OPUS DEI O CHAPUZA DEL DIABLO
Carlos Albás
A mi hijo Chema
que con su cariño dio alegría
a estos amargos años vividos
A mis padres,
que con el recuerdo del ejemplo de sus vidas laboriosas
y humildes me dieron fuerza para mantener la lucha
A todos los familiares y
amigos
que me han ayudado, comprendido y respetado
mi libertad
El autor
CAPÍTULO I. EVOLUCIÓN
DE UNA CONCIENCIA CRISTIANA
Nací 32 años después que mi tío
José María, el 20 de enero de 1934, en Zaragoza
y en el seno de una familia católica. Recibí
el bautismo de manos de otro de mis tíos sacerdotes,
el canónigo arcediano Carlos Albás Blanc, a
quien debo mi nombre y del que me siento orgulloso.
El primer recuerdo corresponde al período de residencia
en la población pirenaica de Jaca, donde también
inicié a los cinco años los estudios. Recibí
en la iglesia del colegio de los Hermanos Corazonistas la
primera comunión de manos de don José María
Bueno Monreal, y desde siempre fui educado por mi madre en
la piedad cristiana, introduciéndome en el rosario,
la confesión y la misa de los domingos como mínimo.
También solíamos acudir a las novenas los primeros
viernes de cada mes al Sagrado Corazón de Jesús
para así alcanzar la promesa de "ningún
alma morirá en pecado mortal si ha confesado y comulgado
los nueve primeros viernes de mes seguidos". Y la acompañaba
a la iglesia del Carmen para confesarme con los frailes capuchinos
y a la catedral como devota de santa Orosia.
Si mi madre me trae a la memoria la práctica de la
piedad cristiana, mi padre es la imagen del profesional que
cumple con exceso su trabajo, que cuando alcanzó la
dirección del Banco de Aragón no cejó
hasta situarlo en el puesto de cabeza. En aquellos tiempos,
y todavía hoy, solía ocurrir siempre lo mismo:
las madres se hacían cargo del hogar y la educación
de los hijos y los padres de resolver la situación
económica. Pero mi madre, a pesar de la ayuda del servicio,
tenía una buena faena con los seis hermanos.
A los quince años nos trasladamos a Zaragoza para
que mi hermano Pascual consiguiera una titulación universitaria
y los demás pudiéramos tener la misma oportunidad
cuando llegara el momento. En la academia donde proseguí
mis estudios conocí a Fernando Pérez Aísa,
profesor de religión, compañero de mi tío
José María en el seminario y buen amigo de mis
otros dos tíos sacerdotes, Carlos y Vicente. Fernando
Pérez Aísa me habló en algunas ocasiones
de mi tío. Nada especial, tan sólo que era bastante
presumido y que no comprendía la renuncia al apellido
Albás.
La principal preocupación de mi madre durante estos
años siguió siendo una vida de piedad, y sus
grandes motivos de alegría llegaban cuando al levantarme
temprano acudía a misa de capuchinos o de infantes
del Pilar.
Mis primeros ejercicios espirituales tuvieron como escenario
la hospedería del Pilar, dirigidos por el jesuita Fernández
Lerga. Fue precisamente en esa ocasión cuando recibí
la noticia del fallecimiento de mi tío Carlos, difundida
por la radio. Pedí permiso para acudir al entierro,
pero el padre Fernández Lerga estimó más
apropiado que rezase y ofreciéramos la misa del día
siguiente por el eterno descanso de su alma.
Al llegar a Zaragoza me convertía en socio del Stadium
Casablanca, un club deportivo que había fundado el
sacerdote mosén Francisco Izquierdo Molins, perteneciente
a Acción Católica. Mi relación con la
Acción Católica también se extendió
a la parroquia de San Gil.
Como tantos otros cristianos, aunque he mantenido la fe,
he tenido durante mi vida momentos de mayor o menor piedad.
Fui simpatizante del Opus Dei durante cuarenta años
y, dicho sea de paso, gran admirador de mi tío, hacia
el que he sentido siempre un cariño especial. La primera
noticia que me llegó de su existencia coincide con
la estancia en Jaca. Un día, al subir a casa, mi padre
nos anunció: "Mirad qué librito me han
regalado. Lo ha escrito mi primo José María,
hijo de tía Lola, la hermana pequeña de mi padre.
Cuando me llegó el turno de tenerlo entre las manos,
le di un vistazo y me fui a jugar. Corría el año
1948 y aquélla era la primen edición de Camino.
Cuatro años después, durante el primer curso
de Derecho en la Universidad de Zaragoza, el compañero
de clase José María Arias Azpiazu -numerario
del Opus Dei, ordenado sacerdote, hoy casado y con dos hijos-
me invitó a la residencia Miraflores, la primen perteneciente
a la Obra en la capital aragonesa. En un principio, sólo
acudía los sábados por la tarde a los retiros
espirituales; al poco también se me podía encontrar
en el cine los domingos, más tarde estudiando allí
todos los días y, finalmente, incluso escuchando misa
durante todas las mañanas. Casi sin darme cuenta, vi
pasar las horas en la residencia, incluidas las tertulias
de café, salvo para comer y cenar.
La residencia era por entonces un centro de estudios integrado
casi en su totalidad por miembros del Opus Dei. Conocí
y traté a José Orlandis Rovira, catedrático
de historia del derecho y sacerdote, José Manuel Casas
Torres, catedrático de geografía, Rodolfo Urbistondo,
ingeniero de caminos y director de la residencia, Vicente
García Chus, químico y el sacerdote que oficiaría
mi boda, Ángel García Dorronsoro, licenciado
en derecho y sacerdote que llegada a ser famoso por su programa
televisivo "Tiempo para creer", Joaquín Valdés
Escudero, otro licenciado en derecho y sacerdote, como Miguel
Ximénez Embún o José Javier Zaragüeta,
el médico sacerdote José Luis Sauras, ahora
párroco de Torreciudad... Unos prosiguen en la Obra
y otros acabaron por salirse.
Pero también alterné con algunos de los futuros
supernumerarios de peso, como los notarios José Limón
Pazos y José Antonio Villarino, el abogado y después
director general de la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón
y Rioja José Joaquín Sancho Dronda, el abogado
Juan Antonio Cremades -que sería gerente del Polo de
Desarrollo y consejero delegado de Eléctricas Reunidas
de Zaragoza-, el que acabaría como presidente de la
Diputación Provincial de Zaragoza, Pedro Baringo, etcétera.
Paralelamente, se iniciaba en la Sección de Mujeres
mi hermana Pili. Pero así como yo dejé paulatinamente
de frecuentar el Opus Dei, ella escribió la Carta al
Padre y dio el paso definitivo de entrada. De todas formas,
mantuve muy buenas relaciones con todos ellos y las amigas
de mi hermana, la hija del ministro de Hacienda, María
Dolores Navarro Rubio, o la del coronel de artillería,
María Josefa Jaén, entre otras.
Pili empezó su peregrinar por el extranjero, Londres,
Dublín y Roma, donde conocería al fundador y
a mis tíos Santiago y Carmen, que vivían con
él. Su siguiente estancia sería Barcelona, donde
se encontraba nuestro hermano Pascual y a quien convencería
para ingresar en la Obra. Años más tarde se
presentaría en Zaragoza, coincidiendo con la visita
que realizó mi tío José María
a mis padres.
A partir de esa ocasión, Santiago, el hermano de José
María, empezó a frecuentar nuestra casa en las
comidas con motivo de su cercana boda con una zaragozana y
tuve la oportunidad de conocerlo. En una ocasión le
acompañé durante el paseo, y al encontrarnos
con Carmencita Albás le dije: "Mira, es tu prima.
¿La llamo?" Pero me contestó: "No,
es hija de tío Florencio y no le debo nada, sólo
el nombre, y no me gusta." Las relaciones con los Albás
nunca fueron buenas. Sin embargo, me extrañó
sobre todo su coletilla final: "Aprovechaos de la influencia
de mi hermano José María." No le respondí.
La verdad, me parecía incorrecto prosperar económicamente
utilizando a la Iglesia.
Como ejemplo de esas tensas relaciones entre los dos apellidos,
Escrivá y Albás, puede resultar sintomática
la petición de mano del tío Santiago. Su hermano
José María se trasladó a Zaragoza y recibió
también a mis padres. Pero cuando mi hermana Pili le
comentó la posibilidad de avisar a otros familiares,
su respuesta fue tajante: "He dicho que no estoy para
nadie." Esta expresión, dicha de mal humor y con
mal genio, condensa el rencor que siempre tuvo con los familiares
de mi padre. No le importó el hecho de que uno de los
primos hermanos que no quiso ver fuese el hermano gemelo de
mi padre que habla asistido con su mujer a su primera misa
en la basílica del Pilar.
De hecho, en la boda sólo estuvimos presentes mis
padres, mi hermano Pascual y yo. En el aperitivo tuvimos la
oportunidad de conocer a Luis Valls Taberner, encargado de
las finanzas del Opus Dei. Sin embargo, ahí se acabó
todo. No fuimos invitados al banquete.
En 1962, mi hermana Pili me presentaba a la supernumeraria
que acabaría dos años después convirtiéndose
en mi mujer. Con motivo de la boda, mi padre dirigió
una carta a mi tío José María expresando
su deseo de que fuera él quien nos casara. Al poco
tiempo nos llegó su contestación escrita:
Roma, 17 de septiembre de 1964.
Muy querido Pascual:
Recibí tu carta, que me ha dado mucha alegría,
y te pongo estas líneas para felicitarte muy cordialmente
por la boda de tu hijo.
Con esta carta mía recibirás una especial
bendición del Santo Padre, para que la lea el sacerdote
que asiste la ceremonia. Con la preciadísima del
Papa Paulo VI, va también la mía, y la seguridad
de que encomiendo los nuevos esposos a Dios Nuestro Señor
y a Nuestra Madre Santísima, para que formen un hogar
cristiano y feliz.
Una cariñosa bendición para ti, para Concha
y para vuestros hijos.
JOSEMARÍA
(El sacerdote que los case puede leer el telegrama desde
el altar, porque el Santo Padre envía también
su Bendición a todos los que asisten a la ceremonia.)
Creo que ésta es la única carta que dirigió
a un familiar suyo de la rama Albás-Blanc, si exceptuamos
las dos que envió a José María Blanc
para pedirle que no ejerciese su mejor derecho al título
de marqués de Peralta.
Mi mujer, ya lo he dicho, era supernumeraria. La circunstancia
añadida de que su hermana Isabel formase parte también
de la Obra como numeraria terminó influyendo decisivamente
en mi relación con el Opus. En la Obra, es costumbre
y norma que los supernumerarios se agrupen en grupos no muy
numerosos de ocho o diez y que traten de ayudarse en la captación
de los maridos que no pertenecen o de las mujeres. Para ello
se organizan cenas en las casas y así se hacen nuevas
amistades con el solo objeto de conseguir nuevos miembros
o por lo menos acercarlos por amistad y conseguir su colaboración
económica. Este fue el motivo por el que perdí
mis antiguos amigos y que fueron sustituidos por matrimonios
pertenecientes al Opus Dei. El cerco cada día se va
haciendo mayor e inician sacerdotes de la Obra a comer en
tu casa. El cónyuge perteneciente se encarga de invitar.
Cuando mi tío José María se acercaba
a España nos trasladábamos a las capitales que
visitaba. Y siempre nos recibió en privado, pero durante
unos breves minutos.
Al poco de fallecer el Fundador estimé conveniente
remitir una carta de pésame a Alvaro del Portillo,
quien rápidamente se hizo eco de ella.
Roma, 4 de septiembre de 1975.
Muy querido Carlos:
Al regresar a Roma encuentro tu afectuosa carta y, con
una inmensa pena en el alma, junto con la seguridad de saber
que nuestro Fundador está gozando de Dios, te pongo
unas líneas para agradecer tus oraciones por nuestro
Padre y santo pariente tuyo.
Sigue rezando por él, ya que así deseaba
que hiciéramos, y no dejes de encomendarte a su intercesión:
te conseguirá gracias abundantes como está
haciendo ya a miles de personas en todo el mundo para ayudar
a vivir esa vida de buen cristiano que deseas. Con el grandísimo
cariño que te tenía ¡que te tiene! el
Padre, verás cómo se vuelca contigo y con
todos los suyos. Te abraza fuertemente.
ALVARO DEL PORTILLO
Siempre mantuve buenas relaciones con los socios del Opus
Dei que conocí; han estado en casa en repetidas ocasiones,
y la educación y estudios de mis hijos mayores pasaron
por los colegios de fomento con dirección espiritual
de sacerdotes de la Obra. Participé en la junta directiva
del colegio de Montearagón de Zaragoza, colaboré
en la creación de empresas del Opus Dei mediante la
aportación de fondos y facilité entrevistas
para que amigos míos también lo hicieran, igual
para residencias como para la Universidad de Navarra.
Al lanzarse la revista "La Actualidad Española",
durante la época de la residencia Miraflores, nos enviaban
a recorrer las casas de familiares y amigos para lograr suscripciones.
Una vez casado, consiguieron que me suscribiese a una cuota
de 10.000 pesetas al mes en la iglesia de Santa Cruz, que
como es lógico pertenece al Opus Dei. Mi participación
también alcanza a la puesta en marcha de la formación
profesional en el colegio Montearagón mediante aportaciones
de 100.000 pesetas y los "santos sablazos" a los
amigos personales. La operación, que estuvo dirigida
por el supernumerario y delegado de Hacienda en Zaragoza,
Carlos Palacios, fue un éxito. Mi mujer también
me solicitó colaboración, proporcionando entrevistas
con amigos y clientes de mi trabajo y así poder ejercitar
con eficacia el "santo sablazo".
