SANTOS
Y PILLOS. El Opus Dei y sus paradojas
Joan Estruch
CAPÍTULO V. LOS TRES AÑOS DE GUERRA (1936-1939)
1. Sinopsis de la versión oficial: Escrivá
y la guerra
En el capítulo anterior, y especialmente al referirnos
a los primeros seguidores del padre Escrivá, hemos
introducido ya numerosos elementos relativos a los años
de la guerra, que van a permitirnos ahora mucha mayor brevedad.
a) Al estallar la guerra denominada "civil",
en el mes de julio de 1936, la persecución a la que
son sometidos muchos clérigos y religiosos obliga a
Escrivá a esconderse. Por otra parte, y dado que los
registros domiciliarios son frecuentes, a menudo tiene que
cambiar de escondrijo. Como de costumbre, las biografías
rebosan de detalles y de anécdotas: situaciones diversas
de peligro inminente, el episodio de la llave arrojada a la
alcantarilla porque el "Padre" no quiere convivir
en un piso con una criada joven, o bien la temporada que pasa
refugiado en un manicomio, haciéndose pasar literalmente
por loco. En marzo de 1937 encuentra cobijo en un edificio
que goza de inmunidad diplomática, la Legación
de Honduras. Entretanto, según hemos visto ya, la situación
de los muchachos que estaban con él en la academia
DYA es diversa: algunos están movilizados en el ejército
republicano, otros han sido detenidos y encarcelados, y otros
viven escondidos con él.
b) El mes de octubre de 1937 comienza e1 periplo que
va a conducir a Escrivá y un pequeño grupo hasta
la España franquista. Se reúnen en Barcelona,
donde se organiza el paso clandestino de la frontera, y cruzando
Andorra y Occitania llegan al País Vasco. Además
de Escrivá, integran el grupo Albareda, Jiménez
Vargas, Casciaro, Botella, Fisac, Sainz de los Terreros y
Alvira. Unos meses antes les había precedido Fernández
Vallespín (Berglar, 193). Algunos otros permanecen
refugiados en diversas sedes diplomáticas en Madrid:
Portillo, Rodríguez Casado, González Barredo.
Los dos primeros, junto con Alastrué, cruzarán
el frente bélico en 1938. Excepto Escrivá (y,
al parecer, Albareda), todos los demás se incorporan
a unidades distintas del ejército de Franco.
c) A partir de enero de 1938, Escrivá se instala
en Burgos, capital provisional de la "nueva" España.
Se aloja en el hotel Sabadell, en compañía de
Botella y Casciaro (quienes, probablemente gracias a la influencia
del "Padre", han obtenido un destino en la ciudad),
y de Albareda, que ejerce "funciones asesoras en la Dirección
General de Enseñanza Media" (Gondrand, 134). Escrivá
desarrolla, como siempre, una actividad incansable: escribe
cartas, prepara la edición de Camino, elabora su tesis
doctoral en el archivo del monasterio de Las Huelgas. Y viaja
mucho: hay referencias de viajes suyos a Córdoba, Zaragoza
y Santiago (Gondrand, 135s), y a Vitoria, Bilbao, Palencia,
Valladolid, Salamanca, Ávila, León y Astorga
(Vázquez, 189). Según Vázquez de Prada,
tan pronto está en la "retaguardia como en primera
línea", y a veces incluso "en el frente en
plena acción militar" (Vázquez, 194).
d) El año 1939 se inicia con la clara conciencia
de que la guerra se acaba. Y desde el punto de vista de Escrivá
y los suyos, acaba bien: "La guerra ha sido para nosotros",
se dice en el punto 311 de Camino. El 28 de marzo Escrivá
llega a Madrid, el mismo día en que las primeras tropas
entran en la ciudad. "Su impaciencia santa le impulsó
a sumarse a la primera columna de avituallamiento que entró
en Madrid" (Vázquez, 197).
En esos momentos, explica Helming, el Opus Dei "tenía
aproximadamente el mismo número de miembros que años
habían pasado desde 1928" (Helming, 44).
2. Algunas cuestiones: Escrivá y el franquismo
Generalmente las biografías de monseñor Escrivá
se extienden mucho sobre este período, y con un poquitín
de paciencia no resulta demasiado complicado reconstruir el
hilo de los acontecimientos que afectan al pequeño
grupo que rodea al "Padre" y al que la literatura
"oficial" llama ya "los miembros de la Obra".
