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 Tus escritos: La amistad en el opus dei.- CRNUMEROBAJO

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La amistad en el opus dei

La amistad es otro enigma humano más, seguramente parte de nuestro ser más profundo, como señala Harari. Psicológicamente necesaria, resulta una parte del Amor humano al que nadie, de un modo u otro, es ajeno. No tener amistades es perder algo que resulta valioso y necesario. Es diverso a otros amores, como el familiar o el erótico (marital o no). También es algo bello, aunque aparentemente superfluo. Cada quien la vive a su manera. Tenemos amistades de niños, jóvenes, maduros, viejos; en el colegio, en el trabajo, en el parque, en el campo, en la ciudad. Reales o virtuales. Físicas o telefónicas. Sufrientes o gozantes; o de ambos tipos. Unas duran, otras se van. Unas permanecen pese al transcurso del tiempo y la ausencia; otras se desvanecen o mediatizan por otros componentes. Unas cambian y otras se mantienen estables. Unas son muy físicas o sociales, otras más íntimas y psicológicas. Unas exigen la comunicación y el trato; otras se mantienen sin apenas trato. Un enigma humano más...



La amistad verdadera y auténtica, la que surge y se mantiene de forma “natural” es algo que no existe; más aún, se niega en el Opus dei. Esa amistad se persigue, se limita y se extingue. La justificación oficial es que no debe haber amistad porque se convertiría en una “amistad particular” y esto entorpece(ría) el buen ambiente de familia en el que todos/as los miembros de la obra son hermanos/as, “con lazos más fuertes que los de la sangre”. Pero ahí está el problema. Esta justificación no es, propiamente, razón ni respuesta. Es más bien una anti-respuesta. Es negación y, además, una mentira y una trampa.

Primero. He visto que muchos tenemos hermanos y hermanas “de sangre” con quienes nos une, además, una gran amistad, además del vínculo familiar. Esos vectores amorosos son más profundos que los que nunca he tenido con mis “hermanos” en la obra. Por varias razones. Una porque nos separaban cada poco. Dos porque solo podían ser los de mi sexo (cuando en una familia pueden serlo de ambos sexos y de otros matices vitales).

Segundo. Tengo un Amor marital que, como veo que ocurre en los más de los casos, une la amistad con el ágape y con el eros; y eso define su totalidad como Amor. Hay sangre y hay amistad y da como fruto otros amores derivados a la prole que ha llegado; y para la cual también queremos ser amigos, sin perjuicio de ser sus progenitores.

Tercero. La amistad es una necesidad humana y negarla es, literalmente “cegar las fuentes de la vida”. Es negar esa posibilidad para evitar no-se-sabe-qué, sin expresarlo e incluso abocar a los miembros a buscar su amistad fuera; lo cual, al menos, resulta absurdo y anti-natural.
Cuarto. Ese buscar la amistad fuera conduce a otra disfunción: confundir amistad con apostolado y proselitismo. Tela (marinera). Por eso es un tema, evidentemente conectado, en el que no voy a entrar.

Esa “no-respuesta” no explica la cuestión de la amistad dentro de la obra. En realidad estamos ante una prohibición inhumana, justificada en razones que el miembro común desconoce (aunque puede intuir). Pero el tema va más allá. En realidad esa prohibición oculta el hecho de que el propio espíritu del opus, impide, inhibe y destruye, esencialmente, la amistad como tal. Va contra su concepto como va contra su manifestación.

Si todos sus miembros son “oveja y pastor” y todos pueden –y deben hablar de lo más íntimo con quien lleva su charla fraterna (el director o quien sea) o incluso pasar él/ella mismo a serlo, y, más aún, puede ser cambiado de centro y de director… pues esto inhibe toda posibilidad de amistad. La coarta, por supuesto, con su director y equivalentes. Entre otras cosas porque si hay obligaciones por medio, deberes y confesión de intimidad forzada, simplemente no puede crecer la base necesaria para la amistad. La amistad necesita tiempo, ambiente de confianza libre, des-interés y falta de obligatoriedad. No se puede crear una amistad –aunque haya atisbos entre director/dirigido; y si aparece, además, se corta.

También la coarta la convivencia diaria con los demás. Su manera de verse, de tratarse, de hacerse correcciones fraternas (autenticas delaciones), de ver las debilidades y heroicidades (las “enmendatios”). La propia convivencia difícil entre personas mayores, más o menos hechas y derechas. El hecho de compartir todo y, en su caso, poder llegar a ser director/dirigido lo dificulta, cuando no impide de manera absoluta cualquier atisbo de amistad.

No era necesario cortar la amistad mediante la separación, porque, simplemente, tal amistad carecía del ambiente humano necesario para que prospere. En los numerosos centros de mayores en los que he vivido, las amistades simplemente no prosperan. Puede haber un ambiente opusdeístico mejor o peor, más engrasado o más oxidado –he vivido más esto último; pero no es un tema que ocupe o preocupe al consejo local ni a los miembros en particular. Cuando se produce cierta amistad o, mejor, cierta complicidad, si estás en el consejo local casi te alegras porque suele ser prueba de algo de oxígeno positivo en un ambiente por lo general enrarecido (cuando no es radicalmente raro, pues como decía hacía unos días Carmen Charo: No saben explicar quiénes son, es difícil definir el tipo de vida que supone ser miembro numerario/a dentro, por más que el numerario de barrio se esfuercen en hacerlo comprender).

Las peligrosas “amistades particulares” solían darse entre la masa –hoy inexistente de adscritos y “colegiales” de los centros de estudios. Ahí sí había cierta persecución por parte de los directores y subdirectores. Era un tema en los ceéles. Se trataba de cortar con más o menos cuidado y, en ocasiones, incluso llevándose a alguien antes de tiempo del centro de estudio a un centro. Por mi experiencia en todos esos núcleos de embrionarias amistades particulares, solía haber alguien muy necesitado de cariño que no encajaba y, de hecho, recuerdo bastantes ejemplos en los que esa persona o las dos se fueron rápido de la obra. También había otras connotaciones más o menos latentes que acaban rápido con una discreta expulsión.

Después de varias décadas en esa organización resulta muy indicativo que todas las (tenues) amistades que, en medio de las dificultades, se labraron en este tiempo fueran o estuvieran fuera de tal organización.

Esto no quiere decir que un numerario o una numeraria, agregada o agregado, no tengan ni puedan tener amistades. Las tienen. Suelen ser personas a las que, al final, no acercan a “la labor”. Bien porque ellos/as mismos las blindan de eso; bien porque quien sea les pone, en algún momento, los puntos-sobre-las-íes… o que no ofrecen cualidades. A veces son, precisamente, exmiembros… La amistad es algo humano, esencial, vital, no es algo conceptual. Por eso cualquiera, con Alma, acaba teniéndola. Pero este es otro tema para otro día.

En definitiva, la obra mata la amistad entre sus miembros porque ahoga su humus, su fuente y su bondad originaria y natural. Esto es también muy grave. Por eso, las más de las veces cuando te marchas no quedan amistades dentro y si las hubo en algún momento… se extinguieron, o también se fueron, o se recuperaron cuando ambos estuvimos fuera. Cuando te vas también dejas las posibles amistades que embrionaban sin cuajar porque la obra con su espíritu mató su cualidad más profunda.

CRNUMEROBAJO




Publicado el Wednesday, 12 January 2022



 
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