Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
OPUS DEI: ¿un CAMINO a ninguna parte?

¿Alguien sabe qué es el Opus Dei?
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¿ALGUIEN SABE QUÉ ES EL OPUS DEI?

Autor: Satur

1. -Recuerdo que... (27-9-2003)
2. -Yuri Borev compara... (5-10-2003)
3. -Viene jugosa... (12-10-2003)
4. -Cuando me entregué... (19-10-2003)
5. -Uno de los asuntos... (26-10-2003)
6. -Pido perdón... (31-10-2003)
7. -Morirse en el Opus Dei... (15-11-2003)
8. -Dos temas... (23-11-2003)
9. -Viajo bastante... (30-11-2003)
10. -La formación que se da... (6-12-2003)
11. -El hijo mío que no hace apostolado... (14-12-2003)
12. -Sobre el sigilo sacramental... (21-12-2003)
13. -Termino de leer... (28-12-2003)
14. -Un día me encontré raro... (4-1-2004)
15. -Vaya por delante... (13-1-2004)
16. -Llama la atención... (21-1-2004)
17. -La prelatura, dicen... (26-1-2004)
18. -Entiendo que el tema que vamos a tratar... (2-2-2004)
y 19- Lo que no sabe el Opus Dei de sí mismo... (8-2-2004) FIN

 

Entiendo que el tema que vamos a tratar no es para tomárselo a de broma ni a de risa, y no pretendo de echarle más de leña al de fuego.

El tema es la cantidad de peña que vive dentro del opus de Dios y que está más sonada que el pecho de King Kong. La proporción es, para los tiempos que corren, bastante alta... aunque los especialistas psiquiatras de la prelatura digan que no, que es la media nacional.

Empastillados “Happy Pills” que toman las grageas con manguera: inhibidores y desinhibidores de la ansiedad y el pánico, fobias, síndromes obsesivos, síndromes de carencias afectivo ascético menstrual, patología psicosomática del minuto heroico, personalidad límite, déficit de atención por hiperactividad, psicofonías de santos varios, etc... Viven en el mundo de los medicamentos estimulantes, de los antidepresivos, de los antisicóticos, de los anti ansiedad, de los somníferos... mundos del ("Depakote", "Depakene"), "Carbamazepine" ("Tegretol"), "Gabapentin" ("Neurontin") y "Lamotrigine" ("Lamictil"), del "Alprazolam" ("Xanax"), Lorazepam" ("Ativan"), el "Diazepam" ("Valium") y "Clonazepam" ("Klonopin"), "Diphenhydramine" ("Benadryl") y "Hydroxizine" ("Vistaril"), "Buspirone" ("BuSpar") y "Zolpidem" ("Ambien"). No son nombres de protagonistas del Señor de los Anillos, son chutes que te ayudan a llorar con alguna excusa que valga la pena: estoy enfermo. Más aún: estoy loco.

¿Se nace así?, ¿es genético?, ¿lo provoca una entrega que no acaba de asimilarse, de entenderse y hacer propia y por resistir contra viento y marea al final el otro yo dice “¡basta!” y se avería el coco?, ¿es miedo a tomar decisiones que hacen sufrir a los demás y a uno mismo y se prefiere desconectar?, ¿pánico a volver a empezar?, ¿terror a condenarse y andar rejalgareño por la vida?. Más aún incluso todavía ya: lo puede provocar unos modos que lesionan la intimidad o que amenazan la libertad más profunda como son algunas prácticas del opus dei?. No lo sé.

Cuando a una persona tímida, insegura y frágil se le insta a que salga a la calle y se lance a hacer apostolado como un suicida de Hamás repleto el abrigo de jaculatorias dispuesto a todo por salvar un alma, ¿se le está violentando de algún modo sí?, o ¿cuando a un chaval le dicen en la charla que debe de hablar de pureza y le ponen como ejemplo si le gusta el director pues que lo diga, o si a sus hermanas las mira cuando se cambian, o si juega al submarino en la bañera ( arriba periscopio, abajo periscipio, ¡¡¡aúaaúaáua!!!), ¿ no se le están poniendo los cimientos de una sexualidad pelín neurótica sí?.

Cuando a un tipo se le ve agotado y se le impele a que asista a la oración de la mañana, y que se quede en las tertulias para dar buen ejemplo, y que sustituya a uno que quiere ver el partido de Champions para dar un círculo, y que, además, atienda un curso de retiro porque el chico tiene más entrega que Seur, o que MRW, ¿no se le está obligando a que un día escuche una psicofonía que le diga “Botieso, es hora de que se te caiga la baba y te cagues encima sí?.

