
mujeres y cuatro varones. El primero murió de niño,
el segundo, Teodoro, fue sacerdote y vivió en Fonz
hasta su muerte en 1933. Jorge falleció cuando estudiaba
medicina a los veinte años, en 1885. Y el más
joven, José, nació en 1867. Era representante
de tejidos cuando conoció a María Dolores Albás
Blanc, de Barbastro, con la que contrajo matrimonio en 1898
después de establecerse definitivamente con otros dos
socios, adquiriendo un comercio de tejidos, Sucesores de Cirilo
Latorre, que posteriormente se denominaría Escriba,
Juncosa y Mur.
Aunque no he perdido tampoco demasiado tiempo en investigar
los antepasados por la vía materna, al tratarse de
los míos partía con muchas más posibilidades.
Los Albás procedían de Aínsa, un pueblo
del Pirineo aragonés que fue capital del antiguo reino
de Sobrarbe. La primera casa a mano derecha en la plaza de
Aínsa lleva el nombre popular de "casa Albás".
Desde hace más de 800 años, la "pardina
Albás", a escasos kilómetros de Aínsa,
se puede hallar en la carretera del Serrablo. En 1542 aparece
por primera vez en el libro de bautismos de Barbastro la primera
Albás bautizada allí con el nombre de Isabel.
El Albás del que guardo una noticia en la memoria
como familiar se llama Manuel. Se casó con Simona Navarro
y se acabarían por convertir en bisabuelos de mi tío
José María Escriba Albás y, consecutivamente,
en mis tatarabuelos.
Entre los hijos que tuvieron, dos hermanos, Juan y Pascual,
se casaron con otras dos hermanas. Pascual Albás Navarro
lo hizo con Florencia Blanc Barón, los abuelos del
Fundador y mis bisabuelos. Sus hermanos por partida doble
fueron los padres de Mariano Albás Blanc, padrino de
José María Escriba, sacerdote, fusilado en Barbastro
y actualmente en proceso de santificación. Una de las
hermanas del tío Mariano, Rosario, fue monja.
Los Blanc, linaje originario del Delfinado (Francia), pasaron
a Aragón. El primer Blanc que encierra algún
interés para nosotros fue Pedro Agustín Blanc,
nacido en Benabarre y que se casaría con Juana Calasanz
Gastón, hermana de san José de Calasanz, sacerdote
y fundador de las Escuelas Pías. Juana era original
de Peralta de la Sal y al casarse se trasladaron a Benabarre,
donde aún se conserva la casa de residencia de los
recién casados.
En 1547 aparece en el libro de bautismo de Barbastro el primer
Blanc Jaime. En 1845 los bisabuelos de mi tío José
María vivían ya en Barbastro; los Blanc-Barón,
que tuvieron por lo menos estos hijos: Bernardino Blanc Barón,
el mayor y al que le correspondía el marquesado de
Peralta; José Maria, obispo de Ávila; Luis,
revolucionario y anarquista; Andrés; Pabla, monja superiora
de las Adoratrices de Barbastro; Felipe, abogado y consejero
del ferrocarril Madrid-Zaragoza-Alicante; Dolores, casada
con Juan Albás, y Florencia, que contraería
matrimonio con Pascual, para terminar corno abuelos del Fundador.
Bernardino, un contratista, se encargó de levantar
la Casa de la Moneda de Madrid y el Banco de España.
Tuvo cinco hijos, el mayor José María Blanc
Baldeliou; Francisco, que tuvo siete hijos; Pilar, Faustino
y Teresa. José María Blanc Baldellou era técnico
de aduanas en Logroño y le facilitó un empleo
al padre del Fundador, José Escriba, tras llevarle
a la tienda de tejidos Ciudad de Londres. Fue a su hijo mayor,
José María Blanc Iruretagoyena, a quien preguntaría
mi tío José María Escrivá si iba
a utilizar su mejor derecho en la rehabilitación del
marquesado de Peralta.
