Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Antonio Ruiz Retegui
Índice
Semblanza de Antonio Ruiz Retegui
1. La estructura de la acción de la persona humana
2. La educación para la madurez
3. La vida humana plena: felicidad, alegría y sentido de la vida
4. Los riesgos de la educación: "seguridad versus libertad"
5. La tentación del gobierno asegurador
6. Espíritu o "estilo"
7. La absolutización de lo "institucional"
8. La referencia a "la voluntad de Dios"
9. La referencia al "sentido sobrenatural"
10. Las "llamadas" o "vocaciones" divinas
11. El sentido de la perseverancia
12. El difícil equilibrio
FIN DEL LIBRO
 
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IN MEMORIAM

Javier Hernández-Pacheco, Universidad de Sevilla
Texto publicado en "Espíritu". Cuadernos del Instituto de Balmesiana. Año XLIX-2000-nº121. pp.169-171

Antonio Ruiz Retegui nació en Cádiz el 7 de septiembre de 1945. Hijo de un médico de la Armada, creció en San Fernando, ciudad a la que siempre se sintió ligado. Estudió ciencias físicas en las Universidades de Sevilla y Barcelona. Muy joven tomó contacto con el Opus Dei, institución a la que dedicó su vida primero como miembro numerario y, después, tras concluir en Roma y Pamplona sus estudios de teología con el grado de doctor, como sacerdote, hasta su reciente y prematura muerte, víctima de una hemorragia cerebral, el 13 de marzo de 2000. Ocupó cargos de formación en la institución, primero en labores internas y posteriormente como Capellán Mayor de la Universidad de Navarra y director del Departamento de Teología para Universitarios. El carácter independiente de su docencia y el vigor siempre personal de su labor sacerdotal y apostólica, dieron paso con el tiempo a un conflicto no resuelto con las autoridades de esta Universidad, que abandonó en 1990.

Posteriormente fue durante algún tiempo profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, institución dirigida por la prelatura Opus Dei, y profesor visitante en la Facultad de Teología de Lugano (Suiza). Los últimos años, apartado de toda labor docente y académica, vivió en Madrid, dedicado a su labor pastoral en el marco de la prelatura, y a estudiar y escribir. Si su estancia en Pamplona fue especialmente fecunda en la proyección pública de su docencia y de su acción evangélica, los últimos años de su vida intelectual en Madrid suponen, en el marco de la soledad, de la reflexión y el estudio, los más fecundos en la producción de una obra teológica que está en lo fundamental todavía inédita.

Pienso que en toda semblanza que pueda hacerse de Retegui es preciso resaltar este doble aspecto -de su acción pública, pastoral y docente, por un lado; y de su trabajo intelectual teórico, por otro-. Pero no como dos facetas independientes, sino como algo que en ambos casos surge de la misma raíz, que hay que buscar en un compromiso vital cristiano, que, lejos de toda beatería, de toda irracionalidad gregaria, se expande en el ámbito dialógico de lo razonable, de lo que a él le parecía tanto más discutible cuanto más radical y trascendente. Si había algo digno de discusión, eso era para él la fe en Jesucristo. Así se rompían, hablando con él y en su docencia, los límites -supuestamente definitivos en el ámbito en el que se movía- entre lo opinable y lo dogmático. Nada había para él más digno de su apasionada opinión que un dogma. Y así la teología no era un frío marco de definiciones, a "defender" frente a enemigos y fuente de condenas para los extraños, sino la expansión intelectual de la fe en el ámbito de la discusión amistosa y académica. Ser cristiano en medio de la Universidad, en el marco de una discusión abierta en la que uno está obligado a expresar con argumentos -no con ordenes o condenas, ni siquiera con "exhortaciones"- la propia convicción: ése era el punto de partida de su "teología para universitarios", que no era, por lo demás, un "determinado tipo de teología", sino teología sin más: discusión razonada sobre las cosas de Dios.

