Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

El Opus Dei: Anexo a una historia
Anexo a una historia
Autora: María Angustias Moreno
Índice
1. Introducción
2. Explicación al título
3. Causas y razones
4. Los que siguen
5. Los que se van
6. Con los que se van
7. Gobierno
8. Ante la Iglesia
9. Filiación al Padre (monseñor Escrivá)
10. Algunas cosas más
11. Fraternidad
12. Secularidad
13. Discreción
14. Unidad
15. Pureza
16. Obediencia
17. Lo pequeño
18. Pobreza
19. Apostolado
20. Alegría
21. Comentario final
22. Apéndice
23. ¿Tuvieron miedo?
24. Tanto tiempo ¿por qué?
25. ¿Cuál es la fuerza que mantiene a tantos?
26. Dicen que son libres
27. A los hechos me remito
FIN DEL LIBRO
 
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LIBRO: EL OPUS DEI - ANEXO A UNA HISTORIA

AUTORA: María Angustias Moreno

TANTO TIEMPO ¿POR QUÉ?

 

¿Cómo después de tanto tiempo? ¿Por qué si aguanté 14 años, dejarlo después? Hay quien es esto lo que no entiende.

Se trata sin embargo de que no es "después de", sino "a lo largo de". De una manera reflexiva, ponderada, seria. Y se trata sobre todo de que, dado el tipo de organización de la Obra en sí, una se encuentra como ante una especie de puzzle; todo está perfectamente estudiado, determinado, y tan controlado, que cada uno participa sólo de un "pedacito"; de una partecita incompleta, reducida y aislada, en la cual las interrogantes tienen siempre una "posible explicación".., abstracta, y que nunca llega.

Se trata de que a muchas de las argumentaciones expuestas a la solicitud de diálogo o razonamientos nos han propuesto "esperar", "son cosas de primeros tiempos, anomalías que se superan, circunstancias especiales y subsanables propias únicamente de los comienzos". Anomalías y circunstancias que sin embargo, en vez de entrar en vías de superación, han ido avanzando, avasallando y ganando terreno. Pero, en la Obra, "razonar" es falta de fe; razonar o pedir que las cosas sean razonables es infidelidad al Padre, y él representa a Dios. Nos han contado muchas cosas de muy distintas maneras a como eran realmente; se nos ha sugestionado y acaparado la atención con sutiles "maravillas" para no dejarnos ver realidades muy duras y contradictorias, ante las que lógicamente hubiéramos reaccionado de conocerlas. Lo hubiéramos hecho mucho antes, pero te llegan a convencer de que lo que ves deformado es únicamente la consecuencia de tu deformación personal.

En la Obra, además, está prohibido, es de mal espíritu, actuar en conciencia, porque esa conciencia personal es mala consejera; la única conciencia válida en la Obra es la del Padre, o la del director que actúa en su nombre.

¿Acaso no es comprensible que, contando con todo esto, y precisamente porque no se trata de arrebatos personales, haga falta tiempo, mucho tiempo, para poder entrever el terreno que pisas, para poder deshacerte de tanto perjuicio y atadura, para poder llamar a las cosas por su nombre?

Aunque hay más, hay algo que es fundamental, y que me atrevería a decir que es y sigue siendo la gran fuerza, la mayor fuerza, del Opus Dei. La fuerza precisamente de la enorme buena voluntad de una parte importante de sus miembros. Una buena voluntad que lleva a creer en la buena voluntad de los demás, que impide creer en la manipulación por indigna y repulsiva, que se niega a aceptar aquello que no cree bueno... Hasta que la evidencia se impone, con toda su crueldad. Y se impone para algunos, sólo para unos pocos, determinándolos en la necesidad de su dimisión; para otros, quizá bastantes más, abocándolos a una situación de desequilibrio, de desconcierto, de apatía... o lo que es igual, de incapacidad para llegar a tomar una decisión consecuente y clara.