Abundan los detalles y las anécdotas, como siempre.
Y para todos los gustos: desde las "intervenciones sobrenaturales"
en ocasiones varias, hasta el hecho de que en uno de los pisos
donde vive escondido junto con Jiménez Vargas, Portillo
y un hermano de éste, Escrivá les enseña
"a jugar al tresillo, permitiéndose trampas descaradas
para divertirles " (Vázquez, 169).
Aun así, subsisten de todos modos cuestiones poco
claras, o que por lo menos no quedan suficientemente explicitadas.
Veamos algunas, partiendo de los "indicios" que
nos facilita la propia literatura "oficial".
a) Aun admitiendo como lógica la necesidad
en que se halla Escrivá de esconderse en el Madrid
republicano de 1936, por el solo hecho de ser sacerdote, es
evidente que las razones por las que se ocultan los demás
no son las mismas. En el caso de Portillo, por ejemplo, ¿por
qué cualquier miliciano "puede solicitar su documentación
y encarcelarle inmediatamente" (Sastre, 196)? A Jiménez
Vargas "lo han encarcelado y han estado a punto de ejecutarlo"
(Gondrand, 119). Hernández Garnica, dice ese mismo
autor, "se ha librado de la muerte tras ser condenado
por un tribunal popular": ¿resulta creíble
que la víctima "ignore los motivos" de la
condena (ibíd., 119)? Fisac vive oculto "para
escapar a una muerte segura" (Sastre, 274). Excepto Zorzano,
que posee la nacionalidad argentina, todos los demás
debieran estar movilizados: y si no están en el ejército,
no es porque los muchachos del Opus se nieguen a empuñar
las armas, sino porque lo que quieren es luchar con Franco
y contra la República, como lo demuestra el hecho de
que en cuanto llegan a la otra zona "se presenten a las
autoridades militares" (Gondrand, 133). En definitiva,
y como afirma Berglar de tres de ellos, son "desertores
del ejército republicano" (Berglar, 178).
b) No obstante, las biografías de monseñor
Escrivá tienden a disimular las netas simpatías
franquistas de todos ellos. En ciertos momentos pretenden
incluso ofrecer una imagen del "Padre" como alguien
no beligerante en el conflicto. Sin embargo, no insisten demasiado,
presumiblemente porque se dan cuenta de que sería perfectamente
ridículo querer negar algo tan obvio. Por más
que un autor como Vázquez de Prada, al recordar aquella
afirmación de Camino: "La guerra tiene una finalidad
sobrenatural desconocida para el mundo: la guerra ha sido
para nosotros. -La guerra es el obstáculo máximo
del camino fácil. Pero tendremos, al final, que amarla,
como el religioso debe amar sus disciplinas" (n°.
311), se atreva a glosarla diciendo que la frase "la
guerra ha sido para nosotros" significa "para luchar
contra nosotros mismos" (Vázquez, 196), el lenguaje
de Escrivá es inequívoco.
No teniendo pruebas concretas, por nuestra parte no nos atreveríamos
a afirmar que Escrivá "dirigió una violenta
campaña antimarxista, antimasónica y antijudía"
(Ortiz, 8); pero tampoco diríamos que Escrivá
consideraba "la victoria de Franco como un mal menor"
(Berglar, 159), por más que el autor considere que
precisamente "estas palabras, mal menor, dan con la fórmula
exacta". Berglar escribe su libro más de cuarenta
años más tarde, para un público de habla
alemana, y juzga tal vez que sus lectores se dejarán
embaucar: pero en 1939 Escrivá -igual que la inmensa
mayoría del clero español, por otra parte- habría
considerado que la fórmula "mal menor" no
sólo no era exacta, sino que constituía un grave
insulto contra el "Caudillo Franco" y contra su
"Cruzada". (La literatura sobre el tema es oceánica;
desde hace años Alfonso Alvarez Bolado se dedica a
un minucioso trabajo de análisis de la documentación
de aquellos años: véase, en espera de la publicación
definitiva, Álvarez Bolado, 1986-1990.)
c) En su libro de memorias, "Descargo de conciencia",
Pedro Laín Entralgo relata un curioso episodio ocurrido
en la ciudad de Burgos. El autor se aloja en el hotel Sabadell
y observa que en la mesa contigua, en el comedor, se sienta
un grupo fijo de tres o cuatro personas, una de las cuales
es "un sacerdote no grueso, pero de cara redonda".