En 1983 tuve la desafortunada idea de editar una revista
en Aragón, de contenido variado y con el objetivo de
potenciar lo regional. Informábamos de nuestra historia,
de economía, hechos sociales renombrables, deportes,
etc. Y destacamos distintas noticias acerca del Opus Dei,
sus miembros o reportajes de Torreciudad. Pero a fines de
1984, las dificultades de sostenimiento pusieron en peligro
su continuidad. El comportamiento de algunos integrantes destacados
del Opus Dei fue determinante. El director general de la Caja
de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja, José
Joaquín Sancho Dronda, o el propio Luis Valls Taberner
denegaron finalmente la ayuda prometida desde un principio.
El cuatro de enero de 1985 llegaba a mis manos la siguiente
carta de Sancho Dronda:
Querido Carlos.
Perdona mi retraso en contestar a tu carta, pero realmente
llevo unos días de bastante agobio de trabajo con
temas urgentes, o como ahora se dice, puntuales, que me
han hecho desviar mi atención hacia ellos. Realmente
creo que estáis haciendo una buena revista, y que
vais mejorando su contenido. Veo, después de la conversación
que he tenido con María Rosario de Parada, y luego
más tarde con José Enrique, y algunas otras
personas de la Caja, bastante difícil una participación
nuestra en el capital de vuestra Sociedad Editora porque,
aunque se trate de una re vista muy aragonesa, y con indudable
repercusión en nuestra tierra, desde hace tiempo
el Consejo de Administración, por indicación
de las autoridades monetarias, no participa en empresas
periodísticas, a pesar de que, como puedes comprender,
en muchas ocasiones se nos ha invitado para hacerlo. En
algunas ocasiones es posible apoyar económicamente
alguna publicación, pero no participar en la misma.
En este sentido pues, sí que cabe estudiar algunas
ayudas que puedan ir, o por la vía del crédito
o por la vía de los anuncios. Esos cuatro millones
de los que hablas en tu carta es algo que podemos estudiar,
y es algo que me gustaría pudiéramos conceder,
pero para hacerlo hay que analizar la viabilidad de la operación,
es decir, no sólo sus garantías, sino la posibilidad
de recuperación de la cantidad prestada. Espero que
este estudio sea positivo y nos permita, por tanto, prestar
esa ayuda que nos solicitáis.
No he querido demorar más tiempo esta contestación,
que ya se ha retrasado algunos días, porque yo mañana
salgo de nuevo para el extranjero y voy a estar fuera como
unos diez días. En mi ausencia, y para el estudio
de la operación en cuestión, ponte en contacto
con don Juan Alfaro, al que yo dejo encargado que te atienda.
Un cordial abrazo,
JOSÉ JOAQUÍN SANCHO DRONDA
Las posibilidades de este director general de la Caja para
conceder los créditos aplicando su criterio personal
son de sobra conocidas. Durante la publicación de la
revista, sólo coincidiendo con la visita de Juan Pablo
II, se insertó publicidad a cargo de la Caja, una fotografía
de Su Santidad que ocupaba las páginas centrales. Y
por añadir aún más, resulta bien fácil
comprobar las ayudas económicas que destinó
a otras revistas de la Obra de difusión nacional ("Mundo
Cristiano", "Telva", "Actualidad Económica"...)
a pesar de tratarse de una entidad bancaria de ámbito
regional.
Yo mismo fui objeto de esos tejemanejes. Por ejemplo, con
el supernumerario que Sancho Dronda mencionaba en su carta,
Juan Alfaro, amigo mío y con quien había compartido
retiros y muchas horas en la iglesia de Santa Cruz, concertamos
una cita con uno de los propietarios de una de las más
importantes empresas de alimentación en España.
Sabían perfectamente de los contactos profesionales
y la amistad que me unían a él, y por supuesto
no los desaprovecharon. Pero llegado el momento de solicitar
ese crédito imprescindible para la supervivencia de
la revista "Mirador", el mismo Juan Alfaro prestó
tanta atención corno la que se requiere para quedarse
dormido en el transcurso de nuestra conversación.
Estos comportamientos contribuyeron a arruinarme económicamente
y, dicho sea de paso, se enarbolaron en la campaña
de injurias y descréditos que se ha orquestado contra
mí y en la que han tenido un papel destacado mis hermanos
que forman parte de la Obra.
Con el paso del tiempo, y ante la imposibilidad de encontrar
un trabajo -en el único que se me ofreció, una
compañía de publicidad, las comisiones sustanciosas
iban a parar directamente al bolsillo de un supernumerario
del Opus Dei-, abrirnos un pequeño bar en Jaca.
La tensión con el Opus Dei fue "in crescendo"
paulatinamente, y la defensa de José María Ruiz-Mateos
en el caso Rumasa, con una carta abierta dirigida a Luis Valls
Taberner recriminando sus declaraciones, significó
la puntilla. A partir de ese momento, la casi totalidad de
los miembros del Opus Dei se distanciaron y criticaron mi
actitud. Pero fue durante las elecciones al Parlamento Europeo,
al prestar mi colaboración a Ruiz-Mateos, cuando el
enfrentamiento se produjo abiertamente y algún socio
del Opus me llamó loco por el compromiso. Como ejemplo
del estado anímico que atravesaba entonces, no quiero
dejar pasar la oportunidad de transcribir la carta que publiqué
en el diario "Heraldo de Aragón" en enero
de 1986:
SOÑANDO
Señor director:
Le ruego inserte esta carta abierta a don Luis Valls Taberner,
presidente del Consejo de Administración del Banco
Popular.
Mi querido amigo:
Como la mayoría de los españoles, sigo con
gran interés el caso Rumasa y hoy, al leer tus declaraciones
en "Heraldo de Aragón" creía que
estaba soñando. ¿Cómo es posible que
el presidente del Banco Popular, uno de los "siete
grandes", pueda declarar que "todo es teatro"
cuando a los españoles nos ha costado, hasta el momento,
miles de millones de pesetas?
Tu descalificación de José María Ruiz-Mateos,
afirmando de él que "es como un niño",
no sólo me ha causado sorpresa, sino estupor. Por
lo menos podías haber agregado el calificativo de
"prodigio", que es lo mínimo que merece
una persona capaz de crear y dirigir unas 600 empresas,
cerca de 60.000 puestos de trabajo, pagando íntegramente
los salarios correspondientes hasta el último día
antes de la extradición.
Respecto a los supuestos delitos que se le imputan y la
constitucionalidad o no de la expropiación, es la
justicia la que deberá pronunciarse en su día.
Espero que si, en un futuro, consideras oportuno realizar
nuevas declaraciones sobre el caso Rumasa o José
María Ruiz-Mateos, estén de acuerdo con la
seriedad que caracteriza el cargo que desempeñas
en el Banco Popular.
Un fuerte abrazo.
Estas y otras circunstancias repercutieron directamente en
mis relaciones familiares, y en 1988 mi mujer, aconsejada
por personas del Opus Dei -según sus propias manifestaciones-,
decide separarse, marcharse con su madre y arrastrar consigo
a sus hijos. Me había vuelto a quedar arruinado.
A pesar de este cúmulo de contrariedades, seguí
creyendo en el Opus Dei y su doctrina. De espíritu,
no había roto con la institución. En mayo de
1988 aún escribí en el semanario de Jaca, "El
Pirineo Aragonés", un artículo bajo el
título de "El sensacionalismo y la mentira, únicas
armas para los incompetentes profesionales del periodismo":
Llevo más de veinte años dedicado a la publicidad
como director propietario de una agencia que, entre otras
campañas, realizó la de Conguitos y Reinas
Butano. Creo que por mis conocimientos estoy autorizado
a tratar el tema publicitario.
Hoy, cada día más en la publicidad, se utiliza
el sensacionalismo para captar la atención de una
marca o un servicio. Esta forma de proceder no es ajena
a los medios de comunicación, que tienen que competir
en el mercado intentando vender el mayor número de
ejemplares con el objeto de subir el precio de los anuncios
y ganar así más dinero.
Todos conocemos revistas de gran difusión que para
vender más no les importa poner un "culo"
o unas "tetas" en la portada, pero que actúan
con honradez, ya que el que las compra conoce de antemano
su contenido.
Yo he comprado la revista "Tiempo" por la portada
"Opus Dei, el verdadero poder en España".
He leído la carta al director de José Oneto
y el artículo de Luis Reyes, que sensacionalmente
titula: "Los poderes ocultos al descubierto",
"La infraestructura en España" y "Cómo
capta el Opus Dei a sus adeptos". Y todavía
no sé si REÍRME o LLORAR.
REÍRME, por la falta de originalidad y lo trasnochado
del tema que tratan, al no aportar nada nuevo a las numerosas
campañas injuriosas que a lo largo del tiempo se
desencadenan contra el "OPUS DEI". La única
novedad que veo es la forma en que han realizado la portada,
ya que la utilización del nombre "OPUS DEI"
es muy frecuente para aumentar las ventas de cualquier medio
de comunicación, pero que aprendan de aquellos que
venden más que ellos sin utilizar el sensacionalismo
fácil.
Yo invito a esos pseudo profesionales del periodismo a
investigar, analizar e informar a la opinión pública
de temas de verdadera actualidad que preocupan a la mayoría
de los ESPAÑOLES.
Les voy a dar algunas pistas: a) inseguridad ciudadana,
b) terrorismo, c) paro, d) gasto público, e) nuevos
propietarios de las empresas expropiadas a don José
María Ruiz-Mateos y costo que hemos pagado los españoles
por la reprivatización de las mismas, f) pacto de
las entidades de crédito y los políticos con
motivo de la deuda pendiente con los países subdesarrollados
y consecuencias desastrosas para la economía española
y su conexión con el caso Rumasa, etcétera.
LLORAR, porque en el fondo no son más que ingenuos.
¿Cómo es posible que publiquen la instancia
que el fundador del Opus Dei dirige en el año 1941
al obispo de Madrid-Alcalá en la que solicita la
probación canónica correspondiente y en la
que consta el beneplácito del reverendísimo
señor obispo de la diócesis? Sólo les
falta publicar la concesión por el papa Juan Pablo
II de la Prelatura al Opus Dei en todo el mundo.
Si la Iglesia católica apoya y bendice esta OBRA
DE DIOS, OPUS DEI, ¿cómo se puede entender
que estos sensacionalismos puedan enjuiciarla en injuriarla?
El Opus Dei es universal, pertenecen a él miembros
de los cinco contenientes, u aunque su fundador es español,
de Barbastro (Huesca), la mayoría de sus socios no
son españoles, son de todas la razas, oficios y profesiones.
También he leído el artículo de Covadonga
O'shea, "Historia de una manipulación",
publicado en ABC; estoy de acuerdo con ella, pero quiero
destacar que coincido plenamente en que el periodista tiene
que ser un buen profesional, o sea, honrado, y que busque
la verdad, y añadirla, que sepa lo que escribe.
Al releer hoy esta carta acepto que las argumentaciones que
esgrimía en aquellos días pecan del mismo infantilismo
que adolecen los mismos miembros del Opus Dei en sus continuas
justificaciones. Y presento, por ello, las debidas excusas
a todos los periodistas.
Pero volvamos un año atrás. En 1987 empecé
a mantener una cierta relación por correspondencia
con José María Ruíz-Mateos. Con la transcripción
de las cartas que vienen a continuación sólo
aspiro a ilustrar la posición mantenida por entonces
y como testimonio directo de la situación en aquellos
días:
Zaragoza, 24 de noviembre de 1987.
Querido y admirado José María:
Aunque no te conozco personalmente, he seguido las injustas
vicisitudes por las que has tenido que pasar y admiro tus
cualidades humanas, tu excepcional preparación profesional
y tu buen hacer.
No sé si tu hijo Zoilo te comentó la conversación
telefónica que mantuvimos con motivo de las declaraciones
de Luis Valls y de la carta abierta que le escribí
en "Heraldo de Aragón", recriminándole
su comportamiento.
Adjunto te envío fotocopia del escrito presentado
a la Delegación del Ministerio de Trabajo de Huesca,
por si puede ser de tu interés y, por tanto, te autorizo
a utilizarla.
Me alegraría muchísimo que todo se arreglase;
te lo mereces.
Recibe un fuerte abrazo,
CARLOS ALBAS
Madrid, 4 de diciembre de 1987.
Mi querido Carlos:
He recibido tu amable carta del día 24 de noviembre
pasado.
Te quedo extremadamente agradecido por tu mensaje de amistad
y apoyo que valoro infinito y que me anima a seguir luchando
contra la injusticia.
Lamento sinceramente las circunstancias por las que atraviesas
pues por propia experiencia sé lo difícil
y complicado que resulta salir adelante. He leído
la referencia que haces a Rumasa en el pliego de descargos
que has presentado ante la Delegación del Ministerio
de Trabajo de Huesca y también el artículo
que en su día escribiste en el "Heraldo de Aragón".
Te felicito por tu valentía y tu gran corazón.
Espero que tu tema se solucione y deseándote todo
lo mejor y con sincero afecto, te envía un entrañable
abrazo tu amigo
JOSÉ MARÍA RUIZ-MATEOS
Nuevamente, durante su convalecencia tras las operaciones
sufridas en Madrid y con el objetivo de aconsejarle publicitariamente
sobre los puntos que debía tener en cuenta en las siguientes
elecciones generales a las que concurría, me dirigía
por carta:
Zaragoza, 3 de septiembre de 1989.
Mi querido amigo José María:
Me alegro mucho de tu recuperación y ya veo que
continúas con el entusiasmo de siempre. Si me lo
permites me gustaría hacerte unos pequeños
comentarios sobre las declaraciones efectuadas por los distintos
representantes de los partidos políticos; estos comentarios
los hago desde mi ángulo profesional publicitario.
Primero: todos en sus declaraciones cometen el mismo error,
"criticar al presidente del Gobierno por haber adelantado
las elecciones". Es un hecho consumado y tiene derecho
a hacerlo. El decir que lo hace en beneficio de su partido,
es decir, que es más inteligente que ellos. Al contrario,
lo único que consigue es elevar la imagen de Felipe
González, ya que en este juego político de
los partidos convencionales vale todo. Es suficiente con
recordar que durante la última campaña electoral,
los insultos y mentiras, como en todas, sólo sirven
para aumentar el número de abstenciones y su desprestigio.
