¿ALGUIEN
SABE QUÉ ES EL OPUS DEI?
Autor: Satur
1. -Recuerdo que... (27-9-2003)
2. -Yuri Borev compara...
(5-10-2003)
3. -Viene jugosa... (12-10-2003)
4. -Cuando me entregué...
(19-10-2003)
5. -Uno de los asuntos...
(26-10-2003)
6. -Pido perdón...
(31-10-2003)
7. -Morirse en el Opus Dei...
(15-11-2003)
8. -Dos temas... (23-11-2003)
9. -Viajo bastante... (30-11-2003)
10. -La formación que se
da... (6-12-2003)
11. -El hijo mío que no hace
apostolado... (14-12-2003)
12. -Sobre el sigilo sacramental...
(21-12-2003)
13. -Termino de leer... (28-12-2003)
14. -Un día me encontré
raro... (4-1-2004)
15. -Vaya por delante... (13-1-2004)
16. -Llama la atención...
(21-1-2004)
17. -La prelatura, dicen...
(26-1-2004)
18. -Entiendo que
el tema que vamos a tratar... (2-2-2004)
y 19. -Lo que no
sabe el Opus Dei de sí mismo... (8-2-2004)
FIN
Recuerdo, hace años,
que coincidí con Pedro Lombardía -personaje
extraordinario, numerario y canonista de prestigio mundial.
Falleció hace unos años. Comentaba, con una
seguridad pasmosa, que en el Vaticano saber, lo que se dice
saber, qué era el opus dei, no lo sabía nadie,
excepto -y lo matizaba- Monseñor Deskur (un obispo
polaco amigo del Papa). Nadie más, ni siquiera el Santo
Padre, que se fiaba de los consejos de su gente, aunque le
costaba entender qué era eso del opus dei. Y añadía:
y en el opus dei también son muy pocos los que lo entienden...
Álvaro del Portillo y alguno más.
Estos comentarios no los hizo en un aparte, sino que los
manifestó en una tertulia sin ningún tipo de
reparo que, por otra parte, no tenía para nada.
Me chocó, pero el tiempo en la obra -27 años-
me hizo ver la verdad de esas consideraciones. No dejaba de
sorprenderme que todo dependía de quién tuvieras
como director para que la vida fuera de un modo o de otro.
Y no sólo en eso que Ruiz Retegui, acertadamente, distingue
entre Lo Teologal
y lo Institucional, sino que observabas actuaciones
muy arbitrarias, absurdas e incoherentes en nombre de no se
sabe qué criterio personal. La web está repleta
de anécdotas en ese sentido.
Quizás muchos de los que salen con necesidad de ayuda
médica, después de años de depresión,
sea motivada por esas faltas de coherencia. Es muy duro tomarse
en serio todo lo que te dicen, intentar vivir los criterios
y normas buscando la santidad, y descubrir que muchos, directores
incluidos, hacen lo que quieren pateándose criterios
sin crearse problemas de ningún tipo. Porque hay gente,
bastantes, que sí se toman en serio lo que les aconsejan,
y decubrir que el tiempo de la noche es un cuento chino para
bastantes, que en los cursos anuales hay peña que tiene
planes extraordinarios dificilmente compatibles con el desprendimiento,
que para algunos la vara de medir es distinta, que se mira
para otro lado, que dan la callada por respuesta cuando requieres
una explicación a esas incoherencia.
Yo he de reconocer que, visto lo visto, me acomodé
a esos que tiran por la calle de en medio, y poco a poco me
hice nada escrupuloso con cumplimientos e incumplimientos.
Quizás esa actitud, en parte inconsciente (se nace
así), me salvó de depresiones y angustias innecesarias.
Pero me entristecía escuchar en la charla personas
que iban a por todas y que el tiempo las hacía deslizarse
por caminos de angustias, ansiedades y escrupulos por auténticas
tonterías que uno no podía decir que eran tonterías.
Por ejemplo, consultar un libro que estaba clasificado con
un 5, y decirle que era un 5 y el tipo a callar y a obedecer,
cuando sabías que lo habían leído tres
en la casa (yo incluido: "Los Pilares de la Tierra"...);
o que sufría porque no vivía el tiempo de la
tarde, cuando sabías que media casa se estaba pegando
una siesta de pijama y orinal (yo incluido) -en el opus dei
los numerarios no pueden echar la siesta. O el que sufría
porque no tenía agua bendita -en la obra se rocía
con unas gotas de agua bendita la cama antes de acostarse-
y te despertaba a las una de la madrugada como si le fuera
la vida en ello, pidiéndote si tenías agua bendita
(que no tenía, por cierto; no por nada... pereza).
O aquel que se atormentaba porque como no podía ver
los partidos de futbol los domingos por la TV se iba a un
bar a verlos... ¡criatura!
En fin, se podrían contar tantas historias, tan pintorescas
y ricas como cada una de las personas.
Como ese director de una delegación que dando una
charla a vocaciones recientes, animándoles a ser sinceros,
va y suelta: "y si te gustan los hombres, por ejemplo
el director de tu casa, o un residente, pues vas a la charla
y se lo dices : me gustas". ¡La que armó
el tío: nos salieron del armario unos cuantos!... desconocimiento
total de qué es un adolescente y de la naturaleza humana.
Ser director, cuando uno es un ingenuo, un infantil y un inmaduro,
es muy, pero que muy peligroso. Aunque lleve alzacuellos.
Por eso pregunto,¿de verdad alguien sabe lo que es
el opus dei?. Yo creo que no.
Yuri Borev compara la historia
de la URSS con un tren en marcha, y me recordó -aunque
todas las comparaciones son odiosas- con la vida de muchos
en el opus dei.
"El tren se dirige hacia un futuro luminoso. Lo conduce
Lenin. De pronto: stop; se han acabado las vías. Lenin
apela a la gente pidiendo que trabaje horas extras los sábados;
se colocan más vías y el tren puede continuar
su viaje. Después se pone a conducirlo Stalin. Y también
se acaban las vías. Stalin manda fusilar a la mitad
de los pasajeros y revisores, y obliga a colocar vías
nuevas. El tren se pone en marcha. Jruschov sustituye a Stalin,
y cuando se acaban las vías ordena desmontar las que
el tren ha dejado atrás y colocarlas delante de la
locomotora. Jruschov es sustituido por Breznev; cuando vuelven
a acabar las vías dispone que se corran las cortinas
de las ventanillas y que se balanceen los vagones de tal manera
que los pasajeros crean que el tren continúa en marcha..."
Me ha llamado la atención lo de "se acaban las
vías". Con frecuencia en el opus dei, en la vida
de cada uno del opus dei, o en la de cada centro, se acaban
las vías y, con frecuencia también, y dependiendo
de qué directores tienes, qué ambiente te rodea,
o qué edad tienes, las soluciones son más o
menos parecidas a la historia que relata Borev. No sabes qué
suerte te caerá, pero sí que lo único
importante son "las vías" y, en el peor de
los casos, que "parezca que viajas", aunque sea
un engaño, aunque te dejes engañar. Los directores
de las delegaciones son los que se dedican, fundamentalmente,
a poner vías, o a correr cortinas y balancear el vagón
desde fuera.
Los criterios están muy claros, y las normas, y las
costumbres, pero cada uno, con el tiempo, sospecha que algo
no funciona. Poco a poco, percibes que los problemas personales
se acortezan, cada uno los suyos, y que son lo menos importante
en el opus dei. Lo fundamental es que el tren siga su vía,
o que parezca que sigue su vía; pero en el vagón
los pasajeros hablan entre ellos, se conocen y, aunque está
prohíbida la confidencia fuera de ámbito de
la dirección espiritual, la gente sospecha que algo
no funciona. Sobretodo en esos vagones que son los centros
de mayores donde, entre cortinas cerradas, las cosas son muy
difíciles de simular: sacerdotes mayores con serias
dudas sobre los modos de dirección espiritual que llevan
los laicos, depresivos que hacen de su capa un sayo, bajo
excusas de enfermedad, numerarios a su bola y que cuando están
en el vagón hacen como que traquetea el tren (sabiendo
que no se mueve...) demasiadas mentiras, y demasiadas maneras
diferentes de solucionar problemas lejos de las personas.
El problema es el opus dei, no las personas.
Y encuentras que hay tantos opus dei como directores, como
sacerdotes y como personas, cada uno fundador del suyo, de
su opus; están los que son más legales, más
caraduras, más obsesivos, más permisivos, más
estrictos, más interesados, más no sé
como... Y con el tiempo cada uno lo manifiesta a su manera.
Está el que va a la delegación de vez en cuando,
cuando le da el puntazo, y monta un pollo porque "el
opus dei no es así"; y el que te salta un día
en la tertulia con que "el opus dei no es asá";
y el que te pílla en la habitación y te dice
"que el opus dei es lo que yo te diga".
Unos entienden la pobreza de un modo, del suyo; otros no
creen en el proselitismo; el de acá no quiere dar ya
más charlas, ni atender más medios de formación
"porque el opus dei no es así"; el de acullá
te predica un retiro gritando que "el opus dei no es
lo que os creéis: el opus dei es lo que yo os voy a
decir ahora...": y el hombre, 75 años, te cuenta
unos ejemplos de pobreza de cuando la mili se hacía
con lanza.
Recuerdo en un curso anual estar viendo la película
"La Princesa Prometida". Desenfadada, divertida
e ingenua. Hay un momento en que se va a casar la Princesa
con el rey; en la escena se ve a los contrayentes de espaldas,
mirando el altar, y el obispo que les va a casar también
de espaldas. El obispo se gira - la cara del prelado ya indica
que la cosa se pone guapa- y después de mirarles en
silencio les dice con voz de gangoso: "El Badibodio ez
un dueño dentro de odro dueño" (el matrimonio
es un sueño dentro de otro sueño). Estallamos
a reir todos en la sala de estar y, en estas estábamos,
cuando se oye, como un relámpago, como Moises al ver
al pueblo idólatra, como la ira de Yhavé, a
un sacerdote de la convivencia " ¡¡¡Esto
es grotesco, grotesco!!! ¡¡¡¿Cómo
podemos ver burlarse de un obispo y, encima, reírnos
y aplaudir?. ¡¡¡Esto no es el opus deiiiiii!!!..."
Y se marchó dando un portazo y un último ¡¡¡GROTESCO!!!.
Pues eso: ¿alguien sabe qué es el opus dei?.
¡Viene jugosa la correspondencia
esta semana!. Quien más quien menos se apuntó
al bombardeo. Y se pone de manifiesto la teoría que
sostengo: nadie sabe qué es el opus dei. Ya podemos
querer ir al "Kit" (?) de la cuestión, o
pretender racionalizar la institución a base de Shakespeare,
Santo Tomás, Lampedusa, Lutero, Herman Hesse; Tarzán
de los monos o Napoleón en minifalda... Nada, nos quedamos
donde estábamos. Quizás en Austria- Hungría,
Jose Carlos, las cosas sean de otro modo y la peña
no echa broncas (me cuesta creerlo): conocí a un director
mayor de Austria-Hungría que nos metió un paquete
en un UNIV que ardía el misterio. Otra cosa es que
la sociedad austríaca no entiende ciertos modos y hay
que adaptarse si quieres sobrevivir. Pero el tema sigue sobre
el tapete: ¿qué es el opus dei?. Cada uno tiene
su biografía, sus historias... y coinciden en bastates
cosas, pero no terminamos de focalizar.
Tengo para mi que por un lado va la teoría, que es
fascinante, y por otro la vida, que es tan miserable, o fantástica,
como la de cada cual. Ocurre que ser del opus da un cierto
caché, charme, un sentido de exclusividad, de ser elegido:
os prometo la salvación si perseverais (¿alguien
da más?); hagas lo que hagas está salvado a
condición de que palmes en el opus dei: el mejor sitio
para vivir, el mejor sitio para morir (y en eso tienen razón:
viven como rajás del Bramaputra in the Sunhine). "Nadie
te va a querer como te queremos en Casa" (no es un anuncio
de "Casa de Pensions"- ¿hablamos?; que conste).
Por ejemplo, los criterios para vivir la pobreza son muy
prácticos, y un buen termómetro para hacer examen:
no tener nada como propio, no tener nada superfluo, no quejarse
cuando falte lo necesario... pero la primera que se los patea
es la propia obra; que un supernumerario le pida el coche
a un numerario y verá lo que le responde; que hagan
hoy mismo la prueba, que se presente en el centro y pida un
coche para llevar a su familia de excursión -¡vamos
de paseoooo, pípípí, en un coche nuevooo,pípípí!...
pero al revés, o viceversa, como si dijeramos, sí:
el numerario llama al supernumerario le pide la Vuyaguer y
a aflojar, colegui, que es por el bien de la prelatura. O
sea, que no tienen nada como propio: ¡narices!. Y el
que dice un coche dice un ordenador, o pan.
Conviene mirar la habitación, armarios incluidos,de
los centrose mayores y ver la de cantidad de cosas superfluas,
no necesarias, y la cantidad de cosas que tienen como propias:
no habrá fotos de su familia -no se puede, es un apego,
familiosis y tal- pero ¡jolines con la pobreza!: ¡¡¡amo
esa pobreza!!!. "Esa que no grita¡¡¡soy
pobre!!!"
Y lo de no quejarse cuando falte lo necesario, eso ya es
de traca. Si yo he visto tres numerarios llegar a un curso
anual desde Valencia a Barcelona, bajar del coche, ver la
casa de convivencias, meterse en el coche, y salir zingados
a Valencia con un mosqueo planetario porque la casa era cutre...
¿Cutre 'Mas del Bosch'?: lo que pasa es que las critaturas
-treinta tacos de media- querían un cinco estrellas.
Y eso que no faltaba lo necesario: su habitación, su
comedor chachi, su piscina, su ambiente delicatesen, su paisaje
espectacular... ¡Ay, pero los baños eran comunes!:
criaturas. También los directores... mira que no poner
baño completo en cada habitación.Tiranos, agarrados,
garrapos.
O aquel delegado del Padre que tenía que visitar a
un obispo y le llevaba en coche el de san Miguel de una delegación.
Al ver el coche, un coche normal, de esos de cuatro ruedas,
puertas y volante, le dice, "¿en eso vamos?; ¿no
hay nada mejor?". El otro, perplejo, le dice que hay
uno en el garaje un poco mejor, pero como había prisa
pensó coger ése. Contestación del baranda:
pues voy en taxi; soy el delegado del Padre. ¡Hala,
chúpate esa!. Y allí tienes al de san Miguel
(no el de las cervezas,¿eh?, el otro) bajando a toda
pastilla a por el coche "ofisial" .O sea, que no
se quejan cuando falta lo necesario. En bici te hacía
ir yo, para que sepas lo que es bueno.
Respecto al asunto del sigilo sacramental lamento decir que
sí se lo patean (por supuesto no todos). Que da igual
los subterfufios morales y legales que se usen para que la
conciencia quede tranquila por parte del sacerdote, o de los
directores, pero se lo patean. Recuerda un poco a las pijoterías
legales que los fariseos usaban para cumplir el sabat o no:
pura chorrez. El tema, como apuntaba uno, está no en
la palabra "sacramental", sino en la palabra "sigilo".
Pero eso, otro día.
Cuando me entregué
al opus dei tenía quince años y no pensé
en nada más que en dar mi vida entera. Estaba dispuesto
a hacer lo que se me pidiera; lo que fuera. Jamás me
planteé si era o no del espíritu, si era absurdo,
o si iba en contra de la naturaleza de las cosas. Y no era
el único. Allá van unas perlas.
Recién pitados nos enviaron a una convivencia de vocaciones
recientes donde asistían adscritos de toda la delegación.
