¡QUIEN
ME HA VISTO Y QUIÉN ME VE!
Enviado por Satur. Primera entrega, el
13 de octubre de 2003;
la última, el 30 de enero de 2004
Esta serie de ¡Quién
me ha visto y quién me ve! trata de ser un aviso
a navegantes. Que nadie pueda decir al dejar la obra ¡ay,
por qué no me advirtieron de donde me iba a meter!.
Como la canción, cuando nos sucedan cosas parecidas
a las que aquí se relatan, podremos decir ¡¡¡Ya
lo sabíííííaaa, ya lo sabííííííaaaa!!!.
Cosas parecidas... o peores. (El autor)
1. -Entré en el Opus...
2. -Después de lo escrito...
3. -Cuentan...
4. -La mañana que dejé
la obra...
5. -Caminaba yo por la calle...
6. -Como relaté en mi entrega anterior..
7. -Me alegró sobremanera...
8. -Lo de "¡quién me
ha visto y quién me ve!...
9. -Una consecuencia de dejar la
Opus...
10. -El primer día que conocí
a la Piedra...
11. -Siempre me intrigó un punto
de Surco...
12. -El último
texto de nuestro teólogo...
13. -Bien, se llegó
el momento ya de separarnos... (y fin)
Entré en el opus a los
dieciséis años. Era un chico ingenuo, desenfadado,
divertido y no muy listo; a la falta de luces se le unía
una imaginación desbordada y una pereza cementosa.
O sea, de esos que el profe le dice a la madre es listo,
lo que pasa es que no se esfuerza. Pues de listo, nada:
una cabeza media, y un vaguete de tomo y lomo. Pero simpatiquillo.
¡Ay, qué recuerdos!. Me fui al centro de estudios.
La verdad es que si no llego a ser del opus dei mi vida hubiese
ido por derroteros muy chungos; ya me explicaré. Quizás
hubiese terminado la carrera, pero jamás hubiese accedido
a una vida cinco estrellas... ¡Jolines qué vida
me he pegado!, y ahora me arrepiento, pero es que no sabes
lo pobre que eres hasta que dejas de tener lo que poseías
de modo habitual, entonces te das cuenta y dices ¡¡¡mecachis
la maaaar, cómo he vivido!!!.
Hice una carrera de esas normalitas, de las de letras para
cortitos (ya saben, Historia, Pedagogía, Periodismo,
Psicología... una de esas). Al terminar la opus me
dio trabajo en un colegio de niños tipo A y, ¡hala!,
a pasármelo guapamente: mis clases, mis convivencias,
mis excursiones. Casas de primera, coches de padres de alumnos
de primera (los coches y los padres también),
ambientes divertidos, hight level. Fueron años estupendos:
Roma, Inglaterra, cursos anuales en media España (en
casas fantásticas, parajes de ensueño) esquí,
montaña,mar... la berza.
Después me enviaron a atender supernumerarios. Centros
de mayores, el rien de rien. Mi habitación con su cama
de matrimonio, con su mesa despacho, su baño completo,
su sillón con orejeras, mis libros, mi ordenador, mi
pequeño mundo secreto e incomunicable. Casas en las
mejores zonas de todas las ciudades que viví; un servicio
de la administración en plan Los Marquesos de
la Table Ronde": todo servido, todo planchadín,
la habitación limpina y recogida. Sala de estar chulimangui;
silencio, paz, recogimiento. Tus hermanos, con esos pactos
de silencio que se respetan: tu a tu bola y yo a la mía.
Buen rollete. Tertulias de la noche (por la tarde estaba en
el colegio) distinguidas y relajadas.
Atendías a tu grupo de supernumerarios en el círculo
semanal , una horita, recibías su charla cada quince
días (el que la hacía) y a vivir. Tus excursiones,
tus planes top ten, tus esquiadas... Atendías convivencias,
retiros y asistías a tu curso anual en lugares paradisíacos
que un modesto profesor como yo jamás hubiese podido
ir de no ser del opus (¡7000 pesetas diarias!): Castelldaura,
El Llendón (¡qué maravilla!), Valparaíso,
Solavieya, Can Nadal, La Solana, La Masada (conocida como
La Pasada), Molinoviejo, las del País Vasco, las Navarras...
¡¡¡Eso era vida!!!. Tu mountike bike, tu
piscinita, tu frontón, tus jardines, ¡qué
nivel!. Una maravilla. Y Dios contigo, en tu alma en gracia:
Soy tuyo, para ti nací, dime Jesús ¿qué
quieres de mi?. Y a la cena fría en la piscina, tu
peliculilla en el jardín, tus risas y tus canciones.
Gratias tibi, Deus, gratias tibi. En tus
manos abandono lo pasado, lo presente y lo futuro....
¡Qué tiempos!. Eso era vivir como un manguta.
¿Te molestaba alguien?, pues nada, sacabas el Rosario
y a pasear por el jardín, o por los nobles pasillos.
Rezar el Rosario en el opus es uno de los mejores métodos
para que nadie se meta contigo. ¿Se te acercaba el
brasa de turno?, sacabas el Rosario y, venga, a pasear.
Y ahora, después de 27 años dentro, y una vez
fuera, caigo en la cuenta. ¡¡¡Ayyyy, qué
desgraciado soy!!! Me casé con una chica de clase media,
tipo B; su familia tiene una casa en un pueblo de Guadalajara
que, bueno, ahora han descubierto la rueda y parece que el
neolítico ya avanza y se abre camino, aunque creo que
su lengua (es prerrománica) hace difícil que
arraiguen costumbres occidentales. Allí paso los veranos,
con mis cuñados y una tropa que desdice del lugar
y posición que ocupo. Que ocupaba. Vivo en la
calle Sub Comandante Marcos, nº 13- 23, escalera F, 7º
Y. Ya nada es igual; mire por donde mire, a mi alrededor todo
es miseria. Ni siquiera un sillón con orejeras. Tengo
un Ibiza que comparto con mi mujer, y no se me ocurre pedir
un coche a ningún pariente o amigo ni harto de vino.
Hago la compra los sábados; incluso me hago la cama
(¡quién me ha visto y quién me ve!). Si
llaman a la puerta tengo que abrir yo mismo, ¡el colmo!.
Si el charcos de mi cuñado me da la paliza no puedo
sacar el rosario y decir voy a rezar una parte.
Una de qué de lo qué, éh?
me contestaría. Una parte -, le
repetiría con angelical rostro. ¿Una parte?...
¿una parte de qué trozo?, ¿eh?.
Y yo, pues del Rosario. Y él, pegándose
con el índice en la sien, tú, qué
pasa, ¿estás bien, colega? ¿qué
te vas a rezar un Rosario ahora... ¿Se te aparece,
eh?.
Estoy fatal. Últimamente como en manga corta. Sí,
ya lo sé, pero me estoy abandonando. Y, lo que es peor,
nadie quiere escucharme; nada, ni una charlita sobre Los diez
minutos de lectura espiritual, ni un triste comentario del
evangelio. Ni siquiera mi suegra, que va a Misa los domingos.
Antes cuando daba una charla hasta había tíos
que tomaban notas en una agenda; para que luego digan de uno.
No sé. Si algún numerario/a está pensando
en dejarlo, que se lo piense bien. Aprended de mi; ¡escarnentad
en cabeza ajena!... mira que terminarás tus días
no sólo comiendo en manga corta, sino Dios mío
que no me suceda jamás- cruzando las piennas en alguna
reunión.
¡Cuánto recuerdo ahora, qué añoranzas,
aquel que en una penícula de nuestro Fundador en Argentina
le pedía con voz entrecortada: ¡¡¡Mímeme;
Padre!!!. Pues eso, así estoy; si viera al Prelado
un día me abrazaría a sus rodillas y le exclamaría
¡¡¡MÍMEME, MÍMEME!!!.
¡Ay, Señor, quién me ha visto y quién
me ve!
Después de lo escrito en el capítulo
anterior, si todavía queda alguno dispuesto a dejar
la opus, debe de saber más cosas. La primera de ellas
es que siempre será del opus, lo quiera o no; deja
huella, imprime carácter, queda uno tatuado de por
vida, grabado a fuego en la piel de su alma. Por muy en secreto
que uno lo quiera llevar, por más que disfrace su nueva
vida, el pasado volverá en el momento que menos lo
pienses, como ladrón en la noche que decía
Ramón y Cajal, creo.
Una tarde estaba charlando con el que iba a ser mi actual
cuñado, un tipo que admiro por su extraña habilidad
para poder hacer simultáneamente cosas como ver una
penícula de vídeo, comer toneladas de pipas
de calabaza, rascarse con fruicción compulsiva el cogote
hasta producir energía suficiente como para iluminar
Nueva York de Abajo, mover la pierna derecha durante horas
al modo Émbolo Total y bostezar avisando a la ciudad
toda de que es el toque de queda. Asombroso. Pues una tarde
me dice durante una apasionante conversación sobre
por qué el equipo de fútbol de Guadalajara estaba
en 2ª B y, perdona, porque sé que fuiste
cura.... Le atajé en seco, pues, perdona,
pero yo nunca he sido cura. El notas no se arrugó
y añadió, bueno, cura o religioso...
Volví a interrumpirle, que no, que no, que ni
cura, ni religioso. El charcos insistió,
en fin, del opus numesupernosequé o algo asín....
Vale, pero ni cura, ni fraile,¿eh?.
Vas encontrando gente que las dos palabras- opus dei-
les suena a algo así como New Wage o
Happy Day, o qué sabe uno, y explicarles la institución
no merece la pena. Todo empieza porque la novia, que en mi
caso no era, ni conocía la obra, al hablar de uno a
sus amigos, a su familia, pues les decía eso de no
digáis muchos tacos, o cuidadín de qué
temas habláis porque fue del opus. ¿De
la opus?, -preguntan alucinados- ¿y qué
é lo qué é?. Y la niña,
para abreviar (y porque tampoco ella sabe muy bien como explicarlo)
contesta: nada, como si hubiese sido cura.
