Copio abajo el texto de la carta que le llegará al
Padre en los próximos días. ¡Gracias,
de nuevo, a todos!
Querido Padre:
Después de pensarlo mucho en la presencia de
Dios, le escribo para pedirle la dispensa de los compromisos
de la Fidelidad. Después de 12 años en la
Obra, tengo muy claro que quiero dejar de ser del Opus Dei.
No caben en unos pocos párrafos las explicaciones
que justifican una decisión de este tipo, por lo
que voy a centrarme en una sola idea: la desilusión.
Ruego a Dios sinceramente que lo que le digo sirva para
que no se repitan algunos errores en el futuro y me gustaría
-aunque soy escéptica en esto- que no generara reacciones
estereotipadas de defensa del tipo "esta chica tiene
problemas, esta chica es poco sobrenatural, a esta chica
le falta objetividad".
Estoy desilusionada porque me mintieron. O me ocultaron
parte importante de la verdad, que es lo mismo.
Me mintieron cuando yo era una chica de San Rafael y
me dijeron que tenía vocación y que, concretamente,
Dios me llamaba a que fuera numeraria, dadas mis circunstancias
personales. A pesar de que nadie podía saber eso
con certeza, sólo Dios, no dejaron de decirme que
Él me llamaba. Además, me ocultaron información
importante: por ejemplo, que había supernumerarias
jóvenes y que yo podía ser una de ellas.
Me mintieron cuando, en el momento de hacer la Admisión,
y después la Oblación, y después cada
19 de marzo, y después la Fidelidad, no permitieron
que pensara seriamente en las dudas que tenía. Parecía
que el tiempo de prueba era una formalidad legal, pero que
Dios ya había decidido desde la eternidad que yo
sería numeraria. Padre, ¿para qué se
hacen aprobar por la
Iglesia unos pasos jurídicos que después serán
considerados meras formalidades? Me quedo con la sensación
de que la Obra tiene un discurso para jerarquía de
la Iglesia y otro para sus miembros.
Me mintieron cuando me dijeron que mis dudas de vocación
eran tentaciones del demonio: ¿quién sabe
si una duda es una reflexión bien fundada sobre la
propia vida o si es una intervención diabólica?
¿Tanto conocimiento tiene una directora de lo que
el demonio hace o deja de hacer? No lo creo, Padre, porque
yo misma fui directora y nunca supe qué hacía
el demonio en cada alma. Atribuirle a él lo que no
nos gusta o no entendemos es lo más parecido a la
superstición que se ha visto. Es decir, probablemente
sea diabóilico.
Me mintieron cuando me dijeron que Dios quería
que pitaran 100 numerarias este año en mi país.
Nadie sabe cuántos pitajes quiere Dios. Ahora mismo
dudo de que Dios quiera algún pitaje: no me lo imagino
promoviendo vocaciones para una institución en la
que se engaña a gente con buena voluntad. A menos
que la Obra cambie, me parece que Dios va a estar remiso
a enviar nuevas vocaciones: quiere la felicidad de sus hijos,
no la tristeza.
Me mintieron cuando me dijeron que, si era fiel, sería
feliz. He sido fiel y hoy estoy enferma de tristeza y deprimida.
Me parece que la fidelidad a una vida tan artificial genera,
sobre todo, problemas. Cuando comenté que había
mucha gente deprimida en la Obra, me mintieron también:
me dijeron que no había más que en el resto
de la sociedad y que Dios a veces bendice con esa cruz.
Es evidente que en la Obra hay más enfermos, en proporción,
que afuera. Sobre si Dios bendice con esa cruz, me resisto
a creer que lo haga como sistema: ¿no preferirá
que usemos el sentido común para llevar una vida
que no destroce nuestro cuerpo y nuestra psicología?
Si la alegría es una virtud tan propia del Opus Dei
¿cómo es que a Dios se le ha dado por bendecir
a tantas numerarias con la tristeza y la angustia y la depresión?
Padre, algo estamos haciendo mal, y para colmo se nos ocurre
decir que se trata de bienes, porque vienen de Dios que
es Padre.
Nos engañamos a nosotros mismos y engañamos
a los demás. Me mienten cuando me dicen que, si me
voy del Opus Dei, me juego la felicidad en esta vida y,
luego, la vida eterna. No sé cómo puede hablarme
de felicidad en esta vida una directora que, a todas luces,
está deshumanizada. Qué sabe de felicidad
alguien que vive pendiente de miles de criterios y no sabe
lo que es el cariño. Pero sobre todo, si sabemos
tan bien sobre lo que hace feliz a la gente, ¿por
qué se van tantas y por qué muchas de las
que se quedan están tan tristes? No me imagino tampoco
cómo podemos amenazar con la condenación eterna
a alguien. En la Obra he aprendido que el único pecado
que no se perdona es el pecado contra el Espíritu
Santo, porque consiste en la desesperanza, y Dios no puede
perdonar a quien no quiere ser perdonado. Padre, cada vez
que se le dice a alguien que se juega la salvación
eterna se le está empujando a la desesperanza, se
le tienta para que crea que Dios no es Padre, sino un juez
terrible que condena. Además de que me mienten, procuran
tentarme para que caiga en la desesperanza. No sé
si puede haber algo más diabólico.
No juzgo con dureza a las directoras que me mienten:
yo misma he mentido a muchas, y muchas veces. Les he pedido
perdón a las que he podido, y hasta me ha valido
algunas correcciones fraternas eso.
Tantas cosas que considero mentiras (con mayor o menor
conciencia de quien las dice) me han desilusionado hasta
un extremo que las considero del todo incompatible con seguir
en la Obra. Le pido que no retrase el concederme la dispensa
que le pido y que, si esto depende de las directoras, no
sean ellas obstáculo para que pronto yo esté
fuera de la Obra. Soy leal siguiendo los pasos jurídicos
correspondientes y pido que, de parte de la Obra se me corresponda
con la misma lealtad: no demoren concederme la dispensa
porque darán cuenta a Dios de ello.
Le agradezco su buena voluntad y su preocupación
por el bien de la Obra y de todas las almas. Sinceramente
espero que, por el bien de mucha gente, pueda cambiar algo
de lo que se está haciendo mal.
Con el mayor de los cariños,
Marina