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¿Criticar al Opus es criticar a la Iglesia?

 

Los miembros del Opus, cuando escriben a la web, nos suelen acusar de que criticando a la institución, se critica a la Iglesia y a Dios. A continuación publicamos una carta enviada el 22 de abril de 2004, que resume en qué se justifican para esa acusación -qué es lo que piensa la Obra de sí misma y el adoctrinamiento que reciben los miembros, que les hace manifestarse de tal manera-. Tras esta carta, podéis leer la respuesta de la web (que ha escrito Flavia) sobre esas acusaciones.

Carta de un miembro del Opus Dei a esta web (22-4-2004):

Acabo de hojear vuestra página contra esa parte de la Iglesia católica que es el Opus Dei. Lo primero que constato, a pesar de los titulares, es que no se trata de una página sobre sino contra el Opus Dei, pues no se recoge ninguna colaboración positiva, sino un elenco bastante completo de panfletos, libelos, y folletos difamatorios contra la Obra. Me gustaría recordar a los cristianos que han realizado esta página las palabras proféticas del fariseo Gamaliel, palabras que se han cumplido a lo largo de la historia de la Iglesia y que se leen en las lecturas de la misa en estos días. El pasaje se recoge en los Hechos de los Apóstoles 5,34-39:

"Se levantó en el Sanedrín un fariseo llamado Gamaliel, maestro de la Ley, estimado por todo el pueblo, y mandó hacer salir un momento a aquellos hombres. Y les dijo: Israelitas, tened cuidado de lo que vais a hacer con estos hombres. Porque hace poco se levantó Teudas, que decía ser alguien, y se le unieron unos cuatrocientos hombres; lo mataron y todos sus seguidores se disgregaron y quedaron en nada. Después de él se levantó Judas el Galileo en los días del empadronamiento, y arrastró al pueblo tras de sí; murió también y todos sus seguidores se dispersaron. Así pues, os digo ahora: apartaos de estos hombres y dejadlos, porque si este designio o esta obra procede de hombres se disolverá; pero si es obra de Dios no podréis acabar con ellos; no sea que os encontréis luchando contra Dios. Se mostraron de acuerdo con él."

Parafraseando estos versículos, os sugiero lo mismo: apartaos y dejad en paz a estos hombres y mujeres del Opus Dei; dejadlos, porque esta Obra no es una obra humana, sino divina -el Cielo está empeñado en que el Opus Dei se realice-; por tanto, no podréis destruirla, y os expondréis a hacer la guerra contra Dios.

Por otra parte, sabéis que, en palabras de Cristo, "las puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia", y el Opus Dei es una de sus ramas florecientes. Por eso, quizá sea pertinente seguir el consejo de Juan Pablo II, el Papa más santo y la figura de la iglesia más importante de los últimos siglos:

"Defendedlo; custodiadlo; amadlo. El mundo no se merece todo el bien que el Opus Dei lleva a cabo", Juan Pablo II, Alocución al Congreso Univ, Roma, 1982.

Un saludo cordial.


Respuesta de la web:

Tal parece que la designación de la institución fundada por Josemaría Escrivá, i.e. "Opus Dei", es tomada frecuentemente al pié de la letra, tal parece que se considera a dicha institución como emanada de Dios, sin mediaciones: la Obra de Dios.

De tal noción se sigue que todo lo que concierne a la Obra es incuestionable, dado que Dios mismo sería el autor de todos y cada uno de los aspectos de la singular Prelatura.

Lamentamos decepcionar a los cultores de tal confusión, pero no es así. Dios no ha suscitado ninguna institución eclesial sin las mediaciones propias del orden humano que ha de ser redimido, no suprimido. Esas mediaciones están establecidas en la Ley de Dios, las leyes eclesiales, aún en las leyes humanas justas.

Ninguna de las instituciones eclesiales existentes en la actualidad, ni las que se han sucedido a lo largo de la historia, tienen ni han tenido el "monopolio" de Dios, es más, si uno se toma el trabajo de leer las constituciones del último Concilio, o el Catecismo actual, advierte que ni siquiera la Iglesia se atribuye tal "monopolio".

Este asunto que ya era expuesto por los Padres de la Iglesia, cuando hablaban de las "semillas del Verbo" esparcidas en la cultura grecorromana de su tiempo, y también San Pablo en la carta a los romanos al pronunciar su célebre sentencia respecto de quienes no conocen a Dios: "sibi sunt lex", el hombre que escucha a la voz de su conciencia puede descubrir la ley que ha de regirlo como tal, pues Dios es autor de la naturaleza humana y esa "marca de origen" se manifiesta en una conciencia recta.

Así que se puede criticar legítimamente a la Obra, es más, hasta se puede criticar a la Iglesia, que es una realidad sobrenatural como cuerpo místico de Cristo, y una sociedad humana, en cuanto a su transcurso histórico. Tal parece que Dios, el Creador de todo lo que vive, no se salta etapas. Como diría el bueno de Chesterton, el Señor tiene "sentido de las proporciones".

