Semblanza
de Antonio Ruiz Retegui
La vida de Antonio Ruiz Retegui tiene entrañables
vínculos con algunos de nosotros, con lo que ha sido
la obra docente y, en general, universitaria, del maestro
Jesús Arellano, promotor, inspirador y primer Decano
de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla,
promotor, inspirador y primer director del Colegio Mayor Guadaira
de la Universidad de Sevilla, promotor e inspirador, junto
con Vicente Rodríguez Casado, de la Universidad de
La Rábida, y promotor e inspirador de esta revista,
Thémata, la más tardía de sus creaciones,
que se echó a andar ahora hace 20 años.
Antonio Ruiz Retegui nació en Cádiz el 7 de
septiembre de 1945. Hijo de un médico de la Armada,
creció en San Fernando, ciudad a la que siempre se
sintió ligado. Estudió Ciencias físicas
en las Universidades de Sevilla y Barcelona. Fue alumno del
Colegio Mayor Guadaira, de la Universidad de La Rábida
en los años en que la gestionaban Rodríguez
Casado, Arellano, Peñalver, Gil Munilla, y otros ilustres
profesores del claustro hispalense.
Muy joven tomó contacto con el Opus Dei, institución
a la que dedicó su vida primero como miembro numerario,
y después, tras concluir en Roma y Pamplona sus estudios
de teología con el grado de doctor, como sacerdote.
Durante la década de los setenta fue capellán
de diversos centros de la Universidad de Navarra y profesor
de Teología Moral, y tras un par de años en
Valencia, en la década de los ochenta, fue alternativa
o simultáneamente profesor de Teología Moral,
Capellán Mayor, y director del Departamento de Teología
para Universitarios de la Universidad de Navarra.
En esa época, y a partir de la llegada de Juan Arana
a la recién creada Facultad de Filosofía de
la Universidad de Sevilla, se fueron incorporando también
algunos filósofos de Navarra, con los que Antonio Ruiz
Retegui había mantenido relaciones esporádicas.
El número era lo suficientemente perceptible como para
que algunos profesores sevillanos designara al grupo de los
colegas provenientes de la universidad de Navarra con el nombre
colectivo de "frente norte".
Pero fue durante la década de los ochenta cuando el
contacto y la colaboración de Antonio Ruiz Retegui
con profesores y estudiantes de filosofía de la universidad
de Sevilla se hizo más intensa, estrecha y profunda.
La amistad con Jacinto Choza, como ya relata él mismo
en los apuntes biográficos que escribe sobre su amigo
y colega, se mantuvo igual de intensa que en la década
anterior, pero empezó también a ser igual de
estrecha y profunda con Javier Hernández-Pacheco, que
también da testimonio de su amistad con él en
estas páginas.
A la vez, también estableció una relación
entrañable con algunos profesores y alumnos de nuestra
facultad, que empezaron a frecuentar su trato de diversas
maneras. Bien en algunos de los Encuentros y Congresos organizados
por la Universidad de Navarra, para acudir a los cuales organizábamos
viajes desde la Facultad de Filosofía de Sevilla, o
bien en algunos de los encuentros que empezó a organizar
en los alrededores de Madrid la Asociación de La Rábida,
Asociación formada por un grupo de antiguos alumnos
de la universidad rabideña de la época de Vicente
Rodríguez Casado, y gestionada por uno de ellos, Fernando
Fernández Rodríguez, en calidad de secretario
general.
En 1990, por discrepancias con el equipo directivo, abandonó
la Universidad de Navarra. Durante esa década fue profesor
de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, centro
encomendado a la prelatura Opus Dei, y fue profesor visitante
en la Facultad de Teología de Lugano (Suiza). Esos
últimos años, apartado habitualmente de las
tareas docentes y académicas, vivió en Madrid,
dedicado a su labor pastoral en el marco de la prelatura,
al estudio y a la redacción de sus trabajos. Murió
repentinamente en Madrid, a causa de una hemorragia cerebral,
el 13 de marzo de 2000.
La parte más importante de su vida y su actividad
se desarrolló en conversaciones personales y en seminarios
de los que no queda constancia documental alguna. En estas
páginas se recogen dos trabajos, de Jacinto Choza y
de Javier Hernández-Pacheco, como homenaje a vida y
a su obra de teólogo, de profesor universitario y de
amigo. Queremos dar a conocer esa obra, en gran medida inédita,
pero sobre todo su vida, su inmensa personalidad, su pasión
docente, su amor a la libertad, su respeto infinito por las
conciencias, su afán de comprensión, su continuo
afán de abrir horizontes intelectuales y espirituales,
en definitiva, su modo de ser.