El marquesado de Peralta es archiducal. Había sido
creado por el archiduque Carlos de Austria, haciendo uso de
su condición de pretendiente a la Corona de España,
según la Real Cédula dada en Viena con la fecha
de 4 de marzo de 1718 a don Tomás de Peralta, secretario
de Estado, Guerra y Justicia del Reino de Nápoles,
y ratificado en el tratado de Utrecht por Felipe V el 18 de
julio de 1725.
El 24 de enero de 1968 mi tío José María
solicitó la rehabilitación del título
de marqués de Peralta y en la misma fecha su hermano
Santiago solicitó la rehabilitación de otro
título nobiliario, el de barón de San Felipe.
El 3 de agosto de 1968 publica el "Boletín del
Esiado" el decreto 1851/1968 accediendo a dicha solicitud.
Al no aparecer contestación a la petición de
su hermano Santiago, se supone que el título de barón
de San Felipe le fue denegado.
Con fecha de 17 de septiembre de 1972, después de
más de cuatro años de ejercer como marqués
de Peralta, tramita lo dicho a su hermano Santiago. No es
nada extraño que lo hiciese, ya que el solo hecho de
la solicitud causó un verdadero escándalo incluso
entre los miembros del Opus Dei, a pesar de los esfuerzos
por justificar la decisión.
Con anterioridad a la fecha de requerimiento, había
escrito a su primo José María Blanc Iruretagoyena
dos cartas comunicando su postura y preguntándole si
se opondría en el expediente que se abriría,
ejercitando así el mejor derecho que le correspondía.
Al no contestarle, envió a visitarle a Madrid a Alvaro
del Portillo, para saber su decantamiento final. En el transcurso
de la entrevista, José María Blanc, hombre inteligente,
buena persona y socarrón, le contestó a Alvaro
del Portillo: "Dile a mi primo José María
que a mí no me interesan esas cosas mundanas, lo puede
solicitar tranquilamente. Ya sabe que yo no estoy para estas
banalidades, tengo mi vista puesta en el Cielo."
Nunca supimos los restantes miembros de la familia estos
hechos, y desde luego mi tío José Maria jamás
dio una explicación, a pesar de que a todos sus familiares
Albás-Blanc les correspondia antes, si se estudia con
algo de detenimiento el árbol genealógico. La
madre del Fundador fue la penúltima hija de Florencia
Blanc Barón, a través de quien podía
llegarle dicho título.
Andrés Vázquez de Prada, uno de los biógrafos
del Opus Dei que conoció y trató a mi tío
José María, nos da la versión oficial
del porqué rehabilitó el título de marqués
de Peralta. En la página 348 de su libro "El Fundador
del Opus Dei" nos relata: "Desde las alturas de
su filiación divina tornaba a su paternidad fundacional.
De la Obra hizo una gran familia de vínculos sobrenaturales,
a los que también estaban adheridos, por la sangre
y el cariño, las familias de sus miembros: "El
noventa por ciento de nuestra vocación -les decía-
se la debemos a nuestros padres." Por eso hablaba siempre
del cuarto mandamiento como del 'dulcísimo precepto
del decálogo". Por eso mandaría renovar
en todos los cantos, cada año, la consagración
de las familias de sus hijos a la Sagrada Familia.
"En la formación de los suyos volcaba caudales
y experiencia. Por falta de consejos no quedaría. Y,
como en bodas y bautizos de antaño, arrojaba a voleo
máximas y pensamientos: "Yo procuro no tirar calderilla,
moneda de cobre, sino monedas de oro. Eran las "grandes
monedas de oro del Gran Rey".
"Pues bien, en este sentido los amonestaba a que cumpliesen
con fidelidad sus deberes sociales y familiares, y viceversa,
que reclamasen y ejercitaran sus derechos de ciudadanía,
sin renunciar gratuitamente. Los instaba a vivir esta norma,
porque "¡cuántas veces es mucho más
difícil ejercitar un derecho que cumplir un deber!"
