EL ESPÍRITU
DEL OPUS DEI HACE DAÑO A LAS PERSONAS
Por un ex numerario, Asia
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Versión original en inglés: http://www.odan.org/true_asia.htm
La traducción al castellano ha sido realizada con la
autorización de ODAN
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Sea vuestra palabra: sí, sí, y no,
no; todo lo que se pasa de esto, de mal procede. (Mateo
5:37)
Podría escribir un libro sobre mi experiencia en el
Opus Dei, pero no deseo amargarme con esos recuerdos más
de lo necesario. De ahí que trataré de centrarme
sobre lo que considero esencial de mis negativa vivencias
en la Obra.
Para empezar, tuve una fuerte crisis religiosa en mi tercer
año de escuela secundaria. Llegó un momento
en el que dejé de creer en Dios y decidí no
asistir a misa los domingos. Aquello duró aproximadamente
un mes. Luego, durante la Semana Santa, vi algunos programas
de televisión sobre personas como el padre Pío
y sobre el sudario de Turín, y me convencieron de la
verdad de la religión católica. Empecé
a leer libros religiosos, y me sentí muy consolado
por las historias de los santos como San Francisco de Asís.
Con gran convicción, decidí que quería
hacerme monje y mi primera elección fue ser cartujo.
Fue el resultado natural del fervor de la conversión.
Cuando me enteré que no había cartujos en mi
país, decidí que me debía hacer trapense,
entrando en una orden cuyos centros se encuentran aquí
en lugares bastante remotos. La idea me vino al verlos en
un documental de televisión, y mi entusiasmo aumentó.
También me inspiraron los libros de Tomás Merton.
Pero los jesuitas de la escuela donde estudiaba orientaban
la educación religiosa hacia el servicio a los pobres.
Me iba bien en todas las áreas académicas y
obtuve una nota alta en la prueba de aptitud para las ciencias.
Decidí hacerme médico. Pensé abrir una
clínica cerca del monasterio, y así realizar
mi deseo de vida monástica de oración, compaginándola
con el servicio a los pobres.
En mi primer año de universidad sentí fuertes
deseos de una vida espiritual más profunda. Quería
entrar en el monasterio ese año, pero también
quería completar la carrera de medicina nueve
años de universidad en aquella época. Empecé
a recibir dirección espiritual y a confesarme con un
sacerdote del Opus Dei. En aquel momento yo no sabía
nada acerca de la Obra. El Opus Dei me asignó un amigo
para que me enseñase algunas normas de piedad. Después
de aproximadamente un año, mi oración mental
se convirtió en una experiencia muy satisfactoria y
feliz. Era como abrir la puerta a un mundo nuevo y maravilloso.
Mi amigo me pidió que me hiciera del Opus Dei. Escribí
la carta pensando que sería algo bueno seguir con mis
prácticas espirituales con la ayuda del Opus Dei hasta
que pudiese finalizar mis estudios de medicina y entrar al
monasterio. Eso era lo único que realmente deseaba.
Mi intención no era llevar a cabo ninguno de los compromisos
que de manera gradual me fueron impuestos más tarde.
Considero que unirme al Opus Dei fue, posiblemente, la peor
desgracia de toda mi corta vida y que excede en desdichas,
a las consecuencias de la muerte de mi madre.
Después de varios meses, me dijeron que fuese a un
retiro. No quería hacerlo pero, debido a la insistencia,
fui. Tuve una experiencia positiva durante el retiro. Sentí
verdadero horror al pecado y gran deseo de servir a Dios.
En aquel momento estaba dispuesto a aceptar cualquier cosa
que el Opus Dei me dijese.
El director del centro me mandó mentir a mis padres
acerca del hecho de haberme afiliado al Opus Dei. Inicialmente,
la orden inquietaba mi conciencia, pero debido a mi experiencia
espiritual positiva bajo la dirección del Opus Dei,
pensé que el director de alguna manera debía
estar en lo correcto. Esta concesión de mi parte marcó
el principio del lavado de cerebro. Ahora puedo decir que
el Opus Dei se equivoca al pedir a los numerarios que mientan
acerca de su situación, especialmente a sus padres.