Segundo: el control que el Gobierno tiene de la mayoría
de los medios de comunicación, y sobre todo de Televisión
Española, hace mucho más peligroso efectuar
estas declaraciones, al ser más fácil su manipulación.
Tercero: con esta forma de proceder se sigue dando la impresión
que sólo el Partido Socialista puede conseguir la
mayoría absoluta, le hace partir como ganador y a
toda la oposición como perdedora y con escasas posibilidades.
La moral de victoria es siempre necesaria si se desea conseguir
el éxito, pero estas estrategias en sus campañas
publicitarias los llevan con seguridad al fracaso.
Una de las premisas fundamentales en toda campaña
publicitaria es que el mensaje, o mensajes que se difundan,
jamás recuerden a la competencia. En el caso contrario,
se les está haciendo publicidad gratuita. La motivación
o motivaciones en las que se basa una campaña publicitaria
tienen que ser completamente distintas de las de la competencia
y deben resaltar aquellas cualidades que se sepan más
apreciadas por el consumidor. Esta regla publicitaria es
también válida para las campañas políticas,
y por tanto nuestro mensaje no ha de recordar a ningún
partido convencional. Debe ser distinto y encajar en lo
que hoy espera el electorado español. Hay que estudiar
lo que el elector quiere, y sobre todo lo que piensa esa
gran mayoría de no votantes.
Por mi trabajo profesional, esta semana iré a Madrid.
Me encantará conocerte y cambiar impresiones sobre
el proyecto que te comuniqué en mi carta anterior.
Hasta muy pronto, recibe un fuerte abrazo de tu buen amigo
CARLOS ALBAS
Desde el Parlamento Europeo, con sede en Estrasburgo, me
contestó en los siguientes términos en una breve
misiva de su puño y letra:
Estrasburgo, 12-9-1989.
Mi querido Carlos:
Muchas gracias por tu cariñosa carta del 3 del actual.
Tomo nota de todos tus comentarios y sugerencias.
Mientras te saludo personalmente, te abraza tu buen amigo
JOSÉ MARÍA Ruiz-Mateos
Efectivamente, llegué a conocer a Ruiz-Mateos personalmente
e hicimos buenas migas, fructificando en mi militancia en
su Agrupación electoral. Pero inexplicablemente, después
de su viaje a Roma en las navidades de ese año sentí
un cambio en el trato, por lo que supuse que había
hecho las paces con el Opus Dei. Es bien patente que a partir
de ese momento renunciaría a sus ataques a la institución
y a algunos de sus miembros.
Volviendo la cara hacia el pasado más cercano, tras
un año de profunda meditación y de largas conversaciones
con miembros del Opus Dei, entre ellos Antonio Rico Gambarte
-uno de los primeros numerarios de Zaragoza, amigo de mi padre,
presidente del grupo empresarial Rico y Echevarría
y consejero de distintas empresas aragonesas- y algunos sacerdotes
como Antonio del Val o Vicente García Chus, la profunda
crisis interna abierta en mí me empujó definitivamente
a escribir a don Alvaro del Portillo:
Zaragoza, 25 de agosto de 1989.
Mi querido don Alvaro.
Con un gran pesar y después de un año de profunda
meditación, he decidido escribirle y contarle las
vicisitudes que me han ocurrido últimamente, así
como el comportamiento para mí incomprensible de
algunas personas que tienen un mismo denominador común:
"su pertenencia al Opus Dei". La forma de comportarse
estas personas conmigo, me están haciendo perder
la paz interior e incluso la fe y antes de que esto ocurra
he decidido pedir su orientación y consejo.
Estas vicisitudes se inician con mi ruina económica
que se ocasiona con motivo del lanzamiento de la revista
"Mirador". En un principio, todas ellas están
satisfechas con el contenido de la revista y colaboran de
una forma directa. En la revista se han recogido: la primera
misa solemne de un sacerdote de la Obra, reportaje sobre
Torreciudad, reportaje de S.S. Juan Pablo II con motivo
de su visita a Zaragoza con textos de don José Orlandis,
reportaje de la asociación cultural CUELLAR, comienzo
del curso del colegio mayor Miraflores... Estas personas
también colabora en otros campos, como el estudio
realizado por mi hermano Pascual sobre la viabilidad de
la revista, en el que pone de manifiesto las posibilidades
de continuidad de la misma, argumentando que prácticamente
se está financiando con publicidad. Mi hermano Luis
me ayuda en la creación de la Junta de Fundadores,
para conseguir aportaciones económicas y de trabajo
(a dicha Junta perteneció desde el principio Antonio
Rico). Mi hermano Pascual aconseja a mi hermana Pili que
me preste dinero y firme diversos avales. También
se solicita a José Joaquín Sancho Dronda un
crédito de 5.000.000 de pesetas y se le aporta el
estudio realizado, relación de mis bienes y un aval
de 90.000.000 de pesetas de un gran amigo, Alberto de Sola,
ya fallecido y del que tengo la seguridad de que estará
gozando de Dios en el cielo.
Incomprensiblemente y sin justificación fundamentada
después de haberse comprometido, y dejando transcurrir
varios meses, José Joaquín Sancho Dronda deniega
el crédito y con ello me obliga a malvender mis bienes,
chalet, coche, muebles, cuadros e incluso las joyas de mi
mujer, llevándome a la ruina más absoluta.
Es a partir de este momento cuando mi hermano Pascual inicia
una campaña de descrédito e injurias en la
que manifiesta que "soy un alcohólico y que
necesito internarme en un centro psiquiátrico".
Estas manifestaciones las continúa realizando, aun
después de leer los informes del Departamento de
Psiquiatría del Clínico de la Universidad
de Navarra, adonde me obligó a ir. En los informes
consta mi excelente estado de salud y que no necesito ningún
tratamiento. Estas manifestaciones las realiza incluso delante
de mis hijos, hermanos y otras personas. A pesar de ello
mi vida familiar con Charo y mis hijos está dentro
de cierta normalidad, aunque es cierto que los dos años
en el paro y la imposibilidad de encontrar trabajo hacen
empeorar mi carácter y tomo más copas de las
normales.
Posteriormente, comuniqué a mis amigos y familiares
la apertura de una cuenta corriente, en la que podían
ingresar las cantidades que pudieran para ayudarnos a establecer
un pequeño negocio en el que pudiéramos trabajar
y nos permitiera vivir. En un principio parcía ir
bien, nos trasladamos a Jaca y abrimos un pequeño
bar. Es entonces cuando surgen otros problemas, en este
caso con la familia de Charo, en la que su hermana Isabel,
numeraria, aportó su grano de discordia. Estos problemas
y los anteriores repercutieron en nuestras relaciones, y
Charo fue perdiendo su credibilidad en mí, discutía
todas mis decisiones y tenía menos ganas de colaborar
con su trabajo en el bar. Al enfrentarse conmigo se iba
atrayendo a sus hijas, dándoles la razón cuando
yo las reñía, bien porque salían todas
las noches y volvían a las 5 de la madrugada, bien
porque se levantaban tarde y no ayudaban lo necesario. Nuestro
hogar, que había sido siempre feliz, fue convirtiéndose
en un campo de batalla; como así no se podía
seguir, le aconsejé a Cha-ro que fuese a un abogado
para que le dijera cuáles eran sus derechos y obligaciones
y le sugerí una abogada amiga nuestra, supernumeraria,
esperando que le aconsejase de forma distinta a como lo
hizo. Le aconsejó la separación "por
causas profundamente sopesadas". Hoy sigo sin entender
el comportamiento de Charo, que, según ella, "ha
sido aconsejada por personas del Opus Dei". Continuamente
vienen a mi memoria las palabras del sacerdote don Vicente
García Chus: "En la salud y en la enfermedad,
en la riqueza y en la pobreza." He vuelto a leer la
carta en la que decía que "recibiría
una especial bendición del Santo Padre para que la
lea el sacerdote que asiste a la ceremonia. Con la preciosísima
del Papa Paulo VI va también la mía, y la
seguridad que encomiendo los nuevos esposos a Dios Nuestro
Señor y a Nuestra Madre Santísima, para que
formen un hogar cristiano y feliz".
En el mes de junio del pasado año estuve unos días
en Tres Caminos y subía con frecuencia a Torreciudad
a rezar y pedirle a la Virgen que me ayudase. Coincidí
con su visita y sentí muchísimo que no me
pudiese recibir, a pesar de los esfuerzos que hice por conseguirlo,
para abrazarle y pedir su bendición; al parecer no
le comunicaron mis deseos.
En el mes de septiembre mi familia se fue a Zaragoza, me
quedé solo atendiendo el bar hasta el mes de febrero,
que lo pude traspasar gracias a la comprensión y
el cariño de mi hermana Pili, que fue la única
que venía a Jaca a ayudarme, dejándome dinero
para levantar los embargos y así poder traspasar;
posteriormente me acogió en su casa y me sigue ayudando.
Hoy, dando gracias a Dios, mi futuro es más esperanzador,
tengo trabajo en una de las mejores agencias de publicidad
de España, y todo ello se lo debo a Pili, que se
ha portado conmigo con verdadera caridad cristiana.
Como mi hermano Pascual continúa con sus manifestaciones
y Charo sigue alejando a mis hijos, o por lo menos nada
hace para acercarlos (en todo el año sólo
he visto a mis hijos mayores de cinco a seis veces y casi
siempre he sido yo el que ha intentado el acercamiento).
Por otra parte, personas del Opus Dei que antes eran cariñosísimas,
ahora han cambiado totalmente de actitud y para mí,
sin un motivo justificado que yo conozca, por lo que consideré
oportuno entrevistarme con Antonio Rico y contarle lo sucedido.
Después de dos largas conversaciones no me aclaraba
nada ni me daba una solución convincente. Le dije
que le escribiría a usted para contárselo,
contestándome que usted me diría lo mismo;
despidiéndose diciéndome que pediría
por mí al Espíritu Santo para que me iluminase.
Seguí sin entender.
Como cada vez me resulta más difícil entender
estos comportamientos (a pesar de los esfuerzos que hago
por entenderlos) he llegado a la conclusión de que
sólo pueden ser represalias a mi colaboración
que desde hace más de cuatro años vengo realizando
en defensa de José María Ruiz-Mateos, al que
admiro cada día más y al que seguiré
ayudando incondicionalmente, hasta que alguien me demuestre
fehacientemente y por razones fundadas que no debo hacerlo.
En la campaña de descrédito e injurias que
se ha montado para intentar justificar la "EXPOLIACIÓN"
de Rumasa y en la que han participado políticos,
banqueros, abogados, magistrados, periodistas.., de los
que algunos de ellos pertenecen al Opus Dei, como Valls
y Termes, entre otros -allá ellos con su conciencia-,
pero esto no justifica el que yo, en uso de mi libertad,
apoye según mi criterio a quien crea conveníente.
Y por ello no puede existir motivo de represalia, ya que
creo seguir la doctrina que mi tío Josemaría
se cansó de repetir: "Todos los cristianos somos
libérrimos para defender las opciones que la Iglesia
deja a la libre disputa de los hombres." Entiendo que
José María Ruiz-Mateos tiene perfecto derecho
a defenderse y explicar por qué confió en
determinadas personas que posteriormente le traicionaron.
Jamás he leído u oído a José
María Ruiz-Mateos hablar mal del Opus Dei, siempre
ha dicho cosas estupendas de la Obra y lo mismo de su Fundador,
siempre ha dicho que le tiene un gran cariño y que
le reza todos los días. Y me viene ahora a la memoria
la predicación de mi tío Josemaría
en la iglesia de San Carlos en Zaragoza al día siguiente
de conocerlo en casa de mis padres cuando le regaló
a mi madre el rosario con el que él rezaba todos
los días: "Cada uno de vosotros es responsable
personal de lo que hace. Los que estáis enseñando,
adoctrinando cosas del cielo y de la tierra con vuestros
libros, con vuestros medios, con vuestra formación
profesional, vosotros responderéis: libérrimos,
libérrimos. Yo no tengo nada que ver con ello, ni
el instituto tampoco. Sólo responderéis ante
mí de vuestra vida espiritual; allí, sí
me hago responsable. Y yo me pregunto: ¿qué
mayor responsabilidad de los miembros del Opus Dei en su
vida espiritual que el cumplimiento del primer mandamiento
de la Ley de Dios: "Amarás a Dios sobre todas
las cosas y al prójimo como a ti mismo"? Y creo
firmemente que no se ama al prójimo cuando se le
injuria, desacredita, engaña, miente o insulta. ¿Y
no es esto lo que han hecho algunos miembros del Opus Dei
con José María Ruiz-Mateos y conmigo? Vale
de presumir de buenos católicos y luego no dar testimonio
con sus vidas.
También creo firmemente en el Sacramento del Matrimonio,
y en el cumplimiento que como católicos tenemos de
las obligaciones que nos comprometimos al contraerlo. Acabo
de leer la alocución del Papa a los jóvenes
en el monte del Gozo, en Santiago de Compostela, a los que
preguntaba: ¿estáis dispuestos como jóvenes
cristianos a vivir y defender el amor a través del
matrimonio indisoluble, a proteger la estabilidad de la
familia que favorece la educación equilibrada de
los hijos, al amparo del amor materno y paterno que se complementan
mutuamente? Yo pienso que la separación es el primer
paso para el divorcio.
En mi último viaje a Madrid me confesé en
la iglesia de San Miguel con un sacerdote de la Obra, le
conté en confesión y mucho más ampliamente
todo lo que estoy relatando, me acusé de mis pecados
y antes de darme la absolución, me aconsejó
que le escribiese y que le contase todo lo que creyese conveniente;
y así lo hago e incluso me dijo que presentase todas
las querellas que fuesen oportunas, por las injurias contra
mí vertidas. Pero don Álvaro, se trata de
mis propios hermanos y creo que es mas conveniente lavar
los tropos sucios en casa.
