Hace unas semanas asistí a una conferencia de un conocido teólogo en que se habló del laicado. Esa persona expresó que consideraba como misión propia del laicado llevar a cabo la unión de evangelio y vida. En otro momento mencionó que por desgracia casi todos los movimientos de laicos que se han desarrollado durante la segunda mitad del siglo XX han sido grupos cerrados, es decir que trabajan más para sí mismos que para la Iglesia a la que en teoría pretenden servir. Sin duda el Opus Dei es uno de esos grupos.

Se ha hablado en estas páginas de la “burbuja” en la que viven muchos miembros del opus Dei. De cómo han trocado su idea primigenia de ser cristianos corrientes, trabajando en todas las profesiones y lugares donde alguien honesto puede ganarse la vida, para recluirse cada vez más en sus propios ambientes y entornos endogámicos, muchas veces alejados de la mayoría de las personas, especialmente de aquéllas que no son apetecibles al opus Dei.

Las palabras que siguen a continuación son de Joseph Ratzinger, publicadas por primera vez en alemán en 1969, cuando era profesor de teología dogmática en la universidad de Ratisbona. En ese texto critica y advierte de ciertos riesgos y situaciones que se dan en la Iglesia, pero es evidente que el defecto que critica de un modo tan contundente, se da en instituciones concretas de la Iglesia (no en todas), y creo que el opus Dei –tal como es en nuestros días- es un ejemplo paradigmático del mismo...

“¿Quién podría poner en duda que también hoy se da en la Iglesia el peligro del fariseísmo y del qumranismo*? ¿No ha intentado efectivamente la Iglesia, en el movimiento que se hizo particularmente claro desde Pío IX, salirse del mundo para construirse su propio mundillo aparte, quitándose así en gran parte la posibilidad de ser sal de la tierra y luz del mundo? El amurallamiento del propio mundillo, que ya ha durado bastante, no puede salvar a la Iglesia, ni conviene a una Iglesia cuyo Señor murió fuera de las puertas de la ciudad como recalca la carta a los Hebreos, para añadir: “Salgamos, pues, hacia él delante del campamento y llevemos con él su ignominia” (Heb 13, 12 s). “Afuera”, delante de las puertas custodiadas de la ciudad y del santuario, está el lugar de la Iglesia que quiera seguir al Señor crucificado. No puede caber duda de lo que, partiendo de aquí, podrá decirse de los bien intencionados esfuerzos de quienes tratan de salvar a la Iglesia salvando la mayor parte posible de tradiciones; de quienes a cada devoción que desaparece, a cada proposición de boca del papa que se pone en tela de juicio barruntan la destrucción de la Iglesia y no se preguntan ya si lo así defendido puede resistir ante las exigencias de verdad y de veracidad. En lugar de hacerse esta pregunta nos gritan: ¡No demoláis lo que está construido; no destruyáis lo que tenemos; defended lo que se nos ha dado!... ¿Es que no se enfrentan, en cierto grado, también entre nosotros, el relativismo de una ciencia de las religiones que corresponde a la inteligencia, pero deja vacíos los corazones, y el estrecho ghetto de una ortodoxia, que a menudo no sospecha lo ineficaz que es entre los hombres y que, en todo caso, se hace a sí misma tanto más ineficaz cuanto con mayor obsesión defiende su propia causa? Es evidente que así no puede realizarse la renovación de la Iglesia. El intento falló ya en el celoso Pablo IV, que quiso anular el Concilio de Trento y renovar la Iglesia con el fanatismo de un zelota”. [El nuevo pueblo de Dios, Editorial Herder, Barcelona, 1972. Págs. 307-310].

* Por “qumranismo” se refiere a la secta judía de los esenios que practicaban un tipo de vida monástico marcadamente ascético (en Qumran) separados del resto “de los hombres malvados” (Regla de la Comunidad 5,1-2) y se creían elegidos por Dios como el verdadero pueblo de Israel.

No olvidemos que unos años antes, en 1963, el teólogo suizo H. Urs von Balthasar, quizá el teólogo católico más importante del siglo XX, había escrito: “La más fuerte manifestación integrista (de la Iglesia) es sin duda el Opus Dei”. [Wort und wahrheit 18, 1963, Pág. 733].

El opus Dei languidece en Europa, en la mayoría de países está estancado o retrocede. El apostolado cerrado y controlado del opus Dei, que a muchos nos disgustaba, pero “aceptábamos” a la vista del “éxito” en pitajes; ahora que no llegan los resultados empezará a generar malestar y disidencia internas. En mis tiempos todavía seguían machacando que los medios de san Rafael que dejó el fundador eran intocables. Los guiones y el estilo de los círculos, meditaciones, etc. eran absolutamente autoritarios y paternalistas. Hoy en día ni siquiera a los bachilleres se les puede hablar y presentar los temas de esta manera, especialmente a aquellos que piensan por si mismos y tienen carácter. Universitarios creo que pitan poquísimos y no perseveran, por lo que están abocados a seguir haciendo proselitismo con menores de edad. Ese es su talón de Aquiles junto con su gran crisis interna.

Un abrazo a todos,

Galileo