Al cabo dc unos meses de silenciosa convivencia cotidiana,
Laín recibe una carta de un sacerdote amigo suyo, quien
le escribe: "Sé que están ustedes en Burgos
y que comen todos los días junto al sacerdote José
María Escrivá, al que conozco; él es
quien me ha dado la noticia. Pues bien; me dice Escrivá
que desearía tener una conversación con usted.
¿Quiere concedérsela?. Tras comentar su sorpresa
ante tamaña timidez en alguien que posteriormente debe
su fama a la "santa osadía", Laín
narra su conversación con Escrivá, en la que
éste no le dice "ni una sola palabra acerca de
la no sé si ya nacida o planeada Obra" (Laín
Entralgo, 238-24 1).
El episodio contrasta notablemente con la impresión
que produce la lectura de las biografías de monseñor
Escrivá, las cuales ponen más bien de relieve
el empuje y la capacidad de iniciativa del "Padre",
y sus múltiples conversaciones con toda clase de gentes,
"preparando así las vocaciones futuras o la orientación
espiritual de muchos" (Vázquez, 194), además
de sus frecuentes ausencias de Burgos. Durante todo este período,
en efecto, Escrivá viaja mucho. Pero más allá
de las anécdotas sobre su agotamiento, sobre la incomodidad
de los desplazamientos y sobre su falta de dinero, que a veces
no le basta ni para pagar el billete de tren, lo que no queda
explicado son los objetivos de sus viajes ni la clase de permiso
o de salvoconducto de que dispone para efectuarlos.
Desconocemos, en otras palabras, a quién iba a ver
en estos viajes, así como las razones por las cuales
iba a verles. Si iba a visitar a amigos o conocidos por iniciativa
propia, no es lógico pensar que pudiera desplazarse
libremente de una ciudad a otra, sobre todo teniendo en cuenta
que en algunas ocasiones llegaba hasta el mismo frente, "en
plena acción militar" (Vázquez, 194), sin
autorización especial alguna. Y si iba con alguna misión
o encargo oficial, ignoramos cuál era esa misión
y quién se la había encomendado. ¿Tuvo
acaso durante este período algún tipo de vinculación
con el ejército? Sin relación orgánica
de ninguna clase, ¿cómo se explica que pudiese
"entrar en Madrid con los soldados del ejército"
(Sastre, 239), "al mismo tiempo que la primera columna
de aprovisionamiento" (Bernal, 251)? Cuando el obispo
de Ávila le escribe en 1938 que desearía trabajar
"como ustedes, ya que no como capitán, siquiera
como buen soldado de Cristo" (Vázquez, 192), ¿
hay que atribuir a esa frase alguna significación especial?
3. Hipótesis
Tales son algunas de las cuestiones no del todo resucitas
por lo que a los años de la guerra española
se refiere. Pero en nuestro contexto no dejan de ser cuestiones,
tal vez no meramente de detalle, pero de relativa importancia
tan sólo. En conexión con la hipótesis
planteada al final del capítulo anterior; la pregunta
básica que debiéramos formulamos es más
bien la de saber si se produce a lo largo de este período
algún hecho nuevo susceptible de afectar decisivamente
a la historia del Opus Dei. Porque si antes de la guerra había
razones que inducían a poner en tela de juicio la verdadera
existencia del Opus Dei en cuanto a tal, es indudable que
inmediatamente después de la guerra sí existe.
Y a partir del mes de febrero de 1941 empezaremos ya a encontrar
su nombre consignado en documentos oficiales.
A diferencia de lo que sucedía en el capítulo
anterior, en esta ocasión nuestra hipótesis
apuntaría al "paradigma indiciario" como
el más adecuado: es decir que en este caso nos inclinaríamos
por el modelo de Sherlock Holmes y no por el del padre Brown.
Cierto es que, en lo que respecta a las cuestiones secundarias
antes mencionadas, podría ser que la literatura "oficial"
proporcionara en alguna ocasión más pistas de
la cuenta; pero en cambio prevalece la escasez de indicios
relativos a acontecimientos de los años de la guerra
que pudieran haber condicionado de forma decisiva la futura
historia del Opus Dei.