Los hay para los que no se impone nunca porque son la gran masa anodina que les da todo igual, y que les daría en muchos otros sitios. O para los que aun imponiéndose se sirven de ello y "les vale", les sitúa. Dentro de los primeros los hay que no acaban de poder superar la tergiversación del "holocausto" que en ello les han radicado.

¿Por qué tanto tiempo?, por esto, por todo esto. En el mejor de los casos por el afán de aportar toda la lucha y la entrega personal a una solución.., realmente desinformada.

Que en la Obra se dice una cosa por otra es algo, hoy por hoy, evidente; lo evidencian el testimonio escrito de las personas que empiezan a atreverse a manifestarse. Ahora expuesto por una mujer médico, que fue numeraria durante 15 años .y que dejó de serlo el año 1956. Ella duda incluso de que todo el espíritu del Opus Dei sea cristiano, "tú lo crees salvable", me dice. Ella disiente en esto de mi libro y va narrando sus argumentos.


Querida M. Angustias:
He leído tu libro, al que considero un testimonio de inapreciable valor por su veracidad, rectitud de intención, delicadeza y elegancia y en el que se transparenta tu profundo sentido religioso y eclesial. Sólo habiendo vivido en la Obra, podemos corroborar tu exposición. Yo entré en 1941 y permanecí 15 años.

Mi fundamental motivo al escribirte, es que disiento contigo en algo esencial: para ti el Opus Dei es salvable, tú crees que si se viviera lo que se predica, sí sería un ideal de santidad. Te comprendo, pues el lavado de cerebro a que se es sometido, le hace a uno considerar como válidos conceptos que se desmoronan ante una serena crítica. Fíjate hasta qué punto yo fui víctima de esa situación, que después de haberme salido con el deseo de vivir una pobreza más evangélica, intenté ser supernumeraria con la creencia de que no tendría colisión entre mi conciencia y la enseñanza de la Obra.

Tengo mis dudas de que todo el espíritu del Opus Dei sea cristiano. Una de las ideas fundamentales es "llevar a Cristo a la cumbre de toda actividad humana", y para esto se consiguen en escalada los puestos importantes y claves. Es decir, la posibilidad de evangelizar se concatena al prestigio humano.

En el Opus Dei cada uno tiene que permanecer en la clase social de la que procede y se ve como normal que unos vivan con lujo y otros muy pobremente. La situación es totalmente clasista. Y cito una frecuente frase de Monseñor Escrivá: "Las sirvientas sólo pueden ser sirvientas, si no serían catedráticas." ¿Qué fundamento evangélico tiene esto?

El afán de poder, ya lo he esbozado. Repito mi anterior pregunta.

La pobreza evangélica se sitúa en la inca de servicio desinteresado, gratuidad, disponibilidad, compartir lo que se tiene. La pobreza del Opus Dei es legalista, de no disponibilidad (me llamaron un día la atención por haber dado sangre sin previo permiso a un paciente que la necesitaba), no se puede dar una limosna y aunque sobre abundante comida, no puedes decir a un pobre que pase a comer. ¿Qué relación tiene esto con la parábola del juicio final: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed.., etc., en la que Jesús se identifica con el pobre? "El apostolado de no dar." En contraste de ese no dar, se puede ver sobre todo en Roma la acumulación de riquezas: mármoles, cálices, peluconas, esmeraldas, brillantes, con un largo etc., muchas de estas cosas hechas como obsequio al "Padre". Si no existe gratuidad material, tampoco de otro orden. Yo he visto cómo se utiliza a las personas. Se valora el tener, no el ser.

La soberbia colectiva de creerse los mejores, los auténticamente en línea de salvación, dudando de que los que han abandonado la Obra puedan ser acogidos por Dios ¿es acaso evangélico?