La cita neotestamentaria que nos trae el correo anterior, en la que el fariseo Gamaliel advierte a sus cófrades acerca de la posibilidad de que las doctrinas de los primeros cristianos procedan de Dios, admite, entre muchas, algunas observaciones:

- en primer lugar, puede entenderse que Gamaliel asocia el carácter divino de doctrinas o prácticas con la sola perdurabilidad en el tiempo: habría entonces que meditar qué es lo sustancial en este tipo de "permanencia", para que no sea asociada a una pragmática aceptación de "lo que es", simplemente porque dura, sin importar cómo. El "cómo" de la permanencia del cristianismo primitivo nos sigue movilizando e interrogando en su contexto histórico: la religión de un grupo de personas de los sectores subalternos, surgida en una zona periférica del imperio romano, que sostenían que un hombre condenado al patíbulo era el Hijo de Dios. Hay que ver cómo se dura, con qué parámetros, con qué elecciones, según qué valores.

- por eso, y en segundo lugar, nos remitimos a la carta de fundación misma de la Iglesia: la Santa Cena, en la que el Señor nos brinda la Ley que ha de informar a esa Sociedad Mística que lo tiene por Fundador y Cabeza: la Ley del amor fraterno, en buen tomismo, la ley es la forma de una sociedad, la que acredita su identidad, la Ley que se nos ha dado es el mandamiento nuevo rubricado en la Cruz. Allí encontramos el centro de la identidad cristiana, no en la apelación mecánica a la autoridad, menos en la pragmática de lo que se impone en el campo de los hechos, acríticamente.

- por eso, corresponde y es necesario, si la realidad así lo demanda, cuestionar a los grupos o instituciones, aceptados o no por la Iglesia, que vulneran la dignidad humana, los que por acción u omisión atentan contra el principal mandamiento que nos exige cuidar y alentar la vida de todos los seres, de cada persona. Y eso que no nos oponemos a detallar las "dificultades" que la Obra suelte tener con los diez mandamientos veterotestamentarios.

En la línea del análisis de "confusiones", ha de aclararse que "las puertas del infierno" no prevalecerán contra la Iglesia, no hemos leído en el texto bíblico ninguna afirmación en este sentido respecto del Opus Dei, y no es correcto identificar a una parte de la Iglesia con la Iglesia misma: la universalidad de la Iglesia no reconoce, respecto de sus instituciones, la mera lógica del todo y la parte, sino que dicha universalidad, catolicidad, se concreta desde sus orígenes en la profesión (con las palabras y las obras) de "la fe católica y apostólica".

No es otra cosa que el cumplimiento de lo que tal profesión implica, lo que muchos solicitamos de la Obra, y le pedimos a la Iglesia respecto del Opus Dei: que sus doctrinas, sus prácticas, su vida misma, se ajuste a las verdades de la fe, a las enseñanzas del Evangelio, no sólo con las palabras, reiteramos, sino, y fundamentalmente, según dice el Señor, con el corazón y con las obras.

Finalmente, señalamos una última confusión, aunque la atribuimos (esperamos), a un error de tipeo en la cita de la siguiente frase del Santo Padre que se incluye en el correo anterior:

"Defendedlo; custodiadlo; amadlo. El mundo no se merece todo el bien que el Opus Dei lleva a cabo", Juan Pablo II, Alocución al Congreso Univ, Roma, 1982.

Ciertamente, el mundo no se "merece" todo el "bien" que la Obra lleva adelante... nadie se merece los usos e ideas de una institución que ha hecho de sí misma un fin, que frecuentemente olvida lo que los santos jamás han olvidado: "bene currris sed extra viam", en palabras de San Agustín "corres bien, pero fuera de camino", del camino que Jesús nos mostró en su Vida, que completó y consolidó en la Cruz y en la Resurrección.

Hay una anécdota muy ilustrativa de Santa Teresa de Jesús:

En una ocasión alguien le preguntó cuál era su opinión acerca de una mujer con fama de santa, una "alumbrada" de su época llamada Magdalena de la Cruz, de quien luego se supo que había obtenido su reputación y poderes por malas artes y engaños.

Santa Teresa respondió así: "nunca pienso en ella sin temblar".

Si una gran santa, grande como pocas, dudaba de sí hasta ese punto, resulta llamativa la "seguridad" con la que la Obra siempre se ha autoproclamado como surgida, sin escalas, según decíamos, de la mano de Dios, con las consecuencias de "legitimación institucional" que tal procedencia conlleva.

Ya lo enseñaba la misma Santa Teresa: "la humildad es andar en verdad"...

¿Cuál es la verdad sobre la Obra?... "Por sus frutos los conocerán", y también, como hemos visto en el correo anterior, "de la abundancia del corazón, habla la boca".


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