En su formulación más atrevida, cabría
enunciar la hipótesis diciendo que el Opus Dei nace,
no en Madrid en 1928, sino en Burgos en 1938, en plena guerra.
Pero no podemos aportar pruebas suficientes para apoyarla.
Siendo pues mas modestos, y más razonables, nos limitaremos
a subrayar la creciente importancia de la figura de José
María Albareda a lo largo de este período. Albareda,
que no había entrado en relación con Escrivá
hasta 1937, se convierte durante estos años en un personaje
clave. Ante todo, y a diferencia de la mayoría de los
chicos que rodean al "Padre", no es un estudiante,
sino el "profesor Albareda" (Sastre, 211). Tiene
exactamente la misma edad que Escrivá; además,
ha estado en el extranjero, es doctor y se le reconoce como
un científico valioso. Albareda desempeña un
papel decisivo en la organización de la huida de Madrid;
a través de su familia (un hermano cruzó ya
la frontera y su madre está en Barcelona) se establecen
los contactos que van a permitir el paso clandestino de los
Pirineos (Vázquez, 177ss). Una vez en Burgos, no sólo
se instala con Escrivá en el hotel, sino que de hecho
es Albareda el único que gana dinero (Gondrand, 134).
Albareda procede de la Asociación de Propagandistas
(Sáez Alba, Prólogo, 74). Antes de finalizar
la guerra ejerce "funciones asesoras en la Dirección
General dc Enseñanza Media" (Gondrand, 134). Y
es muy amigo de José Ibáñez Martín,
miembro también de la Asociación Católica
Nacional de Propagandistas. El mes de julio de 1939 Ibáñez
Martín será nombrado ministro de Educación.
En noviembre del mismo año, al crearse el Consejo Superior
dc Investigaciones Científicas, Albareda se convertirá
desde e1 primer momento en su secretario general.
Con unos objetivos explícitamente inspirados en el
ideario de la "recristianización de España",
el Consejo va a gozar de un importante presupuesto autónomo
para actividades de investigación y para la concesión
de becas de estudios y de investigación. Será,
por consiguiente, el lugar ideal para la preparación
de profesionales competentes, susceptibles de acceder a las
cátedras universitarias. Finalmente, una primera selección
de dichos profesionales puede efectuarse a través de
la creación de una red de residencias universitarias,
tarea a la cual Escrivá dedicará sus esfuerzos
a partir del momento de la conclusión de la guerra
(el 14 de julio de 1939 se firma el contrato para el establecimiento
de la primera residencia en Madrid; Sastre, 241).
No estamos en condiciones de afirmar si este conjunto de
iniciativas forma parte de un pacto global o no. Ni siquiera
nos atreveríamos a asegurar que sean éstas las
únicas "piezas auténticas" del rompecabezas
del Opus de la época. Mas parece innegable que son
piezas que pertenecen a él. A partir de 1938 como proyecto
elaborado en Burgos, o a partir de 1939 como resultado más
o menos deliberado de la conjunción de todos estos
factores, ése es el incipiente Opus Dei que comienza
a actuar en la España del "Año de la Victoria".
Por el momento no es más que eso: un grupito muy reducido
de personas, en torno al "Padre", pero esta vez
sí con una existencia real y con un proyecto concreto.
Aunque este proyecto se limite por ahora exclusivamente al
ámbito universitario. Desde el punto de vista ideológico,
el contexto es propicio como nunca; desde el punto de vista
material, los recursos no faltaran. El entusiasmo y el empuje
de este pequeño grupo inicial, favorecido tanto por
la existencia de recursos como por la ideología dominante,
va a dar lugar a una de aquellas situaciones en las que el
éxito sorprende a la propia empresa. Pero va a dar
lugar también a los primeros enfrentamientos graves
con la Compañía de Jesús. Éxito
inesperado y conflicto abierto con los jesuitas van a ser
los dos grandes rasgos característicos del período
de consolidación y expansión dcl Opus Dei en
España, que seguidamente analizaremos.
Pero antes interrumpiremos la secuencia cronológica,
para dedicar unas páginas al que puede ser casi considerado
como un símbolo del "boom" del Opus Dei:
el libro de Escrivá, Camino, que se publica en 1939.
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