Y para terminar una sola petición: que me ayude.
Gracias por su comprensión, le pido perdón
por el dolor que sé va a causarle mi carta.
Le pide su bendición y le abraza con todo cariño
CARLOS ALBÁS MÍNGUEZ
No soy de los que esconden la cabeza en las alas, como el
avestruz. Todos los miembros del Opus Dei en Zaragoza conocían
mi actitud con respecto a Ruiz-Mateos, ya que a muchos de
ellos les llegó la siguiente carta:
Zaragoza, 1 de junio de 1989.
Mi querido amigo y compañero:
Me dirijo a ti con motivo de las elecciones al Parlamento
Europeo, y adjunto te remito el programa electoral de la
Agrupación de Electores de José María
Ruiz-Mateos.
La persecución de que ha sido objeto José
María Ruiz-Mateos como responsable de Rumasa, su
"expropiación" (sobre todo la forma realizada),
la reprivatización de las empresas expropiadas, y
como colofón, la petición de pena de 200 30
años y la prisión incondicional decretada
con un motivo tan pueril como la bofetada al señor
Boyer, es lo que ha motivado a aportar mi granito de arena
a esta campaña.
Acciones como éstas sólo sirven para desprestigiar
a la Justicia en España y considero que todos los
juristas tenemos la obligación de salir en defensa
del prestigio de la misma.
Es cierto que alguna de las últimas acusaciones
y declaraciones de José María Ruiz-Mateos
pueden parecer impropias de la seriedad que durante toda
su vida de empresario ha demostrado con su comportamiento;
pero habrá que analizar si era la única salida
que se le ha dejado para mantener la atención de
la opinión pública, a través de los
medios de comunicación, y no caer en el olvido durante
los más de seis años de tiempo transcurrido
desde la "expropiación".
Agradecido por tu atención, pidiéndote disculpas
por usar de tu valioso tiempo, recibe un fuerte abrazo de
tu compañero, que pide tu voto para José María
Ruiz-Mateos al Parlamento Europeo.
Don Alvaro del Portillo había enmudecido. No llegaba
contestación alguna a mi carta, y un mes más
tarde volví a dirigirle el siguiente escrito:
Zaragoza, 2 de octubre de 1989.
Mi querido don Álvaro:
Desde hace más de un mes estoy esperando sus noticias
con motivo de la carta que le escribí el 25 de agosto
pasado, y como las circunstancias no han cambiado, vuelvo
a pedirle su orientación y consejo.
Don Álvaro, como usted me indicó sigo encomendándome
a mi tío Josemaría para que me ayude en estos
momentos tan difíciles. Usted sabe el cariño
que me tenía -que me tiene- y estoy seguro que se
volcará conmigo y con todos los míos. De hecho,
ya lo está haciendo con mi trabajo profesional; estoy
en el grupo de publicidad más importante de España
y uno de los más importantes del mundo.
Si por alguna circunstancia mi carta anterior no ha llegado
a su poder, le envío fotocopia de la misma. Con el
cariño de siempre y pidiéndole su bendición,
le abraza siempre suyo
CARLOS ALBAS MÍNGUEZ
Con anterioridad a estas cartas, coincidí con Alvaro
en Torreciudad, y aunque hice todo lo posible por entrevistarme,
no lo conseguí y sólo pude asistir a una de
esas reuniones que organizan de más de cien personas.
Cuando íbamos a entrar en la reunión, el numerario
que me acompañaba empezó "a mentalizarme"
y refiriéndose a Alvaro del Portillo, me dijo: "Alvaro
es un santo." A lo que le contesté: "Si no
te importa esperar un poco, puesto que mi tío José
María está todavía en camino."
A pesar de la campaña de injurias y descalificaciones
que los miembros del Opus Dei lanzaron contra mí -y
como puede comprobarse continúan intensificando incluyendo
las calumnias, la última el delito de chantaje-, en
mayo de 1988 había empezado a trabajar para el grupo
publicitario McCann, que en España lo forman cuatro
grandes empresas: McCann-Erikson, Clarín, Marketing
Director McCann y Universal Media. Estas empresas llevan la
publicidad a nivel mundial de Coca-Cola, Nestlé, General
Motors, Martini, Camel, Frigo, Pedro Domecq, etc. El trabajo
que desarrollaba y mi retribución económica
eran altamente satisfactorios. El presidente de McCann en
España, Alfredo García Valdés, que me
había contratado para las actividades de Nuevos Negocios,
siempre se declaró contento con mi labor. Al menos
hasta febrero de 1989.
Durante los seis primeros meses mi labor la realicé
en Zaragoza visitando a responsables de las inversiones en
publicidad de las empresas con cantidades anuales superiores
a cincuenta millones de pesetas, que era el mínimo
que estaba autorizado a llevar en el Grupo McCann. En una
entrevista con IberCaja propuse la realización de unas
Jornadas de Marketing y Comunicación, que fueron bien
acogídas y consistían en dar a conocer la importancia
de la incorporación de las nuevas técnicas de
marketing y comunicación en las empresas de Aragón.
En mi entrevista con el presidente de Balay, me comunicó
que se acababan de asociar con la firma alemana Bosch-Siemens
y que, por lo tanto, desconocían el plan de marketing
que llevarían en el futuro. El presidente me aconsejó
que visitara Safel en Pamplona, ya que era ésa la empresa
mayoritaria del grupo. Al mismo tiempo me pidió que
visitase a su primo, Alejandro Lanos, entonces decano de la
Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Navarra.
Y así lo hice. En esta primera entrevista, al conocer
la importancia del grupo McCann, me fueron presentando distintos
proyectos en estudio, ya que nuestra empresa podía
financiarlos a través de sus clientes mediante la sponsorización.
Al mismo tiempo, comentamos la conveniencia de trasladar las
Jornadas de Marketing y Comunicación que pensábamos
realizar en Zaragoza a la Universidad de Navarra, por considerar
que pudieran ser más ventajosas al pertenecer el Instituto
de Estudios Superiores de la Empresa (IESE) a la institución.
Me rogaron que invitase en nombre del rector Alfonso Nieto
a visitar la Universidad y mantener un encuentro de trabajo.
Informé de todo ello a Alfredo García Valdés,
que por razones de agenda no acudió hasta febrero.
Pero el presidente, a su vuelta de Pamplona, empezó
poco a poco a distanciarse, a poner pegas a mi trabajo y a
sacarle los "peros", hasta manifestarme que no podría
seguir trabajando con ellos en las mismas condiciones.
El cambio, lógicamente, me causó extrañeza.
Pero ya sólo pude pensar que la persecución
se había desatado contra mi persona. Estando en Pamplona
en octubre de 1988, poco tiempo después de mi segunda
carta a Alvaro del Portillo, había recibido una llamada
de Javier Arnal, director de la Obra en Aragón, para
transmitirme un mensaje de Roma. Me trasladé a Zaragoza
y su única respuesta fue que don Alvaro no podía
hacer nada por mí. No lo entendí. Yo sólo
había pedido consejo y orientación.
Abierta definitivamente la brecha, comencé a manejar
la literatura crítica con el Opus Dei y su fundador,
mi tío José María. La necesidad de contrastar
mi experiencia con la reflejada en los libros sirvió
de acicate para entrevistarme con sus autores. En mi primera
entrevista con Alberto Moncada me aconsejó llamase
a Miguel Fisac y Antonio Pérez Tenesa, ya que podían
ayudarme a entender la verdad de lo que es el Opus Dei. Seguí
su consejo y mantuve distintas entrevistas y día a
día fui cambiando de forma de pensar con respecto a
mi tío José María y a su Obra.
También a partir de aquellos momentos inicié
mi peregrinar por las parroquias e iglesias de Madrid, conversando
con sus sacerdotes diocesanos, pertenecientes a órdenes
y congregaciones religiosas muy dispares. Pero en medio del
camino, durante esos años, se había cruzado
la beatificación de mi tío. Expliqué
a esos sacerdotes mi postura y todos, sin excepción,
me aconsejaron sobre la obligación moral de comparecer
ante la Causa de Santificación.
Acepté el reto, y una vez asumida la decisión
llamé al juez instructor de la causa, Rafael Pérez,
al que le comuniqué mis expresos deseos de aportar
mi visión y testimonio. "A buenas horas mangas
verdes." Con esta frase puede resumirse a la perfección
la respuesta de Rafael Pérez.
Estamos en pleno año 1991. Había acatado esa
obligación moral y creí que debía agotar
todas las vías a mi alcance. Mi estado de ánimo
y la evolución de esa conciencia cristiana empezaban
a tomar nueva forma, vislumbraba lentamente los futuros derroteros
de mi fe. Aquellos primeros meses del año en Madrid
fueron fundamentales. No quiero dejar pasar, por tanto, la
oportunidad de exponer con el testimonio de mi puño
y letra esos días, la supuración del sufrimiento
y cómo la ruptura de aquella falla que se había
abierto en mi interior se fue cerrando hasta ver la luz. Eran
escritos con el único destino del desahogo.
Madrid, 19 de marzo de 1991.
CONDENADO A LA SOLEDAD
Desconozco cuáles han sido las acusaciones que en
su día se formularon ni los hechos en que se basaron,
ni los testimonios que han sido presentados. Lo que sí
sé es que nadie ha llevado mi defensa, que nadie
ha escuchado mis alegaciones, y no por haberlas efectuado,
sino "porque no hay mayor sordo que el que no quiere
oír". Y eso que las he reiterado ante muy diversos
juzgadores, pero ha sido inútil. La sentencia ya
estaba dictada, e incluso antes de hacer alegación
alguna. "He sido condenado a la soledad."Y esto,
para ellos, es muy fácil. Para ellos, yo estoy muerto.
Y los muertos, ni hablan, ni alegan, ni apelan. Los muertos
sólo son muertos y la muerte es soledad.
Madrid, 1 de mayo de 1991.
PARA TODA LA ETERNIDAD
Fui condenado a la soledad, pero quiero saber la duración
de la condena. Barrunto que ya lo sé, para toda la
eternidad. Ellos me condenaron en nombre de Dios, ya que
la Obra, según ellos, es Obra de Dios, ellos son
de la Obra. Ya he perdido la esperanza de amnistía,
clemencia o perdón. Ellos creen firmemente que nunca
se equivocan, que están siempre en posesión
de la verdad, y creen que su verdad es la de su Dios. Allá
ellos; yo me quedo con mi Dios, que es Comprensión,
Caridad y Amor.
Madrid, 19 de mayo de 1991.
Y LOS MUERTOS RESUCITARAN
"Fui condenado a la soledad" y "para toda
la eternidad". Pero hoy, Domingo de Pentecostés,
he sentido en mí el Espíritu Santo y sé
que yo no estaba muerto: he resucitado y con mi nueva vida
tengo que seguir la lucha.
Ya sé que esta lucha va a ser dura.
También asumo que las injurias, las calumnias y descalificaciones
van a ser el "CAMINO" que me espera. Pero no me
importa.
He recuperado la fe y sé que "la Verdad me hará
libre".
El 31 de mayo de 1991 comparecí ante el Arzobispado
de Madrid para manifestar mi inquietud por declarar, adjuntando
en esta ocasión fotocopias de diversas cartas y documentos.
El sacerdote que me atendió, el padre Usía,
acusó el recibo de mi comparecencia y de los documentos
entregados, anunciándome que a los tres días
tendría una respuesta. Iba a mandar los documentos
a Roma y me informaría de la decisión que adoptara
la Sagrada Congregación para la Causa de los Santos.
Mientras me mantenía a la espera, me encontré
casualmente con un sacerdote conocido del Opus Dei. Le expuse
lo que llevaba entre manos y pedí consejo. No supo
dar con una solución clara, pero me sorprendió
al interrogarme sobre la opinión que podía tener
formada el tío Santiago, el hermano menor de José
María Escrivá. No obstante, y aun considerando
que no pertenece a la Obra, me presenté al día
siguiente en su despacho. A lo largo de dos horas de entrevistas
le fui mostrando la documentación que había
aportado en el Arzobispado, pero sin obtener comentario alguno.
Sólo cuando me acompañaba al ascensor me espetó:
-¡Ay, los aragoneses! Gigantes y cabezudos.
No pude contenerme:
-Gigante, claro está, por tu hermano José
María, y cabezudo lo dirás por mí,
¿no?
-Así es.
-¿Y tú? -le inquirí.
-De Logroño.
-Pero de Logroño, coño, si fue un accidente.
Tu padre, al arruinarse, tuvo que salir de Barbastro y trabajar
como dependiente. Pero en seguida marchaste a Zaragoza,
luego a Madrid y después a Roma. Ahora, si no te
sientes de la región, devuelve el título de
marqués de Peralta, que sólo es aragonés.
Y me despedí con un simple "abrazos a Yoya,
a tus hijos y hasta siempre".
A los tres días, tal y como me había señalado
el padre Usía, telefoneé al Arzobispado. Aún
no se habían recibido noticias de Roma. Sin embargo,
me preguntó extrañamente acerca de las personas
que podían conocer los documentos de mi comparecencia.
El cardenal Suquía se había enterado y le había
recriminado por ello. Yo sólo pude decirle que había
cumplido con su obligación, que únicamente el
hermano del fundador había tenido acceso a ellos y
solicité una entrevista con el cardenal. "Es mejor
dejar las cosas tal y como estaban", ésas fueron
sus últimas palabras.
Paralelamente, el enviado de Alvaro del Portillo, Javier
Arnal, se puso en contacto conmigo para comunicarme que debía
entregarme una misiva del Padre. Como no tenía intención
de acercarme por Zaragoza, Javier Arnal se acercó ex
profeso a Madrid. Quedamos en el hotel Cuzco. Y cuál
no sería mi sorpresa cuando al abrirla descubrí
que la carta no venía de Alvaro del Portillo. Me la
enviaba un tal Fernando Valenciano Polack, ingeniero de caminos
y numerario.