La caridad que se vive en exclusividad con los que pertenecen a la Obra ¿puede ostentar este título? Tú sabes mucho de esto, al ver cómo has sido tratada después de salirte y principalmente cuando tu testimonio ha visto la luz. No se tiene inconveniente en decir cosas no verdaderas en desprestigio de las personas que se estiman peligrosas para la Obra. Con las personas que no simpatizan con la obra o no le son útiles, queda uno automáticamente desvinculado.

No voy a analizar ni el proselitismo, ni los iracundos enfados del "Padre" por una menor exquisitez en la limpieza o en la comida, ni las faltas de verdad, ni la coacción a la que se somete a muchas personas con un régimen estrictamente dictatorial, ni la marginación de que es objeto la Jerarquía de la Iglesia, ni la falta total de colaboración con los movimientos apostólicos, ni la no cooperación de los sacerdotes del Opus con los Ordinarios del lugar y los demás sacerdotes de la diócesis, a menos que el Obispo sea simpatizante, ni las críticas a la Iglesia, pues somos humanos y todos cometernos errores. Tampoco reflexiono sobre la justificación de los medios para conseguir lo que se hubiese propuesto (sacar dinero para hacer las obras de Roma, etc.), ni el miedo que la gente tenía al "Padre", ni el miedo que siguen teniendo muchos de los que hoy están fuera por posibles represalias, etc., etc.

¿Puede Dios inspirar a alguien una obra que no esté totalmente de acuerdo con lo que Jesús de Nazaret nos ha transmitido?

¿Es que no hay valores cristianos en el Opus Dci? Sí, los hay como el profundo sentido de filiación divina, el deseo de una entrega total a Dios, que lleva a renunciar aun a lo más amado. Es de justicia resaltar que mucha parte de sus asociados son ejemplo de entrega, abnegación y rectitud de intención.

Quizá preferías que corroborase tu libro con anécdotas vividas por mí, si quieres lo puedo hacer, pero me ha parecido más importante el ir a las raíces.

No sigo pues se haría demasiado largo. Te abraza fuerte y sabes está a tu disposición,

(M. J. H. Médico. Madrid.)

Anécdotas podrían ser, entre otras y en general, la de que en la Obra la admisión o la dimisión de cualquier socio debe pedirse por escrito; pero la contestación por parte de los directores sólo te llega de palabra. Ellos ante una dimisión (con toda su envergadura por no decir su problemática) pueden contestar, por ejemplo (como más de una me ha comentado), haciéndose los encontradizos con la interesada, como de paso, y como quien dice buenos días, diciéndole: "Mira, aquello ya lo tienes concedido." Sin embargo, algunas, más listas, que han sabido captar las implicaciones jurídicas que esto dejaba en el aire (quizá porque a ellas mismas las han hecho actuar en no pocas dificultosas actuaciones), muy a pesar de los deseos de la Obra, han teñido que llegar a solicitar la confirmación escrita de la Santa Sede, o por medio de acta notarial, porque cuando la pidieron a los directores de la Obra éstos les dijeron "que no era costumbre".

Informes sobre la muerte de personas de la Obra, escritos con verdadera sinceridad y objetividad por la persona que directamente había intervenido en tales casos, han tenido que ser "revisados" por las directoras mayores, para que pudieran quedar más sobrenaturales.

Cuando una directora de una casa, tremendamente agotada por su dedicación a los encargos de la Obra, y a causa de un accidente en una administración (casa que sirve a la residencia), tuvo que ser internada y operada en una clínica, y a pesar de llevar años, bastantes años, en la Obra, la factura de tales gastos se la pasaron a sus padres, incluso sin advertírselo a ella.

"Anécdota" puede seguir siendo "el canje" de un buen montón de millones de pesetas en valores, patrimonio de una numeraria (que quería, y podía, conservarlo a su nombre, cediendo a la Obra todo el usufructo), por acciones de otra titularidad que "convenían más a las necesidades de la institución"; para lo cual, requerida por una necesidad de buen espíritu, esta numeraria debió firmar el vendí de los primeros, convencida de que la compra consiguiente sería a la vez, pero le dijeron al terminar de firmar que para esto segundo ya la avisarían, que no habían llegado los otros valores; pasaron los meses, pasaron años, y pasaron las delicadas reclamaciones de la interesada a sus directoras, pero sólo fue posible llegar a una larga, problemática, increíble, desatendida negativa por parte de la Obra. Sencillamente porque esta persona, la numeraria, debía "confiar" en que sólo los directores deciden lo mejor.