Allí nos congregamos cuatro días una panda de
chavales de edades comprendidas entre catorce y dieciocho
años. Los adscritos mayores, para los que estábamos
recién pitados, nos parecían "Sotanillos
pata negra", y de sus labios, en las tertulias piratas,
salían gran parte de las anécdotas que la tradición
oral del opus transmitía. Pero también servían
esas tertulias para inventar normas y costumbres a costa de
la bisoñez e ingenuidad de la peña recién
pitada. Colaba todo.
Una noche de tertulia uno de esos viejos gatos, compinchado
con otros, nos comentó: mañana es "viernes
de Espinas". Nosotros, llevados por la curiosidad de
conocer nuevas costumbres, preguntamos "¿viernes
de espinas? ¿qué es eso de viernes de Espinas?".
Nos miraron así, como el que ha metido la pata: "Bueno,
si nos os lo han dicho aún, tranquilos... ya os lo
comentarán. En la Obra se va por un plano inclinado
y es mejor que os lo comente el director". Y se miraban
como el que ha metido la pata.
Nosotros, venga, a preguntar. "¿Qué es
eso del Viernes de Espinas". Y ellos que nada, que ya
nos lo dirían. Y nosotros a dar la barrila, "venga,
contadnos de qué va...". Y muy serio va y suelta:
"es una costumbre de casa; los primeros viernes de mes,
recordando los sufrimientos de Jesús en la Pasión,
y la Coronación de Espinas, hay costumbre de darse
cabezazos en la pared rezando jaculatorias.
Nos miramos estupefactos. ¿Cabezazos en la pared?..."
Claro, como las disciplinas los sábados que te das
en el culete rezando una oración a la Virgen, pues
lo mismo pero dándote cabezazos en la pared!".
Preguntamos, "pero, ¿cuantos cabezazos?".
Contestación: los que tu amor te dicte.
Llegó la noche. Y en esto que escucho en la pared
golpes, pum, pum, pum. Y yo pensé "jolines, "Viernes
de Espinas". Y nada, me pongo a mirar la pared y, motivado
por el de la habitación de al lado (que, por supuesto,
pegaba con el puño) , cierro los ojos y pienso "Jesus,
te amo" y ¡¡¡patapóm!!! me zorriostro
un cabezazo contra la pared que vi a Poncio Pilato vestido
de Primera Comunión. Como lo cuento. Y pensé
"joé con el Viernes de espinas". Y me fui
a la cama hecho fosfatina. Y el de al lado seguía,
¡pum!, ¡pum!, ¡pum!. Y yo avergonzado de
mi falta de amor.
Al día siguiente, en el desayuno, se me sentaron al
lado los viejos gatos y me preguntaron... Las risas se oyeron
en Sebastopol. Y es que uno estaba dispuesto a todo.
En otra convivencia nos explicaron que si habíamos
observado que muchos numerarios mayores cojeaban un poco (todo
vino porque había uno mayor atendiendo la convivencia
que andaba un poco raro). Les dijimos que sí, que ahora
que lo dices, pues sí. Y van y sueltan: es que cuando
haces la fidelidad para que no te cueste la Santa Pureza te
hacen una operación y te castran, lo que pasa es que
los primeros, como no había dinero, pues lo hacían
más rudimentario.
Nos quedamos blancos. Pues bien; de cinco adscritos que estábamos
sólo uno, ¡uno! (es fiscal actualmente), se fue
al director y le dijo nerviosísimo "ponme un super
delante de numerario porque a mí no me capa nadie".
A los demás nos pareció fantástica la
idea: "¡claro, así no nos cuesta la Pureza!,
¡¡¡buena idea!!!.
Con esto lo único que quiero decir es que a esas edades
te entregas y tragas con todo, entusiamado, ilusionado, con
ganas de cambiar el mundo, ingenuo, recién estrenada
la vida. Después, años después, descubres
que ese amor no cambia nada, que te amoldas, que nada es como
te explicaron, y buscas el amor dentro de ti, si aún
te queda algo, y vuelves a sembrar, otra vez, igual de ingénuo,
igual de alegre... Y vuelves a estrenar la vida, el amor y
la entrega a los cuarente y pico. Feliz de poder volver a
empezar. Al menos a uno le pasó eso.
Por cierto, ¿alguien sabe qué es el opus dei?
Uno de los asuntos que
más me llamó la atención al vivir en
un centro de mayores fue la cantidad de gruñones que
convivían por metro cuadrado. Se ha tratado mucho en
los escritos sobre el
alto número de depresivos, y es cierto, pero el de
gruñones y cascarrabias es muy superior. Y es que la
suma de actos perfectos no hacen un hombre prefecto; no lo
olvidemos. Se puede ofrecer el día besando el suelo,
rezar miles de jaculatorias, hacer media hora de oración
por la mañana y por la tarde, asistir o celebrar la
Santa Misa, ofrecer el trabajo, rezar el Ángelus, las
tres partes del Rosario, poner la sal de la mortificación
en todas las comidas, leer a diario diez minutos de lectura
espiritual y cinco del Evangelio, ponerse dos horas el cilicio,
mirar con devoción las imágenes de la Virgen,
saludar al Custodio del centro al entrar en casa, saludar
y despedirse del Santísimo, rezar las tres avemarías
antes de acostarse, rociar con unas gotitas de agua bendita
la cama. Se puede hacer todo eso y más: ser un tipo
capaz de recordar que los lunes hay que tratar a los Ángeles
custodios, los martes al Espíritu Santo, los miércoles
a San José, los jueves la Eucaristía, los viernes
la Pasión, los sábados a Nuestra Señora,
los domingos laTrinidad, y sembrar de jaculatorias el tiempo
de la tarde y de la noche; se puede rezar el trium Puerorum,
el salmo II, el símbolo Quicumque, el Adoro te devote,
el Acordaos y el Jesusito de mi vida, eres Niño como
yo, el trisagio Ángelico... hasta dar consejos santos
en la direccón espiritual tipo deja obrar al
Espíritu Santo en tu alma. Se puede, en fin,
flagelarse el culete los sábados en plan marcando el
compás, no merendar, dormir sin almohada, asistir a
un círculo, dar otro, hacer apostolado en plan "esa
chica es míaaaa, sólo sólo míaaaaa"...
Todo eso y más, y ser un perfecto gruñón,
un cascarrabias de tomo y lomo. Alguien absolutamente insoportable,
histérico, lejano a los intereses de los demás,
acortezado en su mal carácter, engreído, agrio,
avinagrado y, con frecuencia, solitario, incapaz de dar cariño
y, lo que es peor, de recibirlo.
Suelen tener entre cuarenta y cinco y setenta tacos, biografías
donde en su tiempo fueron alguien, o así lo creen ellos:
o vivieron con el Fundador, o tuvieron encargos de gobierno,
o fueron profesionalmente unos top ten del patín de
la baraja. Lo saben todo del opus, los demás no saben
nada, no se enteran. Montan pollos de vez en cuando en el
centro, en la delegación o en el Vaticano (si pudieran);
si son sacerdotes aprovechan la mesa de meditaciones para
endilgarte un paquetón del universo mundo contra todos
o contra alguien en concreto. Son, la verdad, inaguantables;
ya se sabe que si rascas en un gruñón hay una
persona que no se gusta nada, un tipo que merece compasión.
Unas de cascarrabias.
Yo estaba en mi habitación; la una y media del mediodía.
De repente, como un rayo, escucho la voz atronadora de un
sacerdote de sesenta años en medio del pasillo gritándole
al mundo, (me recordó los gritos de mi madre la primera
vez que me vio saltando con mis zapatillas de deporte sobre
su maravillosa cama de matrimonio que estrenaba una colcha
inmaculada, limpísima, hecha a mano primorosamente
por mi abuela,): ¡¡¡ESTO NO ES EL OPUS DEIIII!!,
¡¡¡ESTO NO ES EL OPUS DEIIIIII!!!.
Me quedé quieto, haciéndome el muerto, este
se ha vuelto loco (lo imaginaba agitando un cuchillo
y buscando una pieza por la casa). Nada, yo quieto. El cura
seguía: ¡¡¡ESTO NO ES EL OPUS
DEIIIII!!!. Bien, allí no salía nadie
a socorrer a Cruella de Ville así que decidí
atenderle. Abrí la puerta y me lo encuentro en pijama
(estaba con gripe, el cura, no yo), despeinado, mirándome
como Moisés al ver al pueblo hebreo adorando al becerro.
Y, hala, a gritarme a mi: ¡¡¡ESTO NO ES
EL OPUS DEIIII!!!, ¡¡¡PRIMERO DIOS; LUEGO
LAS PERSONAS; LUEGO LAS COSASAAAAAS!!!. Y yo, pero,
¿qué le pasa?. Contestación: ¿QUÉ
ME PASA?, ¿QUÉ ME PASA?, ¡¡¡PRIMERO
DIOS; DESPUÉS LAS PERSONAS; LUEGO LAS COSAAAAAS!.
Vale, ya le he oído, coñoooo, ya le he
oído, pero ¿qué le pasa? respondo
fuera de mi-. ¡¡¡PUES QUE ES LA HORA
DE COMER, ESTOY ENFERMO, Y NO ME HABÉIS TRAÍDO
LA COMIDA!!!. -Pero si es la una y media y la administración
saca la comida a las dos y media. Falta una hora, le digo.
Se queda callado, en silencio, mirando al suelo, los ojos
perdidos, como observando una ameba en la baldosa, y sin más
se mete en la habitación dando un portazo. ¿Pidió
disculpas?; pa tu morro las disculpas.
La verdad es que éste las montaba de Fredy Kruguer.
Un día viendo una película de nazis uno comentó
joé, que mal lo han pasado esos tíos (se
refería a los judíos). Y va Kruguer, el
sacerdote, se levanta y empieza a gritar que Felipe González
está haciendo cosas peores porque es un abortista,
un asesino como Hitler, y que mucha pena con los judíos,
y mucho tolerar y tragar con los socialistas y comunistas...
Y allí estábamos diez tipos escuchando en la
oscuridad de la sala de estar, mientras seguía proyectándose
la penícula, esperando que se le pasara el ataque.
Acabó y, como era habitual, se largó dando un
portazo: ¡cómo le gustaban los portazos!. Ahora
que pienso en él me viene, instintivamente, ¡POUM!,
¡POUM!,¡ PATAPOUM! (hala, a portazo limpio).
Con esta clase de gente la delegación tiene un problema
Houston porque después de años en
el opus son criaturas incompatibles con casi todos los centros
de la ciudad: en tal sitio hay dos gruñones más,
en tal otro hay otros tres cascarrabias, en aquel estuvo viviendo
hace dos años y dejó al director oliendo pegamento,
al secretario con la mano en el pecho hablando de la batalla
de Waterloo y, lo que es peor, nadie aparecía a la
hora de comer, así que la pobre numeraria auxiliar,
pensando que era por su culpa, andaba leyendo Alégrate
de tu propia fealdad. Al final, pagan, como casi siempre,
justos por pecadores: mantenemos a los gruñones y cambiamos
a la peña.
Hay un tipo de cascarrabias que suele tener pedales apocalípticos;
les encanta saber cosas del fin del mundo, de los mensajes
de la Virgen aquí y allá (sitios realmente extraños
tipo Revelaciones de Midjokovo Fasso y cosas así).
Detrás de textos del Papa adivinan complejas claves
sobre la próxima caída del Universo Todo...
Entre ellos, los gruñones apocalípticos, suelen
tener confidencias en cursos anuales, convivencias, etc. Hubo
una época que se les reconocía porque en su
habitación tenían el Evangelio de la Valltorta
L`Ûomo Dio: siete tomos de un espesor como la
nariz de Cyrano que trataban de la vida que Jesús le
reveló a María de Valltorta. Luego resultó
que el libro se calificó con un 6 y la tribu del 666
anduvo un poco de capa caída; pero, nada, estos remontan
enseguida; son como el corcho, no se hunden nunca. En un centro
viví con dos de ellos y recuerdo en una tertulia que
trataron del próximo Fin de los Tiempos Mortales. Se
basaban en un texto de Juan Pablo II. Se me ocurrió
decir que no lo veía así, pues si el Papa supiera
que el Fin está por llegar, no entendía el porqué
de su afán misionero, de su mensaje positivo... Bueno,
que defendí la tesis contraria. Y, en esto, que se
levanta uno y me expeta señalándome con el dedo:
¡¡¡PUES, SI CREES ESO, HAZLE UNA CORRECCIÓN
FRATERNA A LA VIRGEN!!. No pensemos que hablamos de un chico
joven, fogoso, un yogurín, no, no: el tipo tenía
sesenta tacos y muchos crustáceos en el casco. Lo miré
alucinado, ¿corrección fraterna?, ¿a
la Virgen?... ¿Que dices?- le contesté.
¡¡¡QUE SÍ; QUE SÍ; QUE
LE HAGAS UNA CORRECCIÓN FRATERNA A LA VIRGEN; QUE ES
LA QUE DICE QUE HABRÁ FIN DEL MUNDO!!!, ¿¡¡¡
TE ENTERAAAAAS!!!.
Éste no daba portazos; éste se levantaba, te
señalaba con el índice, te gritaba, agarraba
el cojín del sillón, y lo aplastaba de nuevo
contra él sillón, mientras se sentaba casi simultáneamente
sobre él. Rarísima habilidad, de muy difícil
ejecución, que a mí me tenía admirado
porque por más que lo intenté siempre caía
sobre uno de los brazos del sillón dejándome
el culete moñigo total. No me duelen prendas reconocerlo:
en eso el tío era fashion.
Pido perdón por escribir
de mí; creo que es mejor tocando el tema que se
toca, como se verá...
Cuando me hice del opus, mi amor por Dios y por la obra era
absoluto. Vivía con la lírica de las más
clásicas canciones ya que, por ese ideal, estaba dispuesto
a escalar las más altas montañas, a cruzar desiertos,
a sembrar el mundo de te quieros, a darle la vuelta
como un calcetín.
En muy poco tiempo, esa es la verdad, las contradicciones
de mi propia naturaleza indicaban, aconsejaban y señalaban
claramente que ese no era mi camino. Mis sentimientos y mi
corazón eran grandes, pero la realidad de este cuerpo
que llaman Satur era muy diferente. Tiraba a golfete con demasiada
frecuencia. San Pablo escribe sobre el aguijón
de la canne y de quién le liberaría de ese cuelpo
de muelte; bueno, pues lo mío no era un aguijón,
lo mío era el cuerno de un Rinoceronte Blanco, y mi
cuelpo era de muerte mortal.
Digo que aconsejaba y señalaba que ese no era
mi camino; cualquiera, con sentido común y buscando
mi bien, me hubiera animado a volver a empezar en otro tipo
de entrega... cualquiera menos el opus dei, que motiva como
el entrenador de aquel boxeador sonado, que estaba recibiendo
mangazos en una velada hasta en el velo del paladar, y en
cada asalto le gritaba ¡venga, es tuyo,!, ¡ya
lo tienes!. Y en el decimocuarto asalto el boxeador,
absolutamente noqueado, mira a su coach y le dice
macho, si dengo al otdro condra las cuerdas, vigílame
al adbitro que me eztá dando máz que a un zello...
Así fueron pasando los años: entre aventuras
que eran paréntesis de cuentas pendientes y asuntos
de los que mejor no hablar, y una vida aparentemente entregada
a las labores. Daba el pego, esa es la verdad. Y los directores,
que sabían de mis contradicciones, al no ser escandalosas,
tragaban, disculpaban y miraban para otro lado. Todo consiste
en no preguntar demasiado, y en no contar demasiado.
De vez en cuando, el buen chico que tenemos dentro hablaba
y destapaba toda esa miseria con ánimo contrito y pensando
que le dirían anda, déjalo, esto no es
lo tuyo, pero that if you want rice, Catharine (que
si quieres arroz, Catalina). ¡Ánimo, que
puedes, vuelve a empezar, acuérdate del te basta
mi Gracia!. Y, venga, a empezar de nuevo. No quiero
dar muchas pistas, pero yo he estado en más ciudades
y centros que Marco Polo, y todo por el dichoso volver
a empezar. Y, efectivamente, volvía a empezar,
pero en el peor de los sentidos. La obra no me echaba por
varias razones: porque me pitaban a saco, porque no era escandaloso
en mis historias, y porque si me iba sería un cantazo
para ellos. Y punto pelota.