"Por curiosa inversión de papeles, hacia 1968
le advino una dudosa prueba, que le colocó entre la
espada y la pared. No podía volverse atrás sin
riesgo de aplicarse lo de: consejos vendo y para mí
no tengo.
"Sucedió que dando vueltas en la cabeza al cómo
compensar a los suyos, a sus padres y hermanos, por los muchos
sacrificios que hicieron para sacar a la Obra adelante, el
Fundador decidió rehabilitar los títulos nobiliarios
que pertenecían al tronco familiar: "por piedad
filial y por justicia".
"No se le daba nada de todo aquello; quería simplemente
transmitir el título a su hermano, ejercitando un estricto
derecho familiar.
"En este punto cedo la plana a Mons. Alvaro del Portillo:
"Lo pensó, lo llevó mucho tiempo a la oración,
y actuó con la prudencia de siempre, consultando a
personas de la Obra y a otras que no pertenecían a
nuestra familia. Habló, por ejemplo, con el Cardenal
Dell'Acqua, vicario de Roma e íntimo amigo suyo, que
le animó a seguir adelante. Acudió también
al Cardenal Larraona -honra para la Iglesia y para España,
muerto en olor de santidad-, que le contestó: "Para
usted es un deber, porque siempre ha enseñado a sus
hijos a cumplir sus obligaciones cívicas y a ejercitar
todos sus derechos como ciudadanos; por lo tanto, si no lo
hace, les daría mal ejemplo." También expuso
su propósito a varios dignatarios eclesiásticos
más, y lo comunicó a la Secretaría de
Estado del Vaticano. A todos les pareció muy bien.
Además, en la parte civil, contaba con el parecer favorable
del Consejo de Estado y de la Diputación de la Grandeza.
Pero nuestro Padre adivinaba lo que iba a suceder: que surgiría
gente envidiosa y murmuradora, de lengua larga y azuzada por
el demonio. Veía con perfecta claridad que era como
presentar en bandeja de plata, un motivo para que le insultasen.
No se le ocultaba que algunos le iban a entender mal y le
tomarían por soberbio...
"Precaviéndolos de la campaña que se avecinaría,
el 25 de enero de 1968 escribió al consiliario del
Opus Dei en España:
Querido Florencio: que Jesús me guarde a esos hijos
de España.
En esta vida y no pocas veces, a pesar de mi flaqueza y
de mis miserias, me ha dado el Señor fuerzas para
saber cumplir serenamente con deberes más bien antipáticos.
Hoy, después de considerarlo despacio delante de
Dios y de pedir los oportunos consejos, comienzo a cumplir
con uno, que solamente es antipático -para mí-
por las circunstancias personales mías: para cualquier
otra persona, sería cosa gustosa y sin quiebras.
Desde la altura de mis sesenta y seis años, vienen
a mi recuerdo mis padres, que tanto hubieron de sufrir -estoy
seguro- porque el Señor tenía que prepararme
como instrumento -bien inepto soy- y ahora estoy persuadido
de que es la primera vez que, en cosas de este mundo, guardo
el dulcísimo precepto del Decálogo. Hasta
ahora, pido perdón porque no os he dado buen ejemplo,
mi gente me sirvió de medio para sacar adelante la
Obra: también Carmen y, de algún modo, Santiago.
Me ha movido también, en el caso actual, a obrar
como obro, no sólo lo que parece claramente nuestro
buen derecho, sino la posibilidad de ayudar a los hijos
de mi hermano. De otra parte, observo rectamente el espíritu
de la Obra: ser iguales a los demás. Esto me hacía
notar un Cardenal de la Curia, la semana pasada: con la
manera de ser del Opus Dei, decía, su conducta es
consecuente y razonable.
