LA OTRA CARA DEL BEATO
ESCRIVÁ
Luis Carandell
(Cambio 16, marzo 1992)
"Te imaginas que yo entre en una iglesia y me encuentre
a este señor en los altares", me decía
una ex numeraria española del Opus Dei a quien durante
años le tocó sufrir el carácter de monseñor.
Los 20.000 folios de su causa de beatificación han
dado un retrato de José María Escrivá
de Balaguer que ha llevado a la Iglesia a hacerle beato. Pero
éste no es el único retrato que existe del fundador
del Opus Dei. De ahí que, al menos en España,
el país donde monseñor nació y donde
se originó la Obra, sean muchos los que ponen en entredicho
la oportunidad de su beatificación.
Cuando el Gobierno español, allá por los años
60, concedió a monseñor Escrivá de Balaguer
la Gran Cruz de Carlos III, sus hijos de España mandaron
labrar en oro la condecoración que debía imponérsele.
El fundador la devolvió con cajas destempladas exigiendo
que la Gran Cruz fuese de brillantes. Hay innumerables anécdotas
que revelan la desmedida pasión que el hoy beato tuvo
por las riquezas de este mundo. Las casas del Opus Dei, y
sobre todo la sede central de la calle Bruno Buozzi, 73-75,
donde él vivía, están llenas de valiosas
antigüedades. Monseñor se encaprichaba con los
objetos de precio que encontraba a lo largo de sus viajes
y los socios del Opus Dei no tenían más remedio
que regalárselos. En una ocasión, en Sevilla,
se enamoró de un biombo de estilo que le pusieron para
adornar el comedor. Su propietaria, una supernumeraria de
familia noble, no pudo regalárselo porque formaba parte
del patrimonio familiar y tuvo que dar un millón de
pesetas para que se hiciese una copia del biombo. También
cuentan que José María Escrivá mandó
poner un suelo de ónix en una dependencia de la casa
donde residía y decía al mostrárselo
a los visitantes: "Esto es de lo que las señoras
ricas se hacen los anillos". Otra anécdota: en
la fiesta del día de Reyes, sus hijos le mandaban poner
en el roscón en lugar de las clásicas figuritas
de la suerte, monedas de oro de Carlos III, las llamadas "peluconas",
sabedoras de la enorme satisfacción que le proporcionaba
encontrarlas.
Incluso en los años 40, cuando el Opus Dei tenía
poco dinero y se veía obligado a hacer economías
en la comida de los socios numerarios, Escrivá exigía
tener a su disposición un lujoso coche, "igual
o mayor que el de los ministros". Su pasión por
el lujo y la riqueza sólo tenía parangón
en su avidez por acumular títulos, honores y dignidades.
En 1941 solicitó y obtuvo dar mayor lustre a su primer
apellido añadiéndole el gentilicio "de
Balaguer", por el nombre del pueblo leridano del que
procedía su familia. En 1968 consiguió el título
de marqués de Peralta. Es el único sacerdote
católico de toda la historia de la Iglesia que solicitó
un título nobiliario. Los que lo tenían, renunciaron
a él al ordenarse. Aseguró que lo hizo para
complacer a su hermano Santiago, que quería ser marqués,
pero la verdad es que tardó años en cederle
el título.
Cuando monseñor venía a España, y es
de suponer que lo mismo sucedía en otros países,
el consiliario tenía que acudir con un numeroso séquito
a la frontera para recibirle, como se hacía antiguamente
con los jefes de Estado. Acumulé durante su vida una
larga relación de dignidades, condecoraciones y pomposos
títulos que la diligencia e influencia de sus hijos
le proporcionaban. Cuando miembros del Opus Dei entraron a
formar parte del Gobierno español en la era franquista,
monseñor exclamó, según testigos presenciales:
"¡Nos han hecho ministros!". Pero él
aspiraba a un título aún mayor. Había
convencido a sus hijos de que era un santo en vida y de que
Dios le había elegido como instrumento ("aun siendo
yo un gran pecador") para la salvación del mundo.
"Papas y cardenales hay muchos -solía decir- pero
fundador del Opus Dei, sólo hay uno". Testigos
hay de que criticaba a Pío XII, se reía de Juan
XXIII y de que llegó a decir de Pablo VI "dudo
de su salvación", esto sin dejar de profesar al
mismo tiempo públicos testimonios de amor y devoción
por la figura del Papa.
Su fama de santidad, de la que él consiguió
imbuir a sus hijos ha pasado ahora a la Iglesia gracias a
la inmensa capacidad de movilización del Opus Dei en
un papado propicio. Su causa de beatificación es un
panegírico de 20.000 folios en el que tienen muy escaso
papel los testimonios críticos de innumerables personas
que conocieron la otra cara del beato José María
Escrivá de Balaguer, su pasión por las riquezas
y honores, su mal carácter, sus arranques de cólera
(la "Santa Cólera" de que él hablaba),
cuando se le contradecía, sus procedimientos (la "Santa
Desvergüenza"), o la persecución de que hacía
objeto a los que abandonaban la Obra.
Viéndole ahora en los altares, muchos de los que conocen
el otro retrato del beato dirán, y nunca mejor dicho:
"¡Cuán inescrutables son los caminos del
Señor!".
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