Me convertí, y era consciente de ello, en un fariseo:
uno de esos tipos que salen en el Evangelio; mucha filactelia,
mucha norma, mucho poner fardos que yo no llevaba en la espalda
de otros, mucho rollito ascético, mucha autosuficiencia,
vida regalada, gestos de paz y serenidad, vivir del cuento,
despreciar al pesado, al humilde, al depresivo, buscar la
consideración. Un fariseo como los del Evangelio, esos
que Jesús les metía unos paquetes que dan miedo;
los que si estaban libres de pecado que tiraran la primera
piedra... y es que debían de ser más salidos
que un balcón. Pues eso. Y puedo asegurar que ser fariseo
no me hacía ninguna gracia. Imaginaba el Día
de mi Muerte en la puertas del cielo, mientras abajo se celebraba
un funeral en mi honor en la Catedral, a tope de peña
llorando por lo majete y santo que había sido, con
carta del Prelado y todo, los directores de la delegación
y todos mis hermanos y hermanas de la opus alabando mi pretendida
santidad, el órgano tocando canciones de casa -¡adelante,
sin miedo, no miréis atrás, con los ojos en
el capitaaaaaaaaan...!-; y arriba, mirándome, San Pedro,
con unas barbas blancas, escrudiñando el libro de mi
vida y moviendo la mano derecha de arriba abajo diciendo ¡¡¡machoooooo,
la que te va a caer!!!; anda, espera en esa nube de
allá y deja tus cosas en ella, el mechero también:
no lo necesitarás.
Así que un día decidí cortar por lo
sano y volver a empezar de nuevo, pero esta vez de verdad,
fuera del opus; en mi nuevo destino había vuelto a
las andadas y no estaba para más zaranjazas. Sabía
lo que me aconsejarían, como así ocurrió:
Satur, contigo no hay que poner tierra por medio, hay que
poner un océano, ¿quieres volver a empezar en
algún país de Sudamérica?. No invento.
¡Jolines, me veía con ochenta años, después
de haber pasado por Argentina, Colombia y Venezuela, haciendo
la labor en Alaska de Abajo y escapándome a visitar
a una esquimala, la bella Mitoka Tokiski, a rozarnos las narices
en un Iglú, por ejemplo. Y contesté que no,
que nanay, que naranjas de la China, na, na, na, que iba a
intentarlo, con la gracia de Dios, pero en una nueva senda.
Estos del opus eran capaces de meterme en el Soyuz XXII, con
dos austronautas (por supuesto, hombres), para hacer la labor
en Marte. ¡El primero de Marte!, hala, con cruz de piedra
y todo (de piedra porque allí no hay madera; no sé
si pillan la gracia, palo madera- piedra,¿pillan?)).
Entonces cambiaron las tornas, y el director de la delegación
de turno, tan considerado y misericordioso minutos antes,
tan solícito (me pagaban el viaje al otro Continente),
me profetizó las peores enfermedades del cuerpo y del
espíritu en mi vida mortal fuera del opus: las plagas
de Egipto, al lado de sus pérfidas profecías,
eran como cachetes que da una novicia de las Hermanas de La
Caridad a los leprositos que no quieren aprender el Padrenuestro
en la catequesis (niño malo, ¡pim! collejita).
Satur, te veo dentro de unos años alcoholizado,
en la barra de un Puti Club, solo, avergonzado de ti mismo....
No es textual. Es el principio textual de varias conversaciones,
a cada cual más tenebrosa y apocalíptica.
En fin, volví a empezar. Y, ¿saben?, no tengo
nada que ver con ese otro Satur. Nada. ¡¡¡No
necesito ir a Alaska!!!, ¡¡¡bieeeen!!!.
Estoy felizmente casado con una mujer que me ha hecho comprender
que soy el tipo más inútil de mi Autonomía.
Soy fiel, y eso me alegra; de hecho, todavía no me
he acostumbrado a darme cuenta de que lo soy, y aún
me admira, como un milagro.
¿Y este capítulo qué tiene que ver con
que si alguien sabe qué es el opus dei?; pues mucho.
Lo que brevemente he narrado en estas líneas le sucede
a unos cuantos bastantes algunos numerarios y agregados de
la prelatura. Que no les pase nada, y que les pille en el
amor. No es fácil.
¿Alguien sabe qué es el opus dei?. Sigo en
que no lo sabe nadie. Mala señal esa de andar con aclaraciones,
especificaciones, distinciones, excepciones y mil teorías
para llegar donde estábamos. Yo no he visto nada más
sencillo, hermoso y atractivo que los Evangelios. Y no he
visto nada más complicado que algunas instituciones
de la Iglesia, el opus incluido.
Y, Jose Carlos, lamento decirte que, por más que quieras
aclarar las cosas, es llamativo, el rastro de dolor, que es
falta de Amor, que deja el opus en las lindes de su camino
en miles de personas. No es un problema de países,
de centros, ni de personas; es un asunto del opus.
Por ejemplo, son muchos los criterios que tienen categoría
de normas. Son tantos que aburre especificarlos porque abarcan
la totalidad de vida, costumbres y modos de obrar de numerarios
y agregados, y algún supernumerario. Y la gente no
los ve como algo tonto, la peña obedece.
No dices toda la verdad, Jose Carlos, cuando afirmas que
la aplicación de esos criterios dependen del buen sentir
de cada director. Tú sabes que no; porque el criterio
existe, y está escrito, y el director de turno lo único
que hace es aplicarlo... o hacerse el tonto, si es listo.
En mi último curso anual, el primer día, aparecieron
varios numeratas con pantalones cortos, de esos de media caña,
pijillos y tal, en plan Coronel Tapioca. Al día siguiente
el consejo local se reunió en plan "Houston tenemos
un problema", y a la hora, ¡pimba!, criterio que
te crío: sólo se puede llevar pantalón
corto en las excursiones. Conste que yo nos los llevaba- la
primera vez que mi mujer vio mis piennas me preguntó
" Nunca me hablaste de que hubieses tenido un accidente,
¿dónde fue?". -"Son de nacimiento",
le contesté.
Bueno, pues ahí tienes a cinco tipos, alguno profesor
del IESE, yendo a comprar ropita al pueblo. Y allí
no protestó nadie. Y entiendo que no se lleven en Misa,
incluso en el comedor -aunque no era administración
ordinaria (bueno, sí que lo era, pero "ordinaria"),
pero ya en el día a día...
Explico lo de "ordinaria". El caso es que el curso
anual era en una EFA y servían la comida unas señoras
del pueblo vecino que sabían del opus lo mismo que
yo de la influencia de la piel de cabra en los tambores africanos
en el siglo XII. Y la primera noche salen a servir con una
bata blanca, pero... ¡¡¡HORROR!!!, la bata
transparentaba la ropa interior de las señoras. Poco
por arriba, algo por abajo. Hay que decir, en defensa de las
señoras, que todas ellas, si su pandero fuese una tostada,
habría que untar la mantequilla con un remo -y lo digo
sin faltar. Quiero decir que tampoco era para tanto. Por lo
demás, allí todo el mundo comía, charlaba
y reía sin darle más importancia al tema. ¿Todos?.
No; el Ojo que todo lo mira sufría viendo a las walkirias
contorneándose por el comedor. Venga, consejo local
urgente: "a las señoras se les insinúa
la ropa interior". Falta de tono. Esto hay que cortarlo.
Pregunta del millón: ¿cómo se dice eso
a unas señoras?, ¿quién se lo dice?.
El cura; que traspase los tres mil kilómetros y que
hable con ellas.
En fin... el sacerdote no era muy diplomático que
dijéramos, así que lo dijo directamente, en
vena, sin anestesia, y las señoras lo tomaron por lo
peor, y le montaron un pollo al presbítero que todavía
debe de tener pesadillas (¡pero usted quién se
ha creído que semos!, ¡ nosotras semos gente
personas!)... así que anduvimos el resto del curso
anual a fritangas, y ellas con una bata azul oscura y un morro
de aquí al jueves de la semana que viene.
Morirse en el opus dei es algo
asombroso, un pasmo. Viví muy de cerca tres- tres tipos
magníficos-; muy de cerca. Y nunca logré acostumbrarme
a comprobar qué rápido se olvida al sujeto paciente.
Lo de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo", allí
se lleva al ciento por ciento. Eso sí, como todo está
escrito, reglado y protocolado, se viven todos los criterios
que hay sobre el asunto: la mortaja de sábana (pobreza
y tal), las veintintantas Misas si eres numerario o agregado,
o diecitantantas si eres supernumerario, o siete si eres cooperador,
o tres (o las que sean) si es pariente de uno de la obra,
o una si eres el portero de la finca. También quién
es el centro que se encarga de visitar periodicamente el panteón
y tenerlo limpín y tal. Los criterios y costumbres
llegan hasta eso y más, como VIM limpiahogar.
Si, por ejemplo, el moribundo escribe al Padre -cosa habitual
si es una enfermedad (si es un accidente es difícil
que pueda escribirle)-, el Padre le contesta, y esa carta
de contestación sólo se la puede leer al enfermo
el director de la delegación. Presencié una
tarde como llegó el director de la delegación
de turno, acompañado de el de San Miguel (no el de
las cervezas, el otro, el de la delegación), y me sacan
de la habitación del Hospital y le lee la carta y,
al poco, sale el pobre hombre, el director de la delegación,
llorando. Y se va.
Pensé que había sido por el contenido de la
carta, pero narices. Resulta que el moribundo se sabía
la costumbre, aparte de que con el director no se llevaba
muy bien que dijéramos, y al terminar de leérsela
le dice: vale, ya has cumplido lo que dice de Spíritu
en el apartado tal, punto cual, y ahora márchate. Lo
has hecho muy bien. Muy bien vocalizado.
El otro intentó demostrarle de que no, de que también
le quería, pero, claro, no había aparecido por
allí en un mes y medio desde que le dianosticaron la
enfermedad, y no es fácil pacificar ánimos en
una hora.
Anécdota.
Hubo un accidente de tráfico donde murieron dos numerarios,
y un tercero salió gravemente herido. Consternación.
El director de la delegación fue a visitar al accidentado
para ver como estaba y, de paso, saber las circunstancias
del accidente, y los últimos segundos de aquellos muchachos.
"Recuerdas qué hacíais"? - preguntaba.
"Pues, nada, hablar"- contestaba el otro. "Pero,
íbais rezando el Rosario, o lo habíais rezado
antes... o, o haciendo alguna norma?". "No, no;
íbamos hablando". "Y, oye, en el momento
del accidente, ¿qué se dijo?, ¿os disteis
cuenta de la situación" -preguntó buscando,
quizás, algún apunte espiritual en aquellas
últimos sgundos de aquellos fieles de la Prelatura.
"Sí, sí - contesta el accidentado- cuando
íbamos a dárnosla (el golpe) fulanito grito
"¡¡¡que nos fooollaaaaaaaaaan!!!",
y nos estrellamos". El director cerró los ojos,
musitó una jaculatoria, y se marchó en silencio.
Una vez que te has muerto se celebra como lo que es la muerte,
una buena amiga, ¡¡¡otro en el Cielo!!!,
¡¡¡¡BIEEEEEEN!!!. Hombre, no digo
que se celebre en plan ¡alabí, alabá,
alabín bom bam, fulanito, fulanito nadie más!,
pero le falta un pelo.
Hace poco asistí a un velatorio en un centro de la
otra sección -o sea, que me hice yo solito tres mil
kilómetros en nada, y no lo dije al Marca- y aquello
era un festival de alegría desconcertante. El que me
acompañaba, compañero de trabajo de ella, me
comentó "pero, ¿ésta gente no llora?,
¿no vivía aquí?... ¡si estoy yo
más apenado que ellas!". Le dije que para qué
contárselo, que no lo entendería, ellos le llaman
FE, otros le llamamos falta de corazón, o no: es lo
que se supone debe hacer una persona del opus dei que dice
tener FE.
Una vez enterrado, al día siguiente, si no la noche
misma del entierro, con el cuerpo del cadáver aún
caliente, la vida sigue como si nada. Risas, gestiones y al
poco tiempo el difunto está en la memoria de alguno:
del que ocupe su habitación, y repose en su cama, y
lleve sus ropas.
Soy consciente de que exagero... pero no mucho, no mucho.
Dos temas que me agobiaban
Cuando estuve de director en un centro había dos
temas que me agobiaban especialmente: la visita del director
de san Rafael, y la visita del director de san Miguel (no
el de las cervezas, ¿eh?). El primero se presentaba
con más frecuencia y su sola presencia era señal
de una cosa: reunión del consejo local y repaso a la
lista de pitables. Los de San Rafael son tipos absolutamente
inasequibles al desaliento: se repiten más que el avemaría
de Bisbal.
-Venga, muchachos, la lista. A ver quién puede pitar.
La lista consiste en nombres y más nombres de los
cuales solo los cinco primeros son reales, el resto son de
esos que se citan en el examen del círculo breve: ¿he
hecho apostolado, o me engaño con petardos que equivalen
a no cumplirlo?, (bueno, no es textual, pero va por
allí). Y es el caso que nacen de tertulias con el de
san Rafael, o sin él, donde a la peña se le
anima a que ponga un amigo en la lista. Como muchos no tienen
amigo pitable, pues se lo inventan para salir del paso. A
ver, yo tengo un compañero de colegio que es muy majo,
saca buenas notas y a veces dice jaculatorias porque un día
dijo en clase Dios mío, me han pillado,
estaba copiando y, no creas, no se cortó un pelo.
-¡Fantástico!, ¿cómo se llama?.
-Luis Mernabo
-Luis ¿qué?.
-Mernabo.
-Venga, Luis Mernabo; ¡a encomendar y a apretar al Señor
para que pite pronto!... Oye, ¿cuándo crees
que puede pitar?
-No sé, mañana le invito a la meditación
y ya te digo.
Total, que llega el de San Rafael con el consejo local y
dice a ver, la lista. Saca él la suya,
y el director la del centro. El de san Rafel tiene la guía
de Nueva York de Arriba en listas. Oye, estáis
un poco parados y prudentes y hay que encomendar más
y pedirle a los de casa que hagan mortificaciones extraordinarias.
Se acerca el 2 de octubre y hay que darle una alegría
al Padre... Lo del 2 de octubre es lo de menos porque
en el opus hay fiestas por un tubo, cuando no es el 2 de octubre
es el 14 de febrero, o el 26 de junio, o cualquiera de las
fiestas de la Virgen, o de los Apóstoles, de Jesucristo
(Sumo Sacerdote, Sagrado Corazón, Cristo Rey...) o
del Espíritu Santo, o de la Santísima Trinidad,
o de los intercesores, o es el cumpleaños del Padre,
o la primera Comunión de San Josemaría, o el
aniversario del fallecimiento de Tía Carmen, o la Erección
de la Obra en Prelatura, o la muerte del Abuelo, o de la Abuela,
o la Ordenación de los Tres Primeros, o el patrón
del pueblo del Consiliario. En el opus dei se podría
cantar perfectamente lo de ¡¡¡Esta
noche hay una...fiesta; vamos todos a la ...fiesta...!!!
o la de fiesta, qué fantástica, fantástica
la fiesta... Y, claro, cada fiesta su pitable.
-¿ Cómo está Zutanín?- pregunta
Sanra.
-Bueno, aunque en la 1ª evaluación suspendió
siete, más las dos que le quedan del curso pasado,
la verdad es que en la interevaluación la interevaluación
es un ente de razón que usa mucho Fomento- ha suspendido
sólo dos.
