ALEGRES
COMO EL VINO Y DULCES COMO LA MIEL
LUIS, 30 de noviembre de 2005
Gracias, Marina,
por exponer en en esta web tu carta de dimisión al
prelado de la Obra. Me he emocionado al leerla, se me ha hecho
un nudo en el estómago y rápidamente me he puesto
a redactar estas líneas. Ya verás como vas a
ser feliz fuera de la Obra.
Te va a ocurrir como a tantísimos de los que aquí
colaboramos (y a muchos más que no escriben): hasta
las cosas más sencillas (ir a comprar al hiper lo que
tu quieras, cuando te venga bien, con tu dinero) te resultarán
agradabilísimas y las no tan habituales (ir al teatro,
hacer un viaje de turismo por el extranjero) te parecerán
deliciosas en extremo. Es decir: lo contrario de aquello tan
siniestro que decía Escrivá de que "hasta
las cosas más sencillas te resultarían amargas
como la hiel, repugnantes como el rejalgar" (saludos
Satur)... pues no. Es al revés. Te/nos engañaron
también en eso.
Mira, te voy a contar mi primer dia fuera.
Yo me fuí del centro un viernes a media tarde. El
director me acompañó no para despedirme sino
para evitar que me despidiera de nadie, como así pasó.
No me ayudó con las numerosas maletas y bultos y quiso
despojarme de las llaves del coche que usaba, diciéndome
que "no es tuyo, firmaste un vendí". Yo le
aparté con decisión y me fuí con el coche,
tranquilizandole pues se lo pensaba devolver al día
siguiente, como así hice.
Me fuí a un apartamento minúsculo donde no
había ni televisor. Como iba a vivir solo, sin deshacer
las maletas me fuí a comprar un pequeño aparato
receptor de TV. Me compré un bocadillo y una coca-cola
para cenar. Esa noche dormí muy mal y muy inquieto
y me sentía realmente solo y preocupado. Pero el día
siguiente, sábado, me levanté a la hora que
me pidió el cuerpo (bien tarde, por cierto), me duché
sin ninguna prisa. No me afeité hasta el lunes siguiente
(experimenté lo delicioso que es, por cierto). Fuí
a desayunar al bar de la esquina, un café con leche
y los bollos y pastas que me apetecían, por primera
vez en años y años. Acabé de instalarme
y con el coche que era mío e iba a "devolver",
me fuí a un hiper (Carrefour para más señas,
Satur), donde aluciné comprando los artículos
de primera necesidad para mi casa.
Nunca había estado en un hiper....y eso que llevaba
20 años santificando el mundo lleno de espíritu
laical. Creo que me pasé allí cinco horas...comida
en el restaurante incluida. Gocé como loco, yendo de
sorpresa en sorpresa. Y me compré el libro de Mª
Carmen Tapia "Tras
el umbral" ....
Volví a casa al caer la tarde, descargué la
compra y me fuí dando un paseo delicioso hasta mi antiguo
centro (que no "hogar") Dejé las llaves del
coche en el buzón, junto con una nota explicando dónde
estaba aparcado. Volví hacia mi casa (esa sí)
y al pasar por un cine me colé a ver "Parque Jurásico"
(la I, claro). Volví a alucinar con la enormidad del
cine, la excelente pantalla, la calidad del sonido...( y con
el Tiranosaurius Rex, claro) Hacía veinte años
que no iba a un cine. Salí casi de madrugada. Cené
en un Mcdonalds, de los que sólo sabía que existían.
Me fuí a casa, y me tomé un cubata mientras
reflexionaba en ese mi primer día. Había estado
bien, muy bien. Me sentí feliz.Y muuuy cansado. Y esa
noche dormí estupendamente bien.
Posteriormente la vida me ha tratado como a la gente normal,
con luces y sombras,con alegrías y penas y, cuando
menos lo esperaba, con una pareja magnífica.Y he sido
y soy feliz. Mucho más que en casi todos los años
que estuve en la Obra.
Gracias de nuevo por esa carta. Es la que me hubiera gustado
haber escrito, en vez de aquella carta tan humillante que
me "obligaron" a escribir. Me has quitado de encima
un poco de ese peso.
No sé si mi relato te habrá parecido un rollo.En
cualquier caso, te deseo la mayor felicidad y que compruebes
que las cosas mas normalitas de la vida te serán alegres
como el vino y dulces como la miel.
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