Iría muy descaminado en mi opinión, quien quisiese ver en la docencia o en los escritos de Retegui vocación de heterodoxia. Se formó en el Opus Dei bajo las guías de la más sólida tradición tomista, de la que nunca se desdijo y que se refleja en su último libro: "Consideraciones sobre la belleza desde la antropología". Sin embargo, sus referencias no se recluían en la estrechez de escuela. Era un apasionado lector, y recomendador de libros, que gustaba regalar para que fuesen leídos. Y ahí, junto a C. S. Lewis o Guardini, le gustaba remitirse a Hanah Arendt, a Bloom, o a los grandes autores de la literatura universal; en general a autores que se situaban, no en el horizonte de una "cultura católica", sino de una "cultura general" ("católica" en el sentido etimológico). Ahí, sobre el contrafondo, por ejemplo, de las grandes figuras de Shakespeare, es donde pensaba que la fe debía hacerse diálogo para llegar a ser teología. Y que su intento fue logrado, es algo de lo que podemos dar testimonio todos los que hemos disfrutado de su docencia y de su magisterio

Sí tuviéramos que circunscribir más las raíces de su pensamiento teológico, tendríamos, por supuesto, que hablar del Padre Escrivá de Balaguer. En último término, esa idea de teología en medio de la Universidad que someramente he intentado describir como propia de Retegui, no es sino el trasunto de la más radical concepción de santidad en medio del mundo, que constituye la gran aportación del Padre Escrivá a la espiritualidad cristiana. Ser cristiano, y un pensador cristiano por lo demás, no cabe en el marco estrecho de una "capillita" o de una escuela teológica, sino que exige de nosotros, en este caso como intelectuales comprometidos con la fe, remitirnos a un horizonte universal, a un "mundo", que hay que cristianizar apostólicamente, pero que en absoluto constituye un ámbito cerrado para los ya convencidos. El grito de Juan Pablo II: "¡abrid las puertas, no tengáis miedo!", bien hubiera podido ser el lema general de toda la obra escrita y docente de Retegui, conforme en este sentido hasta su raíz con el carismático mensaje fundacional de Escrivá de Balaguer.

De igual modo, tiene que ver con esa influencia la sensibilidad de Retegui por todo lo que podríamos llamar "virtudes humanas". Ser cristiano era para él la expansión de lo humano en el ámbito dialógico de la gracia, en la amistad con Dios; y por tanto algo que ocurre en continuidad con lo característicamente humano. Eso característico del hombre es el "logos", ciertamente en el sentido aristotélico de la definición de humanidad, pero que él fácilmente interpretaba en un contexto antropológico más rico, en el que "logos" y "razón" significan la capacidad -específicamente humana, pero también divina- para la comunicación para la vida compartida en definitiva para la amistad.

Aquí hay que mencionar una segunda influencia en el pensamiento de Retegui, que hemos de buscar en el magisterio de Juan Pablo II. De alguna manera se puede decir que la llegada al pontificado de este, por así decir, "filósofo eslavo", que incorpora al Magisterio de la Iglesia la influencia del pensamiento fenomenológico -muy afincado en los ámbitos católicos polacos-, supuso para Retegui una conmoción y un acicate para ampliar sin rupturas su formación tomista hacia una filosofía más flexible, más pastoral y humana, si se quiere. Especial importancia tiene en este sentido el tratamiento que hace Juan Pablo II de la sexualidad como diálogo y comunicación. De aquí arranca Retegui para desarrollar uno de los aspectos más vigorosos y novedosos de su pensamiento en un antropología y teología (moral y dogmática) de la sexualidad. En ella se pone de manifiesto frente a los prejuicios (anti-) corporalistas de la vieja moral, que la sexualidad no es algo meramente corporal, sino expresión esencial de la persona en cuanto tal: comunicación y donación; y por tanto algo originalmente "lógico" y espiritual. Junto a Juan Pablo II habría que mencionar también la influencia del Cardenal Ratzinger, a través del cual toma contacto con los teólogos centroeuropeos -Guardini y von Balthasar merecen una especial mención y con De Lubac-. Esta influencia es especialmente notoria en su libro Pulchrum. Esta obra quiere ser una relectura de la filosofía tradicional desde claves estéticas, las cuales, en el ámbito de "los preambula fidei" abren la vía de acceso a la comprensión de Dios mismo que es posible para nuestra naturaleza finita. Nada es bueno, ni de Dios, que no sea -en el pleno y a la vez vulgar sentido de la palabra- "atractivo".

Muchas más cosas se podrían decir de Antonio Ruiz Retegui, pero desbordarían el marco de lo que quiere ser aquí una rápida semblanza en su memoria inmediatamente tras su muerte. Y además sonarían muy pobres a todos los que tuvimos la suerte de conocerle y de disfrutar de sus enseñanzas. Tras él queda una obra, que hay que repensar y trabajar, porque está inédita en gran parte; y que constituye una de las más importantes aportaciones teológicas en la España de fin de siglo. Y para los muchos que fuimos sus amigos -jamás pensó que amigos hubiera que tener pocos- queda el profundo agradecimiento por su vida.

(Textos escaneados, revisados y corregidos por Juan Antonio Campos González. Universidad de Sevilla VI-2002)

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