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 Recortes de prensa: El Papa Francisco y el Opus Dei.- Aquilina (Elena)

125. Iglesia y Opus Dei
Aquilina :

 

Texto original en italiano

Traducción: Elena Longo (Aquilina)

 

El Papa Francisco y el Opus Dei

 

Durante el caluroso parón estival, la disposición pontificia relativa al Opus Dei no recibió la atención que merece por parte de los medios, tanto en relación con la historia del movimiento como en el contexto del pontificado actual

 

 

por Alfonso Botti

17 de agosto de 2023

 

Con la carta apostólica en forma de motu proprio Ad charisma tuendum dada a conocer el pasado 8 de agosto, el Papa Francisco, en aplicación de la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium del 19 de marzo de 2022, modificó los cánones 295-296 del Código de Derecho Canónico relativo a prelaturas personales. Como la única con esta configuración era la Prelatura personal denominada Santa Croce y Opus Dei, la disposición recayó sobre ésta.

La disposición pone la Prelatura bajo el control del Dicasterio para el Clero (art. 1); obliga al prelado a presentar cada año a dicho dicasterio un informe sobre el estado de la Prelatura (art. 2); somete la reforma de sus estatutos a la aprobación de los órganos competentes de la Santa Sede (art. 3); establece que el prelado no es ni puede ser obispo (art. 4) y que todas las cuestiones relativas a la Prelatura, anteriormente tratadas por la Congregación para los Obispos, pasan a la jurisdicción del Dicasterio para el Clero (art. 6).  



Caído en el abrasador receso estival, no se puede decir que los medios prestaran la atención necesaria al documento. Lo que, por otra parte, tiene una importancia considerable si se valora en relación con la historia del Opus Dei y en el contexto del pontificado actual.

 

Estamos en 1928 cuando, partiendo de la idea de que la santidad se puede alcanzar mediante el compromiso en el campo laboral y profesional, un joven sacerdote aragonés llamado José María Escrivá de Balaguer concibe su propio proyecto. La intuición es original porque combina sin escrúpulos la inmersión sine glossa en el mundo tal como es con la obediencia plena a la enseñanza del magisterio y la mortificación corporal. Pero es sobre todo moderna por la fórmula de la "santificación del trabajo", que recuerda ese sentido reverencial, moral y religioso del dinero del que escribe precisamente en la misma época uno de los ideólogos de la derecha reaccionaria española, Ramiro de Maeztu, años, después de ser electrocutado, durante un viaje de verano de 1925 a Estados Unidos, no por la democracia, sino por las virtudes del capitalismo. Será entonces embajador de la dictadura de Primo de Rivera en la Argentina de 1928 a 1930, convirtiéndose en el apreciado interlocutor e impulsor del nuevo nacionalismo católico platense.

 

Influido por Max Weber, Maeztu identifica la causa del atraso de los pueblos latinos en los ideales cristianos de pobreza y en el fallido entrelazamiento de la economía, la moral y la religión que distinguiría, aunque de manera diferente, la ética de protestantes y judíos. Si "el genio económico puede compararse con la santidad" -escribe- se puede deducir que los Ford y los Rockefeller, que saben enriquecerse enriqueciendo a los demás, "son los verdaderos santos del País". De ahí la afirmación de que la modernización de España y América Latina debe pasar por la reconciliación del catolicismo con el capitalismo: una adaptación e intento de trasponer al contexto católico lo que el sociólogo alemán centró en La ética protestante y el espíritu del capitalismo.

 

El joven Escrivá de Balaguer, no se sabe si estaba al tanto de lo que escribía Maeztu, retomó de hecho su pensamiento. Lo hace con una serie de aforismos que publica bajo el título Camino en 1934, y en 1939 en la versión definitiva. Un texto que equilibra la pobreza teológica con el autoritarismo clerical del que está imbuida, cuyo impacto representa un estudio de caso sobre cómo la relación entre la montaña y el ratón puede presentarse históricamente al revés. De hecho, desde la década de 1940, el Opus Dei ha crecido exponencialmente en España, América del Sur y luego en el resto del mundo. Durante los años de la dictadura franquista, hombres del Opus Dei ocuparon el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, obtuvieron numerosas cátedras universitarias y conquistaron puestos destacados en el régimen. A finales de la década de 1950, Carrero Blanco, hombre de confianza de Franco, impulsó el ascenso al gobierno de algunos hombres del Opus Dei: los llamados tecnócratas que iniciaron la fase tecnocrática del régimen. El error entonces fué pensar que estaban guiados por los líderes del Opus Dei, mientras actuaban en plena autonomía, siendo completamente ajenos al catolicismo democrático por formación, por lo tanto moldeados para ser orgánicos a un sistema antiliberal y autoritario. Algunas personalidades de la misma filiación, expuestas posteriormente como prueba del pluralismo político del Opus Dei, discreparon del franquismo, pero no hubo quien se opusiera.