Ayer os hice decir, por medio de Álvaro, cuando hablasteis
por teléfono, que no me importan los comentarios
-que no harían, si se tratase de otra persona cualquiera,
de otro ciudadano español-, y os ruego que, si dicen
o escriben algo molesto, que sea lo que sea, será
injusto hagáis oídos sordos. De todas formas,
si PRUDENTEMENTE se puede evitar que los haya, mejor sería
evitarlos, aunque a última hora da igual.
Ya os he abierto mi conciencia: es, de mi parte, una obligación
razonable y sobrenatural.
Un abrazo muy grande, contento, de tanta labor de almas
que hacéis en esa queridísima tierra nuestra.
Os quiere y os bendice vuestro Padre.
MARIANO
"Conociendo el ambiente de España, hacía
falta ser profeta. Para colmo, hacía lustros que venía
lloviendo sobre mojado. El vaticinio no falló. El Fundador
hubo de revivir trances que nunca dio por saldados en el curso
de su vida. ¡Qué cosas no se escribieron!; ¡qué
chismes en las tertulias y en la calle!
"El Presidente General del Opus Dei nunca usó
el título nobiliario rescatado. En cuanto pudo, se
lo transmitió a su hermano."
Si abrimos la vieja guía oficial de "Grandezas
y títulos del Reino" podemos leer:
"Marqués de Peralta. Concesión: 4 de marzo
de 1718, confirmada por Real Provisión de Fernando
VI de 4 de diciembre de 1758.
"Concesionario: don Tomás de Peralta, secretario
de Estado, de Guerra y Justicia del Reino de Ná poles.
"Don Santiago Escrivá de Balaguer y Albás.
Consorte: doña Gloria García-Herrero Ruiz.
"Expedida carta en 17 de noviembre de 1972."
Mis felicitaciones a Vázquez de Prada, incluso a mí
ha estado a punto de convencerme que mi tío hizo lo
que debía. Posiblemente, como relata Alvaro del Portillo,
mi tío consultó con altos dignatarios de la
Santa Sede y ellos fueron los que le hicieron ver que tenía
que dar ejemplo. A lo largo de su vida el Fundador del Opus
Dei ha dado verdadera muestra de humildad, y si en este caso
alguien pudo, equivocadamente, tildarle de soberbio, es por
maldad o por estar mal informado o posiblemente por envidia.
Bien es verdad que el demonio no duerme y azuzó contra
mi tío sirviéndose de cualquier desaprensivo
de lengua larga y murmuradora.
He estudiado con cierto esmero en Barbastro el parentesco
que nuestra familia pudiera tener con el obispo de Cuenca
Cruz Laplana Laguna, fusilado en 1936 y actualmente también
en proceso de santificación. Aunque el parentesco se
da, efectivamente, no era muy cercano, contradiciendo ciertas
manifestaciones de mi tío José María
sobre la relación de sangre. Pero me ha sido imposible
de todas todas determinar el parentesco del que también
hizo gala con Miguel Servet, aragonés, médico
e investigador famoso por su descubrimiento sobre la circulación
de la sangre. Mi tío José María manifestó
en una tertulia, según relata Vázquez de Prada:
"Hay un santo, pariente mío lejano, a quien yo
quiero mucho. ¡No te hagas ilusiones!, no soy de madera
de santo... otro antepasado mío fue quemado por la
Inquisición protestante. ¡Anda! Tampoco soy de
madera de herejes... Cada uno es lo que es, independientemente
de sus antepasados. Ese santo José de Calasanz, decía:
"si quieres ser santo, sé humilde; si quieres
ser más santo, sé más humilde; si quieres
ser muy santo, sé muy humilde"."
En su humildad, mi tío José María jamás
presumió de sus parientes pobres.
2. LA FAMILIA HUMANA DE JOSÉ MARÍA ESCRIBA
ALBÁS
José María Escriba Albás Corzán
Blanc vino al mundo en Barbastro el 9 de enero de 1902. Sus
padres, José Escriba Corzán y Dolores Albás
Blanc, se habían casado el 19 de noviembre de 1898.