Y, ala, a jorobarse.
Entonces notas que si alguien se le escapa una blasfemia
te mira y dice perdona, tío. Y tú
pones cara de Santo Cura de Ars bendiciendo a los niños
y dices tranquilo, no pasa nada. Otro va y dice
que se va a casar por lo civil y te suelta ya sé
que a ti eso no te gustará porque como fuiste cura....
Y, venga, a tragar. Cualquier día mi suegra me pide
que le dé la Extremaunción.
También está quien te consulta profundas dudas
teológicas o metafísicas sobre los temas más
chachis. Oye, tú que has sido de la Iglesia del
opus, ¿cómo es que Dios le pide a un padre que
mate a su hijo?, ¡pues vaya Dios!. Y uno, que
tiene el bienio y el trienio, contesta nada, hombre,
que era sólo para probar la Fe de Abraham, que no iba
en serio, era así como de broma y tal ( Suma
Th. Libro II, cap. Contra gentiles). Ya comenta
el Crisóstomo- para mí que el chavalín
(por Isaac) era ventríloco, por eso dice que se oyó
una voz diciendo que no lo matara. Pues, ahora
que lo dices, a lo mejor sí. Y, venga, a seguir
viviendo.
Mi consejo: acéptalo. Ama tu nueva condición.
No intentes explicarte porque lo enredarás más.
Explicar qué es un numerario a un tipo que no sabe
nada del opus es tan difícil como llevar una manada
de gatos por una carretera. No lo intentes y sonríe.
Otra consecuencia de esto que escribo es que, con el tiempo,
se te recuerda tu antigua condición como arma arrojadiza;
especialmente la piedra, mi maravillosa esposa.
Tengo contra la formación del opus que jamás
me dijeran nada sobre las mujeres. No sé quién
fue el pedazo de imbécil que afirmó que todos
las personas éramos iguales, creo que Tomas Jeferson.
Ese tío no tenía ni idea; las mujeres tendrían
que ir con un libro de instrucciones debajo del brazo, un
mapa de la web de su condición, y así andaríamos
más espabilados.
Pues, bien, tengo la costumbre, de la que siempre he presumido,
de imitar muy bien el grito de Tarzán; es posible que
sea el tercero o cuarto del mundo en hacerlo tan bien. Y en
ocasiones, para no perder la costumbre y tener en forma las
cuerdas vocales, echo un alarido. Reconozco que no siempre
en los sitios más adecuado, pero a mi gente, cuando
era del opus, les gustaba, incluso me lo pedían en
alguna tertulia; es más, en el noviazgo, paseando a
altas horas de la madrugada, cuando veía desde la calle
que la novia encendía la luz de su habitación,
me ponía las manos como altavoces en la boca y echaba
un ¡¡¡ayayayaaaaa ayaaaaaaaaaa!!! de Padre
y Señor mío como despedida amorosa y exultante
deseo de felicidad universal a todo el género humano.
Y ella apartaba las cortinas de la ventana y sonreía
y brillaba como la más bella estrella de la noche.
En esos momentos, de regreso a casa, si me encontrara a mi
mayor enemigo, le daría un abrazo, le cubriría
de besos y le diría te amo, te perdono todo,
te quiero, hermano.
¡Ay!, pasa el tiempo y un día echas el grito
selvático y ella te dice pero, ¿eso te
enseñaron en el opuuuuuus?, ¿no te explicaron
que eso es de niños?; anda, deja ya de hacer el payaso
y sienta la cabeza. Si quieren reírse de ti que vengan
a casa y paguen. Y, claro, se te pone cara de Stan Laurel
jugando nerviosamente con la corbata entre los dedos nerviosos...
Otro día, un día cualquiera, después
de dejar el baño perfectamente dispuesto para rodar
La Tormenta Perfecta II-the return- (al ducharme tiendo a
dejar más agua fuera que dentro), oyes el grito de
tu santa diciendo ¡¡¡pero a ti que
te enseñaron en el opuuuuus!!!.
Una tarde estás adormilado después de la comida
viendo un documental de la 2 sobre la reproducción
de la Amanita Phaloides en Nebraska y oyes desde la cocina
heyyyy, que los platos no vienen solos desde la mesa,
¿eso te enseñaron en el opuuuuuus...?.
Una noche llegas a la habitación, y dejas los zapatos
donde sabes que hay que dejarlos, o sea, en cualquier sitio,
y ella, que está esperando que hagas precisamente eso
y no otra cosa, te susurra desde la cama cariño,
¿por qué no dejas ya la costumbre de dejar los
zapatos por todas partes?.
-Por todas partes no están amor, están uno
debajo de la silla y otro debajo de la cama.
-Ya, pichurri, pero no paro de encontrármelos en todas
partes.
-Ok, vida mía, tómalo como si fueran complementos
decorativos: hay artistas que usan zapatos para decorar su
sala de estar.
-Sí, cielo, pero si alguien usara un zapato tuyo como
complemento del hogar tendría que ser como insecticida.
No sé si has observado que cuando los dejas en la terraza
al día siguiente no canta ni un solo pájaro,
ni uno, las ramas de los plataneros están mustias,
el vecino de arriba le silba el asma más de lo normal
y algo extraño se respira en el barrio.
-Amor, pero...
-¡¡¡¿ Eso es lo que has aprendido
en el opuuuuuus?!!!.¡¡¡Pero qué verían
en ti!!!
¡Ay, quién me ha visto y quién me ve!
Cuentan, no sé si la historia
es verídica, que un pasajero iba en un taxi cuando
quiso preguntar al taxista una cuestión y le tocó
el hombro suavemente.
El taxista al sentir el dedo en su hombro grita, pierde el
control del coche, casi choca con un camión, se sube
a la acera, se lleva por delante una farola y se empotra contra
un escaparate haciendo pedazo los cristales, y el taxi. Durante
unos instantes no se oye nada en el interior del coche, hasta
que el taxista dice:
- Mire, amigo, ¡no vuelva a hacer eso otra vez!. ¡Casi
me mata del susto!.
El pasajero le pide disculpas y dice:
- No pensé que fuera a asustarse tanto por tocarle
el hombro... es usted muy sensible.
El taxista le replica:
- Bueno, la verdad es que es mi primer día como taxista
y estoy pelín nervioso, ¿sabe?
- Y... ¿qué hacía antes?, si puede saberse.
Preguntó el pasajero.
- Durante veinte años fui chofer de coches fúnebres
en una funeraria.
Pues algo parecido me sucedió cuando, después
de veintisiete años en la prelatura, salí al
mundo. Acostumbrado a otro tipo de vida más, ¿cómo
lo diría? ,más de elegido, de alguien
que se sabe diferente, conocedor del bien y del
mal, árbitro de la moral y de las conductas de los
demás que no de las propias- con criterios clarísimos
sobre todo tipo de materias, alguien que se le escuchaba con
devoción y particular atención... en fin, un
saco de vanidad y de estupidez de tomo y lomo. Y me encuentro
en medio del mundo, está vez sí, que no logro
entender. Una gente con sus problemas, con sus criterios,
con su manera de ver la vida, la familia, el trabajo, los
amigos, con ideas muy poco preconcebidas, sin fórmulas
magistrales. Peña que me tocaba el hombro y uno reaccionaba
de un modo que se acercaba bastante a la gilipollez. Yo era
un pijín del tres al cuarto, de medio pelo, que había
vivido durante años de chófer de Pompas Fúnebres
La Prelatura.
Y a mis cuarenta y tres tacos comienzo a descubrir que ése
que va en el metro a las siete de la mañana, con legañas
y cara de padre de Zipi y Zape, es un hombre que su mujer
admira y quiere, y que sus hijos le ven como un dios, alguien
de quien se presume e imita. Y que mi cuñada, que no
va a Misa, ni reza el Rosario, y cree que las epístolas
son las mujeres de los apóstoles, se está dejando
las pestañas por sacar adelante a su familia, que ha
llevado una separación sin histerias, sin victimismos,
que tiene unos detalles con los suyos de aúpa; que,
cuando vamos de tapas con amigos, la gente invita sí,
invita- y se estira, y es generosa con sus cuatro duros, mientras
que yo, en mis años en la obra de Dios, era más
garrapo que Chewaca gastando en Epilady. Iba siempre de miranda.
Y que se está allí cuando hace falta, sin excusas
de labores, de que está atendiendo un círculo,
o que hay que ir a una convivencia: bautizos, enfermedad,
muerte, necesidades económicas, soledad... tantas cosas.
Cuando era el elegido nada de eso me concernía.
Mis padres podían estar pasando una mala temporada
en lo económico, o algún contratiempo familiar
o, sencillamente, echar una mano en una mudanza, pero ya se
sabía que Satur, san Satur, tenía obligaciones
más importantes. San Satur lo que tenía era
una caradura como las botas de Chuck Norris.
Y ahora me veo aprendiendo de toda esa tribu que antes despreciaba,
juzgaba y ninguneaba con lejanía y acritud porque me
parecían gente sin formación, pobrecitos llevados
por sus impulsos más primarios, perdidos, sin rumbo
y en el lodo. También eso me parece un milagro. Vivo
lejos de esos artículos de Crónica:
En la preciosa ciudad de Botieso, conocida por sus
monumentos y sus tradiciones populares, se encuentra el Club
Juvenil Montemonte. Allí comenzó la labor hace
cinco años, que tantos frutos ha dado de entrega en
Botieso y desde Botieso, como decía nuestro santo Fundador,
san Josemaría. Son muchas las anécdotas que
recuerdo de estos cinco años llenos de iniciativas
apostólicas promovidas por miembros de la prelatura
y cooperadores que, gracias a Dios, y al impulso de nuestro
santo Fundador que, desde el cielo -¡¡¡
cómo se nota su ayuda!!!- nos guía con su aliento.