-Pues, venga, a encomedar todos y que escriba el 2.
-Hombre, es que, además tiene problemas de pureza.
-¡Cómo, aún sigue con eso!. ¿Cada
cuanto tiene caídas?
-Pues, más o menos, la frecuencia de un mono
-Bueno, pues está mejorando, antes era la de un oso.
¿Hace cuánto que no tiene una caída?
-Creo que una semana.
-¡Pero si eso ya es virtud!. Nada, que escriba, ya veréis
como la gracia lo puede todo. ¡¡¡Que os
veo muy prudentes!!! A encomendar, y a hacer mortificaciones
y le arrancamos esta vocación al Señor. Otro...
Luis Mernabo; éste, qué tal.
-Hombre, va tiraaaando, le falta encajaaaaar, le estamos conocieeeeendo,
parece majeeeeeete...
Lo de encomendar es algo muy usual en el opus. Encomienda,
te encomiendo, vale, encomendamos.
En dirección algo habitual era que llamaran a la puerta
para despedirse y aparecía una cabecita, o un cabezón,
y te decía me voy a hablar con un tío,
encomienda, y tú, levantando el dedo gordo, venga,
encomiendo. O venía uno de un examen encomienda,
tío, que no sé cómo me ha ido.
Y uno, guiñando el ojo ok; encomiendo.
Si algo no funciona, pues nada tranqui, colegí,
encomienda. Te estamos encomendando, a ver qué
haces. Encomienda a mi padre que le operan de
cataratas; gesto de complicidad y de acuerdo,
encomiendo.
Se me quedó grabado a fuego, de hecho, o de facto,
si tengo un hijo le llamaré Encomiendo, y así
si conoce el opus dei se ahorra la historia Encomendar
a Encomiendo que él también nos encomienda .
El de San Miguel ya impone más respeto porque cuando
viene la peña supone que o hay cambios, o se va encerrar
a charlar con algunos cuantos, o cae paquetín. El de
San Miguel, en general, sabe que desprende un cierto aire
de Mr Confidencyal, todos saben que sabe, juega con las cartas
marcadas, impone. Conocí uno que le encantaba, de regreso
ya en la delegación, enviar un papel numerado de
esos que hay que leer de rodillas y no interpretar- que te
solía dejar descolocado y atónito.
Una vez se quedó a dormir, era un centro de provincias,
y al día siguiente asistió a la Santa Misa.
La administración asistía desde la sacristía,
si a esas cuatro paredes se le podía llamar sacristía.
El caso era que la puerta de la sacristía la tenían
tan bien limpina y barnizada que reflejaba pálidamente
la palabra exacta no es reflejaba, quizás
sería se adivinaba, se intuía-
la figura de las tres auxiliares como espectros en la oscuridad.
El notas debió de pensar ¡ojo, hay vistas
a la administración!. No dijo ni Pamplona, pero
al regresar llega la notita diciendo que hay que cambiar de
puerta de la sacristía, pues la actual refleja los
cuerpos de la numerarias y también quitar la cruz de
palo, de la misma madera que la puerta, pues ésta debe
de ser sin brillo, como dice nuestro santo fundador
en Camino y, de paso, te casca una referencia al de
Spíritu, por si teníamos alguna duda, como los
Panchos. El problema es que la puerta del oratorio también
era de esa madera. O sea, que en veinte años de vida
de ese centro nadie pilla las vistas -¡mira que paso
gente por allí!- y llega MC Giber y nos hace cambiar
dos puertas y la cruz de palo a un centro que éramos
más pobres que las ratas; sólo diré que
La Misa del Gallo la hacíamos con Avecrem.
Éste era la berza. Pero un día cobró
de lo lindo...
En aquella delegación tuvimos la visita del Don Álvaro
y hubieron varias tertulias multitudinarias. En una de ellas,
a la hora del Ángelus, Don Álvaro se equivocó
y repitió dos veces la misma estrofa El Ángel
del Señor anunció a María; alguien
le corrigió y Don Álvaro paró la oración
se disculpó y comentó algo así como ya
véis, hijos míos, yo también me despisto,
y se me va la cabeza, y es bonito pedir perdón y volver
a empezar, algo así (no es textual). Y siguió
con el Ángelus.
Tres meses más tarde estábamos de curso anual
y nos proyectan esa penícula y, ¡oh sorpresa,
oh, el Ángelus sale enterito, sin fallo del Padre,
retocado y bien retocado, tanto, que si no fuiste testigo
de la tertulia, no te enteras. Pasa la noche y llega la meditación
de la mañana; la predicaba uno de esos sacerdotes que
aún quedan en la obra que no hay quien pueda con él.
Un Mihura de sesenta tacos y crustáceos en el casco.
Y va el tío y a gritos y en vena dice:
¿QUIÉN NOS QUIERE CAMBIAR AL PADRE?,
¿POR QUÉ NO NOS DEJÁIS VER CÓMO
SE EQUIVOCA Y PIDE PERDÓN?, ¿QUIÉNES
SOIS VOSOTROS, LOS ACARTONADOS, LOS IMPECABLES, LOS PERFECTOS,
PARA IMPEDIRNOS VER UNA PERSONA CON SUS SENTIMIENTOS, SU CANSANCIO,
SUS DESPISTES?. ¡¡¡DEJADNOS VER AL PADRE
CON SUS DEFECTOS!!!, ¡¡¡DEJADNOS QUERERLE
ASÍ!!!... ¡¡¡SI ALGUIEN AQUÍ
PUEDE HACER ALGO, POR FAVOR, POR FAVOR, QUE LO HAGA YA!!!
¡¡¡ESTÁIS MATANDO EL OPUS DEIII!!!
Así media hora, sin cortarse un pelo. Tampoco es textual,
pero casi casi. Y allí estaban el de San Miguel de
la delegación y el de la Comisión, rojicos como
un tomate, corridos de vergüenza. Y los demás
pensando vaya paqueteeeeee les está cayendo,
que arreen.
Viajo bastante, y acostumbro
a escuchar música mientras devoro kilómetros.
¡Me chifla la música!. Me gusta todo, desde la
música del Telediario de la primera hasta el coro de
las A.A.I.A. (Ancianas de Aspecto Inmensamente Ascético)
de la parroquia de la Iglesia del Beato Anselmo Polanco, agustino,
que cantan un Tantum Ergo con letra propia "Tanto negroo
no quereeemos, veneremos a san Lui-i-i-s, los antiguos documentos,
no queremos destrui-ir...". En mi familia de sangre,
cuando vivía en casa de mis padres (dos frases muy
de los años del reverso tenebroso) se cantaba a todas
horas, todos los estilos, viniera o no a cuento. Después
, en la obra de Dios, sobretodo en los primeros años,
cantar era una terapia de desfase y desfogue del personal
llegando, en algunos casos, a la histeria colectiva y al paroxismo
del poseído de Gerasa.
No olvidaré jamás una convivencia en El Poblado
con gente de todas las regiones. Cienes de chicos jóvenes
nos congregamos en el inmenso y frío comedor para un
show interautonómico. En nuestra ingenuidad, preguntamos
al grupo de andaluces la diferencia que había entre
las saetas, las sevillanas, el cante y cómo se vivía
eso de la Semana Santa allí. Y los tíos, sin
cortarse un pelo, se empeñaron en demostrarlo de un
modo gráfico, en vivo. Y allí mismo se sube
uno a una mesa y escenifica al Nazareno con la cruz acuestas,
y otro se sube a otra mesa y representa a la Virgen; no contentos
con eso, se forman dos corros, unos llevando en andas al Señor,
y otros a la Señora, y la peña, venga, a cantar
saetas, y a echar piropos a la Virgen, y a gritar "¡Macarenaaaaa,
guapa!"... aquello terminó a las tantas del alba
entre rumbas, habaneras, sevillanas y jotas, algo difícil
de explicar. El alcohol en aquella época -todavía
no se había dictado la ley Seca por Don Álvaro-
se tomaba con manguera, y producía auténticos
delirios y expansiones de tipo ascético y apostólico
del grado treinta y tres según la escala de Richer.
Hubo un tiempo que el alcoholismo en numerarios y, sobretodo,
agregados preocupaba a los directores. No era de extrañar.
Recuerdo los aperitivos de los domingos antes de la ley seca,
y no hablemos de los días de fiesta A: los cebollones
te dejaban como un mosquito lobotomizado. Fácilmente
te echabas al coleto dos o tres cubatas, o Martinis, o Finos,
despuésssss, en la comida, dos vasossss de buen tinto,
cuando no eran tressss, en los postressss dos copitassss de
cava y, en la tertulia dos copazossss de coñac Etiqueta
Negra acompañados de un buen puro. Y, claro, luego
ibas a la Bendición zombi total, andando todos como
la muñecas de Famosa dirigéndose al Portal.
Y a eso se le añadía el incienso, el Tibi Lausssss,
Tibi Gloria... ¡Sanctusssss, sanctusssss, sanctussss,
dominussss deusssss exercitusssss...!, que duraba más
que la mili del que hace el anuncio de vuelve a casa
por Navidad.
Yo entonces tenía dieciséis años y la
ley seca se promulgó cuatro o cinco años más
tarde con la divina excusa de que el novio ya no está
con nosotros. Añoro a San Josemaría, qué
leches, con él la vida era una fiesta espirituosa,
sí señor. Pero se nos fue el novio y allí
nos quedamos enganchados a la barra fija un buen número
de invitados a la boda.
De alguna fiesta A vendría el sacerdote aquel que
fue a predicar una meditación e impartir una Bendición
por la tarde a un centro de nuestras hermanas. La verdad es
que el cura tenía fama de equivocarse más que
el Custodio de los Kennedy. Ya se sabe que en verano los sacerdotes
de la obra de Dios debajo de la sotana llevan pantalones cortos,
o un bañador bermuda, por eso de el calor y tal. Y
estaba el hombre dando la meditación balanceándose
sobre las dos patas de la silla, como si fuera una pequeña
mecedora. Y en esto, derrepenete, depronoto, ¡¡¡patapám,
pim, pam!!!, se cae hacia atrás, dando en el vuelo
una patada a la mesa la lamparita a tomar viento, el
crucifijo surcando el espacio en plan gimnasta olímpico
y la mesa a la primera fila del oratorio, y el tío
repantingado en el suelo, abierta la sotana al Polo Norte,
y enseñando sus pedazo de pielnas peludas como un orangután.
Aquello, según contó él, se volvió
un auténtico gallinero de gritos, risas, y no aplaudieron
de milagro. El tipo se levantó y se marchó ,
eso sí, sin perder la dignidad, tieso como un torero.
Puedo dar el nombre del sacerdote, pero no lo haré
por respeto a su condición de gafe. En concreto, tenía
el dedo índice gafado y todo lo que señalaba
con él, impepinablemente, o se averiaba definitivamente,
o se deterioraba en poco tiempo, o se mustiaba, o le salían
hongos. Su record (no lo ví pero me lo contó
uno que vivió con él muchos años): señaló
una avioneta que sobrevolaba la casa de retiros diciendo "mira
que avioneta más curiosa". Al día siguiente
leyeron en el periódico que una avioneta se había
estrellado en las cercanías de la casa... ¡la
que señaló!. Y, claro, tengo miedo de que no
se meta en Orejas y señale el ordenador con el índice
diciendo "Satuuuur", y, hala, a cascarla.
Como aquel otro, vendría de una fiesta super A que,
en el ofertorio, cuando se gira para decir eso de orad
hermanos para que este sacrificio... nota, perplejo
y alucinado, que se le están cayendo los pantalones.
De momento, sólo lo notaba él, pero poco después
lo advertirían nuestras hermanas cuando vieran salir
debajo del alba un pantalón con cinturón y todo.
Así que, ni corto ni perezoso suelta un ¡¡¡fuera
todas!!!. La peña se le queda observando como
Juana de Arco mirando un mechero. El cura insiste a la directora
¡¡¡he dicho que fuera todas!!!.
Y, nada, la directora, convencida de que el tipo está
como una regadera, indica que, venga, fuera todas. Y, ya sólo
en el oratorio, dando saltitos, se va a la sacristía,
arregla el desaguisado y abre la puerta con un adelante,
sigamos.
Esto, que puede parecer falso, es verdad. Palabrita de Niño
Jesús. Lo que ya no estoy seguro es de que todos esos
fallos sean frutos de la vid.
Pero, bueno, yo quería tratar de canciones y me sale
un tema que no tiene ni piesssss ni cabezasssss.
Seguiremos
La formación que
se da en la aopus sobre las canciones es realmente
pasmosa. No todo se puede cantar y, en caso de que la canción
fuese muy pegadiza y tuviera alguna frase digamos que poco
conveniente por decir algo-, pues se le daba una nueva
versión y palante. Lo de poco conveniente iba por sensibilidades.
En un UNIV presentamos una canción para cantar en
la tertulia con Juan Pablo II. Nos citaron a una hora en un
club de bachilleres de Roma y allá fuimos con nuestras
guitarras. Nos recibieron cuatro cracks de Cavabianca, y otro
hipercrarck de Villa Tévere, encargados de elegir los
que actuarían y de filtrar el tono de las actuaciones.
Con nosotros estaban otros grupos: los de la tuna, unos andaluces,
un japonudo y otro de Villanueva del Jalón que tocaban
el violón y el triángulo, unos italianos que
cantaban una de San Remo y, además, le regalaban al
Santo Padre un cuadro de la Virgen de Chestojova pintado con
la boca por un sordomudo vasco-siciliano, un palestino y un
israelita que recitaban una poesía sobre la paz y el
amor vedadedo cogidos de la mano y con los trajes regionales
de Burkina Fasso... En fin, todo tipo de peña dispuesta
a lo que fuera para estar cerca del Papa y tener tus minutos
de gloria.
Nos mandaron a freír espárragos a la mayoría
como siempre los criterios de selección no quedaron
muy claro: nunca entenderé por qué salió
allí una señora en evidente estado de descomposición,
estoy seguro que conoció el Mar Muerto cuando estaba
enfermo, cantando una ranchera al estilo Chavela Vargas que,
cuantri menos, adelantó y aceleró la mala salud
del santo Padre. Pero así es la vida; siempre hubo
clases. Total que en aquella reunión el de Villa Tévere,
un italiano con apellido más que mafioso, va y le dice
a la tuna el Canta y no llores quitarlo del repertorio.
Los de la tuna se miraron entre sí perplejos, pero,
si al Papa le chifla contestaron. Que no
se canta insiste Il Censore. Pero si es
el Papa es el primero en gritar lo de Ay,ay,ay,ay, canta y
no llores..., responden los de la tuna. Il Campeone,
muy serio, les muestra la letra de la canción y con
el dedo índice señalando una frase del texto,
y dando golpecitos en el libreto, añade:
¿ y esto de ese lunar que tienes cielito
lindo junto a tu boca, no se lo des a nadie, cielito lindo
QUE A MI ME TOCA?". Nada, que no se canta.
Allí nos miramos todos con los ojos desorbitados,
la tuna, el japonudo, nosotros y hasta la foto de tía
Carmen que había en la salita. No podíamos creer
que ese tipo creyera que la peña, mientras cantaba
el Canta y no llores en el Cortile ellas en un rectángulo,
nosotros en otro, con un pasillo en medio de unos cinco metros
de ancho- estuviéramos mirándonos pícaramente,
arqueándonos las cejas con simpático requerimiento,
y cantando a gritos ... junto a tu bocaaaa, no se lo
des a nadie, cielito lindo que a mi me tocaaaa. Y el
Papa mirándonos y pensando estos están
peor que el moñigo de Anasagasti al amanecer despertar.
