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CORRESPONDENCIA

 

Viernes, 18 de Diciembre de 2015



¡Feliz Navidad!.- Satur

Creer en el Misterio de la Navidad es creer mucho. Demasiado.

 

Un hombre que crea eso puede creer en cualquier cosa.

 

La  mula es un animal híbrido y estéril. El buey, un toro castrado. Sobre san José  recae, al menos humanamente hablando, la peor de las sospechas. La madre del Niño es Virgen, y concibió de un algo que se llama Espíritu Santo... de su vientre nació el Hijo de Dios.

 

Los ángeles cantan en la noche "¡Hosana en el cielo y paz a los hombres de buena voluntad!"·

 

Unos pastores van allí y se les ve tan felices y tan campantes.

 

Reyes de Oriente llegan siguiendo una estrella...

 

Desde cualquier punto de vista que contemplemos este Misterio, la cosa no tiene un pase.

 

Sin embargo, o lo crees, o no lo crees. La única simplicidad que vale la pena conservar es la del corazón: la simplicidad que acepta y goza.

 

Sólo así se puede entender este Misterio. Si alguien ha sido feliz en la tierra alguna vez ha sido esta gente.

 

De verdad, y de corazón, te deseo una muy feliz Navidad.

 

¡Que Dios te bendiga, amig@!

 

 

 

Satur





Sigo un buen consejo.- Dionisio

Queridos amigos:

Siguiendo el consejo de Jaraysedal, suscribo irrestrictamente la petición de perdón de CuG, quien se ha quedado corto, efectivamente, como él mismo reconoce.

Por mi parte quiero añadir a lo mencionado por CuG solo una cosa adicional de las muchas de las que me arrepiento: mi personal petición de perdón a mí mismo y a todos en general por no haberme enfrentado a los directores a causa del miedo a quedar marginado, marginado por ellos, por ser cobarde y preferir mi comodidad antes que reprochar su mala conducta y su hipocresía a quienes tenían el poder en el lado oscuro.

Dicho esto, que Dios nos bendiga a todos y que la sencilla alegría de la Navidad os llene el corazón de aromas tibios y dulces.

Con todo cariño,
Dionisio, el Areopagita.





Trece años de Opuslibros.- Ottokar

Cada año, al llegar el mes de diciembre, me gusta recordar aquel diciembre de 2002 en que aparecieron los primeros mensajes en la página que Agustina acababa de poner en marcha tras estudiarse un manual de diseño de sitios web, para hacer saber a quien lo leyera que el protagonista de la canonización que había tenido lugar el 6 de octubre de 2002 tenía muchos aspectos oscuros que se habían ocultado en el proceso. Algunos de esos aspectos habían sido reflejados en libros que el Opus Dei se había esforzado en retirar del mercado y resultaban imposibles de encontrar. Así, tecleándose a mano el primer libro, surgió Opuslibros.

Poco a poco Opuslibros se fue convirtiendo en el lugar de encuentro de tantos y tantos que habíamos pasado por el Opus Dei, y que tras la salida habíamos estado solos y aislados, pensando que éramos un caso raro porque del Opus Dei no se iba nadie. Se rompió así el mecanismo de aislamiento psicológico que el Opus Dei había logrado imponer a quienes estaban dentro pero que se extendía también a los que se habían marchado.

Así muchos han logrado curar sus heridas. Así hemos conocido los documentos internos del Opus Dei, reconocidos por ellos como auténticos al interponer una demanda para retirarlos de Opuslibros, y que prueban que las prácticas denunciadas no son equivocaciones de algunos individuos sino que responden a una praxis institucionalizada. Así muchos adolescentes, puestos sobre aviso de la estrategia de proselitismo del Opus Dei, han evitado sucumbir a la presión psicológica organizada a su alrededor para lograr su pitaje. Así muchos padres han logrado entender lo que estaba ocurriendo con sus hijos y qué debían hacer para recuperarlos. Así hemos conocido la verdadera historia del Opus Dei y de su fundador. Así muchos que se habían marchado y otros que seguían o siguen dentro han tenido una "oreja de guardia" que les ha escuchado y les ha ayudado en momentos de duda y de turbación.

Por haber hecho esto posible, por haber estado ahí día tras día, semana tras semana durante estos trece años, ¡gracias, Agustina!

Ottokar





Un palacio en el desierto.- CuG

Agradezco los comentarios a mi pedido de perdón. Y, sí, fue mi responsabilidad hacer lo que hice, como señala Jara y Sedal, aunque haría un matiz.

Yo pasé por tres etapas de conciencia en mi estadía en la Obra.

En la primera, que comenzó el día que cumplí 14 años y medio hasta mis primeros síntomas de depresión -poco después de hacer la fidelidad- todas aquellas acciones de las que me arrepiento (acciones vinculadas con la condición de numerario, no con las de pecador, que las hice y las hago, miserere mei!) las realicé con la conciencia de estar haciendo lo que había que hacer. ¿Tenía una conciencia invenciblemente errónea? Habría que preguntarle a Royo Marín. En todo caso, obraba con una conciencia "cierta aunque errónea".

La segunda etapa, desde la primera consulta al opusquiatra hasta los comienzos de mi salida, mi conciencia se empezó a dividir, como si fuera aquello de la mitosis que uno estudiaba en Biología. Sabía que lo que decía no era verdad pero lo decía igual, sabía que lo que hacía no era correcto pero lo seguía haciendo y ante esas dudas (que mis directores llamaban "juicios críticos") me justificaba diciendo que me faltaba "visión sobrenatural". Sin embargo, el cuerpo -que estaba más sano que la cabeza- se empezó a rebelar: insomnio, ansiedad, desasosiego. Creo que allí mi conciencia pasó a un nuevo estadio: se volvió "perpleja".

La última etapa, desde la reacción hasta la salida, ya me daba cuenta de que todas las acciones que mencioné en mi escrito anterior estaban realmente mal y que no había fin bueno que pudiera neutralizar su deshonestidad, por lo tanto fui evitándolas hasta que mi situación se hizo insostenible.

Entonces cometí la última ingenuidad de mi vida de numerario (la primera fue pitar a los 14 y medio): intentar cambiar las cosas compartiendo honestamente lo que veía con los directores. Y así comenzó la travesía por ese laberinto edulcorado y resbaladizo que tan bien describe el notable testimonio de Novaliolapena. En esa última etapa, mi conciencia ya era "cierta y verdadera".

Una reflexión final: así como en la antigüedad el rey ordenaba matar al mensajero que le comunicaba la derrota de su ejército, en la Obra se procede a aniquilar emocionalmente al que se atreve a decir que "el rey está desnudo". Para eso sí cuenta con toda la farmacopea.

A veces imagino Villa Tevere como un lujoso palacio en medio de un desierto pétreo poblado de cadáveres: decenas, cientos, miles. Son los cuerpos de todos aquellos honestos mensajeros que el rey, en lugar de escuchar, hizo ejecutar.

Me imagino a ese rey (el prelado), inconmovible ante esa multitud de esqueletos, pensando: "¡Qué bien, qué victoria más completa debemos estar logrando!" mientras allá, en el horizonte, otro ingenuo mensajero se acerca al trote, malherido y jadeante. No sabe lo que le espera por el crimen horrible, espantoso, de decir la verdad.

CuG





Escritos recomendados.- Agustina

Psiquiatras para perseverar. Minerva

Los días contados. E.B.E.

Las tres generaciones de supernumerarios españoles. EscriBa

La educación “hipócritamente” diferenciada de los Colegios del Opus Dei. Giovanna Reale




 

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