Por ejemplo, Satur, Luis, otro Luis, Carlos, otro Satur
y Oswaldo Napoleón promovieron hacer una visita a los
pobres de la Virgen al putrefacto barrio de Orines. Invitaron
a Luis nada que ver con el primer Luis, ni con el segundo,
éste es distinto-: un estudiante de origen persa sus
antepasados parece que nacieron de la generación de
uno de los hijos de Noé, de Jafet, aunque ya en la
siguiente generación se trasladaron a Botieso. Luis
está encajando rápido y pensamos que pronto
pedirá la admisión; de hecho, al saber de sus
orígenes le propusimos que encomendara la futura labor
en Mesopotamia y dijo ¿Mesopoquéééé?.
Algo es algo. La visita a Orines dejó mucha huella
en el alma de Luis. Y al regresar comentó ¡joé,
con la abuela!, no se refería a la madre de nuestro
santo Fundador, san Josemaría, sino a la ancianita
que habían ido a visitar: un papiro del Qumram de mírame
y no me toques. Joé es una palabra muy
usada en Botieso que denota que le impresionó. El Espí
ritu Santo hará el resto.
"Le encomendamos su vocación especialmente a
Isidoro Zorzano Luis estudia mecánica de trenes
de cercanías en la Escuela General Serapio Washington
de Cepeda y Ahumada escuela promovida por miembros
de la Prelatura (el bedel es agregado viudo)- con la ilusión
de que sea el primero en la labor en Mesopotamia. ¡Soñad
y os quedaréis cortos! (¡y tanto!)"
La mañana que dejé
la obra yo tenía 43 años, la gracia de Dios
y buen humor. Y nada más. Días antes pregunté
si podía disponer del coche un Rocinante de segunda
mano con 180.000 km en sus ruedas y una velocidad de crucero
de 40 pulsaciones al minuto-, y con cuánto dinero.
Me dejaron el coche, y 100.000 pesetillas (el subdirector
de la delegación me preguntó que cuanto ganaba
al mes en el colegio 200.000 pts, le contesté
(¡ojo!, nadie se engañe: sueldo de directivo);
perfecto contestó-, pues como te vas a
mitad de mes te llevas la mitad del sueldo . Y a tomar
viento.
Llené el coche con mis cosas y salí tan feliz
y tan campante rumbo a casa de mis padres, a cuatrocientos
kilómetros. Gracias a mi inconsciencia natural no soy
de agobio fácil, y si a eso se le añade que
durante veintisiete años se me daba todo resuelto,
pues menos agobios: yo no sabía lo que era pedir un
crédito, ni ir de compras, ni qué era eso de
una hipoteca; desconocía totalmente el valor de las
cosas todas, desde las más importantes el precio
de una entrada de cine, comprar tampax en el super sin ponerme
coloradote, dar la paz en Misa a todo un banco-, hasta las
más nimias pedir una hipoteca de millones, descubrir
que el euribor no es un anticatarral, o no rebotarme cuando
de regreso a casa me encuentro de visita a una amiga de "la
Piedra" que se parece mucho a Leopoldo Calvo Sotelo y
que es una brasas. Ciento por ciento brasas.
Aquella mañana yo sólo pensaba en llegar a
casa, contarles todo a mis padres y mi familia, llamar a "la
Piedra" la dejé a cuatrocientos kilómetros,
sola y triste, como Fonseca- diciéndole amor
mío, esto que oyes no son cañonazos, son los
latidos de mi corazón, y buscar trabajo de lo
que fuera o fuese: o una dirección general, o director
de Recursos Humanos de alguna gran empresa, o escritor de
best sellers... en fin, lo que fuera.
Mis padres, gracias a Dios, no tienen un duro, así
que tenía que andar estirando las cien mil pesetillas
y lo que mi novia me enviaba movida por ese amor que es más
fuerte que la muerte. Lo primero que hice fue visitar a todos
los amigos, gente que me conocía, y contarles mi situación;
pensaba que así no hacía falta currículum
y, si les interesaba en sus empresas, pues me darían
currele. Los había del opus y no del opus. Los del
opus, hay que decirlo todo, me recibían muy bien; después,
cuando les advertía de haber dejado la obra, la cosa
ya cambiaba, pero alguno sí me ofreció algo,
pues reunía el perfil para desempeñar ese trabajo
(así me lo dijeron)... pero días después,
previa consulta al Dar Vathen de turno, me enculaban y ninguneaban.
Los otros, los no del opus, fueron los que de verdad -y no
soy de los que piensan que la vida se divide en buenos y malos-
se portaron, se preocuparon, buscaron y me reclamaron. Y encontré
un trabajo en una ciudad a mil kilómetros de "la
Piedra".
¿Qué son mil kilómetros para un corazón
enamorado?. Nada. Trabajaba de lunes hasta el viernes y, al
caer la tarde, cogía el coche y le daba a la zapatilla
para ver "la Piedra" de mi vida y de mi corazón.
Cabalgando por praderas, valles y montañas, de noche,
con lluvia, con niebla, con nieve, con sol, mi corazón
cantaba los viernes. Y el domingo a la noche, vuelta a currar.
Así un año. Yo no me acordaba ni del opus, ni
del dinero, ni del futuro, ni de ná de ná: "La
Piedra" y Dios en mi bolsillo.
Pero, ¡ay!, "la Piedra" sí pensaba
en el futuro. La boda, la casa... y un día me habló
de hacer un plan de pensiones
- ¿Un plan de pensiones? le dije-, ¿para
qué quieres tú ahora vivir en pensiones si ya
vivimos en una casa?, ¿tú te chutas o qué,
o sea, que ahora quieres que vivamos en la Pensión
Paquita?. Y, encima, un plan, esta semana La Paquita, la próxima
Pensión El Cafetal, la otra El Jamaicano...
Otro día me habló de pedir una hipoteca. Fuimos
al banco, el director es del mismo pueblo que "la Piedra"
(si está callado no lo parece, pero basta que hable
un minuto y ya se ve que el tipo es australopithecus evolucionado,
no es homo sapiens) y comienza a contar unas historias, unos
palabros allí pillé lo del euribor de
las narices-, unas florituras, unas zarandangas, que a mi
me hacían sentirme más imbécil de lo
que ya soy, así que pregunté. Sólo diré
que el tipo aquel, por la tarde, llamó a la que iba
a ser mi esposa para decirle que cuidadín conmigo,
que a lo mejor le estaba chuleando, que si sabía toda
mi biografía. Por qué piensas eso, Honorio
(se llaman muy raro en el pueblo ese). ¡Joé,
por las preguntas que ha hecho, contestó. Al
tío le pareció que yo había estado en
la cárcel treinta años y un día. La cuestión
que más le mosqueó fue cuando le pregunté
muy serio: oye, ¿esto de la hipoteca es lo mismo que
ING Direct, o algo así?. El mingas miraba a su paisana
como diciendo ¿de dónde habrás
sacado ésta al pedazo de URCO éste?.
Ella pensaba en el futuro y yo no. Una noche, en la oscura
quietud del dormitorio, justo cuando había reunido
el valor suficiente ella, en ocasiones, parece dormida,
pero su radar sigue activo-, para deslizarme de la cama y
llegar al suelo, y arrastrame como un gato entre las sombras
para cambiar el aceite a las olivas, ella me dijo
- ¿Qué sucede?, ¿escapas?.
- Ningún problema; lo que voy a hacer lo puedo hacer
solo, cariño. Sigue reset, ¿ok?
- ¿Hacer qué?
- Ir a hacer pipí
- Pero si has ido ya otra vez...
- ¡Vaya!, llevas la cuenta. ¿Te preparas para
presentarte a las olimpiadas de Madrid como analistas de esteroides?.
Duerme, amor.
- No puedo, estoy muy preocupada.
- Micciono y regreso, cariño.
- Ya no me quieres.
- Te quiero, pero por nada en el mundo me pondría un
pañal para hablar contigo.
Yo no lo sabía, pero cuando una mujer en la noche
dice que no puede dormir, malo: lo que está diciendo
es que tú no vas a dormir.
- Vamos mal de dinero, cielo, y parece que ni te enteras,
ni te preocupa , ni quieres saber nada. Tenemos muchos planes,
soñamos mucho, pero no controlas los gastos.
- ¿Gastos?, ¿qué gastos?.
- La hipoteca, el gas, la luz, el agua, el coche...
- Sí, y el euribor
- ¿Lo qué?
- El euribor, ¿no te acuerdas?, nos lo dijo Honorio.
- Ay, Satur, naces en Navidad y sales pavo. En fin, que había
pensado que podríamos adoptar dos niños, se
nos pasó el arroz y creo que deberíamos plantearnos
hacer algo más para no andar por la vida sin ofrecer
nada a nadie.
- ¡Vale, un negrito y una japonuda!
- Sí, amor, pero eso cuesta dinero, no si se lo sabes.
- ¿Dinero un niño?
- Pues sí, chimichurri: unos cuantos millones de pesetas.
- ¿Y allí habrá euribor?.
- Anda, calla y duerme.
Y en el silencio de la noche, mientras escuchaba el respirar
sincopado de "la Piedra" me decía ¡Ay,
quién me ha visto y quién me ve!