Quisiéramos transmitir aquí algo muy propio
de un ambiente intelectual en el que Antonio Ruiz Retegui
tuvo especial protagonismo, y que ha pervivido desde comienzos
de los 80 hasta su muerte; ambiente en el que no pocas personas
encontraron acogida y estímulo para la reflexión
filosófica y teológica.
La parte oficial de su obra, lo que puede constar y consta
en un curriculum vitae, no es tan extensa como para que desequilibre
esta semblanza, de manera que la incluimos al final de ella
para reflejar los aspectos públicos de su actividad
profesional.
Durante toda su vida, Antonio Ruiz Retegui, como capellán
de la Universidad de Navarra y como sacerdote del Opus Dei,
prestó una atención esmerada a todos los estudiantes
y colegas que, vinculados a dicha institución, permanecían
en una situación marginal o se desvinculaban de ella.
En eso se parecía al maestro Arellano, que prestaba
también ayuda en el mismo sentido al mismo tipo de
personas, razón por la cual su departamento era un
lugar de encuentro de profesores y estudiantes que se consideraban,
desde esa perspectiva institucional, marginales, problemáticos
o heterodoxos. Y ese carácter de marginalidad y heterodoxia
quedaba connotado en la expresión con que se designaba
desde aquella universidad a los filósofos de ésta:
"la escuela sevillana".
Eso explica que algunos profesores y alumnos de la facultad
de Filosofía de Sevilla sintonizaron bien con Antonio
Ruiz Retegui y él con algunos de estos profesores y
alumnos, que encontraban en su trato estímulo intelectual
y apoyo moral. Porque él, como Jesús Arellano,
siempre fomentó la libertad de conciencia, y el amor
al riesgo y la libertad y seguridad interiores, además
de otras cualidades intelectuales y morales más convencionales.
Ese talante y esa actitud de Antonio Ruiz Retegui no es ajeno
a su salida de la Universidad de Navarra en 1990. Por eso
Antonio Ruiz Retegui pudo ser considerado como uno de los
nuestros, y ello se puso de relieve sobre todo en el momento
en que este tipo de rasgos aparece con nitidez, que es el
momento de la muerte.
Su muerte revistió caracteres trágicos por
lo repentina. Pero su entierro concentró y convocó
toda la gratitud, toda la ternura, toda la admiración
y toda la nostalgia de esos marginales y desvinculados, que
acudieron a Madrid desde Barcelona, desde Sevilla o desde
Navarra, conscientes de que quedaban privados de asistencia
espiritual, para darle el último adiós a quien
más había alumbrado sus conciencias. No eran
pocos esos marginales y desvinculados, tratándose de
una institución que habiendo sido de alta fecundidad
en sus primeras décadas, año tras año,
con un rigor en incremento constante, dejaba tras de sí
un número creciente de cristianos psicológica
y sociológicamente deteriorados, y por eso su entierro
fue una peregrinación de personas que habían
quedado sumidas en la orfandad espiritual, en cierto sentido,
una peregrinación de los pobres de Dios.
Algunos de los directivos de la institución se acercaron
en tono circunspecto y apesadumbrado a Choza y Pacheco para
explicarles que no se había podido hacer nada, que
todo intento de recuperación de Antonio había
sido inútil, y como para darles el pésame. Un
pésame que fue recibido y devuelto. Un pésame
que fue recíproco, pero que fue. Pues el pésame
se les da a aquellas personas a las que se les muere alguien.
A nosotros se nos había muerto alguien y los demás
nos daban el pésame porque lo reconocían como
uno de los nuestros.
Al salir del cementerio, la hermana predilecta, amiga y confidente
de Antonio durante muchos años, les dijo también:
vosotros sois quienes más le habéis ayudado,
quienes mejor le habéis comprendido, quienes más
le habéis hecho compañía. Muchas gracias.
La tarea intelectual de Antonio Ruiz Retegui puede seguir
difundiéndose, su obra publicada, que se recoge en
el curriculum, es accesible como cualquier otra, y la obra
inédita, que en cuanto a algunos estudios ha encontrado
hasta ahora no pocos obstáculos por parte de la institución
que los custodia, en cuanto a otros probablemente encontrará
su cauce hacia el público. Pero la tarea y la obra
que fue su vida ha tenido su punto final, y el mejor lugar
para acoger y decir ese acabamiento, entre el reconocimiento
y afecto de quienes más le estimaron y comprendieron,
es este, las páginas de "Thémata. Revista
de filosofía", de la Facultad de Filosofía
de la Universidad de Sevilla.
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