Anécdotas de Bancos, de empresas, de prensa, de colegio... ya irán saliendo. Porque no tiene por qué ser sino la lógica facilidad que para tantos procedimientos de éstos se deduce del hecho de contar (en la Obra) con tanto directivo, interventores de comercio, juristas, profesores... llenos de fidelidad y solicitud por la institución.

Durante esta temporada, que por la publicación dc mi libro he tenido ocasión de recibir testimonios muy directos y significativos sobre lo que es el Opus, me han abierto los ojos. Sí, ahora conozco muchas cosas más a fondo y con más datos concretos. Ahora no puedo ya quedarme en una opinión "comprensiva" sobre lo que podíamos denominar el sistema de la Obra. No puedo tampoco valorar el significado de su fundación como lo hacía antes.

Dicen que me he quedado corta y es verdad. Otros saben y pueden aportar un testimonio mucho mayor que el mío. Pero no porque me haya propuesto tirar la piedra y esconder la mano (como alguna revista ha comentado) sino porque el terna es lo suficientemente complejo como para necesitar de más de una aportación para llegar a un esclarecimiento adecuado.

Indudablemente mi visión de la Obra ahora, al ser más completa, de una perspectiva mucho más profunda e informada (por esos otros que la han vivido más que yo), no puede ser de pensar en ella con la positiva confianza que quizá lo he hecho antes. Mi aportación no obstante no puede ser sino la misma, tengo que mantener un mismo testimonio porque es el mío. Aunque he llegado a creer con M. Jesús que hay muchas cosas en ella (en la Obra). poco salvables, poco arreglables; porque el arreglo tendría que ser tal que ya no sería salvar, sino hacer otra cosa distinta.

Sin embargo yo sigo pensando que hay en la Obra dos cosas por las que vale la pena abogar, luchar y aportar lo necesario en su defensa, y que son: que es buena la idea de que en medio del mundo se puede ser santo y hacer apostolado; y que es importante sacar de su engaño a tanta gente de buena voluntad que no acaba de tener elementos de juicio suficientes para que su entrega y su generosidad no sean manipuladas, para que su capacidad de bien se libere y se ejercite sin condicionamientos.

Cuando M. Jesús dice que le parece mal lo de poner a Cristo en la cumbre de las actividades humanas, yo entiendo que aunque no es cristiano la ambición por la ambición, sí puede serlo el saber estar en esos puestos con responsabilidad y exigencia de cristianos.

Cuando M. Jesús desdice de la pobreza de la Obra, yo he pensado también en algún caso concreto, como por ejemplo el de una madre con 8 hijos, que su marido está enfermo (tumor cerebral), la echan de la casa porque no paga, no tiene ni para comer, y te pide que le eches una mano.., tu puedes coger parte de tu sueldo y dárselo, tú. puedes privarte de lo que sea y entregarle lo que con ello te ahorres, pero ¿qué pasa si uno de estos casos llama a la puerta de una de las casas de la Obra? Sí, todos sabemos lo que pasa; pasa que ellos conciben que ésta no es su misión. Pero es que resulta que esto es misión de todos. Esto sí que es condición "sine qua non" de ser cristianos; y el cristiano necesariamente ha de exigirse en beneficio de los que tienen menos, hay que estar a las necesidades de los demás; y si se vive la pobreza hay que vivirla para eso; y hay que aportar a la vida, en cuanto institución cristiana, mucho más, algo tan vital como el afán de que lo que a unos les sobra vaya a paliar lo que otros no tienen. Cristianamente, estoy de acuerdo con María Jesús, no entiendo, no acabo de entender el horizonte del planteamiento de pobreza que la Obra practica.

