Resultan impresionantes los textos de la Instrucción para los Directores, que aporta una vez más Oráculo -¡este hombre es una mina!- en relación a la falta de confidencialidad de la cartas de l@s Numerari@s del Opus Dei. Pero yo me quedo con la cuestión que deja caer al final de su escrito: ¿puede el Opus Dei considerar fundacionalmente vinculantes costumbres que podrían ser constitutivas hasta de delito civil, por más que respondan a una inequívoca intención institucionalizadora del Fundador? Oráculo no da la respuesta explícita. Pero es evidente que no pueden postularse como permanentes praxis sin fundamento divino alguno y mucho menos cuando son ilegítimas, como sucede en ese caso, o en el de la violación de la confidencialidad de la Confidencia y el de la ocultación -a la Santa Sede y a los candidatos a la Obra- de las normas secretas por las que en realidad se rige la Prelatura.

            Como se está comentando en éste y en muchos otros medios de comunicación, a este Papa no le ha temblado el pulso para corregir los excesos litúrgicos del Camino Neocatecumenal o para resolver el caso del P. Maciel, a pesar de ser Fundador de los Legionarios de Cristo y de Regnum Christi. Esperemos que la movida del Código Da Vinci no se convierta en un bote de humo que haga aparecer como infundadas las quejas objetivas que existen en todo el mundo por los métodos que emplea el Opus Dei en determinadas cuestiones.

            Las materias son aun más importantes –por la gravedad de sus consecuencias y su extensión- que unos defectos litúrgicos o una posible inconducta sexual de un sacerdote concreto. Pero hay una diferencia: la praxis litúrgica del Camino Neocatecumenal había sido oficialmente consultada ante la Jerarquía; y existían denuncias canónicas contra el P. Maciel desde hace años, que fraguaron en el proceso judicial que ha dado lugar a la declaración actual.

            Por eso, para que no suceda lo que teme Oropel, hace falta que esas quejas contra el Opus Dei se materialicen en hechos probados. Y esto requerirá que, los que estén en condiciones de hacerlo, pasen de la crítica al Opus Dei a su denuncia eclesial, según proponían Doserra hace poco tiempo y, más recientemente, Crespillo: eclesial, porque como bien señala Mariano Curat, los periodistas se interesan por el cilicio y las disciplinas, cuando lo importante es la diferencia entre lo que dicen los Estatutos y lo que se vive dentro: y de esto la mayoría de los periodistas ni entiende ni les importa.