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 Correos: La gran sentencia y otros cuentos.- Ogrini

900. Sin clasificar
Ogrini :

Querido Satur, llevas razón en eso del “perro”. Donde dice “plagiando” debería decir “emulando” o “imitando”. Es verdad, tú nunca has escrito eso como muy bien afirmas. La frase es parecida, pero no es la misma. En fin, recordaba tu frase, pero no revisé tu texto y salió eso, colega. Lo siento. Mis disculpas, Satur.

 

Bueno, vamos a ver si conseguimos aclararnos...



Lo de “pecado escondido, pecado medio redimido”, personalmente lo entiendo en el sentido de no ser piedra de escándalo, de que tu pecado haga el menor daño posible a los demás y, por supuesto, que no induzca a los otros al mal. Vamos a poner un ejemplo, grosero (ya me disculpareis), pero gráfico, para que se entienda: No es lo mismo que uno se la menee en la habitación de su casa que en medio de la plaza Callao un sábado a la una de la tarde y no digamos ya a la salida de un colegio. El hecho es el mismo, pero no es lo mismo, chaval, no es lo mismo. No sé, igual el sentido de la frase es otro, pero yo lo entiendo así. No es que el pecado en si no sea malo ni que te quede redimido ipso facto, ni mucho menos. Pero partiendo del mismo hecho, como en el ejemplo anterior, el cambio de escenario presupone una gravedad y unas consecuencias que no se dan en el primer caso. En fin.

 

En cuanto a lo de la “gran sentencia” (y muchas gracias, Satur, por el calificativo: ¡Ya era hora que alguien empezara a valorar mis máximas y aforismos!) tendremos que ir por partes. Por lo que se refiere a la sexualidad y a la lujuria, está claro que entramos de nuevo en un terreno pantanoso y sumamente complejo. La cuestión es complicada. Tendríamos que recurrir a las definiciones y acepciones y, aun así, el conflicto no quedaría resuelto, puesto que las interpretaciones objetivas al respecto acaban siendo absorbidas por la subjetividad experimental de cada uno. Eso evidentemente ocurre en casi todos los ámbitos de la vida y quizá un poco más cuando hablamos de sexo.

 

¿Un obseso sexual es un lujurioso? ¿Un pervertido es un lujurioso? ¿Un lujurioso es un cerdo? Cuando Satur afirma eso de que un lujurioso es un cerdo me recuerda una anécdota que viví con dos colegas míos barriobajeros. Íbamos recorriendo las aceras de la city y, para pasar el rato, nos íbamos dedicando improperios “cariñosamente”, a ver quien la decía más gorda: “que si eres un pedazo cabrón, que si tu un hijoputa, etc, etc”, cuando va uno y le suelta al otro: “homosesual, que eres un homosesual” Y va el colega y se cabrea que no veas. Y yo le digo: “pero coño, tío, ¿por qué te pones así?” Y va y me dice: “Mira, tronco, que me llame maricón, vale, ¡pero si me vuelve a llamar homosesual le parto la cabeza!” “¡Pero si es lo mismo!”, le dije yo. Y va el menda y me contesta: “¡Pero que pollas va a ser lo mismo!, ¡que un maricón es por vicio y eso del homosesual es una enfermedad!”

 

O lo de aquel otro que cuando le preguntaban: “¿Nos podría decir qué diferencia existe entre el erotismo y la pornografía?” Y el tío soltaba aquello de: “¡Pero hombre, señor mío! ¡Si está muy claro! Mire usted: erotismo es lo que practico yo y pornografía lo que practican los demás.” Y se quedaba tan ancho.

 

Lo que está claro es que cuando hablamos de lujuria estamos hablando otra vez de exceso, de fijación, de desorden, de desmedida. Quizá otra buena definición de la lujuria (una definición, en todo caso, sutil y alegórica) sería esa brillante y aguda exposición que sobre la esencia profunda del hombre hace un gran filosofo del humor y la metáfora que Satur conoce muy bien: “En la antigüedad remota y salvaje el hombre era confusamente concebido según nociones mitológicas como un ser compuesto de alma y cuerpo.

Posteriormente, con el nacimiento de la ciencia y los progresos de la razón, se demostró con claridad que se trataba de un cuerpo integrado de partes bien distintas, a saber, cabeza, tronco y extremidades. Pero ya en los comienzos de la época actual, al desarrollarse los saberes psicológicos y antropológicos, y descubrirse su más profunda e íntima constitución, se comprobó que era una realidad unitaria que constaba de pene, contrapene, micropene, retropene y macropene, hiperpene y pene esférico.”

 

El autor de la ocurrente y acertada definición lo llama “unidad penil”. Quizá este perspicaz concepto, tan real en nuestros días, habite en esas “intimidades que cada persona guarda en lo más profundo de su modo de ser y de pensar, y que no tenemos derecho (supongo que se refiere a los demás) a conocer.” Son palabras del mismo autor. En este caso no hace referencia explicita a incluir la “unidad penil” en esas “intimidades”, pero digo yo que se puede incluir perfectamente. Mi vecino me lo confirma a diario cuando oigo a su mujer que le grita: “¡Pero hombre, Joaquín, que siempre estás con lo mismo!” Y él le responde solícito: “¿Pero es que hay algo más, cariño, es que hay algo más?”

 

Dice Satur: “Si todos los lujuriosos del mundo se conformaran con una sola mujer la vida no sería una maravilla, sería la misma puta mierda, o más, que lo es ahora. Y sería así por la sencilla razón de que un lujurioso es un cerdo.” Es una opinión. Una opinión rebatible, por supuesto. Pero vamos a dar por buena la afirmación de Satur. Teniendo en cuenta que, casi siempre, la lujuria tiende por naturaleza a la promiscuidad, convendremos en que un lujurioso que se conforme con una sola mujer será todo lo cerdo que queramos, pero como mínimo será un cerdo que no ensuciará las pocilgas de los demás. Que no es poco.

 

En cuanto a la réplica de lo que Satur llama “canto al buen burgués”, simplemente decir que es apoteósica, si señor, poesía de la buena, metaliteratura, diría yo. Y lo digo en serio, Satur. Ahí se notan tus años de formación en la opus. Y no lo digo con ánimo de crítica, todo lo contrario, lo encuentro admirable y plausible. De verdad, me encanta ese ramalazo San Josemaria Escrivá que te ha salido al final de tu escrito y que pone de manifiesto tanto tu calidad literaria como humana.

 

Y estoy en buena parte de acuerdo con lo que dices. Yo soy el primero que me gustaría desprenderme para siempre de esos temores y de esos miedos, pero muy a pesar de eso, tengo que reconocer que esos mismos temores y esos miedos y esa vergüenza y esa timidez, todos esos factores indeseables que afloran con demasiada frecuencia en nuestro corazón, en su justa medida, no dejan de ser, muchas de las veces, reguladores de la conducta humana y sirven, quiérase o no, no tanto para hacer el bien, pero si para evitar el mal.

 

En fin, estamos a punto de terminar el año y me gustaría creer con fervor en ese final de película que nos brinda Satur y arrancar de nuestros corazones alarmas y miedos y llenarlos de coraje y de valentía, de esperanza y de un AMOR tan grande como el universo, y poder gritar al mundo eso de que “¡no nos rendiremos nunca!

 

Un cordial abrazo y Feliz Año Nuevo a todas y a todos.                    

 

Ogrini




Publicado el Friday, 05 January 2007



 
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