Caminaba yo por la calle erguido
y engallado el cuerpo pensando si sería verdad lo que
me habían comentado de Don Federico Trillo-Figueroa,
ministro de Defensa, minutos antes: que usaba calzas postizas
en los zapatos para parecer más alto. El que me lo
comentó lo conoce muy bien por razón de su profesión
y rango. En fin...en esas estaba cuando me topo con un supernumerario
que me saluda efusivamente.
- ¡Hombre, qué tal!.
- Pues muy bien.
- Me dijeron que te habías casado.
- Pues sí, me casé.
- Y, qué, ¿tienes hijos?.
- Pues no, parece que no vienen.
- ¡Anda!, ¡mira que si después de dar el
paso resulta que no sirves para esto del matrimonio!
En ese momento no llevaba el bazoka plegable en la cartera,
eso le salvó de no lanzarle un obús directamente
al cráneo microcefálico del miembro de la prelatura.
Pero recordé la pregunta del examen de José
Carlos que nos propuso con ánimo de que
mejoráramos todos: ¿Es apropiado, partiendo
de una situación puntual que le ocurrió a una
persona una vez, hacer una generalización sobre cómo
se viven las cosas en todo el Opus Dei?. Y recapacité
en mi mismidad y me contesté que no, que esto no era
más que un hecho aislado de un tío de la prelatura
de la obra de Yawéh que si llega a nacer en verano
nace botijo.
Y recordé ese otro punto de José
Carlos de mejora personal: Los que nos sentimos
heridos por algo que haya hecho o dicho un miembro, sacerdote
o director-a del Opus Dei, ¿sabemos perdonar? ¿De
verdad, de corazón?. Y cerrando los ojos recé
Señor, perdona a éste supernumerario imbécil.
Amén. Amén". Y seguí mi camino,
ya menos engallado el cuerpo.
Unos meses antes encontré por la calle al sacerdote
que durante mis últimos tres años en la obra
de Jehová vivió, me dirigió, y supo de
mis confidencias. Fue una sorpresa para los dos. Me acerqué
a saludarle con cariño, y con ganas de que supiera
de mi.
- ¡Don Peich Brawenauer!, ¿cómo está?.
Don Peich se me queda mirando fijamente, como de hito en hito,
muy serio. Parecía intentar leer mi alma toda, y me
dice:
- ¿ Todavía crees en Dios?.
- ¿Lo cualo?, ¿qué si qué?.
Me esperaba cualquier comentario menos esa pregunta. La preguntita
se las trae, amigos, no es nada fácil contestarla.
- Pues, sí... sí creo en Dios respondo.
- Muy bien me dice dándome una palmadita en
el moflete y largándose entre la muchedumbre.
Y yo, allá en medio, clavado, con sensación
de payaso. Quizás esperaba la misma alegría,
el tomar un café y charlar... No sé. Y ahora
recuerdo el punto del examen de José
Carlos: ¿Qué nos une a los que aquí
escribimos, algo predominantemente negativo -resentimiento,
dolor, pena- o algo positivo -ganas de hacer el bien, de conocer
la verdad, de ayudar a la gente?. Y eso es lo que hice,
Josecar: escribí una carta a Don Peich, que ya que
tenía los santos para preguntar si uno todavía
creía en Dios se iba a enterar como estaba por dentro
y por fuera. ¿Te ha contestado a ti?, pues a moi tampoco.
Le perdono. Cierro los ojos y rezo: Señor, perdona
a Don Peich Brawenauer por siempre, aunque en el Purgatorio
tres chispitas para él por preguntar gilipolleces.
Un mes antes de ese encuentro me cruzo, tiene el despacho
cerca de mi hogar, con un arquitecto que también vivió
conmigo. Es el arquitecto de la prelatura, sino fuera por
eso estaría haciendo Exin Castillos. Le saludo con
jovialidad. El tipo no se encuentra como muy suelto. Charlamos
un poco en plan que tal, como te va, esas cosas.
-¿Oye,en qué trabajas? pregunta.
La verdad es que soy un comercial puro y duro, de los que
gastan suelas de zapatos. Y se lo explico. Y va el aristócrata
del amor y me dice
- Ya ves, a tu edad y vendiendo escobas...
Y me deja con dos palmos de narices el titi. No le partí
la columna vertebral porque no sé cómo se hace
que si nooooo... Pero, como muy bien refleja en su examen
José Carlos... Si realmente deseamos hacer el bien,
¿nos motiva el amor y la caridad en todas nuestras
intervenciones?. Así que, nada, a cerrar otra vez
los globos oculares y a rezar: Señor, perdóname
por haber querido matar con mis propias manos a ese arquitecto
putrefacto e incorrupto... Y dame otro trabajo, jolines, que
con éste se me ríe hasta el urco que pide en
la puerta de Franciscanos, que ni me abre la puerta, ni me
saluda en plan pelota, ni ná de ná.
Hay más. Un día, paseando con La Piedra de
mi vida y de mi corazón, veo acercarse al que fue subdirector
conmigo del colegio. El encuentro era irremediable.
- ¡Hombre, Mernabo!- le saludo.
- ¡Hombre, Satur!.
Le presento a mi mujer. Qué tal, qué cual.
¿Tomamos un un café?. Pues venga. Tertulieta.
Y en esto la Piedra va y le sugiere que por qué no
adquieren en el colegio los servicios de la empresa que tan
dignamente represento. Yo jamás hubiese ofrecido nada
de mi empresa a ese colegio, entre otras cosas, porque sabía
la contestación. Pero my husband desconoce totalmente
qué es eso de la opus. Es más, la primera vez
que le hablé del Opus Dei me dijo ¡ay,
sí, ese es el nombre que le pusieron los romanos al
mar Mediterráneo, ¿verdad?!. Le tuve que
aclarar lo del Mare Nostrum y, de paso, dejé para otro
día lo del Opus Dei. Así que ella preguntó
llevada de su inocencia y candidez. Y el tipo, sin cortarse
un pelo va y contesta.
-Imposible. Lo de Satur en el colegio es lo mismo que si
el sacerdote de mi parroquia se lía y se casa con una
catequista y luego viene pidiendo que le dejen dar catequesis,
o leer las lecturas en Misa.
Auténtico, que nadie se pellizqe. Es la versión
en plan Novia de Chuki más alucinante que he oído
nunca sobre la vocación de un numerario. Y lo bueno
es que hay muchos en la obra que piensan exactamente eso:
que es como dejar de ser sacerdote o monja. Explica luego
a tu cuñado que tú de cura nada. Si no se enteran
ni los de dentro...
Lo sé, Josecar, lo sé. También le perdono.
Sé que es un caso aislado. Sólo piensan así
70.000 casos aislados y, encima, me los encuentro yo todos.
¡¡¡Ayyyyy, quién me ha visto y quién
me veeeeeeee!!!
Como relaté en la entrega anterior,
una vez que encontré trabajo a mil kilómetros
de mi chica dediqué todos mis esfuerzos en dos sentidos:
currar a saco y aprender mi nuevo oficio de desgastar suelas
de zapatos, y mantener encendida la llama del amor en la mujer
que más veces iba a llamarme inútil, desastre
y payaso en mi vida. Entre visita y visita la llamaba, con
una compulsión parkinsoniana a la oficina donde trabajaba.
Y tenía que oír a alguna compañera gritando:
- ¡Teléfono para La Piedra!. ¡El chico
de siempre vuelve a llamar a La Piedraaaa!.
- ¿Es el coñazo de siempre? decía
otra voz.
- Sí. Es Mister Bromitas el Palizón.
Y nos decíamos esas cosas que siempre se dicen los
que se quieren : Si Cristóbal Colón te viera
diría ¡Santa María, pero que Pinta
tiene esa Niña!. Tonterías... Aunque,
ahora, si la viera Cristóbal Colón diría
algo así como ¡¡¡a los tiburones!!!.
Mientras tanto en la ciudad corrían rumores en las
familias de los colegios de lo más pintoresco sobre
mi persona. Que si estaba arrejuntado con una ex numeraria,
también profesora del colegio de ellas, que si era
con una madre del colegio separada, que si en realidad vivía
con una viuda Gior (un poco de pasta basta), en fin, menos
con una cangura, me liaron con unas cuantas. Las lenguas se
desataron. Es normal; cuando a la gente no les da explicaciones
y te vas a la francesa, sin despedirte de nadie, pues la imaginación
vuela y, es humano, piensa lo peor. Y es que la obra te pide
que desaparezcas, que no te despidas, que abandones ambientes
donde haya gente que te conoce, que no escribas. Propuse escribir
en el boletín de septiembre que envía el colegio
a las familias en plan despedida simpática, agradecimientos
cordiales, y que cambiaba de rumbo profesional. Sería
lo más normal; pues, no hubo manera y, claro, todo
fue, como dicen los ingleses, one of-taylor, un
desastre. Sobretodo para las personas afectadas que sí
vivían en esa ciudad.
Pero yo estaba feliz a mil kilómetros sabiendo, aunque
me llegaban las noticias por algún amigo, que La Piedra
era ajena a todo el follón aldeano y pueblerino de
aquella tribu de maledicentes. ¡Adiós a todo!
La boda fue, ¿cómo lo diría?, fue rústica.
La Iglesia de un pueblín, un cura muy mayor aerofágico
y piadoso, la familia de los dos en su más mínima
expresión y nosotros dos con fuegos artificiales en
el corazón y en la mirada. Y punto. No quisimos hacer
bodorrio por muchas razones, pero una, y no la menos importante,
es que tengo una pinta de viudo en terceras nupcias que me
daba no se qué casarme en una catedral de una ciudad
grande y encontrarme a la salida la gente gritándome
¡¡¡Asaltacunas, lascivo, viejo verde!!!,
así que decidimos una cosa más discreta.
Si alguien quiere de verdad tener una aventura y sensaciones
fuertes, que se case, que viva con una mujer bajo el mismo
techo. No hace falta que se monte en el Dragón Khan,
se ponga de pie y alce las manos... Que se case.