El 16 de julio nace su hermana Carmen, dos años y medio
mayor. En 1905, 1907 y 1909 nacen sus tres hermanas pequeñas,
María Asunción, María de los Dolores
y María del Rosario. Las tres morirían de niñas
en Barbastro. Más adelante, en Logroño, nace
el hermano pequeño, Santiago, el 28 de febrero de 1919.
La familia por parte paterna era muy reducida, sin descendencia.
El único hermano varón que logró vivir
hasta la madurez, Teodoro, era sacerdote, y las dos hermanas
debieron de ser solteras o no tuvieron descendencia. Al no
residir en Barbastro la relación familiar fue muy corta,
a excepción de su tío sacerdote Teodoro, con
quien solían pasar algunos veranos.
Sin embargo, la familia de su madre fue más prolífica
y vivieron casi todos en Barbastro. Tanto los Albás
como los Blanc llevaban varias generaciones, y la circunstancia
de que dos hermanos, Juan y Pascual Albás, se casaran
con las dos Blanc fortaleció los lazos de convivencia.
En Barbastro, "casa Albás" es un enorme edificio
de cinco pisos, que actualmente se conserva en su primitivo
estado. A esta casa desde siempre se le denominaba en Barbastro
"la casa de los chicos", y es de suponer que fuese
por la cantidad de hijos que tuvieron.
El primo hermano de su madre, el sacerdote fusilado en Barbastro,
fue su padrino de bautismo, siendo su madrina una hermana
de su madre, Florencia Albás, casada con Lorenzo Camo
de Huesca.
Los hermanos de su madre eran quince. El mayor se llamaba
Simón; Candelaria, casada con Lafuente de Teruel; mi
abuelo Mauricio, casado con Mercedes Llanas, y quien heredó
la casa y la fábrica Chocolates Albás, en donde
permanecieron durante un tiempo al arruinarse la familia Escriba
Albás.
Al poco tiempo se arruinó mi abuelo. Vicente, sacerdote
párroco de Olvena, donde pasaron algunos veranos mi
tío José María y su primo Ángel
Camo. Tío Vicente después viviría en
Zaragoza con tío Carlos, también sacerdote y
canónigo del Pilar. Pascuala sería adoratriz;
Cruz, carmelita, y Florencio, farmacéutico, este último
casado con Carmen Lamartín, y que serían padrinos
de bautizo del hermano pequeño del Fundador, Santiago.
El número de primos hermanos de José María
Escrivá, sin ser excesivo, era considerable y en su
niñez se trataron mucho. Iban al mismo colegio y estaban
todo el día metidos en casa de mis abuelos, con quienes
aún vivía mi bisabuela Florencia. Tampoco hay
que olvidar que tenían una fábrica de chocolates,
turrones y caramelos.
El padre del Fundador al arruinarse empezó a buscar
trabajo en Zaragoza, en Barcelona, para encontrarlo finalmente
en Logroño. Cuando se trasladó a Zaragoza para
seguir los estudios en el seminario de San Carlos, y antes
de la muerte de su padre, frecuentaba la casa de sus tíos
Carlos y Vicente, de su tío Florencio y de mis abuelos,
recuperados ya de su ruina y trasladados a Zaragoza.
La decisión de ir a estudiar al seminario de Zaragoza
no fue bien acogida. La precaria situación económica
que pasaban no era la más propicia para que abandonara
su hogar y marchara a otra ciudad; no obstante José
María decide trasladarse a Zaragoza y así poder
estudiar la carrera de derecho. Según nos relata Vázquez
de Prada, "(...) en el verano de 1923, comenzó
a preparar sus exámenes como alumno libre, con autorización
de sus superiores eclesiásticos. Y lo mismo hizo en
el verano siguiente, logrando así el pasar siete asignaturas
en la convocatoria especial de septiembre. En el curso 1924-1925
sólo pudo presentarse a Civil II. Pero a partir de
entonces tuvo holgura de tiempo para frecuentar las aulas.