Cuando a una persona se le coge del cuello y se le anima de un modo impetuoso a amar lo que todos los de la opus amamos hasta el delirio en plan “¡¡¡ We are the Woooooorld, we are the childreeeeen!!!”: amar y escribir al Padre por narices, amar la carta mensual, amar la editorial de Crónica, amar la cruz de palo, amar el agua bendita, amar y saludar al custodio de la casa y al de mis hermanos, y al mío, amar el Trium Puerorum, el salmo II, el Adorote devote, La Salve, amar la no merienda de los sábados, las dos horas de cilicio, amar los crespillos, amar el símbolo Atanasiano, amar el Trisagio Angélico, amar Mundo Cristiano, y la editorial Palabra, amar a Federico Trillo, nuestro hermano, amar la confesión semanal con el sacerdote establecido y en la oración de la mañana, a poder ser; amar, mirar y saludar a Nuestra Señora, y San José, y al espíritu Santo, y a San Josemaría, y a los directores, y a Don Leopoldo Eijo Garay, amar a Santa Catalina, a san Nicolás, a los Abuelos y a tío Santiago... ¡¡¡AMAR AL MUNDO APASIONADAMENTEEEEEEE!!! ¿ No se le estará llevando a la obsesión compulsiva y neurótica basada en normas, costumbres y criterios que aquí y allá jalonan el día a día, la semana a semana, el mes a mes, el año al año, el siempre: presencia de dios, considerar nuestra filiación divina, trabajo,orden y alegría. Mucha alegría.

La falta de libertad lleva a hacer cosas muy extrañas, la naturalidad postiza termina en una mueca sin sentido, acortezada, fría, distante, lejana; la falta de respeto a la intimidad y al modo de ser de cada cual hacen personas muy inseguras, inmaduras, frágiles e infantiles, el miedo dibuja en el alma modos muy raros de buscar cariño. En fin, ¡de buena nos hemos librado!.

Lo psiquiatras de la obra lo saben. Lo saben muy bien. Y no reaccionan.

Conozco uno que a un paciente numerario de la Prelatura, un tipo de cincuenta años que lleva arrastrando durante más de cinco años fobias al Padre, a la confesión semanal, a los directores, cuadros suicidas, síndromes obsesivos muy graves, y que le llora al médico para dejar la obra y éste le chuta manguerazo y le dice “mira, hasta que no te cures no puedes decidir nada porque te falta libertad”. Y el médico sabe que no se curará nunca. Lo sabe, y calla. Y traga.

En el Evangelio apócrifo de las Santas Ester y Lisa Mernabo se cuenta un hecho, por supuesto nada histórico, de la vida de Jesús. Y que tiene que ver, algo, con el tema que hablamos, aunque se refiere más al Alzheimer...

Estaba Jesús en las puertas del cielo relevando un rato a San Pedro y viene un hombre viejo, muy viejo.

- ¿Quién es usted, anciano -le pregunta el Maestro
- Pues no lo recuerdo, es que tuve un accidente y...
Pero sabrá a qué se dedicaba en sus días mortales.
- Yo era carpintero

[Jesús, en su interior, se emociona y siente una intuición...]

- Y de su familia, ¿no recuerda nada?
- Pues, tuve un hijo que nació en circunstancias muy peculiares, vino a la vida de un modo milagroso y...

[Jesús lleno de emoción y de alegría por la sorpresa le interrumpe y le abraza con afecto grande]

- ¡¡¡PAPAAAAAAAAÁ!!!!!
- ¡¡¡ PINOCHOOOOOOOO !!!!!

Ya digo, es apócrifo.


Lo que no sabe el Opus Dei de sí mismo es que también puede languidecer y extinguirse, puede ser una caricatura de su espíritu, puede ser una figura parada en el tiempo, patética en su maquillaje de modos externos hechos de apariencias de perfección, tan falsa como esa señora que relata Charles Dickens en Grandes Esperanzas, que vive encerrada en el comedor de su frustrado día de bodas, las ventanas cerradas durante años, el festín podrido y caducado, las ratas en su entorno, telarañas y polvo, ella vestida durante años con el raído traje de bodas -en su día fantástico-, con modos aristocráticos e histriónicos, con una reloj parado en una triste hora de un año, hace mucho.

Puede ser una mentira hecha de frases preciosas tejidas con hilos prestados del Evangelio. Es fácil parecer bueno, y embaucar, cuando se nombra a Jesucristo, a Nuestra Señora, al Amor de los Amores, cuando se aconseja “Señor, en tus manos abandono lo pasado, lo presente y lo futuro, lo grande y lo pequeño...”