Roma, 7 de mayo de 1991.
Estimado Carlos:
Como sabrás, el pasado 6 de enero, Mons. Álvaro
del Portillo fue ordenado obispo por Su Santidad Juan Pablo
II. La ceremonia fue muy emocionante y, como recuerdo, se
hicieron unos recordatorios: el Padre me ha rogado que te
envíe estas imágenes, sabiendo la alegría
que te dará tenerlas.
Encargo a Javier que te entregue personalmente estas líneas,
que llevan una especialísima bendición del
Padre para ti y para toda tu querida familia; y te ruego
que, siguiendo una tradición de familia, no dejes
de rezar ante la Virgen del Pilar, por la Obra. Me he permitido
tutearte porque al ser sobrino de nuestro Fundador, te considero
de la familia, y no podía hacer otra cosa, sabiendo
que tu queridísimo tío Josemaría os
recordaba siempre con tanto cariño y que ahora, desde
el Cielo, intercede eficazmente por cada uno de vosotros.
Me atrevería a decir que lo hace especialmente por
ti, por tu mujer y por vuestros hijos.
En espera que podamos conocernos, y darte un abrazo, te
saluda
FERNANDO VALENCIANO
Medité sobre su contenido y consideré oportuno
dirigir a Alvaro del Portillo una respuesta clara, que acompañé
con fotocopias de mis escritos personales:
Madrid, 5 de junio de 1991.
Álvaro:
La carta que me ha entregado tu enviado Javier Arnal, firmada
por Fernando Polack, ingeniero de caminos, fechada en Roma
a 7 de mayo pasado, me ha dejado perplejo tras su primera
lectura. Pero después de meditarla muy seriamente
he llegado a la conclusión de que me estáis
tomando el pelo.
Lo que te respondo es muy serio: yo siempre he actuado
de buena fe y de todo corazón y observo con desazón
y estupor que no sois capaces de comprender la hidalguía
de un comportamiento que, como el mío, lo ofrezco
siempre sin dobleces, ante los que están arriba y
los que están abajo.
Vuestra prepotencia "heredada" hace imposible
que lleguéis a daros cuenta del dolor y sufrimiento
de muchas personas. Yo he optado dejaros por imposible.
De ahora en adelante, actuaré en conciencia, como
considere más conveniente. Trataré con todas
mis luces y con todos los medios y aliados de que dispongo
de contrarrestar el daño que tanto mi tío
Josemaría como vosotros, sus hijos, habéis
hecho y continuáis haciendo a muchas personas inocentes
y confiadas, que sólo se dejan guiar e influir por
las apariencias.
Sólo le pido a Dios que os ilumine para que se produzca
en vosotros el milagro necesario para que podamos todos
pensar que la Obra de Dios es vuestra Obra. Yo ya no me
lo creo. No obstante, seguiré rogando por todos vosotros
directamente a Dios Todopoderoso, sin implorar la intercesión
de nadie y mucho menos la de mi tío José María
Escrivá Albás.
Con la máxima comprensión para todos vosotros,
recibe un cariñoso saludo.
Entretanto, seguía esperando una respuesta que ya
no llegaría a mi comparecencia ante el Arzobispado.
Como me había marcado, debía agotar todas las
vías. Estaba decidido a hacer llegar a Su Santidad
Juan Pablo II mi parecer, mi punto de vista, mi experiencia,
aunque en una ocasión, al comentarle a un numerario
del Opus Dei mi pretensión respondió arrogante:
"¿Y tú quién eres para escribir
a Su Santidad?" Sólo pude contestar: "¿Y
vosotros quiénes sois para dirigiros a Dios todos los
días y llamarlo de tú?"
Zaragoza, 12 de junio de 1991.
Santidad:
Me dirijo a Vuestra Santidad por ser sobrino de monseñor
Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás,
a quien recientemente declaró Venerable por la heroicidad
de sus virtudes.
Por este motivo paso a manifestar mi identificación:
Carlos Albás Mínguez, de 57 años, católico,
abogado, separado, padre de cuatro hijos y con domicilio
en Zaragoza, calle Isaac Peral, núm. 1, 5.
Inicialmente quiero dejar constancia de mi extrañeza
al no ser llamado como testigo, e incluso de oficio, por
el parentesco y la convivencia que he tenido con mi tío
Josemaría.
Recuerdo que tendría yo 13 o 14 años cuando
por primera vez tuve noticia de la existencia de mi tío
Josemaría. Vivía en Jaca y un día mi
padre subió diciéndonos: "Mirad qué
librito me han regalado. Lo ha escrito mi primo José
María Escrivá Albás, el hijo de tía
Lola, ha hermana pequeña de mi padre." Cuando
me llegó el turno recuerdo que le di un vistazo.
Era la primera edición, pero no pasé del quinto
punto; me fui a jugar con mis amigos. Corría el año
1948. Veinte después de la fundación del Opus
Dei. Pos teriormente, cuando estudiaba primer curso de derecho
en la Universidad de Zaragoza, mi compañero José
María Arias Aspiazu, numerario del Opus Dei, al que
posteriormente ordenaron sacerdote (hoy está casado
y tiene dos hijos), fue quien me invitó a ir a la
residencia Miraflores. Al principio iba sólo los
sábados por la tarde a los retiros espirituales,
después al cine los domingos, luego a estudiar todos
los días en una sala perfectamente acondicionada
donde me ocurrió la siguiente anécdota: estaba
estudiando y entró el entonces cardenal Roncalli,
que estaba hospedado en la residencia, ya que era muy simpatizante
de la Obra y amigo personal de mi tío Josemaría.
Preguntaba a todos los que estábamos allí
estudiando sobre nuestras carreras y nuestros nombres, y
al decirle yo que me llamaba Carlos Albás me preguntó
si era pariente del Padre. Le contesté que sí,
que él era primo hermano de mi padre. A lo que me
dijo: "Tienes que estudiar mucho y ser muy bueno, tu
tío es un gran santo." Como es lógico,
me quedé impresionado. Seguí con más
intensidad frecuentando .la residencia, iba incluso todos
los días a misa al punto de la mañana y casi
sin darme cuenta estaba todo el día metido en la
residencia.
Coincidió que en aquella época ha residencia
Miraflores era centro de estudios del Opus Dei, por lo que
más del ochenta por ciento de los residentes eran
numerarios. (...)
Casi al mismo tiempo comenzó a ir a la Sección
Femenina del Opus Dei mi hermana Pili, y así como
yo fui poco a poco dejando de acudir, ella escribió
la "Carta al Padre" e ingresó en la institución.
Cuando lo comunicó en casa mi padre le dio una bofetada,
la única que le dio en su vida. No obstante le compró
el ajuar que era costumbre que llevase, aun cuando tuvo
que pedir un crédito en el Banco de Aragón
donde trabajaba de director.
Mi hermana Pili en principio se fue a Pamplona y posteriormente
a Bilbao, Londres, Dublín y Roma. Cuando escribía
siempre pedía a mis padres que fueran a los cursos
de retiro y al ropero. Mi padre, por complacerla, fue algunas
veces, y me pedía que le acompañase. Fui varias
veces con él, pero al ver que la mayoría de
los que se presentaban lo hacían por rodear a José
Joaquín Sancho Dronda, inicialmente director general
del Banco de Aragón y posteriormente director general
de la Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja,
dejó de ir mi padre, pues no parecía serio.
Unos años más tarde surgieron en el seno
de toda la familia Albás fuertes discusiones por
el cambio de nombre de mi tío, José María
Escrivá Albás, por el de Josemaría
Escrivá de Balaguer, que como es lógico, molestó
a todos sus parientes. Nosotros siempre defendimos la versión
del cambio de apellido por satisfacer a mi hermana Pili,
que continuaba de numeraria y llegamos incluso a tener enfrentamientos
con el resto de nuestra familia, hermanos, primos y sobrinos
de mi padre.
Cuando logró el título de marqués
de Peralta ya fue un verdadero escándalo que nadie
entendió, aun cuando exteriormente defendíamos
la versión que nos habían dado los miembros
de la Obra. Mi tío José María jamás
nos dio la menor explicación de por qué había
sacado el título de marqués de Peralta, ni
tampoco el de barón de San Felipe para su hermano
Santiago. A pesar de ello, jamás le hicimos pregunta
alguna, como tampoco sabíamos a qué rama de
la familia pertenecían, si a Escrivá Corzán
o a los Albás Blanc.
Mi hermana Pili fue trasladada de Roma a Barcelona y convenció
a mi hermano Pascual, que estuvo varios años trabajando
en la delegación de mi empresa en Barcelona, ya que
quería irse a Sudamérica a hacer fortuna -para
que no se marchase le envié dinero y la estructura
jurídica necesaria para montar la delegación-
para ingresar en el Opus Dei a través del Centro
Cultural Brafa, de Barcelona.
En el mes de octubre de 1960, con motivo de nombrar "doctor
honoris causa" de la Universidad de Zaragoza a mi tío,
le conocí personalmente; el día 21, en el
paraninfo de la Facultad de Medicina, en donde estuve presente
en el acto de investidura, no tuve ninguna oportunidad de
acercarme a él, sólo pude verle de lejos.
Fue en la jornada siguiente cuando vino a casa de mis padres,
tras infinidad de llamadas telefónicas. Finalmente
nos comunicaron que el Padre vendría a vernos, y
después de preparar por parte de mi hermana Pili
todo aquello que pudiera gustarle, estuvimos esperándole
mi hermano Pascual y yo en el portal durante más
de una hora siguiendo indicaciones de mi hermana Pili. Al
final llegó en compañía de Álvaro
del Portillo, y por indicación de mi hermana le llamé
"Padre", cuando a todos mis tíos los llamaba
de tú y "tío", aun siendo sacerdotes
y hermanos de mi abuelo. Lo hice por complacer a mi hermana.
Pero lo que más me extrañó fue que
no me indicase lo contrario. Subí en el ascensor
con él y Álvaro del Portillo; mi hermano Pascual,
que ya era de la Obra, se marchó por la escalera
para avisar a mis padres, al objeto de que salieran a esperarlo
en el descansillo. Subiendo en el ascensor me hizo una pregunta:
"¿Qué tal estáis?", a lo
que respondí que algo preocupados. En tres años
habíamos operado dos veces a mi madre, quitándole
los dos pechos y pensando que podría tratarse de
cáncer. Pero él me cortó secamente:
"Cállate, no digas tonterías." Yo
ya no me atreví a volver a dirigirle la palabra.
Al salir del ascensor se fundió en un abrazo con
mi padre, saludó a mi madre y mis hermanos, y entrando
en el comedor-estar, al ver un sillón más
grande que los demás, dijo: "Este sillón
seguro que lo tenéis reservado para mí."
Y se sentó. Estuvo un rato hablando con mi padre
y volviéndose a mi madre le dijo: "Concha, yo
nada tengo y por tanto nada te puedo dar, pero toma el rosario
con el que rezo todos los días." Metiéndose
la mano en el bolsillo de la sotana con mucho énfasis,
se lo entregó mientras que mis hermanos Pili y Pascual,
de la Obra, comentaban: "Que se lo da, que se lo da..."
Mi madre quiso saber si daría la comunión
en la misa que celebraría al día siguiente
en la iglesia de San Carlos, contrariándola en su
deseo: "Cómo voy a dar la comunión, tardaría
mucho tiempo."
A los pocos minutos, Álvaro le dijo: "Padre,
nos espera el arzobispo Morcillo." Mi tío se
levantó y advirtió: "Sí, vámonos,
porque Morcillo estará frito."
Se despidió en la puerta diciendo: "Rezad mucho
por mí, que soy un pobre pecador que ama locamente
a Jesucristo."
Al día siguiente, mi madre fue temprano al Pilar
con intención de comulgar, ya que en la misa que
posteriormente celebraría mi tío José
María no daría la comunión, pero resbaló
y se rompió la cadera. Mi tío ni fue a verla,
y que yo sepa tampoco se interesó por ella. Ya no
volví a verlo hasta después de mi matrimonio,
y sí sé que contestó a mi padre una
carta con motivo de mi boda, en la que decía: "Junto
a la bendición preciosísima del Papa Paulo
VI va también la mía, y la seguridad de que
encomiendo los nuevos esposos a Dios Nuestro Señor
y a Nuestra Madre Santísima, para que formen un hogar
cristiano y feliz. El sacerdote que los case puede leer
el telegrama desde el altar porque el Santo Padre envía
también su Bendición a los que asisten a la
ceremonia."
Mi mujer, Charo Vives, era y es supernumeraria; su hermana
Isabel, numeraria, y tengo que reconocer que yo conocía
la situación, ya que fue mi hermana Pili quien me
las presentó.
En el año 1966 mi hermana Pili perdió su
vocación y decidió salirse del Opus Dei; los
motivos sólo ella debe exponerlos y creo que como
sobrina también debe ser llamada a testificar en
la Causa de Canonización, actualmente en examen para
la Causa de los Santos. La salida de la Obra de mi hermana
fue una situación embarazosa para mí; mi hermano
Pascual continuaba en ella y hacía lo posible para
que mis padres no la recibiesen en casa; y por su parte,
mi ex mujer, supernumeraria, y su hermana, numeraria, me
presionaban para que no la ayudase. No obstante, libremente
tomé la decisión de ayudarla. Hoy sigo creyendo
que en conciencia obré bien, al igual que mis padres
al acogerla. Mi tío José María jamás
hizo comentario alguno a mis padres sobre estos hechos.