 

“El compromiso con el franquismo y la opacidad de la organización alimentan un imaginario colectivo negativo sobre el Opus Dei”.

 

Mientras tanto, desde junio de 1946, Escrivá de Balaguer se encontraba en Italia, donde desde Roma durante treinta años, hasta su muerte en 1975, tejió una tupida red de relaciones con círculos de la curia romana en beneficio de su criatura y, superflua decirlo sobre sí mismo. Su tarea no es fácil porque el compromiso con el franquismo, la opacidad de la organización, la reputación de "mafia blanca", mitos y narrativas sin fundamento, dificultan el camino. Apoyándose en la citada modernidad, el Opus Dei, producto típicamente español de la Iglesia de Pío XI y Pío XII, aprovecha la renovación conciliar diciendo que fue un precursor y parte de ella, pero basta leer el papel subordinado que Camino asigna a los laicos para darse cuenta del error. Y, por si fuera poco, bastaría añadir la lectura del testimonio de la ex numeraria (máxima categoría de los afiliados) Emanuela Provera, Dentro de l'Opus Dei (Chiarelettere, 2009).

 

Sea como fuera, la actividad romana de Escrivá de Balaguer produjo, aunque lentamente, los efectos esperados. En 1969, bajo el reinado de Pablo VI, se inició el proceso de institucionalización de su criatura, pero fue el Papa Wojtyła quien dio el paso decisivo al reconocer al Opus Dei el estatus de prelatura personal con la Constitución Apostólica Ut sit del 28 de noviembre de 1982, al que sigue en 1992 a la beatificación del fundador y, con inusitada pompa, a su canonización el 6 de octubre de 2002. No es un episodio, sino una línea política, pastoral y eclesial precisa.

Bajo el reinado del Papa polaco, en efecto, en 1982 Comunión y Liberación fue reconocida como una "Asociación de derecho pontificio", al año siguiente se aprobaron los estatutos de los Legionarios de Cristo, el 30 de agosto de 1990 el Camino Neocatecumenal recibió el refrendo del pontífice con la letra Ogni qualvolta, mientras que sus estatutos serán aprobados en 2002. Mientras tanto, el día de Pentecostés de 1998, se celebró en Roma el Congreso Internacional de movimientos eclesiales. Los nuevos (por así decirlo, porque su nacimiento data de varios años antes) "ejércitos del Papa", todos con sus propios seminarios encargados de producir una clase sacerdotal paralela.

 

Hay que reconocer que el Opus Dei no ha gozado de buena prensa. También alimentan negativamente la imaginación colectiva la novela de Dan Brown El Código Da Vinci (2003), seguida en 2006 por la exitosa película del mismo nombre dirigida por Ron Howard, solo parcialmente compensada por la torpemente hagiográfica película de 2011 There Be Dragons (Un santo en la tormenta, en la versión italiana) de Roland Joffé, casualmente el director de la mucho más exitosa La misión (1986).

 

“A pesar del desinterés general por la disposición del Papa Francisco, no han faltado alusiones desde los círculos católicos más hostiles al actual pontificado a una supuesta recaída en el centralismo vaticano, imbuido de autoritarismo”.

Y ni siquiera los que han desempolvado la relación competitiva y la tradicional mala sangre históricamente entre los jesuitas y el Opus Dei, ambos de origen español, ambos dedicados a la formación de futuras élites públicas. Ninguna explicación es convincente. Cuanto menos nos alejamos de la verdad, más nos apegamos a ciertos hechos: la reforma en curso de la Curia romana, la anómala configuración jurídica del Opus Dei y la extravagante autonomía de la que gozaba.

 

Por otra parte, queriendo profundizar y ver en la disposición la repercusión de la línea que caracteriza al pontificado actual, la referencia a la alarma lanzada en varias ocasiones por el Papa Francisco contra los riesgos del clericalismo, reiterada en la carta al clero romano del pasado 5 de agosto, donde leemos que se puede asumir un espíritu clerical “en llevar adelante ministerios y carismas, vivir elitistamente la propia llamada, recluirse en el propio grupo y levantar muros hacia el exterior, desarrollar lazos posesivos hacia los roles en la comunidad, cultivando actitudes vanidosas y arrogantes hacia los demás". Una advertencia a todos los movimientos y grupos carismáticos particularmente en boga durante el pontificado de Juan Pablo II, promotor de un catolicismo triunfal de identidad, poco compatible con la Iglesia "hospital de campo" y punto de referencia para la humanidad desorientada, del papa argentino. Un claro signo de discontinuidad, por tanto, respecto a los dos pontificados anteriores. Ignorantes ambos de que al alentar e institucionalizar, a partir de la última parte del siglo XX, los "nuevos" movimientos eclesiales, no dieron respuesta a los trasiegos de la fe católica a partir de las distintas sensibilidades y carismas peculiares, sino facilitó su fragmentación, con el consiguiente nacimiento de un archipiélago de islas e islotes autosuficientes y autorreferenciales.




Publicado el Monday, 21 August 2023



 
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