En mis 27 años en el opus dei jamás, repito,
jamás, tuve el más mínimo sobresalto
de vida. Todo estaba tan reglado que sabías perfectamente
a qué atenerte: horario de normas en familia, de comedor,
te enviaban las fechas y lugar de retiros y convivencias,
te hacían la reserva incluso, días para entregar
la ropa a lavar, que te era devuelta planchadina y limpina
a los tres días encima de tu cama, horario de limpieza
de la administración... Por cierto, y perdón
por la digresión: yo presencié en un comedor
del centro de Estudios el cabreo espectacular de una numeraria
auxiliar sirviendo la comida en una mesa porque escuchó
a uno, actualmente profesor de Derecho, que decía
el problema de todo lo que pasa aquí es que la administración
está prostituída. La chica, al oír
semejante análisis, echa un gritito, tira la cazuela
con el potaje a la mesa y sale, ofendidísima del comedor.
Nos quedamos todos perplejos. Al poco llaman al director por
el telefonillo. Sale. Regresa con la cara mudada, tipex total.
Y a la salida nos llama y nos pide explicaciones sobre el
asunto... Y es que el tipo estaba hablando de política
y coincidió la frase de la Administración Política
de Estado, la Prostituída, con que nos estaba sirviendo
la Administración. No sé que le diría
la directora al director, pero debió de ser de temblar
el misterio.
A lo que iba. En la opus del Único Opaco todo estaba
perfectamente señalizado. No sorpresas, no sustos.
Y si estás en un centro de mayores, más. Allí
ni si quiera puedes hacer labor externa. Paz, amor y socorrismo.
Silencio, quietud, flor de loto, Chapala rinconcito de amor
donde las almas pueden hablarse de tú con Dios.
Te casas y comienza la verdadera historia escrita por un
idiota, que diría alguien. Los primeros días,
vale, chachi. Pero llega uno de los primeros fines de semana
y aparece, de improviso, el cuñado. Mi cuñado
es buen chico y, en lo suyo, sabe mucho. Hay tres temas que
posiblemente sea la persona que mejor los conoce en el Hemisferio
Norte: De fúrbol, del Real Madrid de fúrbol,
y de la siembra y cosecha del máiz. Y yo no tengo ni
pajolera idea de esos temas. Luego está la lengua;
por más que lo intento no consigo descifrar el código
y me paso las tertulias con él o asintiendo como uno
de esos perritos que se llevaban antes en la parte posterior
de los coches, o diciéndole ¿lo qué?,
¿cómo?, ¿qué has dicho?.
Y así no se va a ninguna parte. Bueno, pues se planta
un fin de semana en casa, es el soltero de oro del maíz,
y yo en el ordenata, o leyendo un libro de Jacinto Choza sobre
Antropología Equidistante en Peich Brawoenauer, o viendo
una penícula de Francois Ozon, y el tío se planta
delante.
-¿Qué haces?.
- Nada, leyendo. -contestó sin mostrar mucho interés
y con voz de me estás tocando el trigémino,
cuñado de las narices.
- ¿De deportes, o qué?.
- No, no es de deportes.
- Pues en el Marca dice que el Barca igual echa a Reijar
- Ya -ése ya, cualquier homo sapiens sapiens
sabe que significa lárgate.
Pero el tío ni se inmuta. Nada.
- ¿Y de qué es libro?.
- De Antropología.
- ¿Mariconadas?
La Piedra está escuchando la altura y profundidad de
la conversación y teme lo peor. Me llama a solas (menos
mal que no me dijo ¿tienes un momento?).
- Oye, sé amable, con él, porfa. ¿Por
qué no le acompañas a tomar un aperitivo y le
conoces más?.
- ¿¿¿¿MÁSSSSSSSSSSSS???.
Pues, hala, a tomar el aperitivo.
Y así un día es el cuñado, otro es que
hay que visitar a una amiga de la infancia que ha tenido un
niño, otro es que hay que ir al mercadillo a comprar
ropa, cuando no es que te devuelve la visita una que se parece
un pasote a Madeleine Albrigt y que tuesta cosa mala. Una
semana hay que acompañar a la suegra al médico,
otra aparece un urco con pinta de haber sido lobotomizado
que dice que es primo, que viene a ver el fúrbol y
que pasará la noche en casa... Y así hasta el
infinito y más allá.
Eso es el amor, qué caray. Lo demás son mindangas.
En el viaje de novios fuimos a visitar a unos amigos de la
Piedra. Preguntó por una de las hijas. Se echaron a
llorar y nos contaron que la chica, 18 años, estaba
en el pozo de la droga, vivía en un barrio de miseria,
tenía una hija recién nacida que estaba en custodia
de el Estado, y que no tenían absolutamente ninguna
relación con ella. La Piedra insistió en verla
y nos fuimos para allá. Encontramos un despojo. Estuvimos
tres días visitándola y en la despedida mi
chica le había dado mucha caña, es su madrina
y, además, de pequeña, su segunda madre- le
comentamos que si quería salir de la droga nos avisara,
que contara con nosotros.
A los tres días nos llamó. A los cuatro estaba
ingresada en un centro. Año y medio después
sale rehabilitada. ¿Qué hacemos con ella?. Ahora
venía lo más duro; ¿la dejábamos
regresar a su ciudad?. Ni hablar.
Una noche en la que estaba pensando por qué si las
bailarinas de ballet tienen que andar de puntillas no las
contratan más altas, La Piedra me da un golpecito.
Mala señal. Ya no duermo.
- Oye, Menganita tiene que quedarse con nosotros hasta que
se asiente en esta nueva vida. ¿Verdad, reyecín
mío?
- Vale, pichurrinitina
- No tiene trabajo, no tiene estudios...
- Ya, y cavar no puede, mendigar le da vergüenza.
- ¿A qué viene eso?
- Nada, cosas mías.
Y a casa que se vino. ¿Vino sola?. No; ha conseguido
la custodia de la niña, una maravillosa personita de
dos años que cuando llora, los abuelos de la zona,
recordando tiempos de guerra y toques de queda, corren asustados
buscando refugios antiaéreos.
Y mi cuñada, recién separada, pues también
se ha unido a la República. Y si alguien se quiere
apuntar, pues que venga, hombre, que hay para todos.
O sea, que he pasado de vivir sólo con hombres, aristócratas,
ordenados, intelectuales, a vivir con cuatro mujeres, cuatro:
una de dos, otra de veinte, otra de treinta y cuatro y, por
último, ¡¡La Piedraaaaaa!!, con cuarenta
y dos. O sea, nos falta la franja de sesenta ¿Os animáis,
chicas?.
Aquí sí que se puede decir lo de ¡¡¡quién
me ha visto y quién me ve!!!
Me alegró sobremanera encontrar
la cita textual de San Josemaría, esa que dice No
encontraréis la felicidad fuera de vuestro camino,
hijos. Si alguien se descaminara, le quedaría un remordimiento
tremendo: sería un desgraciado. Hasta esas cosas que
dan a la gente una relativa felicidad, en una persona que
abandona su vocación se hacen amargas como la hiel,
agrias como el vinagre, repugnantes como el rejalgar.
Y menos de mal que acaba allí porque si llega a tener
el día la Maldición de Damian hubiera
seguido con cosas como... y repulsivas como las heces, desagradables
como el gómito, inmundas como la regurgitación,
mugrientas hasta la arcada, hediondas hasta la fetidez, infectas
como gusanas, pútridas como la cloaca, nauseabundas
como la mismísima mierda. Con perdón.
Pero me ha hecho reflexionar. ¿Soy feliz fuera de
la obra del Creador?, ¿poseo un remordimiento tremendo?.
Más aún, ¿soy un desgraciado?. Otrora
más: las cosas que dan a la gente una relativa felicidad
a mí, ¿qué me dan?.Por cierto, ¿qué
es el rejalgar?.
- Margarita preciosísima le digo a la Piedra
mientras ella se dispone a bajar las persianas del despacho
donde tenemos el ordenador, como cada día, para enseñarme
a distinguir el día de la noche-, margarita preciosísima,
¿sabes qué significa rejalgar.
- Claro, ciruelín, fue una batalla que hubo allá,
en Rejalgar; creo que Benito Pérez Galdós escribió
algo sobre ella.
- Vale. Gracias, petunia delicada.
- De nada, Goma Rota.
¿Cuáles son las cosas que a los demás
les dan una relativa felicidad?. ¿Cuáles eran
las que a mí me daban antes una relativa felicidad?.
¿Me las dan ahora?. Es una buena hora esta tarde de
domingo para hacerse preguntas.
A mí antes me gustaban cosas que tenían que
ver con lo que Antonio Ruiz Retegui llama El Pulchrum.
La Belleza. Gozaba leyendo, contemplando la naturaleza, cantando,
componiendo canciones, escribiendo poesías las
tengo muy buenas, modestia aparte... allá va una, no
me resisto a que conozcáis nuevas sensibilidades en
mi interior.
Piedra, Piedra,¡cuánto te de quiero!
Cada vez que me acuérdote de ti
Me subo por las paredes,
y no sé cómo no me mato.
Y no es la mejor.
Me gustaba la tertulia, la conversación pausada y
serena, la que comunica. Las miradas, los gestos, los silencios.
El cine me chiflaba, y lo rumiaba, lo reinventaba. Hacer reír
a mis alumnos era una pasión. Andaba mucho, largas
excursiones donde me diluía en paisajes de inviernos,
primaveras, veranos y otoños con sus olores, sus colores,
su nieve, su niebla...