Es un pecado, una injusticia, y una traición a la confianza.
La santa discreción no puede justificarlo.
Sé de hombres y mujeres que ingresaron en órdenes
religiosas a corta edad y causaron mucho sufrimiento a sus
padres y rechazo de lo que habían hecho. Pero esos
religiosos nunca mintieron acerca de su decisión de
emprender el noviciado. Que el Opus Dei no sea legalmente
hablando, una orden religiosa, es irrelevante porque el compromiso
de un numerario es parecido al de un religioso. El Opus Dei
le pide al numerario un compromiso que en ciertos aspectos
excede inclusive al de un religioso, y además, sin
la protección de la ley canónica que le protege.
Esta falta de reglamentación en la ley canónica
acerca de la vida de los numerarios abre la puerta al abuso
que supone reclutar a niños de 14 años o hasta
más pequeños -como ha sido bien constatado y
documentado-. Y estos niños aceptan de por vida un
compromiso como numerarios.
Por un período de más de dos años viví
una muy intensa vida de oración. Mi mortificación
era bastante severa y ayunaba frecuentemente. El sacerdote
que me dirigía espiritualmente no me hizo ninguna recomendación
de moderación. Yo experimentaba un gran consuelo espiritual,
especialmente al ver a la Virgen y sentir su presencia.
Luego enfermé de hepatitis. Mi madre vio la oportunidad
de sacarme del Opus Dei. Compró unos billetes para
otro país donde el Opus Dei no estaba establecido ella
trabajaba allí como diplomática - y me obligó
a guardar cama. Estuve aislado de mi director espiritual,
experimenté tentaciones terribles, y sentí la
presencia del diablo. Pero también experimenté
la intensidad de la oración mística y en un
momento dado sentí la presencia hermosa de la Virgen,
más intensamente que en el pasado.
Para aquel entonces mi madre había llegado a sentir
repugnancia hacia el Opus Dei. Sus palabras eran ¡Odio
al Opus Dei! La razón principal para odiar el
Opus Dei era porque lo creía furtivo. Mis
padres estaban resentidos por el hecho de que nunca les consulté
sobre la decisión de hacerme del Opus Dei. Pero como
ya mencioné, el director del centro me mandó
mentir a mis padres.
Mientras sufría duras pruebas interiores, me adhería
estrictamente a la regla equivocada de Escrivá de no
buscar el consejo de otros sacerdotes que no fuesen del Opus
Dei. Yo insistía en que debía regresar a mi
país para poder charlar con un sacerdote de la Obra.
Esta insistencia aumentó la indignación que
mi madre ya sentía por el Opus Dei. Parte de la indignación
estaba dirigida, naturalmente, hacia mí.
Eventualmente, me permitió regresar a nuestro país.
Mi director espiritual no me dijo nada acerca de mis experiencias.
Mis padres dijeron que yo había estado en cama después
del ataque de hepatitis porque estaba enfermo de la cabeza,
dando a entender que mi enfermedad me hacía delirar.
¡La verdad era que mi madre no me permitía levantarme
de la cama!
El resultado inicial de esta experiencia fue sentir angustia
y confusión. Había pasado por tanto sufrimiento
que estaba lleno de temor. Mi director espiritual no me hablaba
de lo que estaba ocurriendo en mi interior. Esto fue un gran
error. Pero pienso que simplemente él era un incompetente,
que no estaba preparado, ya fuera por falta de una educación
teológica adecuada o por una preparación pastoral
deficiente.
Hago este juicio porque yo conozco la formación de
los numerarios. Lo único que se le enseña a
un director espiritual en el Opus Dei es a empaparse de una
manera concreta de pensar para luego transmitírsela
a otros, sin entender nada sobre orientación, -que
en muchos casos se entrelaza con la dirección espiritual-.
En las clases de teología hay poco estudio de teología
y ausencia casi absoluta de pensamiento crítico. No
se permiten preguntas. La educación religiosa en el
Opus Dei es adoctrinamiento.