¿Se puede cristianamente reducir el apostolado al proselitismo? No. Indudablemente tampoco. Hay que hacerse todo para todos, y esto no es compatible con hacerse todo sólo para aquello que "nos puede servir" (Camino, 805 y 809); dice Escrivá que quién no tiene hambre de perpetuar su apostolado; y yo me pregunto ¿el apostolado de quién? O hacemos el apostolado de Cristo, o lo que estaremos haciendo, como decía A. V. en su carta, lo que se haga no será un Opus Dei, sino un Opus Pater.

Hacer apostolado es transmitir el mensaje de Cristo, pero no determinar, encasillar en un solo estilo la manera de hacer vida personal su mensaje.

"No hablas en tu libro casi nada del tema proselitismo"; me decía un ex supernumerario, después de agradecerme la publicación de éste y de comentarme lo que le había gustado. Le confesé que tenía razón; quizá por lo mismo que antes argumentaba, quizá porque me he movido en un terreno de experiencias más hacia trabajos internos que externos. Pero tiene razón. Él me contaba: "Lo que están haciendo con mi hijo es un auténtico secuestro, un secuestro mental, que para mí es peor que el físico; a chicos de 17 y 18 años les inculcan que sus padres (si no son forofos de la Obra) son un estorbo para su vocación, son un obstáculo a la voluntad de Dios, los alejan de ellos, y los someten a la dirección de cualquier director (puede ser otro chaval de su edad) de alguna casa de la Obra, anulando con ello la propia autoridad paterna que se deriva del cuarto mandamiento."

Este mismo padre, al que yo no conocía de nada, me escribía, junto con su mujer, diciéndome:


Muy señora nuestra:
Hemos leído su libro "El Opus Dei. Anexo a una historia", y su contenido nos ha servido de mucho, porque ha venido a confirmar lo que pensamos sobre la formación, o más bien deformación, que está recibiendo nuestro hijo, menor de edad, y que ya es socio del Opus Dei.

Tenemos sobradas razones para pensar que lo han mentalizado de tal manera que, un chico cariñoso, sociable, normal y centrado, está haciéndose una máquina, un robot que no puede pensar por sí mismo, porque sólo puede hacer aquello para lo que está programado.

Nosotros fuimos supernumerarios, y porque creímos que se trataba de una asociación buena, donde nuestro hijo podría recibir una sólida formación cristiana, procuramos que asistiera a retiros y convivencias programados por dicha Obra, no escatimando esfuerzo para ello y haciendo verdaderos sacrificios de toda índole.

Ha pasado el tiempo y ahora vemos con gran pena que no ha sido así, que una cosa es lo que se predica y otra, muy distinta, la que se vive y se enseña, porque ¿puede ser Obra de Dios una asociación donde la caridad no se vive, la alegría es impuesta, se miente con frecuencia, la tan proclamada libertad no existe, y el cuarto mandamiento se suprime por las buenas?

Las primeras señales contradictorias que observamos en él fueron a raíz de haber asistido al primer curso interno de verano de dos meses de duración, porque hasta entonces su comportamiento había sido normal. Al terminar dicho curso nos dijo, entre otras cosas, que fuéramos haciéndonos a la idea de que ya no le veríamos en varios años. Al notar este cambio tan brusco y verle adoptar una actitud tan rara, hasta el punto de no querer saber nada de su familia, ni de sus amigos, de que el que viniera algún día por nuestra casa era algo dificilísimo, empezamos a preguntar a personas del Opus Dei que ostentaban algún cargo, y cuál no sería nuestra sorpresa y nuestro disgusto al comprobar que entre ellos mismos se contradecían y se desmentían, hemos tenido que soportar verdades a medias, mentiras, y hasta "malos tratos".