La primera canción que canté en el centro de
estudios, con emoción no disimulada, fue Eva
María, la del bikini de rayas. ¡Zumba!,
corrección fraterna tipo A. Al poco me cayó
otra por cantar con unción no contenida El gato
que está triste y azul, podía despertar
ansias afectivas o recuerdos del pasado en mis hermanos y
yo me preguntaba quién coño echaría de
menos a su gato para no poder cantar ese pedazo de melodía
en el centro de estudios. También fue prohibida Yo
tengo una bolita que me sube y me baja por zafia. El
Triquitriquitriquiiiiii, mon amour de Demis Roussos
directamente al Indice con un 7. Fue retocada el Quiéreme
mucho, en la parte que dice yo con tus besos y
tus caricias mis sufrimientos acallaré se cantaba
yo con tus gestos y tus palabras..., y asín
hasta el infinito y más allá.
Apareció un tipo en el centro de estudios, uno de
esos que pitó en no se qué club y que estudiaba
en el instituto Palomino Mernabo y, la verdad,
se enteraba de más bien poco. En la primera Misa del
curso anual se presentó con unas Adidas Nazareno, las
xanclas de toda la vida, con el detalle piadoso de llevar
calcetines. Las xanclas en Misa le duraron un día.
El chico cantaba muy bien, y su especialidad era imitar cantantes
italianos de voz afónica y roncosa. Uno de ellos era
Richard Cocciante. Total, que el tío se lanza en un
show que se celebraba junto a un curso anual de mayores que
también asistían, a cantar, sin anestesia, directamente
en vena, la de Cocciante que dice y ahora que estás
aquí, desnúdate...¡¡¡ pobre
diablo, QUÉ PEEEEENA ME DAS!!!. El chaval estaba
que se salía dando gritos y contorneándose representando
un cabreo del 33. El director no daba crédito a lo
que oía y miraba al subdirector de grupo tal que Mesala
antes de la carrera a Ben Hur. No sé qué fue
de aquel joven, quizás ahora es un Oreja, porque nunca
más volví a verlo.
Anecdotón.
Trabajaba en un colegio dando clases a niños de primaria
y, en mi centro, había cantidad de discos singles y
LP de vinilo que no se usaban para nada, así que pensé
en regalarlos a las criaturas, pura motivación, como
premio por trabajos, etc. Tuve un éxito increíble;
los niños se pegaban por un disco que, habitualmente,
los dedicaba con una frase en plan con cariño
y paz eterna y mi firma. Como disponía de cienes
de ellos, algunos repetían y, entonces, le decía
al niño este para papá, o éste
para mamá, o éste para la abuela,
frase cariñosa y firma. Hasta allí todo bien.
Un día un niño Chuki me dice que ya tiene muchos
discos y yo le digo nada, nada, éste para tu
hermana, a ver, ¿cómo se llama tu hermana?.
Gloria, contesta el muñeco. Pues,
venga: para Gloria, allí es donde me gustaría
estar yo, con amor esta canción Y mi firma. Juro
por Manitú que no sabía ni el título
de la canción, ni que la tal Gloria era numeraria y
subdirectora de un centro de esa ciudad. Pasa el tiempo y
en la charla me dice el director.
- Oye, ¿conoces a una tal Gloria?
- ¿Gloria?... Ni faba.
- ¿Cómo que ni faba si le has dedicado un disco?
- ¿Yo un disco?... Pues, tío, que no me acuerdo.
- ¿Y esto? Y me pone el disco encima de la mesa.
- ¡Joé, pues sí!. Pero te cuento, aquí
hay un error.
Título de la canción, era un single de un cantante
mexicano: "De piedra ha de ser la cama". ¡Hala,
chúpate esa!, para arreglar más el asunto. Y
es que la tal Gloria tuvo serios problemas, al parecer, de
tipo afectivo -sentimental- erótico por culpa del mexicano
de los cojones, de Chuki, y de mis gracietas. Sé que
ya no es numeraria, está felizmente casada y creo que
su cama es Pikolín Springwall. Quede claro.
Y termino homenajeando a una supernumeraria, antes agregada,
que en una reunión de padres del colegio me suelta
muy enfadada y acalorada: ¿Y a usted le parece
bonito enseñar canciones pornográficas a los
niños?
- ¿Pornoqué?- tartamudeé.
- Sí, sí, por-no-grá-fi-cas.
- Pues, no sé de qué me habla. Si no se explica
mejor...
La peña estaba expectante con el asunto de las canciones
porno.
- Hombre, ¿no querrá que la cante aquí?.
¡Qué poca vergüenza, y qué caradura!
La verdad que yo estaba rojo como un tomate rojo porque no
sabía de qué me estaba hablando Morticia.
- Sí , sí- me dice- la del FO-LLA-JE.
- ¿La del follaje?. Pero si es un clásico infantil,
señora mía de mi vida y de mi corazón.
Es un canon infantil tradicional que, probablemente compuso
una Madre Clarisa de Cotatuero y que dice En un lejano
bosque ya canta el cucú, oculto en el follaje al búho
contestó: cucú, le llamó, cucú
le llamó, cucúcucucú cucú.
Pues si eso pasa en el árbol verde de una supernumeraria,
en el seco ¿qué se hará?
El hijo mío que no hace
apostolado está muerto, y yo a los cadáveres
los entierro piadosamente (San Josemaría Escrivá
de Balaguer y Albás).
Hacer apostolado en el opus es lo fundamental. Toda la formación,
desde el inicio va encaminada a hacer auténticos apóstoles
Pata Negra hasta crear una segunda naturaleza, un cuerpo de
élite que sólo piensa en que pite gente a troche
y moche. Contri más, mejor, sean como sean, sirvan
o no, porque la idea es que los que queden quedarán
y las hojas caídas por el tiempo, bien caídas
están. Tipos que van en plan Born to Kill.
Se empieza, por ejemplo, jugando al apostolín
un juego que inventó un paisano y que consistía
en obtener puntos por amigos que se llevaban al centro: 1
si iba a una merienda, o a un partido, o a ver una peli; dos
puntos si iba a estudiar; tres si asistía a una meditación;
cuatro si hablaba con el cura; cinco si asistía a un
círculo... puntuaba también las visitas de pobres,
el curso de retiro y las convivencias; si iba a Misa al centro,
entonces, ya era profusión planetaria de puntos. Si
pitaba te caía el gordo. Un crack. Incluso te invitaban
a comer en el centro. El juego servía para entender
qué es eso del apostolado.
Después, ya en el centro de estudios, el juego se
complicaba más. Había que saber muy bien cuales
eran las condiciones para que un colegí tuviera vocación
de numerario: virtud, carácter, talento y posición.
Resumido es que seas un tío recio-machote, dócil,
majete, empollón y con buena familia. Si es MUY BUENA
la familia, suple todo lo demás. Al Señor se
le arrancan las vocaciones a base de mortificaciones extraordinarias
y de dar la barrila al candidato. Si no quiere, es buena señal,
adelante; si está acojonadete, mejor, eso es que Dios
se le está metiendo en su alma. Nada les turba, nada
les espanta. Es como ese que va con la cara echa un desastre,
llena de sangre, y se encuentra con un amigo que, asustado,
le pregunta pero, chico, ¿qué te ha pasado?.
Y le contesta: ¿sabes al final de la calle que
hay un cartel que pone SE TRASPASA?... ¡pues
no se traspasa!. Pues eso: los chicos de Josemaría
se lo llevan todo. Navega, velero mío, sin temor ...
En el centro de estudios se solían hacer campañas
apostólicas motivadas por un chute psicofónico
de los directores de la delegación y que venían
arengadas con mandatos imperativos de Cristo: Fuego he venido
a traer a la Tierra. Recuerdo una que se trataba de hablar
de Dios a mil tíos de la calle en una semana. Tenían
que ser nuevos, nada de payasetes, o de peña encajada.
Tocaba en el reparto a unos quince por barba, aunque siempre
hay alguno que quince le parecían pocos y rompían
la capa del ozono apostólico proselitista: como esos
que en Misa cuando dice el cura daos fraternalmente
la paz se ponen como locos a sacudirla a todos los bancos,
desde le primero hasta el último, pasando por el monaguillo,
la coral y el sacerdote. Hay quien piensa que es señal
de inteligencia eso de dar la paz; contri más paces
repartes más tonto eres.
Se colocó un cartel con el número 1.000 en
la sala de estar y, venga, a la calle, a por el sarraceno.
Yo, que venía de otra ciudad y apenas conocía
gente, me planté en la entrada del metro en plan Cuarenta
hemos entrado, cuarenta coronas te pedimos; pero al
quinto tío que le pregunté oye, ¿tú
crees en Dios?, y observar la reacción de la
gente, muy lejos de la conversión, y muy cerca de que
me dieran un bofetón que vería a Don Juan Jimenez
Vargas y Tío Santiago vestidos de Primera Comunión,
me dio un yuyu, un no se qué de estar haciendo el gilipollas...
que decidí deambular por las calles, como un gato sin
dueño hasta que se hiciera hora de cenar. Al llegar
al centro el subdirector de turno, un auténtico perro
de presa inasequible al desaliento, me pidió cuenta
de las gestiones para rellenar en una ficha: nombre, dirección,
estudios, teléfono.
Me avergüenza reconocer que jamás he mentido
tanto como esa semana, incluso le cogí gustillo al
asunto, y rellené 25 fichas como 25 soles: Luis Mernabo
, Carlos Botieso, Alfredo Próstratos... y así
hasta 25. No fui el único, me consta. Llegamos a mil
y lo celebramos, era la Inmaculada, con una supercena, tertulia
musical y dos películas de Don Álvaro seguidas.
¡Ole!.
El UNIV era el doctorado en Proselitismo y Altas Presiones.
Asistí a unos cuantos bastantes y aquello era ir a
saco de verdad. Nada más montar en el autobús,
¡cañaaaaa!. Los chóferes normalmente ya
estaban amaestrados y sabían que también a ellos
se les repartía sesión espirituosa, aunque algún
viejo zorro decía prefiero ir con vosotros, porque
el chófer ideal de las chicas tendría que ser
ciego, mudo y de doscientos setenta y tres años de
edad. No le faltaba razón. A los diez primeros
kilómetros del largo viaje el cura de turno los
sacerdotes del UNIV eran lo más selecto y granado de
la delegación, killers totales, Viernes 13 the return-
se amarraba al micro, daba tres golpecitos TOC;TOC;TOC-
A ver, comenzamos la meditación.... Y te
enchufaba una de vocación directamente en vena que
hasta el espejo retrovisor se planteaba si de verdad estaba
realizando lo que Dios le pedía en ese momento.
El UNIV da para muchos capítulos. Allí no se
escapaba ni Mac Gyber. Y si algún chaval se cambiaba
de autobús huyendo del amigo psicoproselitista, no
pasaba nada, aparecía otro y otro y otro, como el conejo
de Duracel. Y cuando parecía que ya no había
nada que hacer, ¡patapúm!, un Cavabianco que
le torra. Y tertulias, y tertulias piratas, y más meditaciones,
y vas a visitar Roma con un guía y, mira que casualidad,
es supernumerario croata, y te endilga otra de vocación
aprovechando que te explica la Capilla Sixtina, o la Columnata
dil Pepino, o il Fontanone de María Fontaneda. Y a
la cripta a saludar a nuestro amadísimo fundador. Y,
¿al día siguiente?, otra vez a la cripta, a
estar un rato con nuestro amadísimo fundador; al tercer
día, venga, vamos a Vila Tévere y hacemos la
oración en la cripta, con nuestro amadísimo
fundador, ¿te parece? (y el otro, como Alejandro Sanz
bueeeno, veeeenga, vaaaale). ¿Y el jueves
santo?, ¡qué suerte, nos han invitado a los oficios
en Vila Tévere, junto a los restos de nuestro amadísimo
fundador. El viernes tertulia con el Padre -¡¡¡BIEEEEEEEEEN!!!-
y después, si podemos, pasamos con el autobús
por Vila Tévere, a ver si podemos entrar en la Cripta
y estamos un rato con nuestro santo fundador (qué casualidad,
siempre se podía). El sábado, ¡carambola!,
hay tertulia del Padre sólo para los de casa, pero
si quieres puedes venir y te cuelo. Y el Padre, ya sé
que aquí os habéis colado unos pocos... pillines,
mentirosotes. Termina la tertulia y, hala, a Vila Tévere,
a dar gracias a nuestro amadísimo fundador por tu vocación
y escribes la carta. Y, por fin, el domingo. Tertulia con
el Santo Padre, y de paso que nos vamos, nos despedimos de
nuestro santo fundador en la cripta.
A mi no me extraña que hubiese gente que saliera confundida.
Recuerdo un japonudo que en medio de la Plaza de San Pedro,
esperando a entrar para estar con el Papa, dirigiéndose
a la tuna desde lo alto de una farola gritó: ¡¡¡QUE
CANTE LA TUMBAAAAA!!!. Y es que el tío ya no distinguía
tuna de tumba ni ná de ná.
Al Regreso del UNIV, de los pitados a base de tomaquetomaytomaque-
tomaytomaquetomayté, en unos pocos días, no
quedaba ni rastro de ellos. Búscalos... aunque seguro
que en la cripta no están.
Se ha tratado en varias correspondencias
de si en el opus de Dios se rompe el sigilo sacramental, el
secreto de oficio, o el no guardar la debida discreción
en asuntos de conciencia que se conocen por razón del
cargo, encargo, o por ser sacerdote. Es muy fuerte afirmar
que sí siempre, pero lo cierto es que los modos de
encauzar la dirección espiritual en la Prelatura llevan
a que se lesione con demasiada frecuencia estos temas. Mi
experiencia dice que sí, aunque puedo estar más
equivocado que la paloma de Serrat.
Resulta muy difícil guardar y proteger la intimidad
de las personas porque la formación lo impide y, en
algunos casos, lo anima; hasta tal punto es así que,
con frecuencia, muchos directores, subdirectores y secretarios
son nombrados en edades pipiolas, sin ninguna experiencia,
sin poso, sin auténtica vida interior, sin formación
específica, pensando que el director del centro que
le han asignado otro pipiolo que lleva dos o tres años
de dirección de almas- le irá formando. Y lo
que hacen todos es copiar, imitar y calcar los consejos locales
que asistieron por primera vez. Si tuviste la suerte de estar
con personas sensatas, pues muy bien, pero si no...
Yo me enteré a los treinta años, siendo director
de un centro, de que había asuntos que no podían
hablarse en el consejo local. Y gracias a una Comisión
de Servicio donde un señor muy mayor de Roma, este
no era Sotanillo Pata Negra este puro Paúles, asistió
a nuestro consejo local y que se quedó cazando moscas
cuando empezamos a hablar del personal del centro. Nos paró
en seco, miró al de San Miguel, y dijo ¿pero
esto qué es?, ¿así habláis de
la gente?. Le contestamos que sí, que eso no
era nada, que ya vería cuando llegáramos a fulanito
y zutanito: de traca. Y le anunció al de San Miguel:
esto está pasando en demasiados centros; toma
nota. En fin, seguimos el consejo local, pero ya en
otro plan: zutanín es muy majo, lucha, se esfuerza,
ama el espíritu de Casa, lo que pasa es que tiene dificultades
en algunas virtudes.
Poco tiempo después llegó una nota de la delegación
sobre el modo de tratar en los consejos locales ciertos temas,
y de qué criterios seguir cuando se reciben confidencias
digamos que extraordinarias; en ningún caso se aconsejaba
el silencio total, sino que se compartiría criterio
o con el sacerdote, o con el director del centro. Surgió
efecto unos meses, pero se volvió a las andadas, porque
es muy difícil que la burra no vuelva al trigo.