A pesar de ello, cuando vino mi tío Josemaría
a Pamplona, a la Universidad de Navarra, nos trasladamos
a verle mis padres, mi ex mujer y mi hermana Conchita, que
ya era de la Obra. En Pamplona estaba mi cuñada Isabel
y decía que no nos recibiría; yo no lo entendía;
llamé por teléfono, pregunté por Álvaro
del Portillo, le comenté que estábamos en
Pamplona con mis padres ex profeso para ver a mi tío
José María, y es de justicia señalar
que en el mismo instante me comunicó que nos presentásemos
cuando quisiéramos; que no faltaba más, que
seguro que nos recibiría. Y así fue; estuvimos
con él no más de cinco minutos y nos volvimos
a Zaragoza. Del contenido de la conversación no recuerdo
nada, posiblemente no tuve tiempo para enterarme.
La siguiente ocasión fue ya en Barcelona. Marchamos
con mi suegra y mi hermano Luis y su mujer; mi cuñada
Isabel, numeraria, consiguió que nos recibiera. En
dicha entrevista, al no estar mis padres, yo era el mayor
de la familia y también quien más veces había
estado con él. Después de una gran espera,
Isabel, a gritos por los pasillos, decía: "Los
parientes del Padre que pasen a esta sala, que los va a
recibir. " Pasamos con mucha más gente, y cuando
llegó el turno de presentarle a mi suegra respondió
de forma airada y levantando la voz: "Aquí no
hay suegras." Como es lógico, yo no volví
a abrir la boca; se dirigió a mi hermano Luis, supernumerario
de la Obra, y a su mujer, les dio la bendición y
nos fuimos.
La última vez que vi a mi tío José
María fue en Barbastro, un mes antes de su muerte,
con motivo de nombrarle "hijo predilecto de Barbastro".
Con mi ex mujer y mis tres hijos le esperábamos en
la antesala del salón de actos del Ayuntamiento.
Cuando subió le pregunté si se acordaba de
mí; me dijo que sí, me dio un abrazo, un beso
a Charo y a mis hijos, les hizo la señal de la cruz
en la frente y ya no volví a hablar más con
él. Sí que estuve presente en el acto oficial
con Álvaro del Portillo y con Javier, su secretario
particular. A los 30 días exactamente nos en teramos
de que había fallecido en Roma.
Referente a la actuación de nuestro tío José
María con el resto de los familiares Albás
me abstengo de manifestarme ya que ellos están en
condiciones de testificar con más autenticidad. Lo
que sí quiero declarar es que presiento que mi tío
José María no perdonó a la familia
Albás la ruina económica de su padre, o bien
consideró que los Albás no los ayudaron posteriormente
lo suficiente.
También he tenido conocimiento de que algunos de
los primeros miembros del Opus Dei, que posteriormente se
han salido, no han sido llamados a testificar en esta causa,
aun cuando vivieron muy intensamente la Fundación
de la Obra.
Santidad: creo que con lo redactado es suficiente para
tratar de profundizar con mayor precisión en el análisis
de la vida y milagros de mi tío José María;
y en paz conmigo mismo, pues así me lo han aconsejado
muy diversos sacerdotes, seglares y de distintas órdenes
y congregaciones.
En la creencia de cumplir con un doloroso deber de conciencia
y con el convencimiento de que en cualquier caso siempre
se hará la justa voluntad de Dios.
Humildemente y postrado ante Su Santidad pide su bendición
este hijo fidelísimo que quiere vivir y morir en
Paz de Dios,
CARLOS ALBÁS MÍNGUEZ
Consideré oportuno, también, recurrir a los
medios de comunicación. Mis declaraciones en el diario
"El País" coincidieron con las del eminentísimo
cardenal Tarancón, quien manifestaba su sorpresa por
la rapidez inusitada del proceso de mi tío José
María. Al poco, en la revista "Tiempo", anuncié
mi intención de crear una fundación para ayudar
económicamente a los miembros de la Obra que al cabo
de los años salen desorientados, sin recursos económicos
y después de un intenso sufrimiento. Siguiendo la costumbre
de la Obra, volvieron a tergiversar las declaraciones relacionándolas
con mi situación económica.
Hasta entonces, aunque la relación había llegado
a un punto de deterioro absoluto tras las acusaciones vertidas
por mi hermano Luis, siempre se había mantenido en
un plano más o menos privado. Sin embargo, en julio
de 1991 me encontré con la sorpresa de leer reproducida
en los diarios "El País" y "El Periódico
de Aragón" una misma carta de respuesta a mis
manifestaciones recogidas en entrevistas concedidas a esos
medios de comunicación:
ACLARACIONES SOBRE ESCRIVÁ DE BALAGUER
El pasado día 18 de julio de 1991 aparecían
en su diario unas declaraciones de mi hermano Carlos Albás
sobre el fundador del Opus Dei que son contrarias a la verdad
y no reflejan el afecto y cariño que mis padres sentían
por monseñor Escrivá de Balaguer.
La situación que está atravesando mi hermano,
que él mismo relata públicamente, así
como la compresión y el cariño que le tengo,
me llevaron a no rectificarle inicialmente; sin embargo,
al reiterar sus opiniones y afirmaciones me veo en la obligación
de escribir estas líneas para restituir la verdad
y la buna fama dañadas por las declaraciones que
hace.
Mis padres y hermanos vimos al fundador del Opus Dei en
algunas ocasiones. Una de ellas con motivo de la visita
que hizo al domicilio de mis padres. Otras veces, con motivo
de actos públicos, en que recibió a la familia
privadamente.
Mi padre y monseñor Escrivá tuvieron la relación
propia de primos hermanos que se trataron en la infancia
y se separaron muy pronto, viviendo luego en ciudades distintas.
Sé del afecto y respeto de mis padres hacia el fundador
del Opus Dei, que nos transmitieron y acogimos todos los
hermanos.
Recuerdo también las visitas que hicieron a mi padre
de la vicepostulación del Opus Dei, para solicitar
información de la familia de lo vivido en la niñez.
Antes de su fallecimiento, ocurrido en 1979, mi padre entregó
a dicha vicepostulación el testimonio, lleno de veneración
y cariño, de sus recuerdos personales de monseñor
Escrivá de Balaguer.
Lamento mucho verme obligado a escribir esta carta, pero
me ha parecido necesaria para evitar el daño a la
verdad y la confusión que podrían producir
declaraciones como las que su diario ha publicado.
Luis ALBAS (Zaragoza)
Para mí ya fue suficiente esa incitación que
sobrepasó los límites mínimos del respeto
debido entre hermanos y respondía del modo que estimé
conveniente en el mes de agosto:
RÉPLICA A LUIS ALBAS
Con verdadera sorpresa he leído las cartas que se
han publicado en los periódicos El País y
El Periódico de Aragón.
El que me insultes y me llames mentiroso sabes que no me
preocupa, sobre todo conociendo tu pertenencia al Opus Dei
como supernumerario; te perdono ya que no puedes hacer otra
cosa que cumplir con la obediencia que exige dicha institución.
Como bien sabes fui el primero de la familia en conocerla,
antes incluso de que nuestra hermana Pili se saliese después
de estar quince años en la Obra y conseguir que nuestro
hermano Pascual escribiese la carta al "Padre"
e ingresase como agregado en Barcelona. Como todos estos
datos ya los he relatado a Su Santidad el Papa Juan Pablo
II con fecha 12 de junio -en su momento te di la carta a
leer-, creo que no es necesario volver sobre ello.
Referente a la actuación de nuestro tío José
María con el resto de los familiares Albás,
me abstengo de manifestarme ya que ellos están en
condiciones de testificar con más autenticidad. Lo
que sí quiero manifestar nuevamente es que presiento
que nuestro tío José María no perdonó
a la familia Albás la ruina económica de su
padre o bien que consideró que los Albás no
los ayudaron posteriormente lo suficiente. También
presiento que la mayor relación que tuvo nuestro
tío José María con nuestros padres
respecto a la que tuvo con sus tíos, Carlos y Vicente,
sacerdotes, y Florencio, farmacéutico, así
como sus relaciones con otros primos hermanos Albás,
Camo y Lafuente, fue debida en primer lugar a la pertenencia
al Opus Dei de nuestros hermanos Pili y Pascual y a la simpatía
que todos siempre demostramos. Por otra parte, al casarse
su hermano Santiago no les debió de parecer bien
la no asistencia de ningún familiar a la boda, ya
que como bien sabes sólo asistimos nuestros pdres,
tu hermano Pascual y yo, eso sí, sólo a la
ceremonia, no siendo invitados como todos los demás
al banquete de bodas.
Respecto a mis problemas económicos sufridos en
los últimos años, tú mejor que nadie
sabes las causas y si me obligas las tendré que sacar
a la luz pública.
Ha caído en mis manos un libro editado por la Conferencia
Episcopal Española en 1990 con el título "La
verdad os hará libres".
CARLOS ALBAS (Zaragoza)
A través de los medios de comunicación recibí
la noticia del decreto de S.S. Juan Pablo II. Suponía
el fin del proceso de beatificación y la atribución
a mi tío de la intercesión en un milagro. Ya
sólo faltaba fijar la fecha. Por mi parte, seguía
esperando alguna respuesta a mi comparecencia en el Arzobispado
o a la carta dirigida al Papa, pero a mis manos sólo
llegó:
Vaticano, 7 de agosto de 1991.
N. 287.989
La Secretaría de Estado presenta atentos saludos
y tiene a bien comunicar que el escrito enviado, con fecha
del pasado día 12 de junio, ha llegado regularmente
a su destino.
SECRETARÍA DE ESTADO
Ateniéndome únicamente a mi compromiso, proseguí
mi batalla particular y remití a los 73 obispos, arzobispos
y cardenales españoles la siguiente carta acompañada
de los documentos que podían apoyar mis tesis:
Excelentísimo monseñor:
Me dirijo a V. E. con motivo de la beatificación
de mi tío José María Escrivá
de Balaguer y Albás, fijada por S. S. el Papa Juan
Pablo II para el I7 de mayo de 1992.
Por considerar que pueden ser de interés para V.
E. adjunto las fotocopias de mis comparecencias en el Arzobispado
de Madrid, las cartas enviadas a S. S. el Papa y al eminentísimo
cardenal de la Secretaría de Estado, así como
de la comunicación que recibí de dicha Secretaría
y fotocopia de otras cartas y documentos relacionados con
el contenido de mi relato.
El 22 de julio pasado mantuve una larga entrevista con
el Excmo. y Rvdmo. arzobispo, quien después de escucharme
y de leer detenidamente los documentos que le entregué
me dijo que sentía no poder ayudarme, pues conocía
poco el Opus Dei, no puso objeción a nada de lo que
estaba haciendo y me regaló el libro editado por
la Conferencia Episcopal Española de 1990 "La
verdad os hará libres".
Quien ha conocido a mi tío José María
sabrá de su teatralidad, que él mismo reconoció
en diversas ocasiones y que quedan reflejadas en las biografías
escritas por miembros del Opus Dei. Por ejemplo la escrita
por el alemán Peter Berglar, numerario, médico
y escritor de renombre internacional, "Opus Dei. Vida
y obra del Fundador Josemaría Escrivá de Balaguer",
en la que en las páginas 91 y siguientes recoge textualmente
las palabras que el Fundador dijo durante su viaje a Iberoamérica
en 1974, donde volvió a hablar de los motivos por
los que "actuó así" en aquellos
tiempos.
Tengo que manifestar que en todas las ocasiones que he
estado con mi tío y en las películas que de
él he visto siempre me ha parecido que "estaba
actuando", "en escena". Recuerdo que cuando
llegó a casa el abrazo en silencio de varios minutos
con mi padre nos sobrecogió. La forma como regaló
a mi madre el rosario que llevaba, el énfasis que
puso al entregarlo, consiguiendo que mis hermanos Pili y
Pascual, que pertenecían al Opus Dei, manifestaran
en voz alta, con júbilo y extrañeza, "que
se lo da, que se lo da". Para mis hermanos era ya la
reliquia de un gran santo, para mí, el regalo de
un rosario. Recuerdo la misa que celebró en la catedral
de Pamplona, en la que a los dos lados del altar se habían
puesto varios mineros con uniforme y con casco (era la época
en que tildaban de elitista al Opus Dei); y para finalizar,
la última vez que estuve con él en Barbastro,
un mes antes de su muerte -yo no sabía que en los
años finales no veía casi-, cuando le pregunté
si se acordaba de mí me contestó afirmativamente,
aunque luego me extrañó que no preguntase
por mis padres.
Por otra parte, en dos ocasiones, una de ellas hace más
de cuarenta años, dos eminentísimos cardenales
me comunicaron ya en vida de mi tío que era un gran
santo; la primera -ya la relaté a Su Santidad el
Papa- fue con el eminentísimo cardenal Giusseppe
Roncalli, posteriormente elegido Papa Juan XXIII. Y la que
paso a relatar me ocurrió en 1968, con el eminentísimo
cardenal don José María Bueno Monreal, amigo
de mi padre y quien me administró el Sacramento de
la Confirmación en la diócesis de Jaca. Estando
en la Feria Iberoamericana de Sevilla, anunciaron la visita
del cardenal Bueno Mon real, y al ser presentado vi que
no se daba cuenta de mi apellido y le dije: "Su eminencia
fue el primer cura que me dio una bofetada." Sorprendido
y sonriente me preguntó: "¿Cómo
te llamas?" Al contestarle que Carlos Albás,
me volvió a preguntar: "¿No serás
hijo de Pascual Albás?" Le dije que sí,
me dio un fuerte abrazo y me preguntó por mis padres
y hermanos, pero también agregó que era muy
amigo de mi tío José María Escrivá,
un gran santo.
Hay que darse cuenta de los esfuerzos que tanto mi tío
Josemaría como sus hijos han realizado a lo largo
de los años ante las autoridades eclesiásticas,
no sólo para conseguir las aprobaciones que el Opus
Dei ha logrado, sino también para hacer ver a mi
tío que ya en vida era un gran santo.
