QUÉ
SE CUESTIONA AL OPUS DEI Y PARA QUÉ.
A propósito de la Carta al Vaticano
FLAVIA, 30 de noviembre de 2005
Escribo a propósito de la Carta
al Vaticano que algunos de ex miembros/ socios/fieles
de la Pía Unión, Instituto Secular, Prelatura
Personal de jurisdicción universal de la Santa Cruz
y Opus Dei hemos suscripto.
Creo que un peligro en la búsqueda la verdad y claridad
respecto del Opus Dei es quedar presos en el problema del
procedimiento y la codificación legal.
Me refiero a que la discusión sobre la Obra no es una
cuestión arqueológica semántica o de
hermenéutica jurídica, sino, más esencialmente,
el del escándalo de una institución que ha hecho
y hace estragos en la vida, la subjetividad de los individuos,
en nombre de Dios y del cristianismo, que tiene una actuación
social generalmente negativa, instrumentalizando todo lo que
toca, constituyéndose en grupo de presión sobre
la base de los dos medios menos evangélicos que puedan
concebirse: el dinero y el tráfico de influencias.
El tema de fondo resulta ser siempre que la Obra no es concebible
sin la Iglesia que la ampara, y la responsabilidad de esta
institución respecto del Opus Dei es, sin ambages;
TODA.
Lo que le solicitamos a la Iglesia, (lo que le solicito, tomo
la primera persona), no se basa en laberínticos recorridos
jurídicos, ni en la sutilización en el uso del
lenguaje o en la casuística farisaica: se trata de
que la Iglesia mire a la institución Opus Dei y se
pregunte, de cara al Evangelio de Jesucristo, si en ella se
guardan o no los componentes básicos del cristianismo.
No es meramente un asunto relativo a la exégesis del
Código de Derecho Canónico, o a la pertinencia
del derecho para religiosos, etc., se trata de saber, si la
Iglesia recibe y alberga en su seno a una institución
que, sistemáticamente, vulnera la dignidad de las personas.
Digo "sistemáticamente", porque el problema
aquí es similar al que hemos vivido en América
Latina respecto de las violaciones a los Derechos Humanos
durante las dictaduras: el asunto discutido era si dichas
violaciones se inscribían en lo que se llamaba "excesos"
de personas o grupos determinados, o fue un plan montado ex
profeso, realizado de modo sistemático.
Lo que se juega aquí es poner sobre la mesa (y los
testimonios de los ex fieles de la Prelatura lo muestran),
que las acciones e ideas nefastas del Opus Dei son de índole
sistemática, estructural. No se trata de la "mala
práxis" de ningún director/a en particular,
o la peculiaridad de una región, o una delegación,
o un centro, o un consejo local, se trata de que la práxis
habitual y sistemática, la prescripta por la institución,
es negativa y perjudicial.
Se trata de que la gente sigue ingresando en lo concreto a
la Prelatura a los 14 años y medio, en una edad inadecuada
por donde se la mire, que las conciencias - y los cuerpos-
siguen siendo manipuladas en la charla fraterna y en la dirección
espiritual, que la confesión sacramental sigue siendo
instrumentalizada, que la mentira, el ocultamiento y el disimulo
siguen siendo una práctica institucional, que la libertad
de los individuos sigue siendo coartada, y las personas adultas
mantenidas en estado de infantilismo y dependencia en función
de un largo proceso que culmina en ese tipo de "perfil
institucional". De modo señalado marco la existencia
actual de las "numerarias auxiliares" como un caso
de intolerable atropello a la dignidad de las personas (de
las mujeres).
El derecho a aplicarse aquí es equívoco porque
la situación de la Obra es equívoca, si los
fieles de la Prelatura fueran como los fieles de cualquier
diócesis, o los miembros laicos de cualquier movimiento,
entonces no habría lugar para cosas tales como la discusión
acerca de los testamentos, la propiedad de los bienes, la
entrega del salario, la relación con las familias,
el estilo de vida cotidiana de los fieles, sus elecciones
profesionales, etc., etc., etc.