Si ya de recién pitado te forman para que juzgues
intenciones, observes actitudes interiores, interpretes gestos;
y un día te viene el director en la charla y te anima
-que tiene narices el asunto por lo que supone de violentar
una conciencia, un carácter y una libertad- a que le
hagas a Menganas una corrección fraterna sobre tal
asunto. Corrección fraterna que, por supuesto, tú
no habías caído, y que el otro, el director,
con la información que posee por el cargo, te endilga
para que le resuelvas la papeleta y, lo que es peor, poder
decirle al corregido, ¿lo ves?, hasta tus hermanos
se dan cuenta. Si eso no es cobardía, animar
a la delación, fomentar el cotilleo aldeano, que baje
Encarnita Ortega y me lo diga.
Sé de alguno que como era muy tímido y no le
hacía una corrección fraterna ni a la campanilla
del comedor (por cierto, quise imponer la costumbre de la
campanilla en mi casa le da un aire de distinción
a la mesa- y mi mujer me dijo cosas que la pluma no puede
ni debe expresar), y el director crackcatacrack de turno le
indicaba correcciones fraternas a destajo para que las hiciera
a otros. El pobre lo pasaba fatal, no dormía la noche
anterior, sufría de palpitaciones, conatos de diarrea...
y un día el tímido se destapó, hizo ¡fú!,
como los gatos, y hasta hoy.
Los informes de personas que se envían a la delegación
son la cosa más versallesca, complicada y estereotipada
que se ha visto. Allí todos copian modelos archivados
y tiran de copiar y pegar. Más encorsetados
que el wonderbrá. Es difícil que en los informes
se lesione nada; yo creo que imposible. Porque si pilla alguien
un informe, alucina. Yo creo que no se entera, si pudiera
acceder a él, ni el propio interesado. En un sobre
se envía la propuesta y el informe del candidato a
lo que sea -oblación, fidelidad, etc-, de un modo tan
potito, tan genérico, tan para todos igual, que no
hay manera de saber si habla de Satur, de Juan Brouenauer,
de Pedro Picapiedra o del profeta Jodías. Si hay alguna
virtud que no vive bien se pone una referencia que se envía
en sobre aparte. Pero la referencia nos lleva a un plan de
formación que indica de modo muy ambiguo que é
lo que é de lo que le pasa al tipo. Pues que no chuta
en castidad (cfr. B-10,III 28) por ejemplo. ¿Y eso
qué significa?: ¿es zoófilo, quizás?,
¿tiene problemas personales, de algún modo?,
¿mira los anuncios de ropa interior de Telva, de hito
en hito?.
No, en los informes no se lesiona el sigilo, ni el secreto
de oficio
Donde se lesiona, patea, se exprime y machaca, es en los
centros, en las convivencias y cursos anuales, sobretodo cuando
alguno está en crisis o tiene algún problema.
Y sin mala voluntad. Siempre se hizo así, así
lo quiere Dios porque así lo vio nuestro santo y amadísimo
Fundador el 2 de octubre de 1928. Y ya es clásico,
que si uno se confiesa con el sacerdote de falta grave y el
sacerdote observa que su director no sabe nada porque
en los consejos locales se habla de las personas-, pues aguanta
una semana; pero si a la semana siguiente vuelve a confesarse,
y se repite la historia de comprobar que el director ignora
la situación del señor, a la tercera confesión
le dice que debe decírselo al director, y se lo pone
de penitencia, o no le imparte la absolución. Auténtico.
Pero si el tipo, digamos que tiene un carácter difícil
de dominar, insiste en no decir nada al director, el sacerdote,
si es discreto, le dirá al director a solas pregúntale
a fulanín por tal cosa. Y punto, entendidos.
Y si el sacerdote es un Chico del Maíz, lo suelta en
el consejo local sin problemas. Y eso no se entiende como
romper el sigilo sacramental.
En el curso anual los directores saben todo de todos; pero
como cada uno, al cabo de los años, ha sido director
y dirigido de un buen racimo de convivencias, pues allí
conoces la vida y milagros de todos: en virtudes, en vida
de familia, en profesión, en situaciones personales,
económicas, filias y fobias.Y vale todo porque es por
el bien de la almas que, dicho sea de paso, es una pasión
dominante en el opus de Dios. En la última convivencia
de supernumerarios que fui a una tertulia de invitado ocurrió
algo realmente impactante. El director, un Smidt Matrix que
ponía la gallina de piel, me dijo que los chicos, -eran
jóvenes-, no acababan de entender la entrega, y que
parecían de una cofradía más que del
opus. Y me comentó que diez de ellos, diez, se habían
escapado la noche anterior de farra y marcha, habían
regresado a las seis de la mañana, y estaba el ambiente
algo tenso. Pero esa no era la verdad, como supe poco después,
pues él les dio permiso. Y lo peor: alguien del grupo
de urcos que fueron de marcha le consultó al dire una
corrección fraterna porque uno, en la discoteca, había
bebido el mediterráneo en copas, se había puesto
a ligar con una como un desaforado, bailó con la woman
in love de un modo desinhibido total, y le parecía
que eso no era propio del espíritu de casa. Y el dire
va y le dice que no se la haga. Y el hipercrack de director
llama A LA MADRE DE LA NOVIA DE ÉSE SUPERNUMERARIO
y le cuenta lo que hay, que su futuro es un pendón
de tres pares de narices, que con el tiempo le darán
el premio El Preñón de Gibraltar.
¿Se armó una gorda?. Pues gordísima;
la futura suegra supernumeraria, la novia supernumeraria,
el pobre supernumerario alucinado cuando regresa a su ciudad
y advierte que todo se ha roto y no sabe por qué y,
lo que es peor, lo suyo lo sabía hasta el último
adscrito de Manila de Abajo... ¿Sucedió algo?.
Nada. Ahora siguen juntos; el tío tragó -mira
que lloró, y se indignó ante la injusticia-
y no mandó a freír monas al opus dei, al dire,
y Bruno Buozzi todo. Y es que eso es una plaza de mercadillo,
alcahuetería pura, chismorreo. Todo por el bien de
las almas: con la excusa de si dejarías que alguien
muy querido se tirara por la ventana qué harías;
pues lo mismo. Vale todo: Dios está con nosotros.
Si a eso le añadimos los que están un poco
tocados del ala, con la azotea de mudanzas y una mala leche
como los orcos de Saurón, que por una tontería
te cuentan la vida del que les lleva a mal traer, pues no
lo arregla ni Rita la churrera. No es lugar, pero en mis últimos
años en el reverso tenebroso varios sacerdotes me contaron
cosas muy graves de terceras personas, conocidas en confesión.
Y al marchar yo, de mí mismo, y a personas muy cercanas
y queridas, también se usó del sigilo sacramental,
pero en otro sentido: un sacerdote, que jamás hablé
con él, ni en confesión, buscaba encontrar entre
sus supernumerarias si éste que firma le había
dado un repasín (cfr B-10. III, 28) a alguna, como
si dijéramos. ¿Quién le contó
al presbítero mi vida?: buen título para una
película.
¡Ay, el susurro de ciertas confesiones qué ruido
y qué daño hace!.
Termino de leer un texto que
me ha dejado confuso: resulta que los diez mandamientos que
Dios le dio a Charlton Heston escritos en las tablas no son
los diez que nosotros, los católicos, creemos y se
nos ha enseñado desde la niñez. Parece que judíos
y protestantes en su enumeración de las leyes incluyen,
de acuerdo con el texto bíblico de Éxodo 20,
el mandato de prohibir hacer imágenes-ídolos,
mientras que la iglesia católica suprime este mandamiento
y para que le salgan las cuentas, desdobló el mandamiento
que prohíbe los actos impuros en actos y pensamientos.
En fin, a la cama no te irás sin saber una cosa más.
Y al hilo de este fascinante dato erudito me vino a la memoria
la devoción, la veneración, la dulía,
la adoración, que en el opus de la prelatura de Dios
se le debe a la figura de San Josemaría Escrivá
de Balaguer y Albás. Vamos que si Moisés viera
como tratan en la opus al susodicho reflota Altos Hornos y
funde becerros de oro a saco para hacérselos beber
a la peña de la obra de Adonays, Yahwé (Yahvé,
tú nunca me has querido ya lo sé... que cantaba
Julio Iglesias). Escrivá es un auténtico ídolo
y, como a tal, se le idolatra hasta el paroxismo, hasta la
exaltación extrema de todos los sentimientos y pasiones
que habitan en el interior de la humana persona. No hay ni
la sombra de una duda sobre sus cualidades humanas, morales,
afectivas, espirituales, psicometafísicas, místicochiripitiflaúticas
y melífluas.
En él se congregaban todas las santidades posibles
que caber pudieran en el alma de cualquier ser de la Creación.
Las abarcaba todas en su sencillez y humildad. Era taumaturgo,
leía las conciencias y veía los corazones, poseía
el don de profecía, incluso le fue dado conocer la
fecha de su muerte (lo que pasa es que como ofreció
su vida por la Iglesia, pues Dios se la aceptó y, claro,
se le adelantó unos años la parva y le pilló
a pie cambiado). Las imágenes de la Virgen le sonreían,
los Niños Jesuses tornaban a la vida para ser acunados
por él, su ángel de la guardia le daba golpecitos
en el costado para despertarle, incluso palmadas de coleguí
de buen rollito diciéndole ¡hasta luego,
burrito sarnoso!, extraños personajes se cruzaban
en su vida con paquetes llenos de billetes justo en el momento
que no tenía un duro para pagar Villa Tevere, Jesucristo
mismo le importunaba cuando leía el periódico
y le tenía que decir ¡Déjame, por
favor!! (Escrivá a Jesucristo). ¿Con la
Virgen?, Lourdes, Fátima, Garabandal y El Palmar juntas
era un chute de gominolas al lado de su trato con la Señora.
Lucifer le andaba también buscándole las cosquillas
y manipulaba ascensores para que se diera un meco al abrir
la puerta y no encontrar la cabina que, curiosamente, no estaba
en el piso llamado... Toda su vida era un prodigio de hechos
extraordinarios: Escriveitor. No anduvo encima de las aguas
porque no le dio la gana, una razón muy sobrenatural,
por cierto. Cuando fue a Torreciudad y se descalzó
para ir de Romería desde el crucero al Santuario más
de uno pensó ¿a que ahora el tío
se pone a andar por encima de las aguas del pantano y nos
monta aquí una de mucho miedo?.
Se enfadaba siempre en su humildad, presumía de doctorados
en su humildad, en su humildad demandó unmarquesado
que no le pertenecía y en su humildad lo hacía
todo. Él era LA HUMILDAD. Si afirmó alguna vez
que las monjas eran tontas, o bobas, en realidad lo decía
en su humildad, a ver si nos enteramos. Y es que Dios le hizo
blando y dulce como la miel de la Alcarria y, claro, se deshacía,
como testimonia Don Manuel
Mindán Manero.
En la prelatura su figura es indiscutida, tóquese
el aspecto que se toque. Como arquitecto, un crack; como legislador,
otro crack; como pedagogo, más crack; como escritor,
crackísimo; como teólogo hipercrack. Si se sentó
en una sillón, se coloca un cartelico que dice
aquí se sentó nuestro amadísimo fundador
el día tal (creo que en latín: ¡mira
que habré visto cartelicos de esos y no recordar el
texto!), si se cortaba el pelo, se guardaba el mechoncín
de las chollas que le habían cortado y ,venga, cartelito
que te crío vello capilar de nuestro amadísimo
fundador cortado el tal del cual; si se cortaba al afeitarse
y empapaba la gotita de sangre en un algodón, se recogía
y cartelico al canto gota de globulín rojo de
nuestro amadísimo fundador recogida el tal del cual;
si comía una aceituna y dejaba el huesín chupadete
en el plato, se guardaba celosamente y...¡pues sí,
otro cartelín!: hueso que requetechupó en su
venerable boca nuestro amadísimo fundador el tal del
cual . Bueno, esto último, la verdad, me lo he
inventado.
Y eso se llama reliquias. Hay millones de ellas, de todo
tipo y condición: ropa pañuelos, jerseys,
camisas, alzacuellos... miembros del cuerpo todo, desde cabellos,
hasta pestañas, uñas, dientes... cosas varias
como mecheros, bolígrafos, postales, relojes, agendas,
muebles...¡¡¡ Todo un mundo de reliquias:
ven a la semana fantástica de Reliquias en El Corte
Inglés!!!
A mi mujer le comenté esa idea una mañana,
pensaba que podía hacerle ver quien soy y valorarme
más: oye, ¿por qué no pones cartelicos
en los sitios que habitualmente uso para cuando me muera?.
¿Lo cualo? contestó. Y le
expliqué lo de Escrivá y que pensaba que era
una buena idea Satur se sentó en este inodoro
innumerables veces el tal del cual, por ejemplo. Y mi
señora me dijo cosas, otra vez, que la pluma no debe
ni puede expresar.
En algunos la idolatría por san Josemaría llega
al delirio tremendo. Hay quien ha hecho su tesis doctoral
sobre los años de adolescencia del santo en Logroño.
Escuchar a aquel hombre era realmente de volar sobre el nido
del cúco: ¿iban o venían las huellas
que Josemaría encontró sobre la nieve?, si iban...
¿a dónde iban?, y si volvían, ¿de
dónde volvían?. ¿La nieve era en polvo?.
El carmelita en cuestión... ¿cómo se
llamaba?, ¿a qué dedicaba el tiempo libre?,
¿era Logroñés genuino, o pertenecía
a alguna Comunidad histórica?. ¿Qué desayunó
aquella mañana Josemaría?, ¿por qué
salió a la calle a esa hora si tendría que estar
en el colegio?; si era porque había pegado una nevada
del treinta y tres, ¿qué encargo le dio su madre,
la abuela, para que tuviera que salir con ese frío?,
¿comprar una caja de cerillas, o una de fósforos,
o era de mixtos? El abuelo... ¿qué recorrido
hacía desde su casa hasta la tienda donde trabajaba?,
¿siempre era igual?, ¿daba de comer a las palomas
en ese paseo o, por el contrario, las ignoraba? Cuando falleció
el abuelo, ¿cómo fue Josemaría de Zaragoza
a Logroño?, ¿en qué tren?, ¿en
qué vagón?, ¿en qué asiento?...
¡¡¡cartelico al asiento, hay que buscarlo
como sea!!!.
Inclusivamente, hay quien ha propuesto muy seriamente, y
con entusiasmo envió la idea a Villa Tévere
después de visitar Los Ángeles y toparse con
Spielberg en el pasillo de una universidad durante un minuto
(a consecuencia del mismo hizo Encuentros en la Tercera Fase),
el realizar una película comercial sobre la vida de
San Chema, sin reparar en gastos, producción a tuti
plein, fool total. Desarrollaba la idea en su chute explicando
que la vida de nuestro amadísimo fundador era riquísima
en matices: aventuras, amor, soledad, guerra, persecuciones,
milagros... misteriosas huellas en la nieve, paso de los Pirineos,
la persecución de los buenos, premonición de
la muerte de un ser siniestro en Burgos... El tipo era crítico
de cine (profesión que gusta mucho a numerarios y agregados),
y afirmaba aquí el chute ya era con pértiga-,
que podía contactar con Steven Spielberg y sugerirle
la idea con un guión, aprobado por los directores,
para que se embarcara en la posible producción y dirección
del flim; si se hizo el Señor de La Salle
con gran éxito, ¿porqué no El Marqués
de Peralta?. El escrito está dormido, como el
Anillo en manos de Gollum, pero todo se andará. Me
veo a Pacino haciendo de San Josemaría, Emilio Aragón
de Don Álvaro, Marlon Brandon de jesuita malo, el padre
Vergés, Ana Obregón de Tía Carmen, Gerard
Depardieau , el Abuelo y Mariano Ozores de Don Javier.
Digo, por dar ideas.
Un día me encontré raro,
no coincidía por dentro, ni por fuera, conmigo mismo.