También yo durante muchos años creí
en mi tío Josemaría, en su obra y en su doctrina,
a pesar del comportamiento que tuvo con la familia Albás-Blanc,
a la que no perdonó su actuación con motivo
de la ruina económica de sus padres, o bien el que
posteriormente no los ayudase lo suficiente. Aun en el caso
de que tuviese razón, tenía que haber perdonado.
Trece años después de la muerte de mi tío
Josemaría, me arruiné económicamente
-debe de ser de familia, pues mis abuelos se arruinaron
también pocos meses después que los padres
del Fundador-. Es entonces, al ver el comportamiento para
mí incomprensible de los miembros del Opus Dei, lo
que me llevó a escribir al actual prelado, don Álvaro
del Portillo. En noviembre del mismo año me entrevisté
con un enviado de Álvaro del Portillo, Javier Arnal,
quien me comunicó que venía de Roma y que
don Álvaro le había dicho que no podía
hacer nada. No comprendí. Yo sólo le pedía
orientación y consejo y que intercediese ante mi
hermano Pascual, agregado del Opus Dei, para que dejase
de injuriarme, y ante mi ex mujer, supernumeraria, para
que pidiese a mis hijos mayores que se comportasen y cumpliesen
con el cuarto Mandamiento.
Es a partir de ese momento cuando empecé a no entender
al Opus Dei y a leer libros críticos con la Obra
y con mi tío José María, como "Vida
y milagros del fundador del Opus Dei", "Anexo
a una historia", de María Angustias Moreno,
ex numeraria del Opus Dei; "Historia oral del Opus
Dei"; o la ponencia que presentó en la Universidad
Complutense en 1980 con el título de "Sectas
católicas: el Opus Dei", Alberto Moncada, ex
numerario. Igualmente mantuve conversaciones no solamente
con las personas citadas, sino también con otros
periodistas que habían escrito sobre el Opus Dei,
como Santiago Aroca, de la revista "Tiempo" y
Luis Algorri, del diario "El Independiente".
También me entrevisté con numerosos ex miembros
de la Obra, entre ellos Miguel Fisac, arquitecto, uno de
los primeros del Opus Dei y que en 1937 pasó con
mi tío Josemaría los Pirineos huyendo de la
zona roja. Con Antonio Pérez Tenesa, sacerdote y
consiliario del Opus Dei en España, cuya entrevista
en su despacho me causó un profundo dolor. Le conté
las vicisitudes que me estaban ocurriendo y la actuación
que estaban teniendo todos los miembros del Opus Dei, a
los que había acudido para que me aconsejasen. También
le manifesté mi incomprensión por la actuación
de don Álvaro del Portillo, en principio por no recibirme
en Torreciudad y segundo al no con testar a mis cartas.
Me escuchó en silencio y cuando terminé me
dijo una sola frase que me dejó helado: "Para
ellos tú ya estás muerto."
Y al ver mi perplejidad me explicó: "No es
nada nuevo. Aquel que se sabe del Opus Dei, o sin pertenecer
ha tenido mucho contacto, ha convivido con ellos, ha colaborado
y en un momento, por la causa que sea, no está de
acuerdo con algo, que lo expone y no rectifica, no hace
lo que ellos quieren, y ya no digo si critican a la Obra,
al Fundador o a cualquiera de sus miembros más destacados,
para ellos ha muerto, ya no existe, no se vuelve a hablar
de él o de ella. Y lo justifican porque dicen que
es mejor que esté muerto que en caminos equívocos,
y, claro está, todos los caminos están equivocados
menos el suyo. Siempre están en posesión de
la verdad." Entonces exclamé: "Pero eso
es monstruoso, no puede haber mayor soberbia." Me contó
que él había colaborado muy de cerca con el
Padre Escrivá durante muchos años y que su
gran pecado era la soberbia. Me habló de los títulos
de marqués de Peralta y de barón de San Felipe,
las continuas alusiones que hacía a que era descendiente
de san José de Calasanz, y también que al
no poder obtener el título para la boda de su hermano
Santiago, le hizo caballero del Santo Sepulcro para poder
casarlo con un uniforme distinto al de la mayoría;
me dijo que el Opus Dei era una obra clasista, medieval,
una Obra para ricos e intelectuales; me contó las
diferencias entre los numerarios y los agregados, la separación
que los obligaba a tener, a mantener distancia entre ellos,
lo déspota que había sido y sobre todo su
orgullo, su falta de humildad. Me comentó que con
frecuencia solía decir: "Fijaos, durante vuestra
vida conoceréis varios Papas, pero fundadores del
Opus Dei sólo uno." (Al escucharle se agolpaban
mis recuerdos de las pocas ocasiones que estuve con él
y salía a flote todo aquello que hasta entonces me
había pasado como hechos insignificantes.) En ningún
momento defendió la Obra, aunque reconoció
que tenía algunas cosas buenas. Afirmó que
sin duda alguna canonizarían al Fundador: "La
Iglesia católica canoniza siempre a todos los fundadores
y fundadoras, por pequeños que sean, y el Opus Dei
les interesa mucho, tanto económica como culturalmente,
y sobre todo por el poder que tienen."
Durante varios meses no quise ya hablar con nadie más
que hubiese pertenecido al Opus Dei; esta entrevista para
mí fue un mazazo; pasé mucho tiempo pensando
y meditando, y el 19 de marzo de 1991, día del Padre
y festividad de San José, escribí "Condenado
a la soledad". Posteriormente comencé a contar
lo relatado a sacerdotes de parroquias, seglares y en iglesias
de distintas órdenes y congregaciones religiosas,
y sin excepción me decían que tenía
la obligación moral de comparecer en el proceso de
beatificación de mi tío Josemaría y
prestar mi declaración. El día 1 de mayo,
que empieza el mes de la Virgen María, escribí
"Para toda la eternidad", y el 19 de mayo, Domingo
de Pentecostés, escribí "Y los muertos
resucitarán..."
El 27 de mayo me entrevisté con Javier Arnal, enviado
de don Álvaro del Portillo, quien me había
llamado para entregarme personalmente una carta del Padre;
vino de propio desde Zaragoza a Madrid, me dio la carta,
la abrí en su presencia y resultó que no era
de don Alvaro, sino de un tal Fernando Valenciano Polack,
ingeniero de caminos, fechada en Roma; me quedé sorprendidísimo
pero no hizo comentario alguno. La leí varias veces,
la medité y es entonces cuando escribí a don
Alvaro.
Con anterioridad, el 31 de mayo de 1991, había comparecido
en el Arzobispado de Madrid y al llamar, a los seis días,
como me indicó el sacerdote que me atendió,
nuevamente fui sorprendido cuando me pregutó que
quién había leído el escrito en el
que se hacía constar mi comparecencia, ya que el
eminentísimo cardenal Su quía se había
enterado y le había preguntado. Le contesté
que solamente lo había enseñado a mi tío
Santiago Escrivá de Balaguer, hermano del Fundador,
a quien le conté todo lo que estaba ocurriendo.
Por todos estos motivos y al no recibir contestación
de la Sagrada Congregación para las Causas de los
Santos, decidí escribir a Su Santidad. Al leer el
7 de julio en los medios de comunicación el decreto
promulgado por el que se aprobaba un milagro atribuido a
la intercesión del Venerable Siervo de Dios Josemaría
Escrivá de Balaguer, decidí recurrir a la
prensa, a la radio y a lo que hiciera falta.
Como católico siento gran responsabilidad a la hora
de tomar decisiones, como las que estoy adoptando. Hay quien
ha llegado a decir que con mi actuación estaba haciendo
un flaco servicio a la Iglesia católica. Pero también
es cierto que muchas o iras personas católicas y
con rectitud de intención me animan, porque mucho
más daño puedo hacer si no actúo como
lo estoy haciendo.
En la creencia de cumplir con un doloroso deber de conciencia
y con el convencimiento de que en cualquier caso siempre
se hará la voluntad de Dios.
Humildemente pido a V. E. sus oraciones para que el Espíritu
Santo nos ilumine y podamos vivir y morir en Paz de Dios.
Pide su bendición y le saluda atentamente,
CARLOS ALBÁS MÍNGUEZ
Entre las respuestas que fui recibiendo paulatinamente he
seleccionado las más sugerentes, por la relevancia
del cargo o simplemente atendiendo a la posición que
adoptan, de cierto compromiso y muestra de fraternidad, o
una posición de distanciamiento y desconocimiento,
la nota general. Empecemos por el cardenal arzobispo de Madrid-Alcalá
y presidente de la Conferencia Episcopal Española,
Ángel Suquía.
Madrid, 21 de diciembre de 1991.
Querido Carlos:
Aunque sea con retraso, debido a mi larga estancia en Roma,
con motivo del Sínodo de Obispos sobre Europa, y
después de la visita, ad limina, no quiero dejar
de enviar estas líneas contestando a su carta. Le
agradezco de veras su confianza al escribirme, así
como toda la información que ha tenido a bien enviarme.
Reciba mi saludo cordial, junto a mis oraciones, al tiempo
que yo también me encomiendo a las suyas. En estas
fechas, no quiero dejar tampoco de desearles de todo corazón,
a usted y a los suyos, una Feliz Navidad y Año 1992.
Quienes hemos conocido la alegría inmensa del Nacimiento
de Cristo sabemos que en El está, justamente, la
fuente de la felicidad y el gozo verdaderos. Reciba mi saludo
cordial.
Con sincero afecto,
ÁNGEL, cardenal SUQUÍA
En un tono semejante, quizá más distante, se
expresó el obispo auxiliar y vicario general de Madrid.
Madrid, 29 de noviembre de 1991.
Muy señor mío:
Acuso recibo, por la presente, de la suya de fecha 18 c/tes
y del material adjunto en relación con el Venerable
José María Escrivá de Balaguer.
Poco puedo aportar al respecto, ya que en nada he intervenido
en este proceso de Beatificación. La Iglesia tiene
señaladas sus normas, como usted bien sabe, a fin
de que, en tema de tanta importancia, se haga intérprete
mediante sus decisiones, de los designios del Señor
Aprovecho la oportunidad para expresarle mis mejores sentimientos
de estima.
Luis GUTIÉRREZ
Esas distancias marcadas ante la aportación de mi
testimonio, sin embargo, encontraron un cobijo y un eco en
el obispo de San Sebastián.
San Sebastián, a 30 de noviembre de 1991.
Muy Sr. mío:
Recibí hace unos días su carta y, con ella,
el material que la acompañaba, relativo a la anunciada
beatificación de Dn. José M. Escrivá,
señalada para el próximo día 17 de
mayo de 1992.
Es éste un tema de importancia y, para algunos sectores
de la Iglesia, de no ocultada preocupación. Le agradezco,
por ello, la atención que ha tenido conmigo al enviarme
una documentación proveniente de quien tan próximamente
le trató.
No es fácil prever el futuro ni hacer valoraciones
que escapan a nuestra inmediata responsabilidad. Por encima
de todo ello creemos en la presencia del Espíritu
que conduce a su iglesia a fin de que pueda cumplir su misión
de anunciar el auténtico Evangelio de Jesucristo.
Un afectuoso saludo.
JOSÉ MARÍA SETIÉN, obispo
Pero no fue el único. Con igual alegría tuve
en mis manos la "rectitud" que atribuyó a
mi actitud el obispo de Canarias, Ramón Echarren.
26-IX-91.
Querido Carlos:
Muchísimas gracias por su carta que he leído
con todo detenimiento. Me ha impresionado mucho. Mañana
mismo (hoy no tengo tiempo puesto que ayer llegué
de Roma, de la visita ad limina, y de Madrid, de la Asamblea
de la Conferencia Episcopal) leeré despacio todo
su escrito.
En todo caso, no dudo en absoluto de su rectitud de intención
y de su amor a la Iglesia.
Cuente con mi oración. Yo también quería
mucho a Mn. José María Bueno Monreal. A su
José María Escrivá no le conocí:
tal vez por ello nunca he tenido un juicio formado sobre
su persona.
Reciba, con mi bendición, un saludo lleno de afecto.
RAMÓN
El 12 de octubre del mismo año insistí ante
el cardenal de la Secretaría de Estado del Vaticano
invitándole a tomar en consideración mi testimonio
y el de aquellas personas que quedaron al margen del Proceso
y podían arrojar luz sobre la Obra y su fundador.
Eminentísimo cardenal:
Quiero agradecer el acuse de recibo que la Secretaría
de Estado me ha enviado con motivo de la carta que con fecha
del 12 de junio de 1991 envié a Su Santidad el Papa
Juan Pablo II y en el que se me comunicaba que había
llegado regularmente a su destino.
Quiero manifestar mi extrañeza al enterarme por
los medios de comunicación que Su Santidad ya había
fijado la fecha del 17 de mayo de 1992 para la beatificación
de mi tío JOSEMARIA ESCRIVÁ DE BALAGUER Y
ALBAS.
Como católico siento no haber recibido noticias
de mi comparecencia en el Arzobispado de Madrid el 31 de
mayo de 1991, en la que hacía constar mi deseo de
aportar mi declaración en ha Causa de Canonización
en examen por la Congregación para has Causas de
los Santos (Protocolo 1339), aportando para su estudio fotocopias
de diversos documentos y cartas, con objeto de ver si esa
Congregación consideraba oportuno acceder a mis deseos.
Debo recordar el artículo 18 de las normas dictadas
por ha Sagrada Congregación para las Causas de los
Santos, que han de ser observadas por los obispos que intervienen
en el proceso: "Artículo 18: Indúzcanse
en primer lugar como testigos los consanguíneos y
afines del Siervo de Dios y otros que con el mismo hayan
tenido familiaridad o trato."
En ha carta que dirigí a Su Santidad el Papa Juan
Pablo II hacía constar mi extrañeza al no
haber sido llamado incluso de oficio, por el parentesco
y la convivencia que he tenido con mi tío JOSEMAR!A.
