"HIJOS
DESOBEDIENTES"
IVÁN, 18 de julio de 2004
Como católico quiero dejar claro que la Iglesia me
obliga a creer a píes juntillas tan sólo lo
que ella ha definido como dogmas de fe. Exceptuando eso, todo
lo demás incluidas personas e instituciones son opinables,
juzgables y criticables. Obtuve muy buenos testimonios sobre
esa realidad de san Josemaría, quien no dejaba títere
con cabeza a la hora de ejercer ese derecho. Puedo poner muchos
ejemplos al respecto pero tan sólo me voy a centrar
en una frase suya que por su importancia los resume todos
y que nos comenzó a contar tras el Concilio Vaticano
II: "Hijos míos, el demonio se ha metido en la
Iglesia y lo ha hecho por la cúpula del Vaticano."
Cuando el Fundador hablaba de la "cúpula del Vaticano"
no se estaba refiriendo precisamente a que el diablo se había
metido en la Iglesia a través del obrero de mantenimiento
que arreglaba los desperfectos del tejado de la Santa Sede.
No. Se refería a quien ocupa el lugar más digno
del Vaticano.
Por no ser verdades de fe e imitando a san Josemaría
yo puedo opinar sobre su canonización, sobre la Obra
y sobre su historia sin que por ello deje ni un instante de
ser un fiel hijo de la Iglesia.
En repetidas ocasiones el Fundador del Opus Dei nos contaba
que la historia de la Obra se escribiría cuando todos
los que intervinieron en ella hubieran fallecido, para que
así nadie de quienes actuaron en contra de ella se
pudieran sentir dolidos. Esa es la razón que él
daba para hacer ver ante todos su inmensa caridad con el prójimo;
pero como siempre pasa con el Opus Dei hay que buscar otra
razón oculta, la genuina, que en este caso es escribir
esa historia cuando todos estén muertos para que así
no haya nadie que pueda pararles los píes testificando
contra las falsedades que ellos quieren hacer pasar por ciertas.
Cuando murió el Fundador los dirigentes de la Obra
infravaloraron esa razón oculta por sentirse fascinados
ante la tentación de canonizarle muy pronto (lo que
conllevaba escribir la historia de la Obra). Le desobedecieron
y escribieron la historia del Opus Dei mientras aún
vivían multitud de personas que la conocían
de primera mano.
Según la manera que usa la Obra de escribir sus biografías
todos podemos ser santos si ella se lo propone. Basta con
suprimir lo que desdice de alguien y aumentar lo que le beneficia
para que, con tan sólo eso y nada más que eso,
Judas ya sea santo. Si a Judas le quitamos una pequeña
parte de su vida, aquella en la que vende a Jesús por
treinta monedas, se transforma en alguien tan santo o más
que el resto de los apóstoles.
En el proceso de beatificación del Fundador, María
Angustias Moreno, María del Carmen Tapia, Miguel Fisac
y muchos otros protagonistas directos en la vida de la Obra
reclaman
su derecho a mostrar la realidad tal y como ellos
la han vivido; recurren al tribunal que va a juzgar la santidad
del Fundador, no se les permite testificar a pesar del empeño
que ellos ponen en hacerlo y de la grave obligación
que tiene ese tribunal de escucharles, el tribunal alega unas
razones para no dejarles declarar que si no fuera porque acarrean
tanta gravedad darían risa leerlas.
Ese tribunal eclesiástico se niega a oír a
testigos esenciales por lo que allí no se juzga sino
que se
impone la beatificación de Escrivá de
Balaguer. Al actuar contra las normas más elementales
del derecho, que obligan a escuchar todos los testimonios,
se ha provocado en la Iglesia uno de los escándalos
más graves de su historia.
Porque con esa canonización, lograda a la fuerza por
la selección estudiada de los testigos, ha sido atacada
nada más y nada menos que la credibilidad en la beatitud
de cualquier santo de la Iglesia Católica.
Si un fiel de buena voluntad, por lo tanto no mediatizado,
sigue ese proceso y comprueba los atropellos en los que ha
incurrido, inmediatamente reflexionará algo parecido
a lo siguiente: "Ese juicio de beatificación es
una pantomima, por lo que es nulo. Mas sí hoy tengo
la posibilidad de ver como la Iglesia suprime testigos para
forzar a este hombre a los altares, ante la mirada atónita
del mundo y con toda impunidad, ¿qué no habrá
hecho con los santos de otra época de quienes no puedo
comprobarlo? Desde esté momento me es imposible saber
si san Francisco de Asís era un amante de los animales,
como me hacen creer, o en realidad fue un sádico matarife
del que la Iglesia ha eliminado a los testigos que podrían
contarme sus crueldades. ¡Ya no creo en ningún
santo de los que la Iglesia me propone!".
Y ese fiel deja de creer en lo que la Iglesia cuenta sobre
sus santos. Sí ese católico ignora que no es
de fe creer en alguien canonizado, sí junto a la perdida
de credibilidad en los santos pone en el mismo bote a los
dogmas (que sí hay que creer), entonces puede acabar
perdiendo la fe en la Iglesia y en todo. Yo he oído
contar a gente que no ha pertenecido a la Prelatura frases
parecidas a: "Después del tejemaneje que han hecho
con el marques Escrivá yo ya no me creo nada de lo
que la Iglesia me diga."
Con lo fácil que les habría sido a los mandamás
de la Obra obedecer a su Fundador y esperar a que todos los
que han protagonizado su historia estuvieran muertos; entonces,
sin disonancias, Josemaría habría sido canonizado
sin que nadie pudiera decir ni mú en su contra; no
habrían dejado sus testimonios (por escrito y para
la posteridad) ni Miguel Fisac, ni María Angustias
Moreno, ni María del Carmen Tapia... nadie escribiría
en esta web puesto que no se habría creado...
Además, al no quedar ningún testimonio escrito
en contra, tampoco existiría la posibilidad de que
el fundador de la Obra sea algún día oficialmente
descanonizado por culpa de ese tribunal irregular que le llevó
a los altares como consecuencia de alterar las normas más
elementales de justicia.
¡Con lo bien atado que lo dejó el Fundador y
que todo se les pueda venir abajo por unos hijos tan desobedientes!
Pero es que Dios sabe mucho más y se ha servido de
esos hijos desobedientes para que el mundo pueda conocer toda
la verdad, la que el Fundador y su Obra quieren mutilar.
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