En 1925, pues, se hallaba con la carrera a medio camino; y
asistiendo a clase como alumno oyente, hizo un esfuerzo, de
allí en adelante, para rematar las asignaturas. La
última la aprobó en la convocatoria extraordinaria
de enero de 1927."
Analizando las fechas que nos da el biógrafo y miembro
del Opus Dei Vázquez de Prada, vemos que tardó
cinco años en terminar la carrera, completamente normal
para cualquier estudiante. Sobre todo si tenernos en cuenta
que con su ordenación en marzo de 1925 ya había
culminado los estudios eclesiásticos.
Los enfrentamientos con sus tíos siempre fueron motivo
de sus decisiones intransigentes. El ir a estudiar a Zaragoza
para poder seguir la carrera de derecho, no les parecía
suficiente excusa ya que era una carrera que se podía
estudiar por libre, y por tanto desde Logroño. Este
traslado suponía a la familia Escrivá un mayor
gasto, en el que tenían que colaborar sus tíos.
¿Era razonable la postura de sus tíos? Bien
es cierto que la carrera la estudió por libre aun cuando
en la segunda fase asistiese a clase como oyente.
Lo mismo ocurrió al fallecimiento de su padre al trasladarse
su familia a vivir a Zaragoza; sus tíos consideraban
más conveniente que en Logroño los gastos eran
menores y como ya estaba a punto de ser ordenado sacerdote,
bien podía ejercer allí su ministerio.
Del carácter y genio de mi tío José
María queda relatado hasta por los biógrafos
de la Obra. Seguimos con Vázquez de Prada: "Don
José María debió pasar muy duras pruebas,
sobre todo a causa de los alumnos díscolos y de algún
compañero que le zahería sin razón, acaso
por el prurito de rebajarle a su mismo nivel. Fue a comienzo
de curso, en octubre de 1923, cuando se produjo un penoso
incidente. Uno de sus compañeros le dirigió
sin más ni más groseros insultos, impropios
de un clérigo. De las injurias pasó a los puños
y José Maria recibió más de un golpe.
El altercado terminó en inevitable pelea, ya que el
agredido no estaba dispuesto a dejarse sacudir gratuitamente
por el otro seminarista. Ello le valió un castigo,
a pesar de ser su adversario quien provoco la riña."
Sería ilustrativo leer la versión de un biógrafo
del compañero "agresor". Sólo quiero
recordar el refranero español: "Dos no riñen,
si uno no quiere." Del carácter irascible de mi
tío José María tendremos tiempo de ver
algunos ejemplos que detallaré más adelante.
Desde su ordenación en 1925 hasta su marcha a Madrid
en 1927 mi tío José María dedica la mayor
parte de su tiempo a estudiar y terminar la carrera de leyes.
Aun cuando él dio clases en la academia de Amado Loriga,
mis tíos tenían que seguir ayudando a su madre.
En 1927 se traslada a Madrid para hacer el doctorado durante
casi todo el año; hasta que van a Madrid, su madre
y hermanos viven a expensas de mis tíos. La última
noche que pasan en Zaragoza, tía Lola, Carmen y Santiago
cenan en casa de su tío Florencio Albás Blanc
y desde entonces nunca más vuelven a tener noticias
de ellos. Tío Florencio y tía Carmen fallecieron
con posterioridad a la boda de Santiago, a la que no fue invitado,
aun siendo padrino de bautismo
En Madrid viven en 1927 varios familiares suyos, un primo
hermano, Carlos Camo Albás, hijo de una hermana de
su madre, que es director del Banco Hispano-Americano, en
Atocha, por donde mi tío José María pasa
frecuentemente por esas fechas según nos relatan sus
biógrafos oficiales. También viven otros familiares,
hijos de primos hermanos de su madre, como los Blanc, y con
los que tampoco tuvo ningún contacto, excepto, en el
año 1968, cuando pregunto si ejercitaría su
mejor derecho en la rehabilitación del título
de marqués de Peralta.