Al mismo tiempo le manifestaba a Su Santidad que había
tenido conocimiento de que algunos de los primeros miembros
del Opus Dei, que acabaron abandonándolo, no han
sido llamados a testificar en esta Causa, aun cuando vivieron
muy intensamente su fundación.
Suplicando humildemente sean tenidas en consideración
todas mis manifestaciones y al objeto de que el citado Proceso
no pueda viciarse, quedo a ha espera de recibir la adecuada
contestación a estas exposiciones.
Pidiendo su bendición, be saluda atentamente.
CARLOS ALBAS
A los pocos meses tuve mi último contacto con un miembro
de la Obra perteneciente a su cúpula. Nuevamente el
enviado de Alvaro del Portillo, Javier Arnal, volvía
a aparecer en escena. Se personó en Madrid y me invitó
a comer, preguntándome por las pretensiones que me
movían a actuar como lo estaba haciendo. En primer
lugar, sacó a relucir la notoriedad. El sabía
perfectamente que no era ése mi objetivo. En reiteradas
ocasiones le había manifestado mi intención
de entrevistarme con Alvaro del Portillo para clarificar las
actuaciones de los miembros del Opus Dei con sus discrepantes
y hacerle ver que las persecuciones que llevaba a cabo con
determinadas personas no se distinguían precisamente
por su ética cristiana. Sacó a relucir el dinero.
Pero volvía a contrariarle. Yo no tenía ningún
interés en explotar económicamente mi situación,
y mucho menos de esa forma. Creo que ya habla demostrado suficientemente
de qué era capaz cuando acabé arruinado. E insistí,
ante las injurias que se habían levantado contra mí,
en que el dinero recibido de la revista "Tiempo"
se destinaría a los ex miembros del Opus Dei que a
su salida se encontraban desorientados y sin recursos. No
para mí. Y le hice constar que ese dinero había
sido destinado a financiar todas las actuaciones que iba teniendo.
No volví a tener noticias de integrantes del Opus
Dei. Aunque en una entrevista que mantuve con la ex numeraria
María del Carmen Tapia -secretaria de mi tío
José Maria- me aseguró que había llegado
a sus oídos que mis declaraciones acerca de la beatificación
estaban alimentadas por el móvil del dinero, pero que
ellos se habían negado al chantaje.
Perplejo, decidí aceptar ya cualquier entrevista y
desistir inicialmente de la creación de esa fundación.
El 21 de noviembre de 1991, Ediciones Palabra, S. A. publicó
el libro "Itinerario del Proceso de Canonización
de José María Escrivá de Balaguer",
presentado por el sacerdote de la Obra Jesús Urteaga
y al que respondí debidamente por alusiones directas
en la carta publicada por la revista "Tiempo":
Señor director:
Ruego publique esta carta al objeto de clarificar el proceso
de Canonización de mi tío JOSEMARIA ESCRIVA
DE BALAGUER Y ALBAS, Fundador del Opus Dei.
El libro publicado por Ediciones Palabra, S. A. el 21 de
noviembre de 1991 sobre el itinerario del Proceso de Canonización,
presentado por el sacerdote del Opus Dei Jesús Urteaga,
en su página 29 manifiesta textualmente: "Como
simple curiosidad se puede añadir que ha habido incluso
quien, casi un año después de la promulgación
del Decreto sobre Heroicidad de Virtudes, ha empezado una
verdadera campaña de prensa, lamentando no haber
sido interrogado como testigo. Con la gran resonancia que
ha tenido el proceso de monseñor Escrivá,
parece increíble que alguien haya permanecido al
margen de todo y se presente ahora para testificar, cuando
la Causa ha llegado prácticamente a su fin. En cualquier
caso, también las objeciones de los rezagados no
hacen sino repetir clichés y lugares comunes ya desmentidos
en sede procesal."
Muy querido padre Urteaga: El "rezagado" ha explicado
reiteradamente los motivos por los que no solicitó
comparecer con anterioridad y que nuevamente vuelvo a relatar;
el "rezagado" tenía en su "familia
humana" varios miembros que pertenecían y pertenecen
al Opus Dei, pero ya no a su familia "familia humana".
Desde mi comparecencia en el Arzobispado de Madrid el 31
de mayo de 1991 y posteriormente en las cartas que dirigí
a Su Santidad el Papa Juan Pablo II, al eminentísimo
cardenal de la Secretaría de Estado del Vaticano
y a 73 cardenales, arzobispos y obispos españoles
expliqué y adjunté diversas fotocopias de
cartas y documentos que justificaban por sí solas
la necesidad de declarar.
Pero completamente al margen de mi criterio personal, el
que creo que está debidamente fundado y fundamentado,
está la obligatoriedad que tienen que cumplir las
autoridades eclesiásticas con todos y cada uno de
los requisitos necesarios y que están establecidos
en la actual Legislación sobre las Causas de los
Santos, recogida por la Constitución Apostólica
"Divinus perfectionis Magíster", del 23-1
-1983, y en las "Normae servandae in inquisitionibus
ab episcopis faciendis in causis sanctorum", de la
Congregación para las Causas de los Santos, del 7-2-1983,
y en el Código de Derecho Canónico (Cans.
1 400-1 500 y 1 501-1 655).
El artículo 18 de dichas normas traducido literalmente
dice: "Indúzcanse en primer lugar como testigos
los consanguíneos y afines del Siervo de Dios y otros
que con el mismo hayan tenido familiaridad o trato."
O bien traducido del latín menos lite ralmente, pero
de más fácil comprensión, dice: "Han
de ser llamados como testigos, ante todo, los consanguíneos
y afines del Siervo de Dios y aquellos que tuvieron amistad
e intimidad con él."
Es bien patente y a todas luces vistas el incumplimiento
de este artículo por la Postulación de la
Causa e incluso por el juez instructor, no sólo al
no citarme a mí como testigo, sino al no citar también
a otros familiares con el mismo parentesco que el mío
e incluso mayor. Tampoco ha citado a personas que tuvieron
con mi tío Josemaría amistad e intimidad.
Todo ello queda relatado en las cartas antes mencionadas.
De mis intentos de diálogo desde hace varios años
con el sucesor de mi tío Josemaría, el actual
prelado del Opus Dei, monseñor Álvaro del
Portillo, será mejor que él te informe.
Son muchas ya las cartas que he recibido de ilustrísimos
y reverendísimos obispos, así como las de
un eminentísimo cardenal agradeciéndome el
relato y la documentación que adjunté y enviándome
su Bendición Apostólica.
Es criterio, según ya se ha manifestado, que el
citado Proceso pudiera estar viciado y, por tanto, fuese
necesaria la reiniciación del mismo.
Padre Urteaga, a pesar de todo, como ya le indiqué
a Álvaro del Portillo, seguiré rezando por
todos vosotros a Dios Todopoderoso.
Con el cariño de siempre te abraza
CARLOS ALBÁS
Tras la aparición de los últimos titulares
en las prensas española e italiana sobre la polémica
Causa de Santificación y las filtraciones de los documentos,
he guardado los ánimos suficientes para volver a dirigirme
por carta a Alvaro del Portillo, prelado del Opus Dei:
Madrid, 20 de abril de 1992.
Álvaro:
Con verdadera preocupación voy siguiendo la campaña
orquestada por el Opus Dei contra todos los católicos
que de buena fe y en uso de su legítimo derecho a
disentir manifiestan su desacuerdo, no sólo por la
"inusitada rapidez" del proceso de santificación
de mi tío José María Escrivá
de Balaguer, como declaraba el Emmo. cardenal Tarancón,
sino también por el incumplimiento de los artículos
que recogen las normas dictadas para estos procesos. El
del Fundador del Opus Dei, como se ha manifestado reiteradamente,
está viciado en raíz y se impone al menos
la sensatez de volver a iniciarlo.
Quienes hemos manifestado nuestras críticas sobre
el Fundador, sobre su Obra y sobre el Proceso de Santificación,
como tú bien sabes, hemos intentado seguir los cauces
adecuados y aprobados por la Santa Sede. Ante la imposibilidad
de ser escuchados por el Tribunal, nos hemos visto obligados
a recurrir a los medios de comunicación. Bien conoces
mi comparecencia en el Arzobispado de Madrid, posterior
a las cartas que en su día te escribí, y las
distintas conversaciones con tu enviado Javier Arnal, sobre
las que supongo te habrá informado. Conoces también
la carta que en su día dirigí a S. S. Juan
Pablo II, las cartas y los documentos de la Sgda. Congregación
para las Causas de los Santos y a los 73 cardenales, arzobispos
y obispos españoles.
De forma similar a la mía lo han intentado también
numerosos católicos que durante años pertenecieron
al Opus Dei y que tuvieron trato e intimidad con mi tío
José María. No sólo no se les permitió
declarar sino que se han encontrado con la campaña
de injurias y descalificaciones a las que me referí
anteriormente. Estoy hablando, por ejemplo, de Miguel Fisac,
María del Carmen Tapia, María Angustias Moreno
y Alberto Moncada, por no referirme detalladamente a cuantos
debieron ser llamados a declarar de oficio, como Antonio
Pérez, que fue secretario general del Opus Dei y
consiliario en España.
Consideramos un deber cristiano seguir intentando ser escuchados
en uso de nuestra libertad y en defensa de la verdad, como
le gustaba repetir a mi tío José María
Escrivá de Bulaguer: "Sin libertad no se puede
amar a Dios." Este nuestro comportamiento en ningún
momento supone un ataque a la Iglesia católica, ni
a Su Santidad el Papa, como tú manifiestas en la
entrevista al diario italiano "Stampa", recogida
en "El País" el pasado domingo 19, sino
todo lo contrario.
Veo con profundo dolor que continuáis creando confusión
y faltando a la verdad con esas "medias verdades"
y "prepotencias" heredadas. Con esta forma de
proceder lo único que conseguís es crear un
clima de confusión dentro de la Iglesia católica.
La mayoría de los fieles (unos 800 millones) no saben
ni siquiera qué es eso del Opus Dei (unos 75.000).
La diferencia numérica es notable, aunque -eso sí-
os otorga un gran poder e influencia económica y
cultural, de la que no siempre usáis con la sencillez
y servicio evangélico que serían de esperar.
Esa gran mayoría del Pueblo de Dios que sólo
entiende de ejemplo se escandaliza ante los ataques, descalificaciones,
injurias y calumnías que continuamente alimentáis
para desacreditar testimonios desfavorables para vosotros
y que sólo persiguen hacer luz y buscar la verdad
como recomendaba el Episcopado español en SU mensaje
de 1990: "La verdad os hará libres."
Como te comuniqué anteriormente, seguiré
rezando por ti y por todos los miembros del Opus Dei para
que cumpláis el primer precepto del Decálogo
de la Ley de Dios, que transcribo literalmente por silo
hubieseis olvidado: "Amarás a Dios sobre todas
las cosas y al prójimo como a ti mismo." Sabes
muy bien que no se ama al prójimo cuando se descalifica,
injuria o calumnia. ¿No es eso lo que estáis
haciendo con todos los católicos que somos críticos
con el Proceso de Santificación del Fundador del
Opus Dei? Con la comprensión y el cariño de
siempre para ti y todos tus hijos espirituales, recibe un
fuerte abrazo.
CARLOS ALBÁS
Recientemente, de forma fortuita, me encontré con
Javier Arnal, enviado o "missus" de Alvaro del Portillo
y director de la Delegación de la Obra en Aragón.
Después de saludarle, le recriminé irónicamente
las manifestaciones públicas sobre mis posibles dobles
intenciones -enriquecimiento personal o chantaje a la institución-.
Según la versión de los hechos que me había
puesto en circulación, el fracaso de ese chantaje me
habría forzado a lanzar una mentira tras otra.
En respuesta, le aseguré que no hay dinero suficiente
entre todo el Opus Dei y cada uno de sus miembros para comprar
la voluntad de Carlos Albás; y que por otro lado su
actuación no era precisamente un alarde de inteligencia,
al corroborar las sospechas que ya había hecho llegar
a los obispos, arzobispos, cardenales españoles y a
la misma Santa Sede.
Durante este breve encuentro le pregunté abiertamente
si los miembros del Opus Dei creen en Dios. Mi opinión
es negativa. Sus provocaciones, ataques directos y la forma
delictiva de algunos de sus procedimientos entran en desacuerdo
con la doctrina. ¿Nos os dais cuenta de que os jugáis
la salvación de vuestra alma?", le lancé.
Para agregar: "Javier, de nada sirve vuestro apretado
plan de vida espiritual, vuestras misas, rosarios o retiros
si no conduce finalmente al cumplimiento de los mandatos de
Dios."
No quiso o no supo aportar una respuesta, únicamente
refería que yo no sabía escuchar y que estaba
equivocado. Le puse como ejemplo las declaraciones realizadas
por Alvaro del Portillo y Javier Echevarría en el proceso
de Santificación. "Imagino que os habrán
sentado romo un tiro las filtraciones de estas declaraciones.
" Tampoco hubo respuesta y le dio un viro distinto a
la conversación. Quería saber de qué
trataba mi libro y el momento de su puhlicacion, a la VeZ
que me pedía una rectificación y sacaba a relucir
a mi padre, que había dado su parecer positivo a la
beatilicación. Le conteste que en el caso de que mi
padre aun estuviera con vida, conociendo lo que yo ahora conozco,
hubiese armado un escándalo mucho mayor, a pesar de
los tres hijos que aun pertenecen a la Obra. Volvió
a insistir en un nuevo encuentro para charlar sobre el asunto,
pero le advertí, siempre sin negarme a una nueva conversación,
que no adelantaríamos nada.
No resulta aceptable insistir en que las personas deben asumir
la responsabilidad de sus actos si actúan bajo el peso
de una conciencia deformada. En lo que me toca por propia
experiencia resulta bastan te claro: Escrivá de Balaguer
tiene dos personal idades distintas: una para sus hijos y
otra para el resto de las personas que le conocieron. En consecuencia,
sigue siendo completamente necesario buscar la verdad.
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