Luego se me asignó un director espiritual nuevo. Cuando
le hablaba de lo que me preocupaba profundamente, no recibía
ningún consejo útil. Crease o no, solía
soltar una carcajada como respuesta. La carcajada significaba
algo como ¿Por qué te inventas problemas?
En gran medida era su manera de escapar de mí; su proceder
era poco inteligente y de ninguna ayuda en absoluto. Debido
a la dirección espiritual deficiente, muchos asuntos
internos relativos a mis experiencias espirituales permanecieron
sin resolución, complicándose todavía
más.
Perdí la fe in mi director espiritual. Tres años
más tarde me marché.
El sistema del Opus Dei está lleno de contradicciones.
La gota que colmó el vaso fue cuando el director dijo
que todas mis cosas pertenecían al Opus Dei. Esta afirmación
no era consistente con lo que me habían dicho seis
años antes: que éramos personas laicas, dueñas
de nuestra propiedad privada, que no había nada como
propiedad común porque los miembros del Opus Dei no
eran religiosos.
Por aquel entonces, no podía pensar claro debido al
lavado de cerebro que me habían hecho. Lo que había
aprendido en el Opus Dei era ilógico e inconsistente
respecto a mi conocimiento de la fe católica, y mi
propio instinto espiritual. Me encontraba en un estado de
disonancia cognoscitiva severo.
Mis planes para terminar la carrera de medicina y ser monje
se hicieron añicos. Era extremadamente infeliz y lo
fui por muchísimos años. Nunca llegué
a ser médico ni monje.
Yo tenía que entender por qué había
tenido una experiencia tan mala en el Opus Dei. Estoy convencido
que el motivo fundamental es que el sistema es defectuoso.
Creo que lo que hay que criticar es el sistema, y mis críticas
van paralelas con lo que otros antiguos numerarios, especialmente
John Roche, han escrito.
Esencialmente, muchos aspectos de la manera de pensar en
el Opus Dei, su espíritu, son enfermizos. Hacen daño
a las personas. Yo creo que si hubiese tenido un director
espiritual experimentando y docto yo no hubiese tenido una
experiencia tan mala.
El adoctrinamiento en el espíritu del Opus Dei se
saca de la manga ciertas ideas peregrinas sobre la teología
y, sobre todo, convierte la espiritualidad en dogmas, simplemente
porque Josemaría Escrivá lo quiso. Por ejemplo,
Escrivá creía que la lucha por la santidad personal
o lo que el entendiese por ella- capacitaba para hacerse
cargo de la dirección espiritual de otras personas.
Permitía que numerarios muy jóvenes menores
de veinte años o con pocos años más-
se convirtiesen en directores espirituales, urgiéndoles
a madurar pronto de nuevo, su concepto de
madurez-. Creo, al contrario, que no se debería dejar
a niños y los numerarios a esta edad son niños
en lo que se refiere a dirección espiritual- que aconsejaran
a una persona que atraviesa experiencias místicas.
Se necesita un director espiritual con experiencia, maduro
de verdad en la vida interior.
A la edad de 21 años, se me impuso ser director espiritual.
Estaba muy angustiado por la responsabilidad. Acepté
el papel solamente por obediencia en aquel momento había
hecho un voto que tenía que cumplir-. Decidí
que todo lo que haría era contarar al consejo local
lo que me había dicho la persona a quien yo aconsejaba
la dirección espiritual era supervisada por un
grupo que consistía del sacerdote, el director del
centro, y algunas veces, de otro miembro del consejo local-
y luego comunicar su consejo a mi dirigido. Dile que
ejercite la fortaleza, decía el sacerdote. Y
yo le decía a mi dirigido: Tienes que ejercitar
la fortaleza. Pero la verdad es que yo no tenía
ninguna idea de lo que pasaba.
Añadiría que los sacerdotes del Opus Dei son
productos de la endogamia intelectual y a menudo les falta
el conocimiento, la amplitud y la profundidad para ser buenos
directores espirituales. De nuevo, me baso en mi propia experiencia.
