Yo, como muchos ex numerarios y numerarias de México soy un gran fan de su página, que creo que en algunos se nos vuelve una verdadera adicción. Y es que tienen de todo, desde los escritos y las respuestas a muchas cosas que uno se preguntó cuando estaba allí hasta  el documentos internos, (un numerario heterodoxo y en vías de salida decía que era más fácil, para preparar una charla, entrar a opuslibros que pedir la llave del closet de PI) pasando por recursos para seguir adelante y por supuesto los escritos de Satur, quien goza de una popularidad tal por tierras aztecas que estoy seguro de que puede llegar mañana mismo, y ser recibido en el salón VIP del aeropuerto, con danzas típicas, mariachis  y todo... en fin, sólo es cosa de que se anime y lo diga y armamos por aquí una "convivencia especial" de las de a de veras 

 

En primer término, quiero agradecerles su labor, paciente y constante, para ayudar a tantas personas. Lo hago en nombre propio y de tantos ex que me consta han utilizado su página en México. Siempre me había preguntado el porqué las participaciones mexicanas (honrosas excepciones a salvo) brillan por su ausencia si cuando éramos numerarios abundaban las referencias a "ser el país con más vocaciones después de España" y cosas así, de esta manera me hago eco de lo escuchado por allí respecto a lo mucho que nos ha ayudado y servido esta página.

 

Independientemente de hablar de otras cosas posteriormente, algo que siempre me impresionó de la Opus Dei y que nunca entendí a cabalidad era su afán (por lo menos en México) de llenar la vida cotidiana de verdaderas "leyendas urbanas", rumores e historias que dejaban chicas a las leyendas más escabrosas de la Edad Media. Una comunidad cerrada, como lo es la Opus Dei, es proclive por su propia naturaleza a esto, pero la forma como las fomentaban era verdaderamente especial.

 

Entre otras, recuerdo el rumor de que un sacerdote de la OD se las había visto con el mismísimo Lucifer, (llamado por aquí "patas de cabra") algún numerario con algunos años se acercaría a un grupo de pollos primaverales en el curso anual y contaría la historia aquella de que en un centro del norte del país, un sacerdote que "hacía mucho bien" recibió a altas horas de la noche una visita de un caballero bien vestido -de negro, faltaba más-. Su hermano numerario lo habría hecho pasar a la sala del centro, mientras llamaba al sacerdote en cuestión, el cual, sospechando algo que olía como a azufre, comenzó a rezar. Se suponía que, en el acto, el caballero huyó despavorido, no sin dejar... ¡huellas de patas de cabra! y una perilla de la puerta ardiendo, mostrando bien a las claras quién era el misterioso visitante nocturno (la historia nunca explicaba cómo había hecho la Administración para sacar las huellas de la alfombra, o si la perilla quemada era de las de cerradura doble de las que se especifica en las Regulae,  pero bueno, son detalles menores,)

 

Otra que corría era la del cura que atendía la parroquia que antes tenía encomendado el Opus Dei - La Santa Veracruz- en pleno centro de la Ciudad de México, y que por cierto dejó la OD cuando el vecindario de dicha iglesia terminó por venir a menos ("no es nuestro apostolado atender a borrachos y prostitutas", le oí decir a uno al respecto -infortunado comentario si se compapa con San Mateo, pero en fin-)  Según la historia, el cura había tardado en llegar a la hora habitual a confesar antes de un viernes primero. Cuando llegó a la Iglesia, preocupado porque no sería posible atender a los penitentes antes de la Misa, se encuentra con la luz del confesionario prendida,  y cuando se acerca para ver quién desempeñaba su función en el sagrado tribunal, se abren las puertas y ¡pataplún! sale el Beato -en ese tiempo- que había sustituido a su indolente e  impuntual hijo, quien de la impresión se quedó desmayado sin sentido, privándose de recibir una corrección fraterna in situ y post mortem por haberse fumado un cigarrillo más a la hora de la tertulia, en lugar de correr al confesionario.

 

Otro género de anécdotas eran las "edificantes" como la de aquel sacerdote que había sido "el primero" en traer la Opus Dei en México.... su carácter que debió ser de los diez mil demonios (independientemente de otras virtudes que muchos decían que tenía) daba para mucho, como dice Satur... famosa era aquella de la vez que, en un comedor de la residencia de la OD, al ver que el spaghetti que sacaba la administración llevaba queso fresco en lugar de parmesano, tomó la fuente de cristal, caminó y entró a la cocina donde, ante la mirada atónita de las doncellas, estrelló la fuente mientras gritaba "así no se cuidan las cosas pequeñas" ( menos la cristalería, podría haber dicho la Administración) Independientemente  de lo apócrifo o no de la  historia, me consta que se contaba en tertulias, charlas y demás actividades, poniéndola como ejemplo, en lugar de -si es que pasó- olvidarlo o cubrirlo "como los hijos  buenos de Noé".

 

Seguiría con las historias extrañas que te espetaban del exorcismo en una de las residencias de la OD,  de la numeraria muerta que se levantó de su mortaja en misa de requiem diciendo "no recen por mí, estoy condenada por no ser sincera" y otras cosas, pero sólo quería probar el punto que, ante la ausencia de información y el misterio del que gustosa se rodea la gente de la OD, la verdad se tuerce, sale en volutas de humo que se convierten en historias más o menos apócrifas y que generan un "lore" colectivo como el de cualquier sociedad particular.  Y luego juzgan a Satur por creerse lo del "Viernes de Espinas"....y es que sin tener un libro introductorio donde estuviera excatamente todo y al cual acudir -algo así como Opus Dei for  dummies-   y entre rumores, normas, el trisagio, los crespillos  y el agua fría uno ya no sabía, como Machado, qué era verdad y qué mentira

 

Hasta muy pronto, un abrazo.

Juan Diego