Seguramente el colectivo malicioso de Opuslibros, como ha hecho desde el principio, no ha entendido bien la carta del Prelado.

Siempre ha habido libertad en el Opus Dei. Siempre, y así figura escrito en diversos documentos (que te mostrarán solo si quieren), los fieles han tenido libertad para confesarse con cualquier sacerdote que tenga las licencias respectivas, sea o no de la Obra.

Ocurre que, mira tu por donde, siempre todos quieren confesarse con quien se les asigna. Podrían ir a confesarse con otro sacerdote pero no les da la gana, que es la razón más sobrenatural. Pero poder, podrían.

También tienen plena libertad para abrir su conciencia con quien estimen oportuno... pero no quieren hacerlo más que con esa persona que les han sugerido. Todos saben que así es mejor para ellos.

Cuando pitan a los 14 y medio – dejémonos de eufemismos – todos pueden consultar previamente con sus padres esa decisión tan trascendental para su vida; es más, los directores, a la luz del dulcísimo precepto, les animan a ello. Pero los interesados, libremente, no quieren hacerlo porque saben que sus padres, pobretes, no les iban a entender.

Y, finalmente, nunca los directores locales han tenido potestad dominativa. Pero ocurre que cuando uno tiene que comprarse una camisa, pongamos por caso, quiere siempre consultarlo al director local sin estar obligado a ello. Y cuando un director local le pide alguna cosa por favor a uno del centro, este desea siempre correr a cumplir esa súplica, por afecto y cortesía. Y lo mismo si le prohíbe algo. En todo, hasta lo más nimio.

Como así ha sido siempre.

Es sencillo y estupendo, ¿no?

Democrito