La preparación de los sacerdotes del Opus Dei es inadecuada
porque es limitada. Y no hay razón que justifique la
preparación tan limitada de los sacerdotes del Opus
Dei porque el Opus Dei tiene los recursos para prepararlos
muy bien.
Permítanme darles un ejemplo. En un momento dado,
le pregunté al sacerdote del Opus Dei la razón
por la cual yo había tenido una visión de Escrivá
en la sala, muchos años después de que el hubiera
muerto. El sacerdote me dijo, Dios te envía la
visión para fortalecerte. Pero aquello no sonaba
bien. No parecía cierto. Años más tarde,
cuando había salido del Opus Dei, le pregunté
a un sacerdote secular acerca de esta experiencia, y me contestó,
Las visiones pueden venir de Dios o del diablo.
Luego repitió el consejo de San Juan de la Cruz de
tratar las experiencias místicas como rescoldos
luminosos, diciendo, Siente el calor pero no los
tomes en tus manos. ¡Ah!
El sacerdote del Opus Dei está entrenado para pensar
linealmente y con parámetros premeditados y no está
suficientemente familiarizado con las tradiciones de la espiritualidad
católica -que están fuera del ámbito
del espíritu del Opus Dei-.
Y así Escrivá permitía que niños
o sacerdotes, con preparación inadecuada, dirigiesen
almas que necesitaban verdadera ayuda por estar pasando por
duras situaciones interiores.
Creo que mi experiencia espantosa con la dirección
espiritual en el Opus Dei no habría ocurrido si se
hubiesen seguido los siguientes sabios principios de dirección
espiritual:
-Se debe motivar al dirigido a usar la razón.
-Se le debe motivar a seguir su conciencia. Se le debe motivar
a usar el discernimiento.
-Se le debe dar la oportunidad de buscar la verdad por sí
mismo, lo que significa no imponer censura y dar libertad
para consultar a otros sacerdotes y guías espirituales,
sin inculcarle el sentimiento de culpa.
-Se le debe motivar a tomar decisiones consciente e independientemente,
aceptando toda la responsabilidad de sus decisiones. La
obediencia ciega produce ciegos.
-Se le debe motivar a desarrollarse y crecer como un ser
humano normal y no vivir en el ambiente artificial del Opus
Dei que ha sido llamado invernadero.
El tema de la censura de información y libertad de
elección en la dirección espiritual es muy importante.
Al Opus Dei le encanta afirmar que cada uno de sus miembros
es libre, libre de venir, ir, salir, etcétera. ¿Por
qué esa repetición machacona? Porque la carencia
de libertad individual sobresale en el testimonio de antiguos
miembros.
¿Cómo puede existir libertad cuando Escrivá
denigraba el uso de la razón y de la conciencia al
practicar la obediencia que, por cierto, en el Opus realmente
se deriva, no de alguna influencia de la espiritualidad laica
sino más bien, de la tradición centenaria de
la espiritualidad de los religiosos? La misma observación
ha sido hecha por James Martin, S. J., Michael
Walsh, y otros.
¿Cómo puede un socio ejercer verdaderamente
la libertad si sus opciones son limitadas? El Opus Dei limita
las opciones de los miembros identificando el libre acceso
a la información como un pecado mortal; la consulta
con el clero que no pertenece al Opus Dei como una influencia
directa del diablo, y el alejarse del Opus Dei como un viaje
al infierno. Nadie que que confíe en los sacerdotes
del Opus Dei, querría cometer un pecado mortal, jugar
con el diablo, o lanzarse al infierno. Consecuentemente, las
opciones que presenta el Opus Dei a sus miembros, apropiándose
indebidamente del nombre de Dios, no son ninguna opción.
Un hombre impedido es libre, aunque no pueda caminar. Es
más significativo, entonces, hablar de restricciones
en el ejercicio de la libertad, no de la libertad en sentido
absoluto.
El problema esencial en el Opus Dei, tal como lo comenté
antes, es que la institución presenta su particular
y peculiar opinión como un dogma. Las opiniones del
Opus Dei son más bien las ideas estrechas de Escrivá.
