DE CÓMO ENTRÉ
EN EL OPUS DEI
(y otras tribulaciones)
Autora: HALMA
6. SE ME CAE LA VENDA DE LOS OJOS
Ese fue el detonante.
No fue la ropa en sí: fue el descubrir que mi madre
llevaba razón. Que mis padres llevaban razón
desde el principio. Fue el descubrir que en la Obra me habían
contado una mentira tras otra y que me las había tragado
todas. Fue descubrir que habían estado jugando con
mi inocencia.
Así fue como empecé a verlo todo con recelo
y a pensar en cosas que me habían dicho mis padres
durante esos diez días: "hija, tu piensa que
lo que no da paz no es de Dios". "Si en algún
momento te falta paz interior es que eso no es para ti".
"Si no te da paz no es bueno para ti -aunque pueda
serlo para otros-"
Y se me cayó la venda. Y empecé a pensar. Y
empecé a ser crítica. Y me empezó a repugnar
la vida falsa y hueca que llevaba allí.
Me daba asco todo lo que se decía en las meditaciones,
charlas... me sonaba a falso.
Empecé a revelarme:
En la charla lloraba y lloraba y lloraba. No perdoné
a mi directora espiritual lo de la ropa: nadie estaba en posición
de meterse dentro de mí y saber si era apego insano.
Les debía bastar con mi palabra.
Lo que me dolió de verdad fue descubrir que en la
Obra sí te obligan y te coaccionan a hacer lo que no
quieres.
(Supongo que, con esa ropa, pagada por mis padres, tenían
pensado vestir a todas las del Colegio Mayor sin que yo rechistara,
siempre sumisa, callada, moldeable, siempre rindiendo mi entendimiento
ante sus explicaciones, siempre aceptando y asumiendo que,
lo que yo veía claramente "blanco",
fuera "negro" -o a la inversa-. Sencillamente
porque así me lo decían.)
Empecé a ver a mi directora espiritual de otra forma.
Ante mí había perdido toda credibilidad.
Le decía a mi directora al derecho y al revés,
en inglés, en portugués, en alemán, en
chino, en francés... que me quería ir, que no
tenía vocación, que eso no era para mí,
que no estaba a gusto...
Mientras, ella se quedaba ahí parada, mirándome
con ojos inexpresivos, viéndome sufrir, sin hacer nada,
sin una palabra de aliento, sin piedad -la misma frialdad,
glacial, que yo tuve con mis padres el día que me fui
de su casa-. Se limitaba a decirme que lo que necesitaba era
"unos días de descanso y un buen psiquiatra."
Yo le decía abiertamente que yo le importaba una mierda
(perdón por la expresión) a ella y a todo el
Opus Dei. Que no eran mi familia porque una buena familia
arropa, cobija y comprende a sus miembros siempre. Que todo
me sonaba a hueco, que nada tenía sentido...
Empecé a dejar de hacer aquello que me repugnaba:
duchas frías, cilicio, disciplinas... Por supuesto,
inmediatamente, dejé de hacer apostolado: ¿cómo
iba a traer a mis amigas a un sitio tan horrible?. Si no lo
quería para mí tampoco lo quería para
ellas.
Me dijeron que procurara "que no se me notara la
crisis", "que intentara hacer lo que hacían
todas" "que sonriera"...
Eso era todo lo que les preocupaba: Que las demás
no lo supieran. Mientras, me dejaban sufrir y sufrir, retorciéndome,
entre dudas y angustias que uno tiene que pasar para comprender.
Está claro cuánto les importaba yo.
Muchas veces urdía en mi mente un plan para escaparme,
claro, tenía que ser con lo puesto pues a la entrada
del colegio siempre había una cogiendo los nombres
de las que entraban o salían y a dónde iban.
Mi sufrimiento parecía ser indiferente a todas.
Como me mantenían en ascuas, en un estado anímico
deplorable durante días y semanas, como no me daban
su bendición para irme o para quedarme, como estuve
sola, abandonada, obviada durante largo tiempo, empecé
a dejar de usar "el vocabulario" del Opus
Dei. Mi psique me pedía utilizar mis propios términos.
Términos en los que se hacía patente el distanciamiento
que estaba experimentando hacia todo lo que fuera Opus Dei.
Así la Obra dejaba de ser algo mío:
"Escrivá de Balaguer" en vez de "Nuestro
Padre"
"Alvaro del Portillo" (ni siquiera era ya
"Don") en vez de "El Padre",
"en el Opus Dei", "del Opus Dei"...
en vez de "en casa", "de casa"...
Fue entonces que empezaron a sonar las alarmas entre las directoras:
ya no estaba dispuesta a seguir disimulando ante mis "hermanas".
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