Podemos decirle que han mentalizado de tal manera a nuestro hijo que las veces que viene a vernos (generalmente cuando necesita algo) está en nuestra casa, pero no convive. Lo notamos ausente, receloso, pensando siempre lo que ha de responder. Sabemos que leen sus cartas y las nuestras, chicos que están igualmente mentalizados.

Al leer nuestra carta podrá usted pensar que hay en nosotros soberbia o egoísmo propios de unos padres que ven cómo pierden a su hijo. Podemos asegurarle que no es este nuestro caso. Somos un matrimonio cristiano, practicante y siempre hemos procurado dar a nuestros hijos una buena formación cristiana, enseñándoles a amar a Dios y al prójimo, y siempre hubiera sido para nosotros motivo (le alegría que Dios les concediera vocación sacerdotal, aun sabiendo lo que ello lleva consigo de sacrificio también para nosotros, lo hubiésemos aceptado gustosos. Sabíamos que ello supondría venir a vernos con menos frecuencia de lo normal, pero lo hubiéramos comprendido perfectamente. Ahora bien, lo que no podemos aceptar es que lo hayan enfrentado a sus padres y a su familia, el que le hayan inculcado que la casa de sus padres (un hogar cristiano) es un peligro para su "vocación"; a lo que nosotros nos preguntamos ¿vocación a qué? En definitiva, lo que no aceptamos es que esté manejado, porque esto no puede ser del agrado de Dios.

Ahora nos preocupa qué pasará cuando se dé cuenta, si es que algún día le dejan ver claro, ya que ha tomado un camino sin verdadera libertad, pero por otra parte, como gracias a Dios tenemos fe, a Él le pedimos que cuando llegue ese momento las enseñanzas que le inculcamos le hagan reaccionar cristianamente.

En cuanto a su libro admiramos su valentía al escribirlo, pero más alabamos la rectitud de intención que le ha guiado al querer dar a conocer tantos errores como en el Opus se cometen para que en realidad llegue a ser Opus Dei, porque al igual que usted creemos que podría hacer mucho bien si se viviera lo que se predica. Pensamos que si Dios ha permitido que su libro salga a la luz, es porque va a hacer bien a muchas personas e incluso al propio Opus Dei, ya que dentro de esta misma asociación hay socios disconformes con sus métodos, y su libro podría servir para iniciar una rectificación, para la que nunca es tarde.

Esperamos y deseamos que su libro sirva para que muchos padres, al estar enterados de lo que realmente ocurre en el Opus Dei, no se dejen sorprender en su buena fe, como nos ha ocurrido a nosotros.

Reciba por tanto nuestra felicitación y nuestro agradecimiento, porque como le decíamos al principio, su libro nos ha servido mucho.

(J. de C. M. y M. D. F. La Línea de la Concepción.)


Hablando en otra ocasión más ampliamente sobre el tema, me seguía diciendo: "A mi hijo le dijeron "que tenía vocación", se lo inculcaron, lo mentalizaron, y cuando yo intenté conseguir de "sus directores" que le dejaran tranquilo, al menos hasta que terminara la carrera, hasta que tuviera 22 años sólo, lo suficiente para que pudiera elegir libremente, me contestaron que si yo era tan ingenuo como para creer que a los 22 años se puede ya mentalizar a alguien."

Luego, cuando pasan los años, ya no es fácil reaccionar. Y no lo es porque en el Opus Dei se acostumbra uno a llamar virtudes humanas a despreciar, a ignorar a los demás por el simple hecho de no pensar como los de .la Obra; a decir una cosa por otra; a reducir toda la fe y todo el amor a la sola persona del fundador; a utilizar a tanta gente de buena voluntad negándole el derecho a razonar so pretexto de docilidad obediente; a condicionar toda acción consecuente a la voluntad de Dios con la única voluntad de los que ejercen como directores... En el Opus Dei está prohibido leer, dialogar, conocer... basta con seguir consignas.

Por eso, por todo eso, hace falta tiempo, mucho tiempo... y el tiempo se pasa largo...

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