Hola, leo con muchísimo asombro una reseña de un libro de Federico Suarez Verdeguer, "Ensayos moderadamente polémicos".

No sé quién es más rancio, si el autor del libro o quien lo reseña... pero las afirmaciones del autor sobre el liberalismo, la revolución francesa, la vanguardia artística, Picasso,....entroncan con el concepto que de lo religioso, d e la libertad  y del pensamiento humanístico tiene la Prelatura,  en la que fue cura tantos años (ver últimos párrafos del texto incluído abajo). ¡¡Y ha sido capellán de  la Casa Real!!!

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Ensayos moderadamente polémicos

Autor:  Francisco Suárez Verdeguer Editorial:  Ediciones Rialp Número de páginas:  266 Fecha estreno:  06/03/2006

Federico Suárez Verdeguer (Valencia 1917-Madrid 2005) es el historiador al que hay que acudir para comprender el s.XIX español. Ese tiempo decisivo, en que se produce el triunfo de la Revolución en España, se conocía sólo desde los prejuicios de la ideología liberal. Los trabajos de Suárez forjaron la primera versión global de nuestra historia decimonónica. Pocos han estudiado la época con el rigor del autor en La crisis política del Antiguo Régimen en España (1950); casi nadie conoce al español que encarna el siglo, Donoso Cortés, mejor que Suárez. A pesar de ello, el principal quehacer del autor no fue interpretar obras de muertos, sino entregarse a los vivos, y se ordenó sacerdote el mismo año en que obtuvo la cátedra de Historia (1948). Sus libros de espiritualidad se reeditan periódicamente en Patmos. No hay aquí contradicción, siendo uno solo el amor a la verdad. Por eso es difícil encontrar en su obra alguna polémica arrebatadiza. Sus tesis huyen de la denigración personal, se fundan en pétreos argumentos y han sido humildemente corregidas cuando la verdad lo ha hecho necesario.   Esta valiente busca de la verdad motiva desde el prólogo los cinco ensayos: "me cuesta esfuerzo aceptar opiniones que, por lo extendidas, aceptadas e indiscutidas, acaban siendo lugares comunes, y a fuerza de verlos repetidos una y otra vez, pasan por ser la expresión de verdades no sólo indiscutidas, sino indiscutibles". Suárez desenmascara primero los vanguardismos: ¿no será el momento de considerar a Picasso "más como una víctima de la vanguardia que como un renovador (o más bien como un destructor) de lo que durante siglos se ha venido llamando arte?". Con la misma valentía denuncia desde Donoso la exclusión social de Dios en Europa y la muerte moderna de la auténtica libertad. Después desmitifica la Revolución Francesa, "el precedente de los totalitarismos", cuya consecuencia fue sustituir la tradición política secular por teorías abstractas e indemostradas, impuestas sólo por los hechos consumados. El cuarto ensayo vindica a "dos marginados": Ramiro de Maeztu, "el único al que el Desastre hizo pensar que debía hacer algo por su patria"; y José Mª Pemán, que noblemente ofrecía al amigo comunista Alberti: "Tira el cable, marinero, / que la noche va a cerrar / Altamar es mucha mar / para tan poco velero". En la última pieza distingue filósofos de ideófilos, más amigos de las ideas que de la verdad; fue Descartes quien, con esta línea, inauguró la manía de sustituir la filosofía por el ensayo. Epiloga la obra una defensa del deber de veracidad periodística, apoyada en Maeztu, Solzhenitsin y Revel.   Así pues, Suárez condensa en su obrita final la finalidad de su vida: liberar la verdad. El liberalismo revolucionario la corrompió festejando la supuesta bondad natural del hombre; los pensadores modernos, invadidos de escepticismo, han cambiado el conocimiento cierto por la opinión; los artistas han generalizado el mal gusto vanguardista, "cadáver de una cultura"; incluso los teólogos prefieren defender el propio ingenio antes que la doctrina de todos. Esto constata Suárez desde la historia, y en este sentido es magistral el análisis del Antiguo Régimen y las consecuencias políticas de la Revolución Francesa (c.III.2). Pero también desde la crítica filosófica brillan el resumen doctrinal de Donoso (c.II) y el sencillo estudio sobre las consecuencias del pensar idealista (c.V.1). Sobre este bosque agonizante, postal de la Modernidad, nieva un estilo tranquilo, una humilde erudición, fidelidades manifiestas y un optimista llamado a no depositar nuestra esperanza en unos cambios político-sociales que "nos han robado lo más precioso que poseíamos: nuestra vida espiritual".

Guillermo Elizalde Monroset