No era quién sabía debía de ser. Me parecía
que vivía fuera de mi naturaleza; Satur estaba muy
lejos de Satur: deteriorado y roto. Me había convertido,
después de 27 años en el opus, en un esclavo
de un papel en la comedia social de la prelatura. Estaba como
ausente de mi propia existencia; de repente caes en la cuenta
de que te estás engañando y, lo que es peor,
engañas a los demás, y que ese engaño
impregna todas las relaciones, incluso las más íntimas.
La gente, tus hermanos, los cooperadores y amigos, no son
rostros, sino máscaras de teatro que se intercambian
promesas, gestos cariñosos, consuelos de elegidos e
iniciados en la superficialidad de palabras mil veces dichas,
frases hechas, tics de grupo, consejos acortezados... En todo
ello se podía mezclar la emoción como en el
teatro, o en el cine, pero esta emoción no tocaba el
fondo solitario del alma, de la mía; esa emoción
estaba ligada a una imagen, no a una realidad; nacía
de una representación, no de una presencia. Y me parecía
que toda aquella peña, yo incluido, se sentían
en sus almas tan pobres que lo que más temían
era su propia desnudez. Preferíamos intercambiarnos
falsas riquezas antes que unir nuestra verdadera indigencia.
Me había convertido en un hipócrita.
Te obligabas a hacer la charla y contar tus confidencias
de un modo absurdo, difícil, sin vida. Ése que
me escuchaba no era un amigo, ni siquiera un hermano: era
un burócrata, un funcionario acostumbrado a representar
lo que se espera de su cargo y condición. Incluso en
aquellos primeros años de entrega, cuando uno vivía
una sinceridad salvaje, con frecuencia patológica (forzada
la intimidad hasta límites peligrosos), incluso entonces
sentías ese desasosiego interior que produce lo artificial.
Y cuando era yo quien escuchaba, quien atendía, a pesar
de buscar lo mejor para esa persona, ¡ay!, con cuanta
frecuencia todo era la costumbre de un horario, las frases
hechas del sistema, los gestos que sabía debía
de hacer y los consejos políticamente correctos que
asentar en esa alma. No había vida. Observaba que bastantes
de esas biografías que me rodeaban o acompañaban,
la mía incluida, se sostenían sobre creencias
que andaban muy lejos de la libertad, del amor, de la madurez.
Preferíamos vivir en los criterios, las consignas,
las normas, la seguridad de que me lo den todo hecho. Todos
sabemos que las religiones no salvan al hombre, por muy perfectas
y normativizadas que se presenten. Es Jesucristo... pero fácilmente
caemos en la tentación de abrazarnos a instituciones
que prometen la salvación con sólo permanecer
fieles a ellas. Nos convertimos en autómatas que incluso
están dispuestos a reprimir la biología más
elemental sentir, tocar, amar, reír, llorar-
para entregarse con risueña insensatez a un destino
gregario; con el cebo de una promesa de santidad segura a
base de frases millones de veces repetidas que atornillan
la conciencia, con chutes semanales de medios de formación
personales y colectivos, de retiros mensuales y convivencias,
con la corrección fraterna, que narcotizan el sentido
crítico noble y responsable y que generan adicciones
personales al grupo y peleles de tomo y lomo. Se prefiere
vivir una vida vicaria, encerrada en una cámara de
asepsia y autismo con ese mundo que se dice amar, pero en
que queda excluida, en esa cámara, cualquier germen
de humanidad, porque se es clasista y elitista.
Para volver a vivir con los demás sin máscaras
ni maquillajes debía primero coincidir conmigo mismo,
es decir, desembarazar al alma del yo y a la persona del personaje.
Darme y enseñarme al mundo, al mío, tal como
soy, dar sin saber que doy todo lo contrario de lo que
hacía en la opus, que te das sabiendo qué das-.
Deponer todas las armas y todas las máscaras, andar
sin esos movimientos de defensa y ataque que hacen de la vocación,
del amor, un juego lleno de reglas, normas, criterios donde
se refleja una perfección tan absurda como estéril.
Gracias a Dios, prefiero unos instantes de verdadera comunión,
lo que dura una mirada, uno sólo de esos minutos divinos
que despojan al alma de todo lo que no es ella misma, a vivir
en la fantasía narcotizada que, con sus intercambios
de falsa moneda, no conducen más que a la unión
de dos sombras, o al narcisismo de la santidad. Muchas veces
deseamos tanto escapar de la soledad, buscamos la seguridad
de un modo tan compulsivo, que olvidamos las dos cosas imprescindibles:
la pureza del amor y el respeto de la libertad entre los que
se aman.
Precisamente ninguna de estas dos cosas existían en
mi vida en el opus. Mi amor no era puro; quizás ya
no quedaba ni amor. Hay ciertos sentimientos que se le parecen,
pero no los llamo amor (hace tiempo que esos sentimientos
no me engañan). ¿Respeto a la libertad entre
los que se aman?; en el opus dei no saben qué significa
la palabra libertad. Se habla mucho de ella, pero desconocen
totalmente de qué trata. Es muy difícil ser
libre cuando ya de pequeño te enseñan a que
cuentes todo con una sinceridad salvaje en una confidencia
semanal donde obligan el temario, se te impone: Fe, Pureza,
Vocación; cumplimiento de las normas una a una con
hojita incluída para que no olvides ni una; apostolado
-con repaso de la lista de amigos-, trabajo, mortificación
-con su lista de pequeños sacrificios-, amor al Padre,
devoción a San Josemaría... ¡un mundo!.
Y te enseñan, lo repiten hasta la saciedad, que si
uno en la charla no habla de pureza, malo. Mala señal.
No decían si uno no habla de Fe, malo,
o si uno no habla de apostolado, malo, lo que
se recalcaba era la Pureza: si no se habla de Pureza, malo,
es que hay algo seguro. Y así te veías a contar
una cantidad de tonterías, algunas rayaban la patología
freudiana más profunda, por contar algo.
El que conoce sabe de qué hablo.
La sinceridad, la de verdad, no tiene cabida. Si dices que
estás en crisis te dan la vara de tal manera que prefieres
callar y marchar cuanto antes; no buscan tu bien, no te escuchan.
El director de turno, aunque sepa que lo mejor es aconsejar
otro camino, se resiste a ser consecuente porque sabe que
eso no lo puede decidir él: lo decide la prelatura
a través de un Spíritu codificado donde no caben
biografías personales, diálogos tranquilos;
no entiende que la vida es argumental, lo que supone variaciones,
etapas, y posibles cambios buscando lo mejor en el otro; no
escucha, porque no le cabe en la cabeza, que esa imagen de
continuidad buscando su propia vocación (a veces más
sensata y pequeña que la de darle la vuelta
al mundo como un calcetín) en cualquier persona es
esencial. La vida se detiene, tiene pausas, remansos, vuelve
a empezar una vez y otra en circunstancias distintas, después
de que se han operado cambios que quedan incorporados a lo
anterior. Por mucho que se insista en la continuidad, en la
fidelidad a cualquier precio, no está reñida
con el cambio permanente en el que se vuelve a empezar una
y otra vez. Se puede ser fiel a uno mismo dejando la senda
del opus dei. Y más cuando él no quiere oír:
sólo quiere el número, la cantidad, la perseverancia
autómata. Como esas personas posesivas que sacrifican
su vida a una mujer, a un esposo o a un amante, con el que
no han tenido más intercambios interiores que los que
podía haber tenido con un animal, o con la muñeca
que tuvieron de pequeñas. Y lo más grotesco
es que los desdichados que son el objeto anónimo de
ese entregamiento falso se creen escogidos, especialmente
preferidos y queridos por sí mismos. Como esa gallina
amorosamente encorvada sobre unos caracoles de noche
le robaron las crías que guardaba con cariño-
supliendo y prodigando en su instinto ciego e irresistible
el mismo amor, idénticos cuidados. El objeto no tiene
importancia, el intercambio no es necesario. La gallina, cerrada
sobre sí misma y radicalmente incapaz de elección
y de comunión, se aferra a cualquier objeto para satisfacer
su necesidad.
Y encuentras actitudes que te duelen. Mucho.
Conozco una supernumeraria que tuvo el mismo año dos
hechos. La muerte repentina de una hija numeraria falleció
mientras dormía a los treinta años-, y la marcha
del opus de un hijo numerario. Todavía hoy, cuando
habla de estos temas dice, sin rubor alguno, me dolió
mucho más que mi hijo abandonara el opus dei que la
muerte de mi hija. Si eso no es fanatismo, que venga
Chichinabo y me lo diga.
Una hermana mía, numeraria, rezó y pidió
al Señor sabiendo que me estaba planteando dejar
el opus- que me muriera antes de abandonar el opus. Dios no
la escuchó. Gratias, tibi Deus, gratias tibi!.
No son anécdotas aisladas. Se pueden contar a patadas.
Esto se enseña: se anima a la gente a rezar para pedir
la muerte antes de fallar en tu vocación. Cuando estás
bien, pues no pasa nada, lo pides encantado. ¡Ay, cuándo
estás mal!: se sufre, y se sufre mucho. ¿Quién
causa ese dolor, eso desquiciamientos?..
- ¿Oiga, es la opus de dios de la prelatura?
- Sí, aquí es. ¡¡¡PAX!!!
- In aeternum, forever. Oiga, que me gustaría de saber
porqué producen de dolor y de desquiciamiento con ciertos
consejos sobre de que si te vas eres un desgraciado y de que
no te querrá naidie como nosotros y de que el infienno
está lleno de bocas cerradas y gente que se ha ido.
- ¡¡¡PAX!!!
- Sí, vale, Pax: pero que me gustaría de saberlo.
- ¡¡¡PAX!!!
- Ya, Pax, ok, Pax: pero que de porqué.
- .....................................................
No sabe. No contesta.
Vaya por delante que no pongo en
duda el juicio de la Iglesia sobre la santidad de san Josemaría
Escrivá de Balaguer y Albás. Como tampoco tengo
ninguna duda sobre la futura santidad de Kiko Argüello,
de Luigi Guissiani, de Chiara Lubich, de la Madre Trinidad
de la Santa Madre Iglesia, de Jean Vanier, de Don Esteban
Gobbi, de la hermana Glenda, y tantos y tantos más;
inclusivamente de mí mismo, arropado, impulsado y celebrado
por los millones de Orejas que ya en vida me tratan como a
un santo. Prometo enviar mechoncetes de pelo, o trocitos de
chollas, a todo aquel que me lo pida. A la Piedra no le he
comentado nada de esto, pero algo sospecha: ayer me vio colocando
cuatro pelillos en una bolsita de plástico y me dijo
¿a quién pido hora al Doctor Enrique Rojas o
al Doctor Mengele?.
Nos preguntaba José Carlos qué nos diría
San Chema no me separéis la Che de la Ma- cuando
nos lo encontráramos en el Cielo. A mi, la verdad,
no me importa cruzarme con él siempre que él
esté en su nube, con sus alitas, con su arpa y su coronita,
y yo en la mía. ¿Qué el tiene un arpa
más chula que la mía?, pues vale. Pero cada
uno en su nube. Además, pienso que en el Cielo nos
vamos a encontrar gente que nos va a dejar muy, pero que muy
sorprendidos. Mal que les pese a algunos.
Se extendió una especie de milagro por los centros
de la obra de Adonays, a la muerte de Dolores Ibarruri, La
Pasionaria. Y es que, -se decía-, la Jefa de Servicio
del Hospital donde falleció era numeraria biógrafa
de San Josemaría para más señas-, y que
convenció a aquella "Roja" que animaba a
las tropas republicanas a dejar embarazadas a todas las monjas
que se encontraran por su camino, para que se arrepintiera
de sus pecados y se convirtiera antes de morir. Y se comentaba
que así fue; apareció un sacerdote que la confesó,
le impartió la Unción y la Comunión.
Bien, así me lo contaron, y me lo creí. Y lo
iba contando por charlas, convivencias, retiros, como cuento
yo las cosas, o sea, que parecía que yo mismo estaba
de monaguillo de las ceremonias de conversión de La
Pasionaria. En todas, repito, en todas las charlas, los culos
se removían en los asientos, la gente carraspeaba,
extraños movimientos de tensión se advertían,
sobretodo en supernumerarios, numerarios y agregados de cierta
edad (esos de a mi derecha, la pared), y no faltaba
quien al terminar la charla venía escandalizado porque
ésa se había salvado.
Todos tranquilos. Coincidí con la Jefa de Servicio
en la presentación del libro sobre San Chema y le pregunté
si era verdad la anécdota. Me contestó que sí
era vedad que La Pasionaria había fallecido ingresada
en su servicio, que también lo era que ella le atendió
en su enfermedad... pero eso de que se hubiera convertido,
que un jamón con chorreras, que no murió cantando
los curas y las monjas, ¡¡¡no nos
moverán!!!... porque estaba afónica que
si nooooo.
Me voy del asunto me he divertido-, que diría
Santa Teresa. Para mi hay comportamientos en vida de Josemaría
que, contri menos, me parecen sospechosos de puntazos,
pero puntazos de tomo y lomo. Unos dirán que eso es
santidad santidad que, por cierto, él renegaba-,
por no ser la ordinaria, la de la prosa diaria. Me basta
los milagros del Evangelio, afirmaba. ¡Jospa!,
menos mal que le bastaban sólo los del Evangelio porque
si no nos monta una pirotecnia de milagros en vida de aúpa.
Pero luego, aparte de los cienes y cienes de hechos extraordinarios
que jalonaron su vida, tiene los puntazos. Por ejemplo, cuando
un día escuchó una blasfemia, se arrodilla delante
del blasfemo y con la lengua escribe en el suelo el nombre
de Jesús. Muy bien, eso es santidad para la peña,
pero si lo hago yo estoy como un cencerro. ¡Jolines,
sólo de pensarlo, y que la Piedra me vea arrodillado
y con la lengua escribiendo en el suelo me están entrando
sudores fríos! Y sin que me vea la Piedra; me ve cualquiera,
del opus también, y pensaría ¡pobre
Satur, está como una regadera!.
Voy a la calle con mi madre, siendo numerario, a visitar
a mi tía Domitila y le digo a mi mamá que vaya
delante porque la gente puede pensar que...
-¿Pensar, qué, Satur?.
-Que no eres mi madre
-¿Qué no soy tu madre?... ¿y qué
soy hijo?
-Bueno, pueden pensar, como eres tan joven, y tienes tan buen
aspecto, AÚN, pues que eres mi amiga o algo asín.
Y mi madre me pega un meco que me deja más confundido
que Nestor Kirchner en un laberinto de espejos.
Como si un día me insulta un tipo con el mono de trabajo
todo encalado y llego yo y me abrazo a él, me restriego
en él, me licúo en él en plan festivo
- ¡ojo, en medio de la calle! (si no era en un tranvía)-,
y la basca piensa éste tío es un santo.
No; lo que piensa es este tío está fundido
en negro.
No sé, quizás lo juzgo poco sobrenaturalmente.
Pero los puntazos los tenía. Hay una penícula
de una tertulia en Venezuela con numerarios y agregados de
la Región. Asistieron del orden de varias decenas.
Poquitos. Y, supongo, allí se conocerían todos.
Es una que le pregunta un agregado con diabetes sobre su enfermedad.
Bueno, pues allí le da un puntazo, coge un pedal contra
un tío que sólo le faltó decir el nombre,
y el sujeto paciente nunca mejor dicho- estaba allí.
Y todos sabían de quién hablaba: que si
hay alguno que se cree que porque gana dinero le vamos a aguantar,
que lo tiene claro, que mucho morro si vas de especial....
Por supuesto, no es textual, pero el que haya visto el flim
lo recordará. Esa película se proyectó
en todos los cursos anuales y convivencias de la Tierra hasta
que, así me lo contaron, el personaje que había
sido puesto de chúpate dómine debió de
decir que ya valía. Que ahora fueran a por otro.
En fin, me vienen tantos y tantos puntazos...
También es cierto que de ese hombre se conoce toda
su vida y, claro, es más fácil dar en diana.