La comida nunca ha sido para mí algo que esperara
con placer. Para mí comer es echar cosas por el agujero
de la cara. Y punto. No distingo carne de perro de una ternera,
o de un buñuelo. O sea que eso nada. Por allí
no me pillarán. La concupiscencia de la canne ya sí,
de esa ya escribí en su día y no me extenderé
más porque es materia más pegajosa que el rejalgar
(¿o era la miel?). Aunque últimamente notaba
que la Piedra no me daba el ósculo antes de dormir;
quizás, -pensaba- ya no me quiere, y éste no
es más que un primer signo de indiferencia, de aburrimiento,
de un futuro de tristeza y separación. Se lo dije un
día en el que ella se había quedado dormida
sobre mi brazo viendo un flim y yo, por no despertarla, aguanté
como un machote las dos horas y media de película con
el brazo hecho un hormiguero de tortura insufrible desde la
punta del dedo meñique hasta la punta del hombro, pasando
por la punta del codo. Algo horrible. Despertó.
- Zafiro de mi vida, ¿me sigues queriendo?.
- Pues claro, rubí encendido, ¿porqué
lo preguntas?.
- No sé esmeralda sin tallar,últimamente me
rehuyes el beso cuando me acerco a ti in the night tonight.
- Ya, diamantín, pero es que últimamente te
ha dado el puntazo de prepararte tus tres tostadas con aceite
y ajo, y tienes un aliento que dispara el aire acondicionado,
por si no te habías dado cuenta. Y besarte es lo mismo
que besar a un australopiteco, por si no lo sabías.
- Así que era eso,¿eh?. ¡Las tostadas!.
- No, las tostadas no, el ajo. El mucho ajo.
Quizás esas cosas que a los demás les dan gustirrinín
a mi ya no me lo da. Ya no leo ni la mitad de lo que leía
en el opus, ni voy de excursión con la frecuencia de
entonces, canto solo en Misa eso de Mis manos pueden
ser palomas de la paz... ya nada es igual. Las cosas
han cambiado, sobretodo la gente. Antes tenía un público,
espectadores, y ahora vivo con personas que apenas tienen
tiempo más que para desayunar, comer cenar, currar
y hacer lo poco que el tiempo, las ganas y los demás
te dejan. No hay lugar para grandes expansiones, ni tiempo
para meterte entre pecho y espalda Grandes esperanzas
de Dickens, ni sensibilidad en los demás para entender
que Ser y tener es una gran película, cuando
les parece un puro infumable.
Y es que lo que Escrivá no olía, ni con tres
tostadas ni con veinte -de ajo-, es que cuando uno deja la
opus, que no su vocación, tiene que cambiar de paisaje,
de gente, de tatuajes, y descubre el Pulchrum, el de verdad,
en la vida propia y de esas personas. Y eso necesita un tiempo,
a veces duro, sangrante y dramático, de soledad. Descubre
no un Pulchrum de contemplativo barato, que dispone de su
tiempo a su antojo con afanes de tipo espiritual, literario,
filosófico, ascético y religioso de pacotilla,
lejos del mundo que se dice amar. No, Escrivá, no.
Claro que dan gustico las cosas que dan a los demás
gustico Pero no es eso. No es el gustico. Es algo muy difícil
de explicar a alguien que llama a la gente de la calle tropa.
Y es que el amor normalito tiene unas facetas insospechadas,
pequeñas todas, pero estupendas, maravillosas, que
dan más gustico que el sexo, la comida, y todas las
concupiscencias juntas. Por ejemplo, estar viendo una película
con una mujer dormida sobre tu hombro por el cansancio del
día , mirarla, y descubrir que el hormigueo del brazo
también dormido, a lo mejor es también amor.
Y, entonces, sientes un gustico interior muy majo. Y de esos
gusticos, en la opus, pocos. Te lo digo yo.
Lo de quién me ha visto
y quien me ve esta semana ha llegado al máximo
de cien: me ponen como ejemplo de ex numerario feliz... José
Carlos me ensalza escribiendo eso de que
un ex-numerario puede enamorarse de una mujer totalmente,
hasta el fondo, viviendo una felicidad maravillosa y el romance
más fantástico y lleno que te imaginas. Si tienes
dudas, léete los escritos de Satur y mira cómo
habla de su querida "piedra" (apelativo cariñoso
para su mujer). Él se enamoró a los 40 y pico,
y la exultación, delicadeza, romanticismo, alegría
y entusiasmo con que describe su relación, deberían
despejar cualquier preocupación sobre si tan fascinante
aventura es posible o no. ¡¡Olé
tus cojones, José Carlos!!. Yo, ejemplo de vida marítima:
Tarzán en minifalda, colegui.
La verdad es que el escrito de José
Carlos es todo un ejemplo de guión- ladrillo
al uso y estilo de aquellos que en su día existían
para dar los círculos de san Rafael. Y creo que te
metes en unos charcos, con toda tu buena voluntad, que dejas
la pantalla del ordenador hecha unos zorros.
Me parece que en temas como la afectividad, la sexualidad,
el triquitriqui y el ciruelo hay que andarse con mucho cuidado.
No todos semos iguales, ni todo el monte es orgasmo, (se dice
así, creo). Las sensibildades, la cultura, la formación,
las pasiones, las inclinaciones, las debilidades, la educación
y tantas y tantas cosas más, hacen muy difícil
decir dos por dos cuatro. No creo que se resuelva
asín. Elena
tiene un problema y pregunta si se puede enamorar un ex numerario
chileno. ¡Vaya preguntita!. Y, hala, a contestarle.
Valiente sandez; pues claro que sí. Lo que pasa es
que a lo mejor, o a lo peor, ese ex es un tío más
raro que una cabra con tacones. Ser ex numerario no es signo
de tipo chachi guay. Conozco más de uno que es un perfecto
gilipollas y, ahora que lo pienso, yo mismo, sin ir más
lejos. Y también conozco numerarios que son tipos muy
majetes (yo mismo, cuando era numerario era muy majete). Todo
esto es, como decía El Doctor, raro, raro, raro,raro....
Un día un numerario que impartía clases en
un instituto de un pueblo rústico y fronterizo organizó
con el APA un curso de formación en la sexualidad y
el amor. Aceptaron encantados porque la peña del instituto
estaba bastante asilvestrada el éxito del grupo
rockero formado por los alumnos era Abajo Pantalones-,
casi nada. Total que el numerata se puso en contacto con una
asociación donde fieles de la prelatura, cooperadores
y amigos, impartían todo tipo de cursos de formación,
escuela de padres, técnicas de Amor y Socorrismo y
lo que fuese al módico precio de un riñón.
Y allá que se fue una supernumeraria, médico
y psicóloga, orientadora familiar, muy fina ella, delicada
como el petalico de una rosa, parecíase toda de algodón
y porcelana. Muy bien vestida, algo pijilla y con voz de ¡ay,
que me de rompo toda!. Delante tenía unos cien chicos
y chicas en plan ¡¡¡allá vienen
las tribuuuuuus, las tribus del Señor!!!.
Comienza la charla espermatozoides por allí,
óvulos por allá, reproducción, amor"...
le miraban como indios al hombre blanco intentando vender
rifle.
- A ver, ¿queréis hacerme alguna preguntita?-
anima la doctora al personal.
En esto que levanta la mano un tipo de unos dieciséis
años que por su aspecto, era unicejo total, un auténtico
bigote encima de los ojos, se suponia que la pregunta venía
con metralla.
- ¡Señorita, señorita!
- ¿Síííí...?
- Dal pol culo, ¿fecunda?.
El trallazo fue mortal. La pobre mujer se quedó yuyu
total, la sonrisa desencajada y con cara espasmódica
Esta es la instantánea que tomé. Rejalgar a
tope:
Y es que las sensibilidades son muy, pero que muy distintas.
Jesús perdonaba con mucha facilidad las debilidades.
No iba metiendo broncas a la gente que pecaba por exceso.
Tampoco las bendecía, pero llama la atención
que no las trataba con la dureza que sí tenía
con fariseos, y sacerdotes de la Ley. Era como si los pecados
de la canne y cosas así fueran como un río que
se desborda, pero tarde o temprano vuelve a su cauce: ¡la
de veces que me desbordé yo hasta que amplié
y acondicioné mis riberas haciéndolas más
asumibles para mis tierras y mis gentes!. Sin embargo, el
fariseo y eso es lo que realmente sacaba de quicio a
Jesús- era como un río tranquilo, en su cauce,
sereno, limpín, pero... ¡ay!, estaba envenenado.
Y eso sí que realmente un problema raro, raro, raro,
raro.
Yo así lo veo.
Nadie está a salvo de nada. Y en el amor no todo es
lo que parece. Tengo para mí que he tenido suerte,
no creo que nadie sea tan listo de elegir una persona con
la seguridad de que me va a corresponder siempre, de que me
va a respetar siempre, de que me va a querer siempre, de que
me será fiel siempre. Ni yo a ella. Intuyo que cualquier
persona en mi lugar, circunstancias, condiciones y en
las que estaba ella cuando la conocí-, hubiese enamorado
a La Piedra. Saber eso es importante, creo: te hace vulnerable,
y la vulnerabilidad te lleva de la mano al respeto. Conozco
algún supernumerario que tiene más cuernos que
la sala de estar de Curro Romero, y no por ser mal marido,
quizás fue demasiado buen marido, pero insensible y
sordo a las llamadas de socorro de su santa esposa.
Y conozco supernumerarias que tienen más cuernos que
Rudolf, el ciervo de papa Noel, y no por ser mala esposa,
quizás sólo era muy buena esposa... Y eso pasa
en la opus de Elohim y en Manchuria.
No hay recetas, ni panaceas, ni guiones... Es la vida, como
viene, y también, un pelín de suerte: que es
la escritura de Dios sin firmar.