María del Carmen Tapia en Tras
el Umbral (1998) expresa esta forma de pensar muy
bien: No se permitía ninguna opinión distinta
(a la de Escrivá). El diálogo no existe en el
Opus Dei. La gente hace las cosas porque se hacen de
esa forma. De esa forma significa que todo
se realiza de acuerdo a las instrucciones enviadas por el
Padre. Nadie con buen espíritu se atreve
a desviarse una fracción de un milímetro cuando
el Padre da una sugerencia
porque Dios quiere
que las cosas sean de esa forma.
Esta manera de pensar hace a Escrivá más infalible
que al papa. En broma se afirma que el Opus Dei es más
católico que el papa.
A mí no me importa que Escrivá sea un santo
está equivocado, al igual que muchos otros santos
ilustres de la historia de la Iglesia, como San Juan Crisóstomo,
San Agustín de Hipona, Santo Tomás de Aquino,
o San Alfonso de Ligurio. Podemos añadir a Santa Gertrudis
la Grande a esta lista que es predominantemente masculina.
No es una sorpresa para aquellos que están familiarizados
con la historia de la Iglesia Católica.
Para clarificar este punto, permítanme citar a San
Agustín en relación a su teología de
la esclavitud, que la Iglesia condenó por siglos. En
Ideas of Slavery from Aristotle Agustine (1996)
de Peter Garnsey, se cita a San Agustín: La condición
de esclavitud es impuesta justamente en el pecador
La
causa primordial de esclavitud, entonces, es el pecado, por
eso el hombre fue puesto bajo un estado de atadura; y esto
puede ser únicamente por un juicio de Dios, quien no
se equivoca, y quien sabe cómo asignar castigos profundos
a los merecimientos de los pecadores. En otras palabras,
si alguien es un esclavo, Dios lo está castigando justamente,
y por ende debe vivir con su castigo.
Las enseñanzas de la Iglesia sobre la esclavitud son
consideradas el ejemplo clásico de cómo se demostró
como falso el magisterio infalible. Dieciséis siglos
después de San Agustín, el Segundo Concilio
Vaticano, la Constitución Pastoral en la Iglesia en
el Mundo Moderno (1965), declaró: Cualquier cosa
que viole la integridad de la persona humana, ya sea en forma
de mutilación, tortura infligida en el cuerpo o la
mente, intentos de forzar la voluntad misma, cualquier insulto
a la dignidad humana, tal como condiciones de vida infrahumanas,
prisión arbitraria, deportación, esclavitud,
prostitución, y la venta de mujeres y niños
todas estas cosas y otras como ellas son infames
Las
instituciones humanas
deberían ser defensoras
de cualquier esclavitud política o social y guardianes
de los derechos básicos bajo cualquier clase de gobierno.
Esta postura activa es muy diferente del perdón pasivo
de siglos anteriores.
Las opiniones teológicas que son cuestionables o definitivamente
equivocadas pueden ser encontradas en los escritos de los
otros santos que yo mencioné. Aquellos hombres, por
cierto, son Doctores de la Iglesia, el título que el
Opus Dei desearía que la Iglesia otorgara a Escrivá.
La estrategia del Opus Dei, en su lucha por legitimar las
ideas de Escrivá, es evidente. El razonamiento viene
a ser: Escrivá es un santo y doctor de la Iglesia,
por ello no puede equivocarse. De ahí que el
argumento es falso porque asume una regla que es considerada
falsa por excepción.
Santa Gertrudis la Grande era una mística, tal como
lo era Escrivá. Ella cuenta muchas revelaciones privadas,
de las cuales el ejemplo siguiente, recogido en Revelations
and Visions (1998) por Agustín Poulain, S. J.,
puede difícilmente ser considerado verdadero: Santa
Gertrudis relata que un domingo de Pascua, Nuestro Señor
le dijo, refiriéndose al Aleluia: Observa que
todas las vocales, excepto la o, que significa
dolor, se encuentra en esta palabra; y que, en lugar de la
o, se repite la a dos veces.