Si ésto se discute es porque el Opus Dei, sea lo que
sea, no es comparable a una diócesis cuyos fieles están
unidos por un vínculo apostólico (que por otra
parte es por definición temporario, como las tareas
a las que se dedican, remito a lo escrito por mí acerca
de la Prelatura como un
baúl de "doble fondo"). Tampoco es
comparable a un movimiento de laicos sin más, ni tampoco
a un instituto religioso: ¿qué derecho se le
aplica?.
De hecho, el CIC se organiza sobre la base de las diversas
realidades eclesiales: ¿cuál es la realidad
eclesial de la Obra?.
Yo creo que lo que permite entender al Opus Dei es su carácter
de "excepción", es su condición de
"territorio sin reglas", en las que cualquier absurdo
(y abuso) es posible, en favor de un "bien mayor"
cuya esquiva esencia ya fue "pre- vista" por Escrivá
en una instancia que se ha condensado en el siguiente referente
temporal: 2 de octubre de 1928. La hipótesis de la
Obra como fruto de la directa revelación divina, es
la más adecuada para esa "organización"
de lo real y lo porvenir.
La excepción se patentiza en la complicada arquitectura
y devenir jurídico de la Obra, pero también
en las marcas que los ex miembros llevamos en nuestras vidas,
la materialidad de las consecuencias y signos de la excepción.
Cada uno habrá vivido su experiencia allí, mejor
o peor, pero el núcleo de prácticas e ideas
propias del Opus Dei resultan de la variedad de los testimonios,
con abrumadora contundencia.
Si se ha podido esconder bajo la alfombra los devenires eclesiales
de la Prelatura (y político culturales también,
el Opus Di es solidario de una coyuntura de la historia reciente
en general -en particular, la española -), si se puede
dejar pasar lo hermético de su vida interna, o lo equívoco
de su presencia pública, lo que no se puede callar
fácilmente, son los testimonios y las experiencias
de sus ex miembros, en toda su complejidad.
Y aquí la Carta al Vaticano toma su lugar. Interrumpir
el estado de excepción en que la Obra sumió
nuestras vidas, para hablar públicamente de ella, y
preguntar ¿con qué derecho?, en el sentido más
genérico de ese término: ¿con qué
justicia?.
La Iglesia es la destinataria lógica de esta pregunta,
porque de ella emana la "juridicidad" del Opus Dei,
ella la cubre en lo real.
La Iglesia tiene, reitero, respecto de la Obra, TODA la responsabilidad
en términos institucionales.
Walter Benjamin, un extraordinario pensador judío
alemán, decía que "los vencedores de hoy,
son los herederos de los que han vencido una vez". Si
las victorias inicuas, (la "fuerza de los hechos"),
abren el lugar para que ocurra la "excepción",
la injusticia hecha sistema tiene como consecuencia la capacidad
de disponer de la vida de los dominados -se trata de una injusticia
esencial, que cosifica a las personas-.
La tarea de quienes han sufrido esta lógica, es, afirma
este autor: "pasarse resueltamente al campo de los vencidos",
"pasar a la historia el cepillo a contrapelo", ésto
implica preguntar por el problema del "derecho"
en la Obra, por la índole de la "justicia"
con que organiza sus ideas y prácticas: esas mismas
ideas y prácticas que se metieron en nuestras vidas,
en nuestros cuerpos, sentimientos, mentes, etc. Hablamos de
la "materia" del derecho.
La misma existencia de la WEB está realizando tal tarea:
comenzar a mostrar el "otro lado" de esta "historia",
la trama de su efectividad, que no es la mera contraposición
fáctica al Opus Dei como "hecho", sino que
es la lectura y mostración "entre líneas"
de la sustancia y los contornos de esa "excepción"
que se nombra a sí misma como "Obra de dios",
para que la verdad, la siempre difícil pero liberadora
verdad, acontezca.
Arriba
Volver
a Tus escritos
Ir
a la página principal
|