(La foto es inventada; la anécdota, no: estaba presente)
Una consecuencia de dejar la
opus, cuando has estado años allí, es que
te quedas sin amigos, coleguis y conocidos que dependían
de ese ambiente. No es que no te saluden, o que te ignoren,
pero lo cierto es que te has de buscar nuevos amigos. No es
fácil. Pasas del todo a la nada y si, como fue mi caso,
también empiezas una nueva situación profesional,
más aún todavía. Y no sólo dejas
esa gente, sino que cortas amarras con esas amistades (paréntesis)
-no olvidemos que yo era un golfete- que aquí y allá
habías acumulado, como amores en cada puerto. Fuera
todo. Como a San Agustín, esas amistades te insinuaban
¿pero nos vas a dejar, pipiolín?,
¿y por esa feorra que si se mira en el espejo
se mata en defensa propia?, vas a perdernos a
nosotras, las que te comprendíamos, las que sabíamos
entenderte como nadie?.
La Piedra conoce toda mi vida y, a veces, le gusta preguntar
por esas amistades del pasado. Es una curiosidad de mujer.
- Y dime, velero mío, yo ya se que tú eras
un Don Juan antes de que nos conociéramos. ¿No
te acuerdas alguna vez de ellas?. ¿Cuántas fueron?
- Déjalo, barquita de mis remos, que acabaremos maaaaal...
- Venga, portaviones, ¿cúantas?
- Mira, Sexta Flota, es que no quiero irritarte.
- Que no, góndolo veneciano, que es solo curiosidad.
- Bueno, Pearl Harbour, déjame que cuente y acompañando
la cuenta con los dedos le digo: una, dos, tres, cuatro, cinco,
seis, siete, TÚ, nueve, diez, once, doce...
Y, claro, se enfada.
Lo mejor es no buscar la amistad y poner al servicio del
bien la espontaneidad e inconsciencia que se puso para hacer
el bandarra. Comenzar de cero, pero llevándote también
el milagro de volver a empezar, de estrenar la vida, el amor.
A pesar de que muchos tenemos en nuestro debe una lista de
buenos pecadotes, no hemos estado lejos de la inocencia. Antes
de compadecernos, o de abrumarnos, haría falta saber
hasta qué punto queríamos liberarnos de la ciénaga
que nos ahogaba. Algunos de nosotros bastantes, andábamos
en nuestra miseria hundidos en el barrizal, pero nuestra mirada,
con frecuencia impotente y torturada, seguía levantada
hacia el cielo. Y vale más, quizás, a los ojos
de Dios, ese hundimiento parcial, que el hundimiento total
en una materia más apreciada a los ojos de los hombres
como la virtud social, el sentido de la dignidad, la virtud
pagada de sí misma y las conveniencias.
¡Qué sabemos!. A lo mejor uno no era lo suficientemente
puro para subir en la santidad sin orgullo y Dios, en su misericordia,
permitió el lechote repetido y arrepentido para confirmarme
en la humildad y ahora, de vuelta de tantas cosas, comprobada
y testada mi propia estupidez, puedo volver a encontrar, descubrir
y maravillarme de una nueva vida, más normalita.
¿Eran realmente amigos?. Cuesta aceptar que detrás
de muchas cosas que pensamos que son rectas, como el amor
de amistad, resultan sólo espejos, de nuestra vanidad,
de nuestra anónimo instinto de ser reconocidos, queridos,
admirados y comprendidos. Que existen muchos intereses compartidos
hasta que en un momento dado dejan de compartirse y, entonces,
nos sorprendemos, con fingida sinceridad, de haber estado
acompañados de seres tan egoístas, desleales,
insinceros.. cuando, muy probablemente, lo eran tanto como
nosotros.
Alguno pensará que se puede seguir con algunas amistades
de entonces. Cierto; yo alguna disfruto. Pero
no volvería a ese ambiente porque para la opus llevas
la señal de Caín. Vayas donde vayas, ese estigma
de es que Satur fue numerario, te seguirá
por centros, obras corporativas y labores personales, por
tierras y vaaaalles, por mares y ríííos....
y, hombre, puestos a empezar de cero, pues se empieza de cero.
Cambiando de tema, y sé que alguna/os se van a escandalizar,
pero era necesario saber exactamente qué es eso de
rejalgar, tan repugnante él. No podía quedarse
el tema en suspense. Parece mentira que después de
tantos testimonios de cienes y cienes de Orejas, de gente
de la opus de Jehová, nadie sepa exactamente qué
es eso del rejalgar. Así pues compré un poco
de rejalgar y se lo puse en un bote de salsa a Gusanita, la
niña que vive con nosotros (ya conté en un capítulo
anterior que vivo con cuatro muhere). Como sólo
tiene dos años pensé que su reacción
sería sincera y, además, no me podría
echar bronca. Bien, yo no sé que es el rejalgar, pero
estos fueron sus efectos. Así, que ya lo sabéis,
orejas, lo de repugnante como el rejalgar.
El primer día que conocí
a la Piedra, una maravillosa tarde de un extraordinario
mes de marzo, le pregunté oyes, ¿tienes
un Prontodejarásdeveme?. ¿Lo
cualo?, contestó. Que si tienes un Prontodejarásdeverme-
insistí.
- ¿De qué vas, tronquito?, ¿qué
significa eso de si tengo un Prontodejarásdeverme?.
- Que si tienes novio...
- Pues no...¿y tú?.
- Tampoco tengo novio.
- Muy gracioso... ¿y novia?.
- No afirmé muy serio. Soy numerario del Opus
de Dios, y lo que estoy haciendo ahora contigo me está
vedado, prohibido. No está bien.
- ¿Es contagioso lo tuyo?.
- No. Soy un hombre de Dios.
- Ya. ¿Y el crucifijo?, ¿y el alzacuellos?.
- No poseo. Soy un hombre de la calle. Lo mío es encomendar.
Por ejemplo, ahora mismo te estoy encomendando. Encomiendo
a saco.
Descubrí que ella iba a ser la mujer de mi vida. Ella
me entendía como nadie, ella me aceptaba tal y como
yo era, sin juicios, sin pasados, sin cultura ni ideología...
pero,¡ay!, pasa el tiempo leed bien ex hermanos,
leed bien- y añoras las correcciones fraternas que
te hacían de vez en cuando. Esos ¿tienes
un momento?, y te apartabas a una habitación
y te decían es que tienes los zapatos sucios,
o en ocasiones hablas demasiado en la tertulia y deberías
favorecer que otros, más tímidos, pudiesen hablar,
y les encomiendas mientras lo hacen, o el comentario
que hiciste el otro día en el comedor era poco sobrenatural.
¡¡¡Qué delicia!!!.
Porque en el badibodio no existe la corrección fraterna,
allí se mueven otras claves. Allí no consulta
nada a nadie. Se salta, se te mete el dedo en el ojo sin previo
aviso, nada de ¿tienes un momento?, tengas
o no un momento, patapám, colleja que te crío.
Don Álvaro decía que las pupilas se dilatan
cuando son llevadas por el amor y se ven detalles que sólo
los enamorados saben percibir. Cierto, campeón. El
problema es cuando las pupilas son microscopios. Entonces
ya es la caraba. Jamás, repito, jamás, en veintisiete
años en la perlatura me habían hecho correcciones
como en estos dos últimos años. Nadie había
visto en mí, entre tanto universitario aristócrata
del amor conviviendo conmigo a diario, lo que una chica de
Mernabo del Ciruelo (Guadalajara) ve en mí segundo
a segundo.
Un día estaba cantando mientras me afeitaba el mentón
eso de ¡¡¡Quaaaaareeee fremueeeeeruuuuun
geeenteeees poooooopulííí.!!!,
y asoma la Piedra su cabeza, un melón que no se sabe
si vende pelo o compra cabeza, y me expeta, ¿qué,
contentín, eh?.
- Pues, de sí. -le contesto.
- Sí, ya me he fijado que siempre que vas a salir de
viaje unos días te levantas cantando.
- ¿Y...?.
- Nada, tú sabrás.
Saber qué, me pregunto. Pero nada, el dardo está
echado. La herida sangra. Decidme, ¿son pupilas o microscopios?.
El observatorio de Maspalomas.
Otro día estás comiendo en un restaurante de
moda Bar el Paco y te dice:
- Oyes, sapo de la noche, ¿podrías dejar de
demostrar a todo el local que comes según el método
pasitos de bebé?. No hace falta que abras
y cierres la boca cada vez que masticas, ni que chasquees
como si fueras un cocodrilo.
- ¿Chasquear yo, grotesca trovera?. Yo no chasqueo.
- Sí que lo haces, rano. Más aún, tienes
al camarero mosca porque piensa que le estás avisando
cada dos por tres para que venga a la mesa.
- Falso, sapita. En veintisiete años comiendo con aristrócratras,
algunos operados de próstratra, jamás me advirtieron
de semejante defecto que desdeciría del cargo y posición
que ocupo... ocupaba.
- Pues, habría que veros comiendo, batracio, todos
haciendo ¡¡¡chassss,chasssss, chasssss!!!
Ya digo: las pupilas.
O vamos al Quiqui Inglés así le llama
Gusanita a los grandes almacenes- y le dices a la dependienta.
¡Hola, hemos venido del desierto solamente para
saludarle y comprar algo!. Una gracieta que suelo hacer
así como para hacerme el simpático. Y la Piedra
abre el bolso, saca la agenda para comprobar que, efectivamente,
ya dejé el jardín de infancia hace años,
y me dice ¡¡¡a mí no me montes
estos números, ¿eh?!!! ¿ Se puede saber
porqué siempre tienes que ir montando el número?...
Y, además, siempre con las más guapas, hombre,
que se te nota un montón... Y es que eres patético.