Viendo los predicadores de sectas en la televisión uno se queda sinceramente imantado por la fuerza de esas palabras –que usan magistralmente- de esos gestos, de esa devoción; y alucina contemplando estadios de fútbol rebosantes de gentes piadosas, entregadas y dispuestas a creer. ¿Es falso todo aquello?, ¿se puede uno reír de toda esa liturgia de rezos aparentemente sinceros, con personas aparentemente decentes, con metáforas ricas en contenidos interiores?... Y, sin embargo, algo huele a podrido, a necesidades terriblemente anónimas, fácilmente manipulables, en aquellos fieles, a histrionismo en sus pastores, a seguridades de todo a cien, a celofán de alegrías tipo “¡¡¡Si los buenos actuamos con las manos, plas, plas, plas...!!!”

En su ceguera, en su fatuidad y en su engreimiento de santidad de perfectos a base de repetición de actos perfectos, el opus dei puede creer vivir una pobreza hecha de frases preciosas sin vida que le anime: una pobreza en casas de lujo, con zapatos de lujo, con sotanas de lujo, con seis plazas de garaje, con colegios de lujo, con comidas de lujo, con fieles, no pocos, que viven en casas, chalets y ambientes de lujo. Pueden creer vivir una caridad hechas de frases conmovedoras de espaldas a su familia, a los pecadores del mundo, a la tristeza del mundo –esa que hace a tantas personas contradecirse-, a la miseria del mundo, a los palizas del mundo, a los que nos complican la vida, a los pobres también. Pueden creer vivir una alegría de hijos de Dios que es una mueca autosuficiente y agria con los que no entiendo, con los descreídos, con los ignorantes, con los fracasados, los frívolos, los “malos”, una alegría bobalicona, infantiloide, simple como la idiotez. Pueden creer vivir un amor a la libertad, esa que predicaba Escrivá diciendo que se pondría del lado del perseguido, aunque no tuviera razón, sólo por ser perseguido (¡québonitooo!), que está cerrado al derecho que tienen otros a equivocarse, también los que hemos dejado la obra de cara, sin esconderse, sin miedo, diciendo lo que había, y mirarlos con pena, con dolor, como apestados, negándoles el pan y la sal, profetizando lo peor en esta vida, y en la del Infinito y más allá.

Pueden creer vivir una entrega maravillosa de cumplimientos por amor, delicada y sencilla, y crear puñados de neuróticos obsesivos, angustiados y narcotizados en una vida mustia y triste. Pueden creer vivir un apostolado de cien nos interesan cien, dirigido, manipulador y fanático. Pueden creer vivir una castidad positiva y estar en mundos desnaturalizados, voluntariosos, normativizados, lejos de afectividades libres y, con frecuencia, débiles (esas debilidades que Jesús perdonaba porque las entendía). Pueden creer vivir una educación en la responsabilidad y el amor, y andar en capillas elitistas, clasistas, interesadas y algo porcinas en su modo de ver la vida....

Es su problema.

Tuve la suerte de acompañar a Jaume desde el diagnóstico de su enfermedad, muy larga y muy dolorosa, durante varios meses. ¿Te acuerdas, Jaume, de aquellas conversaciones?. Me decías “tú y yo nos hemos colado en el opus dei”. Y era verdad. Tantas horas los dos en silencio, tú con los ojos cerrados, jadeando, y al caer la noche... ”¿sabes en qué pienso cuando estoy así?: imagino que estoy en medio del mar -¡cómo te gustaba el océano!- de tertulia con los pocos amigos que he tenido (cuatro), tranquilos, serenos, flotando en las aguas, y ¿sabes?, el mar es el corazón de Dios”. Veías el océano como el corazón misericordioso de Dios, sumergido en Él, y a mí me parecía que era el tuyo.. Dios lo tiene aún más grande. ¡¡¡Cuántas veces me hiciste repetir ese punto de la estación del Vía Crucis que dice que cuando veas un crucifijo, si te saltan las lágrimas, no las reprimas...!!!”, y me hacías una señal con el dedo como pidiendo que lo volviera a leer otra vez, y otra, y otra, y otra.. ¡Qué pena nos dábamos los dos, tan solos!. Mira que eras bestia, y arisco, pero aquel día que al despedirme te dí un besote en la barba, callaste, seguiste con los ojos cerrados (yo esperaba una auténtica coz de las tuyas), y descubrí que nadie te había entendido ni en el opus dei, ni fuera.

Y pienso, Jaume, que quizás algunos buscamos fuera del opus dei un corazón más grande, el de la Iglesia, el de Jesús, capaz de entendernos, fuera de tanto criterio, tanta tontería, que no va con uno.

Para ti, Jaume... Que nos veamos en ese Mar.

FIN DEL LIBRO

 

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