En el fondo era como cualquiera de nosotros, y nada de lo
humano le era ajeno, que diría San Ignacio de Loyola
de Palacios. Tenía sus vanidades tontas, sus puntazos,
sus maneras de buscar cariño y reconocimiento, sus
soledades neuróticas, sus obsesiones, sus filias y
sus fobias. Y no todo era en él santidad.
Cuando lo vea en la nube se lo digo. Oye, si me dejas
tu arpa, te invito a mi nube y charlamos, ¿vale?.
Y me dirá que sí, seguro Él mismo decía
si tú al llegar a casa de tus padres no haces
más que decir que la obra es fenomenal, que los numerarios
son fantásticos, que todo lo bueno que haces es gracias
al opus de Dios, que Monseñor es el rien de rien...
pues me lo harías odioso y no querría ni oír
hablar de ellos (no es textual). Y de eso le hablaría
también, de la brasa que están dando con el
amadísimo fundador.
Hablando del Cielo. Le preguntaron a Ratzinger, Pepe para
los amigos, que cuantos caminos había para llegar al
Cielo, y contestó levantando el dedo índice
y moviéndolo de adelante a detrás: tantos
como personas; cada hombre es un camino para llegar a Dios.
A ver si os enteráis.
Y para José Carlos, con amor. Cuantas veces me he
visto calumniado, herido o difamado por gente que no esperaba,
repito en mi interior la metáfora que Papini (no me
estoy cachondeando del Papa) escribió en la Exposición
Universal: "Venturosos los que se ven asaltados por los
mosquitos, pues gracias a ello un poco de su sangre perezosa
volará por los aires sobre sus alas ligeras".
Llama la atención las correspondencias
recibidas por fieles de la prelatura en Orejas porque ni siquiera
entre ellos están de acuerdo en qué es el opus
dei. En una cosa sí que coinciden: en todas siempre
se hace referencia al os encomiendo,rezo
por vosotros, en fin, que son gente muy piadosa. Puede
haber en esas frases un cierto sentido de tipo que hace
de puente entre Dios y nosotros. Un Pontífice.
Alguien elegido por Dios, y que es escuchado especialmente.
Un ropaje farisaico de filactelias y de tribus levíticas
que son los poseedores de los oídos y el corazón
de Dios. Dicen rezo por ti del mismo modo que
pueden decir te voy a ayudar a que las cosas te vayan
bien, pecador inmundo, alma descarrilada, perdido, macarra.
No me fío de esos hombres que presumen de rezar por
algo o por alguien, que usan la oración más
como un recurso lingüístico hecho costumbre que
como algo interior.
En mis años en la opus de Dios me recuerdo diciendo
eso de te encomiendo a troche y moche. Y, lo que
es peor, el afirmar en conversaciones con otras personas
esto que te voy a decir lo he llevado a la oración,
te lo digo en la Presencia de Dios... era como
si uno tuviera una gracia muy especial, un don extraordinario:
el ver a Dios, hablarle, y escuchar su Palabra. Hay que estar
muy ciego para no darse cuenta de la suficiencia interior
que muestra uno cuando se abroga la voluntad de Dios en las
almas porque, dice, lo ha llevado a la oración.
¿Qué oración es esa?. Todavía
conservo en las mejillas dos ronchas rosas de apoyar los nudillos
de las manos en la cara y los codos en las piernas durante
27 años de oraciones de la mañana somnolientas
y nebulosas. Y una moradura en el brazo producida por el prelatureitor
de turno que te daba un toque, cuando no te zarandeaba, para
que despertaras. El celo de la casa de Dios le consumía.
Y uno, cabreado por haberle despertado y con unas legañas
que le llegaban hasta el Misal Iberoamericano le decía
¡paisa, tío, que no dormía, que
estaba rezando! Basta mirar muchos bancos de oratorio
de centros y comprobar la cantidad de muescas producidas por
las dentaduras de unos y otros al resbalar las manos de las
caras y zorrostriarse contra la madera del reclinatorio. Estos
ojos que se comerán los gusanos han visto a uno que
ayudaba a Misa dirigirse en el lavatorio de manos al sacerdote
con el jarroncete en una mano, el paño en el brazo
y SIN la vasija donde derramar el agua. Y el cura poner los
dedetes para que el otro los humedeciera. Los dos más
dormidos que Lázaro. Y echar el agua entre los dedos,
caer al suelo cual cascada alegre y saltarina, limpiarse el
sacerdote con ceremoniosa unción, inclinación
de cabeza del monaguillo, y a seguir...¡¡¡
y nadie nos dimos cuenta!. Estábamos amorcillados de
sueño... Y, luego, mira, esto que te voy a decir
lo he llevado a la oración. Ya.
Las oraciones de la tarde en los cursos anuales, paseando
entre los jardines, estirado en el césped, sentado
en un banco a la sombra de un platanero o al borde de la piscina
remojándote los petetes. O las oraciones en el coche,
mirando el paisaje, escuchando la cinta de turno En
el taller de José... y uno allá, con la
mirada perdida donde parece que se junta el horizonte pensando
en porqué los cepillos de dientes no se llaman cepollos
de dientes, tiene más sentido, digo yo. Y, luego: mira,
he llevado a la oración lo que te he dicho...
rezar no es difícil, pero eso de tener vida interior,
y ser otro Cristo -¡el mismo Cristo- y andar de santo
chachi, cuidadín.
Por eso creo que no hay que ir por la vida diciéndole
al mundo todo que rezo por él, y que soy un buen chico.
Hace dos años que me negué a ser ídolo
de nadie, a ser un referente de nada, un intermediario de
medio pelo, a detestar mayúsculas que llevan a la sin
razón y al fanatismo, a preferir ser admirado que querido,
a ser otro Cristo, a dejar de andar dando lecciones y comenzar
a aprenderlas como un torpe alumno balbuceante y con serios
problemas de lateralidad, dixlesias, pelín de retraso
mental y algo lerdo. Es una opinión.
Me comentaba hace unos día un ex supernumerario, la
verdad es que nadie entendió como pudo pitar ese hombre,
que le habían aconsejado que dejara la obra. Andaba
con la herida abierta, y dudo que algún día
cierre, porque el mismo sacerdote que le había insistido
para que pitara, citándole la voluntad de Dios, el
que lo había llevado a la oración y lo veía
claro ( el sacerdote), el mismo, dos años después,
le dice que ha llevado la oración lo que le va
decir y es que a tomal viento. Que eso no es lo suyo.
¡Hombreeee, eso no se hace. A ver, si lo has llevado
a la oración un año, y Dios te dice que sí,
y dos años después te dice que no, ¿paisa,
tronco?. En fin, allá lo dejé, con sus sesenta
y cuatro tacos y que le echan de la prelatura.
Pero vale todo. Recuerdo que al morir, aunque nuestro padre
no murió, nuestro amadísimo padre se fue al
cielo, se contaban muchas historias de apariciones suyas aquí
y allá. Luego no las vi escritas en ningún sitio,
pero se contaba que el espectro de San Chema las montaba de
yupiyayayupiyupiya, yupiyayayupiyupiyaaaaa. Una era que una
supernumeraria con un niño de dos años tenía
que ir a Misa, pero le agobiaba dejar al crío solo.
Normal. Pero la tronqui, encomienda la custodia a nuestro
queridísimo fundador y, como San isidro, se va a Misa.
A la vuelta el niño está cenado, limpín
y acostado. La madre alucina ¡¡¡Ahívaaaaaaa,
tócate el pirindolo, ¿eto qué é
lo qué é!!!!!, exclama. Y le pregunta
al niño que con su dedito le señala la estampa
de Josemaría y le dice que ha estado con él
y tal, y que le ha hecho la cena, y le ha bañado y
han cantado pito pa que pites túuuuuuuuú.
Si cuela eso, ya cuela todo.
Aunque esto que he escrito no lo he llevado a la oración.
Que conste.
La prelatura, dicen, ha
clarificado mucho nuestra condición de hombres de la
calle. Y lo escriben convencidos: somos hombres de la calle
sin votos, ni promesas. Nosotros nos comprometemos a vivir
las virtudes cristianas por nuestra honradez de cristianos.
Y voy yo, y me lo creo. Y resulta que como tengo un compromiso
de vivir el celibato, por ejemplo, si tuviera la desgracia
de cometer una falta grave sobre el particular y no tuviera
más narices que confesarme con un sacerdote que no
fuera de la prelatura, me dicen que debo advertirle que tengo
un compromiso de vivir el celibato carapato, pero para no
dañar la imagen de la obra sería una injusticia
que ese pobre sacerdote dedujera por la culpa de uno la de
toda la opus de Dios, tan maja y perfecta ella-, pues no tiene
porqué aclarar su pertenencia a la prelatura. Triple
salto mortal con tirabuzón y barroquismo planetario.
O sea, he de aclarar que tengo un compromiso, pero ni mú
de que pertenezco a la obra del Omnipotente.
Y, en una casuística digna de la Thorá de Caifás,
del libro de estilo de Anás, aclaran. Si uno
va a una casa de latrocinio y tiene una caída con una
geisha, debe de confesarse normal, como cualquier tipo, porque
no hay compromiso sobre la castidad, no debe de especificar
su pertenencia a la obra o de haber adquirido un compromiso".
Vale. Pero, si uno sale con una compañera de trabajo
todos los días a tomar café con churros y, encima,
le acompaña a casa, y se ve que está apegadete,
el pobrín, aunque no hubiera caída grave en
materia de castidad, entonces... entonces, sí debe
aclarar que tiene un compromiso de celibato y que se lo está
pateando. Lo mismo con el compromiso de vivir la pobreza,
o el de velar por la unidad de la obra, o el de consultar
libros.
- Avemaría purísima.
- Sin pecado concebida. ¿Qué tienes higo bío?.
- Pues que estoy saliendo con una chica.
- ¿yyyyyyy...?
- Pues eso, que estoy saliendo con una chica y no debería
de salir.
- Pero, a ver, tú ¿de qué te confiesas,
higo bío?.
- De salir con una compañera de trabajo, le acompaño
a la puerta de su casa algún día y nos tomamos
un café con churros en una cafetería, aunque
eso no siempre.
- ¡¡¡Halaaaaaaa, qué fueeeerte!!!.
¿Y qué pasa con la chica, eh?
- ¿Con la chica?, nada.
- Pero eso no es de pecado de suyo. Salir con una mujer, además
un tipo tan bien plantado como usted, es muy normal. Debe
encontrar una chica que le ame y sea la madre de sus higos.
- Pero es que tengo un compromiso.
- ¿Un voto?.
- ¡¡¡¡¡¡¡ NOOOOOOOOOO!!!!!¡¡¡NOOOOOOOOOOOOOOOO!!!
Nada de votos, un compromiso.
- Un compromiso, un compromiso, pero usted se confiesa como
que es algo que pesa sobre su conciencia y que a nadie normal
le arguye de pecado, ¿eeehhh?.. .como si fuese un voto.
- ¡¡¡Que NOOOOOOOOOO!!!, ¡¡¡mire
que soy de agobio fácil y me cabreo, eh?!!!, ¡nada
de votos!, es un compromiso que me hice a mí mismo.
Nada, que me dio por allí un día y dije voy
a comprometerme en vivir el celibato carapato. Soy así
de piadoso. Es de origen, como si dijéramos.
- Pero, ¿usted pertenece a alguna institución?.
- No, no, es algo mío. Un chute, como si dijéramos.
- Pues nada, de penitencia te vas al Cotolengo y que te ingresen.
¿Valeee?.
- Vale.
Una de las charlas más complicadas de dar era sobre
qué hacer y decir, como comportarse, si uno tenía
la desgracia de cometer un acto en contra de los compromisos
adquiridos y tenía la necesidad, y no quedaba más
remedio, que confesarse con un sacerdote que no fuera buen
pastor para nosotros. Muy de la calle, muy normal, muy
de tío corriente.
Es, quizás, parte de esa estructura de pecado: el
decir cómo debo comportarme, qué debo decir,
qué debo callar para que la obra quede siempre muy
bien. Negar la libertad de confesarme con quien quiera, libertad
que defiende la Iglesia, y dudar, de que otros guarden el
sigilo sacramental -¿se llevarían una mala imagen
de los demás fieles de la prelatura?... y, ¿qué
pasa?, ¿que el sacerdote va a salir del confesionario
y se va largar a la sacristía diciendo ¡¡¡
joéééé con los del opus, vaya
pájaros!!!?, pues no lo veo, porque también
se llevarían una mala imagen de los que no son fieles
de la prelatura; ¿o no está escrito que la confesión
está hecha para los pecados mortales y que conviene
decir también los veniales?. Y todos sabemos la materia
de los pecados mortales. Y dudar de la madurez y sensatez
de un sacerdote, sea diocesano o Capuchino Remangado y Descalzo,
y de la eficacia del sacramento, añadiendo un peso
en la conciencia del penitente me parece, contri menos, un
pasote. Grave asunto.
Una anécdota, aunque no tiene nada que ver con el
asunto que se ha tratado, pero asín echamos unas risas
un lunes de lluvia... Bueno, no tiene que ver, y sí
tiene que ver, porque en la obra, como todo está reglado,
escrito y perfectamente claro, pues nadie piensa por sí
mismo y, claro, se obedece y a veces pasa lo que pasa. Me
lo contó un sacerdote testigo del hecho. Como me lo
contó, lo cuento.
Al parecer, le explicaron a una numeraria auxiliar que se
estrenaba en las lides del servicio en mesa en una casa de
mayores cómo debía realizar la tarea.
- Mira, Conchita -le explicó la administradora-, cuando
oigas la campanita sales al comedor. Primero sirves al director,
es el que tiene la campanita a su lado, después al
sacerdote, es el que lleva una sotana negra, y luego a los
demás comensales, son los que están sentados
alrededor de la mesa. Atiende bien; se sirve por la izquierda
de cada comensal, con la bandeja también sobre tu mano
izquierda, y la mano derecha en la espalda. ¿OK?, entendidos.
- Sí, señorita. Y, además, encomendando.
- ¡Muy bien, Concha, encomendando!. A ver, repite.
- Se sirve por la izquierda de cada señorito, con la
bandeja también en la mano izquierda, y la mano derecha
en la espalda. Y encomendando.
- Muy bien, Concha... y encomendando a cada uno, ¿vale?.
- Vale, encomiendo.
- Yo también encomiendo.
Total, suena la campanilla,¡¡¡piticlín,
piticlín!, y sale la auxiliar más contentina
que ná, y algo nerviosa (era la primera vez). Se planta
al lado del director y recuerda los pasos: a su izquierda,
con la sopera en la mano izquierda... ¿y la derecha?,
pues en la espalda... ¡¡¡¡PERO LE
PONE LA MANO EN LA ESPALDA DEL DIRECTOR!!!, en plan paisa,
colegui, ponte un buen cazo, machote, que esto está
chachi. Como lo cuento. Al tipo le dio un escalofrío
racoide que parecía Juana de Arco mirando un mechero.
No reaccionó. Se sirvió una cucharadita de sopa
y decidió que siguiera turno. Al cura.
Llega al cura y lo mismo, por la izquierda, con la sopera
en la mano izquierda, y la derecha, ¡patapám!,
a la espalda del cura. La peña, que ya estaba a la
guay de lo que pasaba, se echa a reír, el cura da un
salto, como si le hubiesen servido una pitón vivita
y coleando, y le dice a la auxiliar.
-¿Pero esto que é de lo que é?, ¿qué
pasa aquí?.
Y la pobre salió en retirada a la cocina. Se oyeron
gritos, lloros desconsolados, ayes de dolor y vergüenza...
y al poco, sonó el timbre de comunicación. De
vuelta, el director, dijo que todos fuera del comedor porque
la administración dejaría la mesa ya servida.
Nunca más se supo de Concha.
Continuación
Arriba
Volver a Tus escritos
Ir a la página
principal
|