Si ya tienes cuarenta y seis años, pavo, y la chica
se está riendo de ti, rijoso. ...¡hazme otra
y me voy!.
Eso ya no son pupilas, digo yo, eso es mala leche. Mira que
fui veces a comprar al Corte Inglés con algún
hermano mío y lo bien que lo pasábamos. Y días
después te decía que, quizás, te habías
pasado haciendo reír a la dependienta cuando al medirte
el cuello para probarte una camisa le habías gritado
a la oreja ¡¡¡AAAAAJJJJJJJJJJJ, pero qué
hace señoritaaaaaaaaaaaa!!!. Y te corregía con
un candor, con una dulzura, con un buen sentimiento...
Pero asín es la vida. Tú lo quisiste fraile
mostén, tú lo quisiste, tú te lo ten.
Por cierto, sobre el tú te lo ten. Que un curso de
retiro de esos abiertos estaba leyendo uno en voz alta en
la comida y salió este punto de camino y el de mi lado
me dice:
-¿Qué es Telotén?.
- ¿Telotén?... No, no es Telotén. Es
te - lo - ten.
- Ya, pues eso, ¿qué es Telotén?. No
he oído esa palabra en mi vida, macho.
- A ver. Te de tú, como si fuera de ti, te, contigo,
¿me entiendes?. Lo de cosa, o sea, un complemento directo,
ya sabes lo, la, ¿pillas? Y Ten de tener, de que lo
tengas, ¿ok?.
- Telotén, Telotén... pues no caigo.
Y el que leía se calla un buen rato y nos dice a
ver, esos dos, o guardáis silencio o a la calle, que
aquí se viene a rezar. Y todo por el Telotén
de las narices.
La Piedra tiene la costumbre, que no caí al principio
que sería nefasta para mi posición en el mapa
del colchón, de abrazarse a mi vientre mientras duerme.
Me lanza el brazo como un candado y allí se queda,
inerme, pétreo, como la cerradura de un penal. Yo apenás
puedo moverme, así que he de estudiar muy bien qué
postura adopto la próximas ocho horas. De vez en cuando
despierta sobresaltada a altas horas de la noche y se me queda
mirando como una boa constrictor, fijamente, como quien desea
reconocer quien es ése que está allí,
y de repente me dice te quiero. Es un te quiero
que a mi me conmueve; parece que lo dice como quien dice me
muero. Me recordaba a mí cuando en el día
de guardia me incorporaba con avidez de la cama buscando a
tientas la almohada tirada a cienes de metros del jergón,
como un poseído, y al encontrarla, volvía a
la cama, me abrazaba a ella, a la almohada, y pensaba
ayyyyyyyyy, almohadita mía, no te separes nunca de
mi, porfa.
Y es que el amor es tan misterioso como el Telotén.
Siempre me intrigó un punto
de Surco donde San Josemaría Escriveitor of Balagueitor
entrecomilla un demostrativo que me parece, contri menos,
sospechoso. Es el punto 134.
Hemos de fomentar en nuestras almas un verdadero horror
al pecado. Señor -repítelo con corazón
contrito- , que no te ofenda más! Pero no te asustes
al notar el lastre del pobre cuerpo y de las humanas pasiones:
sería tonto e ingenuamente pueril que te enterases
ahora de que "eso" existe. Tu miseria no es obstáculo,
sino acicate para que te unas más a Dios, para que
le busques con constancia, porque El nos purifica.
¿Eso?... ¿qué é lo
que é eso?. No creo que se refiera a lo
que la Pantoja de Puerto Rico dice cuando exclama ¡¡¡y
essssooooo!!!, o como hablan en la tierra donde vivo
cuando te topas con alguien y no quieres volver a verle
si eso te llamo... ¿A qué se refiere ese
eso?. Trata del lastre del pobre cuerpo
y de las humanas pasiones, y especifica: sería
ingenuamente pueril que te enterases ahora de que eso
existe. Yo, la verdad, siempre pensé que al escribir
eso se refería a ESO, y ESO es lo que todos
sabemos: ¡¡¡ESO!!!.
San Pablo cuando se refiere a eso le llama el
aguijón de la canne, y en lugar de pobre cuelpo
dice cuelpo de muelte. Aconseja el Apóstol
que e mejor casarse que abrasarse (abrásame, y no me
digas nada, pero abrásame...). Los del Opus de la Trinidad
aconsejan que palante, que te basta mi gracia, que no tienes
Fe, que si quieres, puedes, que no pones los medios, que más
caña, que no rezas... y que, venga: alabí, alabá,
alabím bom ba, Satuur, Satuuur, y nadie más.
Y el Satur de turno, como las pelotas de funbol, bota que
te bota. Primero caes al suelo, rebotas y ¡parriiiiiba!,
te sostienes en el aire un segundo y......... ¡¡¡pabajoooooo!!!,
vuelves a rebotar y parriiiiiiba- subes menos- te sostienes
un poquito en el aire y ¡¡¡pabaaaaajo!!!,
vuelta a chafarte al suelo y... ¡¡¡parriiiiiiiba!!!
subes menos que antes, pero subes- te sostienes un pelín
y ¡¡¡pabajoooooo!!!. Asín vas subiendo,
bajando, chocando, subiendo, bajando, chocando, elevándote
cada vez menos, con golpes intermitentes cada vez más
frecuentes, hasta que haces toc, toc y toc. Y te quedas en
el suelo.
No pasa nada. Vuelta empezar. Cambio de ambiente, cambio de
ciudad, un sincero arrepentimiento (un modo de elevarse muy
alto) y, desde la altura... ¡¡¡pabajoooooooooo!!!.
Y otra vez la misma historia.
Eso para cada uno es algo muy personal, las sensibilidades
son muy diferentes, y hay quien reacciona por cualquier cosa,
y hay quien no le mueva ni Rita la Churrera. Hay quien le
atormenta, y hay quien le importa una higa. Hay quien se toma
eso muy en serio, y así les va, y hay quien
se lo toma como más de cachondeo, y así les
va; por ejemplo Sara, la mujer de Abraham: cuando le dicen
los ángeles que tendrá un niño en un
año, le entra una risa floja normal, a esa edad
sólo de pensar que andaría jugando a médicos
con Abraham era para que se le desabrochara la faja de la
risa- y el ángel , claro, mosqueado (ese se lo tomaba
en serio), y le mete paquete, para que aprenda.
No sé, lo del ESO es algo muy complicado.
Creo que llamarle eso a ESO es empezar mal. Parece
que hablamos de algo sucio, feo, triste y cochino. Como si
a Dios, mientras moldeaba a Adán, un demoñito
le hubiese tocado el hombro y aprovechando el despiste del
Creador le hubiese colocado eso, un ciruelito
de barro. Y Lucifer pensó ya está armada,
ganamos la partida. Y, bueno, no fue exactamente así.
ESO fue puesto por Dios, querido por Dios, y es
algo maravilloso. Por supuesto que puede desmadrarse, desordenarse
y caotizarse- como la Caridad (por ella vino la peste), o
la templanza, o tantas cosas que se pueden avinagrar naciendo
buenas. ESO tiene una biología, y una cultura,
y una biografía personal hecha de experiencias personales.
Cada una las suyas: según sus sentimientos, sus apegos,
sus condiciones afectivas, su rollo y su historia.
ESO no es amor, pero en el amor se ordena, se
asienta y se serena Pero si uno rompe su propia biografía
afectiva, si no es capaz de amores universales en celibato
carapato, si no puede amar sin nombres y apellidos, si necesita
de miradas, caricias, cara y ojos, que se prepare porque le
asaltarán un cortejo de sensaciones, tendencias y deseos
tan anónimos como impulsivas: inquietudes, miedos,
entusiasmos primarios, tristezas, ansiedades, furia, fuego.
Mensajes cifrados que indican cómo nos están
yendo las cosas, cual es el resultado del choque de nuestros
deseos con la realidad, y si se choca mucho, se rebota contra
el suelo, para luego subir en un desesperado intento de huir
de ese suelo sucio, mal irán las cosas.
Nos estamos mintiendo.
Haced caso, hermanos míos, de este torpe muchacho que
os quiere. Muchos paréntesis hubo en mi vida, demasiadas
aventuras, algunas tan estúpidas como ridículas
y vergonzosas, demasiadas escapadas a mundos donde bailar
eso de desde que meeeeee... dejaste, la ventanita del
amor se me cerró... tengo el alma encerrada, ya no
aguanto esta pena, tanto tiempo sin verte es como una condenaaaaa.
Demasiadas caricias a sexos, pero no a personas, demasiados
arrepentimientos sinceros deseando una fidelidad al menos
a mí mismo- ya queme era imposible a la opus, ni a
Jesús, que intuía ya no le hacían gracia
mis historias (San Chema decía si alguna vez
hacéis alguna, al menos que tengan gracia...). Y pedía
sinceramente una vida nueva, aunque sin saber ni como, ni
con quién, ni cuando... me parecía un milagro
de los gordos. Ciento por ciento milagro.
Y apareció La Piedra. Y me dije para mí que
a lo mejor era ella. Y me lancé. Pues bien, aquí
estoy, tres años después. Nada de escapadas,
nada de ESOS extraños y complejos. Vida
normal, feliz sin dolor, feliz sin dolor, feliz sin dolor
todo el día, calmante vitaminado me devuelve la alegría.
Muchas referencias se hacen a la Piedra en las correspondencias
así que envío una afoto de ella. Ya sé
que no es muy guapa; de hecho cuando nació el ginecólogo
le dijo a mi suegra: la voy a tirar al techo, si se queda
pegada es que es una murciélaga. No se quedó
pegada. La cara es de nacimiento, no tuvo ningún accidente,
ni le dí a probar rejalgar.
Continuación
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