Cuando el fallecimiento de su madre en Madrid, ningún
familiar recibió noticias hasta pasadas varias semanas,
a pesar de que mi tío José María pasó
por Zaragoza el mismo día de la muerte de su madre,
ya que como sabemos estaba en Lérida, trasladándose
en el coche de Juan Antonio Cremades, gobernador civil en
aquellos días.
Tampoco visitará a sus tíos en distintos viajes
a Zaragoza, aun cuando pernocte allí. Su tío
el canónigo Carlos Albás Blanc solía
decir algunas veces: "Este chico, que viene por Zaragoza
y no quiere vernos." Esta norma de conducta será
la constante durante toda su vida. Jamás quiso saber
nada de su familia.
¿Pero hubo una excepción? Sí, la hubo.
Y voy a relatarla:
Mi hermana Pili, numeraria del Opus Dei, ya había
estado en Roma, allí conoció a mi tío
José María, a tía Carmen y a tío
Santiago. En muy contadas ocasiones estuvo una sola vez en
casa de Carmen y Santiago y desde luego nunca con "el
Padre". Una sola vez hizo mención a su parentesco,
como a él le gustaba llamar; la primera vez que la
vio le dijo: "Eres igual que tu tía Florencia",
le dio dos besos y le manifestó: "Esto es una
excepción, aquí todas sois iguales." Cosa
que puede ser comprensible. Pero lo que ya no es comprensible
es que dijese que "él no tenía ninguna
sobrina", como manifestó repetidamente cuando
mi hermana iba a ir a Roma.
Sigamos con la excepción: en el año 1959 vino
a Zaragoza para ser investido "doctor honoris causa"
por la Universidad y fue, como ya he relatado, a visitar a
mis padres. Muchas veces me he preguntado por qué esa
excepción. En principio no lo entendía, ahora
sí. Su hermano Santiago tenía novia en Zaragoza
e iba a casarse, y habían decidido que algún
familiar Albás asistiese a la boda. Ése fue
el motivo. Posteriormente, en la petición de mano de
su hermano, Pili le preguntó: "¿aviso a
los demás familiares?" La contestación
fue rápida y tajante: "Ya he dicho que no estoy
para nadie."
Este comportamiento con su familia no fue obstáculo
para que encargase a mi hermana Pili que recogiese todos los
recuerdos y fotografías que pudiera tener su familia
para llevárselos a Roma.
Todos los familiares a los que Pili visitó para que
le entregasen las fotografías que tuvieran no pusieron
ningún inconveniente en desprenderse de ellas y fueron
llevadas a Roma. Que nadie recibió las gracias por
estos detalles es bien claro y, lo que es peor, cuando posteriormente
estuvo en Zaragoza nunca quiso saber nada de ellos. Todos
los recuerdos han servido en parte para las publicaciones
que de mi tío se han venido realizando.
Durante las distintas visitas que cursó a Zaragoza
vivían sus tíos sacerdotes Carlos, Vicente y
con ellos una sobrina prima hermana, Manolita Lafuente, el
hermano pequeño de su madre y padrino de su hermano
Santiago, Florencio, sus primos Ángel Camo, la viuda
de Carlos Camo, José María Albás, hermano
gemelo de mi padre, mis padres. Excepto las dos veces que
he relatado, jamás tuvo ningún otro contacto.
Pero aún quedan más detalles. En 1951 mi hermano
Pascual, al terminar la carrera de derecho, realizó
un viaje por Europa y en Roma quiso conocer a mi tío,
pero no lo recibió.
Una hija de José María Blanc Iruretagoyena,
a pesar de decirle que no utilizaría su mejor derecho
en la rehabilitación del título de marqués,
cuando fue a Roma con carta de su padre tampoco logró
ser recibida.
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