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MI TEORÍA SOBRE LOS AGREGADOS

JOSE LUIS, 14 de mayo de 2004

 

Yo también fui agregado y desearía hacer algunos comentarios:

1) Suscribo íntegramente el texto de Gregory. Cuando pité de agregado podría haberlo hecho perfectamente de disgregado o de atolondrado. No sabía la distinción entre numerarios, agregados y supernumerarios, y los demás mi promoción tampoco. Es más, no sabíamos nada de nada. Nos engañaron a todos, y así les fue: Al director del centro le cayó una bronca del de San Miguel porque pitábamos muchos y sólo perseveré yo -y aquí me tenéis-.

2) La experiencia que escribe Gregory coincide exactamente con la mía, y eso que nos debemos llevar unos 15 años de diferencia y somos de ciudades distintas.

3) Criterios que usan los directores para determinar quién pita de agregado y quién de numerario: Gregory no lo sabe, y yo tampoco. Creo que no lo sabe nadie, ni siquiera el Javi.

-¿Capacidad intelectual? No, pues todos los de mi centro, excepto uno, teníamos estudios universitarios –o estábamos en ello-. Un agregado de la delegación era/es un crack, becado por una universidad extranjera muy pija haciendo tareas de investigación. Y había otro que estaba preparando oposiciones para notario (no sé si las llegó a sacar, pues ya no lo he vuelto a ver más).

-¿Presencia física? Hombre, unos son más bien plantados, y otros somos más tipo Alfredo Landa. Pero en mi centro de agregados no había ningún jorobado de Notre-Dame.

-¿Posición social? En mi pueblo, en el cinturón industrial de una gran ciudad, todos tenemos una posición social similar. Y dos de mi época y de mi pueblo pitaron de numeratas.

-¿Obligaciones familiares? Nunca he entendido eso. Todos tenemos obligaciones con nuestra familia de sangre, ¿no?

-¿Hijos de supernumerarios? En mi centro, el único hijo de supernumerario pitó también de agregado, pudiendo haberlo hecho de numerario.

Aún así, permitidme la osadía de contaros mi teoría personal al respecto: En el contexto social actual (en el que hasta los mineros pueden llegar a ser diputados -que se lo pregunten a Gerardo Iglesias- y en el que incluso yo –el último de la clase- puedo tener mi titulo universitario colgado en la pared) no existen criterios objetivos que determinen cuándo alguien debe pitar de agregado y cuándo de numerario. Se trata de una decisión discrecional y arbitraria de los directores.

Tras esa transformación social, ¿qué hacer con los centros de agregados? Pues como la Opus viene de Dios y no caben alteraciones en ella -como los cuáqueros-, los centros de agregados deben continuar, y para eso es necesario que haya agregados. Por eso, los pobres chicos ilusos que acuden a clubs de agregados pitan de agregados –salvo excepciones- por un simple hecho de supervivencia del centro.

Los numerarios son enviados de un centro a otro dependiendo de las necesidades de la labor. Pero los agregados, al negárseles esa disponibilidad de traslado, o consiguen más vocaciones de agregados o verán como su centro se convierte en una versión opusina del último mohicano.

4) Volo quiere saber cuándo, cómo y porqué empieza a hacerse una labor pensando en agregados. A mi también me gustaría saberlo. Alberto Moncada, en su “historia oral”, cuenta algo de los primeros agregados: se empezó la labor (qué palabro!) en Madrid y en Asturias, y no perseveró ni uno: hubo que empezar de cero la labor con agregados (algo así como ocurrió con las primeras mujeres).

A pesar de no saberlo, también tengo mi propia teoría, a ver qué os parece. Situémonos en contexto: años 40/50, España troglodita tipo Rouco Varela, capitalismo de posguerra, numerarios servidos por sirvientas con cofia y delantal blanco… ¿os imagináis en ese contexto a un fontanero o a un minero sentado en la mesa del comedor junto a un ministro esperando a que la pobre chica de la cofia le sirva el consomé? Yo no. Además, no cuadra con la “aristocracia de la inteligencia” de Chema ni con su manía de ser caudillos.

Sigamos situados en ese contexto. La Obra acaba de empezar y, aunque no es una orden religiosa, Sanjosema estaba coladito por los jesuitas (más bien por su poder que por otra cosa): Jesuitas –igual que la Orden de Malta- tiene padres y hermanos. Los primeros cursan estudios universitarios y asumen tareas de dirección, mientras que los segundos son los porteros de la finca y los jardineros. Ya sabemos que Sanjosema “vio” el Opium Dei por inspiración divina, pero alguna influencia externa debía tener, aunque fuera su subconsciente quien “viera” tal influencia.

Sigamos en contexto. “Cada uno debe santificarse –y debe estar- en el lugar que Dios lo ha puesto”. ¿No es lógico, pues, que Dios te quiera como agregado, piltrafilla? Si no tienes estudios ni vas al gimnasio, a quién se le ocurre ser numerario!!

De todas formas, a mí también me gustaría –como a Volo- saber más cosas de la “minifundación” de los agregados. A ver si hay por aquí algún agregado sabio (por no decir mayor) que nos cuente batallitas de los primeros agregatas. Cuando estábamos dentro no nos contaron nada. A ver si por fin nos enteramos de qué iba la película.

 

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