CONSEJOS
DE UN CURA DIOCESANO
Enviado por Jerónimo el 31 de octubre
de 2003
No he pertenecido nunca al opus, tampoco conocía sus
entresijos hasta entrar en vuestra página a principios
de agosto. Si embargo, me considero una víctima indirecta
desde los comienzos de mi sacerdocio (soy cura diocesano),
porque en todos estos años he visto crecer la "marea
negra" con sus nefastas consecuencias para la institución
eclesial.
En el trato frecuente con personas que han sufrido por otras
circunstancias he llegado a algunas conclusiones que someto
a vuestra consideración por si pudieran ser de utilidad:
- En esta web he leído muchos testimonios de personas
que dicen haber sufrido una grave manipulación de la
conciencia. En este punto hay, me parece, una amplia coincidencia.
Por tanto, estamos ante víctimas de una agresión,
ante testimonios de personas que dicen haber soportado las
consecuencias negativas de una institución. ¿Son
creíbles? Mi respuesta es afirmativa. Aquí se
habla con el corazón en la mano y eso se nota con leer
algunos de los correos o los testimonios de "Tus
escritos". La primera duda de la víctima
es precisamente la de pensar que nadie le va a escuchar o
que sus historias son falsas. Por eso digo en primer lugar
que os creo del todo. Pertenezco con otros muchos a una religión
fundada por una Víctima Inocente clavada en una cruz
y mi primera obligación como persona y cristiano es
estar cerca de las víctimas del mundo, acompañarlas
y, si puedo y quieren, ayudarlas.
- La gente que ha sufrido tiende a pasar página, a
mirar para otro lado, a procurar no recordar el origen de
su dolor. Pero un día u otro surge la necesidad de
enfrentarse al dilema: no poder construir el futuro sin hacer
cuentas con el pasado. Nace la necesidad de expresarse, de
contar todo tal y como se vivió, de descubrir lo positivo
en medio de la tragedia. El objetivo de esta primera fase
es el de llegar algún día a aceptar e integrar
en mi historia lo sucedido. Y, entonces, se precisa de otras
personas que le hagan oreja, le escuchen sin emitir juicios,
acojan sus palabras y las guarden en silencio; en fin, personas
compasivas, capaces de padecer-con, de compartir con el otro
apasionadamente su pequeño o gran dolor. La tarea de
llegar a expresarse, a unos les cuesta más y a otros
menos, algunos necesitarán muchos años hasta
lograrlo. Serán sin duda quienes hayan pasado por situaciones
iguales o similares los mejor capacitados para recibir esas
confidencias. En este sentido, esta página hace un
bien inmenso dando la oportunidad de expresión a los
antiguos miembros de la obra, sabiendo de antemano que al
otro lado de la pantalla hay muchos lectores (cada día
crece el número) capacitados para entender. Como cada
individuo es diferente y también las experiencias son
asumidas de distintas maneras, es muy conveniente animar a
todos y cada uno a escribir, sin importar las reiteraciones,
porque cada experiencia es insustituible y ayuda a quien la
escribe y a los posibles lectores que pueden sentirse identificados
con uno u otro aspecto.
- En esta tarea de aceptar e integrar en la historia personal
las experiencias pasadas hemos de salvar un difícil
escollo: la culpa. Podemos criticarnos el habernos dejado
engañar, lamentar y no perdonarnos el día que
decidimos "pitar" (jerga desconocida para mí
hasta agosto) y, lo que puede ser más grave, sentirnos
culpables por el daño o la manipulación inflingida
a otros cuando estábamos dentro. Si no somos capaces
de superar la culpa no podremos encontrar la libertad. Debemos
llegar a perdonarnos a nosotros mismos, quienes sigan siendo
creyentes apoyados en un Dios cercano y amoroso; y quienes
hayan perdido la fe deben conseguirlo ante sí mismos
y la humanidad.
- Cumplida la tarea anterior, la víctima está
en condiciones de reconstruir su vida. Asumido el pasado,
integradas las vivencias negativas en su historia y reconciliada
consigo misma queda dispuesta para abrirse a un futuro desde
la libertad. En "El
viaje del héroe" (tomo prestada la expresión
a Mr. M.) se recupera el yo y se cicatrizan las heridas. En
este sentido creo que deberían añadirse al señalado
otros testimonios de ex miembros, aportando las pistas necesarias
para que la mayoría pueda salir adelante. Abundan en
la página, de momento, las experiencias pasadas, pero
se echa en falta salvo algunas excepciones- las sugerencias
para poder reconstruir la vida. Por ejemplo: ¿Halma
y su padre podrían
continuar el relato y explicarnos cómo se consigue
rehacer la vida?
- Y, por último, allí donde hay víctimas,
detrás están los victimarios. De ellos hay que
ocuparse en último lugar. En este caso varios cientos
de personas confiesan haber sufrido una agresión en
su conciencia a manos de una institución de la Iglesia
Católica, el Opus Dei. El asunto es muy grave y tiene
dos connotaciones: la comprensión teórica del
fenómeno y la lucha por corregir o eliminar la causa
del mal. Respecto al primero es fundamental el estudio de
cuatro campos: la personalidad y psicología del fundador,
el análisis de sus escritos, las ideologías
y teologías de la época fundacional y los resultados
concretos en las personas y obras realizadas. Cada uno de
nosotros debe aportar lo que pueda para esclarecer la cuestión
(y de paso ayudamos a Satur).
En honor a la verdad debo añadir algo muy duro: encuentro
muchos parecidos entre vuestros testimonios y el estudio de
Hannah Arendt: "Los orígenes del totalitarismo".
Pero sois vosotros, los que conocéis la obra por dentro,
quienes digáis si estoy o no en lo cierto.
- Harán todo lo posible por silenciar la página,
porque su existencia es la prueba irrefutable de que algo
muy serio no funciona dentro de la obra. La acumulación
de testimonios se convierte en la mejor prueba de los graves
fallos de la institución. Nunca más podrán
decir que eran cuatro o cinco resentidos los que se fueron
de la obra, ni podrán negar el proselitismo con adolescentes
ni otras muchas cosas. La verdad se va abriendo camino y muchos
curas, frailes y monjas os leemos en silencio, algunos mi
caso- como lectura espiritual diaria. Desconocemos todo lo
que sucede dentro, aunque intuíamos que algo olía
a podrido. Mis colegas apenas escriben, incluso amparados
en el anonimato como hago yo, porque la obra ha conseguido
difundir el miedo en toda la Iglesia. Pero la voz se va corriendo
y cada vez llega más alto.
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