¡Cuán extraño sería creer que Jesús
desease establecer una asociación obligatoria entre
una vocal y una emoción!
Yo creo que los errores de Escrivá, que son el origen
del prejuicio a muchos católicos devotos, deberían
ser reconocidos por lo que realmente son opiniones parciales
y hasta equivocadas-. Sus ideas han sido institucionalizadas,
para detrimento de muchos. Pienso que muchas de las ideas
de Escrivá deberían estar sujetas a un examen
crítico y algunas de ellas descartadas.
Una revisión crítica sería de hecho
posible si los escritos completos de Escrivá no estuviesen
siempre bajo llave en los gabinetes del Opus Dei. Algunos
miembros han testificado que algunos de sus escritos han sido
quemados, escondidos para siempre al mundo como el cuerpo
de San Maximiliano Koibe
o los fragmentos del cráneo
de Hitler.
En 1996, Kenneth Woodward, de Newsweek comentó
acerca de los escritos de Escrivá: Está
el asunto de la banalidad de sus escritos, especialmente sus
axiomas. No es un material, creo yo, para construir una comunidad
espiritual. Cuando la anécdota de Escrivá
sobre el niño que se mete el dedo en la nariz se incorpora
en la lectura espiritual, es cuando constatamos que Woodward
ha acertado.
Alguien me preguntó por esa anécdota, así
que me extenderé en ella. La anécdota aparece
en una serie de documentos internos que fueron preparados
para lectura espiritual, cuya fuente principal es Crónica.
Fueron fotocopiados, insertados en hojas plásticas
transparentes, y luego encuadernados con cierres de aluminio.
A los numerarios se nos dijo que usásemos estos documentos
como tema de nuestra oración. Parece que fue para evitar
el deterioro de las copias de Crónica que
se recogió su sabiduría destilada en esos volúmenes
encuadernados.
Escrivá cuenta que un muchacho que se metía
el dedo en la nariz, su madre dice: ¡Oh, va a
ser explorador! Se supone que esta historia ilustra
el amor de la madre por el muchacho, y cómo ella matiza
su acción. Escrivá usa la historia como metáfora
religiosa, ilustrando, yo creo, cómo Dios se relaciona
con sus hijos. Aquellos que están familiarizados con
el carácter de Escrivá no se sorprenderán
por la evidente crudeza.
Quiero insistir que mucho de lo que se ha revelado de Crónica
es bastante viejo. Data de los años cincuenta y sesenta
y la fuente debe de ser John Roche, que parece ser el único
ex-numerario que logró sacar copias de esta publicación.
Basado en mi lectura de los volúmenes encuadernados
que describí antes, puedo decir que hay cantidad de
cosas rechazables en Crónica, que no han
visto la luz pública. Es desafortunado que esas ideas
se identifiquen con la mente de Dios.
Creo que soy un ejemplo de cómo alguien con buenas
intenciones termina siendo maleado y dañado por un
sistema religioso opresivo. Por sus frutos los conoceréis.
(Mateo 7:16) Vemos los frutos: la gran cantidad de gente que
se queja de las mismas cosas sobre el Opus Dei.
Posdata. Este relato es anónimo porque hablo de algunas
de mis experiencias espirituales, que son necesarias para
dar coherencia al relato. Los santos y escritores espirituales
en la tradición católica nos desaconsejan hablar
en público de tales experiencias. A veces citan las
palabras de Jesús: No deis las cosas santas a
perros, ni arrojéis vuestras perlas a los puercos,
no sea que las pisoteen y revolviéndose os destrocen.
(Mateo 7:6) Yo he decidido seguir este consejo con el propósito
de escribir en beneficio propio y ajeno. ODAN
conoce mi identidad.
* * * * *
(Para profundizar sobre cómo se lleva a cabo la
dirección espiritual en el Opus Dei, os recomendamos
que leaís el demoledor
documento escrito por un sacerdote numerario de la Obra,
Antonio Ruíz
Retegui, el cual iba a acompañar a su carta de
dimisión. Murió prematuramente de un derrame
cerebral y el documento fue recuperado por sus amigos.)
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